Cómo dejé que se follaran a mi madre
Salía de casa y me encontré a un joven al que había visto en el pasado tirarse a mi madre. Sabía que quería volver a follársela y le dejé entrar para que lo hiciera. Disfruté viéndolo y os cuento lo que vi.
(CONTINUACIÓN DE “FOLLANDO A UNA MILF”)
Pasé toda la mañana fuera de casa, primero en la academia preparando unas asignaturas que me habían quedado para septiembre y luego en la biblioteca estudiando, pero no podía concentrarme, tenía unos pensamientos muchísimo más excitantes brincando en mi cabeza.
Recordaba nítidamente una y otra vez lo que le había sucedido el día anterior a mi madre en la piscina, cómo aquel joven la acosaba ante las risas y comentarios de sus amigos, cómo la sobaba el culo sin que ella pusiera ninguna resistencia, cómo moviendo sus bragas nos enseñó su sexo y su ano, acariciándolo, intentando masturbarla, cómo la quitó el sostén, dejando sus tetas a la vista de todos, cómo intentó follársela en público sobre las toallas, cómo corría ella con las tetas botando camino del agua que la ocultase. Cómo la desnudó totalmente dentro del agua para penetrarla a continuación ante el regocijo de todos los que estábamos allí, la salida de mi madre del agua enseñando su sexo a todo el mundo y, sobre todo, cuando la apartó de la gente para que nadie impidiera su violación y se la folló sobre un banco entre la vegetación del jardín. La cara de vicio y placer que tenía cuando se la tiraba, y sus tetas botando y botando por las acometidas del joven. Casi me corro allí mismo, sin ni siquiera tocarme, solamente mirando, mientras contemplaba la escena escondido entre los árboles. Allí totalmente desnuda disfruté de su hermoso cuerpo y de cómo se la follaba, cómo su enorme cipote la penetraba una y otra vez, cómo se lo metía por el coño abierto de par en par. Recuerdo sus gemidos, sus chillidos de placer, de gatita en celo copulando con un rabioso macho alfa. Cómo, después de pasársela por la piedra, la dejó allí desnuda, a merced de todo el mundo y ella, resignada a ser follada por quién quisiera, simplemente se tapó como pudo, esperando, con la vista perdida en el vacío, a qué alguien se la llevara de allí, aunque el precio fuera evidente: un polvazo. Pero volvió el macarra, no se la había follado lo suficiente, y la cubrió con una toalla, no sin antes haberse deleitado de la visión de su deseoso cuerpo desnudo. Me llevé sus bragas como recuerdo, las abandonó y yo las recogí antes de que cualquier otro quisiera cogerlas y masturbarse con ellas. Son de mi madre y, si alguien puede y debe disfrutar de ella, soy yo. Y su secuestro, sin que nadie pudiera evitarlo, cómo la metió a empujones en su deportivo rojo de macarra, levantándola el vestido y exhibiendo su cuerpo desnudo, y se la llevó a toda prisa para continuar violándola. Finalmente el regreso horas después, despeinada, sucia, sudorosa y sin ropa interior, cabizbaja, rehuyendo la mirada, y con la cara colorada de vergüenza. Era evidente que se la había vuelto a follar, posiblemente no fuera el único que lo hiciera.
Cuando regresé a casa por la noche no pude abrir la puerta de la entrada por más intentonas que hice. ¿Cómo era posible? En ese momento pensé que mi madre estaría dentro, en casa, en su propia cama follando con el joven que se la tiró el día anterior. Me la imaginé desnuda, penetrada una y otra vez.
Pero en ese momento la puerta se abrió y apareció ella, mi madre, con un ligero vestido de color rosa, y me dijo que esa misma mañana había cambiado la cerradura ya que no funcionaba bien y se atascaba. Lo dudé, más bien lo rechacé en mis pensamientos, aunque no comenté nada. La cerradura funcionaba perfectamente y la llave entraba sin ninguna resistencia, como una verga tiesa en el coño lubricado de una puta en celo.
El motivo era claro, temía que los que se la habían tirado el día anterior hubieran hecho una copia de la llave y pudieran entrar en casa y follársela siempre que quisieran.
Tampoco pudo mi padre entrar en casa y fue otra vez mi madre la que le abrió y dio sus absurdas explicaciones que no convencían a nadie.
Pasaron los días y mi madre parecía cada vez menos preocupada por el incidente de la piscina.
Yo, siempre que tenía la seguridad de que nadie, ni siquiera ella, pudiera darse cuenta, aprovechaba que siempre llevaba vestidos muy ligeros y escotados, con faldas muy cortas, para echarla unas buenas miradas a su culo, a sus piernas, a sus tetas, deleitándome con sus curvas. Se me ponía la polla bien tiesa y dura. Era evidente que la miraba desde el incidente en la piscina con otros ojos, deseando follármela o , al menos, ver cómo se la volvían a follar.
Ocurrió una mañana en la que mi padre ya se había ido al trabajo, y yo, camino de la puerta para marcharme a la academia, al pasar por el dormitorio de mis padres, vi a mi madre inclinada hacia delante, con la falda corta de su vestido levantada por detrás, enseñándome sus macizas nalgas apenas cubiertas por unas finas braguitas blancas que se metían entre sus cachetes prácticamente desapareciendo.
Me quedé embobado mirando sin moverme y sin hacer ningún ruido, notando cómo se levantaba mi verga y se ponía dura. Estaba mi madre haciendo la cama y no se había dado cuenta que su hijo estaba observando detenidamente su culo respingón desde atrás, maravillado viendo cómo cada movimiento que hacía se reflejaba en ellos. Como no llegaba bien al otro lado de la cama en lugar de dar la vuelta, colocaba una de sus rodillas sobre la cama, subiéndose todavía más su faldita y poniendo todavía más sus muslos y sus glúteos en tensión. Prácticamente babeaba de gusto por lo que algún ruido debí emitir sin querer, que escuchó mi madre girándose hacia mí, pero, antes de que lo hiciera totalmente y me viera observando empalmado su culo, me encaminé rápido hacia la puerta de la calle, abriéndola para salir.
Nada más cerrarla, me encontré de frente con un joven bien parecido que me miraba entre curioso y sonriente.
¡Ostias, pero si es el tío que se folló el otro día a mi madre en la piscina!
No sabía qué decir ni qué hacer, y el joven, sonriente, bajó la vista hasta la bragueta de mi pantalón, viendo inmediatamente la erección que tenía.
Mirándome otra vez a la cara, ahora sonreía de oreja a oreja, sin decir nada y cuando muy cortado estaba a punto de marcharme, me saludó muy simpático.
- ¡Hola!
Le respondí lo mismo pero más que simpático, aturdido.
- Hola.
- Tengo un sobre para Margarita Mazas.
¡Coño, conoce el nombre de mi madre! ¡Y también donde vive!
Aturdido, me quedé esperando conocer qué quería.
- Es tu madre, ¿verdad?
Asentí con la cabeza, tragando a duras penas mi propia saliva.
¡También sabía que yo era su hijo!
- Tengo que dárselo en mano. ¿Está en casa, verdad?
Volví a asentir con la cabeza, sin saber qué hacer y ni qué es lo qué quería realmente ni él ni yo.
- Sola, ¿verdad?
Asustado, volví a asentir.
- ¿Me dejas pasar, por favor?
Señaló con la cabeza a la puerta de mi casa, sin dejar de sonreir.
- Será solo un momento. Es una sorpresa, ¿sabes? Ella ya me conoce y la hará mucha ilusión verme.
¡El muy hijo deputa lo que quería era que le dejara follarse a mi madre en casa, cómodamente y sin nadie que lo impidiese!
Dudé qué hacer, pero el deseo irrefrenable de ver cómo se follaba a mi madre era demasiado fuerte como para oponerme, así que, titubeando, me giré hacia la puerta de mi casa, sacando la llave y metiéndola en la cerradura, la giré para abrirla, pero antes de que la abriera, me sujetó el gigoló por el antebrazo y me susurró al oído.
- No hagas ruido. Mejor que sea una sorpresa, pero, si quieres, puedes quedarte a mirar, pero no hagas ningún ruido y solo tú y yo sabremos que estás ahí. Podrás mirar lo que quieras sin que ella lo sepa.
¡Lo sabía, sabía lo que yo quería, había leído en mi mente mejor que yo mismo, sabía que quería ver cómo se follaba a mi madre!
Abrió despacio la puerta, sin ruido. Solo se escuchaba la música suave que había puesto mi madre para hacer la casa.
Sigilosamente fluyó, más que moverse, el joven por el pasillo, recorriendo con su vista cada habitación por la que pasaba, hasta que se detuvo en la puerta del dormitorio de mis padres donde hacía un momento estaba mi madre haciendo la cama.
Yo, situado a pocos pasos detrás de él, pude ver a mi madre, todavía haciendo la cama, agachada y de espaldas a donde estábamos, con la faldita subida enseñando sus braguitas y sus nalgas. Y me volví a fijar en su culo, hermoso, siempre presente en mis pajas, y cómo se contraía en cada movimiento de mi madre, cómo si fuera una danza de todas las curvas y músculos de ella.
El joven, bajo el mismo marco de la puerta y sin apartar ni un momento su mirada del culo de mi madre, dejó el sobre que llevaba en el suelo y se quitó en un momento, sin hacer ningún tipo de ruido, la camiseta que llevaba, así como calzado, pantalón y calzón, quedándose en pelotas, y se encaminó sigilosamente hacia donde ella estaba.
¡Expectante y sumamente excitado, mi polla empezó a palpitar debajo del pantalón que llevaba, amenazando con eyacular allí mismo!
Estaba todavía agachada con el culo en pompa, cuando los dedos del joven se metieron entre los bordes superiores delas bragas de ella y tiraron hacia abajo, bajándoselas hasta los tobillos.
La escuché chillar sorprendida e hizo un amago de doblar las rodillas para protegerse, mientras se giraba para ver quien la bajaba las bragas, pero antes de que lo hiciera el joven la empujó, haciendo que cayera bocabajo sobre la cama y quitándola las bragas por los pies, junto con sus sandalias.
Dejó que se volteara mi madre rápidamente sobre la cama y, mirando aterrada al joven, exclamó sorprendida:
- ¡Tú!
El joven, situado de pies frente a ella y con las bragas todavía en sus manos, la contesto:
- ¿A quién esperabas?
Se revolvió rápido en la cama, intentando escapar por el lado contrario al que estaba el joven, pero éste la atrapó cuando se había incorporado y estaba a punto de salir por la puerta de la terraza, sujetándola por los brazos.
Agarró la pechera de su vestido y, tirando violentamente, lo desgarro, ante los chillidos de ella, mostrando los enormes pechos de mi madre.
- ¡Vaya tetas!
Exclamó admirándolas.
Mi madre echó sus manos al rostro de él, intentando arañarle los ojos, pero él, más rápido, desvió sus manos y la agarró las muñecas con fuerza, exclamando:
- ¡Gatita caliente!
Sin quitar su mirada ansiosa de las tetas de ella, se agachó y metió su cara entre ellas, besándolas y lamiéndolas con ansia.
Chillando mi madre se retorció y luchó como una leona, haciendo que ambos cayeran sobre la cama, ella bocarriba y él encima.
Volteándose, se soltó e intentó nuevamente huir por el otro lado de la cama, pero el joven, antes de que lograra levantarse, la agarro el vestido y tiró de él hasta arrancárselo, dejándola completamente desnuda sobre la cama.
Fuera de sí, sobreexcitada e incansable, todavía intentó huir a cuatro patas, pero el joven la agarró por los muslos, tirando hacia él para, a continuación, abalanzarse sobre ella, aprisionándola bocabajo sobre la cama.
Se esforzó ella en levantarse pero era inútil, no podía, estaba agotada.
Sujetándola el joven para que no se moviera y con su polla dura colocada sobre las nalgas de mi madre, la dijo:
- Así me gusta, gatita. Cuanto más te resistas más placer nos daremos.
Al ver que ella estaba hora quieta, tomando fuerzas para su próximo intento pensando qué debería hacer para escapar, el joven empezó a mover su culo arriba y abajo, como si la estuviera follando, restregando y presionando con su rabo tieso en el culo en tensión de ella.
Mi madre hizo otro intento de levantarse pero sin éxito.
El joven introdujo su mano entre su cuerpo y el de ella, separando las nalgas de mi madre.
¡Quería follársela por el culo ahí mismo!
Pero ella al descubrir sus intenciones le suplicó:
- No, por favor, no.
Al escucharla, desistió por el momento de su intento y la preguntó:
- No, ¿qué?
Como no respondía, la volvió a interrogar:
- ¿Qué no te dé por culo?
- No, por favor, no.
Repitió ella.
- Con esas respuestas, te voy a reventar el culo a pollazos.
Respondió él, volviendo a meter la mano para separar las nalgas de mi madre.
- No me lo metas por ahí, por favor, que me hace mucho daño.
- Te refieres al agujero de tu culo, que no quieres que dé por culo.
- No, no quiero que me des por culo.
Las últimas palabras las dijo casi sin voz. La daba vergüenza decir “dar por culo”.
- Y ¿qué me das a cambio para que no te de por culo?
- Por favor, déjame que tengo edad para ser tu madre.
- Eso ya me lo dijiste la otra vez y bien que te la metí, no una ni dos ni tres sino cuatro veces que podían haber sido muchas más si hubiéramos estado solos. Como ahora lo estamos.
- Por favor, no me hagas daño. Déjame y no diré nada a nadie. De verdad, te lo juro.
Soltó él una carcajada y la dijo:
- Puedes decir lo que quieras a quien quieras. Además ¿qué vas a decir? ¿que te arranqué las bragas y, una vez que te dejé desnuda, te estuve follando todo el día? Todos te imaginarían follando desnuda y les hubiera gustado estar en mi lugar. Tendrías que fijarte cómo les crece el bulto de la bragueta y, a la primera oportunidad que tuvieran, también te echarían un polvazo.
- Por favor, déjame. No tuvisteis bastante el otro día. No sé cuantas veces me violasteis, ¿ocho, nueve veces?
- No fueron suficientes. Tenía que haberte atado a la cama y estar todavía follándote. Además ¿no te corriste varias veces? ¿Es que era todo fingido? Venga, confiesa y quizá no te dé por culo. Te corriste, ¿verdad?, ¿verdad?
Y empezó nuevamente a presionar una y otra vez con su verga en el culo de ella, apremiándola a que respondiera.
- Sí, sí lo hice, pero me violasteis, yo no quería.
Al notar cómo el joven intentaba nuevamente separarla las nalgas para penetrarla, suplicó chillando.
- Por favor, no. Haré todo lo que tú quieras pero no me metas nada por el culo, que me duele mucho.
Apartando nuevamente sus manos de los cachetes de ella, la dijo:
- Está bien, si te portas bien y me obedeces en todo, no te daré por culo.
Continuó diciéndola:
- ¡Venga, abrete de piernas que te la voy a meter por el chocho!
Empezó ella a abrirse poco a poco de piernas, mientras le suplicaba continuamente.
- ¡Por favor, por favor!
Tanteando con la polla no atinaba a metérsela, por lo que, incorporándose un poco, la levantó por las caderas y, cogiendo rápido la almohada de la cama, la colocó debajo del pubis de ella.
Ahora sí, ayudado por su mano derecha, atinó y la metió la polla en la vagina.
Abrió mucho los ojos y la boca al sentirse penetrada, suspirando fuertemente, pero los suspiros dejaron rápidamente paso a jadeos cuando él empezó a cabalgarla, despacio, sin prisa, disfrutando del momento.
- Te gusta, ¿verdad? Te gusta que te follen, dímelo, no te cortes, te gusta.
La dijo sin parar de follársela, pero ella, con los ojos cerrados y suspirando, no respondía.
- A los chicos les gustó mucho follarte. ¿Recuerdas? En el coche y en la cama, los dos a la vez también por el culo. ¿Recuerdas?
Pero ella seguía sin responder.
- Quieren repetir, quieren volver a follarte. Les he dicho que no hay problema, que tú te abres de piernas y dejas que te follen todas las veces que quieran, donde quieran y cuando quieran, porque te gustan las pollas jóvenes, que te la metan con fuerza y se corran dentro, colmándote toda de leche.
Como ella solo suspiraba y jadeaba, continuó diciéndola sin dejar de follársela despacito.
- Al viejo también le gustó y se quedó con las ganas de follarte más veces, pero es un caballero y prefiere que seas tú la que se lo pida, la que le coma la polla y luego se abra de piernas para que te folle. Le he dicho que eres muy tímida y que estás deseando que una buena verga con experiencia se la meta hasta el fondo. También él vendrá a verte y tendrás que darle todo lo que quiera. Todo lo que te pague por tus servicios tendrás que dármelo a mí, a tu chulo que te proporciona clientes para que goces de sus pollas.
Hizo una pausa para continuar, siempre follándosela.
- Los chicos de la tienda y del parque también están deseando verte follar, como hicieron en el coche, pero esta vez también quieren participar. Tendremos que pasarnos por allí, tú completamente desnuda como la otra vez, y dejaremos que vean cómo te follo y luego ellos lo harán contigo, uno tras otro, incluso varios a la vez, por el coño, por el culo, por la boca. Se lo merecen, tienen las pollas hinchadas de deseo desde entonces y tienen que desfogarlas contigo. Te colmaran de leche por todo tu cuerpo.
La desmontó y, dándola un azote en una de las nalgas, la ordenó.
- ¡Venga, voltéate, que quiero verte las tetas mientras te follo!
Mi madre ahora parecía muy obediente, extrañamente obediente, quizá agotada o quizá resignada a ser follada tantas veces como quisieran.
Se giró, poniéndose bocarriba, agarrando con sus manos la cabecera de la cama, lo que resaltaba todavía más la forma redonda y el tamaño de sus enormes tetas, y él, el joven, entre las piernas de ella, restregó su cipote tieso y duro por toda la vulva de ella, arriba y abajo, abajo y arriba, entre sus labios brillantes y mojados, una y otra vez, escuchándose los suspiros excitados de mi madre, hasta que volvió a penetrarla, un poco al principio, solo la punta, luego lo sacó y volvió a metérselo un poco más, más profundamente, y así varias veces poco a poco, hasta que se la metió del todo, hasta el fondo y comenzó a cabalgarla.
Las piernas de ella, ahora apoyadas en los hombros del joven y estiradas hacia el techo, con los pies totalmente extendidos, resaltaban su esbeltez y su hermosura, tan largas, tan bellas, tan perfectas.
Sus tetas, enormes, redondas y erguidas, se bamboleaba adelante y atrás, adelante y atrás, al ritmo que las imponía las embestidas del joven.
Tenía los ojos cerrados, con la boca semiabierta, disfrutando cada instante del mete-saca al que estaba siendo sometida.
Los gemidos y jadeos de ella dejaron paso a chillidos de placer, y el ritmo del folleteo era cada vez más rápido, más fuerte, más intenso.
El sonido que producían los golpeteos de los cojones del joven contra el perineo de mi madre eran cada vez más rápidos, más intensos, semejando el tam-tam de pequeños tambores.
La cama se movía adelante y atrás, adelante y atrás, chocando con la pared una y otra vez, desconchando las paredes, por las arremetidas del joven, que sistemáticamente se follaba a mi madre.
Los gemidos y jadeos dejaron paso a chillidos, hasta que, al fin, el joven se detuvo, descargando su esperma dentro de ella, al mismo tiempo que mi madre chillaba descontrolada varias veces al alcanzar también el clímax.
Aguantó todavía el joven casi un minuto con la polla dentro de la vagina, mirándola y sobándola las tetas, y, cuando la desmontó, se tumbó bocarriba en la cama al lado de ella.
Estaban los dos desnudos, tumbados bocarriba uno al lado del otro, los dos esbeltos y hermosos, estirados y relajados encima de la cama después de haber follado.
Él, marcando abdominales y músculos, sin una gota de grasa en el cuerpo, tenía ahora la polla flácida encima de las piernas, manchada del esperma que acababa de derramar.
Ella, mi madre, exhibía perezosa un cuerpo digno de las páginas de la revista playboy, de largas piernas torneadas y tetas enormes, redondas y erguidas. Y entre las piernas su sexo, todavía caliente, todavía abierto de la follada que la acababan de hacer.
Estuvieron varios minutos en silencio, sin moverse, quizá un cuarto de hora, hasta que, por fin, mi madre le preguntó:
- ¿Cómo has entrado?
- ¿En tu coño?
Respondió, haciéndose el inocente, pero, a continuación, lanzó una carcajada sin poder aguantarlo, pero ella, muy seria, no abandonaba el interrogatorio.
- En la casa, ¿cómo has entrado en la casa?
- Me diste tú las llaves, ¿no te acuerdas?
Mintió, y, como ella, callaba, sabiendo que mentía, el joven continuó.
- Me las diste en la casa donde te estuvimos follando durante horas. No lo recuerdas porque estabas disfrutando como una puta en celo.
- No me lo quieres decir, ¿no?
- ¿Por qué has cambiado la cerradura de la puerta? ¿No quieres que entré a follarte cada vez que pase por aquí?
- Me hicisteis copias de las llaves, ¿no? Mientras teníais mi bolso aprovechasteis para hacer copias de las llaves.
- Si lo sabes todo, ¿cómo piensas que pude entrar aquí?
- Eso, dímelo tú.
- Está bien, te lo diré. Me dejo entrar tu hijo.
¡Coño, lo ha dicho y yo, que estoy escondido viéndolo todo sin que me vean, empalmado y con la polla dura, siento como una descarga eléctrica que recorre todo mi cuerpo!
- ¿Mi hijo?
- Sí, tu hijo me abrió la puerta para que entrara. Sabía que venía a desnudarte y a follarte, pero me dejó entrar sin ni siquiera yo pedírselo.
- Pero ¿qué dices?
- Tenía ganas de verte follando, así que me dejó entrar y se escondió para verlo todo. Ahora mismo está espiándonos mientras hablamos. ¿No lo ves? Él seguro que te está viendo. Si no me crees vete a verlo, pero si le encuentras tienes que dejarlo que también te eché un buen polvo.
Y, viendo la cara de estupefacción de mi madre, empezó a reírse, haciendo pensar a ella que se estaba burlando, y le insultó de forma infantil:
- ¡Tonto, idiota!
Dejando poco a poco de reír, el joven la preguntó a su vez.
- ¿Qué piensas, que tu hijo no desea verte desnuda y follando, seguro que a él le gustaría estar ahora en mi lugar, follando a su madre?
- Soy su madre y me respeta.
- ¿Respeto? ¿Qué tiene que ver el respeto con echarte un polvo? ¿Es que acaso no le has visto nunca mirarte el culo o las tetas? Hace un rato, por ejemplo, cuando tu hijo salía de casa y estabas tú, inclinada hacia delante haciendo la cama, es que acaso no piensas que se ha detenido un buen rato mirándote el culo, y cómo se metían tus braguitas entre los cachetes de tu culo, resaltando tu concha. Seguro que lo has visto, como otras muchas veces, pero disimulas o no te lo quieres creer, haciendo como si fueras una buena madre y lo que realmente te gusta es poner caliente al personal, y también a tu hijo. Pues bien, tu hijo ha salido por la puerta empalmado, con la polla tiesa y gorda como una estaca. ¿Por qué crees que ha salido así? ¿por el desayuno que se tomado o por verte el culo y el coño?
- No quiero escucharte más.
Y se levantó rauda de la cama, dirigiéndose hacia el pasillo donde estaba yo escondido para verificar si lo que la había contado era cierto.
Estaba a punto de descubrirme, cuando el joven fue más rápido y detuvo su avance, agarrándola de un brazo y, girándola, se la colocó bocabajo sobre sus hombros.
Empezó ella a chillar y patear, histérica, mientras el joven la daba sonoros azotes en las nalgas y la sobaba el sexo y el culo.
Salió él con su preciada carga al pasillo donde estaba yo y, sonriendo de oreja a oreja, se detuvo frente a mí, juguetón, sin parar de azotarla y meterla mano.
Con la cabeza me indicó hacia donde iba, y yo, para que mi madre no me viera, seguí el camino indicado.
Se metió con mi madre en mi habitación y la tumbó bocarriba sobre mi cama, tumbándose él bocabajo sobre ella, entre sus piernas, y la volvió a penetrar, la volvió a meter la polla en su coño, pero esta vez no fue poco a poco sino de golpe, hasta el fondo, y empezó nuevamente a follársela, mientras ella continuaba chillando, pero ahora de placer.
Yo estaba situado en el pasillo, escondido en las sombras, y podía ver perfectamente cómo el cipote erecto del joven entraba y salía de la húmeda vagina de mi madre, entraba y salía, entraba y salía, una y otra vez.
Las piernas de ella ahora abrazaban la cintura de él, haciendo más profunda la penetración, y sus manos surcaban con las uñas la ancha espalda del joven.
Los muelles de mi cama chirriaban como nunca lo habían hecho, y temí que la rompieran, pero, cuando debía estar a punto de romperse, el punto les llegó nuevamente a ellos que alcanzaron un nuevo orgasmo, chillando y resoplando.
Permanecieron así un rato, tumbados él encima de ella, con la verga dentro de la vagina, y cuando la desmontó, se volvió a tumbar a su lado, y la dijo categóricamente, sin una sombra de duda:
- El sábado vienes conmigo a una fiesta.
El pecho de mi madre todavía subía y bajaba, intentando recuperar el resuello, pero aun así logró articular una palabra:
- ¿Cómo?
Y él confirmó lo que había dicho:
- Que el sábado vienes conmigo a una fiesta. Es de disfraces, pero el disfraz te lo proporcionaré yo. Además te pagaré.
Incrédula por lo que había escuchado, una retahíla de interrogantes salieron de su boca, afirmando más que preguntando.
- ¿El sábado? ¿Estás loco? ¿Qué piensas que soy una prostituta? Y mi marido ¿qué? ¿Piensas que se va a quedar aquí en casita, tranquilamente mientras me llevas a ...? ¿A dónde, a una casa de putas? Tú estás loco, rematadamente loco.
Hizo ademán de volverse a levantar ahora de mi cama, pero el joven la sujetó, impidiendo que se levantara, y colocándose nuevamente sobre ella, la dijo:
- Tu marido se va a quedar durmiendo en su camita mientras tú te vienes conmigo. Ya nos encargaremos que no se entere y que a la mañana siguiente se levante fresco y contento como un recién nacido, pero si no haces lo que te digo, vaya si se enterara, él y todo el mundo.
Y se levantó, saliendo corriendo desnudo de la habitación, diciendo a mi madre.
- ¡Quieta ahí, que te voy a enseñar algo!
Tomó del dormitorio de mis padres el sobre grande que había dejado en el suelo al desnudarse, y, corriendo nuevamente, con los cojones y el pito dando botes, volvió a la cama donde estaba mi madre, y tumbándose junto a ella, abrió el sobre y sacó una a una las fotos, enseñándoselas a ella.
- Mira.
Mi madre miró una a una todas las fotos que la estaban enseñando y su cara, asombrada al principio, iba poco a poco enmudeciendo.
- Las tomamos en la casa de Max donde te follamos todos. Pero tenemos más, muchas más e incluso vídeos, donde chillando como una perra en celo, nos suplicas que te follemos.
Como mi madre se quedó paralizada, con las fotos en la mano, sin saber ni qué hacer ni qué decir, el joven se levantó de la cama y, metiendo la mano en el sobre, sacó dos sobres muy pequeños y los dejó caer sobre el regazo de ella, diciéndola:
- La noche del sábado vas a cenar aquí con tu marido, sin invitados, y le vas a echar un sobre de estos en su plato de sopa. Se lo tomará y al poco tiempo, quizá un máximo de 15 o 20 minutos, se quedará dormido y dormirá profundamente durante toda la noche. Si estuviera cenando también tu hijo, verterás el otro sobre en su plato de sopa y le hará el mismo efecto. Entonces saldrás a la calle y yo te estaré esperando en la plaza donde la última vez te dejé. ¿Recuerdas el lugar?
Mi madre asintió como un robot, mirándole ahora asustada, y el continuó impartiéndola ordenes:
- Te estaré esperando en la plaza de 11 a 11:30 de la noche. Si no apareces por allí en ese intervalo, me iré y entonces atente a las consecuencias. ¿Me has entendido? Además si no me fallas te diré cómo logré entrar en tu casa.
Ella asintió otra vez con la cabeza y él, señalando las fotos, la dijo:
- Quédate con ellas, como ya te he dicho, tenemos muchas más.
Hizo una pausa y, con un tono más distendido, la dio la siguiente orden:
- Ahora ponte a cuatro patas que te quiero echar el último polvo por detrás antes de irme. Y así te dejaré que busques al vicioso de tu hijo por toda la casa.
Y se carcajeo.
Como mi madre dio un respingo, estremecida, el joven la dijo para tranquilizarla:
- No te preocupes que no voy a encular, te follaré por el coño que me gusta mucho más.
Mi madre se giró lentamente, dando la espalda a donde yo estaba, y se puso a cuatro patas sobre la cama, y el joven, al verla el culazo en pompa, exclamó maravillado.
- Aunque con ese pedazo de culo que tienes …
Pero fue bondadoso y se la metió en la vagina, comenzando otra vez más a tirársela.
Entonces, levantando la mano, hizo un gesto hacia donde yo estaba para que me fuera, para que me marchara de la casa sin que mi madre se diera cuenta.
Yo sigilosamente salí de la casa, sin hacer prácticamente ningún ruido, escuchándoles nuevamente jadear y chillar.
Como no había nadie en el portal, lo esperé allí a que saliera. Lo hizo una media hora después, fresco y recién duchado.
Al verme se dirigió a mí y me preguntó sonriente:
- ¿Te ha gustado, chaval?
Confuso, balbucee algo.
- Pues el sábado disfrutaras mucho más. Estás invitado, yo también te daré un disfraz, pero tienes que estar en el coche al menos quince minutos antes de que llegue tu madre, es decir, de once menos cuarto a once de la noche. No te olvides del coche, es un deportivo rojo aparcado en la plaza situada detrás de tu casa. ¿Me has entendido, chaval?
Al verme asentir, me dio una palmada en la espalda y, dándome la espalda, salió del portal no sin antes decirme:
- ¡Hasta el sábado, chaval! Y no te hagas muchas pajas que el sábado necesitarás toda tu potencia.
¿Qué clase de fiesta le espera el sábado a mi madre? Me corro solo de pensarlo.