Cómo convertirse en una puta: error número 3

Dani está desesperado por salir del edificio donde lo tienen encerrado. Verá una oportunidad a su alcance y usará todas sus dotes para lograrlo.

-Espero que hayas disfrutado de tu recompensa, putita. Ahora tenemos trabajo.

David entró en la habitación. Eso de putita sonaba realmente mal. Dani aún no sabía qué pretendían con él pero no podía ser nada bueno. David se acercó a él y, con una llave, abrió el candado que sujetaba una pierna al potro, el cual anclaba una pulsera que le habían puesto a una argolla que había en la pata. El reflejo de Dani fue pegar una coz con todas sus fuerzas y menear la pierna sin parar, pero teniendo en cuenta las dimensiones de David, era ridículo pensar que no iba a poder con él. Este le agarró del tobillo inmovilizándolo y le dio un cachete con todas sus fuerzas en la nalga.

-¡Putita, sé buena!

Si el cachete que David le había dado en el gimnasio a Dani había conseguido intimidarle, este lo dejó completamente paralizado y a la espera de órdenes instantáneamente. David prosiguió con la siguiente pierna, y después desancló las muñecas.

-Ponte aquí de pie y no te muevas. Te puedes ahorrar intentar echar a correr, no llegarías a ninguna parte.

Lentamente, Dani se deslizó por la superficie del potro y posó sus pies en el suelo. Le alivió poder al fin estirar las piernas, que estaban entumecidas después de tantas horas en esa denigrante postura.

-Camina.

David le puso una mano en la espalda y empujó, guiándole hacia la puerta. Cuando salieron, Dani pudo ver algo más de aquel edificio en el que estaba. Se extendía ante ellos un largo pasillo con puertas todas iguales numeradas a los lados. Definitivamente, debía de estar en un hotel. Al final del pasillo Dani reparó en una persona. Al principio se le iluminó la cara por la posibilidad de que algún cliente del hotel les viera y le salvara, pero la figura no parecía inmutarse. Luego advirtió que llevaba un uniforme de vigilante de seguridad y estaba custodiando un ascensor, el cual debía de ser la salida de aquel infierno. Avanzaron a lo largo del pasillo, en dirección opuesta al ascensor, hasta llegar a una puerta que no tenía número, sino un cartel que ponía "Privado". Entraron y se encontraron a otra persona dentro. Una mujer. Parecía muy ocupada manejando el material que había en la sala. En el centro, había una camilla.

-Túmbate, putita. Te vamos a hacer una limpieza general.

Dani, receloso, se tumbó boca arriba en la camilla, preocupado por lo próximo que podían hacerle. David salió y cerró la puerta, dejándole a solas con la mujer.

-Primero boca abajo. -le dijo.

Dani se dio la vuelta, sin ningún pudor por su desnudez, pues ese era el menor de sus problemas en ese momento. Sintió que le extendían un gel frío sobre las nalgas, y a continuación le pasaban una maquinilla de afeitar. Al menos eso no era asqueroso, como comerle el rabo a David, así que se dejó hacer. Cuando tuvo las nalgas depiladas, la mujer continuó con las piernas, el pubis y las axilas. Dani pensó que estaba listo, pero lo último fueron sus brazos. ¿Es que no pensaban dejarle un solo vello en todo su masculino cuerpo?

Una vez rasurado desde el cuello hasta los pies, la mujer acercó una máquina a la camilla y le entregó a Dani unas gafas opacas.

-¿Pa... Para qué es eso? -preguntó Dani, temeroso de algún tratamiento doloroso o sádico.

-Depilación láser. No te voy a estar rasurando cada día.

-Pero... Yo no quiero hacerme eso. Por favor, ayúdame -desesperado, intentó hacer un llamamiento a la empatía de aquella mujer, pero esta parecía de lo más insensible. Le asustaba la idea de perder su vello corporal, pues los chicos depilados siempre le habían parecido poco masculinos, dicho suavemente.

-Yo no te voy a obligar. Si quieres llamo a David y lo hablas con él.

Dani enmudeció ante aquella amenaza y la mujer encendió la máquina. A los pocos segundos, Dani notó otro gel sobre la piel, aún más frío que el de rasurar, y a este le siguió el contacto con la pistola de la máquina. Cuando la mujer le dio al contacto, Dani se quiso morir. El láser provocaba unos pinchazos bastante dolorosos en la piel, que además se iban concentrando unos con otros, y parecían provocar una sensación de calor que acababa por quemar. Pero la mujer iba a tiro fijo y el láser no se detenía hasta completar cada zona.

Después de un rato interminable, le habían pasado el láser por todo el cuerpo, sin dejar ningún recoveco sin depilar, y al quitarse las gafas Dani vio que tenía la piel en carne viva. Señalando una puerta que había en una esquina de la sala, la mujer le indicó:

-Pasa ahí y te das una ducha. Lávate bien a fondo. Cuando hayas acabado, vuelve, nos queda un último tratamiento.

Dani pasó a lo que era un simple cubículo con una ducha en el techo. Se puso el agua fría para bajar la irritación de la piel, y le gustó poder lavarse todo el cuerpo con el gel que había allí, tras haber sudado bastante durante lo que llevaba de estancia allí a causa de el miedo que tenía en el cuerpo.

Volvió a la camilla y la mujer le ordenó ponerse poca abajo.

-Te voy a poner aloe vera para que tu piel se recupere rápido del láser.

Dani agradeció algo que fuera para su bienestar al fin. Notó que la mujer le echaba una sustancia entre las nalgas y se la extendía alrededor del ano. Esta daba una sensación de calor. No dejó de extenderla por la zona, como si estuviera estimulándola, y de repente le metió la punta de un dedo en el ano. Dani dio un respingo, alarmado ante tal intrusión, pero se controló y no se quejó, deseoso de que le hidrataran el resto del cuerpo. Al fin y al cabo no le había dolido.

La mujer cogió un teléfono que tenía entre todo su material, y tras pulsar una tecla, dijo:

-Está listo.

¿Pero no iba a darle aloe vera? Dani no entendía porqué la mujer había parado y se había quedado en la zona interglútea. Se le debía haber ido la pinza. La puerta que daba al pasillo se abrió y entro David de nuevo.

-¡Pero bueno! Qué piel más suave se te ha quedado, putita. Vámonos, estoy impaciente por disfrutarla. -seguía con el mismo tono de chulo y simpático que había usado en el gimnasio.

Llevó a Dani de vuelta a la habitación y se sentó en la cama. Dani vio el momento para suplicar por última vez.

-Por favor, suéltame, David. ¡Te juro que no diré nada, no iré a la policía, pero déjame ir! Haré lo que quieras...

-¿Lo que yo quiera, putita? Se me ocurre un trato que podemos hacer. -David hizo una pausa pero al no conseguir respuesta prosiguió.- La verdad es que me pones aún más recién depilada. Mira cómo la tengo. -El bulto en su entrepierna era generoso.- Si tanto quieres volver a casa, te dejaré si logras un reto. Se trata de hacerme correr con tu boca en menos de siete minutos. El siete es mi número de la suerte, ¿sabes? Y además es un tiempo más que razonable para que pongas todo tu empeño para ganarte el premio. Si no lo logras, tendrás que aceptar quedarte aquí el tiempo que yo decida, y obedecerme en todo como tan bien estás haciendo.

El reto no pintaba tan mal. Al fin y al cabo ya había comido ese rabo antes, y esa podía ser la última vez. Pero si fracasaba, ni quería imaginarse lo que tendría que hacer. Aun así, si no aceptaba, se quedaría allí igualmente, así que Dani aceptó y se arrodilló entre las piernas de David. Este se quitó el reloj de pulsera y lo puso a la vista de Dani con la cuenta atrás configurada.

En cuanto comenzó a correr el tiempo, Dani se lanzó a por aquel gigantesco pedazo de carne y trató de superar su marca anterior de longitud tragada, la cual era la mitad del miembro. Tragó todo lo que pudo y, cuando alcanzó el tope, movió los labios de la misma manera que un gusano camina tratando de abarcar unos centímetros mas, pero no logró gran cosa. Parecía que debido al grosor de la polla, no le cabía más. Decidió entonces utilizar otra estrategia, y comenzó a mover los labios de arriba a abajo rápidamente a lo largo del tronco, succionando fuerte para hacer una paja con la boca. Estuvo un rato así para ver si daba resultado, pero no parecía que consiguiera demasiado, y el reloj ya marcaba menos de la mitad del tiempo. Pasó a usar la mano para dar un impulso a aquel rabo, y mientras lamía los huevos de David, y el perineo, una zona en la que las tías solían darle mucho placer cuando se la comían a él. Se estaba cansando de estar en esa posición en el suelo y de tener la boca abierta, y el tiempo estaba llegando a su fin. Qué iluso había sido al pensar que podía conseguir que David se corriera en tan poco tiempo.

El reloj ya iba por el último minuto y entonces David entró a la acción. Agarró a Dani del pelo y le acercó la punta del rabo a los labios, donde se pajeó a tope.

-Abre la boca, putita.

Dani abrió la boca ilusionado por la inminente lefada, ya que gracias a esta iba a poder salir de allí para siempre. Le había sorprendido que David se pajeara el mismo para correrse, pues había entendido que el reto consistía en sacarle él la leche. Pero obviamente no se iba a quejar por ello. David lanzó un gemido y le siguió la leche, que cayó dentro de la boca de Dani, esta vez sin salir disparada, sino cayendo justo detrás de los dientes, pues era la segunda corrida en aquella mañana. Justo entonces sonó la alarma de la cuenta atrás.

-Trágatela, y te traigo tu ropa.

Dani no se lo podía creer. Creía que nunca iba a salir de aquel infierno, e inesperadamente había conseguido que aquel bestia se quedara satisfecho con sus labores y le dejara ir. Tragó y se puso de pie, mientras David salía de la habitación. Mientras esperaba a que le trajera sus cosas, sintió el mismo calor que le había producido el aloe vera en la profundidad de su culo. Fue una sensación intensa, en una zona muy interna, pero que cedió en seguida, por lo que Dani no le prestó atención, emocionado, por poner lo antes posible un pie fuera de aquel hotel.