Como convertí a mi novio en cuckold - Parte III

Lo puse a prueba ...

PARTE III

Me levanté, lo tomé de la mano y nos dirigimos al cuarto oscuro.  Entramos y en seguida fuimos golpeados por el olor a sexo que se anclaba a la estrechez del espacio.  Había tanta gente dentro que se hacía complicado el movernos.  Traté de buscar un espacio para ponernos cómodos cuando fui abordada por un hombre.  Me tomó de la mano, me giró y me jaló hacia él, quedando en sus brazos y viendo de frente a JC.  Este individuo estaba acelerado y comenzó a besarme el cuello, mientras me manoseaba los senos.  Por un segundo fue mayor mi preocupación por la reacción de mi novio:

“¿Estás bien?” – le pregunté mientras permanecí estática a las caricias del extraño.

JC me hizo un guiño y sonrió, así que me relajé y me dejé hacer.  Le estiré la pierna a mi novio para que me tomara de ella, mientras que mi nuevo amigo me mordía el cuello y me pasaba la mano por las nalgas.  Me di cuenta de que mi ropa interior se había quedado afuera, pero no me importó.  No sería la primera vez que dejo una prenda en un playroom.

El dueño de mis pasiones me tomó por el muslo y se hizo paso para quedar intercalando sus piernas con las mías mientras me acariciaba la pantorrilla.  Yo trataba de hacer malabares para mantenerme de pie y permitir el juego.  Sentía la barba de este hombre en el cuello y sin desearlo, la piel se me enchinaba.  El tenía una fijación especial con mis tetas a las que les dedicaba especial atención.  Sin embargo, la mía estaba dirigida a mi novio.  Quería ver cómo reaccionaba, leerle sus pensamientos en la mirada y adivinar sus siguientes pasos.

Me comenzaba a sentir embargada por la excitación.  Desde mi primera experiencia en este ambiente me había dado cuenta de cuánto disfrutaba de ser el centro de atención de varios hombres en simultaneidad, y también del rol que debía jugar para mantenerla centrada en mí.  Intercalaba gestos y visajes estimulantes para JC y movimientos de mi cadera buscando rozar el pene de mi amante del inicio de la noche.  Le agarraba con fuerza de las nalgas con mi mano derecha, y con la izquierda jalaba del cuello a mi amor para besarlo. Empezaba a perder la noción del tiempo cuando unos dedos se introdujeron en mí.

La forma en la que contemplo las cosas empieza a modificarse rápidamente, el tiempo transcurre con lentitud e incluso los sonidos se hacen más lejanos y se distorsionan.  Cuando me vuelvo consciente de este estado, es casi imposible controlarme.  Me transformo en pasajera de mi instinto y de mi placer.

Me fueron llevando entre caricias, besos y manoseos al perímetro del cuarto, mi compañero de juegos del momento se sentó de espaldas a la pared y me fueron guiando para que me sentara en sus piernas.  Con la mano derecha lo iba tentando para asegurarme que tuviera puesto un preservativo.  Pronto me di cuenta que estaba sacándolo de su bolsillo y alistándose a colocarlo.

Levanté la vista y vi a JC con la mirada absorta, sabiendo perfectamente que estaban a punto de penetrarme por primera vez frente a sus ojos, pero lo ví mostrando perversión, su cara estaba envuelta en una maldad que me atraía y me resultaba nueva.  Envuelta en toda la telaraña de emociones que sentía en ese instante, se sumó una más de gusto por saber a mi pareja cómplice de mi perversión.

Empecé a desabotonarle el pantalón nuevamente, le quité el cinturón y prácticamente cayeron solos al suelo dejándolo en bóxers y en camisa.  Me apoyé de sus muslos con la intención de que fuera él quien me pusiera su falo en la boca, pero justo en ese momento ví como una mano se deslizaba por debajo de sus piernas y se asía de su pene por encima de los interiores.

Sorprendida levanté la cabeza y ví a una de las chicas que habían puesto sus ojos en JC cuando recién subimos.  Literalmente lo tenía agarrado de las bolas y con una habilidad que evidenciaba experiencia, le acariciaba la base del pene con el dedo gordo por encima de la única prenda que le cubría la cintura.  ¡Todo con la misma mano!, con la otra le iba desabrochando la camisa y le besaba el cuello.

Por primera vez sentí una sensación esa sensación desagradable de sentir que estaban quitándome algo.  En un segundo me sacudí las ideas y procuré concentrarme en la situación para recobrar el control.  Dejé que disfrutara de la atención que le daban y yo me enfoqué en clavarme el miembro de mi amante.  Me apoyé en sus muslos mientras él me tomaba de la cadera y me fui deslizando hasta sentir esa punta separándome la vulva.

Estaba tan mojada que entró con facilidad y me dejé caer hasta el fondo sin miramientos.  Escuché como gimió de placer al sentirme y, como es mi costumbre, combinaba contracciones voluntarias de mi vagina con el subibaja de mi cuerpo para que le quedara claro, quién se estaba cogiendo a quién.  Proseguí en mi labor hasta llegar al punto en que podía venirme en el momento que lo decidiera y fue cuando tomé de la mano a JC y lo forcé a inclinarse desvinculándose de la otra chica.

Le violé la boca con la mía.  Sí, no puedo describirlo de otra forma.  La excitación que reinaba en mí me tenía encarrilada en un solo sentido y solo deseaba sentir mi orgasmo.  Si pudiera describirlo como otra persona que nos observara desde el lado opuesto del cuarto, hubieran podido ver claramente como me movía rítmicamente y con frenesí para exprimir hasta la última gota del hombre que yacía debajo de mí, y como prácticamente me comía al hombre que luchaba por mantenerse en pie con una deliciosa erección apuntándome a los senos, pero lo que más deseaba en ese segundo era esto …

En el momento en que percibí cómo las manos de quien me sujetaba de las nalgas se engarrotaban, y su pene empezaba a dar contracciones, yo permití que mi orgasmo fluyera.  Lancé un gemido sonoro y grave que ahogué ventajosamente en la boca de mi pareja.  Quería que lo sintiera vibrar dentro, mientras mi lengua lo abrazaba.  Deseaba hacerle sentir que ese orgasmo, pese a que fue provocado por otro hombre, en realidad le pertenecía a él.  La única intención de la noche era poner en su conocimiento quién era de verdad la mujer que soñaba con él, y de lo que era capaz.  Pero también deseaba que entendiera que a partir de ese momento nos habíamos vinculado de la forma más fuerte y con las emociones más desgarradoras envolviéndonos las almas.

A partir de ese instante, su dolor sería mi placer y mi sufrimiento el suyo.  En el futuro dependería de nosotros transformar esas emociones negativas en fuentes de gozo.  Esos celos que normalmente nos carcomen las vísceras bien podrían empezar a ser alimento para construir puentes a los más recónditos resquicios de nuestras mentes donde albergamos nuestro verdadero yo.

Me levanté con cuidado, dejé caer el vestido sobre mi cuerpo, tomé a mi agotado compañero de éxtasis del mentón, le di un beso tierno en los labios y le di las gracias por el rico momento que compartimos.  Tomé de la mano nuevamente a mi novio y nos fuimos a sentar a un extremo de cuarto, justo donde estaba la cama.

Conforme se escuchaban los orgasmos viniendo de distintas secciones de la habitación, la gente emprendía la retirada.  JC se recostó sobre la pared y yo me acurruqué en sus brazos mientras observábamos a las parejas que quedaban.

La mujer de quien había despegado a mi pareja estaba entregada a un tipo muy musculoso que le daba unos empujones que la hacían sacudirse con cada acometida, pero noté que no le quitaba la mirada de encima.  Saltaba a la vista que lo estaba invitando a unirse al juego, pero él no se movió del lugar.

Yo disfrutaba admirar lascivamente los brazos de ese hombre, admiraba como se contraían sus glúteos cuando se lanzaba a penetrar a su pareja de turno.  La puta despertó con mucha energía y casi por instinto me incorporé para dirigirme hacia él.  Me coloqué detrás suyo y con ambas manos lo tomé de las nalgas.  Moría de ganas por sentir la firmeza de sus músculos y empecé a mordisquearle la espalda.

Volté a mirar a mi novio, lo retaba con la mirada para que me observara.  Tenía la necesidad de seguir cavando en su mente dejando impresiones grabadas en su memoria que jamás olvidaría.  JC se levantó y caminó hacía mí, metió los dedos de sus manos entre mis hombros y los tirantes del vestido y me despojó de la ropa.  La prenda cayó al suelo y él la recogió para luego irse a sentar al mismo rincón.  Así, desnuda pequé mi cuerpo a la espalda de este portento de macho.  Mis senos le llegaban a la mitad de su espalda y disfrutaba intensamente la sensación de sus nalgas en mi abdomen.  Le lamía el sudor con la lengua y lo mordía cada vez más fuerte. Lo abracé y empecé a manosear su pecho con ambas manos mientras una de las suyas me pegó a él apretándome la nalga.

Bajé mi mano derecha embarrándola en el camino a todo su cuerpo hasta llegar a su pene que sorprendentemente no era del tamaño que esperaba, sino más bien promedio.  De pronto la idea de ver tremendo tamaño de varón con una herramienta en desproporción me dibujó una sonrisa en la cara, pero no quería distraerlo de la faena.  Para mi eso no era de importancia en el momento.

Con suavidad y furtivamente metí mis dedos entre las nalgas de la chica y la cadera de este guerrero de la noche.  Le sentí la base del pene con un grosor interesante, totalmente húmeda y comencé a masturbarlo.  Se dio la vuelta y me busco la boca para besarme, pero lo esquivé.  No me apetecía simplemente, pero continué masturbándolo y me arrodillé de costado de forma que mi novio no perdiera detalle de lo que iba a hacer.

Tomé de la mano a la chica y la coloqué del otro lado para que no bloqueara la vista del reverendísimo cabrón que me trajo al club esta noche.  Giré la cara y miré como JC tenía fija la mirada en mí con ese halo de perversión y maldad.  Sentí como si fuera él con sus intenciones quien me forzaba a hincarme, quitarle el condón y meter su órgano en mi boca.

Se lo mamé como si se tratara de lo más delicioso que hubiera probado, no dejé ningún recurso de mi experiencia fuera de la mesa.  Con toda la intención quería que me viera haciéndolo como una profesional y que se diera cuenta que no soy la mujer que puede llegar a tener en casa exclusivamente para él.  ¡No!.  Yo deseaba que le quedara claro que mi naturaleza era absolutamente sexual y que disfrutaba de la pasión como nadie que hubiera imaginado siquiera.

De reojo miraba a la mujer que estaba a mi lado totalmente atónita, en una mezcla de envidia y temor que la paralizaban.  La tomé del cuello y la besé mientras continuaba masturbando a mi segundo hombre de la noche.  Sorprendentemente ella me respondió al beso y empezó a acariciarme las tetas.  Me daba pellizquitos en los pezones y me pasaba la lengua por los labios.  Reíamos a espacios y continuábamos excitándonos, subiendo poco a poco la densidad del momento.

Sutilmente llevé a mi nueva novia a que se sentara en la banca, le abrí las piernas y le metí tres dedos que entraron con facilidad. Inmediatamente empezó a gemir, de una forma muy peculiar, por cierto.  Yo me paré frente a ella con las piernas abiertas, totalmente rectas y la cadera bien levantada, reclinándome al frente para continuar dándole el placer que anhelaba ella e invitando a que me tomaran por detrás.

Pasaron unos momentos y no lo sentía detrás mío, así que miré hacia atrás e inmediatamente entendió.  Se acomodó otro condón, se separó las nalgas y con suavidad me empezó a penetrar.  Recordé ese vaivén inyectándome suculentas emociones entre las piernas y me abandoné.

La puta que vive en mí tomó el control de mi cuerpo, se agazapó entre las piernas de la chica que yacía frente a mí y empecé a jugar con su clítoris con mi lengua.  Una mujer sabe perfectamente cómo tocar a otra, y ella ya me pertenecía.  Mis dedos se convirtieron en sus mejores juguetes y mi lengua en su mejor amante al tiempo en que yo gritaba:

“¡Más fuerte cabrón!, Dame más fuerte”

Muy obedientemente aceleró el paso, y empecé a gozar con su sudor.  Sentía como su esfuerzo se desbordaba por su cadera y quedaba escurriendo en mis nalgas.  Esto me prendía de forma superlativa y hacía que me comenzara a mover también para motivarlo.  Yo también me sentía traspirada y agitada, aunque instantes después sentí claramente como se convulsionaba su miembro y entendí que se había corrido.  Me dio bronca saber que me dejarían a la mitad.

Mi novia se levantó y me sentó de frente a ella, intercaló sus piernas con las mías y se acercó tanto que sentía perfectamente lo mojada que estaba.  Me sacó un poco de balance, pero volvimos a los besos y me relajé rápidamente.  Nos acariciábamos y nos besábamos al ritmo que meneábamos la cadera para darnos placer, yo la abracé y la atraje a mí para que me permitiera ver hacia atrás de ella.

Buscaba la mirada de JC y lo observé totalmente absorto en la escena.  Pensé que se sorprendería de verme interactuar con una mujer, pero parecía que esta noche no lo sorprendía nada.  Alguna parte de mí sentía la necesidad de provocarle un sobresalto, pero fue aquí, con los dedos de otra mujer en mi cuerpo, y el suyo haciéndose de placer con el mío que comprendí el ejercicio mental que realizó ese portento de hombre … por mí.