Cómo conocí a Nacho -Parte 1-

Bueno, este es mi primer relato :) Si buscáis una paja fácil, este no es vuestro relato!! La acción d everdad comenzará en la segunda parte, que subiré si os gusta esta. Por favor, si os gusta o tenéis alguna sugerencia, me gustaría que dejarais un comentario. Graciasss!

Como todas las tardes desde hace ya un par de años, Vicente se dirigía al gimnasio. Se apuntó aconsejado (y prácticamente obligado) por muchos de sus amigos. Vicente tenía una cara de esas que, cuando las miras, sientes que podría ser un monumento declarado patrimonio histórico: tenía unas facciones bien definidas y angulosas, una nariz recta y perfilada, ojos profundos y negros, y unos labios tan carnosos que parecía que pedían a voces que los mordieran. Sin embargo, hace unos años, y debido a que había llevado una vida bastante sedentaria, comenzó a engordar ligeramente. Por esta razón, sus amigos le apuntaron a un gimnasio que acababan de abrir en su barrio. No querían que aquella cara que parecía esculpida por el mejor de los artesanos se echara a perder tan fácilmente.

Vicente era un chico de 22 años. Era bastante tímido y reservado, aunque cogía confianza a medida que conocía mejor a las personas y acababa siendo un chico muy divertido. Durante estos dos años en el gimnasio, no solo había recuperado la figura, sino que había conseguido esculpir su torso y sus piernas de tal forma que formaran un conjunto perfecto con su viril rostro. Él mismo era consciente de su belleza, y sabía que eran muchos los hombres y mujeres que se giraban para contemplarle, ya fuese por deseo o envidia. Eran muchas las veces en las que esta situación había despertado en Vicente una gran erección bajo los pantalones ajustados que llevaba al gimnasio.

Y es que a Vicente le encantaba ser el centro de atención. No era para nada una persona vanidosa o creída; era puro morbo. No le importaba que fuesen hombres o mujeres; el mero hecho de sentir que su cuerpo despertaba deseo, lujuria o simplemente admiración hacía que la zona delantera de su ajustado boxer creciese considerablemente.

A pesar de su escultural físico, Vicente nunca había tenido pareja. Descubrió su homosexualidad a los 10 años, cuando su padre le llevaba al cuerpo de bomberos, donde trabajaba como conserje. Su madre murió cuando el tenía 2 años, y eran muchos los días que su padre tenía que llevarlo a su trabajo. Allí sé dio cuenta de que una extraña sensación recorría su cuerpo cada vez que veía pasar a aquellos hombres sudorosos y viriles tras volver de una operación. Una vez llegó incluso a colarse en los vestuarios, guiado por su curiosidad y aquella extraña sensación. Los hombres no se preocuparon por que un niño de 10 años contemplara sus amplios y fuertes pellos cubiertos de vello, ni sus piernas trabajadas, ni sus nalgas prietas y encerradas bajo sus slips blancos. Es más, esto se convirtió en una rutina, y los bomberos echaban en falta las miradas del hijo del conserje cuando este no acudía al trabajo de su padre. Por supuesto, ellos nunca supieron que la primera eyaculación de aquel niño inocente la provocaron sus cuerpos curtidos. Una tarde, encerrado en el baño del vestuario, mientras oía las risas de aquellos fuertes hombres, sintió la necesidad de agarrar su pene erecto y agitarlo fuertemente. Las risas y bromas de los sudados bomberos ocultaron los gemidos de Vicente mientras eyaculaba fuertemente en el suelo.

Vicente nunca había tenido la necesidad de tener una pareja, ni siquiera de acostarse con un hombre. Para él era suficiente provocar a la gente del gimnasio y masturbarse al llegar a casa pensando en lo excitados y excitadas que estarían aquellas personas. Esta era la razón por la que Vicente no se había borrado del gimnasio. Allí descubrió un mundo nuevo para él, donde podía recrear la vista de los demás a través de las posturas que requerían la utilización de las diversas máquinas. Vicente ya era muy popular entre la gente del gimnasio, y muchos esperaban su llegada para distraerse mientras ejercitaban sus músculos.

Aquel día Vicente estaba realmente excitado, y no sabía por qué. Nada más llegar al gimnasio, decidió comenzar sus sugerentes ejercicios. Su objetivo ese día fueron un grupo de 3 chicas que cuchicheaban cerca del mostrador. Vicente dirigió una sonrisa hacia ellas y dejó caer su toalla. Al recogerla, dejó a la vista de las chicas su perfecto y prieto culo, lo que levantó en estas unas risitas acaloradas. Tras esto, Vicente comenzó con las pesas, mostrando sus fuertes y enormes bíceps, dignos de admiración para su edad y el tiempo que llevaba entrenando. Sudoroso y excitado, sentía la mirada de las chicas clavada en su pene erecto. Fingiendo estar muy acalorado, cogió su botella de agua y se la echó por encima. Esto causo que las chicas casi se desmayaran: sus pezones erectos y sus abdominales de acero se intuían bajo su camiseta ajustada y sudada. El agua caía sobre sus piernas cubiertas de un fino y abundante vello negro. Al ver la reacción de las chicas, el pene de Vicente casi estalla de excitación.

Hasta ahora, Vicente siempre se había esperado a llegar a casa para masturbarse, pero ese día no podía aguantar tanto. Se quitó la camiseta sudada y empapada de agua y se dirigió al baño. Al pasar al lado de las chicas, no pudo evitar guiñarlas un ojo y flexionar los brazos, enseñando sus lustrosos bíceps. Tras cerciorarse de que no había nadie en el baño, se metió en uno de los retretes, se quitó los boxer y los pantalones y se sentó en la taza. Su pene estaba húmedo, en parte por el agua que había derramado y en parte por la gran cantidad de líquido preseminal que solía expulsar. Cerró los ojos, imaginó a aquellas chicas deseosas de su cuerpo húmedo y agarró su pene erecto. El pene de Vicente no era demasiado largo, pero su anchura hacía de él un miembro atractivo. Lo agitó con fuerza continuamente, cambiando de mano e incluso agarrándolo con ambas. Mientras lo hacía, se pellizcaba uno de sus pezones, duros como piedras. El fuerte olor a sudor que emanaban sus axilas le llegaba a la nariz, excitándolo aun todavía más. La puerta del retrete se abrió justo cuando estaba eyaculando. La corrida fue abundante y espesa; 4 chorros de semen caliente que fueron a parar al pantalón de uno de los monitores del gimnasio: Nacho.