Como comerse un coño

Lección solicita por Cornudo Sumiso

Correo recibo por febarsal@hotmail.com

Hola

soy un cornudo sumiso de 41 años , mi ama y señora me quiere castigar( anoche no la comí el coño como a ella le gusta) poniéndome al servicio de un macho para que aprenda a ser un buen perro y le ha elegido a usted.

Si quiere que le sirva mándeme correo con sus ordenes par poderle obedecer

Gracias por sus tiempo, a sus pies

Respuesta

Hola Cornudo Sumiso:

Que no te quepa ninguna duda que soy el mejor lamerón de España, y uno de los tres mejores del mundo; por lo tanto has acertado en la elección del maestro que te enseñe a comer un coño.

El coño, es el manjar más exquisito que ha creado la Naturaleza; lo que pasa, que como todo lo primoroso, hay que saber degustarlo. Obvio decir, que, estamos hablando de coños de señoras que saben que es el arma más poderosa de que poseen para someter al macho entre sus piernas. Y lo tienen siempre a punto para ser degustado, como el jardinero cuida a la mejor rosa de su rosaleda o de su parterre.

No dudo que tu ama y señora debe tener un coño exquisito; ¡ya me gustaría ya! darte unas lecciones prácticas, para que aprendieras a degustarlo en toda su exquisitez. No obstante te daré unos consejos para que disfrutes y hagas disfrutar a su dueña como las vestales eran adoradas en sus templos, por sus  idólatras.

Debes conocer el grado de acidez (PH) de la propietaria del coño, no es que tenga mucha importancia este dato, pero un buen comedor de coños, debe sabe apreciar sus grados en el momento de degustarlo; como el enólogo sabe apreciar un buen vino para saborearlo en su punto óptimo. Un ejemplo gráfico: Un buen coño recién pasado por el bidé y con desodorante íntimo, se puede comer, si, no te digo que no. Pero el coño debe saber a coño; no a lavanda ni a aloe vera.

Para conseguir el máximo sabor y aroma de un chocho, al igual que el mejor jamón, debe sudar.  Una vulva sosa es incomible, y si no está afeitada es como masticar un estropajo.

Me preguntan muchos "coñologos" , que es mejor; saborear un coño con la frondosa espesura de sus vellitos rizados, o totalmente rasurados. Las dos formas tienen sus ventajas e inconvenientes, y siempre será a gusto del "comensal".  Y como siempre quedan partículas de orin y de los exudados propios de la moza en las puntas de los pelitos, potencia su aroma y sabor; aparte de que un coño en su estado natural es con sus vellos negros o rubios, pero con su pelo. Por lo tanto, comerse un coñito peludo, tiene esa ventaja: sabe más a coño.

La ventaja de degustar un coño totalmente rasurado, es el acceso a "su carne", es decir: ninfas (labios) mayores y menores y clítoris; la boca del "coñólogo" accede de una forma limpia al mogollón, aparte de que la contemplación del aparato se contempla en todo su esplendor.

La mejor postura para comérselo, es posicionar a la dama boca arriba, con las piernas bien abiertas. Auparle el culete con una almohada o cojín de modo, que, la lengua pueda desplazarse libremente desde el capuchón del clítoris hasta el ano; puesto que la elevación que le hemos dado al culo: unos 20 o 25 centímetros de la superficie de las sábanas; la barbilla puede apoyarse, descansa el cuello, y la lengua queda exactamente apuntado a la bocana de la vulva.

El buen "coñólogo" sabe que el clítoris es el órgano que concede el mayor placer a la mujer; no tiene otra función que esa: conceder placer. Pero no puede pasar por alto los demás órganos de que se compone el coño. Por lo tanto, el clítoris será el final de la función, la apoteosis.

Las lamidas se alternarán entre los labios y la lengua. Los labios para besar los otros labios y succionarlos. La lengua para lamer y rebañar las profundidades de la vagina. Cuando observemos que la mujer empieza a levitar, es decir; que notamos como su culo se levanta e intenta incrustarse en nuestra boca, es que le está llegando el orgasmo.

Ahora es cuando con ambas manos abrazar los glúteos de la dama, engancharse al clítoris como un bebe se engancha al pezón de su madre; y entonces hay que actuar con toda la intensidad requerida: labios y lengua deben de mamarlo y succionarlo a la mayor velocidad que se pueda.

La mujer queda rendida, abatida, vencida, gracia a esa gran lamida. ¡Y lo mejor! Profundamente agradecida.