Cómo comenzó mi madre su carrera de actriz porno
Unas fotos comprometedoras obligan a una mujer a salir a la carrera de su domicilio para recuperarlas sin detenerse a valorar las posibles consecuencias de su precipitación
(CONTINUACIÓN DE “LA VECINA ENSEÑA A MI MADRE A JUGAR A LAS CARTAS”)
Había pasado más de un mes desde aquella tarde en la que Rosa había acudido a la casa de su vecina Encarni para aprender a jugar a las cartas y se encontró con dos tipos que, después de emborracharla, la desnudaron y violaron salvajemente mientras la grababan con una cámara.
Aunque no había olvidado en ningún momento la experiencia traumática vivida, había aprendido a vivir con ella en silencio, sin contar nada a nadie, ni a su marido ni a su hijo. Además el desgarro que había sufrido en el ano al ser violentamente penetrada estaba ya prácticamente curado.
Sin embargo, aquella mañana encontró en el suelo, dentro de su propia vivienda, cerca de la puerta de entrada, un sobre. Extrañada se agachó a por él, pensando que su marido o su hijo lo habían perdido antes de irse al trabajo o al instituto. Más raro la pareció cuando en el anverso del sobre aparecía escrito su nombre “ROSA” con letras mayúsculas de impresora.
Allí mismo, de pies frente a la puerta de entrada, abrió el sobre y encontró dentro varias fotos en color, de tamaño A4 y de gran nitidez.
¡Un culo, unas tetas, un coño abierto, un pene erecto, otro, follando, … follando! ¡Vio su rostro deformado en una mueca de dolor! ¡Eran de ella, de Rosa! ¡Eran fotos de ella mientras se la follaban, mientras la violaban! ¡Eran imágenes de aquella fatídica tarde cuando la violaron en casa de la Encarni!
Gimió conmocionada, cayéndosela el sobre con las fotos de las manos al suelo, donde se esparcieron, mostrando de forma impúdica todas las pornográficas imágenes.
Se agachó al momento para, ansiosa, recogerlas, como si hubiera alguien más en la vivienda que pudiera verlas. Tan nerviosa estaba que las fotos y el sobre se la cayeron de sus temblorosas manos una y otra vez, como si tuvieran vida propia. A punto de infarto, logró, después de varios intentos, recogerlas todas, doblando todas y rompiendo alguna en su nerviosismo. En el suelo encontró también un papel blanco donde venía escrita una frase en letras mayúsculas de impresora “LLAMAME AHORA SI NO QUIERES QUE LAS VEAN TODOS” y, debajo, el número de un teléfono móvil.
Al intentar coger este papel volvió a perder las fotos y, cuando por fin recogió todo, fotos, sobre y papel, los llevó, como un bulto informe, al salón y los tiró bocabajo sobre el sofá, dejándose caer a continuación sobre un sillón enfrente y, conmocionada, se cubrió su rostro con las manos y se puso a llorar desesperada.
¿Qué hago, dios mío, qué hago?
¡Querían chantajearla! Decírselo a su marido, a la policía, a quien fuera, la parecía inviable. No quería ningún escándalo, que nadie se enterara que la habían tomado fotos y … ¡vídeo! follando … ¡follando! Además ¿qué pensarían de ella? ¿qué era una puta, una guarra, que había puesto los cuernos a su marido, a su hijo? Pero … ¿qué podía hacer? ¿qué podía hacer?
Recordó el mensaje del papel ““LLAMAME AHORA SI NO QUIERES QUE LAS VEAN TODOS” y el teléfono, Dudó qué hacer, pero no encontraba ninguna solución, así que, buscó entre las fotos el papel y, una vez lo encontró, fue con él al teléfono y marcó el número. Sonó una, dos, tres veces y, cuando estaba a punto de colgar desesperada, alguien descolgó el teléfono y preguntó con voz grave de hombre:
- ¿Sí?
Retiró Rosa rápido el teléfono de su cabeza, como si se hubiera puesto al rojo vivo y la abrasara el pabellón auditivo, y lo miró aterrada como si fuera un animal peligroso a punto de abalanzarse sobre ella y devorarla.
Al escuchar otra vez un escueto “¿Sí?” al otro lado del teléfono, colgó violentamente el teléfono y se quedó mirándolo fijamente, mientras temblaba de miedo.
De pronto sonó el teléfono, ¡su propio teléfono sonó!.
¿Qué? ¿quién?, ¿qué hacer?, ¿quién será?, ¿quizá el hombre que cogió antes el teléfono? ¿qué responder? ¿mejor quizá no coger el teléfono, no responder, olvidar todo?
Pero cogió el teléfono con manos temblorosas y se lo llevó al oído. Sin decir nada, se puso aterrada a escuchar pero no se oía nada, hasta que, de pronto, escuchó la voz grave del mismo hombre que antes había cogido el teléfono, y la decía con seguridad y aplomo, pronunciando despacio y con nitidez, una a una, cada palabra:
- ¡Hola, Rosa! No te asustes, no quiero hacerte nada malo. Solo quiero darte tus fotos y el vídeo que te tomamos.
Como Rosa seguía sin responder, la voz continuó diciéndola:
- Escúchame, Rosa. No tengas miedo. Repito. Solo quiero darte tus fotos y el vídeo que te tomamos. Si no lo quieres, entendemos que nos das tu permiso para que lo publiquemos y lo repartamos por toda la ciudad. Todos tendrán tus fotos y tu vídeo, y sabrán que tú nos has dado tu permiso. Lo tendrá tu marido, tu hijo, tu madre, toda tu familia, tus vecinos, el dependiente donde compras la comida, … todo el barrio, Rosa, todo el mundo.
- Yo … yo … yo no te he dado ningún permiso.
Respondió ingenuamente la mujer en voz apenas audible.
- En ese caso quiero darte las fotos y el vídeo originales. No hay ninguna copia, solo tengo las fotos y el vídeo. En cuanto te lo dé, podrás destruirlos, guardarlos o hacer con ellos lo que quieras, porque no habrá nadie más que los tenga. ¿Estás de acuerdo, Rosa? ¿Quieres que te dé las fotos y el vídeo?
- Sí … sí quiero.
- Muy bien. ¿Dónde quieres que nos veamos para dártelos?
- ¿Quedar? No … no.
- No tengas miedo, Rosa, que no te voy a hacer nada malo. Escúchame. Tenemos que vernos ya que, para darte las fotos y el vídeo, necesito que me firmes un vale para que haya constancia de que yo ya no las tengo y que te las he entregado a ti. ¿Me explico bien, Rosa? Necesito que me firmes un vale donde se indica que tú tienes ahora las fotos y el vídeo. ¿Me has entendido ahora, Rosa?
- Sí … sí, pero … yo no quiero quedar contigo.
- Entonces, Rosa, esto significa que nos das permiso para distribuir las fotos y el vídeo por toda la ciudad.
- ¡No, … no! Por favor, no. ¡Quedamos, quedamos!
- Muy bien, Rosa. ¿Te parece bien que ahora mismo me acerque a tu casa y te las dé?
Pensó rápido Rosa que no quería que ni el portero ni los vecinos ni nadie pensaran que un hombre había ido a su casa cuando estaba sola. ¡Podían pensar que era una puta, que era infiel a su marido, cualquier cosa mala y vergonzosa!.
- ¡No, no, en casa no!
- Está bien, Rosa, entonces vienes tú a verme ahora mismo. Toma nota.
Y le dijo lentamente una dirección.
Rosa, sin darla tiempo a rechistar, se agarró a un clavo ardiendo, a la única solución que en ese momento veía, por lo que solo pudo coger rápido un bolígrafo y apuntar la dirección en la parte de atrás del papel que había recibido en el sobre.
Una vez el hombre hubo acabado de decirla la dirección, la repitió otra vez, para finalmente preguntarla si lo había anotado todo. Cuando ella respondió un “Sí”, el hombre sin darla tiempo a continuar hablando, la dijo:
- ¡Vente a hora mismo, que yo en no más de quince minutos me voy y no nos veremos más! Cuando llegues a la dirección que te he dado pregunta por Boris. Te repito: Pregunta por Boris cuando llegues.
Y colgó, dejando a la mujer con la palabra en la boca.
- ¡Quince minutos! ¡En quince minutos se va! Pero … ¿ahora qué hago?
Pensó Rosa pero, al imaginarse las fotos y el vídeo en las manos de su marido, de su hijo y de su madre, no dudó: Quería que la dieran el material y destruirlo antes de que nadie más lo viera.
Se levantó rápido del sofá y echó a correr hacia su dormitorio, cogiendo del armario un vestido y un par de zapatos, que se puso a la carrera, sustituyendo a la ropa que llevaba en casa. Antes de salir de la vivienda se dio cuenta que las fotos, donde se la veía follando, estaban todavía esparcidas sobre el sofá y las cogió, rompiéndolas en varios trozos que tiró al inodoro, tirando a continuación de la cadena sin percatarse que la mayoría de los pedazos no se habían ido por el desagüe.
Saliendo a la carrera de la casa, no se olvidó de coger un pequeño bolsito donde llevaba el dinero, y cogió un taxi que pasaba por la calle que la llevó a la dirección que el hombre la había dicho por teléfono.
Pensaba decir al taxista que la esperara a que volviera, pero, viendo que en la dirección donde iba, había varios tipos en la calle, hablando y fumando, pensó que, en caso de peligro, siempre podría pedir auxilio y la ayudarían.
Entró al recinto donde preguntó por Boris a un hombre que, sentado detrás de una pequeña mesita, parecía un conserje.
- Eres Rosi, ¿verdad?
Le respondió el tipo, mirándola descaradamente las tetas.
Sorprendida de que mencionara su nombre, respondió afirmativamente.
- Puerta 2.
La dirigió el tipo, señalando hacia un largo pasillo que tenía a sus espaldas, y la mujer, obediente, entró, escuchando a sus espaldas que el hombre la decía:
- Y date prisa que te esperan … Rosi la tetona.
Se detuvo un instante ruborizada al escuchar que la llamaba “la tetona”, pero, deseando conseguir las fotos y el vídeo, siguió para delante y, al llegar a la puerta 2, dio unos golpes con los nudillos en la puerta que se abrió casi al instante y un hombre asomando la cabeza, afirmó, más que preguntó:
- Rosi, ¿verdad? ¡Venga entra!
Y, agarrándola del brazo la obligó a entrar, cerrando la puerta a sus espaldas. Lo primero que vio la mujer fueron tres o cuatro tipos con pinta de viciosos, unas enormes cámaras de vídeo, y unos focos que apuntaban a un enorme colchón tirado en el suelo de donde cuatro negros inmensos totalmente desnudos se levantaban al verla.
Gimió aterrada mirando fijamente las gigantescas vergas que colgaban como gordas morcillas de las negras entrepiernas, especialmente la de uno que tenía unos cojones del tamaño de balones de balonmano y un rabo que le llegaba colgando por debajo de las rodillas.
Se echó instintivamente hacia atrás, sintiendo como una mano se metía por detrás bajo su falda y se incrustaba entre las dos nalgas. Si no se la metió por el culo, fue porque sus bragas de algodón resistieron sin romperse.
Entre la sorpresa y el dolor que sintió, Rosa no pudo evitar dar un brinco hacia delante, al tiempo que emitía un agudo chillido, cayendo frente a uno de los negros, al monstruo de las bolas y rabo gigantes, que la recibió agarrándola la pechera del vestido y tirando fuertemente de él, lo rasgó en un instante por delante, de parte a parte, dejándola al descubierto las tetas y la entrepierna apenas cubiertas por un sostén y unas bragas de color blanco.
Dejando que los restos del vestido cayeran al suelo, se detuvo el negro, contemplando lascivo la desnudez de la mujer, que, presa de la conmoción del momento, se quedó inmóvil, con la boca y los ojos muy abiertos, sin oponer resistencia ni emitir ningún sonido, mientras las cámaras grababan todo.
Inclinándose el negro hacia delante, la levantó sin esfuerzo, colocándola bocabajo sobre uno de los hombros, y, girándose hacia el colchón, caminó hacia él, deteniéndose al borde.
Fue entonces cuando Rosa reaccionó y empezó a decir, cada vez más rápido y en voz más alta.
- No soy yo. No soy yo. Es un error, es un error. Me toman por otra.
Pero nadie la escuchaba, nadie entendía lo que decía, solo estaban todos concentrados en su cuerpazo.
Mientras un negro la mantenía sobre sus hombros, el otro la soltó el sostén por la espalda y se lo quitó, dejándola con las tetas al aire. Dejando caer la prenda al suelo, la quitó los zapatos y la bajó las bragas, quitándoselas por los pies.
Mientras la desnudaban, la mujer, aterrada, repetía cada vez más rápido, de forma más atropellada y en un volumen cada vez más alto:
- No soy yo. No soy yo. Es un error, es un error. Me toman por otra.
Una vez dejó completamente desnuda a Rosa, se apartó el negro, dejando que el cámara ocupara su lugar, grabando durante varios segundos y con todo detalle el culo blanco y macizo de la mujer, así como su blanco orificio y su vulva.
Cuando el cámara se retiró, el negro bajó a Rosa de su hombro y la depositó en el suelo, frente a él.
Presionándola por los hombros, la hizo colocarse de rodillas y, cogiendo su enorme verga negra, la abofeteó el rostro con ella una y otra vez, para que se callara, pero Rosa seguía en sus trece, intentando convencer a los negracas:
- Les repito que es un error. No soy yo la que esperaban. Se equivocan. De verdad, no les engaño. Se habrá retrasado la que buscan. Por favor, pregunten.
Harto el negro de escucharla, la agarró fuertemente por la mandíbula, cerrándola la boca y haciendo al fin que callara.
Acojonada la mujer levantó la mirada observando el furioso rostro del negro y éste, después de mantenerla en tensión durante más de diez segundos, la ofreció la verga. Abriéndola la boca, la metió la punta de su gigantesco cipote, ordenándola con voz grave:
- ¡Cállate y chupa!
Intentó aún la mujer decir algo, pero el negro empujándola la gigantesca polla se la metió todavía más dentro de la boca.
Temiendo una reacción violenta de la bestia y viendo que de momento no podía hacer nada más que mamarle la polla, empezó a acariciarla con sus labios y con su lengua. Ante la suspicacia del negro, logró sacarse el enorme miembro de la boca y comenzó a chupárselo y a lamérselo.
Pensando que era mucho mejor mantener contento al moreno que hacerlo enfurecer, se dedicó con todo su esfuerzo y esmero a satisfacerlo.
Mientras su mano izquierda sobaba y acariciaba los formidables cojones del negro, su mano derecha sujetaba a duras penas el enorme miembro, permitiendo que su sonrosada y carnosa lengua lo recorriera lenta y suavemente, arriba y abajo, empapándolo cada vez más, y haciendo que poco a poco se irguiera apuntando al techo.
¡Era increíble, totalmente increíble, era como un elefante que levantara su trompa, pero no era un elefante, era un negro, y no era una trompa, sino una verga descomunal la que se levantaba y apuntaba al cielo!
Erecto el monstruoso pene, bajó la mujer su cabeza y se dedicó a juguetear con su lengua en las pelotas del negro, acariciándolas despacio y delicadamente. Introduciendo su rostro incluso entre las oscuras piernas, le lamió el perineo durante casi un minuto.
Irguiéndose de nuevo, volvió a concentrarse en la verga gigante. Pasó la lengua por el frenillo primero de forma lenta y después rápidamente, con suavidad siempre pero sin detenerse. El trabajo de su boca y de su lengua se complementaba con el de sus manos, sobando y acariciando insistentemente el cada vez más congestionado cipote. Continúo su larga y húmeda lamida sobre la punta, insistiendo en el agujero del centro. Recorrió con su lengua el borde del capullo, por todo el contorno, haciendo frecuentes pases por la piel del glande, que ya adquiría un intenso color rojo sangre, hasta que se lo metió en la boca, acariciándolo con sus labios y con su lengua. Sintiendo la mujer que el cipote, al palpitar cada vez con mayor rapidez, estaba a punto de explotar, logró en el último instante sacárselo rápidamente de la boca, consiguiendo esquivar el enorme chorro de esperma que vomitó la erecta manguera del negraca.
Fue la cámara que estaba detrás de Rosa la que se llevó la peor parte, ya que el intenso flujo casi la arranca de la mano del cámara, además de cubrirla con una espesa capa de lefa amarillenta.
Mientras un interminable e intenso flujo de semen emanaba del erecto pollón, empapando toda la habitación y a sus ocupantes, su dueño no dejaba de rugir, como si él se encontrará en lo más fiero de una batalla y fuera una kalashnikov lo que tuviera entre las piernas vomitando mortales pepinacos.
- ¡Santo Dios!
Exclamó más de uno mirando incrédulo la ingente cantidad de fluido viscoso que emanaba del grandioso miembro. A alguno le recordó a un bombero apagando un intenso fuego con una larga manguera bien surtida.
Pero como todo lo bueno, todo acaba, y el surtidor se apagó aunque algún que otro chorro todavía dejó para la posteridad.
Unos tímidos aplausos dieron paso a una aclamación generalizada y efectivamente lo sacaron de la plaza como a un magnífico torero después de una corrida de leyenda, aunque en este caso se lo llevaron al hospital más próximo ya que el impresionante dueño de la manguera cayó desmayado ante tan descomunal despliegue.
Aprovechando el caos que se produjo quiso Rosa, que había permanecido todo el tiempo tumbada en el suelo en posición fetal cubriéndose la cabeza con las manos, marcharse inmaculada, pero bastaron dos pasos hacia la salida para que uno de los negros que quedaban, también necesitando su ración de ricos orgasmos, la cogiera por las tetas y la arrastrara hacia el colchón, arrojándola encima donde cayó bocarriba y despatarrada.
Temiendo la mujer perder su virtud, se cubrió con sus manos la entrepierna, cerrando fuertemente sus muslos, pero el negro buscaba con ansia más bien sus tetas y, colocándose a horcajadas sobre los pechos de ella, introdujo su enorme verga entre las dos ubres , y, juntándolas, abrazó amorosamente el erecto cipote.
Balanceándose con brío adelante y atrás, adelante y atrás, una y otra vez, restregó el moreno su cada vez más congestionada verga entre las coloradas tetas de Rosa que, sin moverse y sin emitir ni un solo sonido, solo con la boca y los ojos muy abiertos, presenciaba la frenética masturbación del lúbrico negro en sus mismas narices.
Mientras tanto no una sino las dos cámaras grababan sin descanso la bestial pajota.
Cada una de las embestidas del moreno eran acompañadas por gruñidos de éste, rememorando quizá las no tan lejanas cópulas africanas.
Sin posibilidad de escape, observó Rosa que el fin de la paja estaba cerca, cerrando con fuerza ojos y boca, y recibió de lleno el chorro de esperma del negro que, sin ser ni mucho menos tan copioso como el de su compatriota, provocó una leve conmoción en la mujer, cubriéndola rostro y cabello de una abundante masa blanquecina.
Aguantó Rosa respirando a través del espeso tapiz, hasta que el negro se retiró.
Quitándose como pudo el semen de ojos, nariz y boca, se giró la mujer para levantarse, colocándose a cuatro patas y con el culo en pompa, pero un fuerte y sonoro azote sacudió una de sus nalgas, luego otro y otro. Su culo atraía las miradas y las manos de los hombres del lugar. Trastabilló en cada azote, sin dejarla incorporarse, hasta que alguien se colocó entre sus piernas y, sujetándola por las caderas, la fue metiendo poco a poco la verga por el coño.
Rosa que, a pesar de la situación tenía hasta entonces la esperanza de librarse de que la echaran unos buenos polvos, se quedó inmóvil sintiendo cómo la iban penetrando, y una vez que se la metieron hasta el fondo, procedieron a sacársela, a metérsela y a sacársela, una y otra vez, cada vez más rápido, acompañando las embestidas de potentes azotes en sus cada vez más encarnadas nalgas.
¡Se la estaban follando!
A pesar de todo lo sucedido, pensaba Rosa que iba a salir de rositas, sin nadie que se la follara, por lo que todavía no podía creerse lo que la estaba sucediendo, que se la estaban follando.
Aunque medio ciega por el esperma que todavía tapaba sus ojos, se dio cuenta que la estaban grabando, por lo que, para mantener en lo posible oculta su identidad, dobló sus brazos, ocultando su rostro entre ellos mientras se la follaban.
En contra de su voluntad, también ella se fue excitando y comenzó a suspirar y a gemir, aunque, antes de correrse, lo hizo el tipo que se la estaba follando y detuvo sus acometidas, dejándola con ganas de correrse.
Nada más desmontarla, la voltearon, dejándola tumbada bocarriba sobre el colchón. Entre sus muslos volvieron a colocarse y una nueva verga la volvió a penetrar. Ahora las cámaras la grababan también las tetas bambolearse en cada embestida. Intentó taparse el rostro con una mano y las tetas con la otra pero se las quitaron cada vez que se cubría. Querían que los espectadores de la película la vieran el rostro y las tetas mientras se la follaban ya que provocaba más morbo y atraía más público. Solo pudo ella cerrar los ojos y dejarse llevar, dejarse follar. Esta vez era el cuarto y último negro el que se la follaba. Recordó de pronto Rosa que ya la violó en casa de la vecina un tipo con la cabeza cubierta por unas medias de nylon transparentes. Mientras la mujer recordaba, el negro la levantó las piernas y se las colocó sobre el pecho para hacer más profunda la penetración. Mantuvo el hombre el mismo ritmo de mete-saca ni más despacio ni más deprisa, pero Rosa estaba, en contra de su voluntad, cada vez más excitada ya que el vientre del tipo se frotaba insistentemente sobre el clítoris de ella. Sintiendo que ahora si estaba próxima a correrse, empezó a gemir y a suspirar profundamente, mientras se retorcía de placer. Al llegar al orgasmo, emitió un agudo chillido seguido por un segundo, breves instantes después.
Fue la señal para que el negraca se detuviera y observara triunfante a la mujer que se estaba follando, pero ésta, disfrutando de su orgasmo, tenía los ojos cerrados y no quería ver el rostro del que se la estaba beneficiando.
Sin dejar de sonreír, el negro puso sus manazas sobre las tetas de Rosa, y las movió despacio en movimientos circulares, sobándola las ubres, pero ni aun así la mujer abrió los ojos, gozando ahora de la nueva estimulación. Entonces dijo algo el negraca en un idioma incomprensible, la desmontó y, agarrando su enorme verga negra, se la cascó con ganas hasta que se corrió sobre el pecho y rostro de Rosa, empapándolos. Luego se levantó y salió del plató, tan desnudo como vino al mundo.
Permaneció Rosa tumbada bocarriba sobre el colchón, sin moverse y sin abrir los ojos, dejando que las cámaras grabaran cuanto quisieran, que recorrieran todo su cuerpo grabándolo. Después de unos minutos se retiraron y apagaron las luces. Cuando la mujer escuchó como las voces se alejaban y dejaban de oírse, por fin tuvo fuerzas y ganas de levantarse. Alguien la ayudó a hacerlo. Era Boris, el joven que se la había follado en casa de La Encarni y que la había llamado para concretar el encuentro, aunque Rosa en ese momento no se había dado cuenta de quién era. La dijo que podía ducharse al final del pasillo y por él se encaminó completamente desnuda, follada y cubierta de esperma.
Por el pasillo se cruzó con tipos que la miraron con desprecio y lujuria, incluso más de uno la escupió a la cara, la empujó, la sobó las tetas o la metió mano entre las piernas, pero ella siguió con la mirada baja, avergonzada, como si hubiera hecho ella algo malo y pecaminoso, hasta las duchas. Detrás de ella la seguía el joven blanco que disfrutaba viéndola humillada, totalmente desnuda y sucia ante extraños personajes que se cruzaban con ella por el estrecho pasillo.
Al menos había agua caliente y jabón en las duchas. Se metió Rosa bajo un potente chorro y cogiendo un jabón se limpió todo rastro de mancha y esperma. No quería salir bajo el agua de la ducha, no se atrevía a salir, ¿a salir dónde si no tenía la ropa y estaba desnuda?
Era consciente que la observaban mientras se duchaba, que observaban con deseo su cuerpo desnudo, pero ¿podía hacer realmente algo por evitarlo?
Alguien cerró los grifos y el agua dejó de fluir. Una áspera toalla cubrió su cuerpo. ¿Salió de la nada? El joven, algo mayor que su hijo, fue el que la cubrió con la toalla y la secó el cuerpo. Creyó reconocerlo, pero estaba demasiado aturdida, cansada y avergonzada para pensar claramente.
- Ven, te llevaré a tu casa.
La susurró al oído y creyó reconocer su voz.
Con la excusa de protegerla y ayudarla a caminar la estrechó contra su cuerpo y sus manos volaron a las nalgas, caderas y tetas de la mujer, sobándoselas. La acompañó por el edificio hasta salir a la luz de la calle.
- Estoy desnuda. No tengo ropa.
Susurró Rosa, deteniéndose, pero el joven la obligó a continuar caminando.
- No te preocupes. No te ve nadie. Te pondré un vestido y te llevaré a casa.
Un deportivo la esperaba. Rosa se sentó en el asiento de copiloto pero antes el joven la quitó la toalla dejándola ahora sí completamente desnuda. Dejando caer la toalla al suelo, el joven se sentó al volante del deportivo y, poniéndolo en marcha, salieron a toda prisa rugiendo por las calles.
Mientras Rosa se cubría con las manos las tetas y la entrepierna, el joven la miraba divertido con una extraña sonrisa en su rostro.
- Por si no me recuerdas, te diré que me llamo Boris.
- ¿Boris, … Boris?
Intentó recordar la mujer el nombre hasta que de pronto se dio cuenta que era el joven que la había desnudado y violado en casa de la vecina. Además era el que esa misma mañana la había llamado por teléfono para que acudiera a la cita donde la habían violado cuatro negros delante de unas cámaras.
Aterrada, no sabía qué hacer. Abrir la puerta con el deportivo a toda mecha por las calles era una locura porque moriría en el acto. Entonces ¿qué hacer? Se limitó a esperar la ocasión para huir pero … estaba desnuda, completamente desnuda. No podía ir así por la calle ni presentarse en su casa en pelotas. ¡Qué vergüenza, qué escándalo!
Recorrió el vehículo a gran velocidad calles que Rosa no reconocía. ¡No sabía dónde estaba! ¡Qué tonta y que inocente había sido acudiendo a la cita! Pero ¿qué otra cosa podía haber hecho para recuperar las fotos y el vídeo que la tomaron en casa de la Encarni?
Aminoró de pronto el vehículo y se detuvo frente a una casa baja. Al otro lado había un descampado sin una sola casa a la vista. Tampoco observó Rosa a nadie en la calle.
Se bajó Boris del coche y, acercándose a la puerta del copiloto, la abrió, indicando a Rosa que bajara.
- Sal, no tengas miedo que nadie te va a hacer daño. Te puedes duchar bien en la casa y, una vez vestida, te llevo a la tuya.
Dudando la mujer qué hacer, ni se movió del sitio ni dijo nada, así que el joven, inclinándose hacia delante, pasó sus brazos por detrás de la espalda y bajo los muslos de Rosa y la sacó completamente desnuda del deportivo sin que ella se opusiera lo más mínimo.
Cerrando la portezuela del vehículo con la pierna, Boris se dirigió llevando en brazos a una desnuda Rosa hacia la puerta de la vivienda que simplemente empujó ya que estaba abierta y entró dentro, cerrando también la puerta con la pierna.
Con Rosa en sus brazos, recorrió el joven la vivienda hasta que llegó a un dormitorio con una cama muy grande en medio. La depositó bocarriba sobre la cama y procedió a quitarse la ropa ante la atónita mirada de la mujer.
- No, no quiero hacerlo.
Es lo único que dijo tímidamente Rosa en voz baja contemplando cómo Boris se desnudaba, pero éste la respondió:
- ¿Quieres las fotos y el vídeo que te tomamos en casa de tu vecina? ¿Sí? Pues tienes que darme algo a cambio.
Una vez totalmente desnudo, la hizo tumbar bocarriba sobre la cama, se sentó a horcajadas sobre ella y, colocando sus manos sobre las tetas de la mujer, se las empezó a masajear como hizo el negro antes, mediante movimientos circulares.
Sin decir nada ni oponer resistencia, Rosa, que tenía muy sensibles las tetas, empezó poco a poco a excitarse. Su respiración se hizo más agitada y empezó a moverse, mojándose los labios con la lengua regordeta y sonrosada para luego mordisqueárselos ante la divertida mirada del joven. Poco a poco surgieron los gemidos y suspiros de la mujer hasta que, de pronto, abriendo mucho los ojos y la boca, chilló brevemente un par de veces y se corrió, momento en el que Boris dejó de masajearla las tetas y, después de unos segundos, las retiró y se tumbó bocarriba en la cama, al lado de la mujer.
Esperó hasta que la mujer se tranquilizó y gozó de su orgasmo, para decirla:
- ¡Ven, ahora tú, súbete encima de mí como he hecho yo contigo!
No sabía Rosa qué hacer, pero, pensando que dada la situación en la que estaba, completamente desnuda en una casa y en un barrio desconocidos, lo mejor era cooperar, así que incorporándose en la cama, se sentó a horcajadas sobre el joven, colocando sus manos sobre el pecho de él.
Cuando empezó a moverlas torpemente, imitándole, Boris, riéndose, la ordenó:
- Así no. Metete mi polla en tu coño y cabalga.
La mujer dudando unos instantes, decidió que lo mejor era acceder a todas las peticiones del joven para salir lo más airosa posible de la situación, e, incorporándose un poco, cogió con su mano derecha el cipote erecto de Boris y se lo metió en la vagina. Volviendo a colocar sus manos sobre el pecho del joven, empezó a subir y bajar, arriba y abajo, despacio, dejando que la verga se deslizara por dentro de su coño, follándoselo.
Las tetas de Rosa botaban en cada subida y bajada ante los lascivos ojos de Boris, que, viendo cómo brincaban cada vez a mayor ritmo, llevó sus manos hasta los mencionados senos sobándolos y provocando una mayor excitación a la mujer.
Lo que no sabía Rosa era que más de una cámara, camuflada en la habitación, estaba grabando, con todo lujo de detalles, a todo color y desde distintos ángulos, el polvo que estaba echando. En ese momento concretamente una cámara grababa con su zoom a muy corta distancia el macizo y respingón culo de la mujer, cómo subía y bajaba, subía y bajaba mientras el erecto cipote del joven aparecía y desaparecía dentro de su coño. Otra cámara enfocaba sus erguidas y hermosas tetazas y cómo se balanceaban en cada movimiento de subida y bajada. También su rostro quedó grabado con otra cámara, la cara de viciosa que ponía mientras follaba con sus ojos semicerrados y su boca semiabierta disfrutando, aunque quisiera disimularlo, del polvo que estaba echando.
No era una única película pornográfica la que tomaron ese mismo día a la mujer, sino que fueron al menos dos para el deleite de usuarios y clientes ya que, manipulando las grabaciones tomadas, había material para muchas escenas y muchas películas en las que a Rosi la tetona se la iban a follar.
¡Había nacido una nueva estrella del cine porno y eso sin que ella lo deseara!
Llevaba casi diez minutos cabalgando la mujer dentro del cipote del joven y éste continuaba sin correrse, a pesar de que ella había incrementado el ritmo del galope. Realmente estaba mucho más cerca del orgasmo Rosa que Boris ya que éste además la estimulaba los senos, comprobando no solo nuevamente lo sensibles que éstos eran sino que su dueña era multiorgásmica, podía tener varios orgasmos uno detrás de otro sin casi tiempo entre ellos para recuperarse, lo que era un auténtico chollo para la industria del cine porno y de la prostitución.
A punto estaba otra vez Rosa de correrse cuando Boris dejó de sobarla las tetas y la dio una nueva orden, que se detuviera un momento, le desmontara y se colocara a horcajadas dándole ahora la espalda, volviéndole a montar.
Eso hizo la mujer muy obediente, todo lo deprisa que pudo. Dejar de follar ahora que estaba a punto de correrse la producía una gran ansiedad e incluso dolores en su sexo y vientre. ¡Estaba necesitada de alcanzar un nuevo orgasmo! ¡Necesitaba que se la follaran!
A horcajas sobre el joven, ahora le daba la espalda y le mostraba en todo su esplendor todo su culo respingón, redondo y macizo, sin una pizca de celulitis, grasa o imperfección, y su jugoso sexo desde atrás. Se volvió la mujer a meter la verga dentro de su vagina y volvió nuevamente a cabalgarle. Arriba-abajo-arriba-abajo-adelante-atrás-adelante-atrás. Y se corrió enseguida, chillando de placer, pero Boris todavía no se había corrido, así que no la dejó que desmontara, que sacará la verga de su coño, y empezó él a sobarla el culo, con las dos manos a amasárselo, como si fuera un experto panadero amasando el pan. Separó las dos nalgas de Rosa y estimuló con sus dedos el ano, lo estimuló suavemente, hasta casi con cariño.
Rosa, en silencio, no decía nada, solamente aguantaba con toda la polla del joven dentro.
Pasaron los minutos y el joven todavía no había perdido su erección, aunque no era tan fuerte como cuando se la estaba beneficiando a la mujer. De pronto, levantó un poco el culo de la mujer y empezó poco a poco a bombear otra vez con la fuerza de sus caderas y de sus piernas. Dentro-fuera-dentro-fuera. La dijo que se le follara, que le follara otra vez, y eso hizo Rosa volvió a cabalgarle. Arriba-abajo-arriba-abajo. Ahora fue él el que contemplando el hermoso culo de la mujer el que se corrió el primero y, cuando lo hizo, la dijo que se detuviera y que se fuera al baño a ducharse.
En el baño Rosa se demoró bastante tiempo, limpiándose todo el cuerpo con un suave gel y lavando su cabeza con un champú caro. Mientras lo hacía pensó que a pesar de estar en una posición de debilidad, desnuda y lejos de su ambiente, iba a dejar claro que quería que la diera ya los originales del vídeo y de las fotos como le había prometido e iba a exigir que la devolviera a casa, no sin antes haberla comprado un vestido y unos zapatos para presentarse decentemente en casa. Resultaba extraño que la mujer utilizara la palabra “decentemente” cuando lo que la habían obligado a hacer no era precisamente muy decente.
Una vez hubo finalizado se secó el cuerpo con una toalla y se la envolvió en torno al cuerpo, cubriéndose desde el nacimiento de los senos hasta poco más debajo de sus nalgas. Abrió muy decidida la puerta del baño y se encontró no solo a Boris sino a otro tipo. Un tipo gordo y calvo, de unos cincuenta y muchos años que la miraba con ojos lascivos mientras se le caía la baba de la sonriente boca.
- Te presento a Rosi la tetona, la nueva estrella del porno. Te dejo, haz con ella lo que quieras.
Dijo Boris y se marchó de la habitación, cerrando la puerta a sus espaldas.
No la dio tiempo a la mujer a decir nada ni a darse cuenta exactamente de la situación cuando el tipo se la echó encima.
Pero no fue el único, ya que una hora después, cuando el tipo se hubo marchado después de follársela dos veces y sobarla todo el cuerpo, entró otro a ocupar su puesto.
Ya era de noche cuando ya habían pasado por su lecho más de diez hombres. Y entró Boris y la obligó a ducharse nuevamente. La puso el vestido que había traído por la mañana, sus zapatos y su bolso. No la dio ni sus bragas ni su sujetador, ni la dijo que había pasado con ellos. El vestido, aunque había sido roto por delante cuando el negro se lo arrancó a tirones, había sido zurcido burdamente para que no se abriera. En cuanto al bolso faltaba el poco dinero que llevaba pero al menos conservaba las llaves de la vivienda donde ella vivía. Lo que no se imaginaba es que habían hecho una copia de esas llaves.
La llevó Boris en el deportivo hasta una esquina próxima a su casa y la dejó que se marchara sin mediar ni una sola palabra entre ambos.
De camino hacia su casa, Rosa se dio cuenta que no la habían entregado el original de las fotos y del vídeo que la habían tomado en casa de la Encarni, como era su objetivo cuando fue a encontrarse con Boris. En ese momento cayó en la cuenta que no tenía ningún sentido hablar de originales ya que las copias se podían hacer fácilmente y, en vista de lo sucedido, se podía esperar de Boris todo lo más malvado y depravado.
En la casa tanto su marido como su hijo ya dormían, por lo que, haciendo el menor ruido posible y encendiendo apenas alguna luz para no despertarles, se quitó la ropa que llevaba y se metió en el lecho conyugal, despertando a su marido, que, lejos de recriminarla su ausencia, al notar que se había acostado desnuda, la sobó a conciencia el cuerpo, especialmente las tetas y el culo, mientras la decía “¡Qué buena estás, condenada!”, y se la folló en la postura del misionero, quedándose dormido nada más hacerlo.
Tan agotada y dolorida estaba Rosa que también se quedó profundamente dormida, sin pensar en nada.