Como cogerse, bien cogida, a cualquier mujer (02)

La mujer del panadero me obsequió con su pan dulce. Estaba estupendo.

Como cogerse, bien cogida, a cualquier mujer. 02.

por Macho Decidido.

machodecidido@yahoo.com.ar

La mujer del panadero había quedado pelotuda conmigo, después de la primer garchada. Le hice echar dos orgasmos increíbles, y después de eso era toda miel para conmigo. El pobre boludo seguía buscando un empleo extra para solventar el hogar, y en tanto su mujercita sólo tenía ojos para mí. Mis manoseos eróticos en el hotel, y los largos y enérgicos pijazos de la cogida final, la habían dejado en las nubes. A partir de ahí no volvió a tocar el tema de la "ayuda económica" con que la había engatuzado para que me dejara gozarla. Seguramente tenía miedo de que yo me molestara con esa mención, y que no me la volviera a coger. Así que continuó impulsando la búsqueda de trabajo del marido, para quitárselo de encima.

Aprovechando tal ausencia, le saqué disimuladamente una foto en el negocio, mientras atendía a los clientes. Tuve la precaución de que no se le viera la cara, por si acaso. Pero se le veían bastante bien sus buenas tetas. Y se sonrojó.

"La próxima vez que nos encontremos vas a posar para mí" le dije mi habitual seguridad. "Además de lo que te prometí…" Le había dicho que en nuestro siguiente encuentro me tendría que dar el culo. Tal vez por eso andaba por el negocio hecha una primaverita moviendo la cola más de lo necesario. Seguramente por eso.

La pobre estaba famélica de ganas de que volviera a garchármela. Y sus deditos estarían dándole frenéticas pajas, acordándose de lo que había pasado en ese cuarto de hotel, mientras su marido buscaba trabajo.

Finalmente le di una cita, en el horario del mediodía. Nos encontramos en la misma confitería, y sin mayores preámbulos fuimos al mismo hotel. Pero pedí la cámara nupcial, mientras ella como una noviecita enamorada aguardaba a que yo quisiera llevarla donde se me diera la gana, con tal de que la llevara. Estaba preciosa, muy producida y anhelante.

Ya en la habitación, saqué la camarita.

"Ponete en bolas" le ordené sobriamente. La táctica de darle órdenes, libera a la mujer de culpa y responsabilidad. Y Norma, la casada jovencita, no era la excepción. Estaba chocha de ponerse en bolas delante de un tipo que no era el marido, y que iba a volver a garchársela en una habitación de hotel.

"Ofreceme las tetas" No se hizo desear, estaba ansiosa por complacer mis deseos y ganarse otra buena garchada. Con semejantes tetas no iba a tener que esforzarse mucho. Y lo sabía..

Esos pezones podían volverme loco. Si yo fuera su marido estaría todo el tiempo chupándoselos. Aunque si yo fuera su marido sería carnudo, aunque valiera la pena. Pero mejor que el marido fuese otro, así yo le mamaba los pezones sin pagar el alto precio del matrimonio.

La tiré sobre la cama y me puse a chuparle las tetas y esos gloriosos pezones, golosamente, como recibiendo un regalo de los dioses. Y ella se echó a gemir y jadear sin recato.

Tan intensa fue mi gozada, que imprevistamente de mi polla comenzó a brotar una catarata de semen. Su orgullo por ese triunfo sobre mí hizo resplandecer su rostro. Para colmo había sido en mis pantalones.

"Desnudate", me dijo, segura del dominio que le había dado su victoria, Me desnudé.

Y Norma procedió con un desenfado que más hubiera querido disfrutar su marido, a ponerme nuevamente en condiciones.

Esta chica una vez perdidas sus inhibiciones era algo serio. Era mi puta, y también mi dominadora, como toda mujer enamorada. Pena para el carnudo haberse perdido todo lo que yo había despertado en ella. "¡Normita…, que lengua…!" gemí con voz ronca.

Pero después volví, o intenté volver, a la actitud dominante, que me resultaba más resguardante.

"Ahora dame el culo", con mi polla nuevamente en condiciones sentí que podía volver a darle órdenes. Enseguida se puso obediente, con el culo en pompa. Evidentemente había jugado mucho a ese juego con el marido, o con algún novio anterior, porque aunque tenía un orto calentito y apretado, se la pude ir metiendo sin dificultad. Ella se revolvía y gemía como una puta. Porque ni con el marido ni con quien fuera su novio anterior, había tenido tanto morbo.

Había soportado demasiada calentura en este encuentro, viéndome correrme por el efecto que me producían sus tetas y sus gemidos, y el lamer mis bolas, como para resistirse demasiado tiempo ante mi gozada de su culo. Además se veía que le gustaba recibir por ahí. Así que no me duró ni diez minutos, hasta que acabó dando gritos desaforados.

Como yo no había acabado, Norma puso toda su pasión con su boca en mi polla. Le llevó muy poco tiempo de sus calientes lamidas y chupadas, tenerme haciéndole una nueva descarga en su boca enviciada con mi polla, que lamió y lamió, dándome la pasión que jamás tendría por su marido.

Cuando salimos del hotel, estaba resplandeciente. Yo, en cambio, lucía un poco demacrado y vencido, pero procuré mantener la compostura.

Al despedirse, mirándome con ojos calientes, me dijo: "Nunca me digas "te quiero", mi marido me lo dice todo el tiempo, y ya ves…" Y se fue, dedicándome una gran sonrisa al subirse al colectivo que la llevaba de vuelta al barrio.

Me quedé un poco preocupado. Me estaba enamorando y eso no presagiaba nada bueno. Pero, por supuesto, tendría que darle otra gran cogida, mientras me preparaba para dejarla tan pronto como pudiera.

Esa noche me hice dos pajas.

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