Como cambió mi vida (2)

La noche de bodas. No todo sucede como uno planea.

Como cambió mi vida 2

La noche de bodas.

Llegó el día de la boda, lo teníamos todo preparado. Habíamos preparado la noche de bodas como sería. Pensamos que la pasaríamos ella follando y yo mirando. Mi mujer había invitado a dos amigos para que se la follaran delante de mí. Para que no hubiera ningún problema yo fingiría que estaba muy borracho y no podía tenerme en pie, estos dos amigos me ayudarían a subir a la habitación del hotel, que habíamos reservado, en donde dábamos el convite. Allí mi mujer miraría de quedarse la más desnuda posible y también fingiéndose un poco bebida se insinuaría a sus amigos. Suponiendo que estos irían también algo alegres y poniéndoles a tiro un bombón tan estupendo como es mi mujer la cosa no podía fallar.

Pero como es sabido el hombre propone i Dios dispone. Así que cuando llegó la hora de marcharnos, mi mujer fue incapaz de encontrar a uno de sus amigos, había desaparecido o marchado antes de lo previsto. Supimos unos días más tarde que había ligado con una pariente mía y se habían marchado los dos juntos. Así que solo teníamos un amigo. Cuando marchábamos hacia el ascensor, yo llevado entre mi mujer y su amigo, se nos unió un camarero del hotel que intentando ser cortés sustituyó a mi mujer.

Llegamos a la habitación y mi mujer les dijo que me dejaran en uno de los sofás de la suite, aunque ellos insistían en que debían dejarme en la cama. Mi mujer tuvo que contarles una historia de que en su noche de bodas no quería dormir con borrachos sino con hombres que fueran capaces de follársela varias veces durante la noche.

Con los ojos semi-cerrados pude ver como los hombres se miraban el uno al otro y luego me dirigían una miradita y sonrisita que no dejaba alguna duda de lo que parecían sus intenciones. Aquí pensé voy a ver follar a mi mujer con otros, que bien me lo voy a pasar, y más cuando mi mujer argumentando calor o bochorno por el esfuerzo pidió a su amigo que le ayudara a bajarle la cremallera del vestido. En un abrir y cerrar de ojos mi mujer quedó casi en bolas. Solo cubría su cuerpo un corsé de encaje blanco que dejaba completamente descubiertos sus dos grandes tetones, y que sujetaba sus medias blancas. Y como estaba de espaldas los tres pudimos ver como una tirita del tanga blanco que llevaba, se introducía entre sus dos cachetes de su redondo y bien levantado culo. Nos quedamos los hombres como hipnotizados por ese culo y cuando se dio la vuelta y nos enseñó con todo su esplendor las dos tetas, no sé que pasó pero solo quedábamos dos. Su amigo había desaparecido y solo oí el portazo de una puerta al cerrarse.

Mi mujer se quedó un poco sorprendida y me interrogó con la mirada. ¿Qué hago? Pareció decirme. Yo le hice seña de que intentara continuar con lo previsto con el camarero. Este ni se dio cuenta de lo que pasaba, pues no podía quitar ojo de las tetas, entrepierna, que apenas cubría el triangulito semi-transparente del tanga, y piernas. Más arriba no subía la mirada.

Mi mujer se le acercó toda insinuante y melosa. Y cuando la tuvo a su alcance sus manos empezaron a magrearla bruscamente, agarrando sus tetas, culo y coño.

El camarero no era lo que podríamos decir muy atractivo, ni joven. Era más bien tirando a cuarentón pasado, con calvicie incipiente, algo gordito y un poco barrigón. ¡Vamos todo un adonis! Pero hubo más. Cuando mi mujer se agacho delante de él, le bajó los pantalones para hacerle una mamada, descubrimos que su miembro viril no era de los mejores. Tal vez un algo más grande que el mío y, eso si, más cabezón.

Mi mujer empezó a chupársela delante de mí, mientras yo fingía estar durmiendo. Ella miraba al camarero y de tanto en cuanto me dirigía una mirada lasciva a mí. El camarero también miraba mí mujer y a mí, pero el parecía un poco preocupado por si yo me despertaba. Mi mujer intentó calmarle diciéndole.

  • No te preocupes. Si se despierta que se joda el cornudo, se lo merece por emborracharse la noche de su boda y dejarme sin poder follar con lo caliente que estoy.

Eso pareció tranquilizar al camarero, que se lo tomo un poco más en serio y se olvidó algo de mí.

No habían pasado más de cinco minutos de que mi mujer empezara a chupársela, cuando el camarero la levantó y la puso de rodillas sobre el otro sofá, con las manos apoyadas en el respaldo, y apartando el tanga hacia un lado empezó a follársela. Yo los veía de espaldas y toda mi visón del polvo era el culo peludo del camarero. Menos mal que mi esposa, que ya era algo experta, aderezaba la situación con gemidos placenteros y frases como:

  • Que bien me follas,… dame fuerte,… no pares,… me voy a correr, etc.

Al cabo de unos minutos mi mujer pidió cambiar de posición y mi mujer sentó al camarero en el sofá y ella se montó sobre él dándome la espalda. De esta manera pude ver como se follaban a mi mujer en la noche de nuestra boda.

Pero mi alegría duró poco. A los pocos minutos de estar en esa postura y enardecido por los gemidos de placer y frases de ánimo de mi esposa, el camarero anunció que se iba a correr. Mi mujer se salió de encima de él y colocándose entre sus piernas, le pidió, creo más bien decir, le ordenó que se corriera sobre sus tetas. Y así lo hizo el buen hombre echando sobre los pechos de mi mujer unos cuantos chorritos de un liquido semi-transparente y poco espeso, mientras obsequiaba a mi esposa con palabras como: putón, guarra, puta golfa, etc.

Después de eso mi mujer se quedó allí arrodillada delante de él estrujándose las tetas y esparciendo el liquidillo por sus pechos. Y mientras lo hacía no dejaba de mirar con cara de vicio y golosa al camarero. La pobre esperaba que el camarero volviera al ataque y lo arengó despreciándome por borracho y pichacorta, además de cornudo.

Pero el camarero pareció no darse por aludido y limpiándose la polla con el vestido de novia, se colocó los calzoncillos y los pantalones, y se despidió de mí mujer dándole un pico en la boca y un cachete en el culo y al pasar a mí lado me dijo.

  • Ala ya tienes los primeros, cornudo.

Y se fue.

Ni que decir se tiene que cuando oí que la puerta se cerraba me abalancé sobre mi esposa y con lo empalmado que estaba y las ganas que tenia ella, nos pegamos un polvo de campeonato mientras no reíamos de lo sucedido y yo le chupaba las tetas con regusto a mi esposa. Y después de llenarle en el coño de leche, aproveche esta para lubricarle el culo y pegarle un segundo por el agujero trasero, que también llené.

Después nos dormimos ya que al día siguiente por la tarde salíamos de viaje de novios. Pero eso será en otra ocasión.