Como cambió mi vida (1)

Después de mi primer matrimonio decido casarme por segunda vez, pero será diferente...

Como cambió mi vida

Por que me casé con una golfa

Aunque le diera la culpa a mi esposa, la primera, la verdad es que la culpa no fue suya. Yo la abandoné por el trabajo y las ganas de amasar una gran fortuna, más de la que me habían dejado mis padres al morir. Afortunadamente para mí a la hora del divorcio no había habido hijos en el matrimonio y mi ex-esposa se conformó con la mitad de mis bienes.

Aún recuerdo el día en que me dijo que me dejaba, que tenía a otro que la follaba como yo nunca habría podido hacer. Este fue el principio de mi cambio. Durante días y noches imaginé a la que consideraba mi santa esposa follando de todas las maneras posibles con su amante, mamándole la polla, follándole el coño, metiéndosela por el culo, etc. todo lo que uno puede ver en una película porno, pero con mi ex-esposa de actriz principal. Pero la cuestión no era los cuernos y la sensación que te pueden dar de sentirte engañado, furioso por haber confiado en la persona que más querías y que esta te ha defraudado. No, no era esa la sensación era peor. Después de algunos meses de intentar luchar contra la verdad decidí rendirme ante la evidencia. Desde el mismo momento que mi ex-esposa me dijo que me dejaba por otro que la trataba mejor en todos los aspectos, sobre todo en el sexual, había un órgano de mi cuerpo que delataba un sentimiento contradictorio al de mi mente, y este órgano era mi pene que cada vez que pensaba en ella haciendo el amor con su amante tenía una erección.

Llegué incluso al extremo de visionar películas porno para encontrar a una actriz que se pareciera a mi ex-esposa y masturbarme haciendo creer un poco a mi cerebro que lo que veía era lo que en realidad hacía mi ex con su amante. Cuando lo pensaba en frío llegaba a la conclusión que era demencial, pero al final de todo descubrí que de lo que yo verdaderamente disfrutaba era de ser un cornudo, consentido y humillado por su esposa y que eso me hacía un hombre feliz.

Al principio veía películas porno de la actriz que se parecía a mi ex y me imaginaba que yo recibía esas imágenes para que me sintiera un cornudo al ver de lo que era capaz de hacer mi mujer con otro hombre que no era yo, y que conmigo nunca haría. Mi mente soñaba en besar su boca llena de leche derramada por su amante, en chupar sus pechos llenos de chorretones de semen depositado por sus amantes, en lamer el coño de mi esposa rebosante de jugos propios y de espesa leche de su amante e incluso en sorber de su ano el semen depositado allí dentro por un macho potente. Mis pajas eran abundantes, a veces visionando una sola escena me era capaz de correr tres veces, imaginándome ser el cámara de la película mientras mi adúltera esposa me ponía los cuernos con cualquier tipo que pasaba por allí.

Pero eso duró un tiempo luego me empezó a saber a poco, necesitaba algo más fuerte, algo que me diera una satisfacción plena. Lo encontré acudiendo a algunos espectáculos prono en vivo. Aquí la sensación era más real las personas eran de carne y hueso y estaban delante de mi e incluso me atreví a pagarlos para que lo hicieran solo delante de mi acariciando a veces, si la actriz lo permitía, el cuerpo de la mujer. Más adelante alquilé prostitutas y gigoloes para que realizaran el acto sexual solo para mí. Yendo incluso más lejos iba a buscar a las prostitutas y vestidas no muy exageradamente, pero si provocativas, salía con ellas para fingir ser mi esposa y se ligaran a algún tipo que ella les gustara y llevárselo a algún lugar donde yo pudiera ver como follaban y luego de acabar yo me volvía a follar a la prostituta, besándola, oliéndola y corriéndome, con importante riesgo, a veces dentro de su vagina, mientras ella se reía e incluso me insultaba como yo le había aleccionado que debía hacer.

Pero al fin y a la cabo mi mente me decía que eso no era verdad, que vale que parecía que era cornudo pero no era una realidad y no me sentía verdaderamente feliz, faltaba algo para hacerme feliz y no lo sería hasta que la mujer que yo viera follar con otro fuera de verdad mi mujer, es decir que yo estuviera casado con ella.

Pero eso representaba que yo tendría que al fin ser capaz de poder realizar verdaderamente las aberraciones que a veces pensaba mi mente. Tragarme mi orgullo como hombre y consentir que mi esposa fuese follada por todos sus agujeros por machos potentes y armados con poderosas pollas. Besar, lamer o chupar partes del cuerpo de mi esposa que ya lo han sido por sus amantes. Follar un coño repleto de leche de otro hombre y depositar allí también el mío. Llegar hasta el punto extremo de un hombre heterosexual de mamar la polla al macho que se follaba a mi mujer, tragarme la leche que el depositara en cualquier parte del cuerpo de mi esposa y llegar hasta el extremo de dejar que el macho, elegido por mi esposa, la preñara y cuidar i criar a un hijo que muchos sabían que no era mi hijo natural. Todo eso supuso una lucha interior tremenda. Daba un paso hacia adelante y dos hacia atrás, luego era al contrario, hasta que ya cansado de vivir así decidí lazarme a la piscina.

Buscaría una mujer que quisiera hacerme cornudo. Tendría que reunir una serie de requisitos: Ser bastante atractiva, tanto de cara como de cuerpo. Estar bien aleccionada en las artes amatorias, es decir bastante golfa por no decir puta y ser dominante con ganas de humillar a un hombre.

Empecé la búsqueda por los prostíbulos de mi ciudad, pero no encontré a nadie de mi gusto. Amplié la búsqueda a ciudades próximas hasta que encontré a una firme candidata a futura mujer corneadora. Dicho así parece muy fácil pero hacerlo realidad es más difícil.

Era una mujer joven, luego supe que tenía 27 años, aunque no era una belleza de cara, hay que decir que no era para nada fea, más bien normal tirando a guapa y cuando se maquillaba un poco podía quedar espectacular. Su cuerpo sin embargo era, y es, de película, 1.72 de altura, que como casi siempre usa zapatos de tacón alto, la hacen más alta. 105 de pecho, cintura fina y culo espectacularmente redondo y levantado, que conserva hasta el día de hoy, aunque hayan pasado más de veinte años desde que la conocí. Añadiendo a todo esto unas piernas largas y bien moldeadas que hacían de todo el conjunto una mujer muy especial.

A decir verdad no era prostituta del todo profesional, sino que la podríamos clasificar como amateur, ya que en ese tiempo trabajaba en una oficina a media jornada, estudiaba una carrera por las tardes y el fin de semana acudía a una localidad vecina a la de residencia para sacarse unos dineros extras actuando de meretriz de lujo. Solo lo hacía con hombres de su agrado y nunca aquí te pillo aquí te mato, exigía una buena cena, baile y un buen hotel, la verdad es que lo merecía.

A la quinta o sexta salida con ella le hice proposiciones veladas de relaciones más fijas, pensaba que me rechazaría pero me equivoqué. Unos meses más adelante le propuse dedicarse solo a mí abandonado la prostitución de fin de semana y también acepto. Algunos meses más tarde, después de regalarle joyas y vestidos caros pero muy provocativos y de exhibirla por muchos lugares públicos le expuse mis verdaderas intenciones. Cogió un enfado monumental, la verdad aún no sé porque, pero después de dos semanas me llamó aceptando mi propuesta.

Por fin iba a ver mi sueño cumplido mi sueño. Preparamos la boda y la noche de bodas que iba a ser de lo más especial.

Pero eso lo contaré más adelante.