Cómo aprendí que no me gusta el sexo brusco
Durante mi tiempo como estudiante de la Uni, mi novio en turno me llevó de viaje a Acapulco, lugar donde me hizo participe de un sexo más agresivo, más brusco, más salvaje... y así fueron los detalles.
A mí siempre me ha gustado todo lo que tenga que ver con foto, revistas, tele y demás cosas relacionadas con el medio del espectáculo, fue por eso que opté en estudiar una carrera en Comunicación en la UVM, y también tal vez por eso es que siendo más joven me dejaba impresionar fácilmente con alguien dentro de la farándula. Tal es el caso de un novio que tuve en la Uni mientras yo cursaba el sexto semestre, con no más de 21 años. Mi novio se llamaba Ángel Matías (o Mati, que era como todos le decíamos), él era un chico de 26 años en su noveno y último semestre de la carrera. Físicamente era muy alto, casi 1,90mts de altura, de piel clara, figura algo delgada y cabellera de rulos, de hecho mis amigos de clase solían decir que se parecía a un futbolista brasileño de nombre David Luiz, y sí, de hecho tenían cierto parecido.
A Mati lo conocí en los patios de la uni, ya que él y sus amigos necesitaban modelos para hacer una sesión de fotos para una clase con temática de lentes de moda de una marca americana. Dos chicas y yo aceptamos en ayudarles, y durante el shooting fotográfico yo entable una buena conversación con Mati que duró poco más de dos horas, durante ese tiempo platicamos de un sin fin de cosas, como por ejemplo que él solía cubrir muchos eventos culturales, deportivos y de moda, ya que hacia sus practicas profesionales en una revista de farándula. Antes de despedirnos nos pasamos nuestros números telefónicos, en menos de una semana ya habíamos salido y en menos de un mes ya éramos novios.
Oigan disculpen, yo avanzando con la historia y ni siquiera me he presentado. Mi nombre es Pamela Valle, físicamente mido 1,65mts., esbelta, de piel clara, ojos color miel y pelo castaño lacio que me llega poco arriba de la mitad de la espalda. Talla 4, o para ser más específicos: mis pechos miden 87cmts. y los acompañan unos pequeños pezones color capuchino; una cintura de 66cmts. que van acompañados de un piercing en mi ombligo; y mi cadera es de 92 cmts. que tiene un pequeño tatuaje a mi costado derecho de la huella de mi perrito.
La historia que te quiero contar es cuando Mati me invitó a pasar unos días en Acapulco, ya que él iba a cubrir un evento de golf, y yo quería saber cómo era ese medio, además de que su revista pagaba la estadía en una linda cabaña-hotel con alberca compartida y vista a la playa. El plan era ir cuatro días (jueves, viernes, sábado y domingo), los eventos serian en la mañana, por lo que las tardes y noches serian para nosotros. Mati no tenia problemas en obtener permiso de sus padres, pero yo tendría que decir que iría con una amiga y sus padres, a lo que le pedí a una amiga a que hablara con mi mamá por teléfono para confirmar lo dicho de mi parte, por lo que terminó aceptando.
Era jueves en la mañana, la idea era ir en el coche de Mati para llegar en la noche a la cena de inicio del torneo de golf, lo esperé unas cuadras delante de mi casa para no generar sospechas; llegamos a Acapulco para la noche de gala, él cubrió el evento y yo llevaba mi cámara también, aunque solamente lo hacia por gusto. Al termino del evento estábamos muy cansados, así que fuimos un rato a nadar en la alberca, tomamos un trago y a dormir.
Para cubrir el evento del viernes en la mañana tuvimos la misma dinámica, los dos tomábamos fotos, pero él se dedicaba también a entrevistar a los participantes. Para eso de las cuatro de la tarde ya éramos libres para nosotros mismos, por lo que Mati me invitó a comer a un restaurante junto al mar, no muy lejos del hotel. Antes de ir, teníamos que ir a nuestra habitación para cambiarnos la ropa del evento (chinos y playera polo él; vestido ligero blanco, sandalias de tiras y sombrero yo), por algo más casual, a lo que yo sin pensarlo llegué a desnudarme totalmente y pasar frente a él para ir al baño, cosa que imagino él tomo como invitación para portarnos mal.
Yo estaba frente al espejo arreglándome el cabello, cuando veo en el reflejo del mismo a Mati totalmente desnudo y con preservativo puesto, se colocó detrás de mí para abrasarme, me besó el cuello y sentía su pene erecto pegar en mi espada. Me gustaba cómo iba el juego. Me incliné en el lavabo, y aunque el frio del mismo me incomodó, paso rápido al sentir el pene de 18cmts de mi chico pasearse entre mis nalgas y tocar a la puerta de mi vagina. De pronto sentí su mano izquierda en mis tetas, y su mano derecha ensartando su pene en mí. Empezó a bombearme, venia de menos a más, me levanté en puntillas ligeramente para arquear más la espalda y separar mis piernas, con ello yo sentía su pene entrar más dentro de mí y sus testículos pegaban en la parte del frente de mi vagina.
Yo me veía desnuda en el espejo, mi chico tenia la mirada en mis nalgas y yo empezaba a gemir de placer –hum…, sí…, quiero más…, yuuuhmmm…, trsssch…- cosa que lo alentó a ir más rápido, Matí empezó a penetrarme más rápido y más brusco, mis gemidos se tornaron en balbuceos, mi hombre empezó a nalguearme como si no hubiera un mañana y aunque al principio lo vi sorprendida, no tardé en tomar gusto para querer ir a ese ritmo. Mientras su mano derecha no paraba de nalguearme, su mano izquierda pasó de estrujarme una bubíe a tomarme por el cuello -me sacó de onda, honestamente nunca me habían tomado así por el cuello-. Unos minutos pasaron y Mati retiró su pene de mi vagina, se quitó el condón y me jaló del cuello para ponerme de rodillas con mi cara frente a su miembro para eyacular dentro mi boca. Él se veía exhausto, mi cabello era un desastre y tanto mis nalgas como mis pechos estaban tan rojísimos y adoloridos tanto que ya ni siquiera quise ir a comer. Era apenas viernes, y no sabia si enojarme o abrir mi mente a un sexo más brusco con él, ya que en todo el tiempo juntos, nunca había sido tan intenso.
Era sábado en la mañana mientras cubríamos el evento de golf, Mati me había dejado las nalgas marcadas y moradas de ayer, por lo que estaba pensando en si debía ir a la playa en bikini para asolearme esa tarde mostrando así mi cuerpo. Aunque no estaba molesta con él me porté más callada, creo que se sintió algo culpable de ello, por lo que me quería invitar a cenar, a lo que acepté.
Ya para en la noche, el clima era caluroso. Mati llevaba una camisa blanca, bermudas beige y mocasines; por mi parte, opté por un jumper liso verde oliva de tirantes delgados y cortos para mostrar pierna; debajo llevaba panti blanca y también una blusa blanca de manga larga sin bra para ir “libre” y no mostrar de más por accidente si el viento tiraba de mis tirantes; finalmente calcé unas alpargatas de tacón alto con amarre en los tobillos. El restaurante era bellísimo, tenia una decoración rústica e iluminación tenue. A diferencia de las mesas, opté por la barra, simplemente porque en vez de asientos lo que había era columpios, así que estuve toda la cena jugando a balancearme. Pedimos una botella de vino, él pidió pulpo a las brazas y yo filete a la plancha… y no, nadie pidió ostiones o alimentos afrodisiacos.
Después de cenar y un paseo por la playa con besos y faje de por medio, regresamos al hotel ya que en un par de horas tendríamos que ir nuevamente al torneo de golf. El cansancio, y la desinhibición por el alcohol nos hizo decidir dormir desnudos sobre las sabanas y abrazados como tonta excusa para darnos calor. En eso, Mati me empieza a susurrar algo preocupado.
-Pame, oye quería hablarte sobre el otro día.
-Si Mati, qué fue eso, por qué fuiste tan brusco conmigo.
-Es que cuando me caliento me da por ser más intenso, y a veces no me controlo… pero, no te gustó hacerlo conmigo de esa forma más fogosa.
-No Mati, bueno sí… o sea, me gustas y me gusta hacerlo contigo… pero mírame (señalando a mis nalgas moreteadas), nunca nadie me habían tratado así, me saca de onda.
-Ok Pam, de ahora en adelante seré más tranquilo.
-Gracias amor, ahora vamos a dormir.(mientras lo abrazaba él ponía su brazo en mi espalda para acariciarla y yo entrelazaba mis piernas con las suyas dejando mi vagina hacer contacto con su pierna).
Pasaron unos 15 minutos y Mati volvió a susurrar.
-Oye Pam, qué tan marcadas te dejé las nalgas (mientras me movía del hombro).
-Mucho amor, de hecho por tu culpa no voy a poder asolearme con ese bikini blanco tejido en el que me querías ver.
-Y… no me dejarías verlas, no creo que se vean tan mal.
-Menso (me volteé dándole vista entera de mi retaguardia, entendiendo las intensiones sexuales de Mati) míralas, todas moradas, me duelen… verdad que te pasas amor (siguiéndole el juego).
-Perdón chaparra, tal vez si las beso se sientan mejor.
-Tal vez (mientras me ponía boca abajo y tomaba su mano para ponerla en mis nalgas).
Mati se puso de rodillas, sus manos fueron a apretar mis nalgas como pelotas anti-tensión y sus labios también besaban al centro de ellas, las cuales también empezó de poco en poco a abrir, me comenzaba a babear el ano, nunca me habían hecho eso por lo que me sentí un poco incomoda, así que mejor me giré para ofrecerle la vagina, a la que él empezó a besar por los alrededores de mi vulva, se entretuvo por unos minutos hasta que sentí sus manos levantar mi cadera para su comodidad, su lengua estacionó en mi clítoris haciendo movimientos en sentido del reloj, con su brazo izquierdo mantenía suspendida mi cadera en el aire, y con su mano derecha hurgaba en mi vagina con dos dedos y su pulgar masajeando la puerta de mi ano, lo que me hacia gemir: Aiñññ… uhmmm… mmm…
Matías tomó un condón del buró y se lo puso frente a mí, como por telepatía, yo le abrí mis piernas mientras mordía de manera sexy el dedo índice de mi mano derecha, como invitándolo a penetrarme. Dicho y hecho, 18 centímetros cubiertos de látex entraban en mi vagina, yo tenia mis piernas al aire abiertas, sujetadas por mi chico como si fuera manubrio de moto, su mete-saca empezaba a subir de ritmo, tanto que se tuvo que poner de rodillas y pasar mi pierna dejándomelas cruzadas sin dejar de penetrarme, imagino para hacer mi cavidad vaginal más apretada porque sentía más rico. Mientras mis piernas estaban cruzadas, mi espalda estaba completamente recostada sobre el colchón, por lo que Mati podía ver mis pechos bailar al ritmo de sus embestidas.
Todo iba bien, me gustaba el ritmo en que me penetraba mi chico y escucharlo jadear. De pronto empezó a aumentar la velocidad, tanto que sus gemidos parecían gruñidos y los míos balbuceos, me dediqué a disfrutar el momento hasta que de pronto le soltó una bofetada en una teta, luego una segunda y en la tercera bofetada fue cuando le reclamé: “¡Mati, me lastimas!”, él se disculpo sin bajar de ritmo en penetrarme y poco tiempo después empezó a estrujarme las pompas, cosa que me dolió y solté un quejido, él se limitó a inclinarse y tomarme por el cuello con su mano derecha, mientras que con la izquierda me soltó un ligero bofetón en el rostro, con lo que yo le empuje en el pecho, en el segundo le empecé a reclamar y al tercero le solté un golpe en la cara mientras pataleaba para que se me quitara de encima.
Matías me reclamó como si no entendiera qué pasaba, mientras yo estaba enojada y con los ojos llorosos reclamándole mientras le aventaba su ropa para mandarlo a dormir al sofá… y déjenme ponerlo de esta forma, de que solamente mi madre me ha reprendido por un mal comportamiento, y mi padre habría matado al tipo que me pusiera una mano encima como Mati esa vez, por lo que mi reacción natural al recibir una bofetada fue defenderme, digo, si hubiera preguntado tal vez, ya habría sido consensuado, en fin.
Era mañana de domingo, yo no le dirigía la palabra a Mati, por lo cual él se fue a cubrir el evento de golf sin mi compañía. Estaba molesta, pero era mi novio, y antes de ese evento nunca se había portado así conmigo, o tal vez yo no me había dado la oportunidad a esa nueva experiencia. Trate de pensar en algo más, por lo que me puse un bikini tejido blanco y aprovechando que estaba vacía la zona de alberca (ya que todos estaban en el evento de golf con Mati), fui a tomar el sol topless, aunque mostrando algunos estragos en mi cuerpo de días anteriores.
Ya para en la tarde con la mente despejada, vestida con unos leggins negros, una camisa de mezclilla y terminando de poner mi maleta para regresar a la ciudad, estaba consiente en que tendría que hablar con mi chico para decirle que no quería vivir más experiencias sexuales tan dolorosas como la de los últimos días. Casi al instante se va dando una sorpresa para mí, ya que mientras comía una ensalada de atún y una limonada en la cabaña, se escucharon mariachis y la voz de Mati gritando mi nombre con un ramo de rosas en mano. Estaba impactada nunca nadie me había llevado serenata y lo primero que se me ocurrió fue grabarlo para después compartirlo en redes para presumir a mis amigos y que otros agregados murieran de envidia. Cantaron Cien años, Amor eterno y Si nos dejan… no había acabado la ultima canción cuando me le avente a sus brazos para rodear su cintura con mis piernas y besarlo, de hecho, imagino que se debió de ver gracioso para los mariachis que Mati sacara la billetera para pagarles mientras tenía una chica en brazos.
De igual manera, fue entre brazos que entramos a la cabaña con la intensión de hacer… eso. Mati me quitó la camisa y el bra, yo hice lo mismo con su polo, él me llevó a la cama y me tiró en ella, con ello tuvo la oportunidad de quitarme los leggins y las pantis de una sola vez. Por mi parte le respondí por tomarlo del brazo y acostarlo junto a mí, con lo que aproveché para quitarle los pantalones y los boxers para dejar al aire su ya erecto miembro, hincada a un lado de su cuerpo, me incliné para mamar su pene, una mano en la base y otra pegada a mi boca para ir arriba-abajo por unos minutos hasta que se vino en mi boca, antes de pasarme su esperma le mostré la lengua a modo de juego.
Todavía estaba muy caliente, no quería esperar a que Mati se le volviera a parar, así que me incorpore, puse mis piernas dobladas sobre sus brazos, me sostuve de la cabecera para sentirme más en control y puse mi vagina a la altura de su boca para que me hiciera sexo oral; en mi vista hacia abajo podía ver mis pechos y su cara perdida en mi vulva. Con una mano me sostenía de la cabecera, y con la otra movía su cabeza a voluntad, era como un vibrador. Podría haber seguido así hasta llegar al orgasmo, y lo habría hecho de no ser que vi el pene de mi macho ir nuevamente para arriba, por lo que opté por cabalgar esa polla.
Tomé un condón del mueble de la cama, se lo puse y sin dar tiempo lo metí en mi vagina, empezamos lento y de nuevo Mati quería subir el ritmo, lo cual iba bien hasta que las estrujadas a mis pompas se empezaban a convertir nuevamente en nalgadas, algunas inclusive pegaron en el hueso de mi cadera (pelvis), lo que me dolió, y lo trate de mitigar al sostenerle las manos con las mías, no funcionó. Siendo honesta, a esta altura, yo solamente quería hacerlo eyacular y tratar de no arruinar lo que había sido un lindo detalle hacia mí con lo de la serenata, así que empecé a moverme más, subía y bajaba rápido, mis pechos rebotaban, sonaba el chocar de mi trasero con sus piernas y mis gemidos eran un tanto más fingidos para hacerlo terminar.
No me preguntes cómo, pero en ese mete-saca tan intenso, su pene de 18 centímetros se salió de mi vagina en un par de ocasiones, por lo que Mati rápidamente trataba de embonarlo. Seguíamos y de nuevo salía su pene, fue como a la quinta vez que se salió su miembro que un accidente feo pasó. Su pene no entró en mi vagina, pero sí llegó a hacer fricción con el perineo de mi cuerpo al momento de bajar. Se escuchó un crujido y Matías gritó de dolor como nunca había escuchado a alguien en mi vida, ni siquiera en las películas.
La preocupación aumentó al ver que su miembro se tornó morado, por lo que nos tocó llamar a la ambulancia para llevarlo al hospital, donde nos dijeron que su pene se había fracturado. Sí, mi perineo había impactado con su pene, rompiendo la túnica albugínea, una envoltura fibrosa por donde pasa una arteria que bombea sangre al pene para mantenerlo erecto cuando el hombre se excita, fue algo feo de ver y difícil de reparar por los médicos, créanme, no quieren vivir eso.
En fin, el resumen sobre mi viaje fue que... recibí mi primer serenata; aprendí que no me gusta el sexo brusco y si alguien quiere algo conmigo tendrá que aceptarlo; que un pene se puede fracturar aunque no tenga huesos; y que Mati es el único chico en el mundo que se puede jactar de haber terminado conmigo y no al revés... aunque... a qué costo.