Como aprendí de mi madre

De una paja solitaria nació mi primera experiencia sexual.

Recuerdo mi primera paja... yo tenía once años y vivíamos en una casa bastante grande. En aquellos años cualquier cosa o situación conseguía que mi polla se levantase rápidamente y para desfogarme recurría a revistas de sociedad donde aparecía alguna famosa en bikini o ropa insinuante. Como digo cualquier cosa era suficiente para que ardiera la lujuria mental de una paja.

Una tarde nos visitaron unos tíos míos. Estábamos solos mi madre y yo cuando llegaron a tomar café. Mi tío Julián era un hombre no muy alto, por lo menos más bajo que mi tía. Ella, Marilu como se llamaba, era una mujerona morena de hermosa cara, con unas tetas no muy grandes pero bien puestas y un culo muy apetitoso. La cosa es que estuve toda la tarde mirando y memorizando a mi tía para poder después pajearme en su honor.

Una vez se marcharon, mi madre me comentó que iría a casa de la vecina de abajo para preguntarle algo. Tomé con disimulo una de las revistas de mi madre y marché a la habitación a cascármela. Escuché como cerró la puerta y acto seguido me bajé un poco el chándal y me la saqué. Pasé las páginas buscando la inspiración.

-¿Quieres que te ayude? –escuché la voz de mi madre. –No te asustes, lo que haces es normal... sólo te pregunto si te ayudo...

No sabía que hacer, así que me dejé llevar y me giré para que mi madre hiciera lo que quisiera.

Con suavidad me quitó los pantalones y los calzones. Mi polla estaba erecta con la situación. Vi como mi madre me agarraba la polla y cerré los ojos para sentir el roce de su mano que comenzaba a masturbarme. Sentía como subía y bajaba por ella y con la otra mano me tocaba los testículos.

Abrí los ojos y me fijé en mi madre. Tenía por entonces treinta y un años. Sus pechos eran grandes, su pelo ondulado y castaño hasta los hombros. Tenía un poco de barriguita por el embarazo. Sus caderas eran anchas y su culo hermoso. Sus largas piernas tenían unos muslos preciosos. Sin pensarlo alargué la mano y la puse sobre uno de sus muslos, sintiendo la suavidad de su piel, ya que llevaba una falda que le quedaba por encima de las rodillas.

-¿Esto es lo que ves para masturbarte? –tomó la revista con una mano sin dejar de acariciarme con la otra. –No está mal la chica, pero... ¿no prefieres esto?

Sin dejar de acariciarme se subió la camiseta con la otra mano y me mostró los pechos cubiertos por un sujetador. Yo sentí que me iba a correr. Me soltó y se quitó la camiseta y quedó con el sujetador. Volvió a agarrarme la polla y yo metí la mano más entre las piernas de ella para acariciarla.

-Veo que te ha gustado... –dijo y abrió un poco las piernas para que la pudiera acariciar a placer.

Bastaron unas caricias para que me corriera en la mano de mi madre. Por mi edad no salió más que un poco de líquido. Mi madre se agachó y lo lamió para limpiarme la polla. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al sentir mi polla envuelta por su boca. La calidez y el placer de las caricias de la lengua de ella hicieron que me empalmara otra vez. Veía a mi madre en sujetador inclinada sobre mí... sentir la boca sobre mi polla y las caricias me volvían loco. Me doblé un poco y conseguí meter la mano un poco más entre sus piernas, pero era difícil de acariciarla en aquella postura.

-Vayamos a mi habitación. –se levantó de la cama y me cogió de la mano para llevarme a su cama.

Yo estaba muy excitado y mi polla, que aún no estaba totalmente desarrollada, apuntaba al cielo con más ganas que nunca. Me quitó la camiseta y me tumbó en medio de la cama boca arriba. Junto a la cama de pie se desabrochó la falda y se la quitó. Unas hermosas bragas cubrían su coño del cual se transparentaba el negro de los pelos en los encajes. Su cuerpo era precioso. Se subió en la cama y se tumbó junto a mí. Con una mano comenzó de nuevo a acariciarme la polla, mientras pasaba su lengua por mi infantil pecho. Bajó hasta que llegó al pene y comenzó a mamarlo.

Yo alargaba la mano y acariciaba lo que podía de su cuerpo. Ella notó que tenía dificultades para tocarla y se incorporó. Se puso a cuatro patas y su culo lo colocó junto a mi cara. Me incorporé y le besé las nalgas mientras le acariciaba a placer aquel gran culo. Pasaba la mano por la raja de su culo por encima de las bragas sin saber bien que hacía. Estaba en un sueño de excitación. Tenía a mi madre desnuda... tocándola... me chupaba... Estaba en la gloria y, sin poder decir nada, me corrí en su boca. Ella sintió el poco líquido que salía en su boca y la siguió chupando hasta que quedó fláccida.

-¿Te ha gustado? –me preguntó y no pude más que mover la cabeza para indicarle que sí. –Pues te voy a enseñar algo... Vas a aprender a dar placer a una mujer, así cuando estemos solo, como hoy, nos daremos placer si queremos.

Se puso de rodillas en la cama y comenzó a quitarse el sujetador. Al poco vi como liberaba sus dos hermosas tetas. Tenía unas aureolas medianas y de color rosado, pero sus pezones estaban duros y provocadores. Me arrodillé delante de ella y comencé a mamarles las tetas y chuparle los pezones.

-Veo que el tema de las tetas lo dominas... –me dijo con un pequeño gemido al sentirme. –No tan fuerte que me haces daño...

Yo cambiaba de una a otra como si estuviera poseído siguiendo sus indicaciones. Me paró y se tumbó en medio de la cama boca arriba. Me llamó y me subí en ella metiéndome entre sus piernas y colocándome para que mi boca estuviera a la altura de sus preciosas tetas. Estuve todo el tiempo que quise chupando, comiéndome aquellos duros pezones y dándole placer a mi madre que gimoteaba con mis caricias. En mi barriga sentía el calor que emanaba de su coño aún cubierto por las bragas.

-Pasa tu lengua por mi barriga hasta que llegues a mis bragas. –me indicó y obedecí.

Deje el paraíso de sus tetas y comencé a lamerla como me iba indicando, jugando con su ombligo, subiendo de nuevo por un instante a sus tetas para volver a bajar. Puse una mano sobre su coño y sin saber por qué comencé a acariciarla.

-Bien, apunta maneras... –me animó. –lo de tocarme el coño está bien.

Ya comencé a actuar según mi imaginación. Bajé la cabeza hasta la altura de su coño y comencé a mordisquearlo por encima de las bragas. Sentí como ella se empezaba a retorcer por el placer y gemía levemente. Con una mano me acarició la cabeza como gratitud por lo que le hacía. Noté que las bragas comenzaban a mojarse.

-Perdona, te estoy mojando las bragas con mi saliva. –le dije inocentemente.

-No es tu saliva, si no el líquido que tenemos las mujeres cuando nos excitamos.

Me apartó un poco y se quitó las bragas, abrió las piernas a ambos lados y con los dedos se apartó los labios del coño. Podía ver el agujero de su vagina.

-Ahora hazme lo mismo que me has hecho antes pero sin bragas. –y la obedecí.

Bajé mi cabeza y con mis labios mordisqueaba cualquier parte de su coño. Ella gimoteaba. Vi el bulto de su clítoris y me puse a morderlos con los labios. Mi madre se volvió loca, movía sus caderas al ritmo que yo le pasaba los labios y sus gemidos se incrementaron. Pensé en como ella me había chupado antes mi polla y se me ocurrió hacerle lo mismo en su pequeño bulto. Sin avisarla rodeé su clítoris con mis labios y chupé con fuerza. Gruñó como un animal y me pedía más. Ya no movía las caderas, si no que se convulsionaba. Sus gemidos aumentaron en intensidad y velocidad. Me agarró fuertemente la cabeza con una mano y me pidió que no parara. Comenzó a gritar como poseída y sentí que por mi boca corrían sus flujos... mi madre se había corrido en mi boca. De nuevo, y sin pensarlo, se me ocurrió pasar mi lengua por toda su raja de arriba abajo. Mi lengua sintió el sabor de mi madre y su olor me inundaba. Mi polla volvió a reaccionar y se puso dura.

-Métemela hasta el fondo... –me ordenó tirando me mi cabeza para que la sacara de su coño.

Si saber bien que hacía, me coloqué encima de ella y puse mi polla a la altura de su coño. Ella la agarró y la apuntó a su vagina. Me ordenó que empujara. Sentí como mi polla entraba en aquel caliente y húmedo coño. Empujé hasta que mis huevos chocaron con su culo. Ella me rodeó con sus piernas y comencé a meterla y sacarla de su coño. Gemíamos como locos a la vez que follábamos.

Me paró y me tumbó en la cama. Abrió las piernas y comenzó a montarme, metiéndose hasta lo más profundo mi polla. Se movía y restregaba su coño por mi pelvis gimiendo y haciendo que yo volviera al éxtasis de la lujuria. Estaba follándome a mi madre que estaba más buena que la mayoría de la mujeres con las que me pajeaba y ella disfrutaba conmigo. Sentí a mi madre que le llegaba otro orgasmo y no pude resistir y me volví a correr en su coño.

Quedamos los dos tumbados y abrazados en la cama. Aquel día nunca lo olvidaré, lo que empezó como una paja solitaria se convirtió en mi primera experiencia sexual... y con mi madre.