Como aman los dioses (XXIII) - Paraíso.
Tristeza, miedo y felicidad, sentimientos de mortales. Los Dioses existen y son criaturas caprichosas que no dicen por favor, ni dan las gracias. Pero, ¿qué pasaría si dos Dioses se enamoran de un mismo mortal?, una guerra por amor se desatará y el joven muchacho en medio del fuego cruzado quedará.
Como aman los dioses (Capítulo XXIII) – Paraíso.
[Evan]
—¿Ya te habías montado antes en un avión?, ¿Cierto?—
—Solo una vez, cuando llegué acá—tragué saliva.
—No estés nervioso, todo saldrá bien—dijo tocándome amablemente el hombro, me miraba con dulzura, quizás esos ojos coloridos si estaban hechos de verdadera miel, por lo que de seguro sus pecas eran chispas de chocolate.
Y nos alzamos en el aire dentro de ese magnífico y ruidoso Pegaso de metal. No sabía muy bien que esperar de este viaje, quizás hacer todo el trabajo que Céfiro adora ignorar. Intentaba mantenerme positivo y sonriente, el muy idiota ni siquiera me dejó alguna excusa para negarme. En el peor de los casos tal vez le acompañase a alguna de esas fiestas elegantes, no me creía del todo ese discurso suyo de que serían unas vacaciones disfrazadas de trabajo, era obvio que se trataba solo de trabajo, su trabajo, que en realidad me dejaba a mí.
Céfiro se colocó los audífonos los conectó a la pantalla del asiento y se puso a ver una película, ni siquiera me fijé en que estaba viendo, estaba demasiado sumido en mis pensamientos. Efectivamente era la segunda vez que me montaba en un avión, deseaba poder abrir las ventanas y tocar las nubes, siempre había querido sentir como es una nube, recosté mi cabeza en la ventana, esto me traía algo de melancolía, llegar a este lugar con una maleta medio llena, con sueños y esperanzas en ella, en ese momento juraba que mi futuro sería cantar y que me arrojarían más que monedas para vivir de ello, en qué momento se torcieron tanto las cosas.
Y cerré mis ojos, me dormí.
[…]
Y parece que no todo había salido mal, frente a nosotros yacía un coloso de concreto amarillento cubierto de cientos de paneles como espejos, parecía conquistar el cielo y a nuestro alrededor un millar de palmeras bailando al son del viento, ese viento tenía un aroma a mar que me recordaba mi hogar. Era hermosa la costa y el mar infinito al fondo del hotel, era acogedor y a la vez desolador el laberinto de autos solitarios aparcados del que estábamos batallando por salir en el estacionamiento del hotel. El sol no estaba muy fuerte, y la tarde nos arropaba. Intenté llevar mi propia maleta pero el botones insistió más de lo que logré batallar, no lo culpo, yo en su lugar también habría querido hacer mi trabajo, solo que yo no estaba acostumbrado a dejarme hacer las cosas.
—¿Te gusta?—Preguntó Céfiro—Que opinas del hotel—
—¿Quieres la verdadera verdad?—
—No podría ser de otra forma contigo jajajaja, por eso te estoy preguntando Evan—me dijo antes de subir al ascensor que estaba hecho completamente de cristal.
—Me parece muy ostentoso, es lindo, parece un paraíso tecno - tropical, pero no puedo evitar pensar en lo que debe costar una noche aquí—
Céfiro sonreía de forma burlona, creo que ya sabía mi respuesta y mi posición frente a gastar grandes cifras de dinero innecesarias.
—Sí te soy completamente franco—dije directo a su oreja a manera de susurro para que el chico que controlaba el ascensor no nos escuchara—Me parece muy exagerada la decoración, creo que se ve un poco recargado—
—¿En serio?—decía con una risa cómplice.
—Sí—le decía yo con una risilla tonta mientras nos guiaban a nuestras a habitaciones—Tan solo mira el piso, hubiese estado mejor un color claro, aun te paso el color negro que ya tiene, parece un espejo de lo limpio que está, pero estos detalles dorados brillantes rayan lo ridículo—
—Esta es su habitación Señor Astraios—le dijo el botones a Céfiro.
Este le dio todas las indicaciones a Céfiro y dejó su equipaje en su suite con vista al mar, antes de acompañarme a mi propia habitación.
—“Lamento que no te haya gustado la decoración de mi hotel Evan, de seguro pensaré en contratar a un nuevo decorador para modificarle”—
Aun me miraba en el espejo de mi habitación y ni siquiera con el agua helada conseguía bajarme el rubor que tenía por la inmensa vergüenza que tenía, había criticado el hotel de Céfiro, es decir, no es que fuese obvio que el hotel donde nos hospedaríamos le perteneciese a Céfiro, es hasta descabellada la idea, pero con él y su hijo, puedo esperar que sean dueños de cualquier cosa… A veces creo que también quieren comprarme a mí también.
De repente mi móvil sonó… “Me tomé la molestia de calcular el tiempo que tardarías en llegar a tu hotel, por favor no me crucifiques como a un acosador, solo quería preguntarte que tal estuvo el viaje… XOXOXO Att: La peor pesadilla de Marcanty”.
No pude evitar sonreír como idiota, Magnus sí que se esforzaba por hacerme sentir no se… ¿Querido?, no sé si esa sea la palabra indicada, pero definitivamente la sensación era así de bonita.
[…]
Ya habían pasado dos días desde que habíamos llegado a la costa, habían sido días pesados y había conocido gente interesante e importante y me había dado cuenta de que la costa le pertenecía casi que completamente a Céfiro, era dueño de una enorme cantidad de hoteles y negocios importantes en la región. Nos habíamos dedicado a visitar y supervisar los hoteles y los locales, conocer a los trabajadores, había momentos en los que me sentía como el asistente de una estrella de cine, en cada sitio había una cantidad estúpida de gente sobreexcitada y aduladora esperando conversar con Céfiro, no entendía por qué tanto alboroto, a fin de cuentas era solo un empresario.
—Evan, acércate quiero presentarte a alguien súper especial—me dijo Céfiro con una seña de manos.
Estábamos en otro establecimiento, en una especie de fiestecilla en honor a la venida de Céfiro y yo estaba abarrotado de trabajo, no erré al pensar que Céfiro me arrastraría hasta acá solo para hacer todo el trabajo administrativo y aburrido que él no quería hacer, mientras que él bebía vino, champaña o yo que sé que cosas tuviesen esas copas, igual yo siempre las rechazaba, no podía estar ebrio en mi trabajo, que aunque estuviese disfrazado de diversión seguía siendo mi trabajo. Mientras que mi rizado jefe conversaba con gente importante, yo permanecía de incognito en segundo plano trabajando.
—Evan, te presento a León Donarte, él es mis ojos, oídos y boca en este hermoso paraíso tropical, es el hombre al frente de todos mis negocios e intereses en la zona—Yo le extendí la mano—León te presento a Evan Hyacinthus, es mi mano derecha e izquierda ahora mismo, de hecho es algo así como que tu jefe directo en este momento ¿Eh?—Y Céfiro estalló a carcajadas dándole codazos a León, este último era un hombre altísimo blanco, calvo y corpulento, ligeramente regordete y sus hombros seguro tenían la misma envergadura del avión en el que llegamos, y también tenía cara de bulldog.
Este último no parecía muy alegre por la situación, me apretó fuerte y vigorosamente la mano mientras permanecía sumamente serio, quizás un poco fastidiado por el buen humor de Céfiro, aunque no parecía molesto, daba la impresión de que llevaban conociéndose desde hace tiempo.
—Parece un poco joven para ejercer un cargo tan importante señor Hyacinthus—
—No te engañes por su apariencia León, Evan es un joven incansable, sumamente trabajador y lo más importante de todo, es capaz de soportarme—
—Sí es capaz de soportar las tonterías del señor Astraios entonces es el joven más capacitado para ejercer sus funciones, lo felicito—y volvió a estrechar mi mano esta vez con algo parecido a una sonrisa abstracta en su rostro.
Francamente me daba un poco de risa (interna) que le llamara tonto y luego señor a Céfiro, definitivamente llevaban tiempo de conocerse.
—Bueno León, sabes cómo funciona esto, debo ir a saludar a varios inversores, espero verte en la inauguración del Mall, y ni creas que dejare que te escapes de la fiesta de celebración ¡Don aguafiestas!, es más, trae a tu hija si gustas…—
—Si no tengo otra opción, señor—dijo con la cara plana de resignación.
—No, no la tienes, ahora si me disculpas—y Céfiro se escabulló entre la gente.
[…]
—No me termino de comer el cuento de que te eligió por lo incansable que eres en el “trabajo” muchachito, no es mi trabajo saber, ni tampoco de mi incumbencia lo que haga Céfiro con su vida personal, lo único que me importa es el trabajo, así que asegúrate de no meter la pata, porque si lo hundes, nos hundes a todos, y si todos caemos te sepulto…—me dijo León antes de darle un sorbo a un vaso de ¿Whiskey?
Yo quedé petrificado ante la revelación, francamente no esperaba sonrisas de él ni nada de eso, es decir, se ve como un tipo muy serio, pero por favor, ¿Me acaba de conocer y me amenaza?, ¿Quién carajos se cree ese tipo?
—EVAN VEN AQUI—le oí gritar a Céfiro entre el mar de gente.
—En primera… No tenemos nada él y yo, y definitivamente no es de tu incumbencia si lo llegásemos a tener, así que mejor preocúpate por hacer tu trabajo que yo hare el mío…—
—Eso está por verse… Niño—me dijo de forma paciente, retante dando otro sorbo a su trago.
—¡EVAAAN!—Gritaba Céfiro.
—Que te den por culo, idiota—y le saqué el dedo medio a León antes de irme a ver que quería Céfiro.
[…]
Al final todo resultó salir bien, trabajé más de lo usual y me sentía satisfecho por poder hacer mi trabajo, eso sí, creo que Céfiro me estaba cobrando los aumentos porque definitivamente me estaba explotando este par de días... Llegamos al hotel y me fui derechito a mi habitación, moría por sacarme los zapatos que me estaban matando y quedarme en pelotas, la corbata me tenía sofocado… Me desvestí rápidamente anhelando un baño con agua caliente para relajarme y dormirme como un bebé. Estaba a punto de meterme en la ducha pero el teléfono sonó, miré en la pantalla a ver de quién era el mensaje… Céfiro, ¿Qué quería ahora?
“Te necesito a la brevedad en mi habitación”. ¡Maldita sea!, no pensaba darme descanso… Le demandaría por explotación laboral, estaba a punto de anochecer y si me duchaba de seguro caería rendido como un tronco en la cama así que preferí omitir el baño, me puse algo cómodo y me dirigí resignado a la habitación de Céfiro, que gracias al cielo estaba cerca de la mía.
—Bueno jefecito, aquí estoy ¿Para que soy útil?—
—Para muchas cosas Evan, toma asiento—me dijo con una sonrisa, lo observé, estaba muy guapo y vestía casual, al muy hijo de puta si le había dado tiempo de darse un baño, aun desprendía gotas de agua bajando por sus risos.
—Solo espero que no estés considerando despedirme—
—Acaso a León se le fue la mano hablando contigo—
—Quizás te diga que sí, quizás no, no soy de los que sabotean a sus compañeros de trabajo, por muy pesados que sean—respondí un poco molesto, intentando que no se notara mucho.
—Veo que no te cayó muy bien—
—Fui yo quien no le caí bien—contraataqué.
—Supongo que esta celoso—
—De quien… ¿De mí?, eso es ridículo—dije sintiéndome como un tomate.
—Es lo más probable—
Realmente me costaba creer que León fuera gay y estuviese enamorado de Céfiro, definitivamente harían una pareja algo extraña.
—Es obvio que está celoso porque alguien tan joven como tú tenga el puesto que tienes, como dije antes, técnicamente también eres su jefe porque tú transmites mis órdenes y decisiones a todos mis negocios, después de todo ser el asistente del jefe te hace parte de la jefatura—
—No lo había pensado de esa forma…—
—Uno debe pensar de todas las formas posibles para encontrar todas las variables del destino Evan, ese es el secreto del éxito, prever todos los escenarios posibles y jamás fallar—
—¿Tú has fallado alguna vez?—pregunté tontamente, luego medite y me retracté de mi pregunta, pero ya la había dicho en voz alta.
—Vaya de pregunta que me has lanzado Evan…—dijo mirándome directamente a los ojos.
Eran tan bonitos sus ojos, tan luminosos, el sol se estaba ocultando al fondo, postrándose al mar, era ese bonito momento de la tarde donde sus rayos se tornan de ese delicado color naranja, y la luz le acariciaba tiernamente el rostro a Céfiro, no podía negar que era hermoso, esa cara tan aniñada, blanca como la leche con cejas castañas tupidas y salpicada por unas cuantas pecas, todas parecían colocadas estratégicamente para verse delicadas, no pude evitar sentirme extraño en ese momento, detallándolo. El lugar no ayudaba mucho y solo acentuaba cada pequeño detalle en él. El mar al fondo tan pacifico e infinito, la brisa marina se colocaba en la suite y elevaba las cortinas vaporosas y traslucidas, quería escapar de allí, no quería sentirme así, conmovido.
Y tocaron la puerta.
—No sabía que esperábamos a otras personas, me hubieses dicho y me habría vestido más presentable, y ahora que lo pienso… Ni siquiera me has dicho el motivo por el que me llamaste…—
—Deja de ser tan quejumbroso Evan, estás demasiado joven para ser un cascarrabias, así como estás te ves muy bien y respecto al motivo de mi invitación… Ya lo averiguarás—dijo mostrando una tremenda sonrisa antes de perderse en el pasillo.
—Solo espero que no hayas invitado a León, le dije a modo de broma—
—SI QUIERES PUEDO DECIRLE QUE VENGA, SOY SU JEFE, Y NO LE QUEDARIA OTRA OPCION—
—¡NO! NO… ¡OLVIDALO!, lo dije jugando—
—Cobarde—dijo riendo, venia empujando uno de esos carritos que usan para servicio a la habitación, traía un festín en el.
—¿Y eso es para…?—
—Para nosotros, te invité a mi habitación para que cenáramos juntos, sé que debes estar cansado por tanto trabajo, no creas que soy un tirano y no me doy cuenta… O bueno… Quizás si sea un tirano—dijo riéndose mientras situaba el carrito en el balcón y ubicaba la comida en la mesa que estaba allí junto a un par de sillas-
—Creo que si eres un tirano—dije quejándome en juego.
—Pero por lo menos me doy cuenta de que lo soy… Es por ello que quiero que comamos juntos, nos relajemos, vemos como el sol se esconde y triunfa la luna sobre los dominios de Poseidón—
—¿Ah?—
—El mar Evan, ¡El mar!—
—Ah… Jajajajaja así si te entiendo—
—Bueno, ven, acércate, vamos a comer—
Y no me quedó más remedio que levantarme del sillón en el que estaba tan cómodo, estaba tan cansado y no me quería parar, Céfiro por el contrario era todo sonrisas, ánimo y energía, a veces me preguntaba si era humano, nunca lo veía cansado o de mal humor.
Le ayude a terminar de organizar la comida y nos dispusimos a cenar, empezaban a aparecer las primeras estrellas y el viento comenzó a arreciar.
—Respondiendo a tu pregunta de hace rato respecto a si he fracasado alguna vez…—
—Oh no, no, olvídalo, fue una pregunta de mal gusto, discúlpame no hace falta que me respondas nada… Soy un metiche—
—Me gustan los metiches—dijo mirándome con seriedad.
—Ejem… Ejemm…—no pude evitar atorarme un poco por la sorpresa y comencé a toser.
—Ten toma algo de agua…—dijo sirviéndome—Y bueno, quieras o no, igual te responderé, me gustan que me pregunten cosas, tristemente todos me ven con temor y nadie quiere hacerse amigo del jefe—dijo haciendo pucheros. Mi hizo gracia.
—Pobre de ti—dije riendo.
—Pues sí. Continuando con lo otro, fíjate que me ha ido bien en la vida, casi nunca me ha salido nada mal…—
—¿Casi?—dije levantando una ceja.
—Sí. Hace mucho tiempo conocí a una persona maravillosa, desbordaba alegría, era honrada y era como la vida misma, llena de vigor y tanta pasión por las cosas que hacía, y su sonrisa… Podía iluminar el camino más oscuro. Tú sabes, ese tipo de persona que todos desean—
Yo sonreía como tonto, que lindo se expresaba de la mamá de Seymour, me la imaginaba como este me la había descrito antes, una mujer hermosa, atlética y apasionada, como una amazona.
—Todo iba bien con esa persona, yo le gustaba también y pasábamos muchas horas del día juntos, hasta que un día descubrí que yo no era el único en su vida, tenía otro pretendiente y él no tenía nada que envidiarme, era un oponente soberbio, cualquiera se hubiese rendido con tal de no competir contra él, cualquiera habría dimitido pero yo no me rendiría porque estaba demasiado enamorado, quería alcanzar ese amor a toda costa. Y así comenzó una guerra poco convencional—
—¿Y qué sucedió luego?—
—Te seguiré contando si tomas algo de vino—
—Prefiero no hacerlo—
—¿Sabes?, deberías relajarte un poco Evan, para llevar la carga de un trabajo como el nuestro a veces es necesario sentirse liviano, no me tomes a mal, no estoy en la movida de las drogas ni nada de eso, pero el vino sí que puede hacer un gran trabajo—dijo sorbiendo su propia copa.
Yo tomé la mía en manos y vi mi reflejo en ella, me sonreía, pero la imagen era turbia y olía agria.
—No te matará… Evan—di un pequeño suspiro y sorbí, tan agria, tan dulce tan un poco de aquello y de esto.
—¿Feliz?—pregunté.
—Bastante—
—Ahora continúa con la historia—
—Que mandón—respondió carcajeándose—Que no se te olvide que el jefe soy yo—
—Sí, sí, lo que tú quieras, sé un buen jefe y continua con la historia—dije riendo y volví a sorber mi copa, ya la segunda vez no me sabia tan feo.
—De allí ya no hay demasiado que contar, me eligió a mí, yo fui el vencedor—
—Me alegra… Aunque no entiendo, ¿No se supone que perdiste?—
—Sí, perdí a mi amor—
—¿Cómo así?—
—Mi oponente no soportó los celos y en un ataque de ira le mató—
Yo no supe que decir, sentía vergüenza y pena por Céfiro, aunque algo no encajaba en mí, Seymour nunca me dijo que alguien había matado a su madre, pero la verdad no recordaba muy bien los detalles, quizás sí. Le di otro trago a mi copa, le vi y su mirada se veía perdida, había naufragado en algún lugar del océano que teníamos al fondo.
—Lo siento—
—No lo sientas—dijo volviendo a mí, sonreía con melancolía—A veces la vida nos da segundas oportunidades Evan y uno debe aprovecharlas a toda costa—sus risos largos se movían al son de la brisa y sonreía.
—Amo esa canción—
—¿Que canción?—
—Esta—dijo poniéndose de pie y se dirigió al panel del sistema de audio de la habitación, y le subió volumen, la radio estaba puesta y ni siquiera lo había notado, que buen oído tenía Céfiro.
—They say I'm too young to love you—
—I don't know what I need—
Céfiro se detuvo en medio de la habitación y cerró sus ojos. Se dejó mecer al son de la melodía que lo impregnaba todo de melancolía y dulzura, levantaba sus brazos y frotaba su cabeza, movía sus dedos tan elegantemente como en una caricia al vacío, sonreía y se deleitaba, yo no podía parar de mirarle, estaba mal pensar en lo que pensaba en ese momento, cuando su camisa se levantaba y dejaba entre ver un poco de su abdomen y el camino a la felicidad, que mal estaba, que bien se sentía estar mal.
—Ven—había abierto los ojos.
—No sé cómo bailar eso—
—No se trata de hacerlo bien, se trata de disfrutarlo—
No sé qué vi, pero me sentí atraído a aquello a lo que temía, ¿Hacer el ridículo?, acaso eso era importante en este momento, hay situaciones que nos desnudan hasta dejarnos con el alma expuesta y simplemente nos dejamos llevar, y bailé, bailé junto a él, no había nada planificado en ello, simplemente me dejé llevar, con las caderas contorneándose ligera y suavemente con los brazos al aire. Y nuestras miradas se encontraron y nos fuimos acercando poco a poco el uno al otro, como dos imanes, ambos sabíamos que lo queríamos pero ninguno pronunciaba palabra alguna, dejábamos que la danza hablara por nosotros, casi podía sentir su aliento en mi rostro, y luego ese tímido roce entre nuestros dedos…
—Yeah my boyfriend's pretty cool—
—But he's not as cool as me—
Sus ojos ya ocultos en una tenue oscuridad, producto de la noche, pero sabía que estaban allí y me estaban observando fijamente, decidí dar el siguiente paso y entrelacé mis dedos con los suyos y me sentí bien, pero de inmediato se deshizo del contacto con desagrado, intentó disimularlo pero había sido demasiado abrupto.
—Creo que ya es hora de dejarte descansar Evan, te acompaño hasta la puerta—
Me quedé allí de pie frente a él, exigiendo una explicación en mi propio silencio, pero Céfiro me dio la espalda, asentí con amargura y me dispuse a conservar lo poco que quedaba de orgullo, salí hasta el pasillo a toda prisa.
—No quiero emborracharte Evan, te necesito sobrio y descansado para que ambos podamos salir a flote entre tantos compromisos—
—Tiene mucho sentido para mí, que tengas buenas noches Céfiro…—y me fui con marcha militar hasta mi habitación.
Cerré de portazo, y comencé a desvestirme con prisa, necesitaba despojarme del olor a sudor y de esa sensación pegajosa que me cubría. A que carajos está jugando céfiro, quien se cree, y yo soy un pendejo por caer en su juego de tira y afloja, por Dios, que idiota soy. Y abrí la ducha y todo comenzó a desvanecerse, el agua tibia comenzó a relajarme. Me senté en el suelo de la ducha y permanecí con la mirada perdida dejando que el agua arrastrara mi rabia. Sí, Céfiro es un idiota y tiene la estúpida idea de que puede reclamar todo como su propiedad por tener mucho dinero, pero yo también tenía parte en esto, yo le daba pie para que él siguiera con esos juegos… ¿Por qué?
Se supone que es el padre de Seymour, de mi amigo (si es que aún lo somos), y es la persona que más daño le hace en este mundo, y yo de idiota vengo y caigo en el juego de su padre. Sí, puede que Seymour haya intentado violarme, pero no por eso voy a ir a cogerme a su padre para vengarme, aún conservo mi sentido común pero… Igual allí estoy siguiendo su juego, estoy seguro de que es algo netamente físico, ¡Sí!, porque no me atrae su dinero, ni su personalidad, supongo que han sido situaciones que me han puesto en jaque ante él. Eso es, debo resistir mi impulso de idiotez, es solo un pedazo de carne para mí, no representa nada excepto eso, solo debo resistir la tentación.
Salí de la ducha y me sequé, no me apetecía vestirme así que me fui en bolas hasta la cama, estaba a punto de caer rendido, pero mi teléfono sonó, era un mensaje.
“—Magnus: No te he querido llamar porque imagino que has estado muy ocupado, has estado alejado de las redes, y lo que menos quiero hacer es importunarte, en fin, mucho cacareo de mi parte, solo quiero decir que tengas linda noche y que aquí sigo esperando a que regreses, te extraño… xoxoxoxo Magnus.”
Esbocé una sonrisa de lado a lado y suspiré, estaba demasiado cansado como para responder, le respondería mañana mejor.
—Magnus—dije en voz alta, tan solo pensar en él me ponía de buen humor, ese chico tenía algo que calaba profundamente en mí y definitivamente quería saber que era esa conexión, definitivamente no podía regresar con este lio mental que tenía por culpa de la familia Astraios (tanto padre como hijo), debía hacerlo con el norte bien despejado, no podía hacerle eso a Magnus, llegaría al meollo del asunto y le cortaría de raíz.
[Seymour]
Lentamente me sube la fiebre, poco a poco se nubla mi vista y mis labios tiemblan de frio, ya mis piernas no tienen reflejos. Las horas se consumen confusas, ya no sé si el tiempo mismo es producto de mi imaginación, si soy real, o si este dolor, si este veneno que vive en mi mente es real.
—Búscalo, no quiero que esté junto a él—dije en sollozos.
—No señor, no haremos eso, deje al muchacho en paz, ¿Qué no ve lo que él le está provocando?—dijo Arthur con rabia, mirándome con preocupación.
—No fue él, fui yo, es mi papá—
—No lo entiendo señor—
—No hace falta que lo entiendas Arthur, ya no hace falta nada, ya nada tiene sentido, ve a tu casa con tu familia—
—Usted también es mi familia—dijo con tristeza.
—Pero yo no puedo ir a casa contigo—dije con melancolía.
—No, no podemos hacer eso—dijo con una sonrisa magullada por la tristeza.
—Entonces ve, estaré bien—
—¿Lo promete?—
—Lo prometo—dije fingiendo bienestar.
—Bien, lo veré mañana—dijo antes de salir de mi habitación.
Y por esa puerta salió, la única persona importante en mi vida, la única a quien le importo. El silencio me abrumó, el vacío en la habitación y la oscuridad, quería huir de todo, pero no podía huir de mí mismo, de esta prisión de huesos y carne que apresaba mi alma destrozada. Le había perdido, Evan se había ido con él, con Céfiro, mi padre, la persona a quien más detestaba en el mundo. Pero le había perdido aun antes de eso, no sabía que me estaba ocurriendo, ¿porque había intentado hacerle eso a Evan?, ya no me reconocía y no tenía dominio propio, era arrastrado por este fuego que consumía mi mente y mi cuerpo, sabía que necesitaba ayuda, sentía como lentamente perdía cada vez más de mí.
Y el recuerdo se arremolinaba endemoniadamente en mi mente, se repetía una y otra vez, torturándome:
—A dónde vas, ¿Papá?—dije de pie fuera de la puerta de su habitación.
—Estaré fuera algo más de una semana—
—Vaya…—
—¿Qué?, ¿Acaso no te lo había dicho?—dijo volteando hacia mí, deteniendo sus manos que empacaban su maleta.
—No, ¿Volverás a huir de mi otra vez?, porque francamente no me molestaría en lo absoluto—
—Deja de actuar como si te hubiese dejado a tu suerte hijo, siempre te he enviado dinero, movido influencias para que estés en los mejores colegios y te dejé al cuidado de uno de mis más leales sirvientes—
—No llames así a Arthur, no tienes el derecho a llamarle sirviente, es más que eso, mi familia. Él siempre ha estado allí para mí, mucho más de lo que tú has estado—
—Jajajaja no seas tonto hijo, él siempre ha estado allí porque nunca he faltado a un pago, ¿O acaso crees que no estaría para ti si no se le pagara para ello?—
No podía evitar sentir un nudo en mi garganta, algo en lo profundo de mi decía que mi padre tenía la razón, pero yo no quería saberlo, porque de ser así yo estaría… Solo.
—Y respondiendo a tu pregunta, me voy por cosas del trabajo—
—No me sorprende, diviértete tanto que no te den ganas de regresar por favor—
—No sé por qué me tratas así hijo—y se detuvo, me miró fijamente a los ojos—Me duele que pienses esas cosas de mí, me hiere—
Qué bueno es fingiendo, por lo menos se esfuerza en hacerlo creíble, pero podrá engañar a los demás con ese papel barato de buen padre, yo siempre he sabido la clase de mierda irracional que es Céfiro Astraios.
—Casi te creo papá, casi—
—Por cierto hijo, debes decirme que le hiciste a Evan para espantarlo así de tu lado, para no hacerlo yo también me refiero, no quiero provocarle esa aversión que siente por ti—
—De que carajos hablas Céfiro Astraios—dije molesto.
—Es que no quiero incomodarle, él viene conmigo a ser mi asistente durante toda esta semana—
—¿Cómo?—
—¿Es que también se te había olvidado que trabaja para mí?, trabajo que tú mismo le conseguiste hijo—
—TU NO TIENES DERECHO, DÉJALO EN PAZ—dije molesto
—Me sorprende que no admitas ver a tu amiguito triunfar Seymour, yo nunca te inculqué esos sentimientos egoístas—
—TÚ NUNCA ME INCULCASTE NADA—dije gritando, y sentí una gota sobre mi regazo, no había notado que estaba llorando.
—Quizás sí te inculqué algo… La locura—dijo riendo y cerró su maleta—Que buena platica hijo, hay que repetirla, pero debo irme, no quiero hacer esperar a Evan, yo espero hacerlo mejor que tu—dijo bajando las escaleras hacia la entrada—Ah—dijo antes de salir de la casa—Me han dicho que has faltado mucho al instituto, deberías considerar asistir, quizás tus amigos y el aire fresco del exterior te sienten bien, porque francamente luces horrible—
[…]
No podía dejar de pensar en ello, ya no sabía cuantos días habían pasado desde que mi papá había cruzado esa puerta. Me dirigí al lavabo del baño y me miré en el espejo, mi piel estaba más pálida que de costumbre con algunas venas visibles a través de ella, un par de enormes ojeras grises y arriba, ocultos por mis rizos descuidados mis ojos, ya no brillaban en su azul usual, estaban rojos, producto de las noches de desvelo, pensando en él, en Evan. Levanté mi camisa, podía ver mis costillas empujando la piel de mi torso, llevaba días en los que no quería comer, me mantenía con un par de galletas saladas y agua. Bajé las escaleras el silencio sepulcral me seguía por toda la casa y el eco de mi soledad con cada paso que daba.
Fui a por un vaso de agua, seguía teniendo ese extraño sabor metálico y dulzón, cada vez que la bebía me hacia una nota mental de que llamaría al fontanero para hacer inspeccionar las tuberías, tenía miedo de que fuera plomo o algo así, pero siempre olvidaba hacerlo. Últimamente no podía retener casi nada dentro de mi cabeza, o a lo mejor solo se perdían entre la maraña de espinas en la que se había convertido mi mente, se enredaban entre las ideas que pertenecían a Evan y las maldiciones que evocaban a mi padre.
Ya no recordaba quien había sido, ni mis amigos, todos me odiaban, solo estaba Arthur y ahora por mi padre no sabía si podía incluirlo a él. Quería morir, pero nadie me querría hacer el favor y yo era demasiado cobarde hasta para eso…
Me topé con una fotografía de mi mamá, estaba ella cargándome en brazos y a su lado el maldito de Céfiro. Grité con todas mis fuerzas y golpeé el porta retratos con todas mis fuerzas y salieron volando pedazos de cristal por todos lados y la sangre fue derramada en el piso, yo caí con un alarido de dolor, pero no era por el dolor de los cristales enterrados en mi mano, algo más se estaba resquebrajando en mí y no sabía que me estaba pasando, lloré y lloré arrodillado en el piso viendo la fotografía una y otra vez, solo mis lágrimas ácidas conseguían apaciguar mi pena y allí fue cuando vi su rostro, su maldito rostro manchado con mi sangre, ese maldito rostro no había cambiado en casi dos décadas, nada en él era diferente, quien carajos eres Céfiro Astraios.
Pasé las siguientes horas o días buscando, ya no conocía la noción del tiempo. Indagaba, buscando retazos de él y de ella perdidos en el tiempo, una pista o una huella que me explicara por qué la muerte de mi madre se sumía en el misterio, quienes eran mis familiares, debía haber alguien allí afuera que fuese sangre de mi sangre y que quizás sepan que existo, se pregunten por mí, alguien, pero todo era silencio, nada de información de mi madre o de quienes eran mi familia y casi nula la información de identidad sobre Céfiro, no estaba consciente de mi propia locura y luego un día llegó un ángel, de blanca sonrisa, con trenzas y piel negra, un rayo de luz enviado para iluminar mi oscuridad, cuando más necesitado estaba ella llegó a mí.
[Giselle]
Estaba nerviosa, nunca podría estar serena cuando se tratase de ella, con su divinidad majestuosa y carácter de jabalí rabioso. Estaba sentada en una banca esperando a que cayese la noche a orillas de la piscina en casa de Seymour, esperando que apareciera la dueña de la luna. Seymour estaba en su habitación dormido, este era el segundo día en el que me quedaba en su casa, no era fácil ayudarle a dormir, había tenido que recurrir a té de manzanilla con un ligero toque de somníferos para apaciguarlo, aunque daba igual si le tiraba la pastilla entera al té, en su estado fácilmente lo podría haber envenenado y no se habría dado cuenta, me ponía el corazón chiquito verle así, un despojo humano.
Observaba las ondas que se formaban en la piscina mientras el viento silbaba helándolo todo a su paso, probablemente eran diminutos copos de nieve arañando la superficie del agua. Hacía mucho frio para estar a la intemperie, pero que otra cosa podía hacer si no esperar a Artemisa, no me quería imaginar lo que pasaría si apareciese y yo no estuviera esperándola. Siempre pensaba en mi tía, y todo esto lo hacía por ella, era de las pocas cosas que tenía en este mundo y no importaba si no me recordaba gran parte del tiempo por su enfermedad, yo estaría allí para cuidarla hasta el final.
No habían sido días fáciles para mí, pero después de observar todo lo que le estaba sucediendo a Seymour me di cuenta de que la verdadera víctima de todo esto era él. Había perdido a sus amigos, a Evan y a su padre si se puede decir, ya que no puedes perder algo que nunca has tenido, y en última instancia había perdido su norte y su cordura, estaba demasiado flaco, se asomaban las costillas en su torso y lucia demacrado, no sé cómo, pero de alguna forma logró reconocerme y no tuvo problema en que me quedara a cuidarle, supongo que la comida caliente y alguien a quien escuchar era lo mínimo que necesitaba, no sé cómo funcionaban los engranajes de su mente en este momento pero me transmitía una sensación de que estaba agradecido por tenerme aquí haciéndole compañía.
Definitivamente debía hablar con Artemisa, esto no podía seguir así, estábamos acabando con la vida de Seymour, en un principio acepté mezclar Ambrosía de lujuria en el agua potable de la casa de Seymour porque pensé que el efecto no sería tan fuerte, pero ahora veo que ese líquido maldito está consumiendo la vida de Seymour y francamente no creo que sea muy bueno dar alimento divino a humanos, aunque Seymour no es un humano común y corriente, lleva la sangre de su padre el Dios del viento del oeste… Quizás por eso no había muerto todavía, pero… ¿Cómo iba a exigirle algo a una deidad?, creo que ni siquiera tenía el valor para hacerlo, y las consecuencias serían terribles si me atrevía, quizás no hoy ni mañana, pero cuando Artemisa no me necesitara más, sin duda me haría pagar mis ofensas para con ella, aunque sé que el remordimiento de conciencia no me dejaría vivir en paz, y aunque yo no tuviese la culpa del todo sí que había hecho mi parte para destrozarle la vida a Seymour, debía encontrar la forma de complacer a Artemisa y salvar a Seymour y era por eso que la había citado hoy.
Estaba por anochecer y el frio se estaba agudizando, el sol se extinguía y las estrellas se asomaban tímidas en el firmamento y la divisé casi invisible, la luna ya había salido, mi reacción fue ponerme de pie, no tardaría mucho en estar aquí, faltaban solo segundos para que el sol terminara de ocultarse y diera paso a la luna… tres, dos y uno, la oscuridad total nos había atrapado, la luna brilló orgullosa en el cielo, su reflejo se mecía en las aguas de la piscina y luego con más fulgor, la luna se hacía cada vez más grande y brillante, como si fuese arrastrada hasta el patio de Seymour, el viento se huracanaba y soplaba con fuerza no fue hasta que la luna estuvo lo suficientemente cerca que la vi saliendo de la luna, caminando con la piel plateada y brillando, batiendo sus cabellos con tal elegancia digna de los dioses, me postré de rodillas y bajé la cabeza, poco a poco la luminosidad y la fuerza de la brisa fue descendiendo, hasta que sentí su presencia, era algo difícil de describir era una sensación extraña, como un sexto sentido que te decía que estabas en presencia de algo más grande que tú, una presencia solemne que no es de este mundo mortal.
—Te escucho, mortal—su voz, era imponente.
—Mi señora—y la miré, incluso frente a mí era aún más hermosa de cerca, era tan irreal que daba miedo—Le pedí que viniese para hablar con usted, y le agradezco por escucharme, como usted imaginará el asunto es sobre sus planes, y como soy la primera defensora de sus intereses temo decirle que no confío en que Céfiro logre sus objetivos, él simplemente improvisa al paso, decidió llevarse a Evan por una semana con la intención de cortejarle y aunque este accedió dudo mucho que en una semana logre socavar lo que ha logrado su hermano en corto tiempo—
Artemisa tenía la mirada perdida, permanecía de pie sobre el agua de la piscina, no lo había notado, estaba consternada.
—Yo había imaginado eso y francamente concuerdo contigo mortal, la historia habla por sí misma y Céfiro ya perdió contra mi hermano en el pasado, es por ello que pensé en un plan que lo excluyera y aunque lo incluimos sigue siendo la segunda opción, lo estamos usando a nuestro beneficio porque surgió como una casualidad, pero sigue siendo la segunda opción, mis apuestas siguen en su hijo, de lo contrario te hubiese ordenado abandonar el plan con Seymour—
—Precisamente de eso quería hablarle señora, sugiero que dejemos de envenenarle con la ambrosía, es simplemente demasiado para él—
—No solicité tus sugerencias—sentenció con voz recia.
—Aun así sigo siendo humana y desde mi punto de vista mortal…—acentué para captar su atención—Seymour se está volviendo un ermitaño social, un despojo humano que se lamenta en su propia miseria, el plan iba bien señora, las cosas se torcieron cuando administramos más de la cantidad necesaria de ambrosía, y temo decirle que esta lo está matando, dígame usted, que le sucede a un humano al comer el alimento de los dioses.
—Entiendo tu punto, mortal, pero el muchacho no es humano, es un semidiós—
—Con la sangre muy diluida, Céfiro es un dios menor, tal vez si habláramos de uno de los doce olímpicos, alguien que porte sangre real del olimpo, pero no él—
—El muchacho aguantará lo que tenga que aguantar hasta que mi hermano observe que no es para él, o que se canse de esperar—
—Pero…—
—SILENCIO—sentenció con ira, todo se estremeció—HARÁS LO QUE YO TE ORDENE, ME ACONSEJARÁS CUANDO YO LO SOLICITE Y OBEDECERAS SIEMPRE Y SI DEBO RECURRIR A OTROS METODOS PARA LOGRAR MIS OBJETIVOS LO HARÉ—El viento rugió furioso y el brillo casi quemaba, temí por mi vida, pero luego todo cedió y ella ya no estaba y la luna se había ocultado en el cielo, ahora unas nubes grises tapizaban el cielo, me puse de pie y decidí regresar a la casa, el frio me estaba matando, antes de cerrar miré todo lo que permitía la vista y me pregunté si había hecho lo correcto y si esto y mi valentía no nos pasaría factura luego en el futuro.
[Evan]
—Sí señor, tuvimos que mandar a traer otro elevador a medida después de lo del accidente, pero ya está todo en orden, sometimos los mecanismos al máximo estrés y todo funciona correctamente, por supuesto que luego tendremos que mandar a traer una copia y almacenarla en caso de desgaste—le iba reportando uno de los ingenieros a Céfiro que estaba dando el visto bueno a las instalaciones del nuevo centro comercial, la razón por la que habíamos venido a estas “vacaciones” en primer lugar. Ya yo había superado el cansancio de los primeros días y me había acoplado al ritmo de trabajo a la perfección.
Todo estaba funcionando genial, pero había un detalle en particular que me dejaba pensando mucho en las noches antes de dormir, el asunto Céfiro – Magnus. Poco a poco las intenciones de Céfiro de cortejarme se hicieron más descaradas, pero cada vez que estaba cerca a dar otro paso, como acercamiento físico, por ejemplo, Céfiro se echaba atrás como con miedo, o pavor, o asco, no sé qué era específicamente, pero definitivamente era rechazo, y eso lo que había provocado en mi era una sincera confusión.
Yo no ayudaba de ninguna forma, o me prestaba a que él se tomara esas atribuciones, yo solo observaba curioso para ver hasta qué punto era capaz Céfiro de llegar, aunque debo confesar que disfrutaba este juego de tira y afloja que siempre terminaba en nada… En frialdad por su parte, sinceramente llegaría un punto donde me iba a hartar de toda esta mierda si seguía con su inmadurez, me iba a aburrir de esperar que algo pasara. Estaba totalmente confundido, una parte de mi estaba ansiosa por ver qué pasaba y no podía ignorar el hecho de que sí, me atraía físicamente, porque del resto me resultaba vacío, era solo eso, físico.
En cambio y por otro lado estaba ese rayo de sol que me iluminaba los pensamientos, tan solo con un par de mensajes lograba alegrarme el día, yo le insistía a Magnus en que podía llamarme por teléfono, pero él aseguraba que no me quería restar valiosos minutos de mi día, que por mi cansancio deducía que definitivamente no se trataban de vacaciones y que no quería entorpecer mi trabajo, además dijo que eso solo “lograba emocionarlo más y estar ansioso por verme el lunes, por disfrutar del sonido de mi voz que sintonizaba a la perfección con mi soberbia belleza”.
Yo solo podía carcajearme de la felicidad como un tonto cuando leía esos mensajes, por supuesto que le respondía, pero jamás podría replicar el toque poético que Magnus le daba a todo. También pensaba mucho en Magnus y con él no era solo la atracción física, que derribaba por años luz a Céfiro o a su propio hijo, Magnus estaba muy por encima de todas esas cosas, con él era algo… Espiritual, como un designio de mis necesidades y él provoca en mí un sentimiento extraño y agradable de pertenencia, de añoranza, como si nos conociésemos de antes.
Me sentía dividido, confuso y confieso que esperaba que algo pasara entre Céfiro y yo antes de volver a la ciudad, quizás eso me aclarase la mente y pueda llegar sabiendo lo que quiero.
Céfiro dijo que por el día de hoy habíamos culminado con las reuniones, que más tarde tendría una cena a la que lo habían invitado una familia acaudalada, viejos amigos suyos, que le encantaría llevarme pero que solo lo habían invitado a él, que lo disculpara. Yo ni corto ni perezoso le resté remordimiento diciéndole que aprovecharía la tarde para pasear por las zonas turísticas de la zona, ya que no habíamos tenido tiempo desde que llegamos y en vista de que era viernes, mañana sábado estaríamos full ocupados con la inauguración del centro comercial y la fiesta de la misma, y regresábamos a casa el domingo. Supongo que se sintió tan culpable de dejarme solo que me obligo a llevarme una tarjeta de crédito para que “conociera y paseara con tranquilidad y así no tener que preocuparme por mi economía”, supongo que fue una manera cortés de llamarme tacaño, pero no me quedó otra opción, ya que básicamente me obligó a aceptar.
El chofer designado me llevó al hotel, almorcé pescado en el restaurante del mismo y subí a mi habitación a cambiarme, me dejé unos shorts cortos de jean una chaqueta a juego con una camiseta fresca, un par de gafas de sol y un sombrero que delataba que era un turista. La recepcionista del hotel me ayudó y sugirió varios destinos turísticos, ya que yo no tenía ni idea de a dónde ir. Al final elegí visitar un bastión colonial y luego ir a turistear a los islotes que resguardaban la costa. Arribé a la zona colonial donde quedaba el viejo bastión a eso de las 3 pm, el sol no estaba tan feroz y la brisa del mar hacia su trabajo refrescándolo todo. Deambulé y curioseé cada rincón de ese hermoso pueblo, el estilo colonial seguía vivo en las fachadas de las casas y las sonrisas amables que me recibían en cada tienda y establecimiento solo lograban hacer más acogedor el lugar, probé alguno que otro plato típico de la zona y cuando el sol marcaba la hora de la serenidad, cuando no estaban tan concurridas las calles decidí ir al bastión.
Un complejo militar antiguo y amplio hecho de piedra pura que databa de la época colonial pagué mi entrada y recibí mi guía turística de la mano de una amable señora que estaba tocada por la mano del tiempo, nos contó cada detalle de la historia del bastión a mí y un grupo de turistas asiáticos, estos no paraban de parlotear en su idioma, yo solo los ignoraba y me disponía a prestar atención a las historias que narraba la señora. Me sentía agradablemente relajado y por un buen rato pude olvidar a Seymour, a Magnus, a Céfiro y a todos, un momento solo para mí que realmente disfruté al subir a la cima de una de las antiguas torres de vigilancia, estaba en lo más alto de toda la edificación. La brisa me recibió con fuerza y el sol brillaba a plenitud, orgulloso en lo alto de un cielo azul despejado en su totalidad, la vista era magnifica, cientos de pequeñas personas haciendo sus actividades en el pueblo colonial que ahora parecía una maqueta a escala, los rascacielos a la distancia parecían de juguete, los dominios de mi jefe.
Muy a lo lejos y bien borrosos divisé a los islotes, si quería visitarlos debía hacerlo ahora, antes de que anocheciera porque se me haría muy tarde para regresar el hotel, a parte del hecho de que no conocía muy bien la ciudad, me trajo recuerdos a cuando conocí a Seymour. Para mi pena y mi tontería la señora que hacía el recorrido era muy lenta de habla y de caminar y al parecer no íbamos ni a la mitad del recorrido, y como yo era un tonto cordial y no quise hacerle creer que me había aburrido decidí quedarme hasta el final. ¡ERROR!, para cuando terminó el recorrido ya estaban saliendo las primeras estrellas, no me quedó otra opción que regresarme al hotel. Si se hubiese tratado de otro día quizás me hubiese arriesgado a ir a los islotes de noche, pero mañana era el día más importante y exigente de todos, la gran inauguración del centro comercial. De premio de consolación pude seguir con la mirada a las luces de los islotes mientras iba en el auto, que a la distancia y de noche daban la ilusión de que emergían del mar.
Al llegar al hotel me reporté con Céfiro y tras un tonto debate logré que recibiera de vuelta la tarjeta de crédito que me había dado, pretendía que me la quedara, pero parece que estaba empeñado en desconstruir mis ideales éticos y morales respecto al dinero, porque prometí que iba a pagarle los poco que había gastado, pero me amenazó con devolverme el doble de lo que le fuese a depositar, no me quedó más remedio que callarme. En últimas instancias discutimos algunos detalles respecto al día de mañana y luego procedí a pedir cena a mi habitación, Céfiro me había hecho sentir extraño pues me había dicho que esperaba que hiciéramos de mañana nuestra propia fiesta, para cosechar lo sembrado, no sabía a qué se había querido referir específicamente pero prefería suprimir eso de mi cabeza, mañana tendría mucho trabajo y quería mantenerme concentrado.
Cené en mi soledad y decidí enviarle a Magnus una selfie que me había tomado en la torre del bastión, con la ciudad y el mar de fondo. Magnus dijo: “Que si no te hubiera visto ya en persona, pensaría que eres un espejismo, un sueño, que aun intentaba descifrar el tono de mis ojos, pero que nunca lo lograba pues terminaba distraído, sumido en la profundidad de mi mirada”. Yo casi grité como colegiala al leer el mensaje, hundí mi cara en las almohadas y chille de la vergüenza, sentía la cara pesada y roja, estaba muerto de risa porque no sabía de qué otra forma reaccionar, él era… Inigualable y yo lo sabía. Ni siquiera recuerdo que estupidez le respondí, solo recuerdo que dormí feliz, con los pulmones bien inflados y con una sensación de revoloteo en el estómago.
[…]
Todo iba despacio, se sentía tan suave, y tan vivido. Las veía alrededor, un grupo de mujeres tocaban flautas, panderetas y arpas para nosotros, otras bailaban, todas eran hermosas y se veían felices, disfrutaban lo que hacían y todo giraba, yo giraba y conmigo el mundo, veía montañas y valles coronados de nubes, ningún rastro de civilización en kilómetros a la redonda, lo veía todo desde lo alto. Estábamos en la cima, en lo más alto de la naturaleza, y los rayos del sol penetraban con fuerza entre las ramas y nos bañaba con su calidez y luminosidad, las nubes estaban próximas a nosotros, se podían acariciar y el cielo era tan celeste, la sensación era agradable, pacífica. Yo también estaba bailando y giraba, alguien me tomaba en sus manos, fuertes, suaves y cálidas, solo veía destellos de él, de ese alguien, destellos de sus cabellos dorados que bailaban libres en el viento y giraban junto a mí, y una túnica blanca que flotaba y protegía su pecho brillante, blanco y hermoso, todo el silencio y el ruido del mundo se había desvanecido el ruido estaba en mi cabeza, era dulce, delicado me transmitía felicidad y nostalgia, quería ver su rostro y… DESPERTÉ.
No me sentía desesperado ni nada por el estilo, sabía que día era hoy y que me esperaba mucho trabajo por delante, pero ese sueño… Ya había soñado así muchas veces, era vivido, como si fuera un recuerdo, lo único que no lograba vislumbrar era su rostro, quien era el dueño del cabello dorado y que significaba.
La mañana voló ante mis ojos y a pesar de que había trabajado como burro no podía evitar la emoción de lo que traería la noche, ya que estábamos a muy poco de la inauguración, pero la fiesta tras ella era lo que me emocionaba, asistirían muchas personalidades y gente famosa e importante.
—Y con esto damas y caballeros tenemos la intención de generar miles de empleos y de poner a disposición de la gente de la localidad las mejores marcas y comercios de renombre en el mundo y contribuir al progreso y la modernización de la localidad, y con esta misión prometida al público y todos lo que hicieron esto posible doy por inaugurado el White Sand’s Mall, el centro comercial más grande de la región—
Los flashes se dispararon al rostro de céfiro y yo le pasé las tijeras tamaño jumbo, siempre me pregunté si las fabricaban solo para cortar listones en inauguraciones o si se les daba otra utilidad, como podar arbustos o algo así. Céfiro cortó el listón y las puertas fueron abiertas por dos muchachos que vestían a traje a modo de mayordomo. Céfiro recorrió el centro comercial de cabo a rabo y tras él íbamos toda la comitiva VIP e incluso gente del gobierno, incluyendo al gobernador, todos de sonrisa ancha ante a las cámaras de múltiples cadenas internacionales, todo en un pomposo despliegue mixto entre publicidad, política y dinero, toneladas de dinero. La tarde estuvo llena de entrevistas a canales de televisión, revistas y periódicos prestigiosos. Mi misión fue tomar nota y facilitar las relaciones publicas de Céfiro además de dictar el tiempo y la organización de sus apariciones publicitarias con toda esta gente, era complicado reconocer tantas caras, marcas, acuerdos y horarios apretados, pero lo hice bastante bien, Céfiro me dijo que lo había hecho magnifico durante la merienda que tuvimos en presencia del gobernador y varios alcaldes, pura política, me aburrí mucho, pero eso también era parte de mi trabajo.
—Oficialmente ya terminamos todo el trabajo por el día de hoy—dijo Céfiro con una gran sonrisa.
—Aún queda la fiesta de inauguración—protesté mientras observaba la costa, íbamos en la camioneta designada rumbo hacía el hotel, para descansar un par de horas y arreglarnos para la noche.
—Es una fiesta Evan, es para divertirse—
—Mmmm… Me divertiría si conociese a los invitados—
—En realidad los conoces a la gran mayoría, en un momento u otro has hablado con ellos o has coordinado todo por ser mi mano derecha—
—Pero eso era laboral, no por gusto—
—¿Y?, solo tienes que hablar con los que quieras o los que mínimo te hayan agradado, desde ahora no estás obligado a tratar con ninguno—
—¿Eso te incluye?—dije riendo.
—Jajajaja si deseas perder tu empleo—
—En ese caso eres el que más me agrada en esa fiesta—
—Considerando que soy casi al único que tratas de los que asistirán, no sé si sentirme alagado o insultado—
—Tú tómatelo como cumplido—
La tarde pasó volando y yo ya me estaba vistiendo para la fiesta, que era lo último que tendríamos que hacer en este viaje, lo único que lamentaba era no haber visitado el islote al que había querido ir, pero supongo que no era el momento. Me sentía como pingüino con mi traje, decidí tomar un selfie y subirla a redes. Al poco tiempo me llegó un mensaje.
—Pareces sacado de la monarquía, un príncipe de verdad.
Lamentablemente un príncipe desterrado, carezco de pueblo a quien gobernar—
—Estoy seguro de que cualquier pueblo estaría agradecido de tener un gobernante como tú, inteligente, capaz y de buen corazón, porque la belleza ya sería un bonus extra por tu parte.
Apuesto a que se lo dices a todos—
—Si eso es lo que te dices en las noches para dormir Jajajajaja
Y siempre funciona ;-)—
—Te extraño, vuelve pronto :D
Lo haré!—
Magnus siempre lograba ponerme de buen humor, era casi balsámico, a veces sin necesidad de que él hiciese nada, solo tenía que cerrar mis ojos por un momento y recordar su sonrisa y la sensación cálida de felicidad que me rodeaba cuando estaba junto a él, tan solo eso era suficiente. Luego mientras jugaba en el teléfono esperando a que Céfiro me avisara cuando estuviese listo me llegó un mensaje de él que decía:
“¡AUXILIO!”
Salí corriendo rápidamente a su habitación pensando que le había pasado lo peor, quizás el crimen organizado quería secuestrarlo y ahí iba yo de bobo a ser secuestrado también. No sé ni porque fui solo, tomando a consideración que solo era un simple asistente y no tenía armas, ni conocimientos básicos de defensa personal más que lo que se dé peleas callejeras. Entré sin tocar dando portazo a su habitación, esperando lo peor…
—¡Auxilio!, no me puedo anudar la corbata—dijo con cara de cachorro triste. Puse los ojos en blancos y procedí a ayudarle.
—Para la próxima llama a los bomberos por favor—
—Ay Evan no te molestes—decía intentando tragarse las ganas de reír, cosa que me ponía de peor humor.
—Aun no entiendo como un empresario de tu calibre no sabe anudarse una corbata—
—¿Acaso me has visto usando corbata alguna vez?—y memoricé, tenía razón siempre portaba blazers o camisas con botones desabrochados que a mi gusto se me hacía exagerado, nunca una corbata—Siempre lo hacen por mí—
—Ese no es el punto—dije con mirada asesina mientras ajustaba en nudo en su cuello, por un momento me sentí tentado a apretársela demás, pero no era esa clase de paciente mental.
—A mí me parece que el punto es que será una gran noche—
—No creas que no me doy cuenta de la forma descarada en la que intentas cambiar de conversación, y habla por ti mismo, lo peor es la hora de llegada que pusieron, ¡Las once!, qué horas para hacer una fiesta son esas—
—Ya deja de quejarte, a mí el día se me ha pasado volando ¿y a ti?—
—Yo desearía estar volando de vuelta a casa ejeeemmm—mascullé.
—¿Cómo?—
—Nada—sonreí dulcemente.
El cielo también iba de gala, con miles de cristales luminosos en toda su extensión que engalanaban la noche, enorme fue mi sorpresa cuando me percaté de que nuestro chofer viró hacia el puerto y allí nos esperaba un yate.
—La fiesta es en…—
—Sí, en la isla—dijo Céfiro sonriendo ampliamente.
Tal vez era una compensación del destino por la explotación laboral de la que había sido víctima esta semana, pero a pesar de que prefería estar durmiendo en la habitación me sentía alegre de que no me iría sin conocer la isla.
Al llegar a la isla el ambiente cambió por completo, era todo fiesta y celebración, nos recibieron lugareños con collares florales y bailarinas al ritmo de tamboras. Finalmente llegamos a la recepción de la fiesta, donde se encontraban ya la gran mayoría de los invitados, un grupo de música en vivo amenizaba el ambiente, Céfiro subió al micrófono y dio las gracias por la asistencia y tras expresar su alegría por la inauguración del centro comercial nos invitó a la cena de la velada. Como era de esperarse estaba todo organizado por mesas y asientos asignados, a mí me sentaron entre Céfiro y la esposa del gobernador, este último al lado de ella y frente nosotros dos puestos vacíos.
—¿Quiénes van allí?—pregunté discretamente a Céfiro.
—No te gustará la respuesta—dijo sonriente y siguió conversando con el gobernador, yo por mi parte entablé conversación con la esposa del gobernador, una mujer encantadora, dulce y sosa, como galleta rancia olvidada en la alacena, extremadamente anticuada. Aún no habían servido la cena y nos entretenían con canapés, mi estómago rugía pero yo intentaba mantener la compostura.
—Buenas noches, gobernador, señora Mercedes, Céfiro y ejemm…—carraspeó con desagrado—Joven Hyacinthus—Era el pelón desagradable de León, venía acompañado de una muchacha joven y hermosa, blanquísima con los cabellos coloridos, con un septum en la nariz y un vestido muy punk. Solo esperaba que no fuese su pareja. Procedieron a sentarse.
—Lamento la tardanza señores, ya saben lo que implica tener una bella hija adolescente—
—Ay papá, no seas ridículo—dijo ella avergonzada. Yo solté el aire al escuchar que era su padre.
—Lo entiendo a la perfección, pero eso no aplica solo para adolescentes, o hijas según sea el caso—dijo el gobernador mirando a su esposa. Y de repente sentí un pisotón. Aguanté el aullido, luego, molesto y con discreción le dije a la señora Mercedes: “Creo que se equivocó de zapato señora”.
—Discúlpeme por favor—me dijo apenada, entre susurros, yo sonreí condescendiente y molesto, y a continuación escuchamos al Gobernador sobresaltarse. Era evidente que le había clavado el tacón en el pie, él la miro consternado. Yo pesé que efectivamente se había casado con una vieja atolondrada.
—Cuanto ha crecido tu hija León, ahora es toda una mujer—dijo Céfiro poniéndose de pie y besando la mano de la dama en cuestión.
—Oh lo siento donde están mis modales—se excusó León—Les presento a mi hija—
—Un placer señorita—
—El placer es mío Gobernador, Tatiana para servirle—
Luego saludó a la señora Mercedes y a continuación clavó sus ojos oscuros en mí, me sentí intimidado, por la forma en la que me miraba, burlona y llena de curiosidad.
—Tatiana—dijo extendiéndome la mano—Evan—correspondí yo, y por un momento me sentí observado.
León me veía con cara de pocos amigos y Céfiro… Bueno, Céfiro simplemente me miraba de una forma extraña. Y así transcurrió la velada, llegaron los platos fuertes, solo cosas sacadas del mar, y lo devoré todo. Risas falsas y temas de conversación sosos en los que yo me limitaba a participar justo lo necesario, Tatiana del otro lado de la mesa también parecía aburrirse de las conversaciones de viejos y de vez en vez les interrumpía para atacarme con preguntas muy personales, que si de donde conocía a Céfiro, cual era mi cargo en la empresa, cuantos años tenía, cual era mi signo zodiacal y yo respondía por no ser grosero o dejarla mal parada, aunque ella solita se encargaba de hundirnos.
León estaba molesto, el gobernador parecía divertido por la situación, Céfiro nos miraba con recelo y la estúpida esposa del gobernador seguía con una sonrisa tonta de oreja a oreja, todo se iba ir al traste cuando Tatiana me preguntó qué cuanto ganaba por mi trabajo, pero fui salvado por la campana cuando los meseros llegaron para retirar la vajilla.
—Si me disculpan, necesito ir al baño de caballeros—me excusé.
Frente al espejo del lavabo me lavé el sudor, ni siquiera había notado que estaba sudando tanto, pero que esperaban, me sentía como en uno de esos estúpidos shows de entrevistas, donde yo era el blanco de los ataques de esa niña tonta.
—¿Todo bien?—me dijeron desde uno de los urinales a mi derecha. Céfiro estaba allí, regando las flores, no lo vi entrar. Hubiese sido más incómodo si hubiésemos estado solos, para mi suerte no dejaban de entrar y salir tipos en traje.
—Claro que bien, ¿Por qué no habría de estarlo?—
—Estás sudando como un cerdito—dijo luego a mi lado, lavándose las manos.
—Los cerdos no sudan—repliqué.
—Si lo hacen… Cuando están en el asador—dijo riendo. Yo le miré con cara de pocos amigos y fui a la máquina de aire a secarme las manos.
—No es gracioso—
—Desde tu punto de vista—dijo tras de mí, esperando su turno a por la máquina.
—Pues ella tampoco es que te cause mucha gracia, digamos que tu cara es muy expresiva—Céfiro me miró serio—Hasta me atrevería a decir que te veías celoso, pero quien sabe, de repente y lo aluciné—dije antes de salir del baño con una sonrisa victoriosa.
Fui a perseguir a un camarero entre el bullicio de gente, y finalmente atrapé una copa con un desconocido elixir que sin duda me haría más llevadera la ocasión. Y en menos de lo que canta un gallo ya tenía a Céfiro a mi lado.
—Opino que como anfitrion deberías de atender a tus invitados—dije con malicia.
—¿Qué crees que estoy haciendo?—
—Técnicamente—dije interrumpiéndome para darle un sorbo a mi trago—Soy un empleado más—
—Si gustas te consigo una bandeja para que repartas cosas—dijo arqueando una ceja.
—No gracias, no quiero dejar a los camareros sin trabajo—
—¿Por qué dices que me veía celoso?—
—Mmmm… Déjame pensar—dije haciéndome el interesante—Quizás por tu evidente disgusto cada vez que la señorita abría la boca—
—Y por qué crees que me pondría celoso, ¿Por eso?, ¡Ja! Cuéntame otro—
—¡Evan!—dijo Tatiana apareciéndose de la nada—Ven vamos a bailar—
Céfiro me miró intrigado rogando que mi respuesta fuera no, falta no hacía de preguntarle, podía leerle el rostro. Y decidí tomar venganza por todos los momentos “extraños” que me había hecho pasar esta semana y para probarle que yo tenía razón, que estaba hirviendo en celos.
—¡Claro!, ¿Por qué no?—y me arrastró a la pista de baile, donde la mayoría éramos jóvenes, eso gracias a que la banda le había cedido el lugar a un Dj y ahora tocaba música más moderna. Sonaba un delicioso ritmo rock/reggae, fue divertido por un rato, porque la cara de Céfiro valía su peso en oro, se veía totalmente disgustado, a pesar de que un grupo de gente de la tercera edad lo habían atrapado en conversaciones aburridas a lo lejos seguía sintiendo su mirada sobre mí.
“Véngase mi amor, no lo aguante más”
Si siente dolor o felicidad
Mire corazón, que esto aquí es todo suyo
Dulce es el olor que transmitirá
Rosa o girasol, esto es sensorial”
Tatiana bamboleaba sus caderas de un lado al otro de forma sensual, tenía un cuerpo hermoso y se esmeraba por restregarlo sugestivamente contra el mío. Lamentablemente para ella yo no tenía más intenciones que las de usarla como máquina de celos, estoy seguro de que nuestros compañeros de baile, que no podían quitarle los ojos de encima a Tatiana le hubiesen dado mejor uso a esta danza de apareamiento moderna.
El tiempo y el alcohol comenzaron a volar en mi cabeza y llegó un punto donde había olvidado por completo mi ardid contra Céfiro, realmente estaba disfrutando bailar con ella, ya había perdido la cuenta de cuantas copas había vaciado y para mi sorpresa ella conocía a muchos de nuestros contemporáneos allí, realmente la estaba pasando bien, no sabía qué hora era ni donde estaba Céfiro.
—Ven, sígueme—dijo arrastrándome lejos de sus amigos.
Me llevó a un lugar más apartado, era una especie de balcón que daba a un peñasco, y las olas rompían contra este. La música se oía apagada muy al fondo y estábamos solos allí, la brisa batía con furia a las palmeras y las llamas de las antorchas hacían que las sombras y la luz danzaran frenéticas.
Tatiana metió la mano en su sostén y saco un porro de un seno y el encendedor del otro. Lo encendió y dio una profunda calada, esta chica no dejaba de sorprenderme, era muy rebelde. Tosió un poco, dio otra calada y lo extendió hacía mí. Yo medité dubitativo por unos cuantos segundos, definitivamente estaba borracho, pero no lo suficiente como para hacer locuras, nunca había fumado un cigarrillo siquiera e iba a…
—¡Que lo tomes!—dijo irritada colocándomelo en la mano a las malas, casi me quema—¿Qué acaso también te lo tengo que pedir por favor?, ¡No seas marica Evan!—
—Quizás si lo sea—dije mirando hipnotizado el cannabis, que ardía y que hipnotizaba con las ondas de humo que se arremolinaban y eran luego barridas por la brisa.
—No lo eres—dijo obligándome a metérmelo a la boca, pero como vio que no aspiraba me tapó la nariz, obligándome así a inhalar. La garganta comenzó a dolerme y me entraron unas horribles ganas de toser, los ojos me comenzaron a lagrimear y vi su sonrisa, borrosa y llena de autosatisfacción, se acercó a mi boca cada vez más y susurro: “tampoco es que te permitiría que lo fueras”. Y nos besamos, ella mordía y suspiraba, nos interrumpía y volvía a inhalar, y soplaba dentro de mí, ardía de nuevo y me volvía a devorar los labios en un ciclo de frenesí.
No se por cuánto tiempo estuvimos así pero ya no sentía dolor, solo me dejé llevar, su cabello me hacía cosquillas y su vestido parecía querer salir volando lejos de su cuerpo, no lo había notado pero mientras nos besábamos comencé a temblar, realmente había demasiada brisa, y no lo había notado hasta ahora pero ya no traía mi saco y tenía la camisa semi abotonada, húmeda, estaba hecho un desastre.
Y no lo noté sino hasta que las llamas que nos iluminaban se disolvieron y nos dejaron en penumbra. Al fondo estaba una figura masculina de pie, su mirada refulgía de odio en la oscuridad, la brisa, que ya no era brisa si no huracán, arrancó la hoja de una palmera y nos cayó encima. Eso hizo que saliéramos de nuestro trance y Tatiana se sobresaltó. Aun no estaba lloviendo pero estábamos atrapados en una tormenta, la brisa había apagado las antorchas con su furia y las olas casi nos alcanzaban, algo impresionante considerando que estábamos en un peñasco a una altura impresionante sobre el mar.
La figura masculina dio unos pasos hacia nosotros, traía su chaleco arrimado encima de su hombro y este salió volando lejos de él, ni se inmutó, entre la penumbra pude ver que se trataba de Céfiro, traía una expresión que me congeló el alma, seguro nos había visto besándonos y tengo que admitir que la forma en la que nos veía, con aquel hielo en sus ojos me asusto hasta lo más profundo de mi ser.
—Céfiro yo…—
—No necesitas explicar nada—dijo serio.
—Después de todo parece que si tenías razón—dijo Tatiana molesta por que el huracán no le permitía encenderse otro—Si eres un marica—dijo con desdén.
Yo simplemente no sabía qué hacer, me sentía mal, necesitaba huir. Y corrí lejos de la mirada de Céfiro, fuera del alcance de sus garras y dientes que querían derramar mi sangre, fue en ese momento, mientras corría, con el frio que me helaba los huesos que noté que todo estaba a oscuras. Ya no había electricidad en todo el lugar, y los invitados huían despavoridos de la fiesta, mientras los manteles y toldos salían volando por los aires, abducidos por la inmensidad gris del huracán, que amenazaba con tragarnos a todos.
Corrí lejos, con todas mis fuerzas, subí a uno de los yates dispuestos para los invitados con la esperanza de volver a la ciudad y al hotel lo más pronto posible, al llegar a tierra estaba nuestro Chofer esperando, me preguntó por Céfiro, pero a duras penas si pude lograr expresar la prisa que tenía por volver al hotel, este se rehusaba a llevarme sin que esperásemos a Céfiro, tuve que recurrir y abusar de mi posición en la gran empresa y a amenazarle con hacer que le despidieran si no me llevaba de inmediato al hotel. No le quedó otra opción.
Las luces de la ciudad ya no deslumbraban, el apagón también había afectado la ciudad y las calles eran un caos, un bullicio indomable de conductores buscando llegar desesperadamente a sus destinos, y no los culpaba, a lo lejos en el mar se levantaba un enrome ciclón, un tornado que elevó el agua y que se aproximaban cada vez más a tierra firme, aunque no era el único, otro tornado se dirigía hacia la isla donde había sido la fiesta. Se vivía una sensación de muerte inminente que llevó a la ciudad a estado de emergencia.
—El señor Astraios me va a matar—se lamentaba el joven chofer mientras hacía maromas en las calles para evitar estrellarnos entre tanta confusión de luces. Todos estaban como locos.
Llegué a mi habitación, encendí el calefactor y abrí las ventanas para observar el fenómeno natural desde mi propio balcón. Eran varias trombas marinas que bailaban y destruían todo a su paso bajo el amparo de un cielo de la más infinita oscuridad. Tuve que cerrar de nuevo la puerta corrediza de cristal porque la humedad del balcón me estaba bañando y apenas si podía mantener los ojos abiertos con tanta brisa.
Me desvestí y me quedé solo en boxers y con el collar que me había regalado Magnus, no me lo quitaba ni para bañarme, me encantaba. Luego luego también se fue la electricidad en el hotel, supongo que había sido un problema con la planta de reserva eléctrica, aunque me sorprendía ese tipo de fallas en un hotel de semejante categoría, sin duda le haría llegar mis críticas a Céfiro…
Por un momento había olvidado todo, a Céfiro, aún seguía tocado por el alcohol, pero el efecto de la yerba había pasado. ¿Qué carajos había hecho?, la había cagado completamente, a decir verdad ya ni sabía que pensar respecto a nosotros, estaba muy confundido, lo más probable es que quiera despedirme luego de todo esto. Al fondo se oía la tormenta que rugía con vigor, el estruendo de los rayos que refulgían al fondo y lo iluminaban todo por un par de segundos, ni siquiera todo ese ruido podía callar la tempestad de pensamientos que arremolinaba en mi cabeza.
Luego de un largo rato mirando al techo en la penumbra, tratando de dormir, oí como se habría mi puerta, era él, estaba de pie, mojado, comenzó a desvestirse. La camisa y los pantalones tirados en el suelo, sus rizos goteaban y su expresión permanecía intacta, no sabía si me iba a insultar, si se había equivocado de habitación o si estaba bajo los efectos de alguna droga. Se sacó los zapatos, los calcetines y por último los calzoncillos, no se podía ver mucho puesto a que las únicas trazas de luz eran las que brindaba el cielo tormentoso a través de los ventanales, hasta que un rayo que cayó en el mar lo iluminó todo y lo vi en toda su gloria, Céfiro en su entera desnudes, era… Inigualable e incomparable, de un blanco brillante.
—Quítate todo lo que traes puesto—me ordenó, y yo… No pude si no obedecer, llevado por un trance bajé mis boxers y quedé completamente desnudo bajo las sabanas de la cama.
—El collar también—dijo serio. Miré el collar, estaba confundido, no me lo quería quitar, pero la mirada de Céfiro pudo más y me lo quité. El frio volvió a mis huesos aun debajo de las sabanas. Céfiro se dirigía paso a paso hasta la cama, se acercaba cada vez más y mi corazón palpitaba, se posó encima de mí y sentí todo su peso, esto es irreal… Tiene que ser un sueño.
[Nota del autor]
Este capítulo se me hizo más largo de lo usual, pero espero que les guste, la verdad no pensaba dejarlo hasta allí pero sentí que era mucho por un solo cap jajaja… Y pues nada, me gustaría saber que opinan de la historia hasta ahora, o sobre los personajes, o sobre cómo piensan que fluirá la trama. Les tengo que ser muy sincero, me emociono demasiado cuando veo que tengo algún comentario o mensaje de ustedes, así sea para saludar, por lo cual los animo y hasta les invito a comentar o escribirme personalmente a mi correo ( klismanbracamonte@gmail.com ), sin más que agregar me despido por ahora, intentaré echarle ganas para sacar el próximo capítulo lo antes posible, así que estén pendientes, los quiero, son mi motor y me impulsan a continuar a pesar de todo.
Siempre vuestro, Klisman.