Como aman los dioses (XXII) Gracias, pero no.
Tristeza, miedo y felicidad, sentimientos de mortales. Los Dioses existen y son criaturas caprichosas que no dicen por favor, ni dan las gracias. Pero, ¿qué pasaría si dos Dioses se enamoran de un mismo mortal?, una guerra por amor se desatará y el joven muchacho en medio del fuego cruzado quedará.
Como aman los dioses (Capítulo XXII) – Gracias, pero no.
[Evan]
—Oye, ¡Disculpa!—
—¿Sí?—respondió la chica con una cálida sonrisa.
—¿Has visto a Lorena?—dije señalando su oficina, que permanecía completamente cerrada. Ella negó contrariada sacudiendo su cabeza.
—¿Y Alice?, ¿Su asistente?—
—Fíjate que ahora que lo pienso…—dijo consternada mirando a alguna parte del techo—No he visto a ninguna de las dos en días. Raro, ¿No?—
—Bastante—asentí preocupado—De todas formas gracias, si las ves me avisas porfavor—
—Claro Evan, que tengas buen viaje—dijo guiñándome un ojo.
Seguí caminando por el pasillo algo desorientado, ¿Por qué me había deseado buen viaje?, sin duda también me había sorprendido su confianza, y que supiese mi nombre… ¡Claro!, el asistente del jefe, es obvio que su sombra me haría fama, pero… ¿Feliz viaje?, ¿Y dónde carajos se habían metido Lorena y Alice?
Caminé rápido y seguro hasta la oficina de Céfiro, gracias al cielo y muy a mi pesar que hoy estaba haciendo el trabajo que se supone que debe hacer, aunque eso signifique más trabajo para mí también, pero al menos podría matar varios pájaros de un solo tiro.
—Oh, Evan, que bueno que estás aquí, te llamé con el pensamiento—decía jugueteando tontamente con su pelo ensortijado mientras hacía daba vueltas en su silla giratoria. Era difícil procesar que ese tipo de apariencia aniñada fuese mi jefe, y el dueño de toda la empresa, además del papá del Seymour, claro.
—¡Genial!, supongo… Pues resulta que también necesitaba preguntarte unas cosillas…—
—Yo también necesitaba decirte unas cosillas—dijo deteniendo en seco el movimiento de su silla frente a mí. Se puso de pie y apuntó a la otra silla—Siéntate, te veo agitado—
—Mucho trabajo siempre consigue agitarme—
—¿Me acusas de tirano explotador?—
—Te acuso de no dejarme hablar—le dije para luego soltar una carcajada.
—Vale, vale, te dejo hablar, ¿Que quería preguntarme?—dijo para ponerse de pie y caminar inquieto por toda la oficina. Desde allí, el punto más alto de todo el edificio se podía ver el resto de la ciudad, puesto a que las paredes estaban hechas de cristal. Era hermoso pero daba un poco de vértigo, una amalgama de grises intercalados entre diminutos espacios verdes.
—Lorena…—mascullé.
—¿Sí?—interrumpió al acecho—¿Qué sucede con Lorenita?—
—Precisamente eso quería saber, ella y Alice, ¿Dónde están?—
—Ah, ¿No sabías?—
—¿Saber qué?—
—Ellas pidieron cambio. Aunque fue más bien una especie de ascenso—
—Pero…—titubeé.
—Sí, un ascenso—decía Céfiro sin ponerle alto a su parloteo—Fueron asignadas a la administración de una de nuestras sucursales más lejanas y…—
—¿Ósea que ya no están en el país?—inquirí preocupado y triste.
—Efectivamente… ¿Pero por qué esa cara larga?, ¿Dejaron algo sin terminar aquí?—
—No, no es eso… Es que, no sabía—dije sintiéndome profundamente triste—¿Es permanente?—
—Me temo que sí, incluso la empresa se encargará de facilitarles el arriendo de un apartamento a cada una, ahora estarán en un peldaño más prestigioso de la empresa, se lo merecen, son incansables haciendo su trabajo—recitaba Céfiro con una sonrisa acampando en lo ancho de su rostro.
—Entonces… Se fueron—suspiré.
—¿Ocurre algo malo Evan?—
—Es que ellas eran de las pocas amistades que tenía en esta empresa y me sorprende que se hallan ido, así, sin avisarme, sin más—
—Entiendo, y lo lamento. Aunque como su amigo, imagino que debes estar feliz por ellas, es todo fruto de su esfuerzo y dedicación, el mérito es solo de ellas. Y bueno, tampoco quiero caras largas, ya te irás haciendo nuevos amigos aquí en la empresa…—
—Supongo—
—Y me ibas a decir otra cosa, ¿O ahora si me dejas hablar?—
—Adelante, no tiene prisa—solté.
—Pues empaca tus maletas… ¡PORQUE NOS IREMOS DE VIAJE POR UNA SEMANA!—dijo jalando el gatillo de uno de esos cañones de confeti, dejándome pasmado por el susto por la explosión.
—Espera… ¿Qué?—dije estrujando mi cara en muecas de confusión mientras me levantaba de la silla.
—Que sí… Nos iremos por una semana—dijo sentándome de nuevo y colocándome un collar de flores de plástico y un sombrero de paja en la cabeza.
—Joder Céfiro, discúlpame pero no estoy entendiendo nada—dije apenado.
—A ver, te explico…—
—Por favor—dije lleno de ansiedad.
—Como bien sabrás la empresa está expandiéndose tomando partida en el negocio de los bienes raíces en la construcción de obras públicas y etcétera. Pues una de esas obras, un centro comercial enorme para ser más específico, está por ser inaugurado y debo asistir a la gran apertura, además de supervisar y dar el visto bueno a la obra antes de dar luz verde a los comercios que deben terminar de instalarse en una semana. También habrá muchas fiestas y reuniones a las que asistirán peces gordos. Me volvería loco sin mi mano derecha para organizarme—decía animado.
—¿Y tu mano derecha es?—
—Eres tu tontito—decía burlón—Y obviamente todos los gastos correrán a nombre de la empresa, diversión disfrazado de trabajo, luego de la semana podrás tomarte varios días de permiso, cortesía de tu servidor—dijo picándome el ojo.
—Todo muy bonito pero ¿Y el instituto?, estamos a vísperas de exámenes y…—
—Tranquilo por esa parte, ya había pensado en eso—
—¿Y qué pensaste?—
—¿Acaso Seymour nunca te dijo que soy el accionista mayoritario de tu instituto?—
—Entiendo—dije no muy convencido de su efusividad, quizás en otro momento su alegría me hubiese parecido contagiosa, pero me sentía incómodo por lo que haría a continuación.
—Va, igual no tienes escapatoria, tienes que ir conmigo sí o sí… Y ahora, ¿Qué era eso que querías decirme?—dijo sonriente.
Estrujé la suave cajita color turquesa entre mis manos. Ahora ya no estaba tan seguro de querer devolverle los aretes, de seguro se lo iba a tomar a mal, y peor aún luego de toda esa emoción. Me preguntaba que pensaría Seymour de todo esto… Seymour, como lo extrañaba, no sabía nada de él, ninguno sabíamos nada… Y Céfiro definitivamente no sería mi fuente de información. ¿Qué hacer?, sería tan incómodo regresarle el regalo justo en este momento, ¿Y si esperaba a regresárselo después del viaje?, ¡No!, tenía que ser firme en mis cosas… Si le dejaba pasar un detalle como este a Céfiro ni me imaginaba lo que podría pasar en el “viaje de trabajo”, prefería dejar las cosas bien claras entre nosotros. No era un idiota, era fácil leer lo que tenían reservados para mí los ojos miel de Céfiro.
Finalmente me armé de valor y coloqué la caja turquesa sobre el escritorio frente a él. Sorpresa en su mirada, pero solo eso… Sorpresa.
—No debiste Céfiro. En serio estoy extremadamente agradecido por semejante regalo, pero no lo considero apropiado. Me haces sentir demasiado especial y eso me incomoda un poco, gracias, pero no—
Esperé su reacción, estaba aterrado de mi propio valor, su cara permanecía inmutable, viva, blanquísima y juvenil, no emitió ningún gesto por un millón de segundos hasta que se dejó vencer por la risa.
—Vaya que me dejas perplejo Evan, esto nunca me había ocurrido—
—Supongo que siempre hay una primera vez para todo, ¿No?—dije avergonzado, y ya un poco más aliviado.
—Chico sabio y listo—dijo destapando la caja y sacando los zarcillos con los hermosos ópalos negros, destellaban y a pesar de que eran lujosos, no eran para nada pretenciosos, de hecho eran algo casuales y discretos, muy masculinos. Céfiro los contempló.
—¿Es por el dinero?, ¿No?—dijo algo derrotado.
—Por allí van los tiros—confesé.
—Escucha Evan, este mundo, este maldito mundo es miserable… ¡Ruin y miserable Evan!, el humano nace puro y se transforma en un oportunista, los seres humanos son…—
—Somos—corregí y él me miró sintiéndose atravesado por una lanza.
—Somos—corrigió—Seres diseñados para evolucionar, para aplastar al más débil y así hacerte el más fuerte—
—¿Y a que va todo esto?—dije arqueando una ceja.
—A lo que me refiero es que, si bien el mundo se divide en débiles y fuertes por igual, la flecha apunta en una sola dirección. Y los débiles siempre intentarán rechazar su naturaleza, querrán convertirse en personas fuertes… Llámale auto superación si quieres, pero eso obliga a los verdaderos fuertes a exagerar su papel, a llevarlo al límite y eventualmente aplastar aún más a los indefensos—suspiró y continuó.
—El mundo está lleno de esta gente que quiere pasar de ser víctima a victimario Evan… Hay pocas personas valientes que no temen a ser eso… Débiles, comprenden y aceptan su papel biológico y eso los hace fuertes, ¡De espíritu Evan!, la verdadera valentía no son los actos heroicos, si no los actos de humildad y compasión, la auto aceptación misma, de entender lo que uno realmente es, eso es de valientes. Y el dinero pues… Es solo eso… Papel, una creación sin valor tangible real, su valor depende de lo que nosotros decidamos como sociedad. A mí por ejemplo me sobra a borbotones y como ves, gasto sin que me duela mucho. A ti ha de parecerte algo carísimo y exagerado, pero algún día cuando tengas más dinero que yo, y esperemos que sea así—dijo sonriéndome—comprenderás que es solo eso… Papel aunque tiene el poder de hacer felices a las personas que queremos.
—Mi única intención fue hacerte feliz con este gesto, sé que te gustaron y además se te ven bien, parecen hechos para ti. No ganas nada rechazándolos con la intención de hacerte el fuerte, acepta mi gesto y solo lúcelos, con ellos no viene ninguna otra intención que la de hacerte un poco más feliz y alegrarte un poco la realidad dura de vivir solo en un país extraño. No tienes que usarlos si no quieres, puedes guardarlos o empeñarlos y hacerte con algo que realmente necesites en el futuro. Solo… acéptalos—dijo tendiéndolos a mi manos. Los mire relucientes, que tonto era, Céfiro tenía algo de razón, de seguro y me veía ridículo haciéndome el digno, sin querer aceptar la ayuda de nadie, y ni siquiera era ayuda, era solo un obsequio… Caro, pero para el solo eran intenciones y buenos deseos, ¡Sí!, y yo solo me dedicaba a hacerle el desplante y comportarme como un aguafiestas. Odio mi servilismo.
Los llevé a mis orejas y los incruste con los broches, ni siquiera apretaban. El me vio enternecido, me sonreía con esas perlas blancas que le decoraban el rostro.
—Simplemente majestuoso—
—Gracias, y discúlpame—dije apenado.
—No me agradezcas, tú solo dedícate a hacer maletas, tonto, que no son vacaciones, será una semana pesada… Pero igual y nos divertimos—
—Y Estem… Recuerda que estás en horario de trabajo, aquí no los puedes llevar puestos—me sentenció con una sonrisa, le miré con ganas de matarlo…
[Jordan]
—Sabes muy bien que esa palabra no es válida—
—Es válido lo que nosotros decidamos—
—Uy sí claro, es válido cuando a ti te conviene, tramposa de mierda—
—¡Bien!, ¡Bien! ¡Uish!… DRAMATICO—dijo antes de devolver las piezas a su estante—Este juego es tan aburrido—resoplaba.
—Elodie… ¡Cállate y piensa en una palabra!, me sorprende con lo nerd que eres que no puedas armar una simple palabra, llevas como cinco minutos pensando… cede tu turno y toma nuevas letras—
—¡Jamás!—
Voltee los ojos en mis cuencas, era terca como mula. Entre ella y Brandon que no dejaba de arañar la puerta con sus patas para que lo dejara entrar me estaban volviendo loco.
—Déjalo entrar, no seas malo—
—Tu no limpiarás el desastre que va a hacer el perro, tu… concéntrate, ¿Sí?—
Elodie arqueó una ceja y me apuntó con esa mirada de ella que huele a pólvora, yo simplemente la ignoré mientras revisaba el móvil, y es que había que ver que mis compañeros del instituto publicaban puras estupideces… Nada interesante, y de repente escuchamos un portazo, Elodie me miró, pensamos lo mismo, procuré conservar la calma, pero fue cuestión de un par de minutos y comenzaron los gritos e insultos a treparse por las paredes, a atormentarnos. Era tarde y mamá no había llegado a casa, Elodie estaba muy aburrida en su casa y dijo que se iría tarde, que sus padres no tenían problema con ello por lo que nos pusimos a jugar Scrabble.
—ESTOY ARTO DE TI, MALDITA SEA, ¿CUANDO SERA EL DIA EN QUE DECIDAS HACERTE CARGO DE TU FAMILIA?—gritaba papá.
—Como si el hiciera mucho por los gemelos y yo… Él cree que hacerse cargo es aportar dinero y ya, pero en esta casa todo lo hago yo—murmuré por lo bajo.
Elodie me miraba con ternura y algo de pena, odiaba que me mirara como a un cachorro moribundo.
—Por eso no me gusta que vengas tanto para acá—mascullé.
—Sabes que no soy de las que abandonan a sus amigos en las malas—
—Amigo—corregí—Justo ahora estás igual de sola que yo—
—Últimamente me he sentido muy tentada de hablar con los chicos…—confesó ella cabizbajo con vergüenza, muy bajito con la esperanza tonta de que no la escuchara.
—Ellos tomaron esa decisión, de quedarse con el chico Yogurt—
—¿Sabes que es un insulto estúpido?, ¿No? porque el Yogurt viene de Turquía y Evan es griego—
—¿Pero existe el Yogurt Griego?, ¿No?—
—Sí, pero…—
—Ya deja de defenderlo—le espeté con fastidio.
—YO PUEDO HACER LO QUE A MI SE ME DE LA GANA—gritaba mamá. Y yo no podía dejar de sentirme apenado con Elodie.
De repente escuche unos lloriqueos. ¡Genial!, ese par de cavernícolas despertaron a los gemelos con su escándalo.
—Dame un segundo—Elodie asintió con preocupación.
Fui a la recamara de los chicos y estaban bañados en lágrimas, inconsolables, los saqué de la litera y me los llevé cargados a ambos hasta mi habitación. Al abrir la puerta con dificultad permití (sin querer) que Brandon se colara también, salió corriendo hasta donde estaba Elodie y le saltó encima para lametearla toda.
—Auxilio—gritaba ella entre risas. Dejé a los chicos en mi cama y fui a socorrerla. Regañé a Brandon y se calmó.
—Creo que el juego terminó—dijo ella con pesar, Brandon le había pasado por encima al tablero y revuelto las piezas.
No pasó mucho hasta que tras un enorme portazo cesaron los gritos, esa fue mi mamá, otro par de minutos y un segundo portazo y el ruido del motor, mi padre se había ido tras de ella. Elodie me ayudó a cargar uno de los gemelos y con dificultad logramos dormirlos de nuevo, nos fuimos con sigilo a dejarlos en su habitación.
—Necesito aire fresco—le dije y salí hasta el porche, me senté en los escalones frente a la puerta, ella se sentó junto a mí, ya la calle estaba vacía y los faroles iluminaban los cúmulos de nieve en los jardines de los vecinos, no hacía demasiado frio, pero la ansiedad me estaba matando. Saqué un cigarro y lo encendí.
—No deberías hacer eso Jordan—
—No es el momento para que vengas con tus charlas morales Elodie… Lo necesito—y se me quebró un poco la voz.
Permanecimos unos minutos en silencio, ella jugaba con un poco de nieve en sus manos, yo inhalaba el humo gris, sabía que sacrificaba mi salud, pero obtenía un poco de serenidad a cambio.
—Yo también los extraño… A los chicos—confesé.
—Es aburrido no escucharlos pelear entre clases ¿Verdad?—me dijo con una melancólica sonrisa.
—No exageremos, tampoco es como si hubiesen muerto, ellos están muy felices con su nuevo amigo—
—No vale la pena seguir lamentándonos por eso Jordan—
—Va, lo entiendo, igual nunca quieres admitir que es culpa de ellos el alejarse, pero entiendo, no vamos a hablar de eso—ella me miró con malos ojos, yo simplemente la ignoré y agaché la cabeza entre mis rodillas.
—¿Qué sabes de Seymour?—dije finalmente, tragué saliva, no me atreví a verle la cara a Elodie.
—Lo mismo que todos…—
—Espero no le haya pasado nada malo—admití.
—No, no le pasó nada malo—dijo ella, inmediatamente levanté la cabeza y la confronté.
—Me perdí, ¿No que sabias solo lo que todo el mundo?, ¿Cómo puedes aseverar que está bien si no sabes nada?—
—Olvídalo—dijo ella evitando el contacto visual.
—Elodie, no soy tonto, tu sabes algo…—le recriminé.
—Dame eso—dijo antes de arrancarme el cigarro de los labios, le dio una profunda calada y lo apagó en la nieve.
—Hey ¿Qué te pasa?—
—Sabes que eso es dañino para tus pulmones—
—Haré como que no hiciste eso, pero ya, desembucha, ¿Que sabes tú de Seymour Astraios que yo no sepa?—
—Hay rumores…—
—¿Rumores?—
—Sí, rumores—dijo mirándome con fastidio—De que su padre volvió—
No pude evitar mi sorpresa, ¿El mal padre de regreso?, no quería ni imaginarme como la estaba pasando Seymour en este momento, es decir, no quiero verlo ni en pintura después de todo lo que ha pasado, pero tampoco soy una masa de carne sin sentimientos, seguro la estaba pasando muy mal con su padre disfuncional de vuelta a su vida.
—Aun así me preocupa que esté faltando tanto a clase, no por las calificaciones, sino porque algo de peso le debe haber pasado como para que falte tantas veces seguidas—
—Eso tiene sentido—aseveré.
—¿Crees que en algún momento encontrarás perdón en tu corazón?—
—No se vale lo que ellos me han hecho…—
—Pongamos las cartas sobre la mesa, el problema en si es el triángulo amoroso entre ustedes—
—Era un triángulo, ahora que me salí del juego es una línea, con dos extremos—corregí.
—¿Por qué justo ahora que Seymour se decidió al fin por un chico decidiste que era momento de hacerle de su conocimiento que te gustaba?—
—¿Qué no es obvio acaso?—
—¿Qué cosa?—
—Miedo Elodie, miedo a perderlo—
Y allí la tenia de nuevo, mirándome como a un perro al que van a sacrificar, era cómico el contraste de que alguien tan inteligente como Elodie fuera tan tonta en estos asuntos del amor, pero no podía culparla, ella nunca se ha enamorado.
—Miedo que tuve siempre de ahuyentarlo, de decirle que yo, su amigo fiel estaba perdidamente enamorado de él, hubiese salido corriendo lejos de mí, y miedo, sí, mucho más miedo de que el pica flor al fin se hubiese decidido por una sola planta—
—Lo hiciste muy tarde Jordan—
—Y ahora ya no será mío, si no de él, y a él realmente no lo odio, odio que Seymour le vea de la forma en la que me gustaría que me viera a mí—
—Eso deja a Jyrki y Hailan fuera de esto, a ellos si deberíamos perdonarlos, nosotros, porque incluso yo misma chupé de esta situación, nos vimos inmersos en esta batalla de lealtad y aprovechamos la situación para sacarnos los trapitos sucios al sol—
—Yo sé que los extrañas, sé que no estás acostumbrada a ser un lobo solitario como yo y no te puedo culpar por ello, y sé que de cierta forma la lealtad hacia mi te esta lastimado, porque te he alejado de los chicos, por una vez intentaré no lastimar a quien me rodea, te libero Elodie, de mi atadura, busca a los chicos y se su amiga de nuevo, yo seguiré aquí para ti—
De pronto se estacionó la camioneta del padre de Elodie en la calle frente a mi casa, frente a nosotros.
—Vinieron por mí—dijo colocándose de pie, yo le imité, me dio un beso en la mejilla y me dijo tomándome por los hombros—debajo de esa fachada de rudo eres un ser precioso, lleno de amor y en algún momento llegará alguien a quien harás sentir afortunado Jordan, no seas tan duro contigo mismo—
Elodie caminó hasta la camioneta y subió, yo permanecí de pie observándola, agité mi mano al aire para saludar a su papá, que aunque no lo veía sabía que me devolvía el saludo.
—NUNCA HAS SIDO UN LOBO SOLITARIO JORDAN, SIEMPRE HAS SIDO UNA PARTE IMPORTANTE DE LA MANADA—me gritó desde la camioneta antes de irse. Permanecí de pie hasta que desparecieron por el pavimento, saqué otro cigarro lo encendí y me tire sobre la nieve a observar el cielo, a meditar.
[Giselle]
—Señora—dije postrándome ante ella.
—Mortal, espantas la presa—dijo sacando una flecha luminosa al tensar su arco.
Ya hacía un tiempo en el que Artemisa no me citaba a rendirle cuentas, esta vez estábamos en un bosque espeso a kilómetros de toda huella visible del hombre, al parecer ella estaba siguiendo una presa. Al parecer, porque entre todos los sonidos del bosque no lograba escuchar, ni ver que estaban cazando ella y sus petulantes y coloridas ninfas del bosque, porque sí, esas malditas racistas nos estaban acompañando hoy.
Ella iluminó la espesa oscuridad del bosque con su flecha de luz plateada, fulguraba en ardiente deseo de atravesar, romper y desgarrar aquello que la diosa tuviese en su mira. Las ninfas, bellas esclavas de sus caprichos aguantaron el aliento ante la acción de su señora, yo les imité, no quería ser el objeto en su mira. El arcó amenazaba en estallar por la energía que rugía en la flecha, por un momento el bosque pareció callar completamente, solo el viento se sintió capaz de romper el voto de silencio que imperaba a favor de la señora de los bosques. En un elegante movimiento de dedos ella soltó la flecha que avanzó a toda velocidad destruyendo todo lo que se le interponía, rompiendo toda la oscuridad que reinaba en el bosque, solo algunos haces de luz escapaban a través de las ramas en lo alto de los árboles y permitían el paso de luz del día.
Pasaron unos segundos, los suficientes como para permitir que el resplandor plateado cesara, la Diosa hizo una pequeña muesca con sus labios, una muestra petulante de suficiencia, las ninfas aplaudieron y le felicitaron, a pesar de todo me daban un poco de lastima, pues era algo irónico que seres de la naturaleza libre fuesen prácticamente esclavas de la voluntad de un ente superior. No me quedó otra opción que aplaudir, no sabía que carajos había cazado, pero tampoco sería muy prudente de mi parte preguntar.
—Bien, mortal—dijo fijando sus ojos en mí, esos dos pozos de infinita oscuridad—Te cité hoy porque—
Y no pudo completar la frase, se interrumpió súbitamente y miró con furia en dirección a donde había ido a parar su flecha, las ninfas callaron, y todo se tiñó de seriedad, dos segundos después sonó un disparo, todo sucedió tan rápido, una de las ninfas cayó al suelo, le habían dado en el cuello, un líquido salía a borbotones del agujero de la bala, ella se retorcía y gritaba del dolor, sus hermanas gritaban con pánico e intentaban hacer presión en la zona del disparo, pero sin lograr mucho. Otras huyeron, el pánico reinaba, Artemisa permanecía de pie, seria sin demostrar un ápice de sentimiento observaba como la ninfa se retorcía en el suelo y convulsionaba del dolor, sus hermanas lloraban desesperadas, de entre las manos de la que socorría su cuello salieron disparados haces de luz entre sus dedos, esta quitó la mano asustada y bañada en lágrimas. La victima del disparo gritaba presa del dolor, yo estaba demasiado impactada, horrorizada, por los alaridos de dolor, intenté ir a socorrerla, pero una de las ninfas me sostuvo por los hombros y me impidió avanzar.
—No la toques, es tarde—dijo entre gimoteos.
Los gritos se acrecentaban y se fundían con el propio bosque, los alaridos de dolor se escuchaban por doquier, sus hermanas que le sostenían se miraron con resignación y lágrimas, todas asintieron, al parecer ya era tarde y todas lo sabían. Las que tenían sus manos bañadas en sangre se acercaron a un caudal de agua y se lavaron en el riachuelo, el líquido se mezcló con el agua y despareció en el fondo de esta, pasaron unos segundos y del agua brotó la luz cegadora, la misma que se desprendía de la herida de la ninfa, cuando desapareció por completo aparecieron flotado en el agua mariposas que por sus alas empapadas no pudieron evitar ser arrastradas por la corriente.
Ya los gritos de la ninfa eran irreconocibles y difíciles de describir, era un sonido agudo y desesperante que lo impregnaba todo, el cuerpo comenzó a sacudirse de forma errática y pasó a ser consumido por la luz, parecía arder en esta. Fue completamente conquistado por el resplandor del que empezaron a emanar muchas, si no miles de aquellas mariposas, formaron un enjambre, una plaga que lo cubrió todo y se fue volando. Y luego silencio, las ninfas sollozaban y yo también lo hacía, no me había percatado de ello, pero me encontraba abrumada después de aquel espectáculo. Una de estas se acercó a Artemisa y se arrodilló.
—Señora, desde su bondad permítame hacer justicia por mi hermana—dijo cabizbajo.
—Concedido—
La ninfa de cabello oscuro se puso de pie, y luego su cuerpo comenzó a contornearse y crujir, a sufrir una metamorfosis y llenarse de un pelaje pardo, ella apenas mostraba muecas de dolor, permanecía serena, sus hermanas la observaban con admiración y valor. Artemisa le había transformado en una osa de más de dos metros que inclinó su cabeza ante la diosa, Artemisa le tocó la sien, casi en una caricia y el animal partió y se perdió en el bosque.
—Traigan a las demás—ordenó Artemisa. Las ninfas asintieron y en un baño de luces se esfumaron. Ahora estábamos solas.
—Puedes hablar, mortal—
Aclaré mi voz y mis ideas, y procedí—Lamento lo que acaba de suceder, yo…—
—No quiero oír tus condolencias, era solo otra ninfa, ya se encargará Gea de encontrarle reemplazo—
Sin duda alguna era un ser hermoso, etéreo y puro, pero solo tenía hielo en las venas.
—Tu sabes bien porque te cité aquí, así que cuéntame de avances, no quiero que la situación con mi hermano y Céfiro termine por salirse de control… De nuevo—yo asentí.
—Las cosas no están saliendo como usted quiere señora—
Ella dirigió esa mirada corrosiva hacia mí con una paciencia desesperante, flotó con gracia y permaneció así hasta que una nube gloriosa apareció a manera de asiento, y reposó sobre ella, juzgándome.
—Lejos de ayudar a consumar algo estable entre Seymour y Evan, logró que este último se alejara de él—
—Dales tiempo, no tardarán mucho hasta que Evan busque entregarse a los brazos del otro chiquillo, después de todo son humanos, lo único que buscan es carne donde satisfacer su lujuria—
—Señora, creo que usted no entiende la gravedad de la situación—
—Ciertamente no entiendo que es lo que quieres decir…—
—Señora, Seymour intentó violar a Evan—dije con preocupación, ella no parecía agobiada ni mucho menos, de hecho lucia algo aburrida.
—¿Y eso que?—
—Señora…—
—Con el pasar de las eras tú especie, parece consumirse aún más en su propia inmundicia, es natural que ocurran pormenores como estos—
—Señora, actualmente esto no es bien visto por la sociedad humana—
—Y a parte de impuros parece que ahora son mucho más débiles que antes, más, delicados diría yo, ya entiendo porque padre nos pidió limitarnos al mínimo a interceder por ustedes—
—Más sensibles señora, no débiles—
—No es mucha la diferencia entre una y otra, cuando erigían templos para nosotros era algo muy común que ustedes llegasen incluso al matrimonio bajo estos medios—
—Esos eran los humanos del pasado señora, ahora todo ha cambiado, y le aseguro que con esto nunca obtendrá los resultados que desea, incluso me atrevo a pensar que fue el motivo por el que me trajo a esta tarea, porque ya no conoce muy bien a los humanos de estos tiempos…—
—Eres insolente, pero perspicaz—dijo sonriendo y se desvaneció, despareció y luego apareció justo delante de mí, a centímetros de mí. Mi corazón comenzó a palpitar frenético. Acercó su mano a mi mejilla y sentí como quemaba, como si la luz plateada que emanaba de su cuerpo fuera un medio para evitar se tocada, manchada, corrompida, ni siquiera me había tocado y la sensación era insoportable.
—Si no fueses necesaria no habría dudado en arrancar la piel que cubre tu cuerpo aun estando viva—dijo lentamente y me tocó con un dedo de su mano, literalmente sentí como si colocasen hierro al rojo vivo en mi mejilla y luego volvió a aparecer en su nube, no pude evitar derramar una lagrima del dolor.
—Que sugieres mortal, soy toda oídos—
—Creo que lo más importante y por lo que debemos comenzar es dejar de envenenar el agua de su casa con ambrosia de lujuria, no solo espantó a Evan, que se fue a vivir lejos de él, sino que también le está afectando en el resto de su vida personal, ya ni siquiera asiste al instituto, ha estado confinado a su casa desde el incidente con Evan—
—Entiendo, ¿Pero y luego?—
—Dejemos que Seymour vuelva al instituto y allí veremos cuan afectada quedó la relación entre ambos, luego decidiremos qué estrategia tomar dependiendo el daño—
—Es plausible, pero tomará tiempo en suceder—
—¿Cómo?—
—La ambrosia de lujuria es una variante de la ambrosia, el alimento de los dioses, una sustancia que solo pueden obtener los Dioses, de la cual nos alimentamos y que no puede ser consumida por los mortales, porque de hacerlo morirían rápidamente. En resumen, es una variante que otorga deseo y lujuria al portador—
—Pero si es mortal para los humanos, ¿Cómo es que Seymour ha sobrevivido?—
—Sencillo, ¿Quién es padre de Seymour?—
—Céfiro, y él es un…—
—Dios, sí, un Dios menor, pero Dios al fin… Señor de los vientos del oeste, hijo de Astreo y Eos deidades celestiales del anochecer y el amanecer—
—¿Entonces Seymour es un semidios?—
—En teoría, pues su sangre está muy diluida y no es hijo de los olímpicos—
—Entiendo, ¿Es por eso que no tiene cualidades divinas?—
—Exacto, aunque el consumir ambrosia y no morir en el acto es una proeza divina en si misma—
—Lo que no entiendo es por qué entonces Evan no murió esa vez que ingirió la ambrosia junto a Seymour—
—Lo más seguro es que la Moiras se hicieran de la vista gorda, el chico tiene un destino y aun no lo ha consumado, además de que su alma aún no está del todo restaurada—
—¿Su alma?—
—¡Suficiente!—sentenció con firmeza—Ya has escuchado lo que necesitas saber mortal—
De la lejanía en el espesor del bosque se escucharon los gritos de desesperación de un hombre y luego el rugir de un oso, no tardaron mucho en aparecer ante nosotras, se trataba de un hombre joven y aunque era guapo estaba sudado, su ropa hecha jirones y su piel rasgada, sangrante. Se le veía desesperado por coordinar su visión entre tanta oscuridad, vino hacia nosotros corriendo y suplicando.
—AYUDA POR FAVOR, ¡POR LO QUE MAS QUIERAN!—gritaba, sospecho que atraído por la luz divina que emanaba de la Diosa, como un faro iluminando el bosque, detrás de él, persiguiéndolo, la osa, la ninfa transformada sedienta de sangre aún no había consumado su venganza.
—Señora, creo que…—Pero Artemisa no me prestaba atención, sus ojos siempre oscuros y profundo ardían en una especie de llama plateada, rápidamente sacó una flecha de luz y apuntó, dos segundos y tenía al muchacho con una flecha clavando su pie a la raíz de un árbol, otro segundo y estocó su costado con otra flecha clavando su pecho al tronco. Me sorprendía la precisión y me asustaba la frialdad con la que lo llenaba de flechas y los gritos de desesperación, las flechas quemaban su carne.
—Señora ¡Deténgase por favor!—le dije desesperada e intenté tocarla, fui expulsada con violencia como en una explosión y mi cuerpo cayó varios metros tras de ella, me golpeé la cabeza contra el suelo y me sentía mareada, aturdía y veía borroso.
—Este cazador mató a mi ninfa—decía fuera de sí, con voz imponente que sacudía e imponía temor al bosque entero. El hombre gritaba y gritaba, pero nadie iría por él, ni siquiera yo podría—Sal de aquí mortal, si quieres que perdone tu osadía y no sufrirás el destino que él—No me di cuenta en que momento había aparecido la luna dominando el cielo, si hace un par de segundos el brillo del sol se habría rendijas entre las ramas de algunos árboles, ahora había oscurecido de repente, y el poder nocturno de Artemisa, la señora de los bosques lo gobernaba todo, tanto poder contenido.
Escuché como se avecinaba la Osa y me puse de pie, lo último que vi antes de correr en la oscuridad fue a la Osa parándose en dos patas frente al muchacho.
—CHICA, AYÚDAME POR FAVOR, TEN PIEDAD DE MI, TE LO RUEGO, NO QUIERO MORIR—
Fue lo último que escuché ya a lo lejos, espero algún día borrar de mi cabeza el sonido de su garganta desgarrándose del dolor, el sonido de sus huesos quebrándose y su carne siendo arrancada viva de su cuerpo, ahora sí comprendía por completo la seriedad del asunto, ella era peligrosa, todo esto lo era, todos lo eran.
[Mike]
—Oh, maldita sea, ¡Esto tiene que ser un puto chiste!—
—Yo también me alegro de verte William—
—¿Que carajos haces aquí Mike?—
—¿Qué acaso no es obvio?—
—¿El acoso?—dijo irguiendo una de sus cejas.
—No—
—¿Entonces?—
—Que soy un buen samaritano—él volteó los ojos.
—Qué bonito, pues procuraré hablarle bien de ti a San Pedro si te me adelanto, ahora si no te molesta me iré a mi casa—Y se dispuso a caminar con su mochila al hombro, era de madrugada, no faltaba mucho para que el sol saliese, no me quedó de otra que seguirle de refilón con mi auto al costado de la acera donde caminaba.
—¿Sabes lo fácil que sería llamar a la policía?—
—Es eso una amenaza—
—No, es un pensamiento que flotaba libre en el aire y fue atrapado por mis redes neuronales, y justo ahora pues lo comparto contigo—
—Ya sube al auto, deja lo tonto, ¿Sabes lo peligrosa que son las calles a estas horas?—
—Sí, lo sé, todos los días a estas horas camino de mi trabajo al apartamento—me dijo con un tono acido de sarcasmo. Yo no le respondí, simplemente seguí conduciendo, como a cero punto cinco kilómetros por hora, estoy seguro de que caminaba así de lento para joderme, pasaron un par de minutos en el que no nos dijimos nada.
—¿Piensas seguirme hasta mi casa?—
—Asegurarme de que llegues bien hasta tu casa—corregí.
—Bien, hijo puta, ganaste—y se subió a regañadientes al auto dando portazo—Ahora acelera que tengo otro trabajo al que llegar después de esto, no todos tenemos tanto tiempo libre como tú para patrullar las calles y proteger a los indefensos transeúntes—
—¿Por qué eres tan ácido conmigo?—
—¿Por qué eres tan insistente?—
—Quizás no te guste la respuesta a esa pregunta—él tragó saliva, titiritaba y frotaba sus manos para disipar el frio.
—Ten—dije pasándole una chaqueta que llevaba en los asientos traseros—Solo a ti se te ocurre caminar sin abrigo en estas épocas—
—No está nevando—
—Pero igual es invierno, y no sabes en que momento lo hará—él se calló por un rato.
—Qué haríamos sin ti los desprotegidos transeúntes—dijo sonriéndome mientras se la colocaba, no pudimos evitar estallar en risas. Esas pecas en su cara solo le agregaban más dulzura y sus hoyuelos eran la cereza del pastel. Y estacioné, habíamos llegado a su edificio, pero él permaneció quieto, meditando, no bajó de inmediato.
—Sabes que esto no puede seguir así, ¿Verdad?—
—¿Qué es “esto”?—le dije confrontándolo.
—Sabes que tengo novia
—No puedo dejar de pensar en ti—confesé.
—Debes dejar de hacerlo—
—¿Sabes que me parece curioso?—
—¿Qué?—
—Que tú nunca me dices que no eres gay, solo me repites que tienes novia—
—Sí, porque la amo y no quiero dañarla por estar conti…—y se calló de sopetón.
—¿Cómo la dañarías?—le dije con perspicacia, tras encontrar una grieta en sus defensas. Él me miró sorprendido, como si hubiese descubierto algo, como si hubiese desnudado sus palabras e inmediatamente bajó del auto asustado, como si hubiese visto a un fantasma.
—No me busques, olvida donde vivo, donde trabajo, no me pienses, no me recuerdes, elimina mi rostro de tu memoria, ni sientas nada por mí, yo nunca existí y esto acaba aquí Mike. Si me buscas te ignoraré y si insistes tendré que lastimarte, si de por si esto ya no lo hace. No tengo tiempo para niños ricos y caprichosos, y estoy seguro de que eres de esos idiotas que solo buscan un cuerpo dispuesto a satisfacerles, incapaz de amar, una masa de músculos sin cerebro, yo tengo una novia y un futuro por delante junto a ella, un futuro donde no tienes nada que hacer, adiós Mike, espero nunca volver a verte—
Y se marchó, me dejó allí sin más. Cada palabra fue un proyectil y yo era el pobre diablo que yacía muerto en el asiento del piloto, los agujeros no eran visibles porque habían hecho daño mucho más allá de la superficie. Al parecer todos opinaban lo mismo de mí, y si todos opinaban igual era porque quizás tenían razón y casi todo en mi estaba mal. Me miré en el espejo retrovisor, ahora veía un cadáver vacío y sin vida, los hombres como yo no lloraban, pero ya yo no era un hombre, era un cuerpo inerte, rompí a llorar como nunca lo había hecho.
[Evan]
—Y por esa razón estaré ausente por una semana—terminé de explicarles a los chicos.
—Wow Evan, no sé qué decir, felicidades amigo—dijo Hailan en un tono no muy convincente y le dio un codazo a Jyrki.
—Felicidades Evansito, pero, ¿No te parece muy raro eso?—
—¿Raro el que?—inquirí.
—Que tu jefe te conceda tantos beneficios, por no decir privilegios, ya que ni siquiera tienes grado universitario y así—yo no sabía dónde meter la cabeza, ni que pensar y en cierto grado Jyrki tenía razón, pero por encima de eso, era mi trabajo y no podía simplemente cuestionarlo todo y tenerle desconfianza a mi jefe si se mostraba tan dispuesto a ayudarme, aún más siendo el propio padre de Seymour. Por no decir que de mi trabajo dependía todo, mi manutención y mi libertad y conseguir un trabajo así no era cosa de todos los días. Hailan nos miraba espantados a los dos, yo iba a responder, tenía un nudo en el cuello y no se trataba precisamente del de la corbata del uniforme del instituto, pero fui salvado por la campana.
—Hola chicos—
—Elodie—dijo Hailan.
—Me preguntaba si podía hablar un momento a solas con ustedes dos—dijo señalando a los chicos.
—Sí tienes que decir algo puedes hacerlo frente a Evan, él es nuestro amigo y no hay nada que ocultarle—dijo Jyrki a la defensiva, de inmediato el ambiente se nubló y se puso pesado, casi podían verse los destellos de estática entre estos dos.
—Jyrki, no hace falta yo puedo…—
—No Evan, tu eres nuestro amigo y estaremos juntos en las buenas y en las malas—
—Si sabes que no estamos casados con Evan verdad—dijo Hailan. Yo me sentía muy incómodo.
—Bien, no me interesa entonces—dijo Elodie decidida—Por mucho que me cueste aceptar que no siempre tengo la razón vengo a ofrecerme a mí misma como ofrenda de paz, me sacrifico en nombre de la amistad, y juro que lamento verlos de lejos todos los días aquí entre clases, valoro demasiado su amistad chicos y estoy dispuesta a sacrificar una de las cosas más valiosas que tengo, mi orgullo a cambio de tenerlos de nuevo en mi vida…—Yo no pude evitar de sonreír de ternura ante la escena—Es mi primera oferta y si no es suficiente ustedes díganme, no pienso rendirme tan fácil y vengo cargada de un arsenal de ofertas jugosas, lo que sea necesario para recuperar nuestra amistad—
Jyrki y Hailan se miraban incrédulos ante Elodie que se mostraba humilde y sumisa, cosa que nunca había visto que sucediese.
—Bueno chicos, creo que iré a por un helado a la cafetería, nos vemos a la salida—
—Evan, no hace falta que te vayas—dijo Hailan.
—MUY TARDE—dijo volteándome para sonreírles, ya iba a medio pasillo de distancia.
—¡PERO ESTAMOS EN INVIERNO!, COMER HELADO YA NO TIENE SENTIDO—gritó Jyrki.
—REALMENTE DESEO ESE HELADO—y me fui.
[…]
Los chicos tenían razón, realmente no quería ese helado, estaba titiritando con los dientes y la boca congeladas en una mesa de la cafetería.
—Soy estúpido—resoplé.
—Estúpido no—oí decir a una poderosa vos masculina tras de mí—inocente—
—Magnus—
—¿Se puede?—
—La cafetería es libre—le sonreí y asentí.
—Las mesas no—contraatacó y se sentó frente a mí.
—¿Ah?—
—Le pertenecen a las posaderas de quienes las ocupan—
—Ah, eso—y no pude evitar ruborizarme, y ambos estallamos en carcajadas.
—Entonces… ¿Por qué soy inocente y no estúpido?—le dije retante.
—Porque un estúpido sabe que no debe pedir helado en invierno y aun lo hace, mientras que el inocente lo hace sin saber que no debería hacerlo—
—¿Y cómo sabes que no lo sabía?—
—Porque eres griego igual que yo, cosa del clima, ya sabes…—
—¿Entonces cómo es que tú ya lo sabías y yo no si ambos somos del mismo país?—
—Porque la cocinera me advirtió y me disuadió de comprarlo—
—Conmigo no lo hizo—
—Supongo que estaba distraída—dijo sonriéndome, por favor alguien que me ayudara, este tipo era ridículamente hermoso y lo peor era que no era consciente de su propio encanto, lo cual lo volvía aún más irresistible.
—Eso o que a mí me odia—
—En ese caso también me hubiese hecho la maldad a mí—
—Imposible… quien no querría hacerte el favor—dije atontado.
—Jajajajaja ¿COMO?—dijo el sorprendido.
—Nada…—dije totalmente apenado, otra ve el calor en mis mejillas, rápidamente tomé una gran cucharada de mi helado para no tener que seguir respondiéndole, estaba muy avergonzado. Y de repente el universo me volvía a probar que sí que era estúpido, se me había congelado el cerebro por el helado, y parece ser que fue muy evidente.
—Hagamos algo, te cambió mi chocolate caliente por tu helado, así dejas de sufrir—
Juro que de verdad no quería verme desesperado por algo de calor, menos frente a ese ángel, pero realmente si estaba desesperado.
—Trato—y estuve a punto de arrancarle la tasa de chocolate de las manos pero me detuve—Mi helado está empezado, ¿No te molesta?—
—No seas tonto—y me quitó el helado de las manos y lo sustituyó por su chocolate caliente. El roce de su mano, ¿Había sido apropósito?, ojala, se había sentido tan bien, ojala lo volviese a hacer.
—Evan… ¿Yuju?—
—Sí, si disculpa jejeje me distraje—(con tu belleza) me hubiese gustado decirle.
—¿Y a ti no te molesta el frío?—
—No, mira—dijo con la sonrisa más hermosa e inocente que había visto jamás acercando el vaso de helado, increíble, el puto helado estaba derretido casi por completo—Siempre me pasa, manos calientes—dijo antes de sorber el jugo de helado, no pude evitar recordar el día del parque, la agradable sensación cálida que se desprendía de su cuerpo, me hacía sentir en paz, protegido de todo peligro.
—Evan—dijo sacándome de mis pensamientos de nuevo, Magnus me tenía en un vaivén, a cada rato me rescataba de los pensamientos tontos que él generaba inconscientemente con su… Todo, básicamente.
—Sí—respondí cual tonto.
—Me preguntaba si querías—
—Hola Magnus—dijeron unas chicas al unísono al pasar a nuestro lado, no sabía de qué sección eran, lo que si sabía eran las intenciones grotescas que se escondían en ese saludo, entregándose en bandeja de plata ante Magnus, es decir, yo también lo hacía seguido, pero no podía evitar sentir esa fea sensación de celos.
Magnus era tan ideal que ni siquiera daba razón alguna para recriminarle algo, simplemente les sonrió algo apenado a las chicas, de una forma estrictamente formal, sonriendo sin mostrar ni uno solo de sus brillantes dientes, levantando la mano ligeramente a manera de saludo despreocupado, fresco como es él. Daba un poco de rabia, para ser sinceros, ni siquiera poder recriminarle su belleza, que era de lo único que le culpábamos.
—Disculpa eso—
—No seas tonto, no tienes la culpa—
—Te iba a preguntar que si querías salir conmigo la próxima semana, a tomar un café, o caminar o hacer lo que tú quisieras—lo dijo de aquella forma tan inocente y tonta, era tan adorable, maldita mi suerte.
—Me encantaría pero la siguiente semana no estaré en la ciudad, ni siquiera en la región—
—¿Y eso?—preguntó desanimado.
—Tengo que viajar con mi jefe durante toda la semana, debo asistirle, cosas de la empresa en la que trabajamos, incluso sacó permiso para mí por la semana entera aquí en el instituto—
—Vaya… Supongo que tendré que darte esto por adelantado—Y sacó un pañuelo de terciopelo que tenía algo envuelto.
—Pensaba dártelo al salir—
—¿Qué es?—
—Revísalo con confianza, es tuyo ahora, y yo si no acepto devoluciones—dijo guiñándome un ojo.
Desenvolví con mucho cuidado el suave pañuelo, y quedé anonadado. Se trataba de una cadenita con un dije colgante, era dorada y el dije era un sol bien elaborado con sus rayos vigorosos coronando el disco.
—Magnus es hermosa, no debiste—
—Así tendrás la protección del sol a donde quiera que fueses. Tú, que eres propenso a sufrir la ausencia del calor, el astro rey para darte su calor en mi ausencia, ahora lo tendrás colgando de tu cuello, ahora el mismísimo sol te pertenece a ti Evan—
Yo no sabía que decir, estaba sin palabras, Magnus se puso de pie y tomó el collar de mis manos y con delicadeza lo abrochó tras mi cuello, era ligero y al tenerlo colgando de mi sentí un escalofrío en todo mi cuerpo y luego calor, ya no tenía frio, Magnus había cumplido, mágicamente había desparecido todo el frio en mí. Magnus era encantador y misterioso, sabía que ocultaba cosas, pero yo estaba dispuesto a dejarme descubrirlas.
—Prometo que saldremos el lunes de la semana próxima, no está que viene, si no la que le sigue a mi viaje—
—Es un hecho entonces, cuídate mucho Evan, ten feliz viaje, yo estaré aquí esperándote—me dio un beso en la mejilla y se fue.
[Nota del Autor]
La cuarentena voluntaria trae muchas cosas buenas consigo, nos ayuda a evitar el mayor número de contagios posibles, reduce la contaminación y destrucción a la tierra por mano del hombre y le concede el tiempo y la paz suficiente para escribir otra vez al tarado autor de esta novela, ósea, le’ yo. Sí lo sé, pensaron que había muerto y no se equivocan, socialmente estaba muerto antes de la cuarentena, resulta que vuestro servidor alcanzó un peldaño más y digievolucioné en la cadena de mando de ciencias de la salud, ahora soy el interno en el hospital, ya no soy ni tan estudiante ni tan lejos de ser médico, estoy a la mitad.
Y pues me encontraba muy ocupado haciendo mis pasantías profesionales en pediatría (Sí, todo se trata de niños llorando y mamás a las que les gusta pelear), es hermosa la experiencia de trabajar en un hospital, aunque lamentablemente y para bien mío y de mi familia nos suspendieron las actividades en el hospital mientras dure la cuarentena, y nos enviaron a todos a casa ya que el hospital no nos garantizaba bioseguridad, por ello mi tiempo libre, que pienso dedicar a sacar la mayor cantidad de jugosos capítulos para bien vuestro y entretenimiento mío, les quiero, estoy feliz de estar de vuelta, espero no me hayan olvidado :C
**Correo: klismanbracamonte@gmail.com****
Siempre vuestro, Klisman.