Como aman los dioses (XIX) - Rodar en lo profundo.

Tristeza, miedo y felicidad, sentimientos de mortales. Los Dioses existen y son criaturas caprichosas que no dicen por favor, ni dan las gracias. Pero, ¿qué pasaría si dos Dioses se enamoran de un mismo mortal?, una guerra por amor se desatará y el joven muchacho en medio del fuego cruzado quedará.

Como aman los dioses (Capítulo XIX) - Rodar en lo profundo.

[Seymour]

—Saquen su libro de historia universal y sitúense en la página 333 jóvenes—

—¿Pero profe?—

—¿Si señorita Mórton?—

—¿No se supone que estamos en clase de biología?—le preguntó Elodie a Marcanty.

—¡Efectivamente!, ¿Por qué?, ¿Todo en orden señorita?—inquirió Marcanty.

—Es que… ¿No se supone que deberíamos sacar más bien el libro de Biología?—dijo ella incomoda e incluso algo temerosa de replicarle al profesor cara de culo.

—Lo que sucede señorita Mórton, es que el día de hoy hablaremos sobre la peste negra en Europa del siglo XIV, es relevante que conozcan este hecho biológico que arrasa casi por completo a la población europea de entonces…—respondió él con cara de pocos amigos.

—Ah…—dijo ella cabizbaja. Todos le temíamos un poco a Marcanty Voltier, es que el tipo era un amargado hijo de puta.

—Pero ya que esta tan preocupada por el contenido, pase usted al frente a exponer sus conocimientos para comenzar la clase mientras sus compañeros se dirigen claro está, a la página 333—dijo el profesor de forma severa, ella pasó a regañadientes al frente y de espaldas a la pizarra, pude escuchar como algunos se reían de ella. Eso le pasaba por bocona y sonreí para mis adentros, era una irritante sabelotodo y a pesar de que estábamos peleados y no nos hablábamos ella seguía siendo mi mejor amiga…

Las pesadas mitades de los libros de historia universal cayeron sobre las mesas en sincronía militar, Elodie tragó saliva mientras captaba las miradas de poco interés de nuestros compañeros y tras ello comenzó a recitar una verdadera catedra de historia, a la que de inmediato comencé a evadir. Mi fastidiómetro entró en funcionamiento y apago las áreas de atención y concentración de mi cerebro, me aisló de la clase y me puso sobre un barquito de papel a navegar en mi mar de preocupaciones.

Aguas profundas de azul oscuro, solo y dentro de mi barco, decidí subir al mástil de mi memoria a corto plazo y divisé tierra, una isla, mantuve el curso hasta sentir el choque de la arena con el papel de mi barco, desembarqué y el lugar estaba desolado, muy vacío, solo había arena cubriendo todo lo que era visible, excepto por el cielo y el océano. También soplaba una brisa arisca, pegajosa y salina, como era natural, así que caminé y caminé en esa isla dentro de mi subconsciente hasta que vi la silueta de un hombre en traje, me acerqué con prisa feliz de ver vida al fin en ese paraje inhóspito. Toqué el hombro de aquel hombre que me daba la espalda, era él, vi su rostro cuando volteó, ¡Era mi padre!, siempre sonriente y siempre pulcro, él me tomó en sus brazos, el contacto se sintió bien, su cuerpo me obsequió un poco de sombra y me protegió del sol incandescente. Era como volver a ser un niño de nuevo, cerré los ojos y solo disfruté el momento, eso era todo lo que quería, no dinero o poder, ni siquiera quería el apellido, solo quería su atención, su amor…

Tras unos segundos entre sus brazos comencé a sentir algo frio y húmedo gotear sobre mi hombro, abrí los ojos y les postré ante el rostro de mi padre, seguía sonriendo, solo que la imagen ya no era la misma, lucia raquítico y su piel estaba pálida, los ojos centellaban en una inquietante luz, estaban completamente blancos y hundidos en sus cuencas, tal como dos faroles avivando una lúgubre noche de neblina. Sus dientes… ¡Eran ellos!, puntiagudos y enormes, eran quienes bañaban mi hombro de saliva, lucia hambriento, la sonrisa ya no era cálida, ni tenía el mismo sentido, mi corazón comenzó a palpitar rápidamente mientras sentí como mi carne era despedazada ágilmente por esos filosos dientes fríos y…

—¡SEÑOR ASTRAIOS DESPIERTE!—dijo Marcanty zarandeándome agresivamente por el hombro, sus dedos se sentían fríos y sus uñas, que al parecer no habían sido recortadas en un par de semanas me espoleaban como escalpelos. Miré a mí alrededor, mis compañeros me veían preocupados desde por encima, yo estaba tirado ¿En el piso del aula?, ¿QUÉ HACÍA TIRADO ALLÍ?, ¿Me había quedado dormido acaso?... Pero.

Allí estaba Hailan, Jyrki, Evan, el profesor y toda la clase mirándome preocupada, incluso vi entre la multitud a Elodie preocupada, miré en todas direcciones intentando comprender la situación, pero solo deparar en la persona que permanecía despreocupada, inmutable y de pie en la puerta del aula, él llevaba la mochila a costas de su espalda y traía un papel en la mano… ¿Quién carajos se creía ese rubiales pendejo para llegar a estas horas a clases? Luego me incorporé en dos, aunque con cuidado pues me mareé un poco y tuve que calmar a todos.

—Estoy bien, estoy bien… Solo fue una pesadilla, creo…—les dije y volví a mi puesto.

—Te quedaste requeté dormido Seymour, caíste del pupitre como un tronco, además estas algo pálido, ¿Todo bien?—preguntó Hailan desde mi espalda, su asiento quedaba justo detrás del mío, asentí con una sonrisa bien disimulada, no quería que se preocupara, luego todos volvieron a sus asientos, incluyendo a Marcanty que aún me miraba raro, como si estuviese enfermo o algo así. Yo tomé mi libro y arreglé un poco mi cabello para dejar en claro que todo estaba bien, Marcanty hizo una señal aprobatoria y le pidió a Elodie que continuara con su intervención, pero un golpeteo ligero desde la puerta le interrumpió, justo antes de que pudiese decir algo.

Todas las cabezas de la clase voltearon hacía la puerta como en el exorcista, Magnus sonrió tontamente e hizo un saludo despreocupado con su mano derecha, luego caminó directo a su puesto vacío, junto al de Evan…

—Ejemm… Ejemm…—Carraspeó Marcanty con mucha firmeza—¿A dónde cree usted que va señor Olympeo?, sabe muy bien que la hora de llegada puntual es a las…

Marcanty comenzó a sermonear a Magnus con sus mejores dardos envenenados, diciendo que ya no podía permitirle entrar a esa hora y otro montón de cosas irritantes para darle caña a la situación. Si yo hubiese estado en los zapatos de Magnus (Bueno… No solo yo, ¡Cualquiera!), hubiese tomado mis cosas y salido al patio a esperar la siguiente clase y así evitar la ira de Marcanty, pero este al parecer no le temía a la muerte, en su lugar el rubiales tomó asiento con tranquilidad, ignorando por completo la bronca que le estaba armando nuestro dulce tutor, Magnus acomodó su mochila en la mesa silla sin prisa alguna y luego le sonrió a Evan, debo admitir que eso me cabreó mucho.

—¡JOVEN, NO SE HAGA EL LOCO, ESTOY HABLADO CON USTED!, ¡RETIRESE!—escupía iracundo Marcanty mientras Magnus le ignoraba desde su sitio. Yo no sabía si ese chico era retrasado o si padecía de algún retraso, pero mientras le gritaban tomó ese papel que traía en mano cuando llegó y comenzó a doblarlo sobre su mesa, con aquella cara de inocencia… Como si la cantaleta no fuera con él. Mordía su lengua de forma tonta en señal de concentración mientras Marcanty le regañaba y subía la intensidad, parecía granada a punto de estallar.

Tras unos segundos que nos resultaron muy incomodos a todos los que no teníamos que ver con el asunto, Magnus finalmente miró a la fiera directo a los ojos sin decir palabra alguna, a continuación llevó su dedo índice dentro de su boca y mojó la punta con saliva, luego lo irguió para sentir la corriente de aire del aula, y tras asentir satisfecho ante su análisis climatológico, tomó el documento que había doblado hasta transformarlo en un avión de papel y le hizo despegar enérgicamente desde el hangar que era su mesa silla.

Todos observamos perplejos como el blanco vehículo planeaba y hacía elegantes piruetas en el aire hasta que llegó al escritorio de Marcanty. ¡Increíble pero cierto! El profesor dedicó a Magnus una mirada que evocaba las hordas de mil demonios furiosos, y recitando en voz baja quien sabe que maldiciones desarmó y leyó lo que había en el avión de papel. Sus ojos bailaron inquietos recorriendo cada palabra de lo que al parecer era una carta, línea tras línea su semblante pasó de furioso a lleno de asombro y de asombrado a temeroso.

Para cuando Marcanty terminó de leer la carta, su cara se había tornado pálida como el papel que leía, miró derrotado a Magnus y haciendo como si nada hubiese pasado le pidió a Elodie que se sentara para continuar con la programación del día… Aunque retardada, la clase inició al fin y Marcanty se recompuso, comenzó a hablar sobre las ratas, las pulgas y las malas condiciones higiénicas que tenía la gente en la edad media, pero tras cada acotación que hacía el profesor, Magnus abría su bocota dando su punto de vista, contradiciendo lo que Marcanty decía y contando anécdotas y datos de la peste negra con total seguridad, como si él hubiese vivido en el siglo catorce.

Todos esperábamos a que Marcanty le sacara de clase o algo parecido, pero en su lugar le dio debe sin mucho ánimo al rubiales…  Así transcurrió la hora y media de clase hasta casi el final, pues llegó un punto donde ya nadie sabía si escribir lo que decía Marcanty o lo que decía Magnus… Ese chico era perverso y voraz a la hora de debatir y dejar en claro que su punto de vista era el único válido. Llegados a ese punto Marcanty se veía frustrado, conteniendo sus ganas de sacar a Magnus a patadas de la clase, sudaba y traía la cara roja como cerdo, lo demás simplemente permanecíamos allí inertes e incomodos ante la situación.

Finalmente el timbre sonó y el profesor pareció aliviado, pidió que hiciéramos un informe escrito a mano y en grupo de cinco personas para la siguiente semana sobre la peste negra, dijo que el tema no había sido abordado por completo y bla bla blah, en resumen que necesitaba evaluarnos, eso fue lo último que le escuché decir pues me levanté de inmediato, cogí mis cosas dentro de la mochila y salí disparado fuera del salón, necesitaba un respiro de ese ambiente, estar solo por un par de minutos.

Traía muchas cosas en la cabeza, primero rabia y fastidio de tener que ver a ese pendejo creído interrumpiendo mil veces la clase, ¡Boicoteándola desde que llegó! Además de que nadie me iba a negar lo que vi, como le sonreía a mí… ¡A EVAN!, que desagradable, ¿Quién se creía?

En segundo lugar lo que soñé… Fue terrorífico, se sintió tan real, nunca me había quedado dormido en clases, supongo que pasé mal la noche, no pude dormir mucho y rodaba de un lado de la cama al otro dándole vueltas a la nueva “situación” que estaba viviendo en mi casa.

Realmente no había tenido mucho tiempo para hablar con mi padre, lo intenté antes de venir a clases, pero él también iba de salida, se veía ocupado, supongo que no ha cambiado nada en él después de tantos años, ni su apariencia, ni su habilidad magistral para ignorar mi existencia, nunca tenía tiempo ni nada para mí, para todo lo demás si…

—¿Seymour?—

—¿Sí?—

—¿Todo bien?—me preguntó Evan—Como saliste tan deprisa y también lo de que te quedaste dormido a plena clase—

—¡Sí!, sí, es decir… No ¡No!, ¡NO PASA NADA!, todo está en orden, todo O.K.—dije nervioso, no quería que me viese alterado, ni que sospechara nada de lo de mi papá, me daba vergüenza verme débil frente a los demás.

—Esta… ¿Bien?—dijo no muy convencido—Te necesitamos acá en el salón… Es para lo del informe que nos mandó Marcanty—

—¡Sí!, ya voy—le seguí y noté que nadie había salido del aula aun, excepto claro por Marcanty que había salido disparado de allí. Todo hervía en un bullicio hormonal, es decir, como cualquier clase o recinto lleno de adolescentes, era un completo desorden.

Aparentemente se estaban organizando en grupos y hablando del informe, ¡Vaya! que sorpresa de gente responsable con la que estudio… Allí me esperaban Hailan, Jyrki y Evan, noté que al fondo estaban Elodie y Jordan haciendo grupo con unos desconocidos, que a decir verdad no eran desconocidos, sino más bien que no trataba con ellos y solo les conocía de vista. Por un momento las miradas de Jordan y la mía coincidieron, pero ninguno sostuvo el contacto visual, fue muy incómodo y volteé de inmediato haciendo como si nada…

—¿Y bien?, ¿Qué sucede con el informe?—pregunté a los chicos.

—Es que pues… Tenemos un problemita—dijo Jyrki.

—¿Cómo que será?—pregunté arqueando una ceja.

—Marcanty pidió grupos de cinco… ¡Cuéntanos tú que será!—dijo Hailan con fastidio.

—A ver… Hailan, Jyrki, Evan y yo… Seríamos—dije contando con los dedos, Hailan volteó los ojos.

—¡Nos falta uno!—dije al fin.

—No pues, excelente deducción Sherlock—dijo Jyrki—Y pensaban que yo era el más bruto—

—Sí, sí, tu cállate baboso—le dije sacándole la lengua—¿Y bien?, ¿A quién tenemos?—

—A nadie… Uno de los candidatos era el gordito ese que vomitó el otro día en clase, ¡Rubén!, pero ese al parecer sigue enfermo, no ha vuelto a clases desde ese día… Está raro eso, ¿No?—dijo Evan.

—Uy… Eso no le va a gustar a Marcanty, de a cuatro no nos va a recibir el informe, ¡Pues ya que!, nos jodimos, valimos verga…—dije con pesar.

—Mmm… Aún queda una opción—dijo Evan, señalando alguien a mis espaldas.

—Ah no… ¡Eso no!, ¡Ni se te ocurra!, ¡Él no!, ¡TODOS MENOS ÉL!—dije molesto y zapateando.

A mi espalda estaba Magnus con los ojos cerrados y los auriculares puestos escuchando música, bien perdido en su mundo sin reparar en nada ni en el hecho de que era el único que no tenía grupo aún, pues al parecer todos ya estaban organizados.

—Oh, aquí vamos de nuevo, ¡No vayas a empezar Seymour!, pensé que ya habíamos dejado esto atrás—dijo Evan volteando los ojos dentro de sus cuencas.

—Prefiero jugármela y que lo entreguemos de a cuatro antes que hacer grupo con ese idiota—

—¡Shhhh!, te va a escuchar—dijo Hailan.

—Tranquilo, no creo que pueda escuchar NADAAAA—dije gritando y señalando sus audífonos, Hailan se sorprendió—Francamente tampoco es que lo vea muy preocupado por hacer grupo, muy irresponsable de su parte—sentencié.

—Sí, pero eso ha de ser porque no conoce a nadie, él es nuevo Seymour—dijo Evan con cara de pocos amigos—Sí yo no les conociera no se con quien estaría haciendo grupo ahora, ¡Basta con preguntarle si se quiere unir a nosotros y ya está!—

—No, tu no quieres ser amable un carajo, por lo menos ten las bolas suficientes para decir que lo quieres meter al grupo porque te lo quieres tirar—dije molesto, Hailan y Jyrki se quedaron con la boca abierta, Evan se veía realmente molesto.

—Si me lo quiero tirar o no ese no es tu problema Seymour—dijo Evan de forma retante.

—¡WHOAAAAA!, ¡TÓMALA SEYMOUR!—dijo Jyrki emocionado y Hailan le metió un codazo para que callara.

—¡Además!—continuó Evan—No es como si tú y yo fuéramos novios o algo, por lo que no tienes por qué andar molestándote o reclamándome por quien me quiero tirar o no…—

—Chicos… Creo que deberíamos calmarnos un poco y bajar la voz, estamos llamando un poco la atención—dijo Hailan con cautela, y así era, teníamos a todo el salón pendientes de la discusión entre Evan y yo. Pero yo estaba que orinaba lava, me valió mucho lo que dijeran los demás.

—Escucha Evan, solo quiero que seas racional, ese chico ya te trajo problemas y probablemente nos traiga muchos más, ¿Por qué crees que nadie más quiso meterlo en su grupo?—

—A ver… tú dime—me respondió retante.

—Pues es obvio, todos tienen miedo de que Marcanty se ensañe con ellos por haberlo elegido a él, ¿O es que no notaste como durante toda la clase se dedicó a hacerle boicot?, es obvio que Marcanty mínimo y lo odia, ¡No lo vamos a meter y ya está!—

—¿SABES QUÉ?—dijo Evan furioso—No sé ni porque estoy discutiendo contigo, que yo recuerde a ti nadie te eligió líder del grupo y si no te gusta, salte y ya… Haz tú tu trabajo individual si quieres—

Y tras eso toda el aula empezó a hacer escandalo burlándose de mí, me sentía humillado, pero lo que hizo Evan a continuación terminó de herir mi orgullo.

—Magnus, disculpa—dijo Evan con una sonrisa tocándole el hombro, el rubio notó que la cosa era con él y se quitó los audífonos.

—Hola Jacinto—le respondió sonriéndole de forma coqueta en retribución.

—Hola—le respondió Evan agitado y sonriente cortándole el rollo—¿Ya tienes equipo para el informe?—

—Pues como ves, estoy más solo que la una jejeje—

—Pues ya no lo estás, únete a nuestro grupo, ¿Si?, nos falta un integrante—le dijo Evan con amabilidad.

Yo no pude disimular la rabia que me carcomía por dentro y le miré con ganas de matarlo, Evan arqueó una ceja con desdén y luego me ignoró para dedicarle todos sus pestañeos a Magnus. Yo sentía los ojos calientes y la boca seca, apretaba tanto mi puño que temía romper mis tendones, me daba igual, quería golpear a ese idiota, pero sabía que me podía dar la paliza de mi vida después de ver lo que le hizo al chico del equipo del fútbol, no tenía otra opción más que contenerme.

—¡Oh vaya!, no sé qué decir chicos, ¡Claro que quiero estar en su grupo!, ¡Muchas gracias!, de verdad…—dijo Magnus con gran efusividad, tras ello se puso de pie y les estrechó enérgicamente la mano a Jyrki y Hailan que no pudieron ocultar su incomodidad, luego intentó darme la mano a mí, pero yo me crucé de brazos y le miré con cara de “Ni lo intentes”, él se limitó a decirme que era un placer conocerme y volvió sus ojos a Evan. Juro que podía cortarse con un cuchillo la tensión sexual que emanaba de esos dos, era obvio que ese tipo solo quería usarlo de juguete sexual.

—Bueno pues, creo que voy a necesitar el número de alguno de ustedes para que podamos organizarnos y reunirnos—dijo el rubio.

—Yo te doy el mío—dijo Evan con prisa ofreciéndose como sacrificio humano, si Magnus fuera un volcán Evan saltaría a la lava sin pensarlo dos veces y claro, con una sonrisa en la cara…

Yo no podía quitar de mi cara la mueca ácida, estoy seguro de que si me hubiesen puesto un espejo al frente hubiese visto un mueble de cuero curtido en vez de mi cara. Tras intercambiar números de teléfono no sabían que hacer, se quedaron embobados sonriéndose el uno al otro, esto era inaudito…

—Ejemmm—carraspeé, Evan volteo, me dedico malos ojos y luego abrazó amistosamente a Magnus.

—Pues bueno, así quedamos, puedes escribirme para lo del informe y para lo que necesites—

“Para pedirte fotos desnudo” pensé con impotencia y luego sonó el teléfono de Evan.

—¡Discúlpenme, es del trabajo!—dijo antes de tomar su mochila para atender la llamada fuera del aula. De Magnus se despidió con otra sonrisa y a mí pues… Me miró molesto y se fue.

—Bueno chicos, yo voy a desayunar en la cafetería, ¿Quieren ir conmigo?—preguntó el supermodelo rubio perfecto con su puta sonrisa perfecta, me enfermaba.

—Ejemmm ¡No!, gracias, ¡Muchas gracias!, ¡Pero NO!, ¡No tengo hambre!—le dije de brazos cruzados, en pose retante.

—Esta…. ¿Bien?—dijo riendo de forma incomoda—¿Y ustedes chicos?—les preguntó  a Jyrki y Hailan, estos denegaron y le agradecieron cordialmente, y así, con los dientes bien desnudos salió  del aula deslumbrando todo a su paso… Irritante. Yo me quería morir en ese momento.

—Viejo…—dijo Jyrki colocándome una mano en el hombro—Parece que ya perdiste esta pelea contra el niño dorado—

—Idiota—reprendí quitándole la mano bruscamente, tomé mis cosas y salí del salón semi vacío como alma que lleva el diablo, lo último que necesitaba era eso, amigos negativos que me trataran como a un enemigo.

Caminé a toda prisa por los pasillos del instituto, esquivando a todos y todas, ocultando mi cara lo mejor que pude, pero no aguanté, comenzaron a escaparse mis sollozos y apreté la marcha hasta que al fin pude llegar al baño. El chico frente al espejo me daba lastima, tenía mis propios ojos azules cubiertos por cientos de minúsculas varillas y rojas, la cara era color rubí y empapada por una estela de líquido traslucido y salado, de inmediato tomé agua e intente aclararme la cara, no me gustaba lo que decía mi reflejo de mí, no quería llorar, no quería que nadie me viese llorando, pero es que… Ese ardor en todo el cuerpo, ese peso que quería aplastarme. No quería perder a Evan, no quería verle sonriéndole a alguien más, él me ha hecho mantener los ojos solo en él, ¿Por qué no podía hacer él lo mismo?, No quiero seguir buscando a otros, él me hace feliz y de la noche a la mañana aparece este tipo y con un par de sonrisas ya lo tiene comiendo de su mano, ¿Qué tiene él que no pueda tener yo?, ¿Qué necesita Evan?, yo puedo darle todo lo que él quiera o necesite de mí y...

—¿Seymour?—de inmediato volteé al escuchar esa voz, le vi a través del espejo del lavabo, era Mike, la última persona que necesitaba ver. Tomé más agua y limpie las lágrimas restantes, moje y peiné mi cabello a toda prisa, si no quería que nadie me viera así, menos él que es menos que nadie. Me tragué mis sollozos y aparenté que todo estaba en orden.

—¿Estabas llorando?—dijo preocupado—¿Estás bien?—

—¿Y eso a ti que?—respondí amargamente—¿Qué quieres?—

—Oye Seymour tranquilo… Venía a disculparme por las cosas que pasaron y quería invitarte a comer algo, al cine o a donde tú quisieras…—Dijo Mike. Traía su uniforme de fútbol americano y parecía refrigerador, alto y cuadrado con todos sus músculos elevando montañas de su cuerpo, no era mi tipo.

—¿Otra cita para que intentes drogarme?, ¡NO! muchas gracias… Y tus disculpas puedes metértelas en el culo Mike, ¡Es más!, quiero que salgas de aquí ahora mismo, ¡O no!, ¿Sabes qué?, ¡Mejor me salgo yo!—lo empujé con fuerza para quitarlo de mi camino y me paré junto a la puerta del baño—Y no te atrevas a seguirme, no creas que no sé cuáles son tus asquerosas intenciones conmigo, creo que tanto musculo te fundió el cerebro, si es que alguna vez has tenido uno, ¿Cómo crees que en un mundo como este alguien desearía tener algo serio contigo?, ¡Pufff!, por favor, ¡No me hagas reír Mike!, tienes suerte de que te usen como juguete sexual, pero claro, esas son personas que no se valoran, ¡Y eso es justo lo que eres!, un pedazo de carne sin sentimientos, un vil estereotipo de macho cavernícola, casi un chiste andante y probablemente nadie te tomará enserio a ti, ni a tu maldito closet, ¡COBARDE DE MIERDA!—En ese momento un ruido salió de uno de los cubículos del baño, alguien estaba allí, pero yo continué—¿Sabes qué?, Mejor hazle un favor a todos y suicídate, no creo que alguien vaya a extrañarte—

Mike quedó pasmado, con los ojos llorosos, Simplemente no podía contener toda esta rabia que tenía guardada, necesitaba llorar a gusto en la soledad de mi habitación, llamé a Arthur y en diez minutos pasó a por mí y en otros cinco llegamos a la casa, él me miró extraño, se dio cuenta que algo pasaba pero no me dijo nada, agradecí eso. Al subir las escaleras y por el pasillo que conducía a mi habitación noté que la puerta donde estaba quedándose mi papá estaba abierta, quizás despejar un poco las preguntas que tenía en mi cabeza respecto a él me traerían un poco de paz… Toqué un par de veces en la puerta, aun cuando estaba abierta y entré.

—Hijo—dijo al verme, al parecer venía llegando y por su prisa supuse que iba de salida de nuevo, estaba acomodando su corbata—Pasa—me dijo y así lo hice, me senté en la orilla de la cama, coloqué mi mochila en el piso y me le quedé observando en silencio, era increíble que no hubiese envejecido nada en lo absoluto, casi parecíamos de la misma edad, excepto por lo ironía de que yo me viese mayor que él. Papá me prestaba poca atención, estaba concentrado en alistarse, ahora peinándose frente al espejo.

—Papá—

—¿Si?—

—Es algo loco que estés aquí después de tantos años—

—Lo es, ¿No?, es decir, es genial estar de vuelta—

—Si… Pero a lo que me refería es que no hemos hablado desde que llegaste—

—Lo estamos haciendo justo ahora, ¿No?—dijo volteando a verme con su sonrisa permanente.

—Me refiero a que no nos hemos sentado a hablar de todo lo que transcurrió en este tiempo y… El por qué te fuiste y nunca volviste por mí…—

—Bueno hijo, creo que tendremos que hacerlo después, este es el momento menos indicado, como notarás tengo prisa, necesito ir a una reunión importante, seguro que todos estarán impresionados de verme—

—Si papá pero…—

—¡Ay hijo que tonto soy!, ¡No te pregunte qué tal la escuela!, aunque es algo temprano para la hora de salida, no te habrás escapado ¿verdad? pequeño travieso—me dijo bromeando.

—No papá, no me escapé, es que no me sentía muy bien—

—Entiendo…—dijo sin darle ninguna importancia a lo que le contaba—Podrías pasarme aquel perfume… ¡Sí! ese, el de la botella azul—y se lo pasé, me sentía en extremo ignorado.

—Oye, ¿Y tu amigo Evan no está aquí contigo?, ¿Cierto?—dijo mirándome al fin, ahora si lucía interesado.

—No, él se quedó en el instituto… ¿Papá?—

—¿Sí?—dijo colocándose el saco encima.

—¿Cuánto tiempo te quedarás?—

—No lo sé hijo, a lo mejor ahora me quede permanentemente, Tu amigo Evan trabaja en la empresa ¿Cierto?—

—Si—

—¿Y lo tratan bien allí?—

—Eso creo… Aunque me dice que su jefe es terrible—dije sin mucho ánimo.

—Bueno hijo, seguiremos la conversación después, voy de salida cuídate mucho, nos vemos al rato—

Y así sin más me dejó solo en su habitación, me quedé en completo silencio, ni un solo ruido proveniente de la casa, escuché como dio el portazo al salir y luego como el auto salió de la casa. Otra vez solo, me desprendí los zapatos y me acosté en la cama, ya ni siquiera tenía ánimo de sollozar así dejé que las lágrimas salieran solas, sin pedir permiso a un rostro inexpresivo.

Estaba decepcionado, intenté acercarme a mi papá y para él no significó nada, ni siquiera intento evadirme, solo me ignoró… Como lo ha hecho todos estos años, incluso parecía más interesado cuando me preguntaba por Evan… ¡Ay Evan!, ya no quería ni pensar en el tema, amar y no ser correspondido, Evan era tan hermoso, su cabello castaño siempre lucía suave y sus ojos rayados, sus ojos ya no me ven a mí, ya no quiere dejar que me miren a mí.

[Evan]

Era increíble lo que había escuchado, no sabía lo cruel que podía llegar a ser Seymour hasta que escuché como insultó a ese chico en el baño, yo estaba en una de las cabinas porque me estaba cambiando el uniforme por la ropa del trabajo. Cuando me disculpé con los chicos para atender el teléfono fue porque me estaban llamando para avisarme que me necesitaban en la empresa, o más bien nos necesitaban a todos para las doce del mediodía, al parecer había una especie de reunión especial a la que bajo ningún concepto podíamos faltar, por lo que no me quedó de otra que olvidar las clases por el resto del día.

Gracias al cielo era precavido y siempre cargaba algo de ropa en mi mochila, entré a un cubículo, ya me había puesto los pantalones, zapatos y procedía a abotonar la camisa cuando escuché como entró alguien al baño, oí sollozos y me sentí tentado a ver quién lloraba, pero de inmediato lancé esa idea a la basura. Sea quien fuese y sea lo que fuera que hubiese pasado no era mi asunto, además llevaba prisa… Entonces todo bien hasta que escuché como otra persona entró y allí comprendí quien era que estaba llorando, era Seymour, iba a salir pero me contuve cuando escuché todo lo que salió de su boca. Al parecer el otro chico era Mike, “El Mike” y entiendo que hayan tenido problemas en el pasado, pero creo que nadie merece que lo humillen así como lo hizo Seymour, lo trató como poco más que a un bote de basura, francamente me sentí decepcionado de lo que escuché, ahora estaba conociendo al verdadero Seymour.

—Pare aquí señor… ¡Tenga!, muchas gracias—

El taxista recibió el dinero asintiendo de forma cortés y bajé del vehículo, frente a mí ese bien conocido edificio, sobrio, elegante y futurista, mi lugar de trabajo. Hubiese preferido quedarme en el instituto para el resto de las clases, pero ya qué… Primero era el trabajo, necesitaba ahorrar dinero suficiente, no pensaba quedarme a vivir por mucho en casa de Seymour, ahora mucho menos que está su papá allí, es decir, que podría pensar él de mí, me daría vergüenza que piense que somos novios, o peor aún, ¡Que me mantiene! Si eso fuera así técnicamente sería él el que me mantuviera y no su hijo, él es la fuente de ingresos de Seymour y este último no trabaja más que para encontrar nuevas formas de hacerme escenas cuando siquiera nombro a Magnus.

Oprimí el botón veinte en el ascensor y la fea sensación de ascender hizo acto de presencia, prefería las escaleras eléctricas, pero ya me había acostumbrado a esa rutina. Nada había cambiado mucho desde mis primeros días de trabajo, me había vuelto muy amigo de la señora Lorena y de Alice su asistente. El mellizo malvado de Marcanty Voltier, Armund Voltier, sigue haciéndome la vida de cuadritos, es algo irónico, como una treta del destino, que mientras uno me tortura en la escuela el otro lo hace en el trabajo, aunque hasta ahora no tenía mucho de que quejarme respecto a Marcanty, él la tenía más agarrada con Magnus y de cierta forma eso me hacía invisible a sus ataques, en cambio con Armund era otra historia…

—Vaya, con que el Grieguito decidió llegar al fin—dijo el odioso de mi jefe, yo miré el reloj en mi muñeca, quería escupirle y decirle que este ni siquiera era mi horario de trabajo, pero de seguro movería sus hilos y haría que me despidieran.

—Son las doce y tres minutos—dije con fastidio.

—Debiste llegar antes—dijo de forma irritante, yo volteé los ojos sin que se diera cuenta—

—Esta bieeen… Lo siento, ¿Para qué nos necesitan hoy que nos hicieron venir tan temprano?—

—Hoy habrá una reunión general con todos los departamentos de la empresa—

—¿Y eso?—pregunté extrañado.

—Lo que sucede mi estimado invasor…—dijo con una sonrisa maliciosa—¡Maldito xenófobo!—dije para mis adentros—Es que el dueño de la empresa en persona está en el país y necesita hacer unos anuncios importantes, de hecho se sabe que no pisaba esta sucursal desde hace más o menos treinta y tantos años—

De inmediato recordé… Que estúpido era, había olvidado por completo que el dueño de la empresa era el papá de Seymour, me hubiese encantado restregarle al maldito xenofóbico que estaba viviendo en la misma casa donde estaba quedándose su propio jefe, pero prefería llevar la fiesta en paz, por lo menos de mi lado de las trincheras.

—Así que te sugiero que te esmeres y no hagas ese trabajo mediocre y mal hecho que sueles hacer todos los días, porque hay más posibilidades de que te echen de patitas a la calle… Si crees que soy un tirano déjame decirte que estoy lejos de ser el peor, el dueño de la empresa tiene fama de botar gente a la mínima falta, así que quizás te queden pocas horas en la empresa mi pequeño Ateneo, ¡Disfrútalas!, ahora dirígete hasta la sala común del primer piso, allí será la reunión—

Salí de la oficina de Armund, volví a entrar a regañadientes en la cabina del ascensor mientras recitaba blasfemias en voz baja para mi jefe y estuve a punto de presionar el botón del primer piso pero dos féminas muy agitadas llegaron corriendo a tomar el aventón, una de ellas jovencita y la otra ya muy entrada en años, pero ambas sudorosas y respirando agitadas.

—¡EVAN!, pensé que no ibas a venir—dijo Alice sorprendida entre jadeos.

—Si no venía de seguro Armund me conseguía reemplazo en un chasquear de dedos—

—Oh cielo—dijo la señora Lorena en tono maternal—Exageras…—decía entrecortada por la falta de aire—Yo de inmediato pediría que te indujeran de nuevo a la empresa y trabajarías con nosotras—dijo sonriente.

—Pues no nos haría daño otro par de buenas manos—dijo Alice reprochando a la señora Lorena—Es demasiado trabajo para una sola asistente—

—¡Ja!, no creas que es porque amo divertirnos entre tanto papeleo acumulado—dijo Lorena con el sarcasmo en carne viva—Ya he solicitado varías veces recursos y siempre me deniegan otro asistente… ¡PATANES!, ya me gustaría que viniesen a hacer mi trabajo con lo poco que me dan y lo mucho que me piden… Básicamente hago magia—

—Hacemos magia—Corrigió Alice con reclamo.

—Bueno, ¡Sí!, ¡Deja de quejarte Alice!, ambas tenemos el crédito—

Yo no paraba de reír con esas dos, eran el dúo dinámico y sus micro peleas eran de lo más chistoso, era como si los tres chiflados hubiesen dividido y absorbido al tercero quedado solo dos. Entre banalidades y parloteo de burocracia llegamos al primer piso, a la sala común, era un espacio grande parecido a un teatro con muchos asientos pero diseñada para hacer conferencias y presentaciones. El lugar era un hervidero de trabajadores, más o menos unas doscientas personas ¡Que va!, esta sucursal era grande… Alice y yo tomamos asiento y nos extrañamos porque perdimos de vista a la señora Lorena, aún con sus outfits estrafalarios no pudimos divisarla entre tanta gente, sin embargo igual le guardamos un asiento.

Habían pasado unos cinco minutos y suavizaron la iluminación, con lo que el recinto quedó casi a oscuras, luego se encendió una enorme pantalla sobre el escenario, se sentía como si Steve Jobs en persona se nos fuese a aparecer para intentar vendernos el nuevo Iphone que incluye microondas. Todo el mundo tomó asiento y una música tecnológica y motivadora comenzó a sonar, en ese momento llegó Lorena que venía haciendo malabares con tres copas de vino.

—Señora, ¿Dónde estaba?—preguntó Alice en lo que casi se sintió como un regaño. Era cómico, eran compañeras de trabajo y aun así parecían una pareja disfuncional de lesbianas.

—Oh, no seas amargada Alice, calla y toma esto—reprendió Lorena y le tendió un copa, luego otra a mí y efectivamente era vino.

—¿Y esto?—pregunté dando un sorbo.

—No me lo agradezcas cielo, ¡Disfrútalo!, ser jefa trae consigo algunos beneficios—dijo sonriendo, yo miré a mi alrededor y a casi nadie le habían dado vino—Beneficios, aparte claro, de que gano mucho más que ustedes—dijo de forma graciosa y altiva.

—Engreída—dijo Alice sonriendo, Lorena le sacó la lengua en gratificación.

En ese momento callamos pues paró la música y la imagen en el proyector comenzó a reproducir una especie de video promocional, se mostraban imágenes del trabajo que se realizaba en la empresa, salían trabajadores instalando molinos de viento, mecánicos haciendo reparaciones en la planta de procesamiento eléctrico, familias haciendo uso de la energía que producíamos y también escenas de la parte administrativa, que por supuesto era la parte del trabajo que realizábamos nosotros. Era emocionante ver todo el proceso que ocurría fuera de las oficinas y los campos con los enormes molinos modernos.

Francamente me sentía muy bien trabajando allí, era un trabajo honesto que cuidaba el planeta y producía energía limpia para millones de familias. El video terminó con el logotipo y nombre de la empresa, que era una especie de cabeza griega de perfil con pequeñas alas en vez de orejas y los cachetes inflados soplando una ráfaga de aire, en el logotipo iban las iniciales “Eos”, que no tenía idea de que putas significaba, pero daba igual.

Armund Voltier subió al escenario y tras una impresionante demostración de efusividad lame botas presentó al “Presidente y fundador de la compañía ‘Eos’, Céfiro Astraios”, de inmediato todos nos pusimos de pie y aplaudimos por una larga cantidad de segundos, tras los cuales apareció el papá de Seymour, el jefe de Jefes. Había olvidado los rumores y la leyenda negra que rodeaba al misterioso fundador que pocos conocían, Lorena me había hablado con especial interés sobre Céfiro cuando nos conocimos y se enteró que Seymour personalmente había solicitado que me dieran trabajo.

Ella me había contado que cuando le conoció era un hombre de unos veinte y tantos años, pero eso fue hace treinta y cinco años, cuando Lorena comenzó a trabajar desde la fundación, de inmediato comencé a sacar cuentas… Treinta y cinco años pasaron desde la fundación sumándole supuestos veinte años darían por lo mínimo cincuenta y cinco años de edad… ¡Y allí lo teníamos al fin!, frente a nuestros ojos, el auditorio comenzó a arder en murmullos y chismes, pero ese alboroto era bien justificado pues no era humanamente posible que una persona de cincuenta y cinco años o más luciera como un adolescente de veinte, o eran cirugías plásticas o el tipo era vampiro. De seguro todos en la empresa pensarían que les estaban tomando el pelo, pero yo no, ese hombre era el verdadero Céfiro Astraios, si no fuese papá de Seymour creería que ese tipo era un impostor.

Céfiro desde el escenario dio las gracias a Armund por la introducción, traía puesto un traje negro elegante con los cabellos ondulantes al ras del hombro, era un hombre muy guapo pero con la cara aniñada, de cierta forma la combinación resultaba funcionar. Céfiro habló con mucha elocuencia y buen léxico por unos largos veinte minutos, en su discurso trató temas como los nuevos cambios que se aproximaban, expansiones a nuevos mercados y países, aunque la empresa de por sí ya era muy grande, contratación de más personal administrativo que por cierto fue muy bien recibido por Lorena, modernización de equipos etc… Cosas de rutina, pero lo que más llamó la atención fue el último anuncio, donde hacía del conocimiento público el traslado permanente de la junta directiva a esta sucursal, eso solo quería decir una cosa, se iba a quedar a vivir aquí permanentemente.

Céfiro dio por terminada la reunión y agradeció por nuestro trabajo duro con lo que todos salimos en estampida del auditorio entre cuchicheos y comentarios fuera del lugar, todos hablaban de una sola cosa, la apariencia del supuesto dueño, y es que efectivamente muchos decían que ese no era el verdadero Céfiro, yo en lo particular no le di mucha importancia a sus chismes pues sabía la verdad. Terminé mi copa de vino y la devolví a los meseros que rondaban el lugar… Aún tenía que presentarme ante Armund aunque la reunión hubiese terminado a ver si quería algo más antes de irme, porque él era muy antojoso y explotador.

Les pregunté a Alice y Lorena si ya se iban pero me dijeron que todavía no, que tenían mucho papeleo por hacer así que les dije que las vería al rato, tras ello me dirigí a la oficina de Armund y me cansé de llamar a la puerta, finalmente me fastidie y entre sin permiso, pero él no estaba allí. Le pregunté a los chicos del pasillo si lo habían visto y dijeron que estaba en una reunión, así que me dirigí con prisa a la sala de juntas, ya eran mucho más de las dos de la tarde y mi estómago comenzaba a rugir, no había probado bocado alguno desde el desayuno antes de salir a clases, quería irme rápido a casa.

Finalmente llegué a la sala de juntas y toqué un par de veces pero nadie contestó, pregunté en un cubículo que estaba al lado si sabían dónde estaba Armund Voltier y me confirmaron que estaba en esa reunión. De inmediato inicie un debate interno, si esperaba a que terminara la junta seguro se hacían las cinco de la tarde y yo allí como idiota sin comer nada… Si me iba seguro iba a buscar pretextos para botarme, y si entraba a la sala de juntas sin permiso de seguro también me botaba… Pero no podría mantenerme allí sin haber almorzado, eso era explotación y maltrato laboral. Me armé de valor y lo siguiente que supe es que ya había abierto la puerta, no había marcha atrás…

Lo que vi al entrar fue un montón de ejecutivos de alto rango sentados alrededor de una moderna mesa blanca, redonda y minimalista, no vi el rostro de Armund de buenas a primeras porque estaba de espaldas, al parecer no daba importancia a la persona que interrumpía la junta. A quien si vi de frente fue a Céfiro, al parecer me reconoció pues sonrió tontamente, luego caminé en dirección a Armund y toqué su hombro, este giró en su silla con cara despreocupada, pero al verme encolerizó, sus rasgos se endurecieron y pensé que iba a ofrecerme de alimento a los leones del zoológico municipal.

—¿Y tú qué demonios estás haciendo aquí?—dijo furioso.

—Es qu-que yo…—dije nervioso, me sentí intimidado, tenía ese montón de ojos encima de mí, me juzgaban.

—¿Qué tu qué?—dijo con la cara enrojecida—¿Sabes frente a quienes estás?, ¡Los ejecutivos más altos de la empresa!, ¡ESTÚPIDO IDIOTA!—decía intentando contener su voz, pero de forma poco efectiva. Estábamos ofreciendo un espectáculo y ninguno de esos tipos en traje había pagado entrada—¿Qué mierda quieres?—

—Y-yo… Solo quería saber si no necesitabas algo más, es que no he almorzado y tengo hambre—dije sintiéndome mal, tenía ganas de llorar porque me sentía humillado y lo peor es que mi estómago no dejaba de rugir, estaba muriendo de hambre.

—¿Sabes qué?, si tanto te interesaba irte pues este es tu día de suerte, te libero de toda responsabilidad por hoy… Ve y atórate de comida en el restaurante barato más cercano, ¡O NO!, ¿Sabes que es mejor?, solo por hoy no, tómate la semana o el año si gustas, ¡Pero eso sí!, toma tus cosas al salir porque estás ESTAS DES-PE-DI-DO!—

Suspiré y bajé la cabeza derrotado, lo sabía, ¡SABÍA QUE ESO PASARÍA! Y aun así lo hice, maldije a mi estomagó y procedí a salir de allí…

—¡Evan!—dijo una voz detrás de mí, yo volteé consternado, miré a Armund y él estaba tan sorprendido como yo—¡Evan!, ¿Qué tal?—dijo Céfiro, era él, el papá de Seymour se dirigía a mi ¡Y POR MI NOMBRE!—¿Cómo estás?—

—Yo pues… Bien—dije apenado sin saber muy bien que responder y de pronto se escapó un chillido de mis tripas, eso me delató y me dio tanta vergüenza.

—Sabes…—le dijo Céfiro a Armund—Ya que tú prescindes de sus servicios lo voy a tomar yo como mi asistente personal… ¿No te molesta?, ¿O sí?—preguntó Céfiro con una sonrisa sínica, Armund no sabía dónde meter su cabeza de la vergüenza, tenía mil colores en su cara.

—Por supuesto que no señor, ¡Usted es el jefe!, Esta es su empresa, es su…—

—Me gusta escuchar eso… Me pone a mil… ¡Que soy el jefe! Me refiero—dijo Céfiro y todos los ejecutivos en traje soltaron fuertes carcajadas, yo sonreí cortésmente—Y bueno… No sé qué cuentos te hayan metido de mi Evan, pero te aseguro que no soy como Armund, no soy un ogro, yo lo tomo todo con calma… Y para que veas que es verdad, tómate el resto del día libre… Y si tienes hambre dirígete al restaurante Griego de la calle 33, diles que vas de parte de Céfiro y te atenderán como a un rey, tu solo no te preocupes… Nos vemos ahora en la casa—me dijo con una gran sonrisa. Yo no sabía qué hacer, supongo que todo quedó en silencio por el respeto que le tenían a Céfiro, pero las caras de los ejecutivos (incluyendo a Armund) quedaron desencajadas por el “Nos vemos en la casa”, que vergüenza, que habrán pensado de nosotros… Al parecer a Céfiro le valía, pues sonreía a pesar de la obvia incomodidad de los demás…

Yo le di las gracias a Céfiro por todo y salí deprisa de allí por dos razones, vergüenza y hambre… Afuera de la sala de juntas aguardaba la señora Lorena, me dijo que necesitaba hablar unas cosas con Céfiro en persona, lucía muy extraña, como nerviosa, pero le resté importancia, al salir le detuve la puerta por caballerosidad y tras despedirnos con un beso en el cachete ella entró.

Tomé el ascensor, piso uno de nuevo, crucé el edificio a toda velocidad hasta salir a la calle, de inmediato empecé a silbar a por un taxi, mi estómago hacía sonidos indiscretos y de repente tocándome el hombro alguien me sorprendió a mis espaldas. Allí estaba parado el coloso de más de dos metros de alto, Ferdinand, el mayordomo o lo que sea que era de Céfiro, era terriblemente intimidante, de piel oscura, con el cabello al ras y lentes oscuros que ocultaban cualquier rastro de expresión en su rostro.

—El señor Céfiro me ordenó llevarle hasta la calle 33, por favor aborde el vehículo—me dijo con su voz grave y prominente en lo que casi se sintió como una orden.

—Ok… ¡Pero no!, muchas gracias, ya estaba tomando un taxi, no te preocupes—le respondí con una sonrisa nerviosa.

—Le tendré que pedir por segunda vez que aborde el vehículo—me dijo de forma más autoritaria y se me quedó mirándole fijamente, ese tipo parecía un robot asesino traído del futuro y yo definitivamente no quería tener problemas con él, ya que más daba…

—Está bien—respondí como ratón asustado.

Subí al Rolls Royce y Ferdinand también lo hizo así, me pidió o mejor dicho, ¡Me ordenó! Que abrochara el cinturón y eso fue lo último que le escuché decir, el resto solo fue silencio mientras conducía, en ese momento definitivamente extrañé al calvo de Arthur, amargado y todo, pero ya le tenía cierto cariño adquirido a él y a su limousine tétrica de panteón. Finalmente RoboCop cumplió y me dejó en la tierra prometida, el restaurante Griego de la 33, (Que no conocía aun por cierto). Ferdinand bajó al estacionar y abrió mi puerta como si yo fuera una princesa, habló con el portero del sitio y tras dejarle indicaciones que no pude escuchar se fue en el auto humilde, así y sin más me dejó.

El portero me recibió con amabilidad y me hizo pasar dentro del restaurante, allí me dejó a su vez en manos del anfitrión del lugar, este me dijo que me iba a llevar a mi mesa, francamente me aterré cuando vi lo lujoso, elegante y costoso que se veía el lugar, a duras penas podría pagar algún plato, pero mi estómago seguía rugiendo, tenía tanta hambre que ya me importaba poco si quedaba en la ruina pero con la pancita llena, a lo mejor y siendo positivo me hacían descuento cuando les dijera que me había enviado Céfiro Astraios, quizás así no quedaría en la pobreza extrema.

Al llegar a la mesa vacía me di cuenta que estaba reservada y antes de que el anfitrión retirara el gafete que ponía el nombre de la reservación llegué a leer mi nombre en la tarjeta, eso fue extraño y me di cuenta que todo lucia sospechosamente planeado, pero en cuanto llegó el olor de la cocina desaparecieron todas mis teorías conspirativas y paranoicas, teorías “conspiranoicas”. Yo esperaba a que llegara un mesero junto al menú para escoger lo que me iba a meter a la boca, pero plato tras plato fueron llegando sin mi consentimiento en un desfile interminable de olores, colores y sabores, junto a una carísima botella de vino, no le di mucha importancia a la imposición y me sacié hasta decir basta.

Todo estuvo delicioso, cuidado y elegante hasta el más mínimo detalle, por alguna extraña coincidencia los platos eran todos mis favoritos, claro, todo en su versión elevada al diez. Al terminar el ultimo plato apareció el Chef del lugar pidiendo mi opinión, apenas si pude hablar por lo lleno que estaba, pero le agradecí y a continuación pedí la cuenta, tuve que insistir varias veces en un intento fallido por pagar mis alimentos, inclusive creo que les ofendí un poco con la idea, de hecho ni falta hizo nombrar a Céfiro, “Por cuenta de la casa” fue lo que dijeron.

El personal me acompaño a la entrada del lugar entre sonrisas que olían más bien a compradas, yo por supuesto que hice alarde de mi gratitud e hipocresía, incluso me invitaron a regresar a cuenta de la casa, otra vez… Y finalmente al cruzar la entrada del establecimiento me percaté de que RoboCop me esperaba aparcado al otro lado de la calle, así que con discreción le pregunté al anfitrión por el baño para escurrirme de Ferdinand. El anfitrión me acompaño hasta el baño y en un descuido suyo me colé a hurtadillas hasta la cocina, finalmente logré salir del lugar por la entrada del personal que llegaba hasta un callejón en la parte trasera del restaurante. Respiré aliviado y pedí un taxi, ya se había hecho de noche.

Vaya de día ajetreado, habían pasado muchas cosas interesantes, algunas buenas, como mi repentino ascenso, había mantenido la cabeza ocupada en tantas cosas que no había reparado en la responsabilidad que iba a acarrear ser asistente del presidente de la empresa, francamente no sabía ni para que quería a alguien con tan poca experiencia, pero tampoco era tonto como para rechazar un aumento de sueldo, necesitaba ahorrar para mis planes de independización. ¿Me preguntaba que iba a pensar Seymour de que su papá me eligiera personalmente para él?, tanta amabilidad de su progenitor asustaba un poco, una persona tan importante y tan confianzuda, apenas si le conocía solo nos habíamos topado un par de veces en los pasillos de la casa…

Seymour y las cosas interesantes de mi día, él entraba en la categoría de las cosas malas, es decir, no creo que él sea malo, ha hecho muchas cosas buenas y desinteresadas por mí pero no dejaba de sorprenderme lo cruel que había sido con ese chico en el baño, ya me había decepcionado por su actitud con Magnus, por sus pretensiones de ser mi dueño y señor, ahora no sabía ni que sentir, no sabía si existía una palabra que trascendiera y engullera a la decepción misma, así me sentía por él. Y allí estaba, una vez más frente a mí, la imponente fortaleza que era su casa, allí libraría las batallas que suponían mi convivencia con él.

Pagué al señor del taxi y saqué las llaves, era extraño sentirme con tanta propiedad en aquel sitio tan ajeno a lo que yo podía permitirme, tanto dinero invertido en semejante casa y los billetes al parecer no alcanzaron para comprar la felicidad de sus habitantes. Al entrar sentí esa inmensa aura de vacío, de silencio. Subí las escaleras, deseaba darme un largo baño caliente y dormir después de semejante día, pero al deambular como zombie por el pasillo del segundo piso vi la puerta abierta de la habitación del papá de Seymour, salieron algunos sollozos de allí.

No recordaba haber visto el auto del papá de Seymour aparcado cuando llegué, lo que quería decir que este no había llegado, por ende los sollozos eran de… Y entré a la habitación dando pasos delicados sobre el tapete, no quería manchar el silencio con el estruendo de mis pies. Los ventanales estaban abiertos y las cortinas livianas se dejaban arrullar al son de la brisa, una tímida luz de luna se habría paso con timidez en la penumbra de la habitación y me permitía ver la silueta esbelta que se coronaba de cabellos rizados y que reposaba sobre la cama.

Seymour permanecía boca bajo, con la cara hundida en las almohadas, di un torpe traspié que delató mi intromisión, él levantó los ojos enrojecidos hacía mi pero no dijo nada, se me quedó mirando fijo, permanecí estático a unos pocos pies de la cama y sostuve su mirada, pero le sentí vacía, a medio llenar, esperé a que dijera la primera palabra, pero nunca dijo nada. Tomé la iniciativa y me senté al borde de la cama, pensé mil maneras de preguntar el porqué de sus lágrimas, pero al final venció la opción más estúpida.

—Sabes que puedes decirme lo que te está atormentando—y sonó aún más estúpido en voz alta. Pasaron unos segundos muertos en los que esperé una respuesta.

—Aunque te cuente… No podrías hacer mucho por mí—

—Si es por lo que sucedió hoy en clase, yo…—

—No es por eso Evan—me interrumpió.

—¿Entonces qué es?—posé una mano sobre su hombro y pude sentir como se estremeció por el contacto, el azul de sus ojos destellaba frío, se veía roto, apreté con suavidad su hombro a manera de caricia. Él podía comportarse como un patán a veces, pero la realidad era que no tenía a muchos que le amaran, era de hecho una persona algo solitaria, pero me tenía a mí, no le abandonaría—Puede que tengas razón, no sé si pueda ayudarte, pero por lo menos puedes contárselo a alguien—dije señalándome con una sonrisa tonta—Eso siempre ayuda un poco—

—Es que no se… ¡Aaahh!—dijo con frustración hundiendo de nuevo su cara en las almohadas—recosté parte de mi cabeza en su espalda y pude escucharle respirar profundo, oí el bamboleo eterno de su corazón e incluso me impregné del calor que emanaba de su espalda, necesitaba mi apoyo—Es que…—decía inseguro, su voz se amortiguaba con las capas de las almohadas—Es que después de tantos años decide volver así ¡Como si nada!, ¡No sabes cuánto tiempo me ha costado recuperarme desde que se fue!, y es que… ¿Quién se va y deja a su único hijo solo y en manos de desconocidos Evan?, ¡No es justo coño!—decía con frustración.

Yo solo le oía en silencio, no quería interrumpirle ni presionarle, debía dejar que todo saliera voluntariamente.

—Nunca quise su dinero, nunca lo he querido… ¡Ver como los que tienen menos que yo son más felices!, ¿Cómo puedo comprar una familia con billetes?, Siempre vi con envidia como los padres de mis compañeros les llevaban y traían de la escuela mientras yo pasaba de manos en manos entre los empleados que se hacían cargo de mí. Los cumpleaños por ejemplo… Siempre solitarios, año tras año era lo mismo, solo llegaba Arthur con un pastel de cumpleaños y dos gorros de fiesta, siempre terminaba perdiéndose casi todo el pastel excepto por nuestros dos pedazos—Tragué saliva, de verdad me sentía muy mal por él.

—¿Sabes?, siempre supe que Arthur invitaba en secreto a mis compañeros de la escuela, pero estos nunca asistían, porque yo era un retraído social, me costaba hablar con los demás, no tenía un amigo en el mundo, nadie con quien hablar realmente, ¿Patético no?—decía con la cabeza enterrada en las almohadas, su risa se quebraba por el llanto—Ninguno asistía y así fue por muchos años hasta que conocí a los chicos, ellos me han ayudado a recuperarme un poco del tiempo perdido, a disipar mi soledad… Me obligué a creer que ya no me importaba lo que sucedió con mi papá pero volvió, y ahora me siento como ese niño pequeño de nuevo, otra vez patético. Había olvidado lo que era andar por allí mendigando por un poco de amor deseando de verdad importarle a alguien y—

Le detuve y le atraje hacía mí, nos envolví entre mis brazos, Seymour estaba llorando desconsoladamente, su respiración agitada se cortaba por las lágrimas, se me estaba partiendo el corazón de verle así, él hundió su cabeza en mi cuello y le dejé llorar por un rato. Ahora le entendía, andaba a la defensiva porque se sentía herido, no había reparado en cuanto le había afectado el regreso de su padre, se estaba quebrando ante nuestros ojos y nadie se daba cuenta, me sentí estúpido por todas las discusiones y peleas que habíamos tenido, no había sido de gran ayuda para él, ni me había puesto en sus zapatos, solo había pensado egoístamente en mí.

Entonces los segundos envejecieron despreocupados, mi cuerpo sintió como el suyo se relajaba paulatinamente, los sollozos fueron cediendo y el golpeteo de su corazón desacelerándose, incluso pude sentir el vapor de su aliento merodeando en mi cuello. Seymour separó el abrazo y se sentó frente a mí, con la manga de su uniforme se limpió las lágrimas y se me quedó mirando, sentí como cada parte de mi cara fue escaneada.

—Tú no estás solo Seymour, no se los demás, pero me tienes a mí—

Él tomó mi mano derecha con suavidad y la posó en su corazón, entreabrió los labios y dejo escapar un suspiro tras el cual se abalanzó repentinamente en un nuevo abrazo, solo que este se llenó de necesidad, sentí su mano acariciar mi cuello, acto seguido se separó escasamente de mí y nuestros rostros quedaron a solo centímetros. No sabía lo que estaba pasando, podía sentir el vapor de su boca rozar mi barbilla y luego volvió a tomar mi cuello y unió nuestros labios de forma brusca, no me dio tiempo a reaccionar, permanecí con los ojos abiertos  por el shock. Su lengua se desvivía por entrar a toda costa en mi boca, fue cuando reparé en que había lastimado mi labio por el choque, el sabor metálico de la sangre y el ardor me espabilaron. Seymour empezó a desesperarse porque no correspondía a su beso y bajó con rudeza a besar mi cuello.

—Seymour…—

—Vamos Evan… volvamos a hacerlo—me dijo recorriendo mis pectorales con sus manos, me estaba lastimando por su hosquedad.

—¡Seymour para!—

—Déjate llevar Evan, yo sé que tú lo deseas tanto como yo—

Ya empezaba a molestarme el contacto, Seymour manoseaba mi cuerpo sin reparo alguno y yo no encontraba una manera simpática para pararle, él se puso de rodillas a la cama y comenzó a desabrochar mi cinturón excitado.

—¡SEYMOUR BASTA!, me estas lastimando…—

—Deseo esto desde aquel día—sentenciaba de forma lasciva ignorando lo que yo le decía.

Empecé a inmovilizar sus manos para evitar que desabrochara el cinturón pero enterró sus uñas lastimando mis dedos para apartarlos, estaba fuera de sí, como un animal en celo así que me puse de pie, él así también lo hizo e intentó volver a tomar mi cuello, pero yo me resistí, para cuando caí en cuenta ya estábamos forcejeando.

—Evan… ¿POR QUE TE RESISTES MALDITA SEA?, ¡Si yo sé que tú también me amas!, nadie nos está mirando, yo sé que en el fondo tú me correspondes—

—¡SEYMOUR BASTA!—dije empujándolo, él cayó y golpeo su cabeza con uno de los muebles de la habitación, sonrió triste y me di cuenta que se me había ido la mano, le ofrecí ayuda para ponerse de pie y él la aceptó, lo siguiente fue que sentí como mi cabeza giró contra mi voluntad, un golpe seco a la mandíbula y perdí por completo el equilibrio, me dejó bobo.

—¡POR QUE ME HACES ESTO EVAN!, ¿POR QUE JUEGAS ASÍ CONMIGO?, ¡Te metes en mi cabeza y desordenas todo allí!, ¡YA ESTOY HARTO DE ESTE MALDITO JUEGO!, ¡ME DICES QUE TE TENGO PARA MI E IGUAL ME RECHAZAS!, No me pones las cosas fáciles—estaba histérico, fuera de sí. Sentí miedo, nunca le había visto así, parecía una bomba a punto de estallar—¿QUE TIENE ESE MALDITO RUBIO QUE YO NO PUEDA OFRECERTE EVAN?, ¿DINERO ACASO?, ¿ES ESO?, MIRA… ME SOBRA EL DINERO—

Tras eso metió una mano en su bolsillo, sacó un fajo de billetes y los lanzó sobre mí mientras yo aún seguía tirado en el suelo, como si fuera una puta, mis ojos estaban incrédulos de lo que veían.

—¿Lo ves?, ¡DINERO EVAN!, TENGO MUCHO, ¡Y HAY MÁS DE DONDE VINO ESTE!—

Simplemente ya no podía permitir eso… Creo que se dio cuenta de lo que estaba haciendo y supongo que la expresión en mi cara le hizo reaccionar porque la suya cambió a arrepentimiento, pero ya no más. Me levanté, corrí a mi habitación y pasé el seguro, rápidamente tomé una maleta que había comprado y empecé a meter todas mis cosas, no fue tan difícil, a decir verdad no tenía muchas posesiones. Seymour no tardó mucho en llegar y empezó a golpear la puerta como loco, pidiendo que le abriera.

—¡ABREME POR FAVOR, PODEMOS SOLUCIONAR ESTO!—

Sonaba arrepentido, pero ya no estaba dispuesto a creerle o soportar sus berrinches, mucho menos su papel de víctima que usaba para chantajearme cada vez que tenía oportunidad.

—EVAN POR FAVOR, NECESITO HABLAR CONTIGO, YA SE QUE ME PASÉ, DAME OTRA OPORTUNIDAD—

No respondí, otro par de golpeteos desesperados y todo quedó en silencio, oí pisadas alejándose, la maleta ya estaba lista por lo que esperé unos segundos prudentes. Luego me asomé sigilosamente por la rendija de la puerta, él ya no estaba allí, estuve a punto de salir pero escuché el tintineo de unas llaves acercándose por el pasillo. ¡Maldición!, había olvidado que tenía llaves de toda la casa, entré en pánico y me volví a encerrar, a continuación tomé mi maleta en mano y esperé hasta escuchar los pasos acercarse, otro par de segundos y apareció el sonido de una llave penetrando en la cerradura, esperé el momento adecuado y ¡BAM! Salí dando el portazo, al parecer le golpeé la cabeza pues cayó quejándose del dolor, vacilé pues pensé que le había provocado un golpe serio, pero él volvió a intentar ponerse de pie.

En ese momento sí que no me lo pensé dos veces y corrí. Corrí dejando la casa atrás y por la calle mientras él me perseguía. Corrí mientras la brisa helaba con una maleta a cuestas, con todo lo que tenía en el mundo. Corrí conteniendo los sollozos, pero dejando una estela de lágrimas sobre el pavimento, lo hice mientras escuchaba sus suplicas y veía como los vecinos salían asustados por el escándalo. Corrí escuchándole llorar arrepentido y no conté cuantas calles crucé hasta que vi al primer taxi, silbé con todas mis fuerzas y este se detuvo, subí rápida y torpemente.

—¿No me va a robar o sí?—preguntó asustado el bigotudo cincuentón.

—¿Y eso a usted que le importa?—le reprendí gimoteando—¡Conduzca!, ¡RÁPIDO!—

—¿Pero aun no me ha dicho a donde le llevo joven?—preguntó agitado.

—Lejos de aquí, a donde sea—deposité en su mano un fajo de billetes y pisó el acelerador. Las suplicas pronto se perdieron en la oscuridad de la noche, a lo lejos y a través del retrovisor vi como cayó derrotado y de rodillas en la calle.

—Por favor no pregunte nada y lléveme lejos de aquí—le dije a conductor, pero me sorprendí a mí mismo, mi voz se había quebrado. El señor me tendió un pañuelo desechable, entendí el por qué cuando ajustó el vidrio del retrovisor para que pudiera verme, tenía la cara y la camisa manchadas de sangre, no había reparado en ello, tenía una herida en la mandíbula. Rasgué el pañuelo en dos, con uno limpié la sangre y con la otra mitad mis lágrimas.

[Nota del Autor]

Queridos lectores, Venezuela es como el lejano oeste, un pueblo sin ley, anarquía hecha cotidianidad, no sé qué tan enterados estén del acontecer diario de los que aun vivimos en este huequito del mundo, pero basta con que pongan la palabra “Venezuela” en Google para que vean la cascada infinita de noticias negativas. Lo último es el tema de la electricidad, independientemente de quien ha provocado todo el problema (y estoy seguro de que es por la ineptitud de nuestros gobernantes), lo cierto es que los Venezolanos estamos padeciendo cortes de electricidad que a veces suelen llegar a durar varios días y que vienen y van sin aviso alguno, ¡Sí!, no es ningún invento…

Súmenle a eso el hecho de que el servicio de agua público en gran parte depende de electricidad, lo que se traduce en “No electricidad, No agua”. ¿Saben?, siempre me pregunto cuando tocaremos fondo y la verdad es que me sorprende ver que todo siempre puede ponerse peor. Yo sigo estudiando medicina, sobreviviendo con mi familia cada día y sin planes próximos para emigrar, o por lo menos hasta que obtenga mi título (me quedan unos tres años aun de carrera) o que ya la situación no permita sostener mis estudios.

Nunca me había quejado tanto de mi realidad en una nota de autor, o hacerla tan larga o desviarla del tema de la novela, me causa un poco de vergüenza confesarles todo esto, es solo que quiero que vean como es mi realidad y por qué a veces no me animo a escribir o publicar con frecuencia y así… (No se asusten, esta historia llegará al final mientras yo viva, les prometí eso), de hecho tengo pensado varios proyectos después de terminar esta novela, que ahora que lo veo parece más una saga que novela como tal, créame, aún falta mucha tela que cortar y queda historia para rato…

A veces me preocupa la extensión y el tiempo con el que publico, ya que temo que no vuelvan a leerme por la tardanza o por la longitud del relato… Lo que si les aseguro es que los proyectos que le siguen a este si serán más compactos y fluidos, verdaderas novelas, y no se olviden que esta es mi primera historia, jajajaja… Sé que querrán odiarme por esto pero apenas en una semana es que comenzaré clases (Sí, desde diciembre no he tenido clases por paros y toda la situación del país… ¿Ven que no son inventos míos?)… En fin, de seguro estaré ocupado sobreviviendo al semestre pero… Bueh… Solo espero que no me odien por esto y que no me abandonen, créanme, entre tanta negatividad saco fuerzas y ánimo para continuar esta historia.

Ya saben que pueden escribirme a mi correo personal (klismanbracamonte@gmail.com) y dejarme una reseña de que les pareció el capítulo o si quieren insultarme o mentarme la madre por mi lentitud o mis lloriqueos venezolanos jajaja ¡Que se yo!… Todo lo recibiré con amor.

Siempre vuestro, Klisman el venezolano llorón.