Como aman los dioses (XI) - Indulto al ocaso.

Tristeza, miedo y felicidad, sentimientos de mortales. Los Dioses existen y son criaturas caprichosas que no dicen por favor, ni dan las gracias. Pero, ¿qué pasaría si dos Dioses se enamoran de un mismo mortal?, una guerra por amor se desatará y el joven muchacho en medio del fuego cruzado quedará.

Como aman los dioses (Capítulo XI) - Indulto al ocaso.

[Jordan]

Después de toda esa radiante y molesta felicidad en la calle, al fin pude regresar a mi casa, a mi nicho de oscuridad y tristeza. Había dejado a los gemelos en casa de una tía para que pasaran el día jugando con nuestros primitos, ¡Claro!, después de casi suplicarle a mi tía que los cuidara solo por un día. No me quedó otra opción, llevaban varios días pidiéndome que les llevara, y pues, esa era la única manera de que dejaran de hostigarme. ¡Qué exagerada esa mujer!, es decir, sé que mis hermanitos son traviesos, pero no era para tanto, y ella los pinta como esbirros del mal.

Fui a la cocina y saqué el bote de helado, subí a mi habitación, cerré las persianas y encendí el reproductor. Comenzó a sonar la melancólica voz británica y empecé a apuñalar el helado con mi cuchara. No me apetecía hacer nada más que nadar en mi aburrido lago de autocompasión. La televisión aburría, ya deberían de declararla obsoleta, tampoco me apetecía meterme a Facebook a leer las latosas tragedias mediocres de todo el que tenga internet a su alcance. Creo que me estaba convirtiendo en un ermitaño amargado, pero no me importaba, me sentía triste, decepcionado y molesto con mis amigos.

— ¿Cómo es posible que pusieran a ese idiota por encima de mí? —me pregunté en voz alta. La verdad ya ni sabía que pensar, no era la primera vez que me lo hacían, incluso me hice la ilusión de que todo iría bien con mis amigos después de la cachetada a Fiamma, pero creo que fue iluso de mi parte. ¿Qué me ocurría?, estaba tan confundido, tan jodidamente molesto con todos… Esta semana no fue precisamente de amor y paz, me distancié mucho de los chicos, y las pocas veces que los tenía cerca permanecía lo más callado posible. Quería que me preguntaran que me pasaba, que se preocuparan por mí, ser la víctima, que me dieran la razón.

La canción se detuvo, no era para nada rock, pero sus melancólicas melodías, para despechados con estilo me supieron arropar estos cinco días. Apreté el botón y la puse a reproducir indefinidamente. Amaba quemar las canciones hasta odiarlas, sonreí para mis adentros. Él día de lo de los helados Elodie cumplió, trajo a mis hermanitos puntual a las nueve, venían rendidos, casi dormidos y ella me ayudó a subirlos y dejarlos en sus camas. Se veía preocupada, me preguntó que me pasaba, que por que hacia eso, me dijo que yo siempre había peleado por lo que era justo pero no comprendía mi actitud, que en ese momento que tenía la cabeza fría le dijera, si tenía o no la razón, pero solo consiguió silencio de mi parte.

Me comentó que tuvieron la oportunidad de hablar y conocer mejor a ese muchacho, y que era una persona humilde de principios, si acaso era eso lo que me preocupaba. Finalmente me preguntó si eran celos lo que sentía, mi mente sintió como si ella hubiese hecho click, pero le evadí el tema. Ella entendió el mensaje y se retiró. De ese día para acá he querido hacerme el desentendido con mi subconsciente e ignorar lo que yo mismo descubrí. ¿Por qué habría de celar a Seymour? (¡Sí! A Seymour, no a mis amigos), si realmente nunca lo había hecho ni con el desfile de putitos estirados que traía consigo.

¿Qué tenía este nuevo candidato que no tenían los demás como para ganarse mi odio?, me preguntaba una y otra vez. La respuesta la conseguí en estos días mientras estábamos en el instituto… Seymour iba atravesando el patio central en horas de receso, yo estaba sentado solo en el césped, bajo un árbol, con los audífonos puestos escuchando metal. Él venía despistado como de costumbre, con sus libros en las manos y los animales del equipo de futbol estaban cuchicheando mucho con el Daniel ese que me cae de la chorrada. Yo aclaré mi atención y vi sus intenciones, ellos lanzaron un balón con intenciones de pegárselo en la cabeza a Seymour pero él lo esquivó sin querer y siguió caminando sin percatarse de nada.

Pero ellos no se detuvieron allí, vi cómo le iban a meter el pie para que callera a un charquito de barro. Me quité los audífonos y me levanté rápidamente, me acerqué al que tenía el pie extendido, le retiré su pie con una patada y le dediqué una mirada de odio, sus risas cómplices transmutaron y también se convirtieron en odio sin mediar ninguna palabra. Seymour nos pasó por un lado, nos dedicó una mirada confundida y siguió su camino sin reparos. Fácilmente me hubiese ido a los puños con esos animales, pero decidí que no valían la pena. Regresé al césped con mis audífonos y me le quedé mirando a Seymour a lo lejos, mi cara se derritió y formó una sonrisa tonta, suspiré con felicidad— ¡Un momento!—pensé.

¿Acaso suspiré al verlo?, ¡No puede ser! Y reí como tonto para mí mismo, ¿Cómo fui tan bobo?, ¡Y yo pensé que despistado era él! En ese momento lo entendí todo… Los celos, el odio a ese muchacho, el miedo a perderlo. Nunca fue mío de esa manera… Pero yo lo sentía así. Jamás reparé o desperdicie mi energía preocupándome por el desfile de putitos, porque sabía que eran desechables. Siempre sentí que nosotros teníamos algo especial, así como tampoco sentí necesitar novia en ningún momento, por eso me molestaba el tal Evan, porque él sí representaba algo serio, él si podía quitarme a Seymour.

Cuando lo entendí no me molestó, no me acomplejé, era demasiado abierto de mente como para hacerlo a esas alturas de mi vida. Más bien me sentí feliz conmigo mismo, porque por fin supe el color de mis sentimientos, por fin identifiqué el sabor de esos celos, al fin me sentí tranquilo porque por fin había abandonado mi confusión—Me gusta mi mejor amigo—pensé con un indescriptible sentimiento de felicidad que me invadía. En ese momento todo hizo conexión en mi mente, ahora solo tenía que decirle que fuéramos novios, él de seguro me aceptaría, porque sí les hacía caso a todos esos mocosos malcriados a mí no podría rechazarme, porque yo era Jordan, ¡Su Jordan!

Todo será tan maravillo…Cuando rebobiné a que se debía mi aislamiento con los chicos, todo volvió a la oscuridad. Sentí la necesidad de escuchar las canciones más pesadas de mi reproductor. En primer lugar armé todo ese drama porque Seymour tenía a Evan, era la primera vez que Seymour se veía enamorado, comprometido con alguien. Yo no podía simplemente ir a pedirle que le dejara a él porque yo había recién descubierto que me gustaba. No podía pedirle eso, porque sonaba ridículo, era humillante y egoísta de mi parte. No podía pedirle que fuéramos novios porque él no me veía como un novio, yo era solamente Jordan, ¡Así!, simple, sin otros títulos, solo su amigo.

Pasé todos estos días aún más distante con los chicos, no me apetecía hablar con nadie, quería estar solo, en un lugar oscuro, escuchar música que arrojara más tierra a mi tumba, comer helado… ¿Por qué soy tan estúpido?, ¿Por qué enamorarme precisamente de mi mejor amigo el promiscuo?, no tenía problema con que me gustaran los hombres, de hecho sabía que no era algo malo y por la opinión de los demás ni me preocupaba, ya estaba acostumbrado a que me trataran como bicho raro por ser dark, gótico, rockero con rastros de emo ¿Qué importaba agregarle también el que me gustaran los hombres?

Tampoco es como si fuese a ir gritándolo a los cuatro vientos. Nadie tenía por qué saberlo, ese era solo problema mío, ¿No? Lo que no podía evitar que me doliera, era que me había dado cuenta, que mi mejor amigo el promiscuo me gustaba justamente cuando había decidido dejar de ser promiscuo para vivir con un extranjero buenorro… ¡Sí!, porque el muy desgraciado está buenísimo. Lo poco que existía de mi puta vida amorosa era un chiste mal hecho de clichés, dirigido por algún ente superior con sentido del humor de la mierda. Ahora solo tenía que lamentarme para esperar que me pasara algo peor para poder olvidar esto. Algo como la separación súper anunciada o esperada de mis padres, pero eso ya era otra tragedia que de seguro no tardaría en llegar.

Estaba a punto de darle otra cucharada a mi helado hasta que oí como sonó el timbre. ¡Genial!, seguro era mi tía haciendo la devolución de los gemelos… Bajé refunfuñando mi suerte, ya que ahora ni siquiera podía estar solo para quejarme a gusto de mi miseria. Giré la perilla preparado para decirle cuatro cosas a esa mujer pero…

— ¿Puedo pasar?—preguntó.

—Seymour… No sabía que venías…—dije totalmente sorprendido.

— ¿Por qué?, ¿Hay algo malo?, si quieres me voy…—

— ¡No!, no, no me refería a eso, es solo que me sorprendiste, pasa—le dije cediéndole el paso—Es que pensé que eras otra persona—

—Oh… ¿Con que esperas visitas? Eh pillín, te lo tenías bien guardado, como se llama la afortunada—dijo dándome codazos amistosos con una sonrisa que ya ni sabía si me agradaba o irritaba.

—Genial—pensé para mis adentros—Ahora hasta me hace bromas—

— ¿Y los chicos?, ¿Y tus papás?—preguntó mirando a los alrededores de la casa.

—Los chicos a que mis primos, mi papá trabajando, o qué sé yo… Y mi mamá, pues fíjate que ni sé dónde está mi mamá, ya sabes cómo funciona todo aquí, de seguro debe de estar ebria en algún lugar de la ciudad—dije cansado.

—Mmm… ¿Cómo que no han mejorado mucho las cosas aquí?, ¿No?—preguntó con algo de inocencia, no pude evitar reír por lo tierno que se veía por vivir siempre en las nubes.

—No, jajajaja… Pero ya me estoy haciendo la idea de tener que terminar de criar a Austin y Justin, solo espero tener un buen abogado para pelear sus custodias—dije bromeando.

—Sí llegas a necesitar ayuda de cualquier tipo para criarlos tú me avisas, amo a esos chicos—

—Y nosotros tres también te amamos a ti—pensé. Era irónicamente doloroso que me hablara justo en este momento sobre criar niños juntos.

—Oye… ¿Y ya felicitaste a Hailan?—preguntó intentando amenizar la conversación.

— ¡PUTA MADRE!—exclame por la impresión—Es hoy, ¿No?—le pregunté asombrado.

—Ujumm—respondió asintiendo—No me digas que lo olvidaste… ¿Verdad?—inquirió expectante.

— ¡Acompáñame!—le ordené subiendo las escaleras a toda prisa y él me siguió, entramos al cuarto e inmediatamente fui a mi ordenador para felicitarle a Hailan en su muro.

—Esa no es la radio, ¿Verdad?—preguntó dando pasos en círculos en mi recamara.

— ¿No, por qué?—pregunté distraído mientras tecleaba mi retrasada felicitación.

—Es tan, PERO TAN…Extraño que estés escuchando Amy Whinehouse—dijo en un tono burlón—Ahora eres alternativo, ¿O qué onda?—

—No estés jodiendo Seymour—le respondí tajante mientras releía en busca de errores para darle en publicar—Ufff, listo…—dije aliviado—Espero que no se haya dado cuenta—

—Quien sabe, él es muy quisquilloso—respondió distraído—Oye te importa si…—

Y no terminó la frase, fue directo al apagador, encendió la luz de la habitación, después fue hasta la ventana, quitó las persianas y abrió las ventanas. Dejando pasar la suave luz de la mañana y el cantar de los pájaros a mi cueva de murciélago.

—Agh… Cierra eso—le dije con molestia cuando la luz del día me atacó los ojos.

—Pero que puto asco Jordan—miró incrédulo mi habitación—Por lo menos págale a alguien para que limpie esta cochinera—

— ¿A eso viniste?, ¿A limpiarme el cuarto?—le pregunté con reproche.

—No precisamente a eso…—dijo mirándome con seriedad mientras se sentaba a la orilla de mi cama—Vine por dos motivos, el primero porque Elodie me pidió hacer de heraldo porque todos queremos que vengas a la pijamada, para asegurarnos pues, de que vengas…Como has estado tan distante últimamente—

— ¿Y lo otro?—pregunté a la defensiva.

—Pues para preguntarte que te está pasando últimamente—me dijo con una cara de preocupación que me hizo estremecer hasta mis bases—No sé porque le tienes tanto odio a Evan Jordan, sabes que no tienes motivos para tratarle de esa manera, o bueno, para no tratarle mejor dicho… Tú nunca has tratado a nadie así. Si lo que te preocupaba era mi seguridad, sabes que estoy grandecito y puedo cuidarme solo. Además…—prosiguió con una tierna sonrisa de ilusión—Evan no es como los otros chicos Jordan, me refiero a que no es otro del montón, de verdad espero de todo corazón que él acepte ser mi novio Jordan, ¿Te lo imaginas?, ¿Yo con novio?—me dijo incrédulo de la felicidad.

—Sí Seymour, me lo puedo imaginar—le respondí con la mejor sonrisa falsa que pude lograr, aunque por dentro podía oír los cristales romperse, el ardor haciendo un nudo en mi garganta.

—Ya lo sé, es que es increíble Jordan, nunca pensé en enamorarme de alguien y de repente llega él con ese carácter áspero y juguetón… Rompió todos mis esquemas. De hecho, creo que si lo intentaras ambos serían muy buenos amigos, porque son igual de rústicos—dijo bromeando—Pero bueno Jordan, lo que realmente quiero decirte es que aquí me tienes, a tu mejor amigo, puedes decirme lo que te está molestando, si yo puedo hacer algo para mejorarlo no dudes que lo voy a hacer, así sean tan solo consejos lo haré. Porque te quiero, porque eres mi amigo y no me gusta verte así, no nos gusta verte así—

Yo tragaba saliva, e intenté contener el ardor en mis parpados, sentía que me faltaba el aire… ¿Por qué me hacía esto?, ¿Por qué venía justamente a restregar mis heridas?, ¿Por qué tenía que ser tan tonto, tan lindo, tan dulce?, ¿Por qué ni siquiera me permitía odiarlo? Quería llorar, pero juró que hice mi mejor esfuerzo para sacar una sonrisa cuando lo único que sentía en mi era dolor.

—Vamos amigo, este es el momento Jordan, si tienes algo que decirme, algo que te esté molestando de Evan o de quien sea, debes decírmelo—

—Solo que me gustas y que me di cuenta cuando ya era muy tarde—pensé para mis adentros.

—Prometo que haré todo lo que esté a mi alcance para hacerte feliz…Pero solo debes decirlo—me reiteró con una mirada fuerte pero dulce.

—No puedo hacerlo, no puedo hacerle esto, yo no quiero su lastima, no puedo decirle que me gusta, perderé también su amistad— pensaba una y otra vez, mientras sus ojos azules seguían expectantes a cada uno de mis movimientos—Además él se ve feliz, es su primer amor, no puedo marchitar algo tan importante para él como su primer amor…—

— ¿Y bien Jordan?—inquirió de nuevo.

—N-no es nada, es solo que… No soporto la presión en mi casa, los problemas entre mis padres son cada vez más fuertes —mentí—Es que tengo miedo de tener que criar a mis hermanos a esta edad, eso me preocupa—dije en un hilo de voz.

—Ah… Con que era eso…—me dijo con sentimiento en sus ojos—No te preocupes, ¿No sé por qué te aterra tanto eso Jordan?, si tú ya básicamente eres el padre y la madre de esos dos niños, ¡Y haces un excelente trabajo!—dijo con una sonrisa intentando animarme—Y por la custodia no te preocupes, eso estaría más que arreglado de mi parte, yo me encargaré de que tengas los mejores abogados del país, no permitiremos que te separes de tus hermanitos—

—G-gracias…—le dije sintiendo el líquido caliente a punto de desbordarse de mis ojos.

—Bien entonces con eso queda solucionado, solo no vuelvas a guardarte algo así la próxima vez, ¿Ok?, para que soy tu amigo tonto, no te vuelvas a alejar de nosotros por cosas que tienen solución. Y bueno, creo que con eso también queda listo el tema de Evan, ¿No?—Yo le asentí—Que bien, me preocupaba que realmente no pudieran llevarse bien, aunque fue algo estúpido de tu parte pagarla con el pobre de Evan. En fin… ¿Vendrás hoy a la pijamada en mi casa?, ¿No?—

—No prometo nada…—

—Bueno es cierto, me imagino que no ha de ser fácil con todo esto. Por mí bien, tómate tu espacio…Aunque no sé si Hailan lo comprenda, recuerda que es su cumpleaños…—Y de repente paró de hablar cuando escuchó su teléfono sonando, me pidió disculpas y atendió—Si Jyrki, dime. No, no estoy allá, ¿Por qué?, ¿Pero para que quieres que valla?, estoy a que Jordan. Sí bueno, allá está Evan. Mmm… Bueno, está bien, pero dame unos 20 minutos. Sí, yo te escribo cuando esté allá. Está bien, chau—y colgó—Bueno, como te habrás dado cuenta era Jyrki, y no sé sonó muy agitado y me pidió que nos viéramos en mi casa, así que bueno… Ya sabes, te esperamos allá y si no, pues no te preocupes, yo le explico a los chicos, ¿No hay problema si les explico?, ¿No?—

—No, no hay problema—respondí escueto.

—Bueno está bien, me voy entonces, antes de que le dé quien sabe que a ese loquito—dijo riendo.

Yo también intenté reír sin muchas ganas y le acompañe hasta la puerta sentía mi cuerpo más pesado de lo normal, como si dejándolo ir asumiera que no iba a poder aliviar mi amor necrótico, porque sabía que era mi felicidad por la suya.

—Hasta luego Seymour—y él no me respondió, simplemente me abrazo. Yo me sentí feliz de estar en sus brazos antes de dejarle ir. Hundí mi cabeza en su cuello y le abracé con fuerza, tenía ganas de sollozar, pero resistí. Después de unos segundo que a mí se me hicieron cortos, se soltó del abrazó y salió. Caminó hasta su auto bajo ese sol feliz e implacable, lo encendió y antes de arrancar se despidió de nuevo agitando la mano con una tierna sonrisa, yo le imité forzando otra sonrisa, él aceleró. Cuando cruzó la callé cerré la puerta.

Corrí subiendo las escaleras, cerré las ventanas porque el cantar de los pájaros me irritaba, bajé las persianas porque quería oscuridad, apagué la música porque quería silencio. Al fin pude hundir mi cara que ardía en las almohadas, y lloré, mis sollozos era lo único que sonaba en esas cuatro paredes, revisé el bote de helado buscando consuelo, pero ya se había derretido.

[Evan]

Todo pasaba en cámara lenta, como si de un recuerdo se tratase. Los cipreses, los pastizales eran de un pálido color dorado, se mecían al son de una brisa calma, como una canción de cuna. Todo producía en mí un sentimiento de dulce melancolía. También podía observar no muy a lo lejos el mediterráneo azul, viril, y sus escarpadas montañas desamparadas, con los templos aun erguidos, más ya olvidados por cualquier rastro de civilización. Parecía deshabitado, pero al parecer no me encontraba solo en ese paisaje que moría al atardecer, pues escuché la risa de un hombre joven, volteé para verlo pero el sol detrás de él me cegó.

Solo pude distinguir sus dorados cabellos rizados y el movimiento pulcro y energético que realizó para lanzarme un disco. No pude resistir la tentación de querer atraparlo, de no rechazar el juego de ese muchacho. Corrí hacia atrás sin perder de vista el redondo objeto blanco, a pesar de seguir cegado por el sol pude calcular la trayectoria para atraparlo. Me sentía feliz, tranquilo, como un niño, sonreí… Pero sin previo aviso sentí como el objeto golpeó mi cabeza sin piedad, me sentí mareado, como con sueño, mi cuerpo retrocedió y perdió el equilibrio por la fuerza del impacto.

Sentía correr una húmeda gota de sangre por mi sien mientras caía de espaldas, tenía sueño, mucho sueño. Temí caer porque mis miembros no obedecían, pero sentí como unos brazos sinceros me arroparon. Volví a concebir la calma, calma que irradiaban esos hipnóticos ojos verdes, que cada vez se alejaban más de mí. Sentía pesados los parpados, se estaban cerrando, quería dormir… Y de repente desperté. Me levanté de mi cama asustado, sentía que iba a morir—Fue solo un sueño—me dije tranquilizándome. Más aun sentía mi corazón galopando dentro de mi pecho a gran velocidad, se había sentido real, muy real ese sueño.

No dejaba de preguntarme quien era ese chico de gentiles y tristes ojos verdosos, hasta que caí en cuenta de que me había despertado una tormenta de ruido que provenía del piso de abajo. Miré el reloj y eran apenas las doce am. Nunca había escuchado que Seymour colocara música, de hecho yo era el que solía hacerlo, pero jamás con tanto volumen. A quien sea que fuese le iría a formar un rollo por arruinar mi descanso de sábado por la mañana. Quería simplemente seguir durmiendo, pero ese escándalo me lo impedía por más volteretas que diera en la cama. Dándome por vencido, me levanté de mi lecho con pesadez, con los ojos irritados y con ganas de golpear al causante de aquél escándalo.

Me cepillé rápidamente lo dientes, me coloqué un short y me dispuse a salir del cuarto, al girar la perilla incluso noté como esta vibraba gracias al musicón. Bajé las escaleras enjuiciado, ni siquiera sabía que teníamos semejante equipo de sonido en la casa. Caminé siguiendo la ruidosa música electrónica hasta la sala, y al llegar hasta la fuente del ruido fue que al fin pude ver. Se trataba de un sonido de tamaño industrial y estaban varios tipos que no conocía instalando una cabina de Dj, además de Jyrki y un Seymour que nunca antes había visto tan molesto. Le gritaba a su amigo reclamándole por algo y el otro parecía no tomarle mucha seriedad al asunto, pues seguía con su cómica sonrisita de siempre.

— ¡PERO ES QUE NO ENTIENDO!, ¡No tienes ni un poquito de vergüenza en tu sistema Jyrki! Me llamas solo para venir a ver como conviertes mi casa en un antro—gritaba Seymour con reproche por encima de la música.

—No la verdad no tengo nada de vergüenza amiguito… Y no es un antro, ya te dije que son los preparativos para el cumpleaños de Hailan—le respondía Jyrki ocupado dándole algunas instrucciones a los de la cabina de Dj.

—PERO ÍBAMOS A HACER UNA PIJAMADA, ¡UNA PUTA PIJAMADA JYRKI!—le decía Seymour con bastante enojo, su cara ya estaba roja.

— ¡Nah!, ya a estas alturas debes saber que no va a ser “una puta pijamada”—le respondió Jyrki con buen humor, levantando la voz sobre la música él también—Este año si celebraremos como se debe, el siguiente si quieren van y lo pasan bebiendo avena con los del geriátrico…—

— ¿QUÉ?, ¡NO TE ESCUCHO JYRKI!—gritaba Seymour con fastidio—DILES QUE LE BAJEN A LA MUSICA, QUE MIS VECINOS ME VAN A LINCHAR—

— ¿QUÉ?—gritaba Jyrki fingiendo no escuchar con una sonrisa cínica en su cara. Era gracioso, me agradaba ese chico.

A Seymour no le causó gracia y lo amenazó con sus gélidos ojos azules. Hace unos segundos estaba irritado por la peculiar forma en la que me despertaron, pero ahora estaba algo divertido. Nunca había visto a Seymour tan serio por algo y la verdad se veía bastante gracioso, yo seguía al margen escuchando la conversación, pues estaban tan centrados en lo suyo que no habían reparado en mi presencia. Jyrki le obedeció y les pidió a lo del sonido que bajaran el volumen.

— ¡Ah!, hola Evan, ¿Qué tal hermano?, no había visto que estabas allí parado—me dijo Jyrki, y Seymour al fin me vio, pero solo me miró y ni me saludó. De verdad estaba molesto.

—Todo genial Jyrki—le respondí— ¿Y de que va todo esto?—inquirí con curiosidad.

—Oh pues, resulta que a nuestro buen amigo Jyrki, ¡Se le ocurrió la genial ideíta de convertir mi casa en un prostíbulo para el cumpleaños de Hailan!—respondió Seymour con la cara roja mientras el otro volteaba los ojos con fastidio— ¡Y ni se te ocurra hacer una broma con lo del prostíbulo Jyrki Klaus!—le amenazó Seymour cuando vio que tenía intenciones de abrir la boca.

— ¿Hoy es el cumpleaños de Hailan?—pregunté confundido y en esas, convenientemente para Jyrki sonó el timbre.

— ¡Yo voy!—dijo esté ultimo con prisa para librarse del escarmiento de Seymour.

—Espero que no sean más cosas Jyrki, porque ni me tomaré la molestia de matarte yo mismo, ya que de seguro los chicos también querrán un pedazo de ti…—le espetó Seymour mientras perseguía a este último.

Yo también les seguí hasta la puerta, Jyrki abrió y les firmó un papel a unos tipos que a continuación hicieron pasar unas cajas adentro de la casa.

—Adelante chicos, quiero que la instalen cerca de la piscina en el patio…—les indicó este último con una sonrisa de satisfacción en su cara.

— ¡Jyrki dime ahora mismo que tienen esas cajas!—le regañaba Seymour siguiéndoles hasta el patio trasero de la casa. Por supuesto yo también les seguí porque me divertía la situación y además quería ver como terminaba esto, después de todo era mi día libre.

—Ah, solo es un servició de barra libre que contraté…—

— ¿BARRA LIBRE?, ¿Estás de remate muchacho?, si apenas bebemos… Y solo somos seis… ¡No!, ¡Devuélvela ahora mismo!—decía Seymour ya bastante alterado por el ejército de desconocidos en la casa.

—Emmm… ¡Nop! Ya no puedo, ya está hecho… Por cierto, aquí está tu tarjeta de crédito—dijo tendiéndole la tarjeta negra a la mano bajo la iracunda mirada de mi anfitrión—Sí chicos, instálenla al frente de la piscina—decía dándoles instrucciones a los tipos y de repente volvió a sonar el timbre.

—Dime que no contrataste Strippers…—dijo Seymour amenazante.

— ¿Por qué?, ¿Debí hacerlo acaso?, no importa… De todas formas está cubierto—le respondió este con sarcasmo guiñándole un ojo—Permítanme un minuto caballeros…—y volvió a dirigirse a la puerta seguido por nosotros.

— ¿Jyrki que más cosas contrataste?—pregunto Seymour con los ojos entrecerrados de desconfianza.

—Ah, solo algunas cositas más—dijo abriendo la puerta. Entraron un grupo de cocineros con más cajas, acompañados de una legión de mesoneros.

— ¿Cocineros?, ¿PUTOS COCINEROS?, ¿Es enserio Jyrki?, ¿Contrastaste cocineros para seis personas?—

— ¡Shhh…! No seas grosero con ellos Seymour, nos podrían envenenar por tu culpa, ¡Además!, no podemos pasar hambre, ¿verdad?—dijo pelando los dientes—Bueno chicos, adelante, la cocina está a dos puertas a la derecha, pueden instalarse—

Estos le obedecieron y pasaron ante la atónita mirada de Seymour. Levantaba las cejas de una forma extraña y su cara parecía tomate estreñido a punto de estallar. Jyrki le miro con detenimiento y vio que su molestia era real, así que le pasó un brazo sobre los hombros.

— ¡Vamos viejo!, no te amargues… Te prometo que nos divertiremos bastante, como vez, lo tengo todo bajo control—

— ¿Cómo la vez de los reptiles?—

— ¿Reptiles?—pregunté asustado al escuchar la palabra, pero me ignoraron. Era extraño no tener a Seymour encima de mí, preocupado por todo lo que yo necesitase o quisiera, era raro pero me había acostumbrado a eso.

—Sabes que fue solo una vez, pero debes confiar en mí… Ya he crecido y tengo todo bien planificado, ¿Cómo podría demostrarles que soy capaz si nunca me dan la oportunidad?—dijo Jyrki intentando persuadir al tomate—Vamos, quita esa cara, lo hago porque son mis amigos y no nos caería mal festejar un poco de vez en cuando, vamos muéstrame una pequeña sonrisa…—dijo intentando hacer caras graciosas para calmar a Seymour, pero este se mostraba reacio.

—Pues si tienes algo de razón, pero no es que no confié en ti o me moleste porque sea mi casa, es que les prometí a los chicos que te mantendría bajo control—dijo Seymour con incomodidad.

—No seré el más inteligente del grupo, pero eso mi amigo, es contradecirte… O es una cosa o es otra. No soy una bestia a la que se le tenga que mantener bajo control Seymour Astraios, soy su amigo—dijo Jyrki con seriedad y algo de tristeza en su mirada.

—No, no quise decir eso… Es solo que… Todos queremos algo tranquilo porque sabemos que es lo que le gustaría a Hailan para su cumpleaños. Pero está bien, confiaré en ti, solo mantén esto bajo control—dijo Seymour con severidad— ¡Y sin reptiles!—

— ¡Gracias!, ¡Gracias!, ¡Prometo que será una noche inolvidable que recordaremos por mucho tiempo!—dijo Jyrki con alegría—Además de que igual ya no nos harán un reembolso—dijo esto último apenas audible entre dientes, Seymour le volvió a mirar con desaprobación.

—Considera esto como un indulto de mi parte, porque esto básicamente fue traicionar mi confianza. Y te lo tenías bien guardado pequeño idiota, yo no sabía de nada de estas cosas que contrataste, se suponía que ibas a planificar una pijamada solamente—dijo Seymour con pedantería.

— ¿Indulto?, ¿Traición?, creo que deberías dejar la obsesión con Game Of Thrones amigo…—dijo Jyrki.

— ¡Un momento!—dije pensativo rompiendo mi silencio ante sus miradas, creo que incluso habían olvidado que yo estaba allí de pie junto a ellos—La tarjeta con la que contrataste todo esto era de Seymour, ¿No?—le pregunté a Jyrki haciendo sinapsis en mi cabeza.

—Sí, ¿Por qué?—dijo este último evidentemente confundido.

—Sí la tarjeta era tuya Seymour, y se supone que no sabías nada sobre todo esto… ¿Cómo fue que no te diste cuenta de la cantidad de dinero que Jyrki gastó? —Inquirí con curiosidad—Se supone que te habrían tenido que llegar las notificaciones del banco por las compras—

—Oh, es que nunca reparo en gastos o ando pendiente de mis cuentas. Tengo gente que se encarga de eso por mí…—dijo Seymour con cinismo.

—Muy bonito…—dije volteando los ojos entre sarcasmo y desaprobación—Lo que es tener problemas de ricos…—

—Bueno Seymour, lo que cuenta es que todo será genial “porque nunca reparas en gastos”. Además puede ser algo parecido a una fiesta de bienvenida para Evan, como uno de los nuestros—dijo Jyrki mirándome con una cálida sonrisa que me hizo sentir bien, aunque sospechase que eran más excusas para con Seymour.

—Pues sí, creo que eso puede ser. Pero no te atrevas a usar a Evan como escudo por tus estupideces Jyrki…Ahh…Ya que más da, ¿Qué otras cosas contrataste?—

—Ah pues ahora solo falta que lleguen los del pole dance—respondió Jyrki. Seymour le miro con cansancio, imagino que intentando entender cómo funcionaba el cerebro de su amigo—Pero ahora no te preocupes, ellos llegarán después, mucho más tarde—

— ¿Ellos o ellas?—preguntó Seymour—Hasta donde tengo entendido el pole dance es solo de chicas—

—Oh no, también hay chicos—dijo mirando a Seymour con picardía cómplice—Pensé que te gustarían jejeje—

Seymour me miró inmediatamente ante el comentario de su amigo, con la cara de un rojo diferente, avergonzado.

—No seas idiota, ¿LO VES EVAN?, te dije que quería transformar mi casa en un vulgar antro—dijo Seymour molesto de nuevo—Si me disculpan me retiro a mi habitación a meditar para no poner un sicario detrás de tu cabeza Jyrki, ¡Ah! Y vigílalos que no se lleven nada o dañen algo—dijo antes de comenzar a subir las escaleras.

—Oye Seymour—le detuvo Jyrki— ¿Conseguiste convencer a Jordan?—

—Hablé con él, pero no es seguro que venga… Según todo es por el estrés de lo de sus padres y no por Evan…—dijo Seymour con preocupación antes de seguir subiendo las escaleras.

No pude evitar sentir una sensación de incomodidad dentro de mí, no quería eso, ser la manzana de la discordia, de alguna forma sentía que esto era un Déjà vu de alguna vida pasada. Ese chico me odiaba, y no sé si Seymour lo sabrá, pero ese día, esa última mirada llena de tristeza que le dedicó su amigo antes de salir de la heladería, era un reflejo de un corazón roto. Puede que yo sea un tonto virgen aun, pero eso no me quita la sabiduría al escuchar, del percibir. No soy tonto, sé que Jordan ama a Seymour de una forma diferente a la que se aman los amigos y yo no me veo dañando algo tan puro.

Creo que el lugar de Seymour, aunque yo esté confundido por todo lo que ha pasado, es al lado de su amigo, Jordan. La mirada de ese chico no es un amor forjado en un par de días. Lo mejor que podría hacer es quitarme del medio, necesito hablar con Seymour sobre esto.

— ¿Yuju?, tierra llamando a Evan—dijo Jyrki golpeando mi cabeza suavemente, reaccioné—Vaya que estas bien metido en tus pensamientos chico—decía mirándome fijamente con curiosidad—En fin, ¿Qué dices?—

— ¿Que digo de qué?—pregunté confundido.

— ¿No escuchaste nada de lo que te dije?—preguntó.

—Mmm… No, lo siento—me disculpé.

—Vaya que estabas en tu mundo chico… Te estaba preguntando que si me podías ayudar con un regalo especial para Hailan, escuché de buena fuente que eres muy bueno en la cocina…—

— ¿Seymour verdad?—pregunté riendo.

—Sí, ese chico bebería los vientos por ti, lo traes loco, nunca lo habíamos visto tan enamorado…—sentí una punzada a la garganta al escuchar eso.

—No soy tan bueno en la cocina…—le respondí cambiando el tema.

— ¡Da igual!, ¡Para eso contraté cocineros!, les pediré que nos ayuden, es algo especial que quiero que hagamos nosotros mismos—

—…—

—Y vamos… No te preocupes por Jordan…De seguro ya se le pasará lo que sea que le pase, es un buen chico, lo prometo—

—Sé que sí—le respondí con preocupación, y ambos nos fuimos a la cocina.

[Giselle]

Salí al mercado a hacer las compras del fin de semana, todo marchaba bien, el día caluroso, soleado, con mucha música por doquier. Había muchísima gente, sobre todo señoras mayores cazando gangas y jóvenes harapientos caminando de aquí para allá, cargando sacos de hortalizas sobre sus espaldas, cazando él pan de cada día. Yo tomaba las frutas de los puestos, me las llevaba a la nariz, las olía. Eran simplemente maravillosas, frescas y deliciosas, las depositaba a ellas en mi canasta y a las monedas en las manos de los vendedores. Las hermanas me habían encargado a hacer el mandado, decían que necesitaba salir a ver gente, a respirar cualquier clase de aire que no fueran libros viejos, demasiado contradictorias.

Ellas eran bastante obstinadas, habían pasado demasiado tiempo bajo sus velos y habían olvidado lo que se sentía ser una jovencita. Si salía mucho del convento decían que me perdería entre los pecados de las calles, y si pasaba mucho tiempo leyendo se quejaban de que esas historias me llenarían la cabeza de tonterías, que leer tanto sobre religiones paganas terminaría condenándome. Para ellas básicamente cualquier libro que no fuera la biblia representaba una amenaza a la fe. Todo muy lejos de la realidad, si no fuera por tanto conocimiento “pagano” ni siquiera hubiese sabido que hacer con un cuerpo diferente al mío, a mediar con otros tipos de deidades, más antiguas y caprichosas que las cristianas.

No me caían demasiado bien, pero tampoco las odiaba, después de todo eran lo más cercano a una familia que yo tenía o tendría. Mi tía era el único motivo por el que ellas me respetaban y por el cual yo las respetaba a ellas. Seguro siempre han pensado que soy una hereje por pensar diferente, pero francamente me tiene sin cuidado. Ya llevaba la canasta llena con las compras, recordé que tenía mi propio dinero extra, así que decidí ir a por un delicioso postre congelado en la heladería que queda de regreso al convento. Dinero extra que me había quedado de las misiones de espionaje, dinero que me facilitó Artemisa.

Ella realmente no puso objeción o escatimó cuando le pedí apoyo monetario para llevar a puerto mi plan, para unir a esos dos bombones. Consiguió tanto dinero para mí que con facilidad compré el mismo auto que use para seguirles ese día, por supuesto tuve que esconderlo más o menos retirado del convento. No quería al sequito de monjas encima, interrogándome de donde lo había sacado, ya que como tal ni mi tía ni yo somos lo que se dice adineradas. Además del auto pude pagar la reservación en ese súper hotel, que por cierto he de admitir que ese chico Seymour tiene unos gustos exquisitos, pero caros...Eso sí.

Así como la preciosa ropa de marca que conseguí para armar bien mi personaje, que para mi suerte pude quedármela, aunque no tuviese donde lucirla. Fue realmente divertido vivir una vida diferente a la mía, con tantos lujos. Entré a la heladería, dejé las compras sobre la mesa y compré una banana Split, dejé que la dulzura húmeda de las cerezas se colara entre mis labios, mientras en la radio sonaba twist de los sesentas y me acariciaban esas viejas y melodiosas voces roncas. Todo estaba saliendo mejor de lo que lo planeé, Evan y Seymour mordieron el anzuelo, claro, de una forma peculiar pero lo mordieron, ya están colados el uno por el otro. He de admitir también que disfruté disfrazarme de señorita de alcurnia, tanto o más que jugar a casamentera.

Pero ellos no fueron los únicos que mordieron el anzuelo, Artemisa será una diosa y todo lo que quiera, pero he notado que es algo inocente para estos asuntos, me da la impresión de que no conoce en lo absoluto los sentimientos humanos, estoy muy segura que por eso me necesita. De seguro estará muy feliz por los avances que logré con esos dos tortolitos, espero que lo suficiente como para que me cuente de que va todo este asunto de andar haciendo que los chicos gusten de chicos. La deliciosa, divertida y vieja música me quería hacer bailar, me hacía sonreír. Al son del rock & roll terminé mi helado y salí del establecimiento.

Con mi canasta en mano hice los pasos sobre las aceras de piedra colonial, bajo el energético sol. Mientras más seguía mi camino, más viejas se volvían las construcciones, más desoladas y más se apagaba el escandaloso sonido de la vida en el mercado. Pero ni esa ausencia de vida y su silencio lograban arruinarme la alegría con la que venía tarareando la pegajosa melodía “Come on, let's twist again, like we did last summer!”. Después de todo tenía razones para estar tan feliz, creía que estaba haciéndoles un bien a esos dos chicos, es decir, se podía oler a kilómetros que se querían el uno al otro, yo les estaba haciendo un favor, necesitaban un empujoncito para dejar lo mojigatos.

También tenía dinero suficiente como para vivir con mi tía tranquila fuera del convento por dos años mínimo, aunque sabía que ella nunca abandonaría ese habito monocromo que ha habitado por toda su vida, supongo que guardaba en mí la culposa esperanza de poder sacarla de allí por su alzhéimer, pero ya veríamos. Finalmente me detuve frente a esos viejos muros pintados de cal, con sus rejas anticuadas y ya oxidadas. El twist que aun retumbaba en mi cabeza iba bajando su intensidad, su volumen ante mi angustiosa curiosidad, el vivir invisible para los demás te daba el don de prestar atención a todo lo que te rodea, a ser observadora.

La música moría dentro de mí, las voces no estaban, las hojas en los arboles no se mecían, los pájaros habían dejado de cantar, como si tuviesen miedo de algo. Todo estaba en silencio, eso me trajo una mala espina, y lentamente fue diluyendo la sonrisa que había traído conmigo. Saqué la llave, y la enorme reja de hierro forjado me dejó entrar al convento, anunció mi llegada con un incómodo chirrido, quejándose de su vejez quizás. Parecía que el silencio no solo venía de afuera, pues adentro tampoco escuchaba a las monjas,  ¿Qué estaba pasando? Fui directo a la cocina a dejar la canasta con los vegetales y cuando apenas entré quedé horrorizada, los frutos cayeron de mi canasta y rodaron por las baldosas sucias cuando mis manos fueron a parar a mi boca, a callar mí grito contenido.

Allí estaba una de ellas, una de las monjas, arrastrándose por el piso, con los ojos en blanco, usando sus manos para tantear el suelo. Salí corriendo a auxiliarla, a ponerla de pie, en cuanto sintió mi tacto se asustó, empezó a zarandearme asustada, era la hermana Elizabeth, una de las más jóvenes del convento. Intentaba zafarse de mi agarre, asustada. De sus ojos blancos salían lágrimas de desesperación, y de su boca abierta tenues y apenas audibles alaridos, comunes entre los mudos. Su lengua parecía rígida, no podía articular palabra, intenté preguntarle que le pasaba, pero solo se limitaba a pelear para soltarse de mí, definitivamente no me escuchaba, no me veía, no podía hablar conmigo, su cuello parecía querer suspirar palabras pero algo no andaba bien con ella.

Algo no andaba bien, tanto silencio no me gustaba, corrí al salón principal y allí estaban otras varias, tiradas gateando a ciegas en el piso. Fui a las demás oficinas, el corredor, a los salones de oración y eran la misma historia, ellas tiradas en el suelo, con los ojos en blanco, gateando a ciegas, asustadas sin saber que les ocurría, babeando e intentado hablar, tampoco podían escuchar mis pasos. — ¡Mi tía! —pensé. Salí corriendo al área donde se encuentra su habitación, estaba cerrada con llave la puerta, tiraba de ella y no cedía, estaba desesperada, mi tía, tenía miedo que eso también le ocurriera a ella.

No sabía si era un virus o alguna enfermedad que se esparcía por el aire, pero en ese momento no me interesaba si corría el riesgo de contagiarme, solo me importaba ella, mi viejita, lo único que tenía en el mundo. Comencé a patear la puerta pero no abría. Grité para ver si del otro lado alguien me escuchaba, pero solo habitaba el silencio entre las viejas maderas. Cuando la desesperación al fin me dejó pensar con claridad corrí hasta la oficina principal, donde sabía que la superiora guardaba con recelo las llaves maestras del convento. Entré, y allí yacía ella en el piso arrastrándose. La miré con horror, sentía lastima, quería ayudarla, quería entender que estaba pasando allí, pero la prioridad era mi tía.

Fui de nuevo a la puerta con prisa y probé cada una del enmarañado manojo de llaves hasta que una entró. Giraba del todo, era la llave correcta, escuchaba como giraba el pasador, pero ni así abría la puerta. Acerqué mis ojos y vi entre las rendijas con más atención, la puerta en sí estaba abierta, no había nada que le impidiera abrir de ninguno de los dos lados, esto si me había dejado desconcertada, esto solo podía significar que…

—De rodillas mortal—

Inmediatamente me di la vuelta y vi los acaramelados cabellos dorados danzando libres de las leyes mortales de la gravedad, con sus vaporosas ropas blancas atrapando la luminosidad que desprendía su piel blanca. No necesité más, solo su voz bastó para que mi cuerpo entrara en alerta y obedeciera la reverencia necesaria.

—Mi señora—pronuncie con la voz tambaleante—N-no esperaba una visita mi señora—

—Una diosa nunca necesitará ser invitada, el placer de nuestra presencia es de ustedes humanos—

—Por supuesto señora, discúlpeme—Pronuncie con miedo, jamás llegué a imaginar que ella vendría hasta aquí a mi hogar—Si es propio preguntar…—

— ¡Hazlo!, pero si se trata acerca del mal que transitan las humanas de este convento no te preocupes… No es mortal, es acerca de que una diosa no puede ser vista por ojos mortales, no puede ser escuchada por oídos indignos, además que no deseo escuchar voces mortales clamando piedad, ustedes los humanos son molestos de escuchar cuando sienten miedo. Pero no te preocupes cierva mía, el efecto las abandonará cuando yo vuelva a mis dominios—

—Muchas gracias por aclararlo mi señora, quiero preguntar acerca del honor de su visita—pregunté con cautela levantando mi mirada y ya un poco más tranquila por saber lo que les ocurría a las hermanas.

—No necesitas preguntar cuando conoces la respuesta—me dijo con una sonrisa fría que carecía de cualquier empatía en su bellísimo rostro.

—Tiene razón, fue una pregunta tonta—dije perdiéndome en la inmensidad de sus ojos negros—El trabajo está hecho señora, gracias a su ayuda logré resultados—

—Espero que el elixir de ambrosia te haya sido de utilidad mi niña, no fue fácil de robar a ese viejo dios borracho, quien diría que a pesar de ser Dionisio un ebrio mal viviente es tan difícil de embaucar—

—Si mi señora, me fue de utilidad—respondí apenas digiriendo lo que acababa de escuchar sobre esa otra deidad—Todo salió como lo planeé, se bebió de la botella y Evan se embriagó de ella. Los vi sumergidos en lujuria, si no hubiese llegado a socorrerlos de seguro hubiesen compartido mucho más que besos—dije riendo con picardía al recordar la emocionante escena que encontré en medio de la nada.

—Muy bien, muy bien, sabía que no me había equivocado contigo niña, hiciste un buen trabajo, pero debiste dejarlos dar rienda suelta de sus impuros instintos—respondió Artemisa cambiando su semblante a un más serio.

—Pensé que quería que solo se enamoraran mi señora—mentí, sabía que era mi oportunidad para averiguar para que quería que esos muchachos estuvieran juntos.

— ¡NO!—sentenció ella con una poderosa voz que hizo temblar todo en mí, por poco y mojo mis faldas—NECESITO QUE ELLOS SE CONSUMAN ENTRE SÍ, que ardan en lujuria, que se correspondan—

—Discúlpeme señora, pero usted solo me pidió que se enamorasen. Yo considero que para ena…—

—No estoy preguntando que consideras—Me interrumpió altiva—Necesito que forniquen—

—Señora, pido perdón, pero quiero decir algo que seguro le resultará ofensivo—

—Hazlo igual, di lo que tengas que decir, pero no te prometo nada de mí—

—Señora, en el amor no es precisamente necesario el acto sexual, pero igual yo obedeceré lo que usted me ordene, es solo que me gustaría entender completamente para saber cómo servirle—dije inclinando mi cabeza temerosa de que ella se enfadara.

Sabía que era algo arriesgado el ofenderla después de la cruel forma con la que entró por la puerta principal del convento para no ser vista. Pero era necesario, mi conciencia no me dejaría en paz si no lo averiguaba, además sabía que para ganar había que arriesgar, ella puede ser una deidad pero si algo me han enseñado los libros es que el verdadero poder del mundo es el conocimiento. Esperé unos segundos sin mirarla directamente, esperando su aprobación, mis piernas temblaban en el intento de mantenerse inclinadas para ella, mis manos sudaban. Ella no emitía sonido alguno como si se debatiera si contarme, tampoco podía ver su cara, después de unos segundo que a mí se me hicieron eternos ella habló.

—Parece que no toda la humanidad es escoria, eres más inteligente que muchas de mis ninfas y por tu bien espero que esta información no acabe con tu vida o las de todas las que aquí habitan—respondió la diosa con una notable alegría—El mortal que conoces como Seymour Astraios realmente no está enamorado del otro, no aun por lo menos. Puede que al dios borracho haya sido difícil de engañar con su ebriedad, pero un sentimiento imperfecto como el amor puede hacer inquieto, insatisfecho e incluso descuidado a un dios—sentenció haciendo una pausa.

Luego movió sus manos con gentileza y se condensó una pequeña y delicada nube flotante, subió a ella y se recostó como si se tratase de un sillón, en ese momento me percaté del tenue halo de luz plateada en forma de luna creciente que resguardaba su espalda.

—Como te seguía contando cierva mía, robar flechas de amor fue fácil como quitárselas a un niño sin que él se diera cuenta, literalmente. El joven Astraios es presa del efecto de una flecha de amor, las cuales son bastante inexactas, no tienen un periodo de efectividad preciso, simplemente basta con estímulos fuertes y “coincidencias” para hacer el efecto permanente y tu mi niña, has hecho un trabajo esplendido logrando esos estímulos, pero necesito que consumen el acto para hacerlo permanente—

—Creo que puedo lograrlo señora y sé que estoy siendo insistente, pero no puedo evitar tener curiosidad para ayuda…—

—Entiendo completamente mi niña, es perfectamente aceptable de mentes inteligentes la consumición de la curiosidad… Comprendo que el amor entre ellos puede ser totalmente real por lo menos en uno solo, puesto a que solo conseguí una sola flecha de amor, pero eso es lo mínimamente necesario para lograr lo que quiero—

— ¿Qué quiere mi señora?, concédale el honor de servirle bien a esta mortal—le dije con fingido compromiso, ya había aprendido a como jugar con un dios, me sentía poderosa.

—Deseo que se manche la pureza del joven Evan, que ante los ojos de un dios sea indigno de su amor, lamentablemente no todos los inmortales piensan como yo, creen en el amor, pero yo soy una diosa pura, nunca aceptaré con buenos ojos ese sentimiento sucio, por eso hago jurar castidad a mis servidores para evitarles ese mal—

—Es muy buena al hacer eso—mentí.

—Lo sé mi niña, pero hace eras, la sangre de mi sangre, mi hermano, se enamoró de ese mismo mortal y yo no pude hacer nada para detener esa infamia, él es superior a mí y aunque hubiese querido hacer algo para detener eso no hubiese podido, aun no puedo, no se me está permitido. Y mi hermano tampoco me escucha dice que soy un ser anticuado y que los humanos cambian con las eras, pero yo no opino lo mismo—

—Su hermano tiene razón—pensé mientras la seguía escuchando. Ahora todo tenía más sentido para mí, ella era una deidad anticuada, puritana y que nunca ha tenido ningún respeto para con la humanidad.

—Los humanos siguen siendo imperfectos… Yo no pude hacer más que cruzarme de brazos, pero la suerte me golpeó, o lo golpeó a él mejor dicho. Su vida en esa época terminó súbitamente en un accidente y yo me regocijé porque dejara de pecar con ese mortal, pero mi hermano intercedió con la muerte antes de que reclamara al muchacho. Transformó su alma en una flor y esta se diseminó a medida que la flor se multiplicó, dividiendo su alma entre millones de flores de jacinto, impidiéndole al alma del muchacho reencarnar—

Yo solo escuchaba asombrada la historia, nunca llegué a imaginar que detrás de un simple trabajo de casamentera se escondiera algo tan complejo.

—Pero un oráculo predijo que el alma un día volvería a unirse y a mezclarse con carne, y ya casi se cumple por completo la profecía, casi todas las flores han muerto devolviendo poco a poco el alma a su lugar, devolviéndosela a Evan. Y aunque aún no puedo hacer nada directamente para evitar esa absurda historia de amor entre dioses y mortales, puedo jugar el juego de otra manera—

—Y allí es donde entro yo en la historia, ¿No?—pregunté.

—Si mi cierva, yo no puedo interceder directamente porque temo a mi hermano y la presencia de un dios es sumamente difícil de camuflajear por completo, en especial la mía, porque siempre he procurado vivir alejada de los humanos y alejarlos a ellos de mis dominios—explicaba ella con paciencia—No me interesa que Seymour y Evan se enamoren por completo, me interesa que mi hermano piense que es así, que el muchacho no le corresponderá después de tanto tiempo, que se dé cuenta de que es otro humano impuro, que no es digno de él—

—Comprendo, para eso quiere que consuman el acto, ¿No?, para que ellos crean la ilusión de amarse para sacar a su hermano del juego—

—Sí, pero eso no basta del todo, mi hermano es una deidad terca, necesitaría verlo con sus propios ojos ya que no se rendirá tan fácilmente ¿Recuerdas haber visto un rayo de sol entre las nubes de tormenta que envié el día que ellos se besaron en la costa?—

—Sí, fue muy extraño ver ese único y débil rayo de sol entre ese clima tempestuoso—respondí. Y ahora que me ponía a recordar bien si me había parecido extraño que lloviera ese día que habían pronosticado como soleado.

—Ese rayo de sol pertenecía a mi hermano, observando desde las alturas a su amado besando a otro hombre, Jajajajaja… Lamentablemente eso no bastó, él no se ha rendido, no quería tener que llegar a estos extremos tan impuros, pero lo hago por el bien de mi hermano—

—Entiendo señora—respondí dándome cuenta de que la subestimé, si bien tiene malos conceptos de cómo funciona el amor y sigue siendo inocente en ello, aun es una diosa, las monjas que aún sollozaban en los pasillos eran recordatorio de lo cruel que era el ser que estaba frente a mí. Debía actuar con cautela—Cuando necesita que se “consuman”, ¿Señora?—pregunté.

—Para hoy mi niña, según lo que me has dicho hoy habrá una celebración en la casa de Seymour Astraios—

— ¿No es muy apresurado señora?—

—No lo es, recuerda que soy una diosa, no me debes cuestionar, te dejaré un recordatorio de tu deber y si no cumples te quitaré a lo que más amas—

Ella chasqueó los dedos y escuché los gritos y alaridos de las monjas, ella les había devuelto la voz, mis rodillas que permanecían hincadas empezaban a doler, y antes de marcharse la diosa me observó con una sonrisa que se balanceaba entre la seriedad y la inexpresión, bajó de la nubes que desapareció y caminó lentamente el patio con sus ropas danzando libres de cualquier gravedad. El portón trasero se abrió solo, ella cruzó el umbral y luego se cerró tras de sí. Cuando desapareció salí corriendo a donde estaban las monjas, habían recuperado sus sentidos y se veían adoloridas y débiles, rezando desesperadas, culpando a Satanás de lo que les acababa de ocurrir. Cuando vi que estaban bien corrí hasta la habitación de mi tía, la puerta al fin cedió, pero lo que vi detuvo mi corazón, sus cansados ojos estaban aún blancos, no escuchaba, no podía moverse. Mi tía era la garantía, el recordatorio de mi deber, ella no había hablado en vano, comenzaba a comprender que jugar con fuego me iba a quemar si no era cautelosa.

[Nota del Autor]

Sí estás leyendo esto déjame darte las gracias… Sí, por seguir leyéndome. Sé que me daban por muerto, pero aquí estoy, sacando a mi novelita adelante. Les prometí que la terminaría y en eso estoy precisamente (Aunque veo el final lejos). Había dejado de publicar porque estaba en temporada de clases, yo estudio medicina, que como se imaginarán es una carrera súper absorbente que no me permite escribir mucho, lo cierto es que ahorita estoy de vacaciones por navidad y pienso ponerme al día. Después de este capítulo comienza el bacanal (que ya tengo escrito y pienso publicar en estos días), no se les olvide dejarme su opinión ( klismanbracamonte@gmail.com ). Recuerden que también pueden seguir la historia en Wattpad a través del siguiente link (Allí publicaré más rápido de seguro). Estoy feliz de estar de vuelta.

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Siempre vuestro (Y otra vez vuestro), Klisman.