Como aman los dioses (VI) - Marea helada.
Tristeza, miedo y felicidad, sentimientos de mortales. Los Dioses existen y son criaturas caprichosas que no dicen por favor, ni dan las gracias. Pero, ¿Qué pasaría si dos Dioses se enamoran de un mismo mortal?, una guerra por amor se desatará y el joven muchacho en medio del fuego cruzado quedará.
Como aman los dioses (Capítulo VI) – Marea helada.
[Seymour]
Había pasado una eternidad desde la última vez que había venido a la playa. La sensación húmeda y graciosa de la arena en los pies era de esos placeres simples y baratos que adoraba, algo por lo que no se tenía que pagar. El extraño sonido que cacareaban las gaviotas, era algo que aun hoy en día me parecía un chiste de la madre naturaleza, después de un rato simplemente las ignoraba y pasaban a ser junto con el reventar de las olas, parte de la banda sonora del mar. El cielo gris era algo que no había planificado, algo que se me salía de las manos. Sin el reloj en mi muñeca no hubiese distinguido si estaba amaneciendo o atardeciendo.
Después de todo, los bostezos de Evan solo podían confirmar lo temprano que habíamos madrugado para llegar hasta aquí, y tener este pedazo del paraíso solo para nosotros. De seguro no tardarían en llegar en unas horas las hordas de adolescentes salvajes, que vienen a pasar el fin de semana. Sin embargo había valido la pena llegar tan temprano y poder disfrutar la paz del lugar, mientras estaba solo. Mi plan había sido arribar al alba, para ver juntos el amanecer, pero en su lugar estábamos tirados sobre toallas en la arena, bajo un cielo gris, con los torsos desnudos y temblando del frio.
— ¿Seguro de que no prefieres que esperemos dentro del auto?, mientras aparece el sol…—pregunté.
—Dudo mucho que vaya a aparecer el sol…—respondió Evan con tranquilidad, mientras observaba al cielo con sus lentes oscuros.
— ¿Cómo puedes estar tan seguro de eso?, ¡No seas ave de mal agüero! De seguro en menos de media hora aparece el sol—respondí confiado.
—Me sorprende que no conozcas el clima de tu propio país… Porque para la hora que es se supondría que ya debería haber aparecido el sol, y si prestas un poco más de atención, notarás que va a llover—
— ¿Y eso como lo sabes?—inquirí.
— ¿Ves las aves que vuelan en esa dirección?—preguntó señalando al océano—Llevan rato volando lejos de aquí, están huyendo de la lluvia—
— ¡Oh!, no sabía eso, ¿Y qué propone el señor del clima?—pregunté con sarcasmo.
—Propongo que busquemos un techo, porque llevan rato pasando en manadas, lo que quiere decir que se aproxima una buena cantidad de agua—
Volvimos al auto, una máquina de última generación que tuve que sacar del garaje. Cuando le propuse a Evan la idea de venir este fin de semana a la playa preguntó que por qué no conducía yo esta vez. Ya me enteraría por medio de Arthur, si había pasado algo entre ellos. Aunque tenía que reconocer que mi calvo amigo era ácido y algo difícil de llevar, pero ya mediaría yo una tregua entre ellos. Nos colocamos suéteres y encendí la calefacción. Estábamos en una zona alejada de las playas principales. El sitio que por excelencia preferían los jóvenes de mi edad para venir a emborracharse sin supervisión alguna. Encendí el motor y nos puse en marcha.
Tendría que manejar por unos diez minutos para llegar a las playas principales, y quizás encontrar algún restaurante para desayunar mientras pasaba el temporal. No estaba en mis planes volver hoy a la ciudad, tenía una misión que me había propuesto cumplir y no pensaba fallar. Él permanecía en silencio, observando cómo comenzaban a caer las primeras gotas de lluvia a través de la ventana. De seguro así me había visto Mike ese día, vulnerable en su auto, una presa fácil. Obviamente yo no pretendía maniobrar con Evan como lo hizo ese cavernícola conmigo, todo lo haría con delicadeza, y lentamente para no asustarlo.
Realmente no recordaba mucho de esa noche, pero si lo suficiente como para saber que está mal de la cabeza. Independientemente de si lo que me dijo en esa cena era real o no, yo prefiero tenerlo bien lejos de mí. Es guapo, popular, y en cierta medida algo simpático cuando se lo propone, pero que tristeza para él, yo no sufro de masoquismo. Además durante estos años se encargó de dejar bien en claro que odia a los “maricones” como yo, me forzó a salir del closet frente a toda la escuela y dejó el escenario preparado para homofobia e ignorancia. Claro, la tuvo fácil con tanto puberto cabeza hueca.
Eso me obligó a tener más confianza en mí mismo, y con el tiempo las burlas repetidas comenzaron a aburrirme. En este punto me da igual lo que piensen de mí, yo sé quién soy y no necesito impresionar a nadie. Lo que planeo hacer con Mike es evitarlo a toda costa, ya Jordan se encargó de dejarle en claro de que esta vez no le soportaremos más estupideces. Con que se aleje de mí, y me deje en paz, tengo. De todas formas lo único que esperaba obtener de él era paz, librarme de sus tonterías, y eso es lo que he conseguido, porque en los últimos días no asistió a clases. Si Jordan esta aun tan magullado me imagino que él estará igual o peor, de seguro le da pena asistir así a clases.
Por ahora quería concentrar mis energías en Evan. Desde que él llegó a mi vida, me he preguntado en más de una ocasión por qué me he tomado tantas molestias con él. Intenté engañarme a mí mismo y a los demás, alegando que es mi acto de beneficencia, y aunque de cierta forma lo es, para nadie es un secreto que los ricos solo hacen beneficencia para evadir sus impuestos.
Era estúpido justificarme con algo tan absurdo, yo ni siquiera pagaba impuestos, e ignoro si mi padre lo hacía. Desde que llegó, mis ojos no han parado de bailar al ritmo con el que él se mueve. Con semejante Adonis pavoneándose ligero de ropa en mi humilde choza, ha sido todo un reto intentar no incomodarle con mirada juguetona. Alto, de piel aceitunada, delgado pero de contextura firme y musculada. En cualquier otra oportunidad no habría dudado para dispararle con mi mejor labia, acorralarlo con mi mirada desvergonzada y si la situación se tornaba más allá del alcance de mi atractivo físico, desembolsar uno o más regalos hasta hacerlo mío.
No eran ajenas a mí las artes de la seducción. Blancos, morenos y negros. Asiáticos, árabes, tímidos y lanzados, alguno que otro virgen y más de un lobo viejo al acecho. Todos y cada uno habían sido acogidos en el calor de mi lecho. Bien dicen que la experiencia va tomada de la mano a la práctica. Un lenguaje corporal seguro y altivo, una mirada implacable para que vean el deseo dentro de ti y una sonrisa coqueta. Por lo general bastaba con eso, y todo chico que era digno de mi atención caía. Sé que algunos me llamarían promiscuo por eso. Sin llegar muy lejos, Elodie, mi amiga piensa que soy una zorra elegante.
Pero mi intención nunca había sido coleccionar pieles. Simplemente no había podido evitar caer bajo los encantos de los hombres. Los aromas cítricos de sus agresivos perfumes penetraban mis fosas nasales, sus barbas tupidas y rasposas. Los brazos llenos de venas serpenteantes, mandíbulas fuertes y extremidades musculosas. Sus alientos calientes jugando a erizarme la piel, sus gemidos y el chapotear de dos cuerpos sudados chocando entre sí. Entregarse a un acto ancestral y profano. El sexo iba más allá del poder que el dinero me otorgaba. Crecer rodeado de este último me hizo entenderlo.
La copulación, algo tan básico y común, puede doblegar imperios, cambiar el destino e incluso comprar la adoración ciega de otro ser humano. Todo sin la necesidad del corrupto papel moneda. Después de intentar justificar mi ayuda tras la caridad, pensé que había sido por su atractivo físico, que ese era el motivo por el que le había dado tanto. Pero nunca alguien había recibido tanto de mí a causa de su belleza. “El ser humano no cambia de la noche a la mañana” pensé. El no haber intentado propasarme con él hasta ahora, me hacía ver más allá de donde yo quería ver. Más allá de donde siempre había estado…
— ¿En qué piensas?—dijo sacándome de mis pensamientos.
—Estem… Pensaba que ojalá que se despeje rápido la lluvia. Así, con frio, no será divertido estar en la playa—mentí.
—Convivir todos los días con una persona es más que suficiente para saber cuándo le pasa algo. A mí no quieras convencerme con esas tonterías—replicó.
—No, ¡Es enserio!—volví a mentir.
—Mm… ¡Si claro!, ¡Te creí!—repuso con sarcasmo—Pero si no quieres confiar en mí no importa, me tocará vivir con eso…—dijo fingiendo tristeza.
—Ustedes los griegos sí que son bien dramáticos Jajaja—
—No es eso, ¡Es herencia cultural! En mi tierra nacieron los dramas y las tragedias—repuso con propiedad.
—Bueno señor dramático, ya llegamos. Puede hacer la representación de su tragedia durante el desayuno—
—Pensé que nunca hablarías del desayuno—dijo con una sonrisa de felicidad en su rostro hambriento.
Estacioné el auto frente a la costa. Esta, por ser más turística, tenía modernos establecimientos y restaurantes a la orilla del mar. Además, y no muy lejos se erguía sobre el muelle un enorme parque de diversiones, con una gigantesca rueda de la fortuna. Ya vería más tarde si se me contagiaba algo de esa fortuna. Apenas bajamos del auto fuimos atacados por afiladas y frías gotas de lluvia. Instintivamente salimos huyendo de allí para refugiarnos al techo más cercano, en la lejanía del mar y detrás de unas islas en el tormentoso horizonte danzaban los rayos.
A medio camino del techo, Evan volteó y me dijo que había dejado la puerta del auto abierta. Giré y tuve que devolverme a cerrarla. Antes de hacerlo vi las llaves sobre el asiento y las tomé, para mi suerte no había cerrado la puerta con ellas allí. Eso si hubiese sido todo un dilema, una excusa perfecta para quedarnos en el mar hasta que viniese un cerrajero de la ciudad, pero no estaba tan loco así. Durante eso y hasta que llegué al techo más cercano me empapé completamente. Evan me miraba de arriba abajo e intentaba evitar reírse cubriéndose la boca con sus manos. Finalmente no aguanto y estalló en carcajadas.
— ¿QUÉ?, ¿Nunca habías visto a un hombre mojado?—le espeté.
—No es eso—vociferó entre risas.
— ¿Y entonces es qué?—inquirí con fastidio.
— ¡Es por tu pelo!, ¡Mojado y crespo te hace parecer la perra de la dama y el vagabundo!—y volvió a estallar en risa, mientras estrujaba su entrepierna con fuerza— ¡AY ME ORINO!—exclamó con la cara roja entre risas.
— ¡Vamos a buscarte un baño!, ¡Rápido!—le dije arrastrándolo del brazo.
Entramos al restaurant más cercano que teníamos, estaba medio vacío y llamé a uno de los camareros. Evan a mi lado daba saltitos intentando contener el líquido en su vejiga. Cuando al fin llegó el camarero mostro una cara de confusión al vernos.
—Señor, pero si esta todo mojado…—fue lo único que logró pronunciar el joven camarero.
— ¡Sí!, ¡Está lloviendo!, ¡Dime algo que no sepa! Mi amigo necesita el baño urgente—pronuncié mientras este último hacia una extraña danza ritual para contener su vejiga.
El muchacho nos observó dudoso de dejarnos entrar al establecimiento, saqué un billete grande y se lo tendí a la mano.
—Propina por adelantado—le dije.
Captó el mensaje e inmediatamente se puso en marcha y condujo a Evan al baño. Al cabo de un par de minutos esperando, volvieron. ¿Por qué el camarero había tardado tanto con él?, ¿Acaso se lo estaba sacudiendo? Sentí algo de celos y le dediqué una mirada hostil.
— ¿Nos conduces a una mesa?—pregunté soberbio.
—Claro señor—dijo rápidamente, guiándonos a una.
Evan ya se veía más calmado y sonriente. Era tan guapo. Nos sentamos y pedimos un desayuno clásico, con beicon, tostadas con mermelada, huevos y zumo recién exprimido. Era curioso, había planificado nuestra primera cita en la playa y me la había imaginado radiante, soleada, con esa sensación positiva que transmitía el mar, pero los truenos no dejaban de parlotear al fondo, la brisa marina suave de la playa era como la de un huracán apocalíptico. Tuve que pedirle al camarero que encendieran la calefacción y apagaran el aire acondicionado al notar que Evan estaba titilando del frio. No era nuestra culpa, es decir ¿Quién empaca abrigos para ir a la playa?
— ¿Sabes?, después de todo no esta tan mal haber venido a la playa—me dijo con una agradable sonrisa. Con sus codos sobre la mesa y sus puños sosteniendo su barbilla. Parecía un niño.
— ¿Qué no?, ¿Acaso no escuchas el tifón que se desató allá afuera? —Dije con sarcasmo—Si estoy rogándole al cielo que el techo del restaurant no salga volando por los aires con esta tormenta. No por mí, ¡Sino por ti!, antes de que mueras atravesado por una rama u algo te dará hipotermia—
—Sabes, recuerdo que cuando nos conocimos dijiste que no habías investigando la procedencia de tu nombre, ¿No será que tú también tienes raíces griegas? ¡PORQUE DIABLOS SI ERES DRAMÁTICO TU TAMBIÉN! Es solo una brisita con agua, que no te asuste eso, no vamos a morir—
—Mejor cambiemos de conversación—le pedí.
— ¿Entonces de que quieres hablar?—
—No sé, de lo que tú quieras…—respondí desviando el tema de mí.
— ¿Puedo entonces hacerte una pregunta?—
— ¡Por supuesto que sí!, soy un libro abierto—
— ¿Pero te comprometes a responderla?—
— ¿Y a qué viene tanta seriedad?—pregunté con curiosidad.
—En que de verdad me interesa conocer al extraño con el que vivo—me espetó con algo de reproche.
—Está bien… ¡Me comprometo a responderla! Dispara…—le respondí curioso de en que se tornaría esa conversación.
— ¿Por qué tú papá tiene tanto dinero, y por qué se alejó tan drásticamente de ti?, ¿Qué hay del resto de tu familia?—preguntó firme y sin titubeos, como si lo hubiese meditado mucho. Me descolocó.
—Imagino que no ha de ser de fiar que un extraño te ofrezca tanto tan de repente y sin mucha información. Eso seguro te habrá hecho imaginarte tantas teorías locas de mí… ¡Pero no te preocupes!, no soy narcotraficante ni nada por el estilo… Aunque en ese caso tú también serías de desconfiar… Mmm ¿Aceptar tanto de un desconocido?, ¿No será que el peligroso aquí eres tú?—inquirí aparentando desconfianza.
— ¡No!, ¡No es eso!, de verdad discúlpame si te di esa impresión—respondió rápidamente con vergüenza—Estoy total y completamente agradecido con todo lo que has hecho por mí. Como te lo he dicho en más de una ocasión, ¡Cuando pueda hacerlo prometo retribuirte todo lo que has hecho por mí!—
“Retribuirme todo lo que he hecho por él”. Después de escuchar eso mi imaginación comenzó a volar alto… Lo sorprendente es que en ningún momento imagine alguna fantasía sexual entre él y yo. Imaginé que me tomaba de la mano y salíamos corriendo felices bajo la tormenta fría, y entre besos y abrazos me pedía ser su novio. Nunca llegué a pensar que me estaría imaginando cosas tan cursis con un chico que recogí de prisión. Siempre me vi a futuro siendo el sexy suggar daddy de alguien, sin llegar a consumar algo formal con nadie. Siempre he sido un chico con los pies en la tierra y nunca imaginé que mi instinto daría tregua con alguien, y menos con él.
El camarero llegó y sirvió nuestro desayuno con pulcritud y agilidad. Salí de mis pensamientos y recordé que lo último se lo dije en juego, pero él no lo sabía.
— ¡No, no!, no te disculpes por favor—respondí a prisa, ante su semblante avergonzado—Era un juego, yo sé que tú no eres una persona mala, y que tu pregunta no fue por eso. Yo tampoco te quise dar la impresión de ser un chico misterioso. Lo que sucede es que nunca me ha sido cómodo hablar de mi papá con nadie—
— ¡Entonces no lo hagas por favor! —dijo interrumpiéndome—No quiero incomodarte, es lo que menos mereces después de todas las molestias que te has tomado por mí—
— ¡No te preocupes!, recuerda que en más de una ocasión te he dicho que no eres una carga para mí, ni nada parecido… Me hace feliz saber que estas a salvo. Además contigo no me siento incomodo tocando este tema… Es como si te conociera desde hace mucho—y le piqué el ojo—Mi Papá, o los recuerdos que conservo de él son escasos en realidad…—
Inicié a contarle la historia con un nudo en la garganta. No me era fácil contarle a alguien acerca de mi padre, pero si quería llegar a ganarme algo más que su confianza tendría que hacer pequeños sacrificios. Todo esto era nuevo para mí.
—Mi madre, como tú ya sabes, dio su vida por mí, así que realmente no te podría decir mucho sobre ella… Solo lo que mi papá me contó, que era una mujer joven y hermosa, llena de vida, una deportista de familia acomodada. Su familia odiaba a mi padre y se opusieron a la relación, pero ellos huyeron juntos hasta este país, y de allí ella quedo embarazada de mí—
—Que romántico—dijo él con una sonrisa afable en su rostro.
— ¡Lo sé!—respondí—Mi padre me dijo que ella no soportó el parto y falleció cuando yo nací, también me contó que al tiempo mis abuelos y demás familiares por parte de mamá murieron en un accidente de avión—
—Eso sí es una verdadera tragedia, ¡Lo siento!—
—No te preocupes… Siempre me he preguntado que le sucedió a mi madre al parirme, mi papá la pintó como una amazona, una mujer atlética, joven y completamente sana, así que no me explico que le sucedió. Incluso algunas veces intenté preguntarle a Arthur por ella, pero él siempre me decía que mi padre le había prohibido hablar de ese tema conmigo—
—Si tienes razón es algo bastante extraño, ¿No?—me interrumpió él.
— ¡Sí!, también intenté investigar más sobre ella, pero no logré encontrar registros o información alguna, como si todo se hubiese borrado. Lo único que tengo de mi mamá es lo que me contaron sobre ella, y esta foto que llevo siempre conmigo—le dije sacando el pequeño retrato de mi cartera.
Se la puse en sus manos, y él observó a la hermosa rubia de la foto. Una mujer que rondaba los veinte años, de piernas largas, alta, de cintura estrecha, realmente parecía una guerrera. En la foto ella aparecía en plena acción durante un partido de tenis, con la raqueta fuertemente sujeta, llevaba su uniforme de pantaloncillos cortos y su largo cabello dorado sujeto en una cola de caballo.
—Era hermosa, y se parece a ti, tienes sus ojos azules. Pero tú tienes el cabello castaño…—dijo mirando la vieja fotografía.
—Es por mi padre, él es castaño—le respondí y él me devolvió la foto, que guardé con cuidado de vuelta a mi cartera—Respecto a mi papá, los primeros recuerdos que tengo de mi vida, son junto a él. Supongo que ellos se enamoraron siendo adolescentes, porque él se veía muy, muy joven. Era alto, apuesto, su cara era como la de un chico de quince, tenía el pelo largo y ondulado como estrella de rock.
— ¿Y cómo era su personalidad?—preguntó mientras terminaba de comer sus huevos.
—Era algo extraño, se podría decir que bastante excéntrico, seguro de sí mismo, y su estado de ánimo era muy cambiante. No sé si haya algo después de la bipolaridad, como tripolaridad o algo así, pero sin duda alguna te diría que sufría de eso. No fue fácil crecer bajo su cuidado, porque siempre he sido algo despistado y tranquilo… ¿No sé si lo hayas notado?—inquirí.
— ¡Algo!, no mucho—respondió sonriendo con sarcasmo.
— ¡Bobo!—contesté sacándole la lengua, a lo que este solo sonrió—Pues sí, mi padre de repente estaba jugando conmigo y de un momento a otro me dejaba allí, solo con mis juguetes y se iba a su habitación a gritar y llorar como desquiciado. Supongo que por mamá, aunque si era bastante inestable. A veces me gritaba o regañaba, e incluso maldecía que fuera un niño tan débil. Así como de vez en cuando me sacaba a pasear y gastaba sumas ostentosas de dinero en helados, juguetes, juegos y otro montón de cosas para mí. De eso no me puedo quejar. Mientras estuvo conmigo hizo su mejor esfuerzo por ser un padre soltero cariñoso, ahora que crecí lo veo así. Supongo que lidió con el dolor de haber perdido a mi madre de esa forma tan insana—
—Que fuerte…—
—Sí, con el tiempo dejó de pasar tiempo conmigo y me dejaba al cuidado de niñeras, de un centenar de niñeras. Hoy me avergüenzo y me gustaría pedirles disculpas, porque les hice la vida miserable a todas y conseguí que despidieran a cada una de ellas. Ese ambiente insano me estaba volviendo un niño malcriado. Un día él simplemente dejó de volver a casa y no lo volví a ver nunca más…—
—Tranquilo, no pasa nada, si quieres lo dejamos hasta aquí…—dijo Evan dándome palmadas en la espalda mientras yo destilaba lagrimas.
— ¡No!, yo quiero continuar—dije secándome las lagrimas e intentando sacar valentía—Ya es hora de que saque todo esto que llevo dentro de mí, los únicos que conocen un poco esta historia son mis amigos, Elodie, Jordan, Jyrki y Hailan, pero a pesar de eso nunca les conté como me hacía sentir todo esto—
—Creo que no hace falta que te diga, que no puedes intentar contar esta historia, tu historia, como si fuera la de alguien más. Tú la viviste en tu propia piel, tú fuiste el protagonista y la victima de todo eso que sucedió, y no es nada sano aparentar que no te afecta. No eres un autómata de piedra, almacenar todo eso solo conseguirá que llegue un punto donde explotarás porque ya no hay espacio para más. Está bien que llores, no tienes por qué avergonzarte, eres humano, como todos nosotros…—
—Gracias—fue lo que alcancé a contestarle—Discúlpame un minuto mientras voy al baño, ¿Si?—
—Tomate tu tiempo—me respondió mientras sorbía su jugo de naranja.
Me apresuré y entré al baño, fui directo al lavabo, tomé agua entre mis manos, rocié mi rostro y me estruje los ojos con los nudillos. Me excedí, ¿Por qué le estaba contando todo eso?, ciertamente no tenía porque hacerlo, era mi vida privada y nunca me había abierto así ante nadie ¿Qué me obligaba a hacerlo?, me preguntaba. Sentía un ardor en la profundidad de mis ojos y garganta. Esto tampoco estaba en mis planes, no sabía si este tipo de cosas, como abrir mis miedos y dolores añejos eran normales en la relaciones. “Nunca he estado en una, ¿Cómo podría saberlo?” me dije a mí mismo. Me miraba en el espejo y veía vulnerabilidad.
Cuando decidí tomar al toro por los cuernos sabía muy en el fondo, que cosas como esta podrían pasar y aun así me hice el pacto de que lo haría. Pero después de darle tantas vueltas al asunto, llegué a la conclusión de que afrontaría lo que sea que me deparara cuando intentara conquistar a este chico. Pero este escozor que sentía dolía mucho. Tener que recordar mi infancia hueca y anormal, no quería contarle más allá de lo que le había dicho. No quería revivir en mi mente el miedo con el que viví los primeros años de mi vida. Que mi papá fuese un insano mental y recordar las miradas llenas de locura que me dedicaba, el temor que sentía de que volviera a cambiar de ánimo y me hiciera daño por alguna rabieta.
No me sentía preparado para despertar esos fantasmas del pasado, pero sentía una necesidad casi instintiva de mostrarle a Evan la parte más sincera de mí. Me sentía cómodo de mostrarle al Seymour más real que pudiese, con sus defectos y virtudes, con todo de mí. Porque quería hacer las cosas bien, un ángel tan hermoso, bueno y humilde como lo es él se merece al mundo, y yo puedo dárselo. En ese momento frente al espejo, viéndome sin máscaras, desnudo y libre de cualquier apariencia falsa comprendí, que me había enamorado por primera vez. Por esa razón me tomé tantas molestias, por eso quería hacer las cosas bien por él, por eso nunca lo vi como a los demás.
Tomé fuerza de voluntad, recuperé mi compostura y me armé de valor. Salí de aquel baño y dejé mis inseguridades frente al espejo, sobre el lavabo donde cayeron mis lágrimas. Volví a la mesa y me senté frente a él, frente a esos ojos tornasol que cavaban dentro de mí.
— ¿Mejor?—preguntó preocupado.
—Sí—contesté.
—Mientras estabas en el baño pensé que lo mejor es que olvidemos las preguntas. No fue mi intención revolver tus dolorosos recuerdos—
—No, yo quiero continuar, lo hago voluntariamente. Además tú eres muy bueno escuchando—le dije coquetamente.
—Gracias… Bueno, como tú quieras, continua—
—Cuando mi papá me abandonó me causó mucho daño, por un tiempo viví con la esperanza de que volviera. A pesar de que estaba tan loco y de que me daba un poco de pánico, era mi padre. Aunque fuera solo por ratos fugaces me demostraba amor, era mi único familiar y aprendí a quererlo así. Después de unos años, cuando comprendí que nunca más volvería, no me quedó más que afrontar mi realidad, aprender a valerme por mi mismo. Claro que con tanto dinero fue sencillo aprender a vivir solo—
—De eso iba una de las preguntas que te hice, ¿De dónde viene tanto dinero? Y por favor no lo tomes a mal, no es mi intención acusarte de algo que se que no eres, “una mala persona”. Es solo que no todo el mundo se puede dar los lujos que tú tienes…—inquirió él.
—Mi padre fundó la empresa donde tu trabajas, y aún hoy en día es el dueño—le solté de golpe, aunque él no pareció muy impresionado. Eso fue extraño.
—Por eso me conseguiste trabajo tan rápido, ¿No?, ¡Por ser el hijo del dueño!—
—Eso es correcto—respondí—Hasta donde yo sé, soy el único heredero. Supongo que ya debes saber que no es una empresa pequeña, está extendida por todo el país y es la empresa de energía limpia más grande y pionera del país. De hecho desde hace un tiempo se ha planteado volverla al plano internacional. A mí en lo personal me aterra un poco ser el responsable de semejante monstruo, pero todavía falta mucho para eso. Continuando la historia, lo único que se de mi papa es que vive en otro continente, del otro lado del mundo, y que maneja sus negocios a la distancia. Después de darse por vencido intentando cuidarme por medio de niñeras trajo a Arthur y me dejo a su cuidado. Como te habrás dado cuenta mi acido amigo no se anda con mariconeras—
—Pues sí, es bien estirado el calvito—respondió pensativo, procesando toda la información— ¿Y qué hay de tu familia paterna, porque me dijiste que no te quedó un familiar vivo por parte de tu mamá?, Entonces seguro tendrás familia por parte de tu padre, ¿Por qué no se ocuparon de ti?—volvió a inquirir de sopetón.
—Exacto, por parte de mi madre no me quedó nadie, ni un primo, nada… Y familia paterna, pues es un misterio, mi papá nunca me hablo de nadie. Si tengo familia por su parte lo ignoró, no los conozco. Mejor dicho me ignoran, nunca nadie llego en plan de “Hola somos tu familia”—
— ¿Ósea que a parte de tu papá no tienes familia?—
—Allí te equivocas, Elodie, Jordan, Jyrki, Hailan, el pelón de Arthur y tú, son mi familia—le respondí con orgullo.
— ¿Me consideras tu familia?—preguntó boquiabierto, con su rostro totalmente serio. Me asusté.
— ¡Claro! ¿Crees que le ando pidiendo a todo el mundo a que se venga a vivir a mi humilde choza?—le respondí con sarcasmo, pero el continuaba serio, con su implacable mirada sobre mí. Comprendí que no estaba jugando— ¿O acaso dije algo malo?—pregunté temeroso.
Sentí que la incomodidad podía cortarse con un cuchillo a causa de su inminente seriedad. Comencé a temer que había metido la pata, pero de repente se levantó de su silla, se acercó a mí y me abrazó. Fue un abrazo cálido y sincero. De repente la mañana ya no era tan gris, los truenos callaron y el frio de su cuerpo desapareció. “Tú también eres mi familia” pronunció lentamente en mi oído. Su cálida y húmeda voz penetró mi oído y todo mi cuerpo se erizó. Correspondí a su abrazo y reafirme lo que sentía por él.
[Evan]
Por la lluvia pensé que no vendría nadie a la playa, pero me equivoqué. A pesar de que el cielo lucía como si se fuese a caer, la gente poco a poco llegaba a los locales a refugiarse del aguacero. El restaurante donde estábamos ya no estaba tan solitario como antes. Lentamente se insinuaba un bullicio de comensales y cuando lo notamos, ya estábamos completamente rodeados de gente en bikinis y traje de baños, un contraste bastante interesante entre la vestimenta y el clima. Al parecer la gente de esta región es firme en cuanto a vacacionar se refiere.
Imaginé que sería incomodo venir hasta aquí solo con Seymour, después de lo que me habían contado de él no podía evitar sentirme como carroña. Pero de alguna forma, aunque estuviese consciente de que yo era búfalo, amigo de un león, me sentía cómodo con él, como si nada hubiese cambiado. Era precisamente eso, la señora Lorena y Alice se habían encargado de plantar la semilla de la duda en mi cabeza, más sin embargo todo seguía igual. Seymour seguía actuando como Seymour, yo seguía siendo yo, no sé porque había pensado que las cosas serían diferentes entre nosotros.
Me sentía como un idiota por haberlo juzgado con tanta facilidad, no importaba realmente lo que me dijeran de él, importaban los actos de buena fe que ha tenido conmigo. Para colmo me atreví a hacerle esas preguntas tan directas e incomodas. La parte buena es que me di cuenta de que es una persona transparente, pero aun así debe estar pensando que soy un idiota por desconfiar tanto de él. La cereza del pastel fue hacerlo llorar, ¿Qué clase de bruto soy? ¡Yo y mi gran bocota! Estoy súper avergonzado de mis actos, él no es para nada el tipo de persona con la que siempre me he topado. Es educado, atento y de gran corazón. Parece que mi deuda solo crece y crece con él.
El me miraba del otro extremo de la mesa con una sonrisa en su rostro, como si no hubiese ocurrido nada, como si no hubiese mancillado su reputación. Incluso me dio las gracias porque le ayudé a sacar todo eso que llevaba dentro de sí ¿Por qué no está molesto conmigo?, ¿Está loco acaso? Por un momento me alegré cuando me acusó de peligroso porque para ese momento ya me había percatado de mi metida de pata, aunque fuera en juego me alegré porque pensé que comenzaría a gritar, insultarme y dejarme allí tirado, pero solo se limito a “ser un libro abierto”. Es decir, ¿Qué está mal con él? Una persona normal se hubiese molestado.
No es posible que con todas las cosas que le han pasado sea una persona tan buena. Claro, tiene su mala reputación, pero parece que aun así no le hace daño a nadie. Me gustaría salir corriendo en este momento, pero solo conseguiría inflar mi deuda con él.
—Estas muy callado ¿Ocurre algo? —preguntó de repente.
Por supuesto que ocurría algo, me estaba volviendo loco. No sabía ni porque le había abrazado y dicho que era mi familia. Fue una emoción que se apoderó de mi en ese momento, algo que no pude evitar o contener. Fue maravilloso pensar que por un momento ya no estaba solo en el mundo, que hay una persona que me quiere y se preocupa de mí, un familiar, pero seguramente lo dijo por ser político. Ese abrazo fue algo sincero que se filtró de mí, sospechaba que su excelente humor se debía en parte a eso.
—Es que estoy apenado—respondí al fin.
— ¿De?—
—De tratarte con tanta desconfianza, haces tanto por mí y lo único que logro es cagarla contigo…—
—Sí no lo hicieses yo me asustaría de verdad. Es normal que viviendo en un país completamente ajeno a ti andes alerta y con desconfianza, es parte de nuestro instinto de supervivencia. Lo único que quiero es que seas feliz Evan, y que consigas obtener la estabilidad que anhelas…—
—Lo ves… Allí está de nuevo, no puedes evitar ser tan bueno conmigo—me quejé.
— ¿Eso es algo malo?—preguntó.
— ¡No!, pero yo quedo como un completo patán en comparación contigo—
—Así como eres está perfecto, de ti me gusta que eres genuino y espontaneo, sin tantos filtros, dices lo que sientes y no te guardas mucho. Me gustaría ser así, poder sacar a luz todo lo que pienso, lo que quiero—
¿Me estaba coqueteando? ¿O era mi imaginación de nuevo? ¡No! Los halagos no pueden ser coqueteos, él supuestamente me ve como familia. Mi alarma no podía evitar dispararse a cada rato. Debía mantener la compostura, porque él me estaba tratando con total respeto…
— ¡Tu también eres genial!, y creo que exageras un poco con tantos halagos conmigo. Por cierto, ¡Gracias por lo del trabajo!, estoy seguro que con tanto dinero de sueldo mi estabilidad llegará en un par de semanas. Sospecho que tú tienes mucho que ver con que le paguen tanto a un recién contratado—le dije en tono acusador.
— ¡Por supuesto que tuve que ver con eso!, a los nuevos le pagan una miseria y con lo mucho que te quejas de que pague todo por ti, creí que era lo más indicado. ¡Y antes de que te vayas a quejar de nuevo, recuerda que eso era lo que querías!, ¡Dejar de depender de mí! ¡Así que no quiero que me reproches por eso!—me espetó.
Sí que era controlador cuando se lo proponía, yo iba a protestar de nuevo, pero me cerró la boca con sus argumentos. Lo único que conseguí fue mascullar un gruñido por lo bajo, él me miró con una sonrisa de satisfacción porque me había ganado… Pero yo no me quedaría con ese sabor a derrota.
— ¡Camarero!—grité por lo alto, por encima del ruido de la gente.
— ¿Qué haces?—preguntó Seymour consternado.
—Sabes, tienes toda la razón, no me gusta depender de que pagues todo por mí—le dije con una sonrisa picara—Camarero, por favor tráigame nuestra cuenta, la del caballero y la mía—le dije a este ultimo cuando se acercó a nuestra mesa, ante la atónita mirada de Seymour.
—Enseguida—dijo el joven camarero retirándose de la mesa.
— ¿Enserio crees que voy a dejar que pagues la cuenta?—me dijo Seymour en un tono retador de burla.
—No te estoy pidiendo permiso—le dije retándolo.
— ¡Ja’!, ¡Ni lo sueñes!—dijo seguro de sí mismo—Para eso yo tengo a esta bebé negrita llena de dinero—dijo rebuscando en su cartera.
— ¿La que?—pregunté.
—Mi tarjeta de crédito—respondió orgulloso— ¡Ni sueñes que te dejaré pagar el desayuno!, es muy caro para ti…—
— ¿Recuerdas que me conseguiste un excelente sueldo?, sí puedo pagarlo—
—Pero yo soy él que te invitó a venir a la playa, ¡Yo pago!—me dijo con seriedad mientras buscaba en cada espacio de su cartera— ¡Maldición donde se metió ese pedazo de plástico!—dijo exasperado de no poder encontrar la tarjeta.
—Sí quieres pagar el desayuno, yo que tú me apuro en encontrar la tarjeta. El camarero no tarda en llegar con la cuenta, y reitero que no te estoy pidiendo permiso, ¡Yo pagaré!—le dije burlón.
—Ya te dije que no pagarás nada, ¡Deja de insistir!—dijo exasperado— ¿No sabrás donde la habré puesto?—preguntó.
—No, pero lo más lógico es que si no la traes contigo está en el auto…—
—Ya vuelvo—dijo levantándose de la mesa—Ya sabes, ¡No la vayas a pagar!—
—No te prometo nada… Yo que tú me apresuro—le dije con una sonrisa en el rostro.
El salió mandado hacía afuera del restaurante, yo me asomé por una ventana y lo vi. Aun seguía lloviendo a cantaros y por unos segundos dudó si correr así hasta el auto a buscar la tarjeta, finalmente se decidió por buscarla.
[…]
— ¿Qué hiciste? —preguntó Seymour.
Estábamos en la puerta del restaurante, yo ya había pagado la cuenta con unos cuantos billetitos gordos y él estaba allí, empapado, y con la tarjeta negra en su mano.
—No me digas que…—
— ¡Sí!, ¡Ya pagué la cuenta!—le dije sonriente y lleno de satisfacción, mientras él me veía con cara de querer matarme— ¡Tenías razón!, es todo lo que quería… Poder pagar yo también con mi dinero, dejar de sentirme como inútil, ¡Y todo te lo debo a ti Seymour, por conseguirme ese trabajo!—le dije con una exagerada felicidad para irritarlo.
— ¿Enserio te gusta ganar a toda costa, eh?—me dijo con los ojos chinitos de fastidio.
—Que te digo, amo saborear la victoria—dije divertido de verlo mojado de nuevo.
—Pues sí, perdí…—dijo pensativo, pero luego se sacudió de hombros—Por lo menos déjame felicitarte—dijo extendiéndome los brazos para abrazarme.
—No, gracias, estás todo mojado—le dije evitándole con sarcasmo.
— ¡Vamos!, por lo menos déjame felicitarte—me dijo con una sonrisa maliciosa.
—No Seymour, ¡Tranquilo!, sé un buen perdedor —le dije retrocediendo lentamente ante sus inminentes intenciones de mojarme.
— ¡Vamos!, ¡Es solo un abrazo de felicitaciones!—decía con los brazos aun extendidos.
—Mmm… No lo creo—dije retrocediendo.
Cuando volteé me di cuenta de que estaba acorralado, no podía huir hacia dentro del restaurante. Paso a paso él se acercaba mojado hacia mí, hasta que llego un punto donde tuve que correr, el me siguió y corrimos por todo el piso de tablas que hacía de acera entre los negocios y la playa como tal. La gente que aguardaba esperando aburrida a que cesara la lluvia comenzó a gritar animando nuestra pequeña persecución, apoyando a alguno de los dos entre vitoreos y risas, como si fuésemos caballos de carrera. “Que extraña es la gente de esta región pensé”. Ambos estábamos en buena forma por lo que éramos agiles atletas. Llegado a un momento, mis sandalias playeras se rompieron y separaron de su suela, por lo que me deshice rápidamente de ellas.
Hacía frio y poco a poco mis pulmones se quedaban sin aire. Escuchaba gracias a la desgastada madera como él me pisaba los talones con cada zancada. Después de todo esto se había vuelto divertido, y gracias al cielo el desayuno no había sido tan pesado porque seguro hubiésemos vomitado. En una de esas volteé a ver como él venía confiado tras de mí, estaba cerca de poner sus manos mojadas sobre mí, pero piso mal sobre un charco y casi resbaló. No pude evitar morir de la risa así que decidí tomar ventaja pero cuando devolví la mirada a mi camino noté que allí terminaba el muelle de maderas.
Intenté frenar sobre las tablas resbalosas, pero Seymour, que venía a unos pasos tras de mí, tropezó conmigo, arruinando mi intento de frenar. Ambos nos fuimos de bruces y caímos de boca a la arena mojada. Detrás de nosotros pudimos escuchar la algarabía y las risas que hacia nuestro público a causa del accidente. Él calló encima de mí y pude sentir todo su cuerpo mojado, me miró serio durante unos segundos con sus ojos azules, mi cuerpo se tensó por la situación. Creí que él iba a hacer algo más, pero lentamente su expresión seria se fue debilitando por la contagiosa risa de nuestro público. Yo también terminé cediendo a la graciosa e inmadura situación, así la atmosfera tensa desapareció.
Lo que a continuación sucedió hizo sentirme como en casa aunque estuviese tan lejos de Grecia. Los niños, los jóvenes e incluso los adultos, impulsados por nuestro juego, salieron de los techos de los negocios y corrieron hacía la playa. Sin importar que el cielo se estuviese cayendo a pedazos entraron al mar tempestuoso y frio, como osos polares. El ambiente gris se vio opacado por la felicidad y las risas de los niños. Seymour se levantó y me extendió la mano, nos levantamos y con una sonrisa me invitó a imitar a los niños. Dejamos nuestras pertenencias en el auto para no inundarlas.
— ¿Listo?—preguntó con una sonrisa blanca en su rostro.
— ¡Listo!—
Me extendió su mano pálida y venosa. Vacilé, no sabía si acceder significaba hacer que mal interpretara las cosas entre nosotros. Pero a esas alturas la felicidad y la magia del momento hicieron que me diera igual. Así que le correspondí y la apreté, salimos corriendo frente a un tempestuoso océano turquesa, bajo el cielo oscuro. Las gotas frías nos bañaron en cuestión de segundos pero sentí adrenalina en mis piernas mientras corría. Finalmente saltamos al mar, fue impresionante el frio que caló hasta mis huesos, una corriente eléctrica bajo por mi espina dorsal. La marea era salvaje y la brisa voraz.
Se escuchaba un gran bullicio humano a nuestro alrededor, risas de niños, gritos de algarabía. Pero se me hacía difícil disfrutar de eso, no podía parar de temblar, sentía que mi sangre se iba a congelar y que cada vez me costaba más atrapar el aire en mis pulmones. Decidí a salirme del agua, pero de repente sentí como me tomaron del brazo, cuando volteé sentí unos cálidos, húmedos y suaves labios sobre mi boca. Al principio me hicieron cosquillas, pero luego me hicieron sentir una corriente eléctrica que atravesaba mi cuerpo, era placer.
Mi cuerpo tembloroso por el frio pasó a tensarse completamente con esa nueva sensación, como si la rechazara. Pero luego sentí como pasó un brazo por mi cintura y acercó su cuerpo al mío, sentí su calor. Intenté resistirme ante esos gélidos ojos azules, pero termine rindiéndome ante él, le correspondí el beso.
La marea bailó frenética rodeando nuestros cuerpos, los rayos rugieron tras nosotros y en la oscuridad del cielo apareció un melancólico rayo de sol que nos ilumino, que nos observó.
[Nota del Autor]
Volví lectores, este capítulo en particular me costó terminarlo, así que si gustan déjenme sus opiniones, ya saben, en el correo o si lo desean en los comentarios, no teman a ser rudos. Espero haber dado la talla y que el tiempo que inviertan leyendo hasta el final valga completamente la pena. Quiero dedicar está sexta entrega a todos lo que siguen leyéndome y esperando pacientemente a que publique. Me gustaría publicar a un ritmo más acelerado, pero como soy nuevo en esto prefiero tomarme el tiempo para hacerlo bien (calidad y no cantidad). Pero ese es el trabajo de ustedes, juzgar la calidad, porque un autor no es nada si no hay quien lo lea.
Siempre vuestro, Klisman.