Comienzos de una becaria
Este no es un relato al uso como los que suelo escribir, este es el comienzo de una historia donde quiero que participes y me cuentes que hacer con mi semana de mando y así darle continuidad a la historia.Quieres participar?
Este no es un relato al uso como los que suelo escribir, este es el comienzo de una historia donde quiero que participes y me cuentes que hacer con mi semana de mando y así darle continuidad a la historia. ¿Quieres participar?
Señales. Que importante son las señales, más si hablamos de personas que pertenecen a la cultura que ambos pertenecemos.
Me explico.
Empecé hace poco a trabajar como becaria en una empresa.
Mi jefe es la persona más riquiña del mundo, pero no voy a hablar de él.
Para mi faceta personal, claro que sí me encantaría cumplir mil y una fantasías en el trabajo, pero es trabajo y la mayoría de la gente no sabe gestionar las emociones y situaciones, por lo que no estaba en mis planes arriesgarme.
Hay un chico muy simpático (he de decir que allí todos son un encanto conmigo) que sí, si hubiese señales claras caería, pero las señales o ausencia de ellas, son las que marcan las relaciones.
Todo transcurre normal en el trabajo, hasta que por mala suerte mi jefe tiene que coger una larga baja.
Me sentí un poco bastante desamparada sin él, la verdad.
El despacho está vacío, tan vacío que ahora quien no venía por allí más que a dar parte o comentar cómo van los trabajo, ahora vienen a ver qué tal estoy y a charlar o a tomar el café.
Así fue como empezó todo.
Uno de estos días un compañero de otra división vino a hacerme una visita inútil, esto es, solo para hablar un rato.
Yo por comodidad, y porque no confesarlo, por sentir el poder y el mandato, me apoderé de la mesa de mi jefe.
Ese en cuestión justo empezamos a hablar de poder y de mandato, y el tema derivó en lo ya previsto.
Le dije que tendría completa autoridad en el momento que tuviese a alguien bajo la mesa, comiéndome el coño, mientras daba directrices al resto de operarios.
Mal comentario, de ahí salió una relación nada profesional entre los dos.
Cada día muy formalmente yo, iba a darle los buenos días, como hago con todos mi niños, pero ya las miraditas y los comentarios iban con intenciones ocultas.
Poco tiempo después hicimos un pacto, cada semana uno de los dos sería el que mandase y el otro tendría que obedecer todo lo que se propusiese.
En la semana de mi mandato, me encargué de encerrarlo en el baño, a escondidas de quien pudiese pasar y comencé a masturbarlo.
Estuve un rato haciéndolo disfrutar, y cuando veía que su expresión decía que disfrutaba un poco más, yo paraba.
Así estuve un buen rato, hasta que me fui, dejándolo a medias, toda la tarde solo (yo no voy por las tardes) y con las ganas de terminar.
Al día siguiente me crucé con la de la limpieza. Cuál fue mi sorpresa cuando me preguntó si manteníamos una relación amorosa, él y yo.
Me reí, obviamente le dije que no y me soltó que lo pensaba porque nos llevábamos muy bien, en fin, si ella supiese lo que sucede en el baño o en el despacho…
Terminando mi semana de mandato se me ocurrió una travesura de las mías.
Le pedí un sobre, y le dije que no lo abriese hasta que le diese permiso.
En el sobre había una nota.
Las instrucciones rezaban:
“El día que me veas llegar al trabajo en vestido sabrás que no llevo ropa interior.
Ve al baño, hazte una paja, córrete en mi tanga, trámelo de vuelta.
Me pasearé por la oficina con ella puesta oliendo a tu corrida”
¡Y tanto que lo hizo y tanto que olía!
Su semana de mandato fue lo más soso que uno puede imaginar.
Cuando empezó la mía también me puse en modo indiferente, pero a media semana lo desafíe y volvimos al baño.
Resultado, más de lo mismo, lo dejé a medias, no sin antes susurrarle que haría si le pidiese en ese momento que me la metiese.
Lo vi ya decidido a hacerlo, pero lo frené en seco y le dije que no.
Es mi semana de mando y aunque por dentro esté deseando me encanta tener el poder y dejarlo siempre con ganas de más; total sé que cuando vuelva lunes va a desfogar por todo lo que le hice, a menos que yo me rebele y desobedezca, jeje.
De todos modos no soy tan mala, le dije que podía terminar como y cuando quisiese, pero que ya fuese acompañado o solo, lo hiciese pensando en mí.
A ver como se porta esta semana, si lo considero creo que voy a ser muy creativa e imponerle no hacer nada fuera de mi jornada laboral, aunque se lo pidan en casa.
¿Tú qué opinas?
¿Cómo deseas que siga esto?
Espero por tus ideas.