Comienzo de una sonata
Dos personas, en conexión pero sin conocerse, intentarán encontrarse para poner cara a la persona que crea un sonido del cual no conocen la procedencia
Durante toda mi vida he creído que las segundas partes son buenas, de ahí que tienda a amarrarme a la película del padrino 2 para no perder la razón en un posible debate. Supongo que por ello me encuentro aquí, un 15 de septiembre de 2017, celebrando como cada año de los últimos siete el fin de los exámenes tras el verano, con los de siempre, con ese grupo de amigos que no sólo comparten fútbol, fiestas, sino también recuperaciones provocadas por sus propias aficiones. Esa pescadilla que se muerde la cola, esa bella primavera de Abril tormentoso.
Sin embargo ese día anual de celebración no estaba siendo como cada vez, un sentimiento premonitorio se avecinaba en cada sorbo, en cada momento intimista en el que una cerveza Sultana ligeramente tostada entraba por mi boca y pasaba por el esófago asentándose sobre mi estomago de forma empalagosa, satisfaciendo, durante pocos segundos, la necesidad a la que había venido a cubrir. Sin duda un sabor que se convertiría indicador.
El día comenzaba a ser diferente, es algo que sabía desde primera hora, pero como cada vez que me llegaba ese pensamiento de adivino de teletienda, me decantaba por hacer oídos sordos y continuar bebiendo hasta la extenuación, de ahí que prosiguiera como cada fin de exámenes, cervecitas, raciones en Califa y para casa de Jorge. Una casa que han sucedido de todo, obviamente con presencia policial incluida, en pocas palabras era el cuartel general que todos amigos y compañeros de vida necesitan. Seguro que si su casa pudiera hablar nos metería en un lio a mas de uno,
Como tradición una ronda de chupitos antes de partir de aquel local de gente obrera del centro de Córdoba, un sitio transcurrido de gente diversa, abogados, constructores, estudiantes, obreros, incluso maestros.
El Califa era un sitio que era mas habitual que el propio ayuntamiento, apodo adoptado por sus parroquianos, porque todo se desarrollaba en torno ese lugar de doble altura, dividido entre la zona de bar y las mesas, por una rampita que su dueño colocó después de que más de uno con un par de cervezas de más diera algún que otro traspiés. Se han dado las situaciones desde luego mas insólitas, allí hemos vivido de todo, desde la petición de mano Marcos el cartero, hasta su ruptura años más tarde. Sin duda era un sitio que todo barrio y ciudad necesita, aparentemente poco llamativo pero con su propia estructura a la que más que sociedad podríamos llamar ecosistema.
Era momento de pasar a nuestro cuartel general de hormonas, pero antes necesitaba recorrer esa rampa divisoria para poder llegar al baño, desde pequeño tuve problemas de riñón y ese lugar se había convertido para mi en algo necesario cada poco tiempo, era la embarazada del grupo y así me lo recordaban cada vez que me giraba de forma sigilosa para encarar el baño, ni diciendo que iba a peinarme me evitaba las mofas del grupo.
En el camino iba, cuando comencé a oír un ruido simpático y característico, un sonido relajante pero a la vez estresante, un sonido que te hacia bajar pulsaciones por segundos para luego alterar todo tu cuerpo desde pies hacia cabeza, cambiando tu cara transformándola en la máxima transparencia de sentimientos, una cara que tras un delito te llevaría hacia la máxima pena.
Ni siquiera pude girarme para saber de donde provenía, quien era la persona que podía hacerme enloquecer con esa melodía, ese ritmo, ese registro que me hizo sentir lo que había olvidado años atrás cuando la soledad se convirtió en mi más fiel compañera.
Me paré drásticamente enfrente de la puerta del baño, con la mirada fija en el pomo y mis oídos atentos a sus tacones, intentaba adivinar que me quería decir su melodía, buscando en su huella musical el sentido de todo esto que me estaba pasando. Dulces segundos de mi vida.
Pero como toda obra, acabó. Un fin que vi llegar desde el mismo momento que comencé a vivirlo, aunque como confesé al principio soy creyente de segundas partes, una autoayuda que para otros suena a derrota.
Su voz sonó fuerte dejando un recuerdo intenso y martilleante haciendo con su ausencia volver a la realidad y a mi mundo monótono donde cada año celebraba el fin de exámenes.
Era hora de volver con el grupo, llegaba el momento anual de copas y Fifa, una competición que nadie del grupo querría perderse.
-Pero bueno ¿Quiénes están por aquí? Se os empezaba a echar de menos familia!- exclamo Antonio. Llevábamos sin ver a ese compañero de Jorge mucho tiempo, se fue como tantos jóvenes de Erasmus y nada mas llegar supo que jamás volvería de aquella movilidad de estudio.
Era un habitual nuestro, un agregado que se convirtió en uno más cuya presencia nos daba aún de nuevo argumentos para poder salir de fiesta sin pensar en el mañana.
Cuando nos quisimos dar cuenta ya eran cerca de las 12 y llegaba el momento de salir al centro, un poco de chapa y pintura para ver como acababa la noche, si llenos de alcohol o llenos de cariño, como decía Javi, de amor no materno. Yo entre el primero a la ducha, todos teníamos ropa en casa de Marco, raro era el que algún día no se había dejado ropa allí, incluso tenía hasta cepillo de dientes. El que tenga amigos con pisos de estudiantes estará comprendiendo lo que digo.Tras una corta pelea con su respectiva carrera al baño, conseguí ser el primero en ducharme. Ese baño era frío, la costumbre me hizo abrir el agua caliente en lo que iba quitándome la ropa.
Cuando estuve desnudo, de nuevo me ocurrió, volvía a estar en blanco, como a principio de la tarde, el dichoso sonido volvía hacia mi. Como un reloj se iba acompasando, toc, toc, toc. Y tras eso una voz dulce comenzó a convertirse de nuevo en melodía:
- Antonio hoy fui a buscarte al Califa, pero no te encontré. ¿Aun no habías llegado de Madrid?
- No llegue a ir, tenia todas las maletas y quería dejarlas en la habitación, en lo que llegaban para echar unas partiditas, ademas las litros no se iban a comprar solas- sentenció ganándose la admiración del resto.
- Bueno tate entonces nos vemos esta noche, iré a mi piso a cambiarme.
Como me había ocurrido en el bar, su voz fuerte se fue marchando de forma suave, reverberando en mi cabeza en bucle hasta volver de nuevo a la realidad a través del agua que se transformó en fría, cosa habitual en un piso de estudiantes viejo, antiguo y con muchas cosas que contar.
Sóel lo había sacado dos cosas claras de este momento, que esa chica misteriosa generaba algo en mi, y esta noche sabría el que.