Comienzo de año inesperado

Lo que prometía ser un año nuevo aburrido termina en una excelente follada a la cuñada.

La nochevieja nos tocaba pasarla en casa de mis suegros y como son gente ya de edad avanzada, la noche no prometía que fuera a ser nada interesante, ya que mi cuñada Raquel, que tiene 22 años, y que aún vive con ellos y podía animar algo aquello, se marcharía de fiesta nada mas acabar las campanas de año nuevo quedándonos sólo mis suegros, mi mujer y dos tíos suyos.

Mi intención era la de marcharnos de madrugada a nuestra casa una vez acabada la velada pero, esa misma noche, nos pidieron que nos quedásemos a dormir en su casa, porque mucha gente conduce con más de una copa.

Como la cena era en familia, no nos vestimos de manera especial, a excepción de Raquel, que con su vestido de noche estaba preciosa. Ella, que es de pelo largo rizado, muy bella de cara y que luce un escote y una figura preciosa, estaba para ser devorada. La verdad es que me costó evitar que nadie se diera cuenta de que, de vez en cuando, me intentaba regalar la vista con su escote y su cuerpo. Eso pensé yo.

Después de las campanadas, ella se fue de fiesta, y nosotros nos tuvimos que tragar la infame programación televisiva. Pero aquello no duró mucho, ya que a eso de las dos y media, les dije que me iba a dormir.

Como en la que fue antigua habitación de mi mujer, no había cama de matrimonio, ni dos camas, y en la de era de mi cuñado la cama es pequeña para mí. Me dijeron que me fuera a la de Raquel, que ella ya sabía que dormiría en la de su hermano.

Me quede dormido como un bebé y no me enteré de cuándo se metió el resto en la cama, por lo que nadie quedó hasta más tarde de las cuatro de la madrugada.

No recuerdo exactamente que hora sería, me gusta dormir completamente a oscura y no tenía referencias ni de la luz que había en el exterior ni un reloj a la vista, pero me despertó alguien metiéndose en mi cama. Pensé que sería mi mujer, como suele hacer cuando hemos dormido en camas separadas, por lo que me arrimé a ella y me puse a juguetear, medio adormilado. Ella se puso de espaldas a mí y se dejó abrazar y acariciar. Sólo llevaba su tanga, por lo que su piel estaba libre para ser acariciada.

Le mordisqueaba el cuello, la nuca, los hombros. Le busqué el pezón y se lo pellizqué suavemente. Su cabeza se movía al compás de mis caricias y su mano buscó mi cabeza para enredarse en mi pelo. Me di cuenta que era Raquel la que estaba en mi cama, pero tenía tal calentura encima, que el morbo que me dio follarme a mi cuñada fue más fuerte.

Bajé mi mano. Acaricié su trasero, jugué con el hilo de su tanga y el canal que separa sus nalgas hasta llegar a los pelos húmedo de su coñito y tocar levemente los labios de su sexo desde atrás.

Se giró hacia mí y comenzó a tirar de mi camiseta para quitármela. Me quedé boca arriba. Me comió la boca como una fiera y metió su mano bajo mi calzoncillo. Me tocó la verga, comprobando si estaba todo lo dura que ella buscaba, y tiró del calzoncillo para quitármelo.

Ya desnudo, se arrodilló sobre la cama y comenzó a lamerme el glande y a subir y bajar su mano muy, muy despacio, a lo largo del tronco de la polla. Se fue metiendo la verga en su boca, mientras que con su lengua me frotaba el glande y con su mano me masajeada.

La tomé de las caderas y me puse su coño a la altura de mi cara. Me lancé a su sexo a lametazos, buscando el punto duro de su clítoris y a pasar la punta de mi lengua a su alrededor. Su respiración era muy profunda, no se le escapaba ningún gemido. A medida que mi lengua aumentaba la velocidad, ella succionaba mi verga con más fuerza. Con mis manos, usé los pulgares para masajear aún más su clítoris y lamer la miel que su vagina rezumaba. Su cuerpo se agitaba sobre mí cada vez más rápido. Estaba a punto de correrme, la agarré de las nalgas y le hice la ventosa con mi boca sobre su punto duro y caliente. Le descargué en la boca toda mi leche. Pude escuchar cómo tragaba mientras seguía succionando y eso me puso aún más cardiaco. Lejos de perder la erección, me excitó aún más. Su cuerpo se detuvo, arqueó su espalda y, empujando sus caderas contra mi boca, se corrió entre cortas sacudidas.

Sabiendo que ella tomaba la píldora y que no tenía que buscar condones,encendí la luz de la mesita de noche, la puse a cuatro patas, de cara a la almohada, y la comencé a follar desde atrás. Le tenía tantas ganas a ese culito que no quise que se escapara aquella oportunidad de verlo desde esa postura.

Tenía el rabo como una viga de acero. Estaba a mil, tocando su culito, su espalda y llevando sus caderas a mi ritmo. En un momento dado, ella empezó a guiar mi mano al agujero de su ano. Quería que le acariciara su cavidad. Yo seguía con aquel mete-saca y estaba en la gloria con lo que me pedía. Alargó su mano, sacó un tubo de plástico, como de crema,se echó gel en la entrada de su culo y me volvió a pedir, sin mediar palabra, que le metiera el dedo. Bajé mucho el ritmo de mi follada. Empecé con un dedo, luego dos y, finalmente, probé con mi polla. Ella, en siencio, se movía como si entrase en trance. La fui penetrando despacito, por temor a dañarla, pero ella, de un respingo, provocó que se la colara entera.

Echó su cabeza hacia atrás y me paré unos segundos, ya con la polla dentro de su ano. Dejé que fuera ella la que marcara el ritmo. Primero lento, y luego más rápido. Me apretaba tanto la polla que no podía aguantar más y me corrí dentro de ella, por segunda vez.

Se incorporó, sacó unas toallitas húmedas y me empezó a limpiar la verga con suavidad, concentrada en la limpia. Cuando hubo acabado, volvió a lamérmela, a comerla y a buscar una nueva erección.

Cuando estuvo dura nuevamente, me empujó al colchón para que quedara boca arriba y se sentó sobre mí, mientras se dirigía mi polla a su vagina.

Se la introdujo toda y se puso a contornear sus caderas sobre las mías. La visión de mi cuñada, sus pezones, su boca abierta de puro gusto y sus ojos cerrados, era algo que siempre soñé.

Me incorporé y le comí los pezones, mientras con la punta de mis dedos recorría suavemente su espalda. Raquel me empujó de nuevo contra el colchón y se tendió sobre mí, mientras seguía bombeándose mi rabo dentro de ella cada vez más rápido. Sus jadeos se fueron entrecortando más, apretaba las paredes de su sexo con fuerza, como queriendo evitar que mi verga escapara, apoyó sus brazos sobre mis hombros y comenzó a correrse. Tras unas cuantas envestidas, le derramé dentro todo lo que me quedaba.

Se quedó tumbada, callada, sobre mi pecho durante unos segundos. Después, me besó en los labios y me susurró al oído : "feliz año nuevo, cuñadito, sé bueno para la fiesta de Reyes".

El próximo día 5, me toca dormir de nuevo en casa de mis suegros.