Comidas Exóticas

Carlos pensó que su amigo Mark exageraba al hablarle de su nueva novia, pero finalmente comprobará él mismo cuan ciertas eran sus palabras. ¡Sonia, que mujer!

Comidas Exóticas

Eran cerca de las nueve de la noche. Las farolas iluminaban perfectamente la gran avenida, una zona de ocio perfectamente ordenada, restaurantes por aquí, centro comercial por allá, todo rodeado de un gran multicine y algunos bares.

Aparcó como pudo cerca de la zona de restaurantes, al ser jueves no había excesivos problemas de tráfico, eso también ayudaba a la hora de elegir restaurante, ninguno parecía excesivamente lleno.

Las luces de su Audi parpadearon cuando presionó el botón del mando. Se miró en el escaparate de uno de los locales. Carlos era un hombre de 27 años, alto y fornido. No iba al gimnasio, pero si le gustaba jugar al fútbol de vez en cuando con su grupo de amigos, lo que ayudaba a la hora de mantener su forma física. Sus ojos marrones, casi negros, le devolvieron la mirada. Se colocó algún que otro mechón de su pelo, corto y negro, que se había alzado rebelde a causa de la suave brisa que corría. Vestía un traje azul marino, de raya diplomática, le hubiera gustado cambiarse de ropa antes de venir, pero con unos horarios de oficina tan agobiantes, eso era imposible.

Revisó su corbata.

-"Horrible." –Pensó, amonestando su elección de esa mañana.- "Pero es lo que hay..."

Con una sonrisa se dirigió al punto de encuentro, una de las esquinas del gran recinto, ahí era donde él y su amigo Mark, al cual conocía desde que eran críos y con el cual solía jugar al fútbol los fines de semana, habían quedado.

-"Te tengo que presentar a mi novia." –Había dicho él, entusiasmado.- "Ya verás, tío, he tenido una suerte de cojones..."

Mark llevaba saliendo un par de meses con la chica, una tal Sonia, a la que Carlos no conocía de nada. Ni siquiera de vista. Por lo que contaba su amigo, debía ser poco menos que la reencarnación de Venus, versión siglo XXI. Pero claro, Mark siempre había sido un poco exagerado, así que tampoco esperaba una súper modelo despampanante.

Abrió su teléfono móvil. ¿Debería llamar para preguntarles por donde iban? No, mejor esperar un rato más, no debía parecer muy impaciente. Estaba inmerso en sus ensoñaciones, observando a un grupito de adolescentes que salían del cine, cuando alguien le tocó suavemente en el hombro, sobresaltándole.

-Hola. –Saludó una voz femenina a su espalda.- ¿Eres Carlos, verdad?

-Oh... –Su corazón se había disparado, al principio creyó que a causa del sobresalto, pero después empezó a pensar que era más por la persona que lo habría provocado.- Sí, soy yo.

-Te he reconocido por las fotos que tiene Mark en su casa. –Ella sonrió.-

Ella era de estatura media, rubia, piel intermedia, ni muy bronceada ni muy pálida, ojos malvasía, a la luz de la farola pudo ver que el predominante era el color azul, pero también había algo de verde, marrón... Unos ojos muy especiales. Vestía un traje de ejecutiva de lo más normal, pero en su cuerpo lucía espléndido, remarcando levemente unas buenas caderas y un pecho de tamaño medio pero bien plantado.

-Tú eres Venus, ¿Verdad? –Exclamó, inclinándose levemente para recibir los dos besos que le ofrecía la mujer, notando lo suave de su piel.-

-¿Venus?

-¡Sonia! –Se corrigió, mentalmente se llamó estúpido y otras palabras de similar índole.- Sonia, ¿Verdad? En que estaría pensando... ¡Con lo que habla Mark de ti!

-Nunca me habían llamado Venus. –Ella le deleitó con una sonrisa aún más grande.- Gracias, hombre, un piropo es un piropo.

Esta vez rieron los dos.

-¿Aún no ha llegado Mark? –Preguntó ella entonces, mirando hacia los dos lados de la avenida, esperando ver su coche.- Le he llamado un par de veces al móvil pero no me lo coge...

-Mark siempre llega tarde, es algo natural en él. –Afirmó él, quitándole importancia. La chica asintió, conociendo ya de sobra esa faceta de su novio.- ¿También vienes directa desde la oficina?

-Sí, puff... Estamos liadísimos estos días... Ah, por cierto, yo trabajo en una consultoría. Tú eras abogado, ¿Me equivoco?

-Bueno, lo intento, lo intento. –Al parecer la chica conocía mucho más sobre él de lo que pensaba.- Si un día necesitas uno, no dudes en llamarme, toma mi tarjeta.

Le tendió una de sus tarjetas personalizadas, que ella recibió con gracia y guardó en su bolsito.

-¿Haciéndote publicidad incluso en tiempos de ocio? –Observó ella.-

-De algo hay que vivir... –De nuevo rieron los dos.-

-Oye, empieza a levantarse mucho viento... ¿Qué tal su esperamos tomando una cerveza? No creo que a Mark le importa, total, es él quien llega tarde.

Ante la oferta de Sonia no pudo más que asentir. En el bar había tres o cuatro personas, aparentemente personas que trabajaban en el centro comercial, que acababa de cerrar sus puertas.

-¿Qué bebes? –Preguntó ella, cuando se disponía a pedir.-

-Una cañita nunca sienta mal. –Expuso él, mientras escogía con la vista una de las mesas, encontrando una cerca de la cristalera, donde podría observar si Mark llegaba al punto de reunión.-

Ya sentados y sin el viento en contra, pudieron observarse mutuamente durante un rato.

-Así que tú eres la famosa Sonia. –Él empezó la conversación.- Tenía muchas ganas de conocerte, ¿Sabes?

-Pues con lo que habla Mark de ti, tampoco te creas que yo no tenía curiosidad. –Dio un sorbo a su cerveza sin alcohol.- Casi parecería que fuerais hermanos o algo por el estilo...

-Vaya... –Rió él.- Tendré que empezar a prestarle más atención.

-Entonces abogado... –Ella entrecerró los ojos.- ¿Penalista?

-Efectivamente. –Esta vez fue él quién bebió.- ¿Se me nota mucho en la cara?

-Oh, sí, es muy fácil distinguir a los abogados penalistas de los mercantiles, por ejemplo.

-¿En serio? –Alzó una ceja, interesado.- A ver, sorpréndeme.

-Los mercantiles son feos. –Fue lo único que dijo, con su desparpajo habitual.- Los penalistas cuidan más su estética general.

Carlos bebió otra vez de su vaso.

-Mi gran olfato de abogado me hace ver que eso era un cumplido. –Dictaminó con el mismo tono que habría usado ante un tribunal.- ¿Me equivoco?

-Yo solo hablaba en general. –Amplió su sonrisa, remarcando aún más su belleza.- ¡Vanidoso!

-¡Oye! –Él negó con la cabeza, dedicándole una sonrisa similar.- Nos acabamos de conocer y ya me estás juzgando... Esto puede acabar mal...

-Yo no tengo la culpa de ser tan perspicaz. –Puso los ojos en blanco.- Nací así.

-¿Pero de verdad parezco vanidoso? –Él moduló su voz hasta que pareciera algo afectada.-

-Sin ninguna duda. –Sonia asintió.- Ese trajecito que me llevas, la camisa impoluta, rigurosamente afeitadito, ni un mechón fuera de sitio... Sería perfecto de no ser por...

-¿Por?

-Pues... –Ella puso una cara como si ver algo le causara auténtico dolor.- Esa corbata... ¿Es que perdiste una apuesta y te obligaron a llevarla o qué?

-Oh, sabía que era horrible. –Dejó caer los hombros, falsamente abatido, al tiempo que daba un gran trago a su cerveza.- De verdad que lo sabía.

-No te preocupes, mi evaluación general es un... –Entrecerró los ojos de nuevo, diseccionándole con la mente.- ¡Un siete!

-Eso es un notable bajo. No está tan mal. –Esta vez fue él quien la analizó con la mirada.- ¿Ahora debo ponerte nota yo?

-No, claro que no. –Repuso ella, sabiéndose ganadora.- No puedes hacerlo.

-¿Por qué?

-La ley es la ley.

-¿Y que ley es esa?

-La ley que dice que a una mujer ni le puedes poner nota ni le puedes preguntar su edad.

-Odio ese tipo de leyes. –Chistó él.- ¡No es justo!

-Ah... –Levantó las palmas de las manos, haciéndose la inocente.- Yo no he creado el sistema, ¿No eras tu el abogado?

-Culpable. –Suspiró.-

Los dos estallaron en carcajadas durante un buen rato, recibiendo incluso las miradas sorprendidas del resto de clientes, que esperaban encontrar lo que les hacía tanta gracia. La escena fue rota cuando Sonia se llevó las manos al bolsillo, notando la vibración de su móvil.

-¡Mark! –Exclamó al aparato.- ¿Dónde estás? Llevo llamando un buen rato...

Carlos prestó atención a la conversación, pero lo único que la mujer emitía eran muchos "Aja", junto con algún que otro "Entiendo", y "¿No se puede hacer nada?".

-Toma, quiere hablar contigo. –Repuso la chica, visiblemente enfadada, mientras le tendía su móvil.-

Él aceptó el teléfono, escuchando a su viejo amigo al otro lado.

-¿Carlos? –Preguntó.-

-Sí, soy yo.

-Oye tío, mira, me tienes que hacer un favor.

-Mmmmm...

-Mira, el negocio que estaba cerrando se ha complicado un poco. –Hablaba muy rápido.- Los clientes que se han puesto un poco remolones...

-...

-Sí, lo sé, es jodidamente problemático, esto antes se arreglaba con un sobre y "su comisión", pero ahora no... Le he dicho a Sonia que seguíamos reunidos y que no sabía cuanto tardaríamos, pero que a lo mejor podría llegar a la cena, dentro de un rato largo.

-¿Lo harás?

-No, que va... Ahora mismo vamos a irnos un par de compañeros y los clientes por ahí, a tomar unas copas, con... Bueno, ya te lo podrás imaginar. Con un par de chicas... Ya sabes... Para terminar de "convencerlos".

-Sí. –Fue su única respuesta.-

-Por favor, Sonia se pondrá muy neurótica sino tiene algo que hacer, llévala a cenar a cualquiera de los restaurantes de por ahí, total, ya estáis en la zona...

-Pero...

-No, tío, tienes que hacerlo, anda, venga, ¿Cuánto hace que no te pido nada?

Carlos levantó la mirada para observar a Sonia, que le miraba discretamente.

-"¿Qué entretenga a la novia cañón de mi mejor amigo mientras él se va de putas con unos clientes?" –Pensó, creyéndose en medio de una situación surrealista.- "¿Por qué no?"

-Bien, bien. Lo entiendo. –Adoptó un tono de voz más normal.- Es una pena, a ver si puedes llegar...

-Gracias tío, te debo una muy gorda.

-Y cuando cierres el negocio, del que seguro te llevas un buen pico, nos invitas a todos a comer, en un buen restaurante, ¡Qué nos conocemos!

-jajaja, sí, bueno, te dejo, y gracias de nuevo.

Colgó.

Carlos negó con la cabeza, fingiendo un ligero abatimiento.

-Que pena, ¿Verdad? –Comentó.- Para una vez que quedamos...

-Sí... –Ella intentó fingir normalidad, pero estaba molesta.- Pero es un gran negocio, y bueno...

-No te preocupes. –Le hizo señas al camarero para que les pasara la cuenta, que pagó él mismo, sin admitir las protestas de la mujer que quería abonar su consumición.- Ya quedaremos los tres otro día.

Salieron de nuevo el refrescante ambiente de la calle.

-Bueno, pues nada... Un placer conocerte, y...

-No, no, no. –Él alzó la voz por encima de una estruendosa moto que atravesaba la avenida.- Ya que estamos aquí, cenemos en algún sitio.

-Pero... –Al parecer tenía dudas de si era apropiado o no.-

-Además Mark ha dicho que a lo mejor podía librarse dentro de un rato. –Mintió él.- ¿No crees que se sentirá culpable si nos encuentra a cada uno por nuestro lado?

-Ya, pero es que...

-Además, tengo derecho a una compensación, te has metido impunemente con mi corbata, y eso podría ocasionarme daños psicológicos... –La señaló con el dedo como si fuera una niña pequeña que se ha portado mal.- Así que...

-Vaaale. –Concedió ella, divertida.- Total, ya que estamos aquí... Sería una pena volver.

-Perfecto. –Su sonrisa se expandió en su rostro.-

Observaron a su alrededor, la gran variedad de restaurantes suponía una tentación para cualquiera.

-Las señoritas eligen. –Comentó él, con socarronería.-

-¿Y eso? ¿Señorita? –Ella alzó la ceja.- Pero si es posible que sea más mayor que tú.

-¿Tú? –Negó con la cabeza.- Imposible.

-A ver, señor abogado, ¿Cuántos años tienes?

-27. –Soltó, sabiendo que era una buena edad.- ¿Y tu?

-Oh, ¿Te has olvidado de las leyes de antes?

Puso los ojos en blanco.

-Vale, vale, menudo abogado tan malo soy si ya me has engañado dos veces... –Se golpeó el pecho, en señal de culpa.- ¿No has pensado en dedicarte al derecho? Te comerías a cualquiera ante el tribunal...

-Quizás dentro de unos años. –Aventuró ella, divertida aún con el amigo de su - Y bueno, ¿Entonces donde vamos?

-¿Algo exótico?

-Ya que estamos...

-Pues... Cara, al restaurante vietnamita, cruz, al japonés. –Sacó una moneda, la lanzó al aire, salió cruz.- ¿Te hace un japonés?

-Si lo ha dicho la moneda, no podemos negarnos...

Caminaron el corto trecho que les separaba del restaurante japonés, Carlos se retrasó un par de pasos aposta, para poder contemplar en toda su magnitud el colosal trasero de la mujer, bamboleante. Cuando entraron en el restaurante les recibió al instante un hombre bajito con pinta asiática.

-Mesa para tres. –Pidió Sonia.- A ver si Mark se va a presentar al final...

-Sí, claro. –Repuso él, que sabía que no.-

Les hicieron descalzarse y ponerse unas zapatillas muy coquetas, esto lo agradeció especialmente la mujer, agradecida de quitarse los tacones.

El restaurante era precioso, decorado con todo lujo de detalles al modo tradicional japonés, o bueno, eso tenía que creer él, porque nunca había estado en Japón. Dejaron las chaquetas en un gran armario ropero, Carlos observó discretamente la blusa de la mujer, que dejaba a entrever su sujetador.

Les llevaron ante una de esas típicas mesas bajas en las que se come de rodillas, o en cuclillas, o como el cliente tenga la oportunidad de acomodarse. Para Carlos no fue inconveniente, pero Sonia tuvo que subirse ligeramente la falda que llevaba, dado que sino se le hacía imposible el movimiento. Él no perdió de vista el sensual movimiento de la mujer, que, poco a poco, con leves tironcillos, fue liberando a la vista más y más de sus preciosas piernas, finalmente, quedaron los dos acomodados en esa atípica postura.

-¿Qué van a tomar? –Les preguntó el hombrecito asiático, en un perfecto español.-

-Pues... –Ella observaba la carta, mordiéndose ligeramente el labio inferior, sin saber decidirse.- No tengo ni idea.

-Lo mismo digo. –Comentó Carlos.- Lo único que tengo claro es que para beber quiero probar el sake tibio.

-¿Qué es eso? –Preguntó la mujer.-

-Una especie de licor típico. –Explicó él.- Lo vi en una película, y desde ese entonces...

-Tenemos un menú de degustación para los que nunca han probado la comida japonesa. –Señaló el camarero, en su español extraño.- Se lo recomiendo profundamente.

-¿Qué te parece?

-Que suena bien...

Y eso fue lo que pidieron.

-Lo bueno de pedir un poco de todo es que por pura probabilidad, encontrarás algo que te guste. –Señaló Carlos.-

-Veremos... –Ella buscó con la mirada que el camarero no estuviera cerca.- ¿Te has fijado lo bien que hablan español? Que diferencia con los restaurantes chinos...

-Sí, los japoneses son mucho más listos, y más amables.

Estuvieron comentando trivialidades durante unos instantes, el camarero llegó con la bebida, la famosa botellita de sake tibio. Les sirvió el líquido transparente en los dos diminutos vasos. Con un brindis previo, ambos ingirieron el licor al mismo tiempo, de un trago.

-¡Dios! –Sonia abrió mucho la boca, dejando a entrever su suculenta lengua.- ¡Esto es puro fuego!

-Bueno... Bueno... –Rió él, sintiendo la misma sensación de calor en la garganta.- Estos japoneses si que saben... Puff...

Aún así, se sirvieron más sake.

En pocos minutos llegó el camarero con la primera tanda de platos típicos japoneses. La presentación era un lujo a la vista, estaba cuidado hasta el más mínimo detalle, pero lo que más gracia les hizo fue que los platos incluían pequeñas tarjetitas que enseñaban costumbres japonesas, así como palabras sueltas.

-¿Así que Hime es princesa? –Preguntó Carlos al camarero cuando trajo otra bandeja.-

Ante el respetuoso asentimiento de este, exhibió una gran sonrisa.

-Entonces... ¿Se diría Sonia-hime?

-Sí, señor. –Les dedicó una leve inclinación de cabeza antes de irse a seguir con su trabajo.-

-¿Princesa Sonia? –Ella se comía con la mirada los platos que les habían traído, la mayoría eran platos fríos, los calientes aún aguardaban a que empezaran con esos.- ¿Tengo cara de noble o que?

-Pues sí, Sonia-hime. –Esta vez fue él quien realizó una pronunciada reverencia.- Y bueno, vamos a comer, que tiene una pinta...

Estuvieron probando durante un rato de un plato a otro, primero probaba uno, y si era suficientemente bueno, el otro se atrevía, y así, entre risas y "al menos sigo vivo", fueron hablando cada vez más, conociéndose mutuamente.

-Oye, si te digo la verdad... –Ella le observó con fingida tristeza.- Me está dando un no sé qué de verte ahí con la corbata y la camisa abotonada hasta arriba...

-Pues la verdad es que hace mucho calor, sí.

El camarero se empezó a llevar los primeros platos ante su consentimiento. Carlos intentó quitarse la corbata, pero no pudo. Ya fuera porque sus dedos estaban torpes o el nudo se le resistía, no podía.

-Quita, quita, que te lo vas a apretar más... –Suspiró la mujer, inclinándose sobre la mesa y estirando sus manos para ser ella quien se lo quitara.- Sois todos unos manazas...

-Eh... Sí...

Él no prestaba atención. Al inclinarse y tener uno de los botones de su blusa quitados, el nacimiento de los senos de Sonia quedaba a su vista. Unos senos redondos y blanquitos, apresados por el infame sujetador.

-Ya está. –La mujer dejó la corbata a un lado y se tomó la libertad de liberar un par de botones de la camisa del hombre.- Así mejor.

-Gracias. –Rió él, aún con el regustillo de esa demencial visión en su mente.-

-"No codiciarás a la mujer ajena." –Ese extraño pensamiento recorrió su cerebro en ese preciso instante.- "Y menos si es la de un amigo..."

-Anda mira, sushi. –Sonia le sacó de sus ensoñaciones.-

-¿Lo habías probado?

-No, me daba mucha cosa lo del pescado crudo y tal...

-Venga ya, pruébalo. –Él cogió los palillos que les habían puesto en la mesa y abrió los suyos.- Seguro que te encanta, a las chicas les encanta el sushi, no sé por qué...

-Bueno, a ver un poquito... Este que parece que tiene más arroz.

-¡Eh! ¡Que haces! –La cortó él de pronto.-

-Yo... Pues... –Ella le miró confusa.-

-No, no. –Carlos le quitó el tenedor que iba a usar para coger el alimento.- Allá donde fueres, haz lo que vieres. El cous cous se come con las manos, el sushi con palillos.

-Pero es que... –Intentó excusarse.- Yo no sé usar los palillos...

-¿Ah no? –Preguntó él, que los manejaba con absoluta destreza.-

-No. –Sonia le desafió con la mirada a que hiciera algún comentario al respecto.-

-Bueno, bueno... Cuando era pequeño había un restaurante chino bajo mi casa, y claro... –Le quitó importancia con ademán de su mano.- Uno acaba familiarizándose...

-Pues yo no sé, dame mi tenedor, anda.

-No. –Repuso él tajantemente.- De aquí no sales sin saber usar los palillos.

Él abrió los de la chica y se los tendió.

-Pero...

-Venga, Sonia, ¿No me digas que nunca quisiste saber usarlos?

-Pesado... –Los cogió torpemente.-

-No, así no, no hay que apretar, es con suavidad, tan solo usa ese dedo como puente y...

Uno de los palillos se le cayó y él no pudo reprimir una pequeña carcajada, que ella amonestó rápidamente.

-Mira, así. –Le enseñó sus manos.- Haz lo mismo.

-Es que... No me sale...

Y ahí estaban, dos adultos comportándose como chiquillos de escuela.

-En fin... Tendré que ser más explicito.

Se levantó, sintiendo un leve entumecimiento en las piernas, rodeó la mesa y se sentó tras la mujer, rodeándola con su brazo, entremezclando sus dedos. El pecho del chico se apoyaba en la espada de la mujer, su cabeza en su cuello. En realidad lo hizo sin ninguna intención oculta, había enseñado a muchas otras personas a usar los palillos, y sabía que esa era la mejor posición para intentarlo.

-Mira. –Guió los dedos de la mujer.- Así, con suavidad, haciendo fuerza aquí.

Ella tenía las manos muy suaves, olía a perfume de flores.

-¿Así? –Preguntó ella, más tímida que en otras ocasiones, rodeada por el cuerpo del mejor amigo de su novio.-

-Sí, ahora probaremos a coger algo.

Alargaron la mano que sostenía los palillos de la chica hasta el plato de sushi, atrapando uno de los pedazos.

-Sin apretar demasiado... ¿Ves? Así, justo...

Y se lo llevó a la boca.

-¡Perfecto!

Sin darse cuenta, la mano que el chico tenía libre había rodeado la cintura de la mujer, en una posición que ahora sí que era profundamente turbadora para ambos.

-Eh, ejem... –Se retiró levemente del cuerpo de la mujer, dándose cuenta del propio calor que surgía de sí mismo.- Bueno, ya que estoy de pie, voy al aseo, no tardo nada... Y no te comas todo el sushi, que tienes cara de golosa.

El resplandeciente baño del restaurante, no habría habido ningún problema en comer ahí de lo limpio que estaba todo, le recibió con un gran espejo donde pudo ver su rostro reflejado.

-"Que tienes cara de golosa..." –Pensó, irritado.- "Y tu de gilipollas..."

Abrió uno de los grifos.

-"¿Qué gilipollez es esa de los palillos?" –Continuó reprendiéndose.- "Ahora se va a pensar que le querías meter mano..."

Otro cliente entró en el baño, sacándole de sus ensoñaciones, se secó, observó que todo estuviera en su sitio, incluida la seudo-erección que había temido que apareciese marcada en su pantalón, y volvió a la mesa.

-¡Mira! –Sonia le recibió con una gran sonrisa, sin rastro alguno de estar enfadada.- ¡Puedo cogerlo!

Y en efecto, después de su "clase práctica", la mujer parecía haber entendido el truco de los palillos.

-Por mucho que aprendas, yo soy el maestro y tú la aprendiza, no tienes nada que hacer frente a mí. –Se pavoneó él, alzando la barbilla.-

-Oh, ¿Es que hay niveles en esto de los palillos? ¡Creído!

-¿Que te apuestas?

-Lo que quieras.

-Bien... –Cogió uno de los platillos de arroz y lo puso en el centro de la mesa.- Intenta coger un grano con los palillos.

-¿Solo eso? Que tontería...

La chica, con su recién adquirida habilidad, intentó coger un grano del diminuto arroz, pero le resultó imposible, en el proceso otros granos se pegaban en los palillos, y agarrar tan pequeño alimento requería mayor destreza.

-Bua... Esto no se puede hacer... –Se quejó ella, tras varios intentos.-

-Déjale al maestro. –Estiró ligeramente los dedos antes de coger sus palillos y acercarse al plato.- Te demostraré lo que hacen años de entrenamiento...

Con un pulso que más quisiera para sí el mejor de los cirujanos, bajó lentamente, los dos delicados palillos parecían una grúa en la misión de coger un diminuto grano de arroz, pero, finalmente, como si fuera un trofeo dorado, lo cogió y exhibió ante la mujer.

-Yo gano. –Carraspeó.-

-Bah... –Ella bebió un sorbo más de sake.- Seguro que tiene truco...

-Esto de los palillos me ha recordado un chiste. –Musitó con voz soñadora.-

-¿Si? Cuentalo.

-No... Es que... Es un poco verde. –Se excusó.-

-¿Y qué? Estamos en confianza, ¿No? –Alegó Sonia, apremiándole a que lo contara.-

-Pero...

-¡Venga!

-Bueno, a ver si me acuerdo bien...

Reflexionó unos instantes.

-Esto es una mujer que estaba atravesando una mala situación económica, tal era el caso que solo le quedaba dedicarse a la prostitución si quería poder llegara fin de mes. El caso es que va a un club de alterne cercano, y como era guapilla, pues el jefe la contrata. "Tienes que ir a la habitación número 16, ahí tenemos un cliente chino muy respetuoso, para tu primera vez será el mejor". La chica, aunque estaba nerviosa, subió a la habitación 16, diez minutos después bajó, consternada. "¡La tiene gorda!", "Es normal, todos los chinos la tiene gorda", le dijo el jefe para calmarla. Ella, reconfortada, subió otra vez. Pero a los diez minutos, de nuevo la vio bajando por las escaleras. "¡La tiene larga!", el jefe, cabreado, le volvió a decir lo mismo "Todos los chinos la tienen larga, venga, sube". Y ella subió, pero volvió a bajar, desesperada. "¡Pero es que la tiene amarilla!". El jefe estaba ya hasta los mismísimos, y de malos modos le dijo lo de siempre "Es normal, todos los chinos la tienen amarilla, venga, sube y termina de una vez". Ella subió, y, como era de espera, bajó otra vez, diciéndole al jefe: "Mira, me da igual que la tenga larga, gorda y amarilla. Pero lo que no voy a aguantar es que me quiera comer el coño con palillos."

La risa eléctrica que llenó a Sonia se escuchó por casi todo el local, tanto así que los otros clientes que había se la quedaron mirando mientras sufría su ataque de risa.

-Perdón... Perdón... –Se excusó ella, más calmada.- Es que es tan... Ufff...

Cuando terminaron con el sushi, delicioso todo salvo por una salsa verde bastante ácida que desecharon de inmediato. El camarero no tardó en traerles lo siguiente, un pequeño tazón lleno de una extraña sopa con largos fideos y bastantes ingredientes más.

-Uff, esto si que no me lo puedo comer. –Repuso la chica.-

-¿Por qué? ¿No te gusta?

-No, no, si tiene buena pinta. –Ella sonrió.-

-¿Entonces?

-Pues... –Se dio unos ligeros golpecitos en los muslos, un gesto que a él le pareció de lo más erótico.- ¿Crees que estos se mantienen así por arte de magia?

-Venga ya... –Negó con la cabeza.- ¡Pero si estás genial!

-Ya, claro. –Ella levantó la ceja, sin creerle.-

-Que sí, de verdad. –Dejó su propio tazón a un lado.- Más quisiera una chica de 17 tener tu cuerpazo, por favor, ¿Vas a negarlo?

-Pues sí. –Rió Sonia.- Solo tratas de ser amable.

-Claro, amable... –Bufó, exasperado.- Que raras sois las chicas... ¡Quisquillosas!

Ella finalmente cedió y probó esos fideos tan largos, que le encantaron.

Carlos fue consciente en ese instante de que, por la raja lateral que tenía la falda de la mujer, se entreveía lo que parecía ser... ¡Un liguero!

-"Va con ligueros a trabajar." –Se relamió pensándolo.- "Esta chica es increíble..."

Sus estómagos empezaban a estar demasiado llenos, pero el camarero no dejaba de traer plato tras plato, la mayoría no podían ni tocarlos, era excesivo. Mientras tantos, ellos seguían charlando de sus cosas y bebiendo sake.

-¿Vives solo? –Parecía sorprendida.-

-Sí.

-¿Sin novia?

-Aja.

-¿Alguien tan encantador como tú y no tiene novia? –Abrió un poco más los ojos, en sus mejillas se empezaba a dibujar el sonrojamiento fruto del purísimo alcohol japonés.-

-Bueno, no hay mucho tiempo y... Así es la vida. –Se encogió de hombros.-

Ella le miró unos instantes aún con incredulidad. Tras un aluvión de comida, finalmente llegaron los postres, más delicioso que lo anterior si cabe.

-Oh, que dulce... –Murmuró Sonia mientras ingería un trozo de una especie de pastel relleno de fruta.- La verdad es que debo decir que, salvo la salsa verde, todo lo demás estaba genial. Tengo que decirle a Mark que vengamos de vez en cuando.

Carlos se quedó callado. A lo largo de toda la velada no había salido el nombre del hombre en ningún momento, en su interior casi había llegado a pensar que eso se trataba de una cita entre "Venus" y él, pero la realidad era bien distinta, al menos la mujer no lo veía así.

-Pero no creo que él sepa hacer el truco del grano de arroz, ni siquiera sabrá usar los palillos. –Continuó la chica.- Contigo es más divertido.

Si hubiera dicho que su amor propio no se había visto reforzado ante esa última frase de la mujer, hubiera mentido.

-Oye, eso son galletitas de la suerte. –Explicó él, señalándolas.- Coge una.

-¿Pero las galletitas de la suerte no eran de los restaurantes chinos? –Preguntó la mujer, mientras cogía la de la izquierda.-

-Será globalización gastronómica... –Rió él, mientras abría la suya.-

"Sigue tus instintos." Rezaba la frase de la galletita.

-¿Qué pone la tuya? –Preguntó la mujer, que leía su diminuta tira de papel.- La mía dice "Es un buen momento para el cambio." Pues vaya...

-Nada interesante... –Se excusó él, que sentía un ligero nudo en la garganta.-

Los ojos de la mujer le observaron con fijeza. Él se sintió repentinamente inseguro. ¿Tanto poder tenía Sonia en sus atípicos ojos?

-Me lo he pasado muy bien. –Comentó ella finalmente.-

-Sí...

Carlos pagó la cena, aunque de nuevo Sonia volvió a insistir en que deberían hacerlo a medias, pero él no se amilanó. El camarero les regaló una figurita y un juego de palillos, más decorados que los que habían usado para comer, como obsequio por la visita.

Habían pasado más de dos horas en el restaurante, la noche les recibió con frío al salir del local climatizado. Sonia se puso de nuevo la chaqueta, al igual que Carlos.

-Bueno, pues ya nos veremos. –Repuso él, dándole dos besos.- Ha sido un placer.

-Venga, adiós.

Cada cual tomó dirección hacia su coche, pero cuando había dado apenas una docena de pasos, Sonia le llamó.

-¿Pasa algo?

-Bueno... –Ella parecía ligeramente cortada.- Es que creo que he bebido demasiado sake... Y no sé, no estoy para conducir...

-Sin ningún problema. Te llevo a casa. –Sonrió, agradecido de pasar un rato más con la bellísima mujer.- No me perdonaría que te pasara algo por mi culpa, quizás no debí de pedir sake...

-No seas tan dramático. –Rió ella.-

Las luces del Audi de Carlos les recibieron, él le abrió la puerta.

-Bonito coche. –Ella sabía que a los chicos les encanta que hagan cumplidos sobre su coche, y lo utilizó.-

Siguió las indicaciones de la mujer hasta llegar a su casa, se equivocó varias veces de calle aposta, buscando la forma de extender su paseo al menos un rato más. Pero finalmente llegaron.

-Bueno, pues nada... –La chica se inclinó para darle un par de besos más.-

Pero Carlos también tenía mucha suerte, cuando estaba a punto de darle se segundo beso a la mujer, esta, apoyada sobre la palanca de cambios al inclinarse, se movió bruscamente hacia delante al mismo tiempo que la palanca, y por efectos del azar, sus labios quedaron fundidos en un tierno beso.

Lo normal hubiera sido apartarse al instante, emitir un "Vaya, que torpe soy" o algo aparecido, pero no, pasaron los segundos... Se tomaban su tiempo, vamos. Finalmente se separaron.

-Hum... –Fue el único sonido que emitió la mujer.-

-Vaya... –Masculló él, embriagado.-

-Me estaba preguntando... –Ronroneó ella, con los ojos levemente cerrados.- Te apetecería... No sé... Tomar algo en mi casa...

-Un café no me vendría mal... –Fue su respuesta.-

-Bien, café, tengo uno muy bueno de Colombia... Te encantará.

-No lo dudo.

Las miradas que se intercambiaron fueron significativas. Aparcó ahí mismo, subiendo las ruedas al bordillo. En el ascensor no intercambiaron ninguna palabra, ella vivía en un tercero. Cuando estaban frente a la letra "D" que correspondía a su apartamento, Carlos sintió algo atravesar su garganta y salir a la superficie, formando unas palabras que quizás en ese momento no eran las más adecuadas.

-Pero... ¿Y Mark? –Carraspeó.-

-Él estará entretenido con las putas. –Ante la cara de estupefacción del chico, ella no pudo más que sonreírle.- ¿Os creéis que por ser rubia soy tonta? Sé perfectamente como se "cierran" ese tipo de negocios.

Y entraron. Quedándose en el rellano del ascensor todo tipo de moralidad y fidelidad a su amigo, ahora solo habría un hombre y una mujer sedientos el uno del otro.

Agarró con suavidad el brazo de la mujer, la atrajo hacia sí. Se miraron un instante, y ya no hubo tiempo para pensar más. Un beso dio paso a otro, y otro, y este dio paso a las caricias, y sus chaquetas cayeron al suelo, con el sonido metálico de sus llaves y sus móviles al caer. Él comenzó a desabotonar la blusa de la mujer, sin dejar de besarla en ningún momento, mordiendo y lamiendo de vez en cuando su cuello, intentando quitarle un pendiente con la lengua, haciéndole cosquillas en la oreja...

Su blusa cayó al suelo, dejando ante su vista los bien proporcionados pechos de la mujer, que pedían a gritos ser liberados de la dictadura del sujetador. Ella tampoco se estuvo quieta, de un tirón le sacó el cinturón, con los botones de su camisa no tuvo paciencia, la arrancó tres, frustrada por no poder acceder a su pecho tan rápido como ella quería.

-"Así que quieres ser pasional." –Pensó él.- "Pues a eso no me gana nadie."

Apoyó sus manos en las nalgas de la mujer, buscando a tientas la cremallera, finalmente la encontró, bajándola en el acto, y quitándole la falda. Los ligueros quedaron a su vista, mostrándole una de las imágenes más eróticas que recordaba haber visto.

-Espera, que te ayudo con los ligueros... –Susurró ella, llevando sus manos a sus muslos.-

-¡No! ¡Déjatelos puestos! –La detuvo.- Me gustan...

-Pervertido... –Ronroneó ella de nuevo, arrancándole el último botón de la camisa que le quedaba, besando su pecho ahí por donde pasaba.-

-Oh, Sonia, eres preciosa... La mujer más atractiva que... Mmm... –Ella mordisqueó por encima del pantalón el más que evidente bulto que formaba su miembro.-

-Chsstt... Llámame Venus. –Su cara delataba lujuria y deseo contenido.- Me pone que me llames Venus...

-Venus... –Repitió él, notando como las caricias de la mujer continuaban.- Oh, sí, Venus...

Ella le quitó los pantalones, él aprovechó para apoyar sus manos en las nalgas de la mujer y amasárselas dulcemente, para, cuando menos lo esperaba, cogerla en brazos y apoyarla en el sofá, la superficie que tenía más a mano. Mientras la chica se acomodaba él aprovechó para quitarse el resto de la ropa, en un visto y no visto, se presentó desnudo ante la chica de cabello dorado y ojos malvasía.

-No está nada mal. –Fue su juicio ante el miembro palpitante del mejor amigo de su novio.- A ver si le puedo sacar más brillo...

Y antes de que la boca sedienta de la mujer devorara a su pequeño gran amiguito, Carlos la cogió de los hombros y, con una sonrisa misteriosa, repitió las palabras que había dicho antes.

-Las señoritas primero...

El sujetador de la mujer voló, y las braguitas corrieron la misma suerte, y ahí estaba ella, con los ligueros y las medias como única prenda de vestir. La reclinó suavemente en el sofá, lamiendo sus tetas mientras tanto, encontrando en ellas el sabor sublime de la preciosa Venus. Sus pezones eran ligeramente oscuros, con la aureola pequeña, pero bonita. No tardó en humedecerlos con su boca y apretarlos con sus labios, dejando luego paso a sus manos mientras bajaba por el vientre de la mujer, bordeando su ombligo hasta llevar a su pubis.

-Venus... –Susurró él, fruto de la excitación, mientras acariciaba su rostro contra el suave vello que la mujer tenía en su sexo.- Mi Venus...

Ella tenía depilado lo justo y necesario para no obstaculizar un buen trabajo oral, por lo demás, crecía salvaje su "otra" melena, y eso le encantaba, le extasiaba. Sufrió un pequeño ataque de gula, y empezó a lamer, a buscar la esencia verdadera de la mujer, el jugo de "su secreto". Que sabor, que sensación, que calor...

-Oooh... –Gemía ella, en otro mundo.- Sí...

Su vagina era un húmedo agujero que se tragaba todo lo que le ofrecía, ya fuera su lengua o un par de sus dedos, no importaba, entraban como deslizándose en mantequilla. Buscó con su lengua el clítoris de la mujer, acariciando por el camino sus paredes vaginales, intentando que disfrutara de las rugosas caricias de su lengua.

-Mmmm... –Una de las manos de la chica reposaba en sus pechos, con la otra se asía en el sofá.- Así, así...

Dos de sus dedos juguetones ya entraban y salían de la mujer con rapidez, intentando que la fricción fuera la máxima posible. Su lengua, mientras tanto, determinó la localización de su objetivo, el clítoris de la mujer sobresalía por su tacto más duro que aquello que lo rodeaba, y el de Sonia era encima grande.

-Ooooh...

Lo apresó entre sus labios, frotando sus alrededores con su lengua, trazando círculos concéntricos, buscando proporcionar el máximo de placer posible. A esas alturas el miembro de Carlos era un mástil palpitante deseoso de recibir su dosis, pero aún había que esperar, una malévola idea surcó la mente de su dueño.

Sonia empezaba a entrar en la recta final de su inminente orgasmo, la boca de Carlos abandonó su sexo, también los dedos mágicos que la penetraban.

-Que... ¿Qué haces? –Consiguió articular ella, emitiendo las palabras con dificultad.-

-Espera... –Desnudo llegó hasta el montón que formaban su ropa, buscó en los bolsillos de su chaqueta hasta encontrar aquello que necesitaba.- Ya está.

Ella, que a duras penas conseguía mantener sus manos lejos de su sexo para terminar aquello que el chico había iniciado, le observó, con una mueca indescifrable.

-¿Te acuerdas del chiste? –Fue lo único que dijo el chico antes de volver a internar su cara entre los muslos de la mujer.-

Buscó de nuevo ese estado de excitación total, alargó su mano y llegó a uno de los pechos de la mujer, lo acarició con fijación, en especial el pezón, regalándole un delicado pellizco. Cuando vio que Sonia volvía a estar en el borde del orgasmo, se retiró.

-Mmmm... –Gimió ella lastimeramente, viéndose privada de nuevo de su ansiado cenit de placer.-

Carlos abrió con rapidez el envoltorio, lamió ligeramente la punta de los objetos para humedecerla, y los dirigió hacia la entrepierna de la mujer.

-Que... Que...

Se ayudó con la otra mano para retirar el capuchón que cubría su ansiado objetivo, lo entrevió, suculento. Si había podido con un grano de arroz, bien podría con eso.

-¿Qué haces? –Jadeó la chica, notando ese tacto extraño.-

-Comerte el coño con palillos. –Dijo como si fuera lo más normal del mundo.-

Lo tenía, el clítoris de la mujer reposaba dulcemente abrazado, usó la mano que ahora tenía libre para retomar las penetraciones vaginales de la mujer. Los dos dedos que ya tenía húmedos se perdieron dentro antes de que ella siquiera se diera cuenta de donde estaban.

-Esto te va a gustar...

Y vaya si le gustó.

No fue nada desproporcionado, tan solo un leve apretón, el plan tampoco era hacerle daño en esa zona tan inmensamente sensible. Pero ella estaba "a punto" y bastó ese pellizco de los palillos en su clítoris para explotar. Y vaya si explotó. Su vientre se arqueó, su boca quedó formando un gran "Aaaah" mudo, sus piernas se cerraron, aprisionando la mano que aún permanecía penetrando su vagina.

Sonia tuvo un gran y hermoso orgasmo, Carlos, con una absoluta sonrisa, viendo ganada esa batalla de hoy en la que tan solo le quedaba "recibir", sintió las contracciones del sexo de la mujer en su mano, le pareció sumamente excitante.

Estuvo medio ida como veinte segundos, después, parpadeando con simpleza, estalló en una sonora serie de carcajadas.

-Esto lo cuento y no me creen. –Decía entre su escandalosa risa.- Que me he corrido con unos palillos... ¡No me va a creer nadie!

-Pues mejor no se lo digas, Venus, será nuestro secreto. –Señaló él, viendo por fin liberada su mano del gran abrazo de los muslos de la mujer. Con un gesto de gula, saboreó sus dedos, percibiendo de nuevo el sabor de la chica, tendió su mano a la chica, que tampoco la rechazo, deleitándose un buen rato en paladear sus propios jugos.-

-Bien, bien, entonces me toca a mí...

-Estoy en tus manos...

-Ven aquí. –Le cogió del pene y le obligó a tumbarse en el sofá.-

Con un suave beso de bienvenida en el glande, pasó a lamer la base de su miembro.

-"Porque ese es el secreto para recibir buenos cuidados." –Le había dicho a Carlos una antigua novia.- "Ser tú el primero en darlos."

Y no se equivocaba.

La felación de Sonia estaba resultando maravillosa, pero en cierto momento él notó como que no avanzaba, chupaba y chupaba, a un ritmo lento y cadencioso. Pensó durante unos instantes que a lo mejor no tenía mucha experiencia en ese tipo de "actividades", pero lo descartó de inmediato, lo que estaba haciendo la mujer era torturarle de una forma absolutamente descarada.

-Sonia... –Gimió él.- Por favor...

-¿Mmmm? –Ella le dedicó una mirada significativa.-

-Vale, Venus, yo te he tratado bien, por favor, no me... ¡Ah! –Le había mordido ligeramente el escroto, como castigo por hablar.- Me callo, me callo...

Y durante largos minutos, que a él se le hicieron eternos, ella siguió con su particular tortura, que no hacía más que endurecer su miembro y provocarle un creciente dolor de testículos.

-Ven... Quiero hacer el amor... –De nuevo adoptó ese tono más parecido a un suave ronroneo, él, que llevaba rato deseándolo, no hizo que se lo dijera dos veces.-

La ayudó a recostarse en el sofá, intercambiaron algunos besos, pasándose el uno al otro su propio sabor.

-Eres preciosa... –Repitió él.-

-¿De verdad?

-No, lo digo solo para que te acuestes conmigo... –Ironizó él.-

-Ah, pues buen trabajo... –Rió Sonia.-

Colocó su glande a la altura de la vagina de la mujer, y solo en ese momento fue consciente de lo que faltaba en la escena.

-Oye... –Exclamó.- ¿No tendrías por ahí un preservativo?

-No te preocupes, tomo la píldora desde los 16. –Rió ella, acariciándole la mejilla, enternecida por su consideración aún en esa pasional situación.- Pero Mark no lo sabe, a él le obligo a usar condón.

-¿Y eso?

-A saber qué le pegarán esas guarras... –Intercambiaron un beso con el que reprimir una sonrisa, ella le mordió levemente el labio.-

Su sexo estaba perfectamente lubricado, y penetrarla fue uno de los actos más gratificantes que había experimentado con una mujer. Los brazos de Sonia se cerraron en torno a su pecho, acariciando su espalda, su nuca, su pelo...

-Oh... –Gimió ella levemente, notando como el miembro del hombre salía y entraba de nuevo dentro de su cuerpo.-

Empezó calmado, adaptándose a su recipiente, excepcional recipiente. Cuando el ritmo comenzó a crecer, se encontró con los ojos malvasía de la chica clavados en los suyos. Retándole a apartar la mirada, que finalmente tuvo que hacer en un espasmo de placer.

-Aaah... –Jadeó ella, haciendo notar que iban por el buen camino.-

Las piernas de Sonia le rodearon, buscando una penetración aún más profunda. Carlos, tomándolo como una invitación, acrecentó el ritmo y la intensidad todo lo que pudo. Era increíble notar como el sofá se movía, haciendo rechinar sus apoyos en el suelo, ante la inercia que creaban sus penetraciones.

-Ti... ¿Tienes vecinos abajo?

-Sí.

-Pues... De esta noche... Se acuerdan...

Ella sonrió, mordiéndole después en la clavícula. Él utilizó la mano con la que no se apoyaba para amasar sus pechos, creyéndolos demasiado desatendidos. Sonia realizó un movimiento brusco, un repentino sollozo de placer o algo parecido, pero como él se sostenía apenas en su brazo, perdió el equilibrio, recargando su peso en el respaldo el sofá, que no aguantó la repentina inclinación, lo que dio como resultado que, con un estruendoso "Bloom", volcara, quedando apoyado en el respaldo.

-Esto parece la montaña rusa. –Rió Sonia a carcajada limpia.- ¿Contigo una se divierte siempre tanto?

-Lo intento, lo intento... –Él también sonrió.-

Aún en el sofá volcado, continuaron con su particular polvo, solo que ahora era él a quien le tocaba estar abajo y ella la que manejaba el timón, nunca mejor dicho. Sonia apretó con fuerza sus muslos, se inclinó hacia él, apoyándose en los dos brazos, y comenzó un movimiento pélvico delicioso.

-Oooh... –Fue esta vez él quien gimió.- Si quieres llegar al segundo, deberías aflojar...

-Es que me gusta... Saldar mis deudas...

El sonido "plop plop" de su penetración resonaba en el salón, haciendo eco con sus respiraciones agitadas.

En un momento dado Sonia le arañó el pecho, llevándose una mano al pelo, que se le desparramaba por la cara. Sus cuerpos, sudorosos, hablaban el mismo lenguaje, el lenguaje de la pasión. Carlos jugaba con sus manos, ahora libres, pellizcando a la mujer, susurrándole "Venus, Venus..." y acariciándole el trasero de vez en cuando.

Pronto lo inminente de su orgasmo fue evidente por el ritmo de su respiración.

-Espera... Espera... –Apremiaba la mujer.- Solo un poquito más...

Pero ese era un deseo difícil de cumplir, a fin de cuentas, ella llevaba ya un orgasmo encima, él tan solo un incesante dolor de testículos, deseosos de descargar sus soldaditos de la vida.

-So... Sonia...

-No, así no. –Le amonestó ella, que estaba absolutamente concentrada en su zona de placer.-

-Venus, ya no... Ya no...

-Sí, sí que puedes.

A duras penas, ejerciendo tanto autocontrol como supo administrar, aguantó un minuto más, que dentro de lo cabe y con semejante tigresa encima, no estaba nada mal.

-Venus... Ya... Ya...

La apretó con fuerza sobre su cuerpo, incapaz de contener más su esperado final. Y llegó, le hubiera gustado poder gritar, pero contuvo ese grito en su garganta, a fin de cuentas no estaba en casa, no sabía lo que sus gritos podrían acarrearle a la buena de Sonia, que pese a todo ya había dado un generoso concierto.

Sentir su semen esparcirse por el interior de la mujer fue una sensación inigualable. Esta siguió montándole durante unos instantes más, apreciando los retazos finales de su erección, llevándose una mano al clítoris para darse el toque final... Hasta que también lo consiguió. Menor en intensidad que el anterior, pero igualmente placentero.

Cansados como estaban, se acomodaron uno al lado del otro, aún en el respaldo del volcado sofá, Carlos sintió que se clavaba algo en la espalda, lo buscó y resultó ser uno de sus palillos, no pudo reprimir una sonrisa... La funda del sofá les sirvió de improvisada sábana, no pudieron evitar caer en un suave sueño.

"Toc toc toc"

-Bleh... –Tenía la boca pastosa, se incorporó torpemente, intentando no aplastar en el proceso a la mujer que dormitaba a su lado.-

Llamaban a la puerta.

Estuvo a punto de abrirla, pero en el paseo, volviendo a la realidad, fue consciente de donde y con quien estaba, por lo que prefirió ver por la mirilla quién era. Y cual fue su sorpresa al ver que era Mark quien esperaba al otro lado.

-"Joder..." –Pensó, volviendo sobre sus pasos, intentando no hacer ruido.- "Esto puede acabar muy mal."

Meneó levemente a Sonia, intentando despertarla. Tuvo que hacerlo varias veces para que le prestara la atención suficiente como para no volver a cerrar los ojos.

-Mark, está en la puerta. –Susurró en un tono bajísimo.-

-¿Qué hora es? –Respondió ella en el mismo tono.- ¿Y que quiere ahora el pesado ese?

Ella se levantó del sofá que, libre de contrapeso, estuvo a punto de volver a su estado normal provocando un estruendo. Afortunadamente Carlos estuvo rápido y lo cogió, colocándolo en su sitio con toda la suavidad del mundo. En el reloj de la pared vio que eran casi las cuatro de la mañana. Sonia se encaminó a la puerta y, sin siquiera abrirla, contestó.

-¿Mark? –Dijo, con una voz sorprendentemente fresca.- ¿Qué haces aquí a estar horas?

-Quería verte. –Murmuró él.-

-¡Son casi las cuatro de la mañana! –Bufó ella a través de la puerta.- ¡Mañana tengo que trabajar!

Carlos fue consciente de que, por uno de los resquicios de luz que entraban bajo la puerta, una gota de algo perlado resaltaba, recorriendo la cara interior de los muslos de la mujer. ¿Restos de semen? ¿Quizás su propio flujo? No lo sabía, pero le pareció tremendamente erótico y, de no estar su novio a escasos centímetros, probablemente se habría abalanzado sobre ella.

-Te he llamado al móvil, pero lo tenías apagado.

-Me quedé sin batería. –Repuso ella.- No sé dónde he puesto el cargador.

Carlos buscaba su ropa, pero la habitación estaba más oscura de lo que la recordaba, y sus prendas desperdigadas por el lugar. En una de esas que pasaba cerca de la mujer, esta le agarró del brazo, obligándole a acercarse hacia ella. Le obligó a abrazarla por detrás, claro que él, sorprendido, tampoco puso muchos reparos.

-Te lo dejaste en mi casa. –Siguió Mark.- Sonia, abre, que me van a oír los vecinos...

-No, que te conozco y yo tengo que dormir. –Condujo las manos de Carlos hacia sus pechos.- Mañana hablamos.

-He visto... El coche de Carlos, abajo.

Las manos del hombre se detuvieron al escuchar su nombre.

-"Joder, es verdad..." –Pensó él, preocupado.-

-Sí, fue amable de prestármelo, el mío no arrancaba, cierta persona se olvidó de llevarlo al tallar como le dije. –Era increíble la naturalidad con la que la chica mentía, incluso hasta el punto de devolverle la pelota al pobre de Mark.- Él había bebido un poco más de la cuenta y prefirió volver en taxi, además que se quedó un rato más en la zona de bares, a tu amigo le va mucho la marcha.

Carlos, en el lado divertido de la puerta, no podía dejar de maravillarse con la gran inventiva de la mujer. Como castigo por hablar mal de él le pellizcó suavemente en las pantorrillas.

-Pero es un buen tipo. –Concedió ella finalmente, atendiendo a sus caricias.- Me ha gustado conocerle.

-¿Sí? –Por la mirilla pudo ver como Carlos sonreía.- Bueno, bueno... ¿Entonces no me dejas entrar?

-Ya te he dicho que no. –Suspiró ella, más por las manos de Carlos que se perdían ya entre sus piernas que por el hecho de seguir hablando a través de la puerta, con el riesgo que eso corría de molestar a sus vecinos, que bastante llevaban soportado ya esa noche.- Vete a casa, date una buena ducha... Y mañana ya veremos. Adiós Mark, buenas noches.

-Buenas noches... –Repitió Mark por su lado, poco convencido.-

Por la ventana, ocultos en la penumbra, vieron como el coche de su amigo se marchaba.

-Deberías tener el móvil encendido. –Aconsejó ella, mientras iba a la cocina para buscar algo de beber.- Te va a llamar.

-¿A las cuatro de la mañana?

-Veremos.

Carlos encontró sus móviles bajo las chaquetas, al llegar al apartamento las habían tirado de malos modos, provocando que los teléfonos perdieran las baterías y por consiguiente se apagaran. Le puso la batería al suyo.

Un par de minutos después empezó a sonar, efectivamente, era Carlos.

-Sí... Tío... Mark... ¿Qué hora es? –Dijo con fingido tono somnoliento.- ¿Ha pasado algo?

-No, no. –Parecía nervioso.- Es que antes me ha llamado Sonia, y bueno, me comentó algo de tu coche... No la entendí bien. Pensé que habías tenido un accidente o algo así.

Mark tampoco era tonto, al explicar sus dudas sobre el coche pero no el tema concreto que le había comentado Sonia, dejaba la puerta abierta a que Carlos se equivocara y delatara la verdadera situación.

Sonia, por cierto, se había arrimado a Carlos, comenzando a besarle suavemente por el cuello, uniendo sus dos cuerpos desnudos una vez más.

-¿Accidente? –Fingió un bostezo.- No, tío, que va... El coche de tu novia no funcionaba o algo así, le puse las pinzas y todo, pero no había manera. Empezó a decir algo de que te lo había dicho, parecía cabreada tío, yo que tu le compraba unas flores mañana o algo así.

-Ah, sí. –Mark suspiró, aliviado, las versiones encajaban.- Lo haré, gracias.

-Bueno, me tienes que dar la dirección de tu novia, le dejé mi coche y no sé donde leches vive...

-Ahora te la mando en un mensaje, para que no tengas que buscar lápiz y papel.

-Mejor. –Otro bostezo fingido.- Por cierto, ¿Qué tal el negocio?

-Oh, salió bien, al final se fueron "complacidos". –Rió a través del aparato.- Estoy molido, tío, menos mal que mañana no entro pronto.

-Venga, Mark, duérmete, sueña con los ángeles y no vuelvas a llamarme a estas horas, joder, que estaba soñando que me tiraba a un bombón... –Ante su socarronería recibió un mordisco de Sonia.-

-Por cierto, una última cosa y ya te dejo con tu bombón. –Volvió a reír Mark.- ¿A que está buena mi novia?

-¿Qué si está buena tu novia? –Repitió él, para que Sonia le escuchara.- Bueno, sí, es bastante mona, pero las he visto mejores...

-Serás cabrón. –Carcajeó Mark al aparato.- Buenas noches, tío.

Y colgó.

-¿Las has visto mejores? –Los ojos malvasía de Sonia se clavaron en su rostro.- Vaya...

-Oh, lo siento... –Se hizo el preocupado, estirando suavemente del liguero de la chica.- Lo dije por decir...

-Tonto. –Le mordió de nuevo.-

Las caricias "inocentes" que habían iniciado subieron de nivel, al final acabaron juntos el uno con el otro, haciendo el amor de nuevo. Esta vez de forma más relajada, sintiéndose mutuamente.

En su despacho, Carlos se sirvió una taza de café, la tercera de esa mañana. Estaba absolutamente reventado, con unas ojeras que no podía con ellas, y aún así, exhibía una sonrisa de oreja a oreja. Sus compañeros le preguntaron el por qué de ella, pero él tan solo subió los hombros y canturreó "me habré levantado con el pie derecho".

A media mañana, mientras estaba ensimismado en un expediente, su teléfono sonó.

-Señor Abogado, tengo un problema. –La voz inconfundible de Sonia llegó desde el otro lado del aparato.-

-¿De verdad? –Respondió, la mar de contento.- A ver, cuénteme, señorita clienta.

-Es que verá, ayer conocí a un chico... –Ella usaba un tono infantil, como queriendo parecer una niña.- Y me invitó a cenar en un restaurante japonés.

-Interesante.

-Pero hay más. –Tarareó ella.- Resulta que el chico en cuestión se olvidó su corbata en el restaurante japonés.

-Anda, pues es verdad. –Y era verdad, se había dado cuenta esa misma mañana, al llegar a casa, su horrible corbata había desaparecido.-

-Y yo me preguntaba si debería llevar al chico otra vez al restaurante japonés, ¿Me podría acusar de acoso?

-¿Es usted muy provocativa? –Reprimió una carcajada.- Quiero decir, ¿Es usted sexualmente atrayente?

-Pues... Verá usted... Cuando le veo siento algo entre mis piernas.

-Oh, vaya, vaya, vaya. Eso es interesante. –Chistó.- Creo que va a tener usted que aprender a controlarse...

-¿Y si no puedo?

-Podemos intentar llegar a un acuerdo con el chico... Pero, antes dígame una cosa, ¿Qué hará con las cargas afectivas que arrastra?

Ambos entendieron que se refería a Mark.

-Diciéndolo sutilmente, señor Abogado, las mandaré a la mierda, que bien se lo merecen.

-Oh, pobre... –Suspiró sonriente, pese a que en algún sitio de su mente lo sintió por el pobre de Mark.- Entonces, como íbamos diciendo, podemos llegar a un trato.

-¿Ah sí? ¿Cuál?

-Puedo intentar convencer al chico para que vaya con usted de nuevo al restaurante japonés, a recoger su corbata extraviada. –Explicó él.- Pero ya que salen, ¿Por qué no mejor ir a otro restaurante?

-Entiendo, señor Abogado, entiendo. –Ella debió asentir al otro lado del aparato.- Dígale usted de mi parte que estaría bien un francés, o quizás un tailandés, pero que si quiere un griego, se encargue él de traer el lubricante.

Carlos esta vez no pudo reprimir una sonora carcajada. ¡Cómo era posible que se hubiera topado con una chica tan ocurrente!

-Bien, tomo nota. –Recobró la calma.- Pero creo que a él le gustaría saber si llevará hoy liguero.

-Dígale usted que sí, que nunca salgo de casa sin él, es mi seña personal. –Rió Sonia.- Y dígale también de mi parte que es un pervertido.

-Lo haré, lo haré... –Desplegó la más grande de sus sonrisas. Cuídese, señorita clienta.

-Usted también, señor Abogado. –Ella hizo sonar un beso a través del auricular.- ¡Ah! ¡Se me olvidaba!

-A ver, dime.

-¿Usas mucho el truco de los palillos para ligar? –Preguntó, con voz seductora.-

Él colgó, incapaz de aguantar las carcajadas.

-¡Sonia! ¡Que mujer! –Gritó a los cuatro vientos, completamente feliz.-

-Fin-

PD. Esta es una historia corta pero que he considerado agradable de leer, por lo cual la publico, y de paso me oxigeno un poco respecto a "Eso", intentando así preservar el máximo de calidad posible en cada capítulo. Se la dedico especialmente al señor Kuriso, un gran autor de arte conceptual.