Comenzó en el ascensor (1)

Me encontré al conferencista que me había excitado y me hizo suyo...

Recuerdo que entonces estaba asistiendo a una Convención internacional en Santiago, enviado por mi empresa, que se realizaba en el centro de Convenciones de un gran Hotel , en el que, además, me hospedaba. Obviamente, por tratarse de cosas de negocios, estaba solo, sin mi esposa, lo cual me dió más libertad de acción y me estaba poniendo ideas calientes en la cabeza.

El encuentro empresarial estaba bastante avanzado y era muy intensivo, y la parte que le interesaba a mi empresa ya se había realizado, por lo cual, esa segunda tarde, decidí salir de los salones de trabajo e ir a descansar un poco en mi habitación, quizá pensando salir en la noche a buscar acción en algún pub gay.

Me acerqué a los ascensores y ví allí a una sola persona, que esperaba. Por sus anchas espaldas y su porte lo reconocí. Era un empresario chileno que había realizado una presentación a la que yo había asistido. Recordé que me había impresionado muy bien, físicamente digo, pues de su charla casi no me acordaba. Un hombre alto, robusto, algo barrigón, sin ser gordo, de rostro viril, muy viril. Sus labios gruesos y carnosos y su mirada acerada, dominante habían sido lo más impresionante. Me había sentado en primera fila y seguí sus movimientos con entera concentración, sin quitarle los ojos de encima, con descaro. Incluso me había parecido que me había visto, cunado nuestras miradas se cruzaron un par de veces.

El corazón me dio un vuelco, mientras me colocaba a su lado, a esperar el ascensor. Le miré de reojo y él me devolvió la mirada..

-Hola, me dijo-sonriente-¿te retiras?-su mirada intensa se mantuvo fija en mi, taladrándome.

¡Me sonrojé como una colegiala!. Sin poder sostener su mirada, balbucié un sí casi inaudible. Siempre con sus ojos clavados en los míos, se volvió de lado para enfrentarme. Sus labios gruesos y carnosos esbozaron una sonrisa leve, casi irónica, suficiente y dominante. Yo estaba excitandome cada vez más.

-¿Te gustó mi conferencia?¡Me había reconocido!

De nuevo un sí , ahora algo más firme.. Me estaba sintiendo como un tonto, pero estaba feliz de estar junto a él y no me importó.

-Yo también voy a descansar un poco…- aseveró , y agregó:-Te llamas?...-, sin dejar esa leve sonrisa que me volvía loco. Cada vez me gustaba más y ya sentia una naciente erección. El ascensor se abrió y entramos, el primero y yo lo seguí. Al pasar ante él, lo miré a los ojos con desembozada coquetería-Soy Walter…y a veces soy Marcela- le dije quedamente.

Marcó el piso 10 y se volvió a mí, con gesto interrogante.

-El 12…, creo-Le dije, sonriente y él lo marcó. .

El ascensor se largó. En el piso siguiente se detuvo y un grupo grande de japoneses entró, charlando animadamente, lo cual nos confinó al fondo. El quedó(¿o se colocó?) detrás de mí y quedamos muy juntos. Sentí la presión de su bulto contra mi trasero, y yo me restregué impúdicamente, apretándome contra él. Acercó sus labios a una oreja mía y me susurró:-Eres rica, Marcela…quiero ser tu macho…- Su aliento cálido me hizo estremecer y sólo atiné a llevar una mano hacia atrás y le acarició la dura tibieza de su verga, a través del pantalón. El pasó una palma por una de mis nalgas, acariciándola con suavidad, excitándome aún más, pues me hizo sentir, como me encanta, como una mujer. Moví mi trasero, echándolo para atrás, en respuesta a su caricia.

Cuando el ascensor llegó al piso 10, me ordenó muy quedamente al oído:

-¡Vamos!.-

Claro que lo seguí, abriéndome paso entre los japoneses. Caminamos juntos en silencio por el pasillo, hasta llegar a su puerta. Abrió y me hizo entrar, con galantería. Una vez cerrada la puerta a nuestras espaldas, me abrazó y me besó en la boca, poniéndome de espaldas contra la puerta cerrada. Fue una delicia el sentirme entre sus fuertes brazos. Me entregué con femenino abandono y abrí mi boca para recibir su lengua y que sus gruesos labios me sorbieran con pasión no exenta de ternura. Me sentí pequeñito, dominado, y dejé que llevara toda la iniciativa. Me apretó contra él y pude sentir la firmeza excitante de su paquete presionando mi bajo vientre. Sus manos grandes bajaron por mi espalda, separándome de la puerta, sin dejar de besarme y me tomaron las nalgas,acariciandolas y apretando más mi vientre contra su verga.

Se separó entonces de mí y me ordenó desnudarme. Esta es la parte que más me gusta, pues al quitarme la ropa, me siento libre y cada centímetro de mi piel se eriza y sólo anhela ser acariciado. Lo hice con lentitud, sabiendo que él me contemplaba. Pude apreciar su satisfacción al ver mi cuerpo delgado y mi piel casi lampiña. Mi pene no es muy grande pero es lindo, y mi culito es también pequeño, pero musculoso y atractivo. No pude evitar hacer un giro completo, coqueto, al verle admirarme, para mostrarle mis nalgas.

-Eres rica- me dijo, con voz ronca- y pasó una mano por la piel de mi trasero-me gusta tu culito…-.. Ya era su mujer; una vez más estaba asumiendo el rol femenino que tanto me excita.

-¿Te gusta?-le dije con voz queda, sonriéndole con picardía-es todo tuyo

Solo entonces comenzó a desnudarse él, con rapidez, dejando las ropas tiradas en el suelo. Pude entonces admirar lo que yo intuía a través de sus ropas: un hermoso cuerpo de hombre, macizo, grueso y musculoso, torso ancho, un abdomen bastante prominente, pero duro. Tenía el aspecto de un fauno, al menos como me representaba a los faunos. Su pecho vigoroso estaba poblado de una mata de vellos ensortijados, parcialmente canosos y sus gruesos muslos, musculosos y fuertes parecían proclamar su condición de macho, subrayada por su verga tiesa, gruesa, de unos 20 cm, circuncidada, rosada, surcada por venas gruesas, y coronada por un glande perfecto, sonrosado, partido en dos en su parte inferior.,

Me quedé con la boca abierta, con admiración mezclada con deseo incontenible, mientras mis ojos viajaban desde su corpachón hermoso hacia su herramienta preciosa, con sus huevos grandes y tentadores, colgando a ambos lados. En mi rol femenino, me enloquecen los machos fornidos y dominantes

-Eres…. Eres maravilloso….eres el macho soñado…-balbucí

Me acerqué y me arrodillé enfrente a él., quedando a mi alcance su pene. Como hipnotizado, tomé la bella herramienta con ambas manos. Era linda, suave y tersa. Su grosor era enloquecedor. Besé suavemente su punta, en la que ya asomaba una porción pequeña de liquido preseminal, que sorbí con la punta de la lengua, paladeando su sabor dulce. Luego pasé la lengua por el tronco, percibiendo el sabor algo ácido de su piel y oliendo su aroma levemente agrio de macho. Cuando llegué a sus huevos los besé y me los metí uno a uno en mi boca y los chupé, suavemente y sin apuro. El gemía quedamente, sin moverse.

Seguidamente le chupé el glande, sorbiéndolo y pasándole la lengua con movimientos lentos que lo apretaban entre la lengua y el paladar. Ahora se movió rítmicamente, como si estuviera culeandome la boca, y logró meterme el ariete en toda mi boca, hasta tocar mi garganta. No lo pude engullir entero, pues no me cabía pero la sensación fue maravillosa . Comencé yo a meterlo y sacarlo, mientras con la lengua seguía saboreando su piel ardiente y suave. El me tomó la cabeza con ambas manos y me guió para retomar la fornicación oral, con velocidad y fuerza crecientes. Yo sentía que mi mandíbula se iba a desencajar, pero resistí y seguí dándole placer. Cuando el ritmo se aceleró, anunciando su orgasmo y yo me preparaba para recibir su descarga y tragarla toda, él se contuvo y retiró la verga de mi boca.

-Eres una delicia-me dijo-pero dejemos eso para más adelante. Ven, vamos a la cama, que te quiero penetrar

Enardecido, ansioso, lo obedecí. El se acostó de espaldas y me invitó a subirme sobre él. –Ven, móntate tu misma…-me ordenó, mientras sacaba un pomo de lubricante del velador.-Ponte esta crema….

-No quiero condon- le pedí.

Me puse mucha crema en mi agujero y me puse a horcajadas sobre él. La verga quedó entre mis nalgas, y yo me solazé con el contacto. Me incliné hacia delante, sin separar mi trasero del contacto con el pene desnudo, y le besé la boca, con fruición y abandono femenino. Mientras lo hacía me fui acomodando poco a poco, hasta conseguir que la punta se insinuara en mi orificio. Seguí presionando hacia abajo para que la cabeza comenzara a entrar. No me dolió. Fue rico sentir como esa tibieza dura me penetraba hasta que el glande quedó adentro. Entonces, él me tomó de las caderas y me clavó de un golpe, jalando hacia sí. Grité, de felicidad. Me incorporé, quedando mi cuerpo vertical y abrí mis piernas para quedar sentado en su ariete, y me relajé por completo, para permitir que mis nalgas abiertas descansaran en el pubis prominente de mi hombre, arqueando mi espalda y levantando hacia atrás la grupa. Quedé en extasis, moviendome suavemente para que la piel ultrasensible de mi periné saboreara el contacto íntimo con esa pelvis que comenzó a moverse , también lentamente, aumentando el placer, Yo no me moví entonces, solo me concentré en sentirlo, e disfrutar del empalamiento y del contacto de mi entrepierna con su pubis, sólo atiné a apretar y soltar mi esfínter para acariciar y exprimir su pene.

El inmenso placer, que compartimos en esos momentos era incomparable, ambos gemíamos y jadeábamos. Yo nunca había sentido tal placer y creo que yo nunca había dado tanto placer a alguien, sea hombre o mujer.

El movimiento cadencioso siguió, lento, con un crescendo apenas perceptible, que fue marcando el ritmo de nuestra creciente excitación. Ambos estábamos con los ojos cerrados, gemíamos suavemente y nos concentrábamos en dar y recibir placer. Sus manos me acariciaban las caderas y las nalgas, haciéndome electrizar toda la piel, y las mías le tocaban con las yemas de los dedos su pecho velludo y musculoso.

Luego de un rato, se acercó nuestro clímax. Sentí que mi orgasmo estaba muy próximo, y que acabaría sin siquiera tocarme el pene, que estaba tan rigido como el que tenía adentro de mi entraña. El también aceleró su respiración y comenzó a moverse más rápido. Finalmente vino el estallido de su verga que inundó de semen mi culo, mientras él gritaba y golpeaba mi trasero con su pelvis. Casi al unísono, yo acabé, inundando de semen su vientre, sin dejar de moverme y gimiendo con un ronroneo casi femenino. Mi culo devolvió parte del semen permitiendo que se lubricara aún más el contacto entre mi piel perineal y su pubis duro y dominante, aumentando el placer que me había proporcionado.

Disfrutamos un rato largo el clímax casi simultaneo, ya que él mantuvo una erección deliciosa que saboreé por algunos minutos. Finalmente caímos uno en brazos del otro.

Muy pronto continuamos haciendo el amor, pero eso será motivo de otro relato