Comenzando una nueva vida

Un chico cualquiera una noche cualquiera

Sentía su presencia a mi lado. Me hayaba tumbado en la cama de lado, desnudo en la calurosa noche de verano. Su cuerpo también desnudo, estaba muy cerca de mí, tanto que notaba como su entrepierna tocaba mi culo. Ese hecho, no me estaba dejando dormir. En cambio, si notaba como mi pene estaba duro a más no poder. El hecho de tenerle cerca con ese aroma embriagador de su colonia, mezclado con el sudor del día, no me dejaba conciliar el sueño.

No pude esperar. Con mi mano, empecé a acariciar suavemente su miembro. Él lo notó. Tal vez no estaba tan dormido como yo suponía. Lo masajeé con suavidad, notando poco a poco como iba creciendo en mi mano. No era un gran miembro en tamaño, pero si era gordito. A los segundos de tocarlo, empecé a notar como su glande empezaba a colarse por entre mis nalgas, ya que iba creciendo. Él me acarició el pezón izquierdo con sus dedos. Solo eso, ya consiguió que mi líquido preseminal apareciera en mi punta.

En un momento dado, acerqué más mi culo hacia su pene. Con un poco de saliva, me lubriqué levemente el ano, y apreté más hacia él. El al notarlo, también se echó saliva sobre su miembro, y empujó. Fue indescriptible. De un empellón entró. Ni él ni yo nos lo esperábamos, ya que en realidad esa era mi segunda vez con un hombre.

Nunca me había considerado heterosexual, pero tampoco gay.

Su pene entró de tal manera que todos los ápices de mi cuerpo se erizaron. Mi piel se hizo aún más sensible, pero él en vez de hacerlo con más suavidad, después del primer momento de asombro, empezó a empujar con fuerza. Mi culo se rompía. Pero mi pene disfrutaba. Sentía una mezcla de dolor y placer que no puedo describir. Cada pellizco en mis pezones me acercaba más y más al orgasmo, y cada sacudida en mi ano, me acercaba más y más al éxtasis que deseaba. Siguió así un par de minutos, hasta que de un movimiento me puso a cuatro patas. Mi pene duro, casi rozaba la cama igualmente. Me cogió los dos brazos y me los colocó a la espalda y con una funda de la almohada que había quitado, me los ató a la espalda. Me cogió de la cabeza tirando de los pelos y me tiró hacia atrás. Cada penetración era si cabe más dura. Mi culo empezaba a arder y a dolerme más cada vez. Estaba pasando del placer al dolor, pero también mi cabeza funcionaba, y la situación me estaba poniendo tanto que era capaz de aguantar.

Él siguió así lo que a mi me parecieron horas. Cuando paró, fue unicamente para darme la vuelta, y después de echarme más saliva, volvió a meterla hasta el fondo. Ahora, con las manos apoyadas en la cama bajo mi espalda, podía verle en todo su esplendor. Sus pectorales depilados, se marcaban cada vez que sus brazos hacían fuerza sobre mi cintura para acercarme más a él en cada penetración. Alguna gota de sudor caía por su nariz y su pecho, y muchas de ellas me caían a mí. Su pelo moreno, ahora despeinado caía por su frente. Yo solo podía morderme el labio inferior.

Mi cuerpo estaba siendo manejado por ese hombre que había conocido hacía unos días. Yo estaba en pleno éxtasis. No podía dejar de mirarlo, pero los ojos en cambio estaban peleando conmigo intentando hacerlo. El placer que me estaba dando por segunda vez en mi vida no era comparable con nada de lo que hubiera experimentado.

De repente paró, me sacó el miembro del ano, y sin preguntar, me puso los testículos sobre la boca y casi se sentó. Y yo que iba a hacer... Abrí la boca y me los comí. Primero uno y luego el otro, luego los dos. No paré hasta que él se levantó un poco, solo para dejar hueco para cogerme de los pelos y tirar de mi cabeza hacia arriba para introducirme su miembro en la boca. He de decir que nunca había pensado que lo chuparía así, después de haber estado dentro de mí, pero me dio mucho morbo. No tuvo piedad. En muy poco tiempo, estaba siendo penetrado por mi boca como si de mi ano se tratara. Mi nariz no hacía más que tocar su cuerpo y ser aplastada, y sus testículos golpeaban mi barbilla. Varias arcadas me vinieron, y la falta de aire se hizo eterna, pero para cuando me quise dar cuenta , ya se había ido. Volvió a ponerse cerca de mi ano, pero esta vez, aunque el siguió de rodillas, me puso de lado, y me penetró. Como en la vez anterior sin cuidado, de un empellón. Por suerte ahora mi pene estaba bien embadurnado de mi saliva y entró rápidamente.

Me corrí. No pude evitarlo, esa postura y el morbo de todo lo que me había hecho, provocó que me corriera en el mejor orgasmo que había tenido. Sin embargo, el siguió. De hecho, lo que hizo fue recoger mi semen y metermelo en la boca para que me lo tragara. Mi culo seguía siendo taladrado por ese miembro y mi pene no desfalleció. Siguió duro entre mis piernas, mientras me follaba.

Paró. Empezó a moverse más despacioy noté como algo me salpicaba por dentro. Se había corrido dentro de mí, y la verdad es que me estaba dando mucho morbo. Sacó su pene de mi ano, que estaba palpitándome, y con su miembro, salió también parte del semen. Él me lo acercó, y yo la verdad tan cachondo como estaba se lo lamí hasta que se lo limpié.

Me desató.

  • Ve a lavarte.

-Voy- contesté mientras me frotaba las manos y los brazos recién liberados.

Me fui al baño y me senté en el váter. Solté el semen restante y después me di un agua en el vidé.

Cuando volvía a la cama, ahí me estaba esperando. Su pene ya blando, caía sobre su cadera. Yo me acerqué y me tumbé en la cama a su lado. Cuando miré el reloj, pensé que había merecido la pena, pero al día siguiente tocaba trabajar. Así que intenté dormir. Él me abrazó y me dio un beso. Su lengua repasó mis labios despacio, como queriéndo memorizarlos con ella. Mi pene de nuevo empezó a levantarse. Pero no podía haber más sexo. Tenía que dormir. Con cariño, le separé de mi, después de darle un beso en el cuello, y me tumbé para intentar conciliar el sueño. Diez minutos después lo conseguí, con aquel moreno abrazándome para que no me escapara. Como si en verdad fuera a hacerlo.