Come, Reza, Folla
Laura, estudiante de periodismo, se adentra en el cerrado mundo de las sectas religiosas
“Se me está haciendo el día muy pesado hoy” - iba pensando Laura, conforme se acercaba a la mesa a tomar nota. - Menos mal que en una hora acabo ya-. Miró a sus clientes. Eran cuatro amigos, de entre 19 y 20 años como mucho, los cuales la escanearon de arriba abajo, mientras sonreían picaronamente.
Que tal chicos, ¿os tomo nota ya?- preguntó Laura en tono amistoso.
Si- contestó uno de ellos.- Queremos un cubo de botellines y unas alitas, por favor-
De acuerdo. ¿Algo más? Hoy jueves tenemos 2x1 en raciones de nachos, si os apetece- dijo Laura con una sonrisa. Lo cierto- pensaba para sí mientras hablaba- es que no sé por qué me esfuerzo en vender más, cuando luego sigo cobrando la misma mierda. A ver si al menos estos niños me dejan algo de propina. Por cierto, ahora le echo un vistazo al bote-.
Nada más, gracias- prosiguió el chico, algo intimidado.
Fue a llevar la comanda a cocina, cuando vio de camino a su compañera Ana, a la cual agarró del brazo y apartó a un lado. -Que tal Anita, como vas. Yo estoy hasta el coño ya- dijo- ¿Hasta qué hora estás hoy?
Salgo a las 11, salvo excepción. De todas formas me deben horas así que no me quedaría igualmente - contestó Ana.
¡Genial!. Vámonos luego un rato a bailar, porfa-dijo Laura- que hace un montón que no coincidimos con estos horarios. Ya he quedado con un par de amigos, que seguro que te gustan-dijo guiñándole un ojo.
No puedo Lau- respondió Ana- mañana tengo reunión por la tarde, y no puedo ir con resaca.
No me digas que con el grupo ese del Opus al que vas últimamente. Ana cielo, me preocupas-dijo Laura- Esos grupos son sectas que te lavan el cerebro. Además, mañana es viernes, ¿vas a malgastar el día yendo con esa gente?
No es un grupo del Opus- contestó Ana, - lo sabes perfectamente.
¿Cómo se llamaban, que no me acuerdo?- prosiguió Laura, burlándose.
La Iglesia Adventurista del Sexto Día-dijo Ana.-Son un grupo muy serio, y mi guía espiritual. Si no puedes entenderlo, al menos respétalo y no te rías- añadió con rotundidad.
Vale tía, no te enfades. Ya iremos de fiesta otro día- respondió Laura algo decepcionada.
Laura entregó la comanda y atendió un par de mesas más, tras las cuales hizo su cierre de caja y se fue al vestuario a cambiarse. Mientras salía del local uno de los chicos de la mesa que atendió hace unos minutos le hizo señas para que se acercase, pero Laura pasó de largo. Una vez fuera, quedó con sus amigos y se fueron más tarde a un local que había cerca.
A la mañana siguiente, se despertó algo desorientada. Su cuerpo estaba mojado, sudoroso. Notaba sus tetas agarradas por dos delicadas manos. Miró hacia ambos lados de su cama: no dormía sola. Las imágenes de la noche anterior empezaron a acudir como relámpagos. Empezó a recordar cómo volvió a casa borracha, acompañada de Tania (guapa, con las tetas medianas y culazo) y Eduardo, el novio de Sandra, una de sus mejores amigas. Nada más entrar en el piso, recordó cómo las palabras y los jadeos dieron paso a los besos y las caricias. Fue entonces cuando Laura les llevó a ambos de la mano hacia su habitación, y empezaron a desnudarse ansiosamente. Mientras saboreaba los pechos de Tania, Eduardo le acariciaba fogosamente el trasero.
Otro flash, y Laura recordó entonces estar tumbada a cuatro patas, comiéndose el peludo coño de Tania, mientras Eduardo la follaba por detrás, con su polla gruesa pero no muy larga. Tania no hacía más que chillar descontroladamente, lo que ponía más cachonda a Laura, que metía su lengua lo más profundo que podía, tragándose todos los jugos. Tras varios cambios de postura, jadeos e intercambio mutuo de besos, finalmente Laura quedó boca arriba lamiendo la vagina de Tania, que estaba sentada en su cara, mientras Eduardo seguía penetrándola. El orgasmo no tardó mucho en llegar, tras lo cual Eduardo la llenó de semen por dentro, y Tania mojaba su cara y sábanas con su tremenda corrida. Luego debieron de quedarse dormidos como estaban ahora, Laura entre medias de los dos, con las manos de Tania en sus tetas, y Eduardo abrazado a ella como un niño pequeño abrazando su juguete de buenas noches.
Laura se levantó y fue a prepararse un café. No había nadie en el piso, así que se tumbó tranquilamente en el sofá a ver la tele. Después se metió a la ducha, donde se relajó (se masturbó un rato pensando en la noche anterior). Al terminar, vio que Eduardo y Tania seguían en su cama, por lo que les despertó a ambos con un beso y les despidió, diciendo que tenía que ponerse a trabajar en su proyecto desde temprano, cosa que además era cierta. Cuando se fueron se decidió a empezar el trabajo de Redacción Periodística: Géneros de Análisis y Opinión, asignatura de cuarto de la carrera que ella cursaba. El profesor de esta asignatura era un hueso duro de roer, muy exigente y quisquilloso, y además de aprobar el examen, para superar la asignatura había que entregar un trabajo de investigación, cuya temática te dejaba elegir. Trabajo que tenía que entregar dentro de un mes, y que ni siquiera había empezado a plantearse sobre qué iba a tratar.
Tras media hora mirando por la ventana pensando, se le vino a la cabeza la conversación con Ana, su compañera de trabajo. Pensó que describir el funcionamiento y vida diaria de las personas que seguían la fe de la Iglesia Adventurista sería una buena idea que su profesor valoraría, por su diferencia sobre el resto de temáticas comunes que de seguro trataría el resto del alumnado. Así que decidió buscar más información sobre este grupo religioso en Internet.
A ver- murmuró para sí Laura- aquí pone que son cristianos igual, pero consideran que habrá un juicio divino antes de la llegada de Cristo sobre la tierra……[.]Marcas de la bestia…..ángeles del apocalipsis…….
Tras un rato investigando sobre ellos, dio con un número al que llamar. Tras marcar en su teléfono dicho número, una voz femenina contestó al otro lado. Le dieron más o menos la misma información que ya había adquirido buceando en la red, pero además la insistieron en que era mejor comprobarlo en persona en uno de sus días de visita al público, donde podría hablar directamente con varios sacerdotes de esta orden y, si estaba interesada, pedir inscribirse como creyente.
Laura decidió entonces que definitivamente haría su trabajo sobre este grupo, para lo cual llamó a Ana para preguntarle qué días eran los que se podía visitar.
Anita, cielo-dijo Laura- como estas
Hola Lau-contestó Ana
Oye, ¿no tenías hoy una reunión con tu grupo religioso?-prosiguió Laura. -Me preguntaba si podría acompañarte.
Claro, pero espera-dijo Ana-¿Por qué quieres acompañarme, si tú eres precisamente todo lo contrario a creer en algo? Además, si lo consideras una secta.
No seas tonta-dijo Laura……..-Bueno, te lo diré. Es que verás, voy a hacer una redacción sobre la Iglesia Adventurista del sexto día, y quien mejor para introducirme dentro que tú, que ya eres miembro o creyente o lo que sea. Solo quiero un poco de información más allá de: “somos un grupo espiritual amante de Cristo y defensor de la vida…” y esas cosas.
Bueno-respondió Ana dubitativa- con la condición de que sepas comportarte, y respetes lo que significa para mí y para el resto de adventuristas.
Te lo prometo- dijo Laura
Así, quedaron para ese mismo día a las siete. Ana pasó a recogerla en coche, y marcharon para el monasterio, que estaba en las afueras de un pueblo cercano. Una vez que llegaron, ya fuera del coche, Laura se detuvo un rato a observar dicho monasterio. La verdad es que era bastante pequeño, muy bien cuidado para la antigüedad que se veía que tenía. Había unos cuantos sacerdotes en la puerta observando el paisaje de alrededor (bastante colorido y alegre, entre árboles, los cuales atravesaba una pequeña valla de madera que rodeaba la entrada al monasterio) y un grupo de personas enfrente de la puerta reunidas en coro charlando entre sí.
Ana se adelantó a saludarles, tras lo cual procedió a presentarles a Laura, quien educadamente saludó con una sonrisa. Juntos se encaminaron hacia dentro, donde les esperaba un sacerdote bastante atractivo, al cual Laura le echó un vistazo de arriba abajo. Ana y su amiga se pararon en lo que debía ser la recepción, mientras las demás chicas del grupo continuaron caminando.
Ana-dijo Laura antes de llegar a la entrada.- Son todas chicas. ¿Es que este grupo es solo femenino?
No-contestó Ana- pero casi nunca suelen aceptar chicos como novicios aquí. Hace unos meses sí que había un chico, pero ahora somos todas chicas, sí.
Laura se extrañó un poco ante este hecho. No obstante, decidió dejarlo pasar cuando el sacerdote atractivo se les acercó.
Que tal chicas-dijo. Vaya, parece que tenemos una visitante nueva.
Sí-contestó Laura. Me gustaría saber más sobre esta orden-añadió, con expresión jovial. –Creo que he estado ignorando mi fe durante mucho tiempo, y ahora siento que quiero recuperarla.
Ana la miró de reojo con cierto enfado. Notaba cómo Laura le ponía ojitos al padre Damián, y lo que era peor, como a éste le atraía su amiga. Laura era muy bonita, con unos ojos verdes penetrantes y unas tetas que, por su tamaño, se marcaban irremediablemente tras la camiseta. Entendía que gustase a los hombres, y el padre Damián lo era (bien lo sabía ella). Ana sintió una pizca de celos.
La visita de Laura duró en torno a una hora. El padre Damián le estuvo enseñando el monasterio por dentro. Consistía de tres bloques de habitaciones unidos por un pequeño patio, con una fuente decorándolo en el centro, rodeada de arbustos y flores de diversos y variopintos colores. Varios bancos de piedra decorados con rosas en sus lados recorrían horizontalmente un pequeño pasillo que conducía hacia el bloque de habitaciones más grande. Un pequeño techado sujetado por columnas anunciaba una pequeña puerta encumbrada por un arco apuntado al estilo Gótico. De seguro que dentro se encontraban los aposentos del dirigente del monasterio.
Miró hacia la derecha, y vio otro pequeño edificio, al cual se dirigían en fila india unas cuantas chicas de las del grupo de antes, todas vestidas de blanco y con la cabeza mirando al suelo, en actitud penitente. Los vestidos iban bien ceñidos al cuerpo, por lo que se marcaban los pechos y culos de las obedientes fieles. Además, llevaban atadas al cuello un pañuelo rojo con un pequeño símbolo grabado en él.
El padre Damián le estuvo explicando a Laura los quehaceres diarios a los que se enfrentaban cada día los que vivían bajo régimen de internamiento, así como los deberes y obligaciones de los novicios y feligreses que no lo hacían, como era el caso de su amiga Ana. No eran muy estrictos; eso sí, ponían mucho énfasis en la asistencia obligatoria los días requeridos y en las fiestas sagradas, y en la obediencia sobre todo al arzobispo cuando venía de visita, cuyos mandatos debían cumplirse siempre a rajatabla. Además, para inscribirse en la Iglesia Adventurista, era necesario pasar antes por un período de purificación de tres días, en los cuales los espíritus malignos de los placeres mundanos deberían abandonar las almas de aquellos que desearan recibir la iluminación del Señor. Para ello, tendría que pasar los tres días interna en el monasterio.
Laura accedió, y concertó para el siguiente fin de semana su internamiento para poder ser reconocida como feligresa de la orden. A la vuelta a su casa, mientras Ana conversaba con ella sobre el significado de la fe, la devoción y demás cosas, Laura pensaba absorta en si había hecho bien en concertar cita para entrar en esa secta, y en si podría ser peligroso para ella. Además, había algo extraño en el padre Damián. Una parte de ella se sentía alerta. No era capaz de explicarlo, pero le parecía como si tras esos ojos grandes se escondiera algún vicio degenerado oculto. Cuando llegó a casa, no pudo evitar masturbarse pensando en él, imaginándose cómo el sacerdote la tomaba y la poseía fieramente, con las manos posadas en su cuello, mientras sus sumisas fieles les contemplaban en el patio interior del monasterio. El orgasmo la sacudió al poco rato, impregnando los dedos de su mano.
La semana pasó sin demasiados contratiempos. Empezó con su trabajo, introduciendo en él su primer contacto con la orden-secta religiosa, y las sensaciones que le había causado. Finalmente llegó el día viernes. Laura tenía preparada la maleta para lo que serían tres días, con ropa suficiente, portátil y cuadernos de apuntes. Ana timbró abajo y Laura salió del piso. Saludó a su amiga y se introdujo en el asiento del copiloto del coche. Ambas marcharon hacia el monasterio.
Al llegar las recibió el padre Damián. Iba vestido con toda la parafernalia propia del sacerdote cuando da la misa: Alba, Cíngulo, Estola y Casulla. Llevaba además un alzacuello de un rojo intenso en vez del clásico color blanco, algo que llamó la atención de Laura.
Bienvenida Laura- dijo el padre Damián con una sonrisa. –Ven a mi despacho, donde te explicaré cómo va a ser tu proceso de purificación. Ana, ya sabes a donde ir-añadió, mirándola severamente.
De acuerdo-contestaron ambas chicas.
Laura siguió al padre Damián, pasando por el patio interior hasta la casa principal. Una vez dentro, penetraron hasta un pequeño despacho, donde el sacerdote le dijo a Laura que se sentase, tras lo cual el hizo lo propio tras las mesa de madera.
Laura, voy a comentarte cómo va a ser el proceso-dijo el cura.-Pasarás aquí la noche de hoy, todo el día de mañana y el de pasado. Aquí tenemos horarios estrictos en cuanto a las comidas y los rezos obligatorios, uno al mediodía, otro antes de la cena, así que deberás cumplirlos. Hoy será tu rito de iniciación, que presidiré yo mismo, que consiste en una confesión de tus pecados y el posterior bautismo purificante. Mañana vendrá el arzobispo Hernández, quien querrá conocerte y te supervisará hasta el domingo, día en que te marches convertida ya en feligresa adventista.
En el adventurismo del sexto día hay tres grados: Feligrés, Sacerdote, Ordenante y Maestro. Los feligreses o novicios deben seguir todas las órdenes sin protestar, de lo contrario serán castigados. Los sacerdotes llevan a cabo los ritos de iniciación y secundarios, además de cuidar y enseñar la obediencia a sus novicios. Los ordenantes llevan el control de los sacerdotes y los coordinan según la voluntad del maestro, quien deviene alto rango de la iglesia, generalmente obispo u arzobispo, que dirige y concede la bendición del espíritu santo, y tiene el poder divino de eliminar los vicios y las impurezas del cuerpo. Si sigues con devoción los mandatos divinos que se te impongan, alcanzarás la gloria y podrás salvar tu alma.
De acuerdo-dijo Laura. -Estoy impaciente por empezar mi iniciación-prosiguió Laura sonriendo.
Al sacerdote se le escapó una pequeña mueca de satisfacción. Desde luego que esta chica, aunque disimule con su imagen de niña inocente, tiene el vicio dentro-pensaba para sí.- Es diferente a las otras, curiosa. Aquí tiene futuro. Lo vamos a pasar muy bien, pequeña zorrita……
El padre Damián indicó a Laura el camino hacia el vestuario de chicas, y le dio el ropaje de iniciación novicia, consistente en un vestido corto, blanco, bastante apretado, con un pañuelo color rojo con grabado incluido que debía atarse al cuello, cinturón negro fino ceñido a la cintura y botines negros con tacones (lo cual la extrañó). Debía ir además con el pelo recogido en forma de coleta y los labios pintados de rojo. Una vez vestida, la indicaron que debía ir a la capilla, donde le esperaba el sacerdote. –Vale Laurita-dijo para sí, según llegaba.- Empecemos el show.
Bienvenida-dijo el cura. Lo primero, deja que te vea…….bien, llevas todo bien puesto-añadió, con lujuria. Vamos, pasa al confesionario. Lo primero es lo primero.
Vale-dijo Laura. Pero eso si padre, tengo que decirle que hace mucho que no voy a la iglesia, por lo que no sé si sabré hacer todo conforme a lo que se suele hacer en la misa.
No te preocupes-dijo Damián.- Solo vas a confesarte, hija mía. Otra cosa, cuando te dirijas a alguien con rango superior al tuyo, como es mi caso, debes terminar siempre con un “si, padre”, o bien “sí, señor”.
Sí, padre-contestó Laura.
Ambos pasaron al confesionario, poniéndose Laura tras la rejilla y el cura dentro del pequeño cubículo.
-Bien. Vamos allá. Veamos…… ¿Hay algún pecado que quieras confesarme, hija mía?
Laura se sonrojó. -De todo jajaja-reflexionaba. –Sí, padre-contestó.- Pero no sé por dónde empezar……….
-Puedes empezar, si quieres, por esta semana-dijo el sacerdote.
-Vale. Hace dos días me acosté con mi compañero de piso para que me ayudase con el alquiler de mi habitación, porque este mes no llegaba, padre-dijo Laura.
-De acuerdo. ¿Podrías relatarme el suceso, hija mía?
-Sí, padre. Verá, yo comparto piso con dos compañeros de mi grupo de baile. Uno de ellos, Carlos, sé que anda pillado por mí desde hace tiempo. Es un chico muy simpático y buena gente, aunque físicamente no me atrae mucho. El caso es que me faltaba dinero porque me pasé un poco con ciertas compras, por lo que decidí seducirle y pedirle después algo de dinero prestado para pagar, poquita cosa, padre.
-Sigue, hija mía.
-Estábamos ambos en la cocina, solos, y decidí lanzarme. Me puse cerca de él enseñando mis grandes tetas (llevaba un suéter medio abierto). Él empezó a sonrojarse, por lo que decidí actuar, y llevé mi mano a su paquete, lo cual me sorprendió el tamaño que por encima de la ropa el tacto me hacía entender. Nos besamos, y le llevé de la mano a mi habitación.
-Cuéntame hija, con todo lujo de detalles
-Sí, padre. Una vez dentro, directamente me puse de rodillas y le quité el pantalón vaquero. Metí mi mano por debajo de los calzoncillos y su polla saltó como un resorte. Rápidamente me la metí en la boca. Carlos debía estar excitadísimo, pues mantenía los ojos cerrados y no paraba de jadear silenciosamente. Durante la mamada a ese pollón, no paraba de mirarle con mis ojos verdes, y él me devolvía la mirada como un perrito abandonado, el cual desea que su ama le cuide. No quería que se corriese aún, por lo que me detuve y empecé a desnudarme. Cuando dejé libres mis soles gemelos de la prisión del sostén, Carlos se lanzó ávido a mamarlas. Como mis tetas son muy grandes, no le cabían enteras en la boca. Le agarré fuertemente de la cabeza, noté que le gustaba que lo hiciera, por lo que aumenté mi fuerza sobre ella. Después de un buen rato de chupar mis pezones (le encantaban mis tetas, no le juzgo, no hay nada como un buen par de tetas), le guié autoritariamente con mi mano hasta mi vagina.
-Prosigue-dijo el sacerdote, con la voz entrecortada.
-Carlos no era muy bueno comiendo coño, todo hay que decirlo. Se notaba que le faltaba experiencia, no coordinaba bien la lengua y despegaba su boca, y a mí me gusta que cuando me lo coman, me metan la lengua despacio, bien extendida, recorriéndome toda la vagina hasta el clítoris, lamiéndome sin prisas pero intensamente; para después aumentar el ritmo poco a poco, sin despegar la boca de mi cuevita y meneando la cabeza, con la lengüita presionando y chupando mi botoncito en alternancia con sus dedos dentro de mí vagina o mi ano. Carlos sin embargo apenas me rozaba con la punta de la lengua, lo que me ponía nerviosa, y sus dedos se movían torpemente, con temblores como queriendo acariciarme, miedoso.
-Debo entender entonces, hija mía, que no estabas recibiendo el placer que merecías-dijo el sacerdote.
-Así es, padre-dijo Laura. –Así que le ordené que me follase a cuatro patas. Ahí Carlos mejoró, pues con su pollón nada desdeñable me rellenaba enteramente, metiéndomela toda rápidamente, chocando con sus peludos huevos en mis nalgas, cosa que le agradecía con gemidos. A mí me gusta que cuando me follen lo hagan agresivamente, sin contemplaciones. Teniendo en cuenta como es Carlos, tendría que forzarle a ello, por lo que le vez en cuando le profería algún que otro insulto o humillación, con la intención de enfadarle, a lo que él parecía reaccionar follándome más duro, que es lo que pretendía. El chico no duró mucho tiempo y me llenó de leche, en varios espasmos que parecía no poder controlar. No le culpo, teniendo en cuenta el trasero que poseo y mi forma de moverme cuando se me folla adecuadamente. Inmediatamente después me corrí yo también.
-Comprendo-dijo el padre Damián. -¿Qué pasó después?
-Nos besamos un rato, y luego le pedí con cariños el dinero, a lo cual él accedió de buena gana. Luego me sentí como una auténtica puta.
-¿Y te gustó sentirte así?-preguntó el padre
-Debo confesar que sí, padre -contestó Laura. –Me sentí empoderada al usar mi cuerpo para conseguir mis fines.
-De acuerdo-murmuró el sacerdote. Estos pecados tuyos requieren de mucha penitencia, pues además están concentrados en muy poco tiempo-añadió excitado.- Así que aquí te dejo tu proceder para tu redención. Por intercambiar sexo por dinero como una prostituta, diez avemarías.
-Sí, padre-contestó Laura, excitada también.
-Por engañar y seducir maliciosamente a un amigo, diez padrenuestros.
-Como usted ordene, padre.
-Por ejercer el sexo de forma lasciva, en contra de los mandatos del señor, y desear oscuros actos masoquistas, otros cinco avemarías.
-Sí, padre mío-Contestó Laura, que disimuladamente empezaba ya a tocarse por debajo del vestido.
-¿Algún acto pecaminoso más durante esta semana, hija mía?- preguntó de nuevo el padre Damián, ya con la polla a punto de reventarle debajo de sus vestiduras.
-Otro más, señor mío-dijo Laura.- Hace seis días, después de venir a visitar este monasterio, y de conocerle a usted, me masturbé ansiosamente, deseando que su santidad me follase, tocándome y penetrándome con mis dedos, y con toda la mano después, hasta introducirme el puño entero. Empecé a correrme mientras me imaginaba como se corría usted en mi boca, tragando yo entonces todo el rico semen que fuese usted capaz de darme, mientras a su vez le acariciaba suavemente los testículos.
El sacerdote se metió la mano por debajo y empezó a menearse despacio la polla de arriba abajo.- Hija mía, a veces la imaginación es influenciada por el maligno, y nos hace presos de él. Hay que tener cuidado con los pensamientos desbocados que nos conducen por la senda equivocada. Para redimirte, deberás rezar cinco veces más el padrenuestro.
-Así lo acepto, padre-dijo Laura, jadeando.
-Ahora, de rodillas, reza por la salvación de tu alma, arrepiéntete de tus pecados, y ven a recibir la gracia del espíritu santo-dijo el padre Damián.
Acto seguido, Laura, que ya no aguantaba más, entró dentro del cubículo, donde se encontraron y empezaron a besarse ansiosamente. El sacerdote agarró a Laura por el culo y la subió encima de él, mientras que Laura aprovechaba para quitarle las vestimentas de la parte superior. Laura empezó entonces a bajar besando su cuello, posando sus manos en los pectorales del cura, que estaban bastante trabajados para su profesión, y el padre Damián le desabrochaba el vestido blanco, tras quitarle el cinturón. Saltaron al reducido espacio compartido dos enormes tetas, con los pezones grandes y endurecidos, fruto de la excitación. Con sus grandes manos se lanzó a amasarlas, mientras degustaba deliciosamente todo su contorno, succionando después sus pezones, queriendo meterse las dos tetas en la boca a la vez.
Laura gemía y gemía.-Sí, padre, sí-alcanzaba a decir, entre susurros. Mantenía fuertemente agarrado al sacerdote del pelo, con la intención de que no se separase de sus tetas. Cuando el sacerdote decidió alternar las succiones entre una teta y la otra, Laura aprovechó para meter su mano debajo del vestido de la parte de abajo del cura, donde se encontró con una polla muy dura, con un poco de precum en la punta, y unos huevos grandes y depilados. El padre Damián cambió sus manos de posición y las dirigió hacia el culo de la chica, la cual todavía llevaba la parte de abajo puesta. Mientras que con la mano derecha alcanzaba para cubrir todo el contorno de su culo, agarrándolo fuertemente, con la mano izquierda empezó a acariciar el contorno del ano de Laura, tras hacer su prenda interior a un lado.
Laura se desembarazó del agarre cogiendo las manos del sacerdote y llevándolas nuevamente a sus tetas, mientras ella empezaba el camino del descenso hasta su miembro, acariciando el torso y abdominales perfectamente definidos del cura. –Así, hija mía, debes iniciar el camino hacia tu redención- dijo el sacerdote, a la vez que con su mano derecha agarraba a Laura de la cabeza, empujándola a agacharse. –Sí, padre-respondió Laura, que fue retirando lo que le quedaba de prendas al padre Damián, dejándole con su mástil al aire.
Laura procedió a metérsela en la boca, pero el sacerdote la detuvo.-Hija mía, primero debes lamerme los huevos. Métetelos uno a uno primero, y luego quiero que trates de introducirlos a la vez en esa preciosa boca tuya. ¿Entendido?
-Sus deseos son órdenes para mí, padre-dijo Laura.
El sacerdote acarició el bello rostro de la chica, mientras que ella se metía su huevo derecho en la boca. Laura poseía unos labios carnosos bastante sexys, que pintados de rojo y unidos a sus ojos verdes claros la hacían irresistible.-Tendré que concentrarme en no correrme muy pronto-Pensaba el cura, mientras Laura proseguía con sus caricias bucales.-Ahora, el otro-murmuró el padre, entre suspiros. Laura cambió al huevo izquierdo, siguiendo las órdenes dadas. Alternativamente pasaba la lengua entre ambos testículos, mientras que con su mano derecha empezó con un suave sube y baja sobre el miembro, cuyo tamaño y grosor eran destacables. Instantes después el padre la agarró de nuevo por la coleta y la obligó a tragarse ambos huevos a la vez, quedando su nariz pegada a la base de su cipote, lo que permitía a Laura aspirar el aroma a polla que tan cachonda le ponía. El sacerdote entonces la agarró la cabeza con ambas manos, y Laura comprendió que era hora de que la dieran de mamar. Mientras la guiaban hacia la punta de la polla, Laura sacó su lengua, para repasar con ella el trayecto que va desde la base hasta el glande. Acto seguido, el padre Damián le metió primero el glande suavemente, pues sabía que si se la metía entera en la boca de una vez, se correría en ese preciso instante. Laura engulló envolviendo con sus preciosos labios rojos, mirando directamente a los ojos del cura, y después prosiguió lentamente hasta que se la metió dentro.
El ritmo de la mamada era controlada por el sacerdote. –Bien, hija, sigue así, el perdón de Dios no se recibe sin sacrificio- murmuraba. Laura estaba mojadísima, tanto que pensaba que de seguir así, no le sería necesario siquiera tocarse para alcanzar el clímax. El cura decidió entonces que se la chupara más rápido, ante lo cual se lo hizo saber a Laura con la mano empujando su cabeza. La punta de la polla tocaba ya la campanilla de la chica, quien se esforzaba por tragársela todo cuanto pudiera, sin dejar que sus labios se separasen y succionaran a su vez. Con sus manos libres acariciaba los testículos del santo padre, quien estaba como loco jadeando y murmurando cosas ininteligibles.
El padre Damián agarró a la chica y detuvo la mamada. –Quiero ahora probarte, hija mía. Que veas el cielo -añadió. La chica asintió pasivamente con la cabeza, y se colocó en la parte del asiento la cual llegaba a alcanzar. El padre se lanzó a comer de su coño como si su vida dependiese de ello. Era precioso, con una fina mata de vellos adornando encima.
Inicialmente se metió todo el coño en la boca, succionándolo, con su lengua aprisionando sus labios y entradita, y después fue recorriendo el coño con ella hasta llegar al clítoris. Esto fue suficiente para Laura, la cual entre gritos tuvo su primer orgasmo. El padre siguió lamiendo, alternando ahora con pequeñas penetraciones con su lengua, siendo el clítoris aprisionado por sus dedos, que se movían incansablemente. Después, metió tres de sus dedos dentro de su coñito, volviendo su lengua a atender el clítoris de la chica. -Padre mío, le amo-decía Laura-¡Quiero ver el cielo, mi Señor!
El sacerdote aumentó el ritmo de sus lamidas. Notó cómo las piernas de Laura empezaban a temblar, cómo su cuerpo se sacudía violentamente. Laura perdió la noción de la realidad, y se abandonó a un orgasmo de gigantescas magnitudes, mientras su boca, que no era capaz de controlar, gritaba como si se acabase el mundo. El padre recogió todo el maravilloso néctar que fluía de tan delicioso coño, uno de los mejores que se había comido, sin dudarlo.
Agarró a Laura del cuello.-Tu penitencia aún no ha acabado-dijo. Ahora voy a follarte, y si te portas bien, recibirás la gracia del Espíritu Santo.
De inmediato introdujo su miembro dentro del coño de la aspirante. Laura soltó otro fuerte gemido, y se agarró con sus manos al techo del cubículo, mientras que el padre Damián le sujetaba ambas piernas sobre sus hombros. Esta vez el sacerdote empezó sin contemplaciones, penetrándola fuertemente, suspirando como un animal encadenado. Con el vaivén de la penetración, el pequeño cubículo de madera empezó a tambalearse. Laura daba golpes violentos con las palmas de sus manos en el techo, y el cura embestía sin que pareciese importarle romper nada. Agarraba fuertemente las tetas de Laura, sobándolas en círculos y pellizcando de vez en cuando sus pezones. Con cada penetración, el padre Damián le iba indicando los mandamientos de una futura novicia.- Escúchame. Primer mandamiento: Obedecerás siempre al señor
Sí, padre mío-susurraba Laura.
Segundo mandamiento-dijo entre bufidos el sacerdote- Amarás siempre al Maestro y a los padres,……. por encima de ….cualquier… cosa.
Sí, señor-dijo Laura, jadeando.
Tercer manda…mien..to-……aaaahh…….-Comete..rás siempre ac..tos im…puros.
Sí, padrrree
Úuultimo man..dami…..ento: San…ti…fi…carás las fiest…aaaaaaaaaaaa-el padre Damián empezó a correrse sin control dentro de la chica, moviéndola salvajemente hacia delante y hacia atrás.
AAAAmméeeeeeeeen-gritó Laura, corriéndose a su vez.
Ambos necesitaron de unos minutos para recuperarse. Entre respiraciones entrecortadas, el sacerdote le puso la polla semidura a Laura en la boca. Ésta se limitó a limpiársela bien, degustando los restos de semen que pudieran quedar en ella, mientras el padre Damián le acariciaba suavemente la cabeza y la decía: -Recibe así la bendición del Espíritu Santo, y limpia tus pecados. Ahora, hija mía, novicia de la sagrada orden del sexto día, levántate como alma libre.
Laura entonces se puso el vestido como pudo en tan reducido espacio, y siguiendo las órdenes de su sacerdote, se encaminó hacia su vestuario, donde pudo darse una ducha y cambiarse, lista para cenar.
-Lo dicho, esta chica tiene futuro aquí-murmuraba para sí el padre Damián.-Le haré saber al sumo Maestro el devenir de los nuevos acontecimientos, seguro que aceptará de buen grado la noticia.
Más tarde, en el comedor principal del edificio contrario, Laura se encontraba con su amiga Ana guardando cola para servirse la comida. Ésta estaba ya cenando con el grupo de amigas que vio el primer día
Ana-llamó Laura.
-Tía-dijo Ana con una sonrisa. –Ven aquí, siéntate con nosotras-dijo.
Tras recoger su comida en la bandeja, Laura se encaminó hacia ellas. Tranquilamente y algo agotada, se sentó en uno de los huecos que amablemente la habían cedido.
-Dime-dijo Ana. -¿Qué te parece la orden y el monasterio? Cuéntame, cuál es tu primera impresión.
-El monasterio tiene su rollo antiguo bien conservado-dijo Laura.- La orden parece que se toma sus compromisos muy seriamente-dijo, entre carraspeos.
-¿Y el padre Damián?-preguntó Ana con sorna. Las chicas del grupo se miraron sonrientes.
-El padre Damián muy bien-contestó Laura, ante lo cual todas empezaron a reír nerviosamente. –Te lo dije-dijo Ana- hay que tener algo en lo que creer. Y añadió: -Mañana empieza lo bueno para ti. Viene de visita el Maestro, y se celebrará una fiesta en su honor (ante lo cual la guiñó un ojo). Espero, querida amiga, que completes tu redacción favorablemente, y que apruebes la asignatura.
-Eso haré, no te quepa la menor duda-dijo Laura, sorprendida ante su amiga Ana, que parecía haber pasado por el mismo proceso. ¡Con lo mojigata que le parecía!
La nueva novicia, tras terminar su cena, se dirigió a su habitación, donde se puso con su portátil a escribir en su redacción. Tras un tiempo, apagó su ordenador y la luz de su habitación, dispuesta a dormir. Si mañana venía el Maestro, quien sabe lo que esta secta de pervertidos tendrá preparado para ella. Recordó la imagen de las novicias en fila con la cabeza gacha hacia el edificio contiguo al suyo, y se preguntó qué habrían estado haciendo, y si habría alguien más dentro. ¿Lo hacían voluntariamente, si es que hacían algo, o era por medio del chantaje de algún tipo? Parecían todas tan inocentes, y jóvenes…… La verdad es que aunque temía que esas chicas acudiesen a un ritual contra su voluntad, y en tal caso debería denunciarlo, le excitaba la idea de poder verlas desnudas y sometidas.