Comando Punto G

Un día más en el comando estelar les depara alguna que otra sorpresa.

Son cinco jóvenes y un robot, con una fuerza superior, preparados "pal" ataque en medio de las galaxias.

Mikio, Hassan, Marco y Reina lucharán, había un también un niño pequeño con muchas ganas pero siempre le decían que era demasiado pequeño, así que termino por marcharse y se quedaron cuatro jóvenes y el robot. Que seguían formando el Comando Punto G, trabajando por placer y sin ánimo de lucro, usease, todo por la patria.

Llegó una mañana más en el mando estelar, el sol salío por el Este, y eso jode mazo cuando tu ventana da de ese lado. Así que Hassan, que era el que tenía su ventana de ese lado se fue directo a la ducha aunque no habían saltado ni las alarmas ni su despertador.

Tan dormido andaba que oyó, bueno, dijo que creyó oír, un grito desgarrador procedente de la habitación de Reina (que era el apellido de la chica y no tiene nada que ver con un ciclista). Entró precipitadamente en su habitación creyendo que el Comandante X, que era primo de Malcom pero tenía la misma enfermedad que Michael Jackson y por eso tenía la mitad de la cara blanca y la otra azul... pues que había entrado sin ser descubierto.

Así, y como había entrado bruscamente, no se dio cuenta de las sábanas que estaban en el suelo y se enredó con ellas, de modo que calló de tan mala manera como Michael Douglas en Tras el Corazón Verde... con la cara entre las piernas de Reina. Menudo susto que se pegó el pobre Hassan que vio ese coñito, depilado con láser por culpa de tanta batalla, ocupado por un instrumento metálico.

Pues sí, Reina, como parecía que todo el mundo hacía más caso a la batalla de los planetas que a ella, pues acabó modificando las funciones del robot y le incorporó un vibrador que se cargaba con los paseos que se daba el susodicho robot cada vez que pensaba.

La chica se asustó, al robot le dio un cortocircuito que era su función de ruborizarse y todas sus funciones se pusieron en modo de hibernación... vamos, que se paró aunque Windows no tuvo nada que ver. Dejando a Reina con su raja empapada a punto de un orgasmo pero frustrada. Lo del sol por la ventana comparado con esto era una gilipollez, y Hassan estaba ya por irse pidiendo perdón cuando Reina le cogió y le dijo que él iba a acabar lo que había estropeado, de modo que casi le arrancó el pijama y se metió su falo en la boca para ponerlo todo lo duro que pudiera... que como el acero imposible, pero se hacía lo que se podía.

Hassan no sabía dónde mirar, la puerta estaba abierta...

  • ¡¡LA PUERTA!!- se oyó en el programa de la radio "Anda ahora" de "Los 40 Imprescindibles", porque Reina tenía radio despertador.

Pero aún así, Hassan se puso cachondo, y su pene como el granito... la razón se su aspereza es otra historia que no tiene nada que ver con el láser.

Pero esto a Reina le daba igual porque ya estaba más que lubricada. Tiró a Hassan sobre las sabanas del suelo y se subió encima cabalgando como si le fuera la vida en ello. Gemía, jadeaba, gritaba... hasta que Hassan le metió parte de la sabana en la boca como pudo. Pero consiguió su propósito: correrse.

  • Gracias – le dijo Reina, mientras cogía su Cola-Coca Ligth de la mesilla de noche, le dejaba a Hassan en el suelo con cara de tonto y se fue al baño a ducharse.

Como esto era el futuro y se habían puesto tontos con lo de la capa de ozono, ahorrar agua y demás, sólo había un baño para todo el Comando, y porque al robot le habían metido en nómina como si fuera un ser humano, que sino...

Pues así salió Hassan de la habitación, cerrándola, para dirigirse a la suya y esperar para pasar al baño, y se cruzó por el pasillo con Mikio (que no tiene nada que ver con Miliki ni Milikito, pero era japonés). Mikio se fijó que Hassan iba empalmado bajo su pijama y se miró a sí mismo por si acaso él también se había levantado empalmado sin saberlo.

Como suele pasar al despertarse, Mikio iba sin escuchar, y con sus ojos rasgados no vio ni oyó que hubiera nadie en la ducha (eso dijo).

Se metió en la ducha, se disculpó al chocar con Reina, como borracho al estrellarse contra una farola y claro, Reina que seguía enganchada a la Cola-Coca, no le dio importancia y aprovechó para pedirle que le frotara la espalda.

Mikio, medio ciego pero no tonto, le hizo caso. Así, a lo tonto a lo tonto, Mikio se fue poniendo a tono (aunque seguía siendo amarillo) y Reina sintió el roce del miembro de Mikio contra sus nalgas. Esto unido al roce continuo de la esponja sobre su espalda la puso muy malita y se fue echando para atrás, arrinconando a Mikio contra un lateral de la ducha, y de este modo su verga no podía hacer otra cosa que colocarse en la rajita del culo de Reina.

La chica, que parecía volverse ninfómana por momentos, subía y bajaba sus cadera de manera que Mikio casi no podía sostenerse en pie de tanta emoción. Reina se inclinó y buscando con su mano el pene de Mikio, se lo empezó a frotar contra la entrada de su oscura caverna... hasta ensartársela. Esta vez dejó a Mikio que hiciera el trabajo, que casi parecía que iba a atravesarla como si fuera el Ave Fénix. Cada embestida era más fuerte que la anterior, tanto que en un momento Reina se dio con la cabeza en un lateral de la ducha y, mientras Mikió se corría dentro de Princesa, ésta caída desmayada por el golpe.

Mikio se creyó que fue por su estupenda corrida, así que se fue tras dejar a Reina sentada en el suelo contra la pared del baño, tras haberla secado un poco.

Para cuando Reina se despertó, Mikio ya se había ido. Reina se sentía mal por lo ocurrido y claro, acudió al que podía ser su confidente, el menos guapo de todos, Marco alias el gordo.

Pero esa mañana Marco se había despertado algo cambiado. Con tanta mutación del Ave Fénix, y debido a que era él al que acudían cada vez que había que hacer pruebas de una mejora... pues el chico había mutado. Se había convertido en una morenaza despampanante, con una figura de escándalo y una medidas que ni la Claudia Schiffer.

Al principio, esto acojona, pero como Marco nunca había tenido ocasión de sentir a una mujer, comenzó a tocarse.

Se sorprendía la facilidad con la que sus pezones se endurecían al pellizcarlos, al darles golpecitos, y le encantaba masajearse los pechos... tanto que se calentó y empezó a humedecerse. Separó sus piernas y comenzó a tocar su nuevo sexo. Al principio lo hizo bruscamente, como los hombres, pero se dio cuenta que tenía que ser delicado y frotó su clítoris con dulzura mientras con la otra mano separaba sus labios vaginales.

Así le encontró Reina, envuelta en una toalla, cuando fue a pedirle consejo, harta (en un solo día) de los hombres.

Princesa no reconoció a Marco bajo ese cuerpo, pero lo que vio le gustó y se recostó junto a él (ahora ella, llamémosla M). M no sabía qué hacer cuando Reina le saludó con un sonoro beso en los labios preguntándole si podía sola. M, por supuesto, dijo que no.

Reina le besó. Bajando por su cuello, por sus hombros, por su escote... subiendo por sus promitentes montañas para hacerse dueña de sus pezones, deleitándose en cada lamida, en cada succión, al tiempo que presionaba sus pechos y frotaba su sexo contra una de las piernas de M (que habría mutado pero tenia dos).

  • Tócame – le pedía Princesa. M comenzó a tocarla con la dulzura misma que se había dedicado anteriormente a su excitado cuerpo. Ya fuera la espalda, las nalgas, los brazos mientras chupaba los dedos de sus manos, sus pechos mientras empitonada los sonrosados pezones de Reina, hasta bajar por su vientre en busca de su sexo, pero sorprendiéndola y acariciando sus muslos primero, rozando de vez en cuando su sexo para causarle mayor excitación.

Reina se moría por ser devorada, y se colocó haciendo un 69 para chupar la mojada almeja de su nueva amiga. M me estaba muriendo de gusto y viendo tan estupendo manjar a la altura de su boca, le dedicó los mejores lametones, las mejores succiones incluso metiendo sus dedos hasta el fondo del coñito de Reina.

Los gemidos en la habitación se volvieron incontrolables, los actos también, tanto que Reina le metió un dedo en el culito de M al tiempo que otro entraba y salía de su raja. M sorprendida de que le gustara sabía que se iba a correr y le aplicó la misma medicina a Reina. Casi sin previo aviso llegaron ambas al orgasmo más intenso que habían tenido en su vida.

Así acabaron las dos, abrazadas bajo las sábanas. Reina sin hacer preguntas y M con una sonrisa de oreja a oreja.

El robot no volvió a dar paseos como antes, Hassan se pasó el resto del tiempo sin saber cómo había pasado lo que le había pasado, Mikio tiene ahora una autoestima envidiable, y M... sigue sonriendo.

Gracias Reina.