Colegiala

Demasiadas sorpresas de camino al encuentro con mi profesor

Soy una chica del prototipo latino, sexosa, linda, labios carnosos, pero sobre todo de grande tetas y buen culo.

Mi historia comienza en la universidad, ahí conocí al que hoy es mi esposo y comencé también a disfrutar y adentrarme en el mundo del sexo, poco a poco me fui descubriendo como una mujer muy pero muy fogosa, llena de fantasías y de gustos cada vez más extremos.

Mi marido me fue adentrando en caminos cada vez más perversos, y yo habida de experimentar, empecé a relajarme y conocerme más, de esta forma nos fuimos dando cuenta poco a poco de qué era lo que a cada uno nos gustaba.

Así me descubrí con un gusto muy fuerte por la ropa muy sexy, más bien de puta, entre más puta más me excitaba, además desarrollé un gusto muy fuerte por los hombres maduros, entre más grandes mejores, me calentaba mucho la diferencia de edades, que me vieran con alguien mayor y pensaran que era su hija o su puta.

Luego para acabar de rematar las cosas, me di cuenta que a mi marido se calentaba mucho con la idea de ser cornudo y a mí me encantaba la idea de ser una puta sumisa de un buen macho.

Fantaseaba con la idea de ser tratada como dama por hombre mayor durante gran parte del día para luego ser tratada como la peor callejera por el hombre en cuestión en un lapso de horas, esa combinación de caballero- macho, dama – puta, simplemente me ponía a mil, la cuestión es que esa combinación era muy pero muy difícil de lograr.

Nuestra relación se fue abriendo cada vez más, cada vez más estábamos más abiertos a explorar nuestros límites, y con cada paso nos dábamos cuenta que nuestros limites eran muy pero muy amplios, él cómo cornudo y yo como puta.

En estas primeras épocas solo identificamos que estábamos dispuestos a hacer muchas cosas, mas no necesariamente las habíamos hecho o sabíamos cómo hacerlas, fantaseábamos juntos y sabíamos que queríamos hacerlo, pero no sabíamos cómo o cuando

Como digo éramos jóvenes, y en el punto en el tiempo en el que se desarrolló mi historia, mi marido aún era mi novio, ya sabíamos los dos que éramos muy sexuales, ya me identificaba a mí misma como una perversa, pero solo en potencia, mis puterias en ese momento eran solo una fantasía que esperaba pronto convertir en realidad

Por ese tiempo yo cursaba los últimos semestres de mi carrera, mi cintura, mis enormes senos y mi culo redondo, todo estaba en su lugar, mi nueva condición de puta en potencia ya hacia su aparición y comencé a vestir de forma más provocativa, entallada y escotada.

Atrás quedo la chica conservadora y poco a poco se abría paso la mujer exhibicionista en la hoy me he convertido

Así empezó el semestre y debía de cursar una de las materias más difíciles de la carrera, el profesor tenía fama de ser muy estricto y pesado, la combinación de la actitud del maestro con la dificultad de la clase era un auténtico dolor de muelas para todos los estudiantes de la carrera.

Todos sabíamos que el aprobar esa materia era prácticamente la obtención del título, era el trago más amargo, la tarea más difícil.

Como digo, el tipo en cuestión hacia más difícil el proceso, era un hombre maduro, de más de 50 años, muy estricto y a veces grosero, nos trataba mal por igual a hombres y mujeres, y yo con una adicción a los hombres caballeros y a todo este tema ser dama y puta, pus las actitudes del tipo simplemente no eran aceptables para mí. Por lo que sabía el tipo ni siquiera era maestro, era un profesional exitoso, con mucho dinero que daba esta clase por hobbie, menudo hobbie, él se divertía y a nosotros nos daba en toda la madre.

A medio semestre más de la mitad del salón estaba reprobando, yo con mucho esfuerzo y dedicación estaba con nota aprobatoria pero muy justa, mi condición era de las mejores, solo una chica (bastante guapa, por cierto, rubia y de muy buen cuerpo) parecía no sufrir con la clase, nos aventajaba por mucho, sus notas casi perfectas, sus exámenes contestados con alto grado de certeza, parecía que ya hubiese tomado el curso varias veces o que supiera las preguntas del examen y tuviera las respuestas

Un buen día en clase no podía entender lo que se nos explicaba, el tipo me llamó atención fuertemente lo cual me molestó bastante, él era el único maestro que daba esa clase y esa clase era indispensable para graduarse, de no haber sido por eso ese día hubiera salido corriendo de ahí para dar de baja la materia.

Cuando vio que era por demás y que simplemente yo no entendía, solo me dijo en el peor de los tonos:

Pasa mañana a las 7 am a mi oficina y te explico a detalle, solo estas deteniendo al grupo, pero sé puntual y cuando digo puntual es ni un minuto antes ni uno después.

Si supiera este cabron que más de la mitad no entendía una madre de lo que decía, al menos yo lo intentaba y algo entendía, pero el resto estaba más perdido que yo.

Enojada a mas no poder no pude más que aceptar el regaño y hacerme a la idea que el día siguiente debía de levantarme muy temprano para mi sesión.

Como decía realmente el maestro no estaba de planta en la universidad y era un profesionista de dinero, así que sus clases eran muy temprano o muy tarde, su clase empezaba a las 8 am y me citaba una hora antes para poderme atender, hasta eso que a pesar de lo mal que me caía, le agradecía el detalle de dedicarme una hora en su agenda para explicarme

El problema es que para mí este horario era un verdadero reto, yo viajaba en bus a la escuela y para llegar a esa hora, los camiones están a reventar y corres el riesgo de no subirte y llegar tarde, el bus está repleto de obreros que deben viajar grandes distancias para llegar a su trabajo.

Así que viajar en esas condiciones puede suponer simplemente correr el riesgo de no llegar a la hora fijada, así que puedes llegar muy tarde o muy temprano, con este antecedente yo decidí jugar a lo seguro, prefería llegar temprano a tarde así que me programé para tomarme mi tiempo, era probable que llegara hasta una hora antes, pero prefería mil veces esperarlo a correr el riesgo de llegar tarde.

Así que me levanté muy temprano, como para ese tiempo yo ya estaba muy comprometida con la idea de vestirme sexy, así que, aunque hube de levantarme más temprano no iba a cambiar mi nuevo estilo.

Dicho lo anterior usé una blusa muy entallada y escotada, unas botas altas y una faldita corta y holgada, debajo una tanguita y la verdad no use bra, mis senos se veían hermosos, una parte generosa de ellos estaban a la vista, tal como últimamente me gustaba.

El vestir así para abordar un bus, supone una odisea interesante que de poco a poco me fui acostumbrando y que la verdad cada vez me agradaba más, tenía que hacer una caminata por varios metros hasta llegar a la estación del bus, ese trayecto estaba lleno de miradas lascivas y piropos que no podían más que encantarme.

La ruta del bus a la universidad tenía sus rutinas, por la estructura de la ruta cuando yo lo abordaba el camión iba lleno, mientras avanzaba se iba llenando aún más, hasta practicante ponerse a reventar porque había una combinación de obreros y estudiantes, principalmente obreros, luego empezaba a desahogarse conforme bajaban los obreros hasta quedar semi vacío cuando llegaba a la universidad ya en la universidad quedaba prácticamente vacío.

Al subir al bus como era de esperarse ya estaba lleno, por lo que tuve que estar de pie, poco a poco la unidad se llenó en extremo y quedamos apretados a mas no poder.

Así que fue cuestión de tiempo para que estuviera rodeada de obreros y estudiantes, uno de ellos, no sé quién, en un momento dado decidió empezar a manosearme.

Yo que para esas fechas estaba caliente todos los días, confieso que me encantó sentir esa mano empezar a rozar mis muslos desnudos como consecuencia de lo corto de la falda.

Supuse de inmediato que se trataba de un obrero ya que sus manos se sentían ásperas a mas no poder, pero en el tumulto de gente no había manera de saber.

Era imposible oponer resistencia a sus embates, éramos demasiadas personas apretadas en un pequeño espacio, lo que si es que el tipo era bastante atrevido, casi de inmediato ya arrimaba su paquete sobre mi trasero, (pd mi novela ya está en Amazon se llama Las dos historias de Isabel)

Al sentir su miembro duro y grande sobre mis nalgas no pude más que mojarme, el tipo no perdía el tiempo y al tiempo ya me metía mano generosamente, no había llegado a mi sexo aun, pero sus manos se posaban alegremente entre mis muslos y mis nalgas, mi holgada falda y mi diminuta falda le daban todas las facilidades para sentir mi piel sobre sus ásperas manos.

Entre mi excitación y lo morboso del entorno hice poco por identificar a mi perverso acompañante, cerraba los ojos y gozaba del misterio y de lo caliente de a situación

Poco a poco el bus se fue vaciando, pero mi acosador seguía pegado a mí y yo sin hacer ningún movimiento para evitar su contacto, seguía sin voltear, sin expresar aceptación o rechazo, solo que mis hechos y mis jugos hablaban por sí mismos, mi concha mojada a mas no poder y mi falta de movilidad denotaban mi tacita aceptación a todo lo que estaba pasando.

Aun aprovechando que el bus seguía lleno, por fin sus dedos llegaron a mi concha empapada, ahí jugó a placer con mi intimidad, yo solo mordía mis labios y pegaba mi enorme trasero a su deliciosa verga.

Justo cuando estaba por terminar, la sesión se interrumpió, el camión se había casi vaciado y al abrir los ojos me di cuenta que ya para ese momento ya varias personas podían adivinar la manoseada que me estaban dando, así que el tipo, no yo, invadido por una explicable vergüenza, dejó de hacer tu tarea y en el ínter dejó mi orgasmo listo para salir.

Luego me di cuenta que tal abandono no había sido por pena sino porque tenía que bajarse, al tiempo se acerca a mí y me dice al oído:

Nos vemos mañana putita

No contesté nada y entonces por fin volteé a verlo, era en efecto un obrero, alto, moreno, fornido y no muy agraciado físicamente, así lo vi partir dejándome en el inter con una calentura de campeonato y con varias miradas sobre mí, era evidente que mucha gente se dio cuenta de la calentada que me estaban dando, confieso que después de la excitación sentí pena el recibir las miradas de tanta gente.

Aun con mis piernas temblando, bajé del bus y caminé hacia la universidad, como era previsto llegué demasiado temprano, la cita era a las 7 am y eran apenas las 6 am, por lo que supuse que debería de esperar a mi odioso maestro.

La escuela estaba desierta, los empleados administrativos llegaban hasta las 8 AM, las primeras clases empezaban a las 7 am y eran muy pocas, así que a esa hora no había más que el personal de limpieza y seguridad.

Me dirigí a las oficinas de los maestros para esperar afuera, a esa hora aun no salía el sol por lo que el lugar estaba a oscuras al acercarme a la oficina de mi profesor me llamó la atención ver que su privado tenía la luz encendida o al menos eso parecía.

La oficina era un privado y tenía la puerta cerrada, tenía además una pared de cristal muy grande pero con cortinas, tanto por debajo de la puerta como por los lados de las paredes de cristal se veía luz, por lo que era evidente que las luces estaban encendidas.

Lo que yo no sabía era si había alguien en la oficina o simplemente se habían quedado las luces encendidas, me asomé entonces a la ventana y por un pequeño espacio entre las cortinas puede ver lo que adentro estaba pasando.

Cual sería mi sorpresa cuando pude ver claramente a mi profesor cogiéndose salvajemente a su alumna “más adelantada”, la rubia guapa que sacaba las mejores y únicas buenas notas en la clase, la chica estaba empinada sobre el escritorio con una visión deliciosa de su enorme trasero mientras el cabron estaba por detrás de ella con los pantalones abajo dándole duro.

Ambos de pie, la chica recargaba su cara contra el escritorio y portaba un bozal para no gritar y seguro en plan de entera sumisión, el tipo la tomaba por la nuca con una mano mientras que con la otra la nalgueaba salvajemente, la chica ya se veía con las nalgas rojas de tantos azotes a que al momento había recibido.

Ella estaba desnuda y él estaba vestido, solo con sus pantalones abajo, para rematar la chica tenía sus manos atadas a su espalda, eso le daba a la escena un toque de sumisión y morbo más intenso; su cuerpo joven y perfecto siendo azotado y dominado por un hombre que podía ser su padre, agregaba el toque ideal a una escena que la mejor película porno envidiaría.

Debí de alejarme de ahí pero no lo hice, es más nunca me pasó por mente; con el morbo que tenía en los últimos meses y con lo ocurrido hace unos minutos en el bus, esta imagen era simplemente la cereza del pastel y no pensaba desaprovecharla.

Sin pensarlo mucho mis manos se dirigieron a mi entrepierna aun mojada por lo sucedido en el bus, la escena era tan morbosa y yo estaba tan caliente que aun hoy no sé cómo no me animé a entrar a esa oficina y ser partícipe de tan deliciosa sesión.

La cogida era de época, espectacular, desee con toda mi alma, ser yo la rubia que estaba recibiendo tan rico castigo.

Intensifiqué mi masturbada y casi al instante terminé, esto no menguó en lo más mínimo mis deseos sexuales, por el contrario, solo se intensificaron, con más pasión y deseo seguí viendo y tocándome, estaba en el cielo, completamente abstraída de la realidad, víctima del deseo y del placer.

Pero al parecer la pareja me había guardado lo mejor para el final, el tipo parece que sintió cerca su corrida, así que dejo de penetrar a la rubia, la tomó salvajemente del cabello y con maestría la sometió hasta el suelo, acto seguido y sin soltarle el cabello la hizo gatear como una perra, al final la hizo hincar para correrse en su cara.

Con una mano el tipo de la tomaba del cabello, mientras la chica, aun con el bozal en la boca, masturbaba frenéticamente su miembro duro como piedra, ahí puede ver y dimensionar la majestuosidad de su verga, era por mucho le verga más rica que jamás había visto, dura grande y sobre todo muy gruesa, una verga de macho.

Comprendí entonces la gran diferencia contra el miembro de mi novio, ahí las cosas tomaron un valor distinto, no había comparación, esta si era la verga de un hombre, de un macho, entendí entonces la razón de la sumisión extrema de la rubia, un pedazo de carne así solo podía ser venerado, solo podía ser apreciado por una verdadera puta.

Regresando a la escena, mi profesor en la parte más intensa, mientras la rubia lo masturba y él la toma del cabello; con su mano libre, decide pegarle un par de cachetadas mientras la insulta, ella lejos de espantarse se ve que simplemente le encanta, mientras con una mano ella jala su verga, con la otra se masturba con frenesí su conchita.

Yo hago lo propio, parece que la chica y yo estamos sincronizadas en la misma intensidad de movimientos, ambas estamos al límite del placer, aunque ella me lleva un montón de ventaja, yo quiero ser ella y seguro ella no desea ser nadie más en ese momento.

Por fin la enorme verga cumple su trabajo, una enorme corrida literalmente inunda el cuerpo, la boca y las grandes tetas de la rubia, para entonces mis piernas me han fallado y estoy de rodillas justo como ella envuelta en una total calentura, estoy segura que ella termina al sentir a su macho terminar, intensifica su masturbada y yo hago lo propio, terminamos juntas como el par de putas que somos.

Apenas al terminar, me quedó un rato sentada completamente relajada, segundos después comprendo lo que acaba de pasar y salgo corriendo de ahí muerta de miedo y de pena, corro al baño, me aseo un poco y me escondo ahí por varios minutos

Así pasan los minutos y ha llegado la hora de mi cita, regreso a la oficina del profesor, justo a mi llegada, la rubia está por salir, la saludo de lo más normal y saludo también al perverso maestro vergon

Justo en esa oficina donde acababa de suscitarse la más intensa de las cogidas ahora todo es paz y tranquilidad, el maestro en su papel me ofrece asiento, yo pongo mis libros justo en lugar en donde hace minutos la rubia posaba su cabeza mientras la embestían, sigo caliente, mis pezones están duros, a punto de explotar, durante varios minutos el profesor me explica y yo no puedo dejar de pensar en su verga, su hermosa y deliciosa verga………….

Informativo

Ya por fin publique mi novela, se llama Las dos historias de Isabel

Gracias