Colega de trabajo con derecho a roce (3)

OTRA VISITA – Maca y Belén me preparan una sorpresa

Finalmente, Belén se incorporó a la empresa como mi asistente y su comportamiento conmigo y con el resto de personal de la empresa era muy profesional, y compensaba su falta de experiencia con muy buena actitud y rápido aprendizaje.

Pasadas unas semanas, un lunes, tomando el café con Maca, me dice, en un susurro:

–  Este sábado estuvimos de compras con Belén.

–  ¿Ah sí? – Contesté, sin entender mucho el interés de esa información – ¿Y cómo os fue?

–  Me llevó a una tienda de estas… sexis – describía, con timidez.

–  … ¿sexis? – ¿qué quieres decir? – la cosa se ponía interesante.

–  Parece que había trabajado de gogó en alguna discoteca de la costa, y me llevó al sitio donde se compraba la ropa.

–  ¿Una tienda de ropa para gogó? La verdad es que me resulta inspirador… y… ¿qué habéis comprado?

–  Pues la verdad es que, al ver los modelitos, me dio un poco de apuro. ¡Eran vestidos demasiado atrevidos… vestidos… de puta! Pero Belén me animó a probármelos… y no veas.

–  ¡Ufff! No sé si quiero imaginaros juntas en el probador de una tienda de ropa sexy…

–  Pues si hubieras estado… a medida que nos probábamos la ropita, yo me iba sintiendo más en el papel y me ponía más cachonda… y acabamos enrollándonos dentro del probador…

–  ¡Joder, no me digas eso, que no voy a poder levantarme de la mesa en una hora!

–  Bueno, pues al final nos llevamos algunas cositas… y habíamos pensado…

–  …

–  …que este viernes podrías venir por la tarde, a que te enseñemos los modelitos…

No pude evitar abrir los ojos como platos

–  ¿¿El viernes?? ¿Y no puede ser esta tarde?¡¡

–  Que nooo – contestó juguetona, pasándome un dedo suavemente por el brazo – preferimos que sufras unos días, ahora que lo sabes…

–  ¡Joder, que cabronas!

–  … y queremos que el viernes estés a tope, ¿entiendes?

–  … ¿a tope?

–  ¡Si, tontorrón! ¡A tope! Queremos que te guardes.

–  ¡Ufff! No sé si pides demasiado, con lo que me has explicado…

–  Vaaa, que te lo pasarás… ¡teta!

–  Jajajaja… con Belén es fácil pasárselo… teta – respondí con sorna, haciendo con las manos un leve gesto simulando cogerme los pechos.

Así pues, me pasé la semana con la mente distraída, pensando en lo que me podía deparar el viernes, a pesar de que tanto Maca como Belén actuaron como si no pasara nada…

Coqueteos

Finalmente llegó el esperado día. Si habitualmente Belén vestía de forma bastante discreta e intentando disimular sus imponentes atributos, aquel viernes mi asistenta se había soltado un poco, vistiendo una falda ajustada a medio muslo y un suéter de punto bastante ajustado.

A pocos minutos de cerrar la jornada, llamó a la puerta de mi despacho, con una carpeta en la mano.

–  Hola, ¿me firma estas facturas antes de acabar?

–  ¡Si claro! Tráelas, por favor.

En lugar de sentarse en la silla, se vino a mi lado de la mesa, y se inclinó para dejar la carpeta. Con mucho detenimiento, me explicaba las facturas una a una, y yo notaba como sus duras tetas rozaban mi brazo en cada uno de los movimientos, claramente premeditados, que hacía para explicarme los documentos y que me acabaron provocando una buena erección.

Al acabar, Belén recogió los documentos, y disimuladamente bajó su mano para acariciar mi entrepierna.

–  Uhm… se le nota contento de que llegue el fin de semana.

–  Te puedes imaginar…

Mi mano se aventuró bajo la falda. Ella daba su beneplácito separando ligeramente las piernas y facilitando mi acceso a su entrepierna.

–  No llevas bragas – Mis dedos se introducían desvergonzadamente en su húmedo sexo.

–  Nunca llevo bragas cuando voy con falda – susurró.

–  Es bueno saberlo – contesté, mientras le follaba el coño con mis dedos índice y corazón.

Suavemente, Belén apartó su mano de mi entrepierna.

–  Esto no está bien, jefe… debe tener paciencia.

Me llevé los dedos a la nariz y olí el excitante aroma de sus fluidos, andes de chuparlos.

–  No sé si podré esperar…

–  Si, hombre, si…  - Se giró y se encaminó a la puerta - y estoy segura de que se lo va a pasar muy bien. – concluyó, con un guiño, mientras cerraba la puerta.

Estaba excitado como un mono, así que acabé las tareas que tenía pendientes tan rápido como pude, y me marché a casa a darme una ducha fría antes de ir a casa de Maca y Belén.

Llego a la casa de las ninfas

No tenía ni idea de lo que me podía encontrar en casa de mis compañeras, así que tampoco me preocupé mucho para escoger mi ropa. Unas bermudas cómodas y un polo me sirvieron.

Cuando llegué al edificio, llamé al interfono y me abrieron. Me encontré la puerta del piso abierta, así que me metí y cerré la puerta tras de mí.

Mis ojos se salieron de sus órbitas al ver a Belén aparecer por el pasillo.

–  Maca se acaba de arreglar y sale en un rato

–  V… Va… Vale… – atiné a articular

La rubia parecía salida de una película porno. Calzada sobre unas sandalias de tiras negras, sus largas piernas iban envueltas en unas sedosas medias negras hasta medio muslo. Más arriba, una minifalda elástica, tan breve que a duras penas cubría sus glúteos, y un top de manga larga, de tejido elástico y semitransparente, dejaba su liso vientre al descubierto y acentuaba sus enormes pechos, unidos por una delicada cadenita de brillantes sujeta a los aros de sus puntiagudos pezones.

Su bonita cara, enmarcada por unos grandes pendientes de aros, iba perfectamente maquillada, y había recogido su rubio cabello recogido en una cola de caballo. Pero había un detalle que, a pesar de la descarada vestimenta, llamaba la atención por encima de todo: rodeaba su cuello un collar negro de piel con una cadena, como si fuera una perra.

La visión de semejante niña, vestida para follar, más después de una semana de “tranquilidad”, hizo que mi polla reaccionara al instante, empezando a luchar por salir de mis pantalones y que transformara en una bestia.

Cuando Belén se acercó a mí para darme dos besos, me abalancé a ella como un animal, empujándola de espaldas a la pared más cercana. Al acercar mi cara a su cuello pude oler su sensual perfume, que me hacía perder el control de forma definitiva.

–  ¿Te gusta lo que me he puesto para ti? – Preguntó, haciendo una mueca de viciosa consentida, mientras acariciaba mi pecho bajo la camiseta.

Mis manos subieron por sus piernas hasta su trasero, y se deslizaron bajo la mínima falda para agarrar sus contenidas y prietas nalgas.

Ella bajó sus manos y me desabrochó los pantalones, dejándolos caer al suelo para acariciar el tronco de mi dura verga bajo mi ropa interior.

–  ¡Mmmh! Parece que sí…

Con la falda levantada, agarré con vigor la correa sujeta a su cuello para dominarla, mientras metía mano entre sus piernas, para acariciar su encharcado chocho. Noté una fina cadenita que colgaba del piercing de su clítoris, a juego con la que colgaba de sus pezones, y tiré de ella con fuerza, arrancándole gemiditos de placer, que apagué metiéndole la lengua en la boca.

Le follé el coño con mis dedos mientras ella se retorcía como una serpiente. Finalmente, tiré de la correa hacia abajo y la obligué a deslizarse hacia abajo hasta ponerse de cuclillas, mostrándome su sexo mojado y el nuevo piercing.

–  Tócate – le ordené.

Belén acarició su clítoris con su mirada clavada en mis ojos, y con la mano libre bajó el elástico de mi ropa interior para liberar definitivamente mi verga, a punto de explotar.

Iba a hacerme una paja, pero le sujeté las manos y se las puse en alto, sobre su cabeza, para dominarla.

Acerqué mi polla a su cara y jugueteé un rato. Ella abría la boca y sacaba la lengua rezumante de babas, hasta que apoyé el glande en su lengua.

–  Fóllame la boca, por favor – reclamó.

Sin pensarlo empujé hacia dentro lentamente, y ella engulló mi falo sin esfuerzo, hasta que su nariz chocó con mi vientre. Me asombraba esa habilidad en Belén.

Mantuve mi pene en el fondo de su garganta, notando como su lengua jugaba en el interior de su boca, hasta que sus arcadas me hicieron notar que no podía más y la saqué. Mi polla era un mar de saliva, igual que su boca, y tenía los ojos enrojecidos, pero estiraba el cuello hacia adelante haciéndome ver que deseaba que le follara la boca… y así hice.

Continuaba sujetándole las manos sobre la cabeza y mi polla entraba y salía de su garganta en movimientos cada vez más rápidos, y ella aún tenía la capacidad de succionar y jugar con su lengua, dándome un placer indescriptible.

A pesar de mi deseo de aguantar mi primera corrida lo máximo posible, una semana de abstinencia y la tremenda excitación que sentía en esa situación hicieron que me precipitara en un orgasmo terrorífico. Mi polla empezó a verter leche como nunca en su garganta, y a Belén le costaba tragar, con lo que su boca se llenó.

–  ¡Vaya! Habéis empezado sin mí – Oí a Maca detrás de mí.

Me giré y, a pesar de la copiosa la corrida, mi erección no pudo relajarse por lo que veía: un top de rejilla, a juego con sus medias, mostraba sus deliciosos pechos como melocotones y dejaba que sus excitados y puntiagudos pezones se abrieran paso entre los huecos de la malla. Más abajo, una minúscula minifalda plisada a cuadros le daba un rollo de colegiala, potenciado por sus gafas de pasta. Le faldita era tan corta que mostraba un minúsculo tanga de encaje negro, que a duras penas cubría el mechón de pelo que decoraba su pubis.

Maca me dio un corto beso en la mejilla y se acercó a Belén, agarrándola por la correa y haciéndola levantar para darle un morreo. Me quedé pasmado viendo como las dos chicas se frotaban los pechos y se comían la boca para compartir mi lefa, que se iba derramando sobre el pecho de ambas.

–  ¡Uhmmm! – dijo la morena, mirándome – parece que la zorrita esta te ha exprimido bien… espero que te hayas guardado algo para mí…

Y, tirando de la correa para que la rubia la siguiera, se encaminó a la habitación de ella.

–  ¿Te vienes?

Todo un espectáculo

No tuvo que decírmelo dos veces. Me acabé de desnudar y las seguí como un corderito, expectante a lo que me podía venir encima

Al llegar a la habitación, Maca abrió el cajón de los juguetes de mi asistente y sacó un vibrador de aspecto metálico, antes de recostarse en la cama, con las piernas abiertas, para apartar la telita del tanga a un lado y mostrarnos su humedecido sexo.

Encendió el vibrador y empezó a frotarse con él, mientras pasaba una mano por debajo y se metía el dedo corazón en el ano, cerrando los ojos.

Nosotros la observábamos. Belén, con la microfalda arremangada en modo cinturón, frotaba mi endurecida polla con sus nalgas, y mis manos no daban abasto entre acariciar sus duras tetazas y jugar con el piercing de su coño, hasta que Maca le hizo un gesto a la rubia para que se acercara.

Mientras Maca se sentaba en el borde de la cama, Belén se acercó sinuosamente y se arrodilló frente a ella, metiendo su cabeza entre sus piernas abiertas y apoyadas en el suelo.

La rubia empezó a comerle el coño a mi amiga de una forma que parecía estar llevándola al séptimo cielo. Maca sujetaba a su esclava con la correa y asiendo su rubia cola de caballo, para mantener su cabeza fija entre sus piernas mientras cerraba los ojos de placer.

El culo de la sometida rubia me miraba, e intenté acercarme para acariciarlo, pero Maca me paró al instante:

–  ¡Schttt! ¡Tú, quieto! Siéntate en el sillón y presta atención – ordenó.

Obedecí silenciosamente, y me senté en un sillón que había cerca de la cama, acariciándome la polla con suavidad, ya que corría el riesgo de volver a correrme de forma casi espontánea.

Después de un buen rato de cunnilingus sáfico, Maca tiró de la correa para levantar a Belén con intención de hacerla subir a la cama, pero la sumisa dejó de serlo, y con un habilidoso movimiento empujó a la morena y la obligó a quedarse de rodillas en al suelo y recostada boca abajo sobre el colchón. Levantó la minifalda de colegiala para exponer su bonito trasero en todo su esplendor y pasó su pierna sobre la espalda de la nueva sumisa, quedando montada a horcajadas sobre ella y mirándome con una sonrisa traviesa mientras acariciaba ese culo de melocotón.

Belén abría las nalgas y apartaba el tanga, mostrando el ano glotón de Maca y sus húmedos y brillantes labios vaginales.

–  ¡Mira qué maravilla!

Dejó caer un buen goterón de saliva y sus traviesos dedos la esparcieron, metiéndose con descaro en su sexo, mientras su lengua jugueteaba con su palpitante ano.

Maca no dejaba de gemir de placer… buscó el vibrador entre las sábanas, lo encendió y se lo pasó para que lo pusiera a trabajar. Belén deslizó el vibrador por la vagina y el clítoris de mi amiga, humedeciéndolo antes de apuntar a su ano, que se abría y cerraba rítmicamente pidiendo ser invadido. El dildo entró suavemente y se hundió en su trasero como un cuchillo caliente en mantequilla, arrancándole un grito de puro placer.

Absorta en el trabajo que le estaba haciendo a su compañera de piso y con la boca entreabierta de excitación, Belén dejó el vibrador en el culo de Macarena y sus dedos empezaron a deslizarse en su vagina húmeda, follándola con fuerza hasta provocarle un violento orgasmo, que hizo que su esfínter expulsara el vibrador mientras gritaba como una cerda.

Con Macarena derrengada sobre la cama, Belén me dedicó una de sus lascivas miradas y, sonriendo, se levantó y se acercó.

–  ¿Quieres participar?

Ahora me toca a mí

La visión de mi secretaria desde donde estaba era antológica: la fina tela transparente del top apenas podía contener sus duras tetazas, y los aros que adornaban sus erectos pezones amenazaban con rasgar el tejido. La arremangada minifalda-cinturón ya solo se podía definir como cinturón, y mostraba su humedecido sexo, con esa finita tira de vello rubio señalando la cadenita de brillantes que colgaba de su clítoris. Esas medias negras acentuaban la esbeltez de sus bonitas piernas, que acaricié mientras Belén las apoyaba a mis lados para sentarse a horcajadas sobre mí.

Deslizó sus brazos para agarrarse a la parte alta del respaldo, acercó sus sabios a los míos y empezó a mover cadenciosamente sus caderas, restregando su húmedo coño contra mi verga, mientras mis manos iban arriba y abajo, acariciando alternativamente sus jóvenes nalgas y sus firmes pechos sobre la tela del top.

Notaba su cálido y dulce aliento, y podía oler la mezcla de su perfume con el olor a sexo. Su lengua empezó a recorrer sutil y libidinosamente mis labios, antes de mordisquearlos con suavidad. Su cadera seguía moviéndose sensualmente, dejando que mi verga, totalmente mojada por sus jugos, hiciera tímidas incursiones en su sexo, que ella se encargaba de impedir con hábiles movimientos de cadera.

Mi mente estaba a punto de explotar, y necesitaba más que nunca poder meter mi polla en caliente, pero ella siguió mortificándome. Se irguió frente a mí, apoyando sus rodillas sobre los brazos del sillón, y levantó la tela del top, liberando sus pechos a pocos centímetros de mi cara. Puso sus manos a los lados de sus pechos y, apretándolos, acercó uno de sus pezones a mis labios.

–  ¡Chúpalos! – me ordenó, con un susurro.

Empecé a lamer ese pezón, con lengua húmeda, chupándolo y mordisqueándolo, y mis manos cogieron el relevo de las suyas, acariciando y presionando esas espectaculares tetas que lamía con ansia mientras ella me acariciaba el pelo con suavidad.

Su cadera seguía moviéndose al son de su placer, haciendo que la cadenita que colgaba de si clítoris saltara sobre la punta de mi enrojecida verga, provocándome una sensación que estaba siendo nueva para mí.

–  ¡Muérdemelos! Haz que me duela – seguía susurrando.

Mis dientes cogieron uno pezones y lo mordieron con prudencia.

–  ¡Aaagh! – Gimió silenciosamente, como una cerda sumisa - ¡Más duro, por favor! – me rogó.

Cogí la cadena que unía sus pezones y tiré de ella hacia arriba con fuerza, como intentando levantar esas tetas que ya desafiaban la ley de la gravedad. Los aros en los extremos de la cadena tiraron de sus pezones, que se estiraron grotescamente, arrancándole gritos de placer mientras mi lengua se daba un festín lamiendo esos globos.

Haciendo como si su cuerpo siguiera el tirón de la cadenita, se irguió hasta que su brillante sexo quedó a la altura de mi boca.

No tuvo que decirme nada. Decididamente metí mi mano entre sus piernas y le metí un par de dedos en su puerta trasera para tomar el mando de su cadera y acercar su sexo a mi boca.

Mi boca se acopló a su coño y empecé a chupar y beber sus jugos con fruición, y ella se retorcía, sujetando firmemente mi cabeza contra su entrepierna. Su tierno, pero experto conejito no dejaba de rezumar, y mis dedos se deslizaban suavemente, follando su solícito ano.

Mientras Belén me mantenía entretenido chupándola, Macarena tuvo tiempo de reponerse del polvo con su compañera de piso, se levantó y se dirigió a la cómoda donde nuestra zorrita sumisa guardaba sus juguetes.

Belén la observó, aflojando sus manos de mi cabeza y permitiéndome ver lo que estaba ocurriendo: Maca, de espaldas, se había quedado las bragas y se estaba ajustando las tiras del arnés que hacía unos días habíamos visto en el cajón y que ya había catado con la rubia. Cuando acabó, se giró, mostrando el largo y grueso dildo de color morado que colgaba amenazante entre sus piernas.

–  ¿Me vais a follar los dos? – Preguntó Belén con un tono de falsa ingenuidad.

Con sorprendente habilidad, la rubia se revolvió para darme la espalda, apoyando sus manos sobre los brazos del sillón y sus pies sobre mis muslos. Quedó sentada frente a mí, con mi mástil señalando al techo entre sus muslos, y Maca se acercó y arrodilló frente a nosotros.

Belén empezó a mover sus caderas arriba y abajo, como si me estuviera follando, y noté cómo Macarena cogía mi dura polla y, asiéndola con firmeza, empezaba a jugar con ella, restregando el capullo por toda la zona perineal de mi secretaria. Primero dibujando círculos alrededor del ano de Belén, mientras le comía el coño, y luego dejando que deslizara hasta su coño, para golpearlo con ella, y así, sucesivamente.

Me di cuenta de las lúbricas intenciones de mi amiga cuando, en uno de los movimientos de cadera de Belén, Maca ejerció de mamporrera, apuntando mi polla con firmeza contra su entrada trasera y obligando a que, al bajar la cadera, mi polla penetrara el ano de la rubia hasta quedar totalmente encajado, arrancándole un más desinhibido gemido de placer.

–  ¡Mmmh! ¡Aaagh!

Belén apretó su culo hacia abajo, aplastando mis huevos con mi verga totalmente metida en su trasero, y su culo empezó a moverse primero en círculos y luego en largos movimientos de penetración.

Su hábil esfínter ejercía una experta presión sobre el tronco de mi verga, y yo disfrutaba de esa enculada como nunca, hasta que noté una presencia: Maca se había incorporado y agarrando el formidable dildo de su arnés, se proponía a introducirlo en la vagina de su compañera de piso, en una doble penetración.

A través de la pared de su recto, pude notar como Maca penetraba el coño de Belén en una vigorosa embestida, que estremeció a la rubia.

–  ¡Aaagh! Síííí! ¡Folladme! ¡Folladme!

A pesar de estar total y doblemente empalada, la putita sumisa tomó la iniciativa y empezó a cabalgarme con fuerza. Mis manos se deslizaron bajo sus brazos para agarrarse a sus tetas e intentar marcar el ritmo de la follada.

El apretado culo, la presencia del pollón de silicona, los gemidos de las chicas… mi polla y mi cerebro estaban sometidos a demasiados estímulos, y noté cómo me venía un orgasmo tan inevitable como extraordinario.

–  ¡Aaagh! ¡Me corro! ¡Me corro! – atiné a gritar

–  ¡Síííí! – respondió Maca gritando - ¡Córrete! ¡Córrete! ¡Llénale el culo de leche a esta zorra!

–  ¡Síííí! ¡Llénamelo! ¡Llénamelo!

–  ¡Aaagh! ¡Síííí! ¡Voy! ¡Voy, Joder!

Me empecé a correr con una intensidad brutal. Notaba cómo mi polla bombeaba semen dentro del culo de mi secretaria de forma masiva, en una eyaculación que duró varios segundos, mientras la rubia no dejaba de follarme. Notar su recto lleno de cálida lefa fue el desencadenante para ella, que empezó a correrse entre espasmos, dejando de moverse mientras Macarena le daba los últimos empujones al arnés.

–  ¡Ufff! ¡Vaya corrida! – Exclamé, dejándome caer muerto sobre la butaca.

–  ¡Uhhmm! – contestó Belén, recostada sobre mí – Me has llenado el culo de leche… noto como está saliendo.

Al oír estas palabras, noté como a Macarena le brillaban los ojos, e imaginé lo que le pasaba por la cabeza.

Agarré los muslos de la rubia, y en un movimiento tiré de ellos hacia arriba, haciendo que su culo se levantara y quedara a disposición de mi amiga.

Maca se arrodilló y empezó a relamer el semen que brotaba del culito de nuestra zorrita, que continuaba gimiendo suavemente. Al acabar, se levantó y acercó sus labios a los de Belén, para compartir mi semilla en un lascivo beso blanco, antes de proponer:

–  ¡Ufff! ¡Estoy exhausta! Necesito hidratarme… ¿Tomamos una cerveza?