Colección de Juguetes

Me gusta coleccionar juguetes...que me obedezcan, que me sirvan y que me den placer...

Colección de Juguetes (I)

No sé muy bien cómo llamarlos.  Tal vez podría decir que son esclavos, porque hacen todo lo que yo les mando.  Seguramente serán maricones, porque cuando les meto mi verga se ponen como locos de emoción.

Lo cierto es que me divierten mucho.  Me da mucho placer jugar con ellos.  Y tal vez por eso debería decir que son mis juguetes.  Por ahora son sólo dos, pero cuando cumpla mis 18 años, y eso sucederá dentro de tres años, planeo tener una buena colección, tal vez una media docena de juguetes como los que poseo ahora.

El primero que obtuve se llama Juanito.  Hace años que juego con él.  Es dócil y obediente como un perrito bien adiestrado.  Nunca se niega a nada y el peor castigo que le puedo imponer es dejar de usarlo por algunos días.  Soy 5 años más joven que él y eso me gusta, pues a sus 20 años cumplidos tiene ya muy claro lo que quiere hacer el resto de su vida: servirme.

Al segundo de mis juguetes lo obtuve hace solo un año.  Siempre ha sido algo rebelde.  Parece no resignarse del todo a ser lo que es.  Pero su rebeldía me ha proporcionado mucha diversión y placer.  Ir domándolo poco a poco me ha hecho gozar de una manera especial.

Fue curioso cómo me apropié de él.  Y sobre todo porque nunca me hubiera imaginado que precisamente el más galán del colegio, el capitán del equipo de fútbol, el novio de la chica más sexi, anduviera por ahí espiándole la verga a los más jóvenes.

Todo empezó en los baños del colegio.  Yo andaba por los mingitorios echándome una buena meada cuando me percaté de que Camilo estaba a mi lado, también meando al parecer, pero sin despegar su mirada de mi verga.

Empecé a calentarme al sentirme observado por el galán del colegio.  Mi verga reaccionó aumentando de tamaño al tiempo que Camilo seguía como si nada viéndomela con total descaro.  Sin ningún remilgo me la empecé a menear suavemente, al tiempo que yo mismo veía divertido el gesto asombrado y bobalicón del mirón.

Yo ya llevaba más de dos años metiéndosela a Juanito por cuanto agujero tiene en su cuerpo.  Y conocía muy bien el efecto que suele tener el tamaño de mi tranca en cualquier maricón que tiene la oportunidad de vérmela.

Y aunque ni de lejos me imaginaba que Camilo fuera a resultar un maricón, me divertía mucho aquella situación y me complacía pensar en lo excitante que podría resultarme el follarle la boca a aquel imbécil, que siempre iba por el colegio posando de mata putos.

Mi tranca alcanzó muy pronto sus casi 18 centímetros de aquella época y yo, aún a riesgo de obtener una buena paliza, la apunté hacia Camilo y sin poder contener una sonrisa, le pregunté con tono chulesco:

—  ¡¿A caso te gusta mi verga o qué galancito?!

El palmo de estatura que me llevaba de ventaja y sus tres años de más, amén de sus músculos bien desarrollados, le habrían bastado a Camilo para apalearme sin que yo pudiera ni amagar una defensa.

Pero en cambio de reaccionar violentamente a mi chuleada, el pobre pareció caer en cuenta de que se estaba poniendo en evidencia ante mí.  Azorado como una doncella pillada en pecado, apenas tuvo tiempo de correr el cierre de su pantalón, con el envés de su mano limpió un chorro de baba que le escurría por la barbilla y con su cara más roja que un tomate, se dio media vuelta y salió de allí con apresuramiento y dando trompicones.

El resto de las clases me la pasé con una calentura terrible.  Y cuando salí del colegio lo primero que hice fue llamar a Juanito y ordenarle que se fuera a mi casa y me esperara allí.  Tenía que desahogarme pronto o los huevos iban a estallarme.

No más entrando en mi habitación me percaté que ya Juanito tenía todo dispuesto para servirme como suele hacerlo.  Al lado de mi sillón estaba la mesita de servicio puesta con una apetitosa merienda.  También estaba allí la butaca sobre la que estiro mis piernas para que él me descalce y me atienda mis pies.

Pero yo no estaba ni para merendar ni para que Juanito me lamiera mis pies.  La erección no me bajaba y la verga me dolía por tanto tiempo de hacer presión entre mis bóxer.  Así que sin pensármelo ni por un instante, desabroché mi pantalón y liberé mi tranca que saltó hacia mi vientre exhibiendo un tamaño casi más grande que el habitual.

Juanito se puso de rodillas a mis pies y se relamió los labios preparándose para darme el servicio que yo le requería.  Pero mi calentura era tal que no le di tiempo a nada y antes de que pudiera abrir bien su boca para recibir mi tranca, yo se la metí con tanto apresuramiento que el muy descuidado me la alcanzó a rozar un poco con sus dientes.

Le asenté un tortazo bien fuerte por su cabeza y le ordené que tuviera más cuidado o iba a lastimarme.  Enseguida lo agarré por los pelos para sostenerlo y empecé a embestirlo despacio pero con fuerza y pude sentir con satisfacción cómo Juanito se dedicaba a mamarme devotamente la verga.

Su lengua volaba modosamente sobre mi glande y sus labios me apretaban el tronco haciendo un anillo suave y caliente que yo iba penetrando con mi dura tranca.  La boca se le llenaba cada vez más de saliva, colmándome de una gran placidez al tiempo que mi calentura iba aumentando aceleradamente.

Durante unos cinco minutos me estuve follándole la boca despacio.  Hasta que ya mi calentura se me hizo irresistible y decidí aumentar el ritmo.  Entonces me afiancé firmemente de los pelos de Juanito para sostenerle la cabeza y empecé a embestirlo con fuerza, obligándolo a tragarse casi dos terceras partes mi verga para enseguida retroceder hasta que solo mi glande quedaba entre sus labios y al momento volver a embestirlo.

El pobre Juanito hacía verdaderos esfuerzos para mantener el ritmo con que su lengua me acariciaba la verga y para seguir en su tarea de chupármela suavemente con sus labios sin causarme la más mínima molestia con sus dientes.

Seguramente estaba sufriendo un poco, pues su rostro se contraía con una mueca dolorosa a cada embestida y desde sus ojos corrían dos gruesas lágrimas que le resbalaban por las mejillas.  Y a pesar de ello, Juanito no mermaba la devoción con que me la mamaba, aumentando mi placer, pero también dándole más energía a mi calentura.

Nunca me he preocupado por la incomodidad que pueda causarle a ninguno de mis juguetes la forma en como los uso.  Están para satisfacerme y siempre se han mostrado tan devotos a la hora de darme placer, que nunca he temido que vayan a causarme ni la más mínima molestia que mengüe mi gozo, pues muy bien sé que su mayor felicidad está en complacerme plenamente.

En el caso de Juanito, por ejemplo, me he sobrepasado un poco algunas veces, tratando de encontrarle límite a la devoción que me profesa.  Y si bien es cierto que en ocasiones le cuesta hacer lo que le exijo y suele implorarme que le tenga un poco de piedad, la verdad es que nunca se ha mostrado para nada rebelde.

Por eso nunca me eximo de tratarlo con cierta rudeza cuando ello contribuye a mi placer.  Como en aquella ocasión, en que al sentir ya que mi calentura llegaba al clímax, le embestí la boca con algo de violencia, logrando que mi verga penetrara hasta el fondo, obligándolo a pegar sus labios a mi vientre para enseguida empezar a descargar mis huevos eyaculando directamente en su garganta, mientras el rostro del pobre Juanito iba tomando una tonalidad violácea, seguramente porque mi tranca le impedía respirar con libertad y mi semen estaba terminando de ahogarlo.

Tuve un orgasmo tremendo.  Mi verga vomitó semen a borbotones entre la garganta de Juanito.  Y quedé exhausto realmente.  Así que tan pronto terminó de lamerme la tranca para limpiármela de los rastros de mi eyaculación, estiré un poco mis piernas indicándole con una seña que se dedicara ahora a atender mis pies.

Y mientras Juanito me besuqueaba y me lamia mis pies con su devoción de siempre, me quedé algo dormido y soñé que le estaba follando la boca a Camilo.

Cuando desperté tenía mi verga otra vez al palo y no tuve más remedio que clavar a Juanito.  Y esta vez le di por el culo haciéndolo gruñir por lo fuerte que lo follaba.  Ya luego, cuando él me la estaba mamando bien suave para limpiármela, decidí hacer algo para lograr que Camilo se convirtiera en mi juguete.