Coitos rurales...: San Cipote, un pueblo singular

Bienvenidos a San Cipote...!!!

CAPÍTULO 1º

SAN CIPOTE, UN PUEBLO SINGULAR

Ah, el campo y el ambiente rural, tan sano, con sus montes y sus ríos y sus tierras de labranza y sus pequeños pueblecitos, habitados por gente ruda y tosca pero entrañable, donde a los urbanitas tanto nos gusta ir a veranear y a holgazanear y, si sale al paso, follarnos a alguna alegre pueblerina de grandes y turgentes tetas.

Pues bien, voy a hablarles de un pueblecito bastante peculiar situado, ¿qué más da donde esté situado? Lo que importa es que, si alguna vez pasan por aquí, no querrán marcharse.

¿Que cómo se llama el pueblo? ¡San Cipote! ¿A que con ese nombre ya se les está haciendo la boca agua y sus pollas y coños se están poniendo a mil?

San Cipote. Llamado así en honor del Santo más putero que haya dado la historia de los Santos.

Dotado según cuentan las leyendas de una verga descomunal con la que satisfacía tanto a justos como a pecadores; sí, sí, han leído bien, he dicho justos y pecadores y no justas y pecadoras, pues San Cipote no le hacia ascos a nadie, fuera varón o hembra, su lanza de carne siempre estaba dispuesta para dar placer a todo aquél que estuviera dispuesto a recibirlo.

¿Milagros de este Santo Varón? Se cuentan muchos, pero sobretodo uno que dice que fue capaz de curar unas feas quemaduras a una aldeana eyaculando sobre su cara.

Su polla, enhiesta, se conserva incorrupta en no sé qué monasterio.

Y ahora, conozcamos a los sancipotenses.

Tenemos, para empezar, a don Senén, el Alcalde. Hombre simpático y afable donde los haya y que, a pesar de su edad, ronda los sesenta años, aún gusta de corretear tras la voluptuosas zagalas del pueblo y de, como se suele decir, refregar la cebolleta en los prietos culos de las mismas. Sobretodo en el de Paquita, su joven y bonita secretaria, de tetitas pequeñas pero duras como piedras.

También tenemos a don Segundo, el Párroco del pueblo, casi tan viejo como el Alcalde, pero igual de vivales y follador, si la ocasión así lo permite. Disfruta como un niño con un buen par de tetas entre las manos. Sobretodo si son las de doña Leonor, la beata oficial del pueblo. Tan beata como puta, todo hay que decirlo.

Por ahí viene la Puri, la sobrina de don Senén y que, como vamos muy pronto a comprobar de pura no tiene nada.

Y por allá se acerca Bartolo, el tonto del pueblo. ¿O quizás no sea tan tonto como pretende aparentar?

También tenemos a la Milagritos, la puta oficial del pueblo, de grandes y prietas tetas y rotundo trasero aunque, como veremos, este título lo comparten varias de las féminas del pueblo.

También podremos conocer a Ceferino, el pastor, el único que queda en el pueblo puesto que los que había, con el tiempo, han decidido dejar atrás el noble arte del pastoreo, y que no duda en gozar de sus ovejas cuando le viene un apretón, cosa que sucede bastante a menudo.

Y no nos podemos olvidar de doña Clotilde y doña Concepción, dos maduras solteronas que, según las malas lenguas son algo más que amigas.

Y por último y para que el juego esté completo en esta época veraniega, tenemos a los veraneantes.

En este caso una familia inglesa, los Dick, formada por…: Henry, el marido, bonachón y bastante inocente; Mary, su esposa, bastante casquivana y puta, con un buen par de tetas; Peter, el hijo mayor de diecinueve años, todo un joven atleta, dotado de una buena verga, y Katy, la hija pequeña, un bomboncito de quince años, tan ligera de cascos y calientabraguetas como su madre.

Y en líneas generales esto lo que vamos a encontrar en este peculiar pueblo llamado San Cipote.

Antes de que se me olvide. Si hay un rasgo común que distingue a los varones de San Cipote, éste es sin duda el tamaño de su aparato reproductor, ya que ninguno baja de los veinte centímetro.

Ahora sí, podemos empezar con nuestra historia

Espero les guste y sigan leyendo…