Coitos rurales: 03 La beata y el cura.

Doña Leonor no es tan beata como parece...

CAPÍTULO 3º

LA BEATAYEL CURA

Son las ocho de la tarde, y don Segundo, el Cura de San Cipote ha concluido su misa vespertina, en la que ha hablado sobre el Amor que Dios nos ofrece a través de los pequeños Milagros de cada día.

Está a punto de cerrar la Iglesia y marchar a su casa, cuando nota como alguien apoya una mano sobre su hombro derecho.

También escucha una agitada voz de mujer.

Una voz que conoce bien…

-¡Padre, Padre, necesito confesarme! –Es doña Leonor, la beata oficial del pueblo, que lo mira con sus enormes ojos castaños, a juego con sus enormes tetas, talla 130, que suben y bajan al ritmo de su agitada respiración.

Don Segundo hace un esfuerzo casi sobrehumano para apartar la mirada del inmenso par de ubres sin conseguirlo. Así que musita una oración pidiendo perdón por sus pensamientos libidinosos.

-Dime, hija –su voz suena un tanto temblorosa en tanto acompaña a doña Leonor hasta uno de los bancos del templo-. ¿Qué es eso que tanto te aflige?

-Y-yo… -Titubea la voluptuosa hembra mientras aferra con fuerza una de las arrugadas pero aún fuertes manos del Párroco-. ¡He tenido sueños y pensamientos obscenos, Padre!

Don Segundo traga saliva mientras sigue intentando desviar la mirada de la tremenda delantera de la beatona.

-¿Qué sueños son esos, hija mía? –Inquiere en un hilillo de voz-. Soy tu confesor; a mí me los puedes contar… -Sonríe en un intento por calmar los ánimos de excitada mujer.

-Sueño con usted, Padre… -Musita doña Leonor en un agitado jadeo que deja petrificado al religioso.

-¿¡C-conmigo!? –Don Segundo vuelve a tragar saliva mientras nota como su vieja verga se endurece bajo la tela de sus negros pantalones de tela finísima.

-Sí, Padre… Sueño que me penetra con su duro miembro y que se corre sobre mis grandes pechos… -Responde la mujer, que ha empezado a sollozar levemente antes de responder casi a voz en grito-: ¡Y lo peor es que me gusta y me excito pensando en ello!

-¿S-se excita, d-dice…? –Balbucea el Cura notando ya su polla a punto de reventar la fina tela de sus pantalones.

Y entonces, para su sorpresa, doña Leonor lo coge una mano y la pone sobre sus tetones al tiempo que le susurra con la voz jadeante por la excitación…

-¿Qué culpa tengo yo si Dios me ha dotado con…, esto?

-¡Basta ya, hija mía! –Exclama por fin don Segundo, apartando la mano como si las mamas de la beata abrasasen.

-¿Q-qué pasa, Padre? –Inquiere la mujer visiblemente sorprendida por la reacción del religioso.

-Pasa que soy un hombre y… -Comienza a decir el Cura para, de repente exclamar al tiempo que se baja los pantalones y muestra los veinte centímetros de su polla totalmente enhiestos-: ¡Y esto es lo que pasa!

-¡Santa Madre de Dios! –Doña Leonor se apresura a santiguarse, aunque sin apartar su mirada del duro cipote del anciano Párroco.

-Sí, sí. Lo que usted quiera –replica don Segundo acercando su polla a la boca semiabierta de la beata-. Pero ahora va a tener que esmerarse para bajarme esta  erección de caballo.

Tímidamente primero, la mujer saca la lengua y lame la punta del rosado e hinchado capullo, como si éste fuera a morderle o algo peor…

-¡Vamos, doña Leonor! –Exclama el viejo Cura cogiéndose la verga por los cojones y metiéndola de un golpe en la boca semiabierta de la tetona devota-. No me venga ahora con remilgos y tráguesela toda, que sé que le gusta.

-¡MMM....! ¡OHHH…! –Gime doña Leonor al sentir el duro pollón de don Segundo rozando su paladar-. ¡ESTÁ TAAAN DURO!

¡ESO ES, ASÍ, ASÍ!     -Jadea el Cura mientras realiza un cadencioso movimiento de vaivén para follar mejor la boca de la mujer-. ¡TRÁGATELO TODO, PUTA VICIOSA! ¡CÓMEME BIEN EL NABO!

-¡OHHH, SÍÍÍ! –Exclama la mujer desnudándose y dejando a la vista unas anticuadas bragas negras que no tarda en quitarse a tirones-. ¡QUIERO QUE ME FOLLE, PADRE! ¡QUIERO QUE ME META HASTA EL FONDO SU POLLA DURA Y GORDA!

-Por supuesto, hija, por supuesto –responde un jadeante don Segundo agarrándose el cipote y apuntando con él al ya chorreante coño de la santurrona y caliente doña Leonor.

-¡DIOSSS, QUÉ GRUESO ES PADREEE! –Chilla la mujer mientras se acaricia y pellizca los oscuros pezones, duros y enhiestos como garbanzos-. ¡ME VOY A CORRER, PADRE, ME VOY A CORREEER! ¡SÍÍÍ!

-¡TOMA LECHE, SO PECADORA! –Exclama don Segundo sacando su verga de dentro de la mujer y eyaculando sobre sus grandes y duras mamellas.

Luego, y una vez que la beata le ha limpiado bien los restos de lefa con la lengua, el Párroco de San Cipote añade jadeante mientras doña Leonor se viste…

-Y como Penitencia: Tres Avemarías y dos Padrenuestros.