Cogiendo entre hombres

Desde hace dos años, a los 17 empecé a cojer con Adolfo y cada vez cojemos mejor y hacemos mejores cosas, no tenemos más pudor. Solo queremos disfrutar del sexo entre machos.

Conocí a Adolfo cuando yo tenía 17 y el 23 años. Yo estaba en quinto año del secundario y volvía a mi casa todos los días en el colectivo más o menos a la misma hora que Adolfo volvía a la suya desde la facultad. Era común que nos encontrásemos y de a poco nos dimos cuentas que nos mirábamos. Yo sabía desde los 14 que me gustaban los hombres, pero dada mi timidez nunca me había animado a tener ningún acercamiento con nadie. Ni con chicos de mi edad siquiera. Después de gimnasia, en el vestuario, siempre trataba disimuladamente de ver a mis compañeros en bolas, y después muy excitado, en mi casa, me hacía la paja pensando en ellos. Eso y alguna foto en alguna revista era todo mi mundo sexual hasta esa época.

A Adolfo, enseguida lo capté. Era justo el tipo de macho que más me gusta: alto, fornido, bien morocho, pelo rapadito, ojos negros. Me gustaban sus manos bien varoniles y el pelito que le salía del cuello de la camisa y en los brazos.

La primera vez que lo vi en el colectivo ya me gustó mucho, y la segunda me pareció que me miraba. Juntando valor traté de sostenerle la mirada, pero podía un poquito y después terminaba bajando la vista. Así seguimos dos o tres viajes más. Una noche, yo iba sentado en un asiento doble y el subió y si bien había muchos asientos vacíos se sentó al lado mío. No lo pude creer, el corazón me iba a mil. Adolfo apoyó su pierna bien al lado de la mía, y la presionó. A la cuadra, me empezó a hablar. Ahí me terminé de enamorar. Su boca gruesa y su sonrisa me desarmaron.

¿Cómo andás loco?. Me dijo directamente.

Bien y ¿vos?

También, ¿Che no querés bajarte conmigo? –Me largo.

Por supuesto, aunque cagado de miedo, le dije que bueno, que me bajaba con él. Y seguimos hablando de cualquier boludés hasta la parada. Nos bajamos y me preguntó si quería ir su casa. Me dijo que yo le gustaba y que tenía ganas de cojerme.

Le dije que si.

Adolfo es de Entre Ríos y esta en Buenos Aires, estudiando ingeniería. Vive a una cuadra de la parada del colectivo. Entramos y cuando subimos al ascensor, aprovecho para acariciarme un pezón, por encima de la remera, mientras me sonreía y me decía que yo era un pendejo bien lindo. Todo junto me volvió loco.

Cuando llegamos al dpto me preguntó si quería tomar algo, si quería ir al baño, si me gustaba que me cojan. Le contesté que nunca lo había hecho pero que me gustaría que el lo hiciese. Me dijo que no me preocupe, que no me ponga nervioso, que llegábamos hasta donde yo quisiese, que si me dolía o no me gustaba que le diga y parábamos, pero que igual le encantaba ser el que me desvirgue.

Se acercó a mi, se dio vuelta y me abrazó por la espalda. Apoyo su pija contra mi culo mientras con las manos me acariciaba los pezones, ahora ya por debajo de la remera, y me besaba y chupaba el cuello y la oreja. Yo ya estaba muy caliente. Era hermoso sentir el bulto duro de su pija en mi culo.

Se separo y empezó a ponerse en pelotas. Yo hice lo mismo pero sin dejar de mirarlo. Primero se sacó la camisa y le vi el pecho, bien morocho, peludo en la parte de arriba y después una línea de pelos que le bajaba por el ombligo. Me gustaron mucho sus brazos, también cubiertos de pelo negro y bien fuertes, con hombros anchos. Después se sacó los zapatos y no se porque me excitó mucho verle los pies. Se sacó el pantalón y enseguida el calzoncillo celeste, y lo pude ver en bolas, precioso, tan masculino, tan machito argentino. Moreno, flexible, duro. El pito ya lo tenía parado, el loco, no muy grande, pero gruesito, y unas bolitas que se notaban también bien duritas. El también me miraba y me volvió a decir que era muy lindo, que mis ojos azules le gustaban y el pelito rubio medio coloradito de mis piernas y de mi pubis. Me dijo que me siente y me acercó la pija a la boca, me presionó los labios, yo lo abrí y me la metí. Era mi primera vez, el gusto a hombre era increíble. El se movía entrando y saliendo de la boca, enseguida entendí la mecánica de la mamada y con los labios rodee todo su pito y llegaba hasta la cabeza y volvía a bajar hasta la base. Sentía como estaba cada vez más duro. Me encantó el gusto de la pija. Así un rato.

Después Adolfito fue al placard y trajo un paquete de forros y un frasco de crema lubricante. Me dijo que me acueste boca abajo y que me relaje. Empezó por acariciarme el culo, yo veía todo por el espejo del placard. Acercó su boca a mis cachetes y los empezó a besar despacito y a pasarle la puntita de la lengua. Después me abrió bien el orto, primero me lo olió y después le paso apenas la lengua. Yo no podía creer lo que sentía. Después aplasto bien la lengua contra mi agujero y la pasó un buen rato de arriba abajo, por la raya del orto. Yo lo veía, por el espejo, tan macho, chupándome el culo, con la verga al palo, me encantaba mirarlo. Las axilas con el pelo negro, el culo bien duro, los brazos y las piernas peludas, los pies.

Adolfo me puso crema en el culo, y me lo empezó a tocar, metiendo el dedo. Primero uno, y después dos. Al principió me molestó un poco, pero enseguida empecé a disfrutar esa primera penetración. Era suave y decidido. Sentía como sus dedos me entraban y salían y me iban dilatando el orto. Al rato, me dio un forro y me puso la pija al lado de la cara, yo le di una chupadita y después le puse el forro. Las manos me temblaban un poco, pero era hermoso ir cubriendo con el latex celeste esa hermosa pija, bien dura, con la cabeza colorada, toda afuera, el agujerito abierto y brillante de tan excitado que estaba.

Adolfo se puso más lubricante en la pija y me la apoyo en el agujero. Empezó a presionar, despacito. Primero sentí un dolor pasable, pero inmediatamente una íncómoda sensación de ganas de cagar, pero era tan hermoso el momento que me lo aguanté, y tuve mi recompensa. Cuando Adolfo llegó a meterme toda su verga, comenzó a moverse, cojiéndome maravillosamente, y todo mi placer se condensó en mi orto. Sentía a ese macho adentro mío, haciéndome suyo. Sentía el grosor de su pija abriéndome el culo. Adolfo retrasó todo lo que pudo acabar. La verdad yo estaba tan caliente que en un momento me toqué la pija apenas y acabé. Eso fue muy bueno, porque después de acabar pude prestar más atención a todas las sensaciones que me producía la cojida de Adolfo. Me sacó la pija y me dijo que me de vuelta. Levantó mis piernas y me volvió a penetrar desde adelante. Esto me encantó porque lo podía ver directamente. Su pecho peludo, sus brazos, la carita divina. Así acabó. Sacó su pija de mi culo, se acostó al lado, me agarró una mano y se la puso en el pecho y me dijo que le había encantado garcharme y me dio un beso en los labios, así nomás pero que a mi me recalentó.

A partir de ese día nos vimos casi todos los días, yo siempre pasaba un rato por su departamento para que cojamos y cada vez ibamos ganando más confianza. Y mejorábamos las cosas. Un día me dijo que se había hecho un análisis para saber si estaba bien, me lo mostró y efectivamente estaba todo bien. Me dijo que se lo había hecho porque tenía ganas de que dejásemos el forro. Como yo solo había tenido sexo con él y nunca me había drogado, me dijo que conmigo no había problema. Y yo me di cuenta que serio y responsable y como me quería, ya que se había preocupado por no hacerme nada malo.

Ese día fuimos a bañarnos, y en la bañera, nos enjabonamos y ahí me puso la pija, bien ejabonada en el culo. La sentí bien adentro, como de costumbre y la verdad es que no había mucha diferencia a cuando usaba forro. Lo que si fue diferente, fue un rato después, ya en la cama: le chupé la pija. Él me avisó que iba a acabar, y yo seguí y sentí una de las cosas más hermosas del amor entre hombres. El chorro de su leche en la boca. Si había pensado que por ahí me daba asco, la verdad es que fue extraordinario, hermoso. La leche me gustó, salada y caliente.

Poco a poco ibamos ganando confianza. A veces, yo que ya estaba también en la facultad, le decía a mis padres que me quedaba a estudiar en la casa de Ado. El cada vez era más cariñoso y franelero, de los primeros besos tímidos, pasamos a comernos las bocas durante horas. Comíamos y nos pasábamos la comida, a veces yo le pasaba un poco de su leche después de que él me acabara en la boca: - Che la verdad que es rica, con razón te gusta tanto-. Me dijo la primera vez que lo besé después de su acabada en mi boca.

Algunas veces empezó a agarrarme la pija para ayudarme a acabar mientras me garchaba. Otra vez, después de chuparme el culo, empezó a subir y me besó las pelotas y la pija. A la próxima me la chupó. Un tiempo después me dijo si tenía ganas de cojerlo. Le dije que me encantaría. Se subió arriba mio, se sentó sobre mi pito bien duro y me lo cogí por primera vez. A él le gustó mucho y todavía todo fue mejor.

En otro orden de cosas también fuimos experimentando. Un día mientras nos duchábamos juntos quiso salir para hacer pis, le dije que no sea pelotudo, que haga ahí. Me dijo que me iba a mojar, y le dije que importa. Y me apuntó con su hermoso pito y me largó un meo. Otra vez le dije directamente que me haga pies, y otra vez le dije que quería ver como cagaba. Quería ver como salía el sorete de su orto. Me acosté en la bañera y él se puso casi encima de mi cara, con los pies apoyados sobre el borde. Podía ver perfectamente su hermoso culo, bien negro, como se iba abriendo y comenzaba a salir el sorete. Era hermoso ver la dilatación del culo para que salga la mierda, que lógicamente cayó sobre mi pecho. Cuando terminó de salir el sorete, tiré de las piernas de Ado, que tomado de sorpresa se cayó sobre mi pecho, aplastando su mierda entre nuestros cuerpos. Nos excitamos con el olor a mierda, tan común cuando cojemos. Adolfo tenía todo el culo con mierda y yo el pecho, me la desparramó por los pezones y con la que tenía en el culo se untó su pija que ya estaba dura. Con la pija cubierta por su mierda me penetró y fue muy placentero saber que dentro mio tenía algo nuevo, la mierda de Adolfo. Al final terminamos llenos de mierda y leche. Después de un buen baño, volvimos a estar como siempre, limpitos y perfumados, y bien contentos.

Ahora vamos a probar otras cosas, en los próximos días les cuento lo que hicimos.