Cogida... en la trampa

Disfrutaba de los videos zoo pero no me gustaban los perros, un dia mi esposo llego a casa con un can grande y discutimos mucho por ello pero el termino ganando y yo enganchadaó.

COGIDA… EN LA TRAMPA

Fiel al deseo de mi amiga Elizabeth y a mi promesa de relatarte algunas de las historias más interesantes que he conocido directamente de sus protagonistas, te envío esta, segura de que te va a calentar mucho, ponte cómoda:

Nunca me había gustado tener mascotas en casa por su olor que lo impregna todo y por no tener que estar limpiando sus desechos de todo tipo. Me ha gustado si, ver videos de zoofilia, esto me excita bastante, compartimos este gusto con mi esposo y ha sido una buena forma de mantener a nivel nuestro entusiasmo sexual.

Hace aproximadamente un mes, Jhon, mi esposo llegó a casa con un perro grande, mestizo de color amarillo tostado, muy parecido al Rhodesian. El animal tendría unos 14 meses y desde un comienzo fue muy amigable y cariñoso como si me conociera desde siempre. Me disgusté seriamente con Jhon por haber traído a casa ese animal sabiendo que no me han gustado, pero él se armó de paciencia no replicó a mis amonestaciones y terminó por ganar la batalla, eso si, con la condición de que sería él quien se ocuparía del aseo y de atender las necesidades del can. Como era de esperarse yo relacioné pronto las cosas que había visto en las películas y no podía evitar mirar de soslayo la funda del miembro del can y aunque me atraía un poco, también sentía asco al imaginar cosas y me prometí a mi misma que no me acercaría al perro para nada.

El siguiente fin de semana Jhon se dedicó a construir una casita para el can en el patio trasero y lo instaló allí resguardado de la intemperie luego pasó el tiempo restante tratando de enseñarle algunos trucos como dar la mano, sentarse, echarse etc, sin mucho éxito y le dio el nombre de Bush. Unos 15 días después de haber llegado el can no hubo trabajo en mi oficina y quedé sola en casa, me dediqué a reorganizar, limpiar y poner en orden las cosas del hogar pero a pesar de esta absorbente ocupación no podía apartar de mi mente la curiosidad por el perro que estaba al alcance de la mano en el patio de atrás. Pasé la mañana muy ocupada y al medio día nos encontramos con mi esposo para almorzar, en la tarde quedé nuevamente sola. Aunque traté de mantenerme ocupada no lograba evitar ir al patio con frecuencia con cualquier pretexto tratando de engañarme a mi misma sobre lo que me tiraba hacia allí, el can presentía algo y desde su sitio me miraba con atención y cariño moviendo la cola.

Después de unas seis idas al patio finalmente me encontré acariciando su pelaje y examinando sus condiciones de aseo, asombrosamente no olía como esperaba, mi esposo lo mantenía bien aseado y Bush se mostraba muy alegre con mi proximidad y contacto; me olisqueó por todas partes dando saltitos de alegría y trataba de ponerme sus manos en mis hombros; lo acaricié por un rato y sin ser muy consciente de ello, mis manos se iban acercando cada vez más a su vientre hasta que rozaron su funda y entonces me decidí, tenía que matar la curiosidad, lo agarré y continué palpándolo sintiendo su pene bajo su piel y en mi pecho mi corazón latiendo aceleradamente, muy alborotada comencé a mover su funda en vaivén y el animal un tanto desconcertado reaccionó, sentía crecer poco a poco su miembro hasta que rebasó la funda y asomó la roja y brillante punta, esto me alteró más y aceleré los movimientos de la mano logrando descubrir cada vez una mayor parte de su instrumento, seguí masajeándolo de esta forma y sintiéndolo deliciosamente crecer en mi mano hasta que lo tuvo todo afuera excepto el bulbo, la parte visible ahora era ya bastante grande, mas larga que lo que había visto en películas, (quizá por ser de raza mestiza está mejor dotado), continué pajeándolo hasta que sacó la bola ya mas abultada que antes, y lanzaba chorritos de una sustancia transparente, de pronto comenzó a moverse dando lanzadas al aire y yo que no lo soltaba viendo como crecía todo eso en mis manos y sintiendo que mi conchita toda mojadita también crecía como queriendo adaptarse a lo que mis ojos veían, mi excitación era inmensa y la de Bush también, de pronto se arqueó, moviéndose con más rapidez comenzó a eyacular con profusión quedándose luego quistecito con la lengua afuera y respirando agitadamente en tanto que su aparato crecía aun más en mi mano y continuaba lanzando chorritos de esperma, era asombroso el tamaño que había alcanzado y el grosor del bulbo y seguía creciendo llegando a unos 22 centímetros de largo y un grosor proporcional. Mi concha no aguantaba más la excitación y como había visto en las películas, me quité las bragas, me subí la falda, pasé el pene hacia atrás por en medio de sus piernas y me acomodé para tratar de metérmelo y lo conseguí, clavándome un buen trozo hasta el comienzo de la bola, tan excitada como estaba, en muy poco tiempo alcancé un increíble, intenso y duradero orgasmo.

Quedé temblorosa y sin aliento por la emoción, la descarga y por la posición incómoda que tuve que adoptar y estaba toda chorreada de los líquidos de Bush que aun continuaba expulsando. Ya calmada la excitación me sentí muy avergonzada por lo que acababa de hacer y volvió el asco y el rechazo hacia el animal que estaba echado, enroscado, lamiéndose su hinchado y amoratado miembro, al contemplarlo nuevamente en medio de mi rechazo, no pude dejar de sentir un lascivo asombro por el tamaño de su cosota. Me daba asco tocarme la vagina que aun goteaba semen, me limpié con las bragas y salí corriendo para la ducha y me lavé concienzudamente durante un largo rato, mientras me aseaba, en medio de mi repugnancia calculaba si podría alojar la bola y trataba de imaginar como se sentiría teniéndola adentro; a pesar que me reprochaba este pensamiento y trataba de apartarlo de mi mente, pronto me sorprendía de nuevo imaginándolo. Así pasé el resto de la tarde, para la noche mi vergüenza y arrepentimiento se había desvanecido en gran medida; fui a ver al Bush porque me preocupaba que llegara Jhon y sospechara algo si el perro no había logrado guardar su aparato pero afortunadamente ya estaba bien y había lamido el piso donde cayó su semen. Esa noche al hacer el amor con mi esposo estuve más apasionada y complaciente como tratando de borrar mi pecado, me reía interiormente al comparar la dotación de Jhon con la del perro porque mi esposo no salía bien librado, Bush le llevaba una larga y gruesa ventaja a pesar de que Jhon es de una talla un poquitín por encima de la media. Jhon notó mi fogosidad y comentó que el descanso del trabajo me hacía mucho bien.

Al día siguiente bajo cualquier pretexto salí al patio y me acerqué al perro para observar sus reacciones y no fue como esperaba, se mostró alegre y cariñoso como siempre pero nada mas, parecía haber olvidado por completo nuestro secreto ¡qué ingrato!. Sin embargo esa noche cuando Jhon lo sacaba para su paseo diario el perro olisqueó, se mostró inquieto y trató de dirigirse hacia el cuarto de la ropa, entonces recordé que había guardado y aún no la había lavado las bragas, guardé el dato pata hacer una prueba; un día después mientras Jhon veía las TV pasé al patio y me acerqué a Bush, no pasó nada, entonces volví adentro y llevé las bragas puestas, se las pasé por la nariz y el pobre animal iba enloqueciendo, Gimoteando se me acercó, me olisqueó directamente en medio de las piernas y varias veces se levantó tratando de abrazarme por la cintura; yo me asusté y corriendo entré a la casa cerrando la puerta del patio, estaba muy excitada por el descubrimiento y la conducta del can. Esa tarde no logre concentrarme adecuadamente en el trabajo reflexionando sobre lo que pasaba en mi interior, aun sentía asco por las mascotas pero mi propósito de no tocar nunca mas al perro me parecía muy débil, en un intermedio en el trabajo, charlando con tres de mis compañeras, conduje la conversación lentamente hacia el tema sexual y presentándolo como una cosa increíble les conté una historia improvisada que supuestamente había oído en una sala de espera y era sobre una dama que tenía relaciones con su perro; La charla se animó muchísimo, cada una tenía una historia por contar, la una había oído algo similar, la otra había sorprendido a una amiga abotonada a su mascota, la tercera había conocido a una tía de su exmarido que vivía con dos perros, la había visto en ejercicio y hasta tuvo ocasión de tocarle el miembro a uno, se sospechaba que la vecina…… Una compañera de colegio lo hacía también… en fin, salieron a cuento unas diez historias involucrando en algunas a personas mutuamente conocidas. Eso era lo que quería, necesitaba ver esta propensión como una cosa un poco normal y corriente, necesitaba justificaciones y las había obtenido, es distinto ver una película a unas chicas desconocidas, remotas, haciéndolo con perros o caballos a saber que mujeres conocidas, normales, respetables lo hacen también. Tomé una decisión que mi subconsciente ya había tomado: Lo intentaría en pleno con Bush el próximo sábado cuando Jhon saliera con sus amigos a sus encuentros de futbol. Eso si no se llevaba con él a Bush.

Ese sábado estuve muy inquieta, la mañana estuvo muy larga y yo no podía concentrarme en mis tareas, después del almuerzo mi esposo se vistió para su encuentro deportivo y… se llevó a Bush dejándome muy aburrida, pedí una película zoo, me la trajeron y me acomodé para verla, se trataba de una chica un poco obesa que después de muchos rodeos lo hacía con un perro y luego con un pequeño pony bien entrenado pues la montaba y le ensartaba esa vergota con cierta violencia y la chica la aguantaba, yo no me aguantaba y tuve que masturbarme dos veces a lo largo de la película. Jhon regresó con el animal y esa noche me insinuó intentar algún juego sexual con Bush que había estado muy alterado por la proximidad de una perra en celo pero yo lo rechacé tajantemente.

El domingo en la tarde mi esposo se fue a visitar a sus padres y quedé sola en casa con el perro, esperé un largo rato temiendo que Jhon regresara intempestivamente y esta larga espera contribuyó a incrementar mi furor, pasado un tiempo prudencial corrí todas las cortinas me coloqué la bragas que antes había usado para limpiarme y fui por Bush, lo pasé a la zona del fregadero y lo liberé de la correa y el collar, el can parecía adivinar mis intenciones porque se mostró inquieto, me olisqueaba directamente entre las piernas y su respiración se notaba agitada, me desnudé lentamente en su presencia, él me miraba directamente a la cara como tratando de medir el grado de confianza que se podría tomar conmigo, debió tomar una decisión porque comenzó a darme vueltas y a oler mi concha y mi trasero mientras gimoteaba entrecortadamente, me senté en el diván que había preparado de antemano cubriéndolo con un toallón y abriendo las piernas me expuse a su olfato aun con cierto asco, instintivamente reaccionó dándome una sensacional lamida como nunca había disfrutado, ¡Que lengua!, su rugosidad, aspereza y su movimiento eran una gloria, a partir de aquí no fui muy consciente de mis actos, casi llego al orgasmo con los primeros lengüetazos, tuve que levantarme y serenarme, el can quedó momentáneamente desconcertado pero se repuso rápido, se levantó sobre sus patas y trató literalmente de tumbarme, me senté nuevamente y entonces me abrazó una pierna comenzando sus característicos movimientos tratando de taladrarme una rodilla, le palmetee el lomo y lo bajé, comencé a acariciarlo hasta que tuve en mis manos su funda, palpaba bajo ese pliegue de piel su acalorado y palpitante miembro, se sentía muy grueso por el espesor que le agregaba la piel de la funda, quería verlo antes y por eso lo masajeé hasta que logré que desenfundara toda la parte delantera hasta el bulbo, era grande, brillante y ya lanzaba chorritos cristalinos.

Sentía sus palpitaciones y como crecía en mi mano, mi vagina también palpitaba y estaba tan húmeda que dejaba una mancha en el toallón, me acomodé en el borde para recibirlo de frente y el perro se me vino encima sin vacilación pero por más que punteaba mis piernas no logró alcanzar mi palpitante concha a pesar de lo abierta que estaba, entonces me di la vuelta quedando de perrita y al instante sentí a Bush encima dando lanzazos a mis nalgas, me incliné un poco más de tórax quedando más expuesta y a las pocas punteadas lo sentí en mi raja, de inmediato empujó con todas sus fuerzas, me desequilibré por el empujón y caí sobre el diván. Volvimos a comenzar y pronto localizó la entrada lanzándose a fondo, esta vez lo esperaba y permanecí firme, me penetró de un tirón y fue ganando una velocidad increíble en su meneo, con una mano le tomé el miembro para no dejar entrar el nudo temiendo que me lastimara puesto que ya conocía su extraordinario grosor casi como el de una remolacha; el can continuó moviéndose, ganando velocidad y yo me sentía en el séptimo cielo, las fuerzas del orgasmo se iban arremolinando, las sentía concentrarse, acumularse y cuando estaba a punto de explotar, el animal dio un tremendo empujón que me obligó a soltarlo para apoyar la mano y recuperar el equilibrio y entonces me ensartó completamente la remolacha, no estaba tan gruesa y aun así me dolió un poco, entre el dolor y el susto se aplazó el inminente orgasmo con lo cual pude disfrutar más los momentos previos a la tormenta.

Cuando el perro sintió que me había coronado la bola reanudó sus frenéticos movimientos, yo lo sentía crecer llenando completamente mi vagina, de pronto se quedó quietecito, extasiado y entonces dando un nuevo empujón y arqueándose mucho, me soltó un increíble torrente de semen que llevó al máximo estiramiento mi ya colmada vagina porque esa gran cantidad de liquido que recibía no tenía salida, estaba taponada por la bola que había tal vez alcanzado su máximo desarrollo. Al mismo tiempo todo mi ser se disolvió en un infinito orgasmo que me derritió hasta el alma, creí enloquecer, gritaba y golpeaba el diván con mis puños abriendo los labios y apretando los dientes, cuando comenzaba a amainar, el perro se movió para reacomodarse y me llevó de nuevo al paroxismo del placer haciéndome gritar y ladrar hasta quedar sin aliento.

Aliviado el can, obedeciendo al instinto trató de pasar la pata sobre mi trasero, perdió el equilibrio y me arrastro tras él, nos caímos pero no nos desenganchamos, era imposible, la enorme bola no podía salir, al moverse para levantarse me lastimaba, yo traté de sincronizarme con sus movimientos y finalmente logramos quedar a cuatro patas cola con cola. Era muy rico estar completamente descargada, relajada y repleta, sin embargo pasada la tempestad comenzaba a sentir vergüenza.

Mi situación era realmente incómoda ya vuelta la calma y la razón. Me veía en esta ridícula postura a cuatro patas enganchada a un perro como cualquier perra y sin poder hacer nada por liberarme sin lastimarme severamente y sin saber cuanto iba a durar, ¡que bochornosa situación!... De pronto percibí unos débiles ruidos como de cuchicheo y contuve la respiración tremendamente asustada, el corazón me dio un violento vuelco cuando vi aparecer a mi esposo en el marco de la puerta, quise desaparecer, intenté soltarme pero solo logré causarme dolor, Jhon me miraba con complacencia y morbosidad, me sonreía y me decía algo tranquilizador, entonces apareció junto a él una mujer y me observaba no sé si con burla o con envidia, yo estuve a punto de echarme a llorar pero mi esposo se acercó, me besó y se desnudó; también lo hizo su acompañante. Ya desnudos se acercaron más, nos examinaron levantando la cola del perro para ver en primer plano nuestros órganos estrechamente anudados, esto me avergonzaba pero me excitaba, Jhon también muy excitado me repetía una y otra vez que me amaba y estaba feliz de que me divirtiera, decía que ese fue el motivo para traer el perro a casa y que desde la primera vez había sido testigo de mi aventura con Bush.

Me hizo tomar su erecto mimbro y llevármelo a la boca mientras su amiguita se sentaba en el piso y se daba a la tarea de acariciarme, ella me manifestaba la envidia que sentía diciendo que quería estar en mi situación, Al decirlo se tendió en el suelo de manera que podía ver completamente mi rajita llena y mi esposo se acomodó sobre ella penetrándola desaforadamente, ella abría y cerraba la boca como un pez en una pecera a cada envión de mi esposo, se enroscaba con desesperación una gadeja de su rizado cabello extendido por el piso y con la otra mano me acariciaba el vello púbico, luego se concentro en mi clítoris prominente por la presión que la bola ejercía desde adentro, frotándolo suavemente como solo una mujer sabe hacerlo y entonces en una sinfonía in crescendo alcanzamos el orgasmo los tres al tiempo, fue maravilloso, endiabladamente maravilloso, quedamos exhaustos, sin palabras.

Cuando recuperamos el habla, Sofy como dijo llamarse la amante de mi esposo, me platicó que Jhon, que sabía de mis latentes inclinaciones había traído el perro a casa esperando que esto sucediera, yo oía estas confesiones enganchada todavía al can y entonces comprendí que había sido cogida en la trampa: Con todo lo que tenía adentro llenando mi vagina, ¿Cómo podía reprochar a Jhon el tener una amante?... Comencé a reír a carcajadas como una loca….