Cogida en el metro
Como un viaje en metro se convierte en un viaje de placer.
Cogida en el metro.
Hola, soy Mirna; hoy te voy a contar lo que me sucedió una ocasión en el metro.
Normalmente no uso el metro, pues mi prima me da un aventón en las mañanas en su auto a la escuela y por las tardes me voy en microbús al trabajo y en la noche tomo otro microbús a mi casa.
Pero en esa ocasión tuve que usar el metro porque el auto de mi prima no arrancó; ella le llamó a su jefe y él le dijo que pasaría por ella en 20 minutos, pero a mí se me hacía tarde para ir a la escuela, por lo que me despedí de ella y me fui caminando a la estación más cercana al departamento, que está a tres cuadras.
Yo soy una chica bajita, de 1.64 de estatura, soy morena clara, de cabello largo castaño y ojos grandes cafés; tengo un bonito cuerpo, pues me cuido mucho y hago dieta y ejercicio. Mi novio dice que lo vuelven loco mis tetas y mis nalgas que son redondas y bien paradas. Me gusta mucho vestirme coquetamente, soy muy sensual y calenturienta. Ese día en particular me había puesto una minifalda negra y una blusa tipo camiseta blanca muy escotada. La minifalda apenas tapaba lo indispensable, también llevaba medias negras y zapatos de tacón alto. Pensé en cambiarme al ver que tenía que irme en metro, pero ya era muy tarde y si no llegaba a la escuela me dejarían afuera.
Así que caminé las tres cuadras y entré al subterráneo. Hacía tanto que no me subía que no recordaba que a esa hora va súper lleno y separan a las mujeres de los hombres. Me fui hacia el lado de las mujeres, pero estaba extremadamente lleno, no podía ni moverme. Pasaron dos trenes y no me pude subir, hay mujeres que empujan muy fuerte y patean y hasta rasguñan y como yo soy bajita, se aprovechan. Alcancé a ver que la parte donde van los hombres iba un poco más vacía y decidí irme hacia allá.
Mi estrategia era hacerme la inocente para que me dejaran pasar; y todo fue muy bien al principio, los hombres me cedieron el paso y quedé hasta el frente; de tal manera que cuando llegó el tren no me fue difícil entrar. Lo que sí noté es que todos los "caballeros" no dejaban de verme el escote y las nalgas con morbo; pero eso no me importaba, me gusta que me vean, me gusta gustarles a los hombres, que me admiren, que se vuelvan locos por mí.
Esas miradas empezaron a excitarme, me imaginaba a un chico de traje y corbata, delgado y alto hincado frente a mí, lamiéndome el coño; al señor canoso de allá que no me apartaba la mirada lamiéndome las tetas y al tímido chico flacucho del fondo que no me sostenía la mirada metiéndome su largo pene en medio de mis piernas.
Mis jugos empezaron a fluír; me ruboricé pensando que tal vez ellos se daban cuenta de mi excitación.
Lo único que no me gustó es que ninguno de ellos me cedió el asiento; no dejaban de verme, pero ninguno se movió y yo era la única mujer en todo el vagón.
Después se complicaron las cosas, pues yo tenía que recorrer diez estaciones para llegar a donde tenía que tomar el micro que me llevaría al trabajo, o al menos eso creía, no estaba muy segura, pero no quería preguntar por que me daba miedo que pensaran que era una tonta o que no sabía andar en metro o que me dijeran mal las cosas para burlarse de mí.
De repente, dos estaciones mas adelante, el tren se llenó; entraron como tromba muchos hombres, altos y chaparros, gordos y flacos, jóvenes y maduros, en fin, de todo tipo. Entre ellos iba un grupo de muchachos como de 20 a 22 años, relajientos y altos, se veía que iban a la escuela, pues todos llevaban mochila. No se como, pero quedé en medio de ellos. Pensé que eso sería bueno porque así me protegía de los demás hombres del vagón.
De nuevo empecé a fantasear, imaginé que iba con ellos a su departamento y que hacíamos una súper orgía conmigo como su única atracción. De nuevo me empecé a mojar, pero no quería que ellos lo notaran, así que les di la espalda y volteé hacia fuera; pero uno de ellos se interpuso y quedó enfrente de mí. Yo ya estaba muy mojada y no sabía que hacer para que no notaran mi rubor.
De repente sentí que algo duro estaba detrás de mí; intenté voltearme, pero me di cuenta que los chicos me tenían inmovilizada, no podía dar la vuelta; entonces intenté bajar mi mano derecha para apartarlo, pero alguien la tomó y no me permitió hacerlo; de repente también me inmovilizaron la mano izquierda. Empecé a preocuparme, ¿Qué querían estos chicos? Tal vez se restregarían contra mí contra mi voluntad; pero eso era poco en comparación con lo que realmente me sucedió.
Sentí que una mano subía por mi pierna derecha y levantaba mi pequeña falda, llegando hasta mi pantaleta; empezó a bajarme las pantimedias y yo trataba de evitarlo. Alguno de ellos se me acercó y me dijo al oído susurrando: "No hagas nada, no grites ni te muevas chiquita porque hasta aquí quedas, no te preocupes, te va a gustar". Ese "hasta aquí quedas" me dio miedo, pensé que tal vez traían alguna navaja o algo con que hacerme daño y vi que no podía moverme, por lo que decidí no hacer nada, yo seguía pensando que solo se restregarían contra mí y se irían satisfechos; pero ellos pensaban más allá.
De repente un dedo empezó a penetrar en mi concha y solté un pequeño grittito; de inmediato alguien me tapó la boca y de nuevo me dijeron al oído: "Que no hagas ruido, puta". El que metió el dedo susurró: "Está mojada" y los demás rieron.
El dedo empezó a moverse dentro de mí y empezó a volverme loca de placer; me estaba gustando mucho lo que el chico hacía, pero no quería demostrarlo, por lo que trataba de soltar mis manos sin lograrlo. El tren seguía avanzando y yo escuchaba como se abrían las puertas, entraba y salía gente y yo seguía ahí, atrapada entre cinco o seis chicos que me tapaban por completo y que se estaban excitando conmigo.
De repente sentí que alguien me subía la falda y alguien más metía sus manos debajo de mi blusa y apartaba el brassiere; mis panties y mi calzoncito fueron bajados con fuerza, en ese momento supe lo que iban a hacer y pensé: "No puede ser, estamos en el metro, en medio de miles de personas y en movimiento y estos chicos quieren hacérmelo aquí mismo, alguien debe evitarlo". Pero yo no podía hacer nada, estaba inmovilizada y con la boca tapada, ya ni siquiera veía si el vagón iba lleno o no.
Entonces sucedió Sentí como un miembro duro empezaba a entrar en mi conchita poco a poco, deslizándose despacio. No puedo negar que sentí placer, pero estaba consciente de que no era el lugar ni el momento para hacerlo. De igual manera, alguien comenzó a sobarme las tetas; dos grandes manos acariciaban y le daban pellizquitos a mis pechos y a mis pezones.
Para completar mi mala suerte, el metro se detuvo; pude ver que estábamos a la mitad de un túnel. No sabía entre que estaciones, pero ello hizo que los chicos tuvieran más tiempo y para colmo, se apagaron las luces y se encendieron unas muy tenues que apenas iluminaban el vagón.
El chico que me metió su miembro se movía sosteniéndose de mis caderas y las manos seguían toqueteándome, no solo las tetas, sino todo mi cuerpo, por lo que yo estaba muy excitada.
Una voz en el tren indicó: "Señores usuarios, disculpen las molestias, reanudaremos nuestro viaje en unos minutos". "¿Unos minutos?, pensé, ¡Mejor que se tarden, este chico me lo está haciendo delicioso!".
Involuntariamente empecé a moverme igual que el chico que me cogía, me estaba llenando de placer; alguno de ellos empezó a acariciar mi clítoris y me volví loca; de repente me llegó un orgasmo que me sacudió por completo. Unos segundos después, sentí como el chico que me cogía también terminó, se vino y me soltó toda su leche adentro, sentí como empezó a escurrir entre mis piernas.
De inmediato intercambiaron lugares y otro chico se puso detrás de mí y colocó su miembro, pero en la entrada de mi culo, quise evitar esa penetración, pues por ahí no me gusta, pero seguía inmovilizada y el tremendo pene empezó a abrirse paso entre mis nalgas y yo grité, pero mi boca seguía tapada y creo que nadie me oía.
Otro chico se paró delante de mí y con una mano tomó su pene; no se como hicieron, pero me obligaron a empinarme, me taparon la nariz y él metió su pene en mi boca abierta, haciéndome mamárselo, mientras me tomaba del cabello y marcaba el ritmo de entrada y salida de su miembro. Luego uno se tiró al piso y se acomodó de tal manera que empezó a penetrarme por la vagina. Entre los tres me cogieron con fuerza; el que me penetraba por adelante me producía un gran placer, pero el que estaba atrás me lastimaba; por lo que tenía yo una mezcla muy rara de placer y dolor.
Me hicieron pararme de nuevo y de repente el metro empezó a moverse de nuevo, casi nos caemos, pero ello no impidió que los chicos siguieran haciéndomelo por ambos lados. Alguien empezó a lamerme las tetas. La mezcla de sensaciones no me dejaba pensar con claridad y empezó a gustarme todo lo que me hacían, incluyendo la penetración posterior.
Fueron varios minutos en los que tuve dos o tres orgasmos más y ellos también terminaron; de inmediato otro chico tomaba al lugar del que terminaba, de tal manera que yo no tenía descanso.
Uno tras otro todos los chicos tomaron su turno para cogerme, al final yo ya no lo gozaba, la vagina y el culo habían empezado a arderme. Cuando pensé que ya todos los chicos habían pasado, me di cuenta que me seguían sosteniendo, pero el que me penetró fue un señor de edad mediana, de traje y corbata y poco a poco se fueron alejando los chicos, dejándome con otros hombres que iban ahí. Yo no podía defenderme, nunca me soltaron las manos ni me destaparon la boca; era una locura de penes adentro de mí y manos sobre mi cuerpo. Empecé a desesperarme al ver que todos los hombres del vagón pretendían cogerme con o sin mi consentimiento.
Uno tras otro pasaban sin decirme nada, era como si todos se hubieran puesto de acuerdo para mantenerme inmóvil y penetrarme; aunque alcancé a escuchar que alguien decía: "mira una puta gratis, está cogiendo con todos". No pude decir nada para defenderme porque todo el tiempo tuve la boca tapada.
Perdí la cuenta de cuantos me cogieron y de los orgasmos que tuve, pero llegó un momento que solo esperaba a que acabaran para que me dejaran ir, estaba adolorida y me ardían la vagina y el culo, además de que el estar en una sola posición me tenía entumida de las piernas y ya los pechos los tenía resecos de tanta saliva que había pasado por ellos.
No se cuanto duró ni supe cuantos hombres me cogieron, al final, llegamos a la estación terminal del metro y fue cuando se fueron y me dejaron en paz. Salí de ahí despeinada, medio vestida, escurriendo semen por todos lados y muy cogida; no puedo negar que lo disfruté en buena parte, pero fue demasiado. Me regresé a mi casa a bañar y descansar y segura de que no volvería a subirme a un vagón donde solo fueran hombres conmigo sola.