Cogerme a las Concuñadas mi objetivo

Dos cuarentonas, dos mujeres maduras, que necesitan coger, una historia real.

Como están amigos, hace tiempo que no escribía, el motivo es simple, sin no vivo nada que sea relevante, no me atrae escribir. Pero, se dio un caso que si vale la pena contarles y que me encantaría compartir con este cúmulo de amigos invisibles que les gusta saber de las intimidades ajenas. Asimismo, como aclaración, aquellos que no creen mis relatos, por más que lo digan o lo califiquen, me es indiferente, me interesa contar, vivir la experiencia para quienes gusten revivirlo conmigo. La agrietad de los que buscan elementos detectivescos para ponerles sombras a lo relatado o calificarlo mal para que no compita en esos ranking maquiavélicos, que se abstengan porque verdaderamente me parecen patéticos y no entienden el verdadero sentido de esta página.

Hace unos días, mi amante Sonia, que es una mujer de cuarenta y siete años, pero de las jugosas, de esas veteranas que tienen todo, me encantan las mujeres mayores de cuarenta. No te cambio una mujer de cuarenta por dos de veinte. Así son la mayoría de las mujeres con las que salgo, por supuesto que casi todas ellas están muy bien, le gimnasio hace maravillas y lo caliente y putas que son, las valida para ser las mejores amantes. Lo cierto es que Sonia, está casada con un conocido mío, él falta mucho a su casa, trabaja en el exterior y ella se ha convertido en una puta insaciable. Según sus propias palabras, la he convertido yo, en una mujer que ama el sexo. De hacerlo con la luz apagada y con la duración de unos minutos, paso a coger en plena luz del día, por todos sus agujeritos y con mucho tiempo destinado al placer. En definitiva, hace tiempo que una vez por semana nos cogemos. Un día, hace apenas una semana de esto, me llamó que su concuñada, Carla, tenía una necesidad profesional que hablar conmigo. Carla, está casada con el hermano del marido de Sonia, es un petiso, gordinflón, aburrido, pelado que trabaja en un empleo público. Llegaron ambas a mi casa en el auto de Carla, Sonia venía con sus pantalones jeans ajustaditos y Carla con una falda por la rodilla, con una remerita blanca, medias color carne, botas negras y un tapado negro largo. Estaba muy pero muy linda, pero bueno venía con mi amante, no podía hacer mucho, de hecho es una mujer no muy alta, tiene pelo negro ojos marrones, boca apenas pintada de rosado, me gustan las tetas que asoman por lo ajustado de la remera y un culo de mujer de cuarenta y tres años que vale la pena. No quiero dejar de lado las piernas de Carla, están muy bien cuidadas, sumamente contorneadas, me la imagino con buenas ancas, desnuda. En fin, eso fue todo en unos segundos, ella vino a mí, porque sabe bien que yo soy asesor de la empresa de la familia de Sofía y fue ella quien la incentivó para que me hiciera la consulta.

Entraron las dos a la sala, Carla se quitó el abrigo y Sofía fue hasta la cocina a hacer café para los tres. Me puse a revisar el documento que Carla me entregó y veo que ella se cruza de piernas, mientras miraba los adornos y diplomas que están en las paredes. No quise que se diera cuenta que le miraba las piernas, pero me gustó mucho esa pose, definitivamente me encantó. En eso entra Sofía y dice:

No hay más café, voy en una corrida y compro

No te molestes - le dije

No es molestia vengo en unos minutos, contestó - y tomando su abrigo salió.

Carla la miró salir y cuando la puerta se cerró detrás de Sofía, sin muchas vueltas me dice:

Son amantes vos y ella

Quedé pasmado.

No me lo niegues, ni te sientas presionado, me lo contó Laura que es amiga íntima de Sofía y también mía.

Espero no lo divulgues -le dije resignado y sin muchas posibilidades

No lo haré – me retruca con cara muy seria – pero lo sé, además si su marido es parecido a su hermano, mi marido, la entiendo perfectamente.

¿A que te refieres? – le pregunté – Porque no sé que es lo que buscas o intentas, solo te pido que no perjudiques a Sofía que es una mujer maravillosa

No, quédate muy tranquilo, jamás haría nada así, pero no puedo dejar de reconocer que es algo, excitante, digamos que ustedes sean amantes.

¿No tienes un amante?

No, Carlos, no lo tengo, es que toda mi vida ha sido muy particular con mi marido, porque no te olvides que tengo dos hijos en fin, tu sabes lo que es

Sé lo que es – le dije – pero eso no te inhibe que vivas tu sexualidad tu sexo, tu vida, que aprendas a vivirlo.

Le di otro escrito que debía analizar, por lo cual le acerqué el documento. Ella comenzó a leerlo, fui por detrás del sillón donde ella estaba sentada y le hice masajes en los hombros. Se encogió e hizo un gemido de placer. Sin dejarla pensar más, le besé el cuello y cuando dio vuelta la cara para decirme algo, le comí la boca con un beso metiéndole la lengua. Carla no me rechazó, mas bien con su lengua jugó con la mía. En eso suena el timbre, era Sofía.

Es ella – dice asustada –

No te alteres, ya le abro

Abrí el portero eléctrico y mientras Sofía tomaba el ascensor volví a ella, la besé de nuevo, le acaricié las tetas por encima de su remerita, noté como sus pezones se endurecían. Sonó el timbre de la puerta de mi departamento y fui a abrir.

Carlos – dice Carla- por favor veámonos.

No le contesté, cuando abrí la puerta, estaba Sofía con su café, mientras iba entrando, hice algo que nunca había hecho, pero me la jugué, le dije:

Carla sabe lo nuestro

¿Cómo?

Sí, lo sabe, tu amiguita Laura se lo contó

No te lo puedo creer, me muero, si mi marido se entera me mata, si ella se lo cuenta a su marido, que además me odia, se lo va a decir enseguida a su hermano.

Tranquila, no te alteres, tal vez esto se pueda arreglar, ella creo que tiene una idea

¿Cuál? Dime por favor, tengo miedo Carlos

Me parece que ella quiere tener su momento de sexo

¿Contigo? - me pregunta Sofía con cara no de muchos amigos

Me parece que sí – le contesté con una imagen de decepción, la verdad un artista

¡Puta! – espetó sin pensar

No grites, nos puede oír, pero cualquier cosa que hagas o digas va en tu contra

Es verdad – razonó enseguida

Bien, espérame acá y en unos minutos leva el café, pero dame quince minutos

¿Qué te la vas a coger en este tiempo? – preguntó con cara de mala

No, todo lo que haga te voy a decir, pero dame ese tiempo

Ok – contestó pero con cara de rabia y miedo a la vez.

Volví a la sala, allí estaba Carla, me senté a su lado y le hablé al oído:

Siempre me gustaste y la verdad estás divina

Gracias, pero está Sofía en la cocina y no quiero que nos descubra

No te preocupes por Sofía, a ella le gusta verme con otras mujeres

¿En serio?

Si, en serio

Pero no sabía eso de mi concuñada

Bueno, ahora lo sabes

Si pero yo no soy así

¿Cómo eres? – pregunté

No sé, realmente no sé como soy, pero siento muchas cosas en mi vida y sé que me he perdido de otras.

No la dejé terminar, le saqué los documentos, le di un beso en los labios, se los abrí como mi lengua y se la volví a meter en la boca. Ella no se hizo rogar, su lengua también vino a mí. Estaba entregada, ya era mía. La levanté y caminando, sin dejar de besarla, la llevé a mi dormitorio. Parecíamos dos locos, pero no quería que se desprendiera de mi cuerpo, allí la comencé a manosear toda. Ella se dejaba, estaba hirviendo, le puse las manos en las nalgas, le toque el culo y se apretó más a mi cuerpo. La acosté en la cama, la besé, le pase mis manos por debajo de la falda, le toque las piernas y gimió y habló:

Carlos, está Sofía, que vas a hacer por favor.

Dame un segundo que ya vengo, no te muevas.

Me alejé de su cara, le besé los pezones por encima de la remera, le besé las piernas y salí, en tanto oía que me decía en susurros

No demores

En la cocina estaba Sofía casi llorando, me le acerqué la levanté, la besé en los labios, ella me respondió con su lengua, como siempre y la tranquilicé:

Carla está en mi cama, no va a decir nada, ella ahora está igual que vos, no te pongas mal.

¿Ya te la cogiste?

No, pero quiero que vos seas sumisa y no hagas cosas de locos, porque de esa manera salvamos este lío, lo hago por vos

Te quiero – se me abalanzó y me besó. Le toqué el culo por encima del pantalón y le desabroche la camisa besándole el nacimiento de las tetas. Le mojé el canalcito de los pechos con mi saliva. Seguí eliminando botones hasta que dejé su corpiño blanco al aire. Le mordí los pezones por encima de la tela. Comenzó a gemir.

Me voy- le dije

¿Amor, vas con ella?

Si, por que no te asomas y puedes ver lo que pasa

No me contestó solo me miró. Fui al dormitorio, Carla estaba acostada en mi cama, me acerqué a ella. Le acaricié las piernas, estaba acostada de lado a lado, por lo cual sus piernas colgaban de uno de los lados de la cama. En tanto le acariciaba las rodillas y sus muslos, ella cerraba los ojos, fui hasta la mesa de luz y tomé un viagra sin que lo notara. No quería perder esa posibilidad. Volví hacia Carla, antes me quite los pantalones y mi camisa. Quedé en bóxer azul y una camiseta de algodón blanca. Ella no me percibió bien, estaba como en una nebulosa, además reconozco que para eso soy muy rápido y expeditivo. Sentado a su lado bajeé el cierre de su falda y comencé a tirarla hacia abajo. La saqué por sus piernas y me encontré con una tanga celeste. Acaricié su pancita, que algo dejaba ver sus rollitos, pero estaba hermosa, me gustaba, me calentaba, me gustan las mujeres así, no perfectas, pero si con sus verdaderas formas. Así era Carla, no gorda, no flaca, con algo de celulitis, pero casi imperceptible, algunos indicios de sus embarazos, pero sin desfigurarla, era y es hermosa. Le besé el ombligo, le acaricie la concha por encima de la tanga. Se sobresaltó, gimió, le pasé la lengua por el elástico de la ropa interior, subí con mi lengua mientras iba enrollando su remera. Llegué a su sostén, blanco, encerrando un par de tetas hermosas. Medianas, pero llenas, lindas, se las mordí. Gimió. Saqué sus tetas por encima de la prenda, saltaron pezones grandes, duros, parados, casi rojizos en la punta. Se los lamí, los llené de saliva, los mordí suavemente con mis dientes y labios. Gemía, solo gemía, con sus ojos cerrados gemía. Volví a bajar por sus tetas, su estómago, su ombligo, llegué a su tanga. Metí mi lengua debajo de ella, sentí sus vellos, sus pendejos que enrolladitos recibían mi lengua y mi saliva. Mi mano derecha comenzó a sacar la prenda final. Mi mano izquierda le tocaba la cara, sus labios y le hacía chupar mis dedos. Carla estaba poseída, no había forma de calmarla, sus gemidos ya no los controlaba. Miré hacia la puerta y allí estaba Sofía, parada, mirando todo, sin decir nada. No le hice comentario alguno. Le quité la tanga a Carla, me arrodillé entre sus piernas. Tenía recortado los vellos alrededor de sus labios vaginales, instintivamente ella abrió sus piernas, puse mis labios en sus muslos. El olor a hembra era impresionante, pude ver sus jugos y su leche que brillaba en los pelitos de cu concha y como corría un hilito por las comisuras de las piernas. Le pasé mi lengua por la raja. Carla tembló. Puse mi lengua alrededor de su culo y subí nuevamente por la raya de su concha. Cuando llegué a su orificio giré mi lengua, ella gemía.

Me aparté y comencé a mirarla.

Te gusta - me dijo

Me encanta. ¿A vos?

Me enloquece

Bueno – le dije – si te enloquece pídeme

¿Qué te pido?

Lo quieras que te haga

Hazme de todo, por favor

Mientras hablábamos le había metido mis dedos en su concha y le estaba haciendo una paja tremenda. Tocaba su clítoris hinchado con mi dedo y casi lo podía sacar hacia fuera. Con otro dedo le acariciaba el culo hasta que se lo introduje e inmediatamente volví a comerle la concha. Allí se acabó, sus gritos ya no los contenía, sentí como su culo se contraía y su concha también. Un liquido fuerte e intenso salio de su raja y me empapó la cara.

Me incorporé, fui hacia la puerta, Sofía estaba con sus mejillas coloradas.

¿Has visto? – le pregunté

Si

No la dejé hablar le di un beso de lengua. Mi boca tenía el gusto de Carla, pero a Sofía no le importó estaba caliente.

(Continúa pronto)