Cocos de playa

Un día de playa en familia acaba en doloroso para un macarra. Ballbusting, Femdom, CFNM.

Aquel día resultaba magnífico, la playa estaba vacía debido a que era privada y muy pocas personas iban a aquellas horas. Bety, Rosa y su madre Miriam estaban acompañadas de sus sobrinos/primos; Miguel y Luis.

Cuando llegaron al sitio donde querían, colocaron la sombrilla enorme y se desvistieron para dejar a la vista sus bikinis y bañadores. Rondaban los 19 años ya que eran de la misma edad, salvo su tía que rondaba los 42. A pesar de su edad, gozaba de un cuerpo que ya quisieran muchas. Ambas chicas eran gemelas y tenían el pelo rubio como su madre. Tras ponerse la crema solar, se sentaron un rato a jugar a las cartas.

—Bien, he vuelto a ganar— dijo Bety.

—No es justo— se quejaron los chicos.

Su tia disfrutaba de la vista que le daba el océano, sin ruidos y con la brisa deslizando su pelo hacia sus turgentes pechos.

—Venga, una apuesta es una apuesta—comentó Bety.

—Eso, venga, tenéis que hacerlo—Rosa también animaba.

—¿Por qué tanto escándalo?—pregunto su tía.

—Los chicos han perdido por lo que tienen que estar en pelotas—dijeron entre risas.

—Oh vamos, no hay nadie a los alrededores. Además, así veo lo que habéis crecido—dijo en un tono divertido.

Los chicos soltaron un suspiro, les daba mucha vergüenza hacerlo, pero estaban en familia. Se levantaron y tomaron la prenda.

—Eh, despacio...no quiero perderme nada—dijo Bety sensual antes de que todas se echasen a reír.

—Bueno...

El primero fue Miguel, lo hizo lentamente mientras las chicas aplaudían y vitoreaban a los jóvenes que poco a poco fueron dejando su virilidad al aire. Cuando el bañador estaba en los tobillos, pudieron ver un pene bastante largo y algo grueso, con un par de testículos debajo bien gordos. Y por supuesto, una mata de vello rodeando todo.

—¡Vaya hombretón tenemos en casa!—dijero riendo.

—No esta mal sobrino, nada mal...ahora tu Luis.

El chico hizo lo mismo rojo como un tomate e igual que su hermano, estaba muy bien dotado. De hecho eran parecidos, salvo que él estaba afeitado por lo que dejaba todo a mejor vista.

—Vaya par de salchichas tenemos—dijo Bety.

—¡Mirad!—señalo Rosa.

Ambos chicos tuvieron una reacción en sus miembros ya que empezaron a levantarse y a ponerse más duros que una piedra.

—Que cochinos...ya tenéis edad para evitarlo—comento su tía bebiendo un refresco.

—¡Pero como vamos a evitarlo teniendo mujeres tan guapas delante nuestra!—se quejo Luis.

—¡Eso!, ¿os habéis visto?, con esos...pechos...y...cinturas...—dijo tímido Miguel.

Las mujeres tuvieron un sonrojo ante tales comentarios, ellos siempre se han portado bien con ellas e incluso las han defendido de otros matones. Y ahora eso.

—Venid aquí—ordeno su tía.

Ellos se acercaron con los miembros apuntando al cielo. Ella esbozó una sonrisa.

—Siempre habéis sido amables y ahora...toca una recompensa—ellos se miraron preguntándose cual sería.

Aunque a los pocos segundos supieron cual era puesto que la mujer agarró sus miembros y los comenzó a masturbar de forma delicada, desde la base y sobando las pelotas hasta la glande que ya goteaba. Ellos sintieron como su cuerpo se retorcía de placer, había que ver que manejo tenía su tía.

—¿Podemos ver tus pechos?—pregunto Miguel.

—Que niños tan descarados—contesto.

Ella paro un segundo y se desprendió de la parte superior dejando aquellos apetecibles pezones a la vista de ellos. Luego, regreso a la faena ante la mirada de sus hijas que miraban todas algo excitadas y con una sonrisa de oreja a oreja.

Finalmente, ambos dieron un largo y glorioso gemido dejando liberar la carga que tenían en sus huevos manchando la cálida arena de la playa.

—Cielos...cuanta cantidad—dijo su tía mirando la arena.

Ambas pollas perdieron su dureza y quedaron flácidas, que aún así seguían siendo bastante grandes y largas.

—Ale, ya podéis ir al agua un rato—dijo ella.

Los chicos desnudos y ellas vestidas fueron al agua, ya habían perdido esa timidez que tenían. Mientras, su tía se relajaba, de hecho, ni se volvió a colocar su parte superior del bikini, sino todo lo contrario, se quito el de abajo también dejando una vagina sin pelo alguno y muy, muy apetecible.

Estuvieron un rato nadando tranquilamente hasta que se aburrieron. Al salir del agua y con el agua tan sumamente fresca, sus penes estaban más pequeños y ahora eran divertidos verlos.

—Jaja, que cosa más pequeña—señalo Bety.

—¡Oye, es por el agua!—se quejaron entre risas ellos antes de perseguirlas.

Tras un rato de risas, juegos y bromas, se pararon a tomar un poco de agua y refrescarse bajo la fresca sombra que tenían. Y se tumbaron a echarse un rato la siesta. De hecho, ellas se desnudaron también quedando todos desnudos.

Al cabo de un rato y viendo que no podían conciliar el sueño como su madre ni primos, Bety y Rosa se fueron a dar una vuelta. Y en uno de los tramos y alejados de su familia, se cruzaron con un gamberro que conocían de clase, Roberto. Era el típico machito que aprovechaba su altura y fuerza para abusar de los demás.

—Vaya, vaya...si son las dos putitas de clase—comento con una sonrisa.

Iba sin camisa marcando pecho, con unas gafas de sol y un bañador ceñido marcando paquete.

—Piérdete Roberto—contesto Rosa.

—Oh, la putita se ha enojado—dijo riendo.

Estaban hartas de su actitud, en clase tenía a todos horrorizados y con miedo en el cuerpo. Es más, incluso había abusado de la novia de algún amigo.

—¿Por qué no os ponéis a cuatro y os doy lo vuestro?—dijo acariciando su paquete.

Bety se acerco insinuante y con una cara pícara.

—Oh, ¿quieres darnos con esa cosita?—pregunto sensual.

—¿Cosita?, mira—dijo bajando su bañador para que vieran su mata de pelo.

Cuando estuvo a una distancia muy corta, Bety levanto su rodilla golpeando la zona del escroto y comprimiendo esta contra su cuerpo provocando un grito ahogado por parte del chico haciendo que cayera al suelo ante la mirada incrédula de Rosa.

—Oh, creo que están ardiendo, es mejor que les de un poco el aire—dijo mientras aprovechaba que estaba sin fuerzas para desnudar al joven.

Tenía un ligero hinchazon y un pene muy reducido debido al golpe.

—¿Y querías empotrarme con esa cosita?—Rosa se echo a reír.

Rosa agarro de las piernas para mantenerlas abiertas. Bety no dudo en pisar y patear unas cuantas veces aquellos indefensos huevos ante las súplicas del joven que lloraba a moco tendido.

—Por favor...basta...—dijo llevando sus manos a la cabeza.

Cuando soltaron y cesaron el ataque a su masculinidad, sintió un gran alivio. Aunque eso duro poco ya que Bety llevaba en las manos un coco de una palmera cercana.

—¿Qué vas a hacer?—pregunto.

Y estando colocada entre sus piernas, dejo caer este que impacto de lleno en sus huevos haciendo que diera un grito de dolor como nunca antes lo había hecho. Se quedo retorciéndose allí mientras las chicas se reían del espectaculo.

Bety empezó ante la mirada de este, a acariciar y masturbar allí de pie a su hermana que dejaba escapar gemidos de placer. Esto provoco aunque fue doloroso, que Roberto tuviera una erección. Entonces Rosa agarro una piedra muy dura que estaba cerca, luego tomo el coco y le hizo un agujero con esta.

—Toma, follate al coco o...diremos que la tienes pequeña—dijo haciendo el gesto con los dedos.

Él, muerto de miedo tomo como pudo el coco y metió su pene ante las risas de ellas y empezó el vaivén. El líquido de dentro calmaba un poco el dolor y tras apenas unos segundos, eyaculó.

—¿Ya?, ¡joder!—comento Bety.

Roberto tiró el coco a un lado y se quedo tumbado respirando como pudo.

—Bueno, yas has aprendido la lección, nos vamos—dijo Rosa.

Bety no desaprovecho la posición para dar una gran y última patada con mucha fuerza a aquellos grandes huevos que estaban hinchados como balones.

—Uahhhhhhh—fue lo único que dijo antes de desmayarse mientras soltaba espuma por la boca.

—¿No crees que nos hemos pasado?—pregunto Rosa.

—Nah...estarán bien en unos meses.

Ella agarro con fuerza el culo de su hermana y se fueron juntas de vuelta a su sitio donde sus primos estaban de risas con su madre. Al llegar le contaron la situación y aunque hicieron todo lo posible, tuvieron una gran erección.

—Roberto ya no os molestará más—dijo Luis.

—Si, recuerdo que una vez me dio una patada en la espalda—comento Miguel.

—Si, pero estaís empalmados—Rosa señalo sus pollas.

—Venga chicas, ponéis para foto—Miriam saco una cámara para hacerla.

Ambas jóvenes se colocaron al lado de uno de ellos y ante la sorpresa de estos, les hicieron una buena y deliciosa paja. Y justo en el momento de la eyaculación, se hizo la foto. Se quedaron un rato más en ese lugar a pasarlo bien.

—Mira, es nuestra amiga Belén, ¡Belén!—llamo Rosa.

Ella al verlos, se acercó para unirse.

Mientras, Roberto estaba ya en su casa con una bolsa de hielo en las pelotas mientras aún lloraba por los golpes recibidos. Sus huevos estaban a salvo, había tenido mucha suerte. Pero sin duda, eso le marcaría de por vida.

¿Continuara?.

Bueno chicos, espero que hayáis agarrado esa birria de pollas que os cuelgan entre las piernas y os hayáis masturbado. ¿Qué puedo esperar de simios que encima con la cuarentena os habréis masturbado 2 o 3 veces al día?. No creo que tengáis huevos a pasearos en pelotas por una playa, seguramente la tendréis de apenas 3-4 centímetros. Y dirás, Rosa, yo no. Luego seguro lloraréis de vergüenza diciendo que no, que hace frío o es por el agua.

Ya me imagino a vuestras novias(que de tener os querrán por el dinero porque si es por tamaño de pene...) mirando a otros chicos más guapos, mejor cuerpo y sobretodo...un buen rabo entre las piernas.

¡Ale, a masturbar esas cositas!.