Cocina de Excelencia

Una velada con la "Rubia Cheff" Aunque ambas nos conocíamos desde hace un tiempo, era la primera vez que Carmen estaba en mi departamento, de hecho era también la primera vez que estábamos totalmente solas compartiendo un mismo espacio, así como también era la primera vez que ...............

-  Anda a cambiarte y ponete algo más cómodo que yo me arreglo acá - me dijo Carmen mirándome con unos ojitos que bailoteaban pícaramente, mientras yo mantenía atenta la mirada no dejaba de pensar en que consistiría el ofrecimiento de "una noche de cocina De excelencia" que Carmen me había hecho hacía ya un par de semanas y que no había podido concretarse hasta esta noche de sábado, por estar demasiado ocupada en asuntos laborales.

Aunque ambas nos conocíamos desde hace un tiempo, era la primera vez que Carmen estaba en mi departamento, de hecho era también la primera vez que estábamos totalmente solas compartiendo un mismo espacio, así como también era la primera vez que ambas estábamos “solteras” desde que nos conocíamos.

-  ¿Estas segura? ¿No vas a necesitar ayuda?

-  Claro que no, anda a ducharte, cambiate, ponte algo cómodo mientras yo empiezo a preparar las cosas aquí.

Me encogí de hombros, ante la seguridad inequívoca que transmitían las palabras de Carmen sobre no necesitar ayuda, y me fui al baño. Mientras me duchaba sentí ruidos en la cocina, de picar cosas... hmmm... ¿qué exquisitez de las muchas que Carmen preparaba estaría haciendo?

Había cenado muchas veces en casa de Carmen cuando estaba en pareja con la ex de su propia ex, y ambas "exes" insistían en esas reuniones, quizás como una manera de exorcizar el fantasma de los celos en sus actuales parejas. Carmen no era una cocinera amateur, su medio de vida consistía en prestar servicios de catering para la crema y nata de la sociedad, de hecho vivía de una empresa que había comenzado de manera muy modesta 10 años atrás, hasta llegar a ser muy conocida y prestigiosa.

Salí del baño vestida muy cómodamente como suelo hacerlo cuando estoy sola en casa, con un conjunto deportivo, fui hasta la cocina y me quedé petrificada, parada en la puerta, sin poder creer lo que mis ojos estaban viendo.

Carmen estaba de espaldas, amasando algo sobre la mesada ¡vestida solamente con una camiseta de algodón blanca con breteles finitos, una tanga de cola les, sandalias de tacón, delantal y gorro de cocinera!

Siempre he tenido un comportamiento muy respetuoso para con Carmen, pero tampoco podía pasar por alto tremenda tentación, así que me acerqué por detrás pasé los brazos hacía delante a la altura de la cintura de esta “rubia chef” y tomé sus senos con las manos, susurrándole al oído.

-  ¿Esto es parte de su cocina De excelencia?

-  Ajá  - me respondió, fingiendo una seriedad y concentración en lo que estaba amasando que estaba lejos de sentir.

Había venido dispuesta a provocarme no hay dudas,  quiere hacerme  reaccionar y no dejarme escapar, no esta vez. Carmen debe creer que va descubrir si aquellos ingeniosos cruces de palabras o frases con doble sentido en el pasado, eran reales o solo el producto de su imaginación. Siempre me di cuenta que ella se sentía atraída hacía mí.

-  ¿Usted, Cocina así para todas las que la contratan?

-  No, no para todas. Solo para las que se merecen servicio De excelencia  -

Me respondió con voz muy seria. Yo comencé a darle besitos en el cuello y ella amasaba, como quien no se da cuenta de que están intentando calentarla, fingiendo una indiferencia total que me ponía cada vez mas excitada, así que alterné besitos suaves con mordisquitos en el cuello y en su oreja izquierda, mientras pasaba las manos por debajo de la camiseta y le acariciaba los senos.

- ¿No le parece que sus clientas pueden tentarse si usted cocina así?

Le susurré al oído en un intervalo entre los besitos y los mordisquitos, sintiendo el perfume de su piel mezclado con alguna fragancia que no identificaba y que seguramente Carmen había escogido especialmente para esta noche.

- La que estas abusando es Usted Silvina, aprovechando que yo tengo las manos ocupadas en la masa, lo cual me impide ponerle un freno a sus intenciones depravadas no puedo ponerle freno a esas manos suyas, tuyas….. que .. me.. están acariciando...así...así...así...

La frase no tenía ninguna intención de detenerme sino que era para alentarme  a que continuara haciendo exactamente lo que hacía en ese momento. Yo estaba embriagada por el perfume de Carmen, por la suavidad de su piel, continuaba apretando suavemente los pezones y besando los hombros, sentía su cuerpo  responder pese a la fingida concentración que la “rubia chef” parecía poner en la masa, concentración que ya había perdido hacía tiempo, intenté besarla en los labios pero me eludió, quería provocarme a morir, me rechazaba el beso pero apretaba su cola contra mí cuerpo, sintiendo el calor de mi sexo en sus glúteos; era un juego de provocar y frenar que estaba dando excelentes resultados.

Finalmente Carmen giró su cabeza y me encontré con sus labios a pocos centímetros de los míos, húmedos, tentadores, nos miramos a los ojos, había deseo en nuestras miradas y los cuerpos estaban calientes. Bajé la cabeza para besar profundamente a Carmen mientras mis manos continuaban recorriendo con terca persistencia su cuerpo, bajando por el abdomen hasta meterme  bajo la tanga y encontrar su concha caliente, húmeda, reclamante de otro tipo de caricias.

- Te deseo - le susurré al oído, y ella suspiró; después de tanto tiempo de conocernos y pensando (las dos) que jamás podríamos estar así, esas palabras encendieron su deseo mas allá de lo que podía ser explicado pero no pudo dejar el juego que había iniciado a medias y se limitó a apretar su sexo contra mi mano traviesa y comenzó a responder.

-  También yo pero usted Silvina no me deja cocinar y yo soy responsable con mis….. . .. .   –

Sus palabras perdieron fuerza porque estaba yo besándola nuevamente, apasionadamente, quería estrujarla, apretarla, hacerle el amor, sentirla gemir. Estaba enloqueciendo de deseo. Con mis brazos la hice girar hasta quedar ambas  frente a frente, la besé nuevamente en la boca, profundamente, ella enroscó sus dedos en mi cabello respondiendo a la pasión que yo ponía en cada beso.

Mientras la besaba Carmen tiró del cierre de mí conjunto deportivo, deseaba tocarme también. La detuve, saqué las cosas que estaban sobre la mesa y le dije que se sentara; le quité el delantal mientras la miraba a los ojos, las dos estábamos calientes, ávidas, explotando de deseo, le quité la camiseta y sus tetas quedaron frente a mis ojos.

-  Esto es lo que yo llamo un buen plato  - murmuré, esto hizo que ella sonriera, e irguió desafiante las tetas, como invitándome a degustar de ese plato. No me hice esperar, mordisquee suavemente su cuello, besé la curva de los senos, olí su perfume, me encantó el olor de su piel, recorrí con la lengua la línea de ambas tetas...la estaba deseando tanto, tanto; hundí el rostro en el suave hueco entre sus tetas, respirándola, sintiendo el latir del corazón

-  Silvina, Usted me quiere volver loca  - me murmuró, acariciándome la nuca. Con mí boca ansiosa tomé con delicadeza su teta derecha, recorriéndolo con estudiada lentitud, sintiendo la textura de su piel, el sabor, me detuve en el pezón, rodeándolo, jugueteando antes de chuparlo, me fui su otra teta repitiendo la misma operación, mientras Carmen jadeaba y sentía como se empapaba su concha. Seguí jugando con sus pechos y recorrí su espalda con mis manos, intentando conocer enteramente la textura de su piel.

-  Te deseo  - le contesté, mientras le quitaba una de las sandalias y besaba el pie, recorriendo la piel de la pierna derecha con besitos casi llegando a su conchita; quité la otra sandalia, mientras pasaba mis mejillas por ambos muslos y me llegaba a mis fosas nasales su olor a sexo; olor a hembra en celo, a mujer caliente, mezcla de almizcle, con atisbo de aroma a pez recién atrapado, a flores, dulzón, penetrante, excitante como ningún otro aroma.

Detuve mi rostro frente a esa concha aún cubierta por la tanga, aspiré, allí el aroma era totalmente embriagador. Con mis dientes tiré de un lado de la tanga y luego del otro, mientras Carmen sentía que su cosita se empapaba aún más si era posible. Terminé la faena con mis manos, quitándole la tanga y lanzándola lejos...la concha de Carmen estaba cubierta de hilos que con la luz de la cocina se antojaban plateados, hinchado, turgente...listo para ser devorado y en ese momento se me antojaba como el mas delicioso de los manjares...acerqué mí boca, y con la punta de la lengua recorrí un lado y otro de sus labios vaginales mientras ese aroma a hembra llenaba mis centros nerviosos, haciendo que mi propia concha respondiera de un modo increíble. Carmen gemía quedamente mientras continuaba acariciándome la nuca, enredando sus dedos en mi cabello, preparándose para el tan ansiado contacto...

Cuando mi boca prácticamente cubrió toda su concha mi “rubia chef” se quedó al borde del orgasmo...su rostro se enrojeció y dio un gritito que parecía de susto pero era del más puro placer..... mí  lengua pasó desde abajo hacia arriba por toda la superficie de esa conchita caliente, jugosa, conociendo por primera vez su sabor....ese sabor que me enloqueció y ya no podía ni quería detenerme. Con una O de mi boca atrapé el clítoris y succioné con un poco de fuerza, antes de que mi lengua reptara dentro mismo de ese sexo, en tanto sentía que su cuerpo se tensaba, ella deseaba mas, deseaba mi lengua enteramente dentro suyo, quería terminar en mi  boca...

- Me vas a hacer acabar - jadeo, sintiendo el crescendo de sus entrañas. No le  respondí, solo me concentré en succionar esa concha, atraparla enteramente con mi boca, ora succionando, ora metiendo la lengua dentro y empujando, llenándome la boca de sus deliciosos jugos, Carmen no dejaba de gemir logrando ponerme totalmente caliente....sentí en mi lengua la presión de sus paredes vaginales  antes que  estallara en un orgasmo escandaloso, no solo por los fuertes gemidos y grititos que no se privó de dar, sino por la fuerza con la que su sexo palpitaba una y otra vez... … mantuve allí mi boca, quieta, solo sintiendo el orgasmo en tanto mi propia concha se movía al compás del orgasmo de Carmen...estaba teniendo un pequeño orgasmo sin haber sido tocada siquiera, pocas veces me había sucedido algo así en el pasado. Carmen solo gemía con la cabeza tirada hacia atrás, sostenida por mis brazos porque el orgasmo le quitaba fuerza...cuando sintió su sexo aquietarse me miró, yo continuaba con la boca metida en su concha...me acarició la cara y me atrajo hasta ella, besándome profundamente, comiéndome la boca, sintiendo en mis labios el sabor de su propio sexo...dulzón, extraño, delicioso...las lenguas estaban enredadas en una lucha, en tanto yo seguía amasando sus tetas….

- Uauuu....que bueno es trabajar para usted... ¿paga así todos los servicios de cocina?

- Solo a las que se visten como vos - respondí agitada y ardiendo de deseo...un deseo que exigía calmarlo por algo mas que un beso porque no  había bastado el conato de orgasmo que había tenido hacía pocos minutos, por eso la miré  con los ojos aún mas profundamente oscuros que de costumbre.

Carmen tiró del cierre de mí campera deportiva para descubrir que debajo no había nada mas, y mis tetas quedaron al descubierto... se levantaron desafiantes, reclamando atención, con los pezones muy derechitos y duros.... me miró la cara y el cabello cubiertos de harina y sonrió, pasando sus manos por mi rostro y el cabello, juguetona.

- Mira nada mas como te he puesto – me dijo con toda la doble intención, refiriéndose a la harina y la excitación que mostraban mis tetas desafiantes...acercó su boca a mis pezones oscuros y dio unos suaves besos antes de decir - creo que tenemos que volver a la ducha, estas llena de harina...

- ¿Y una cocinera habilidosa como tú no sabe de otras maneras de quitar la harina? Pregunté  mirando directamente a sus ojos, comiéndomela con la mirada. Me tomó el rostro con las manos y nuestras bocas se juntaron, las lenguas enzarzadas en una pequeña batalla, mis manos no paraban de tocar y acariciar separaron un poco y Carmen bajó de la mesa, terminó de sacarme la campera y la dejó caer, tomando mis senos con sus manos. Me acarició el rostro y el cabello quitándome la harina con la mano derecha, en tanto deslizó la mano izquierda debajo del elástico de mí pantalón deportivo. Cuando sus dedos sintieron la suavidad de mi vello púbico supo que yo tampoco  llevaba bombacha y sonrió pícaramente.

- ¿Usted Silvina no usa ropa interior cuando está en casa?

- Depende de la compañía.- respondí sonriendo con cara de sátira. La ausencia de ropa interior en esa noche no había sido algo premeditado, simplemente había llevado el deportivo al baño y no la ropa interior en el apuro por no dejar a Carmen cocinando sola y haciéndola esperar, así que al término de la ducha me puse el deportivo pensando que pasaría inadvertido el detalle ya que era una tela muy oscura.

- ¿Y dígame, esa camita que está allí detrás en un cuarto muy coqueto en donde me cambié, se puede usar? me preguntó Carmen pícaramente mientras pegaba sus tetas a las mías y deslizaba su lengua por mi cuello, mordisqueándome los lóbulos de mis orejas con mucha lentitud.

- Seemmm  - murmuré, con los ojos cerrados, demasiado concentrada en sentir. Carmen tironeó de mi mano, haciendo que abriera los ojos. La “rubia chef “ me estaba llevando a la cama.

Una vez en el cuarto Carmen me dio un empujoncito lo suficientemente enérgico como para que yo cayera de espaldas sobre el colchón. Me quitó las zapatillas deportivas y tiró del pantalón hasta que quedamos las dos en igualdad de condiciones, totalmente desnudas. Carmen se dejó caer suavemente sobre mí cuerpo tostado, hasta quedar completamente sobre mí. El contraste era bello, la piel muy blanca de Carmen contrastaba con lo tostado de mi piel; nuestras conchas se enfrentaban y el calor que emanaban ambos era muy elevado.

- ¿Sabes cómo se hace para que la masa quede muy suave?  - me preguntó Carmen, descolocándome totalmente ya que estaba disfrutando mucho con sentir su cuerpo suave sobre mí. Enarqué las cejas, sorprendida pero la sonrisa pícara que tenía me dejó saber que algo bueno venía detrás de esa pregunta.

- Sabes que no, soy tan mala cocinera, vas a tener que enseñarme.

- Es fundamental que se comience muy suavemente algo así como esto – me murmuró Carmen, restregando muy lentamente su cuerpo sobre el mío, haciendo que nuestros pezones se rozaran con cada movimiento... .. . . . Una electricidad comenzó a bajar de mis pezones hacia mí sexo, eché la cabeza hacia atrás jadeando, mi concha  humedecía la parte del cuerpo de Carmen que lo estaba estimulando. Carmen bajó su mano y la puso entre ambos cuerpos, abarcando toda mi concha, y siguió restregando...la palma de la mano estimulaba directamente mi clítoris hinchado y la abundancia de jugos hacía que el estímulo fuera muy placentero, mas que placentero. Carmen aumentó la frecuencia del roce, provocando una oleada de sensaciones en mi bajo vientre  que terminaron en un orgasmo que ella sintió en su mano y allí descubrió que yo era de esas mujeres que no se expresan verbalmente cuando tienen un orgasmo, pero lo gritan con todo el cuerpo, con la tensión que le nace desde las entrañas, con la electricidad que trasmitía mí cuerpo al suyo propio. Y eso le gustó tanto que bajó de su cuerpo y comenzó a recorrerlo con besos y lengüetazos, lentamente, llegando a mí sexo que estaba empapado, hinchado, ¿satisfecho?...levantó la cara y me miro,  las miradas eran puro fuego y deseo, la alenté a continuar su recorrida bucal mas abajo aún.

Giró su cuerpo y colocó su sexo a la altura de mí boca, colocando su propia cara sobre mi concha y con la punta de la lengua comenzó a dar pequeños toquecitos a lo largo de mi sexo hinchado, lamiendo luego con rápidos lengüetazos la cantidad de jugos que ella misma había provocado tan solo minutos antes, y allí debe haber sentido que mí boca también se apoderaba de su sexo y su concha se estremeció..

Apretó su cara a mi concha palpitante y comenzó a lamer muy rápidamente, directo sobre el clítoris, sintiendo a su vez mi lengua entrando profundamente en su concha, no podía gemir ni jadear, cerró los ojos muy fuerte tratando de contener el incontenible torrente de sensaciones que se apoderaba de su sexo, empeñada en sentir antes mi orgasmo, deseosa de beber mis jugos, de sentirme acabar en su boca. Su lengua comenzó a hacer círculos sobre mí sexo, pasando cada vez mas rápida y fuertemente sobre el clítoris y de pronto se dio cuenta que mi lengua abandonaba a su concha y me sintió jadear fuertemente; sintió mi orgasmo directamente sobre su lengua, en su boca, violento, fuertísimo. Deseaba verme la cara y al mismo tiempo era más fuerte el querer estar allí con la boca enterrada en ese sexo que expresaba el placer provocado de modo tan violento y de pronto sintió que su propio sexo comenzaba a convulsionarse, sorprendida tuvo un orgasmo simplemente por sentir mí orgasmo. Suavemente alejó su boca de mi conchita, besó mis muslos y salió de encima de mí. Se sentó en la cama a verme, estirada, sonriente, satisfecha, recorriendo con su mano derecha toda la largura de mi cuerpo. En el aire se mezclaban muchos perfumes, el que ella usaba, el mío, sudor, el aroma de los sexos de ambas formando un ambiente embriagador. Nos mirábamos a los ojos, sorprendidas, pícaras, satisfechas.

Tomé su mano y chupé suavemente sus dedos, esos mismos dedos que tanto placerme habían sabido provocar. Me incorporé, acercando mi rostro al de la rubia chef y la besé. Nos besamos apasionadamente.

-  Dígame algo rubia chef.

-  ¿Qué?.

-   ¿El Postre se incluye en este servicio De excelencia?...porque soy una mujer muy golosa.

-    ¿¿¿Ya quiere el postre !!?!?!!!!.

Asentí con la cabeza mientras con mí mano izquierda acariciaba su entrepierna, en una invitación muy clara .