Coche cama París Madrid

Yo con un comercial que lleva tiempo pasarlo bien.

Una vez me tocó venir desde Paris a Madrid en tren. Realmente no me acuerdo la circunstancia de porque fue así, pero supongo que porque tenía que volver de alguna manera y esa era la más sencilla a finales de los años 90. Me vi con 20 años, mi maleta y mi billete en la estación buscando el coche cama en el que viajaría toda la noche. No tenía más que una mochila y una bolsa e iba en bermudas porque era pleno verano. Cuando llegué a mi compartimiento aún no había llegado mi compañero de viaje, pero me excité fantaseando con quien podía aparecer.

Me puse cómodo, abrí una Coca-Cola que me acababa de comprar y me puse a leer unas revistas. Al rato apareció un señor trajeado, algo ajetreado con dos maletones. “Hoy, soy Alberto, perdona el follón, pero soy representante de relojes y tengo que viajar sí o sí con ellos encima, no quiero dejarlos fuera del compartimento” Me presenté y le dije que, sin problema, yo viajaba con poco equipaje y no importaba que pusiera la cosas donde quisiera.

Se quitó la americana y pude ver manchas de sudor en su camisa de rayas. No era ni delgado ni gordo, más o menos como yo de alto, quizás algo menos, 178, y arreglado como se arreglaba antes un comercial: sonrisa perfecta, colonia amable y gomina. No era especialmente guapo, pero si atractivo y muy viril.

El tren arrancó y en seguida se fue a la cafetería. Había pocos móviles en la época así que me pidió una de mis revistas y me dijo que se iba a tomar un café. Cuando volvió, y tras el paso del revisror, y me pregunto sin prefería arriba o abajo, “en la litera, claro, ja ja ja”. Yo también reí y le dije que como me movía mucho prefería abajo. Él hablaba por cuatro, enseguida me enteré de toda su vida, de sus años, 48 (parecía menos), de su situación personal (separado) y de que tras una mala racha de curro se había hecho comercial. Yo solo pude decir “bien” y “vacaciones” en la hora que estuvo hablando.

Después de cenar algo, el seguía hablando, se quito los zapatos, unos mocasines con borlas muy usados, y el pantalón “Chaval, lo siento, no tengo pijama, voy a dormir en calzones, espero que no te moleste. Además, estamos entre hombres je je” Se quedó en slips, que eran como azul clarito, calcetines altos azules transparentes y su camisa. “no tengo chanclas y paso de pisar este suelo descalzo, me quedo así hasta que nos metamos en la cama”

Yo no daba crédito. Estaba tremendo así, con una pinta de macho que me puso caliente enseguida y se pudo a revisar unos papeles. Yo ya había decidido que iba a esperar a que se quedase dormido para llevar a mi nariz sus zapatos y hacerme una buena paja. Cuando llegó la hora de dormir, abrimos las camas y de un ágil salto se subió. No pude ver el resto de su cuerpo porque se quitó la camisa ya en la cama, pero la dejó como colgando y yo la podía ver (y oler) Por fin se sacó los calcetines que, también dejo colgando, pero uno, sin que se diera cuenta cayó, para mi fortuna, al suelo.

Esperé a oír que respiraba fuerte, no roncó, y estiré la mano, me llevé el calcetín a la cara y empecé a masturbarme, pero quizás por miedo, no me concentraba. Me aseguré de que dormía y me levanté en silencio y con la luz que entraba por la ventana, muy poca por ser de noche, me asomé y vi como dormía Un brazo detrás de la cabeza dejando el sobaco lleno de pelos al aire, un pecho bien peludo, una cadenita colgada del techo, una tienda de campaña en su slip (estaría soñando con algo erótico) y unos pies enormes que ponían fin a unas piernas igualmente peludas. No me podía creer lo macho que era, no es que fuera un tío impresionante sino que su masculinidad es lo que me excitó.

Abrió los ojos y me pilló mirándole. Con su verborrea habitual “lo sabía, lo sabía, desde que te ví pensé: este chaval es marica, mira como me mira, mira lo calladito que es, vamos, os pillo enseguida yo a los maricones, veis a un tío como yo y os volvéis loco”

Me asusté, era la típica reacción que me asustaba y por la que perdía un motón de oportunidades. Enseguida pensé que me debería haber conformado con su calcetín y me disculpe casi llorando y rogando que no llamase al revisor, que no quería problemas y que no era un mirón pero que era gay y que aún no había tenido muchas oportunidades. El siguió con su discurso y después me dijo que no pasaba nada. “no sé que me veis, a las tías les doy pereza, pero los maricones os volvéis loco” , y yo le dije que lo que pasaba es que era muy masculino, muy macho, y que era tan inaccesible que era imposible no fijarse en él.

“¿inaccesible?” Se colocó la polla dentro del slip y se incorporó, buscó los calcetines para bajar y se dio cuenta que faltaba uno que estaba junto a mi almohada. “Así que has cogido mi calceto, ande, dámelo que me lo tengo que poner para mear. Mira que sois cerdos, dijo sonriendo” . Se metió en el minúsculo aseo y se puso a mear. Ya con la luz encendida lo vi salir del baño y llevaba la típica mancha de la última gota en el calzoncillo, no pude evitar fijarme “¿Esto también de gusta? Mira que eres guarro” y me la acercó, “mira huele un poco de cerca para que te des cuenta lo asqueroso que es y no vuelvas a hacerlo”

Yo estaba fuera de mi solo por ese gesto, “no, si encima le gusta, mira que eres cerda, eh ” y tras un rato oliendo se los bajó y dijo “a tomar por culo, hace mucho que no me la chupan, venga dale” y me metí en la boca una polla normal pero muy dura, le masajeaba y lamía los  huevos mientras el seguía sin para de hablar “así maricona, hasta el fondo, ¿te gusta mi polla maricón?, joder tu si que la chupas y no mi exmujer” no paraba de hablar el tio.

Yo aferrado a sus piernas, subí mis manos para acariciar su pecho y eso lo puso a mil, me empezó a follar la boca a lo bestia y se apretó a mi hasta ahogarme mientras se corría abundamenteme en mi interior. Jadeando me dijo que llevaba días con los huevos llenos y no había tenido oportunidad de descargar. Me tiró los slips a la cara y me dejó pajeándome mientras de volvía acostar.

Cuando me desperté el estaba en el baño, salió impecable, otra vez engominado, perfumado con unos slips blancos y unos ejecutivos negros “los azules te los regalo que veo que te han gustado”. Yo me quedé otra vez embobado, me pareció guapísimo y le dije que no entendía como las mujeres no se volvían locas con él. Me respondió que nunca se la habían chupado tan bien y " no soy marica, pero como me encuentre con otro niñato como tú, me aprovecho y que me limpié bien el sable” Yo me reí y le dije que le iba pasar más veces. Como me quedé mirando su paquete me miró y dijo “¿Otra vez? Mira que tienes vicio pedazo de maricón, ¿Otra vez quieres rabo?, ya no me va a salir tanta leche ¿eh?, venga, de rodillas”

Mientras se la volvía a chupar acariciaba sus pies en los suaves calcetines. “te molan eh, métetelos en la boca” y me saco la polla se apoyo contra la pared y me puso su enorme pie en la cara, me encantaba su actitud y así estuve un rato mientras él se la meneaba. “anda, vuelve a mamar que viene la leche” pero no llegué a metérmela en la boca y se corrió en mi cara y pecho. Cuando fui a limpiársela con la boca me dijo “l o tuyo no tiene arreglo, eh, ¡lo que te gusta un rabo!”

Cuando llegamos a Madrid se ofreció a llevarme a casa, tenía su coche en la estación. Me dijo que si vivía solo se quedaba conmigo, pero entonces aún vivía con mis padres. Así que me dejo en la puerta y me extendió su tarjeta. “Anda, llamáme cuando puedas, que creo que hasta me gustará follarte, ja ja ja y reventarte ese culito que tienes"

Y me dejó super cachondo entrando en casa, son sus slips y calcetines en mi mochila y su cuerpo en mi cabeza para matarme a pajas.