Cobrando por ser tu taxista

Después de una temporada en la que jugábamos a través de la red, creí que era el momento de probar a dar un paso más y fui a recogerte dónde estabas de fiesta...

Recuerdo perfectamente esa noche como si hubiera sucedido hace unas semanas, así que sin ningún problema podré describírtela si es lo que quieres. Seguro que me paso muchos detalles, pero has estado tantas veces en mi cabeza que es imposible memorizar cada una de ellas. Espero que lo disfrutes, ya que yo, sin lugar a dudas, sí lo hice.

Eran poco más de las siete cuando empezó a vibrar mi móvil. Tuve suerte de que esa noche yo tampoco había dormido nada así que no me despertó, pero aún así me sorprendió ver que me llamabas, ya nuestra relación solía basarse en conversaciones por la red y las pocas veces que habíamos coincidido y compartido unas palabras; aunque he de reconocer que muchas de esas conversaciones eran bastante, digamos... intensas. Así que con la típica sonrisa que se nos dibuja al pensar que alguien está llamándonos a esas horas porque no nos quita de su cabeza te cogí el teléfono.

'¿No será ninguna urgencia, no?', te pregunté en tono jocoso al descolgar, 'pero mira que eres tontito, sólo te llamaba para preguntarte qué tal' contestaste con la voz un poco tomada. Se oía ruido a tu alrededor, así que intuía que acababas de salir de algún local. 'Pues estaba ya llegando a casa, ¿cómo ha ido tu noche?', 'genial, aunque ahora todavía me queda un rato enorme hasta volver yo porque hemos salido por Madrid y ya sabes qué... ¿sigue en pie lo que me ofreciste?'. No pude reprimir una carcajada, '¿en serio quieres que te vaya a hacer de chófer?, jaja', 'hombre, pues claro!' fue lo único que contestaste. Tras unos segundos de silencios continué, '¿pero recuerdas lo que hablamos donde eso, no?', 'sí, claro' respondiste de forma tímida. 'En veinte minutos creo que he llegado, y te llamo', fue lo poco que dije antes de colgar. Entonces saqué del bolsillo las llaves del coche, me sonreí y busqué qué canciones ponerme para el viaje. Pintaba de lujo cómo iba a terminar esa noche, aunque por otra parte ya había amanecido..

Mientras conducía recordaba las últimas conversaciones que habíamos tenido. La verdad es que fue por una tontería que empezáramos a hablar por el Tuenti, y más tonto todavía fue que descubrieras que me gusta escribir este tipo de cosas y las conversaciones se volviesen mucho más atrevidas. Éramos uno de esos amigos agregados que compartíamos algunas amistades pero nunca habíamos tenido conversación directa, aunque he de reconocer que esa manera tuya de acercarte a los hombres y parecen hambrienta todo el día entre bromas me volvía loquito. Físicamente no hablaremos, porque esto no hubiera pasado si no me resultases francamente atractiva pero sé que tú lo discutirías. Creo que eres una de esas chicas que logran volver locos con su cuerpo y lo usan cuando quieren, pero no son capaces de reconocerse que su cuerpo consigue esas cosas. Pero, a parte de algún momento de imaginación, nunca hubiera pensado que llegaríamos hasta este punto.

Y esta es una de los motivos que justifican haber pasado parte de mi vida escribiendo relatos: cuando descubriste que tenía una web donde los publicaba, entre bromas empezamos a jugar. Empezó a interesarte quién era la protagonista, qué tenías que hacer para ser tú una de ellas, o si eran reales los detalles que solía remarcar. La gente normalmente suele hacer algún comentario cuando se entera y dejarlo estar, pero parecía que te habían gustado lo suficiente como para empezar a verme con otros ojos. Además, la mitad de las noches cuando volvías de fiesta aprovechábamos los móviles para continuar estas conversaciones y era normalmente cuando más caldeadas se ponían. Fue entonces cuando empezaste a proponerme porqué no iba a buscarte para traerte a casa, ya que era un viaje largo, aunque obviamente no iba a regalarme tan fácilmente... y le pusimos un precio. Yo simplemente te objeté que no iba a ir así, de gratis, mientras que tú fuiste la que dijiste que estarías muy agradecida, y podrías demostrármelo. Exactamente recuerdo tus palabras: 'bueno, no se me ocurre qué mejor forma de coronar la noche que volviendo en coche y teniendo un último baile... son dos cosas que me encantarían!'. Cuando te pones tan directa me vuelves loco.

Y ahí estaba yo, a medio camino pisando el acelerador para no tardar mucho, mientras escogía qué música iba a sonar en el camino de vuelta y me colocaba en el asiento para que no me molestase la erección al conducir. Pasaban por mi cabeza todo tipo de ideas: ponerme dominante y exigirte que al montarte tuvieras que irte desnudando poco a poco, hacer que me tocases mientras te traía de vuelta, ver cómo te tocabas tú mientras yo aceleraba, no arrancar hasta que no háyasenos... en realidad estaba yéndome demasiado lejos con la imaginación, pero había sido una noche muy movidita y, por tu voz, parecía que te morías de ganas tanto como yo. Miré la hora y me di cuenta que había tardado muchísimo menos de lo normal y casi estaba donde te tenía que recoger, así que activé el manos libres para quedar. 'Dime, ¿qué pasa?', gritabas para que se te oyese sobre el barullo. 'Casi he llegado, ¿por dónde andas?', 'joder... ¿ya estás aquí? ¡Anda que te has dado prisa!', siempre te ha hecho gracia comprobar lo entregado que me conviertes, 'pensé que mi damisela estaba en apuros, por algo me habías llamado, ¿no?'. 'Cierto, claro, porque me moría de ganas de verte. Voy a la rotonda, recógeme ahí', y colgaste. Directa, como a mi me gusta, y al parecer otra parte de mi cuerpo también agradeció que fueses tan directa, porque a duras penas la contenía el pantalón.

Cuando te vi esperándome en la rotonda me di cuenta que no tenía sentido continuar imaginándome las fantasías que me estaba montando, ya que no me esperaba para nada que estuvieras tan buena, sinceramente. Es cierto que normalmente tengo más labia para describir, y más si se trata de ti, pero esa vez simplemente provocaste que mis instintos mas primitivos quisieran devorarte a bocados, y eso que tampoco estabas realmente espectacular. La noche había pasado mella y tu peinado no estaba inmaculado, pero inspiraba un aroma a loba que era increíble; el escaso maquillaje se había corrido por el sudor, andabas cansada dando vuelta y no contabas con tu mejor porte y el vestido estaba bastante descolocado pero eras tú. No eras una imagen idílica que os gusta convertiros las mujeres a la hora de salir de fiesta, sino eras realmente tú, como normalmente soléis volver. Tu expresión no era forzada, las piernas seguían siendo inmensas, no te parabas de mover demostrando que estabas casi tan nerviosa con la situación como yo y perdías la mirada porque seguro que estabas imaginando qué sucedería en la noche. Tuve la suerte que no reconocías mi coche, ya que nunca me habías visto con él, por lo que era capaz de observarte mientras me acercaba poco a poco bajando la ventanilla. 'Ey, nena, ¿te apetece dar una vuelta?', te dije con mi mejor tono de Joey mientras paraba frente a la acera. 'Eres tontísimo, eh', decías mientras entrabas en el coche y tus largas piernas iban colocándose en el asiento del copiloto. Nos quedamos unos largos segundos mirándonos sin saber cómo saludarnos, aunque nunca había pasado nada en cierto modo habías hablado que la noche terminaría con... activando la música y arrancando el coche rompí ese silencio, mientras te preguntaba qué tal habías pasado la noche.

Siempre fue una de mis habilidades que la chica se sintiera cómoda con la situación antes de ir insinuando lo que realmente nos ocupaba la cabeza. Tú me contabas el ambiente del local, e incluso te permitías el lujo de bromear con la cantidad de chicos que habías estado jugando, parecía que estabas encantada con que yo entrase en el trapo. 'Parece que voy espectacular porque madre mía, no podía dejar de quitármelos de encima', terminando la frase con ese tono de burla tan característico que volvió a activar esa parte de mi cuerpo. 'La verdad es que increíble sí estás, pero yo creo que fue porque sabías que me ibas a llevar después y estabas muerta de ganas, ellos se dieron cuenta y...', te dirigí la mirada para ver tu reacción, 'no creo, la verdad', respondiste con sorna. '¿No crees que estabas muerta de ganas? Anda ya, si desde aquí puedo notar cómo te vibra el corazón cada vez que rozo tu pierna poniendo quinta...' y aproveché para deslizar mi mano de la palanca de cambios a tu rodilla, mientras tú soltabas un pequeño grito entre sorpresa e indignación y reías por lo bajito. 'La verdad es que esta música mola, ¿eh?', 'anda si vieras la que tengo preparada para luego', 'jajaja, cómo las sueltas hoy, ¡madre mía!', 'uno, que sin sangre en el cerebro es más rápido'. Tu mirada comenzó a humedecerse y con la excusa de mirar los retrovisores me pasaba todo el rato echándote un ojo. Joder, eres mi mejor vicio, aunque el más peligroso. Aceleré un poco más porque no era capaz de controlarme. 'Anda, anda, no te pongas nervioso no vayamos a tener un susto yendo tan rápido, ¿te quieres librar de mí ya, o qué?'. Y entonces algo se desconectó en mi cerebro. Realmente, si hubieras estado más cerca, estoy seguro que podrías haber escuchado un claro 'click' de mi autocontrol yéndose al traste. Todavía no había quitado la mano de tu rodilla, y al decirme esta última frase te habías colocado en el asiento y se había deslizado unos centímetros por dentro de la falda. 'No te confundas. Lo que quiero es que te liberes ya de esas braguitas, por eso me doy tanta prisa'. Te clavé los ojos porqué quería ver tu reacción, y no me defraudaste. Sabías qué iba a provocar ese movimiento con tu cuerpo, y lo estabas esperando así que me mantuviste la mirada y, tras morderte los labios involuntariamente una milésima de segundo, me contestaste 'con lo bonita que me he puesto hoy para ti, no quisiera que por las prisas no pudieras ver qué tal me queda'. Ding, respuesta correcta. Acabas de obtener el triple siete. Me mantuve clavado a tus pupilas olvidándome de la carretera, 'va a ser una noche muy larga', susurré con una sonrisa casi sin ser consciente de lo que decía. 'Eso espero', me contestaste acercando poco a poco tus labios, 'y comenzará cuando tú decidas'. Y apartaste en el último instante el rostro para señalar la carretera mientras subías un poquito la música. Se avecinaba tormenta dentro de ese coche, y la verdad es que ni se me pasaba por la cabeza coger un paraguas.

Esa canción la disfrutamos porque estaba perfectamente escogida. Tú te habías recostado en el asiento, dejándote caer un poco, y apoyabas la cabeza en la pequeña almohada que se encontraba en el reposa cabezas. Mi mano había vuelto a la caja de cambios por deber, y la imagen que estabas ofreciéndome mientras me mirabas recostada era espectacular. Te movías muy suavemente al tempo que marcaba mientras sonreías y ladeabas la cabeza, y yo me planteaba seriamente si de un frenazo parar el coche en el arcén y comenzar con el show. Ya estaba totalmente amanecido, pero hacía la temperatura perfecta de las primeras horas y el verano dejaba desierta la carretera en esos momentos. Pero tenía todo el tiempo del mundo y quería disfrutarlo sin prisas, así que me relajé y continúe admirando tu espectáculo mientras seguía controlando la carretera.

Cuando la música paró, volviste a bajarlo un poco y me miraste, '¿vuelves a tener miedo de apoyar tu mano?' moviendo la cabeza hacia mi mano en la palanca de marchas. 'Ahora tengo miedo de que le sepa a poco tu rodilla' respondí mientras mis dedos se apoyaban en ella e iban subiendo poco a poco por el muslo levantando lentamente la falda, 'mejor, porque hay otras partes de mi cuerpo que están más necesitadas de atención' y, recostándote otro poquito, cogiste mi mano para que continuase recorriendo la pierna dejando el vestido casi a la altura de tu ropa interior. 'Mira a la carretera', dijiste imponiéndote un poco, y justo cuando clavé mi vista sobre la calzada de la autopista noté como cogías mi mano y la apoyabas sobre la suave tela húmeda e hirviendo. Dios, me iba a explotar la entrepierna, pero aproveché para masajear con paciencia sobre tus braguitas provocando que suspirases suavemente casi en mi oído. Joder, esto tenías que tenerlo preparado, sino no era posible que fuese tan redondo.

El masaje sólo se pudo mantener unos segundos porque mis dedos ansiaban más, lo cuál convirtió los suaves movimientos circulares en búsquedas de tu clítoris para estimularlo con movimientos rápidos. Eso convirtió tus suspiros en leves gemidos agudos, y apoyaste tu mano sobre mis vaqueros recorriéndola de arriba a abajo lentamente. 'No quiero hacerte nada mientras estás conduciendo, pero habrá recompensa, te lo juro', me susurraste en la oreja entre dos gemidos al dotar de más fuerza a tus caricias sobre la ropa. Es lo que tenía pensado por otra parte, así que continué con mi masaje sobre tus braguitas dándole un poquito más de velocidad, ya que se acercaba la salida que tomar. Le quité el ojo de la carretera para clavártelo en los tuyos y ver tus labios que habías humedecido entre mordiscos y estaban exquisitos. Me acerqué para apoyar los míos y simplemente darnos un húmedo y rápido beso, tras el cuál me separé y le eché un ojo a tu entrepierna con la ropa interior negra y húmeda.

Me estaba volviendo loco esa imagen, así que volví a mirar la autovía mientras con los dedos aparté la tela para continuar el masaje piel contra piel. Tus gemidos dejaron de ser tan suaves al sentir como dos dedos te invadían, y decidiste dejar de acariciarme para apoyar tu mano izquierda sobre la mía pidiéndome que continuase con el movimiento, mientras con la otra jugabas con tu pecho sobre la ropa. Sabías que me gustaba que no tuviesen miedo a disfrutar de su cuerpo, ya habíamos hablado de eso en otras veces. Estuve casi media canción dando lo mejor que podían ofrecer mis dedos y creo que la situación estaba acercándote al orgasmo después de todo el juego, pero al coger la salida volvía a necesitar cambiar de marchas y, recorriendo de nuevo tu muslo, volví a la caja de cambios. 'Continúa tú hasta que vuelva a tener la mano libre', te susurré con un suave mordisco en tu lóbulo, y aprovechaste que la mano estaba ya cerca para continuar masturbándote.

Tras tomar la salida me concentré en buscar un sitio relativamente apartado, aunque la hora ayudaba a que no hubiese problemas y los cristales son ligeramente tintados por lo que nos daría cierta privacidad. Es cierto que podría haber encontrado un lugar mejor; pero en ese momento estaba desesperado y atento a otras cosas, ya que me estabas ofreciendo un espectáculo increíble sin quitarme ojo de encima. Cuando paré y apagué el motor, me giré para devorarte la boca y me respondiste con un beso apasionado mientras continuabas tocándote.

Al separarme, te soltaste para ayudarme a echar hacia atrás el asiento del conductor y, apoyando tus rodillas sobre el asiento del copiloto, me mirabas con lascivia mientras desabrochabas mis vaqueros y los bajabas de un tirón. Sabías que era mi turno, y te apetecía casi más que a mí. Mientras los pantalones bajaban y esta vez me acariciabas sobre la tela de los calzoncillos continuabas devorándome los labios con ansia. Fue entonces cuando yo sonreí desviando la mirada hacia mi paquete, y cuando tus ojos la siguieron se dieron cuenta que eran mis gayumbos de Batman.

Volviste a mirarme a los ojos, te moriste el labio, y con la más sincera y pícara de tus sonrisas te abalanzaste sobre mi entrepierna bajándome con las dos manos los calzoncillos. Parecía calculado, mientras ibas bajando liberaste el resorte que la dejó justo a la altura de tus labios, y la devoraste del tirón sin ningún tipo de anestesia. No me hizo ninguna falta. Entonces fui yo el que empecé a gemir.

La devorabas con ganas y con cierta habilidad, y yo contemplaba lo bien que te quedaba la ropa interior en esa postura mientras una de mis manos por fin recorría tus nalgas a su antojo. Apoyé mi mano izquierda sobre tu nuca colándose entre tus pelos para cogerla con ganas y así acompañarla en los movimientos. No ponía más presión, simplemente te acompañaba demostrándote que no quería que parases, mientras la otra pasaba de tu trasero a buscar tus pechos sobre el vestido. Continuaste moviendo la nuca mientras tus manos bajaron a tu escote y, aprovechando que era generoso, liberaron tus pechos para que pudiese jugar con ellos sin tela de por medio. Al volver tus manos a mi miembro, ladeaste la cabeza mirándome con un deseo que pocas otras veces te he visto.

Mantenías mi vista fija mientras con la mano seguías masturbándome y te mordías los labios, y yo me acerqué para premiarte con un beso y susurrarte 'necesito que seas ya mía'. Contestaste con una sonrisa y volviste a meterla en tu boca, por lo que tuve que esperar unos segundos hasta recuperar el control sobre mi cuerpo y hacer lo que te había dicho. Aproveché mi mano en tu pelo para, con cuidado, tirar de él hasta alejarte de mi dureza y girarte hacia mi cara para comerte los labios. Te incorporaste un poco mientras nos besábamos y, agarrando con cada mano uno de tus muslos, te levanté para colocarte a horcajadas sobre mí.

Tú buscaste la manilla para echar un poco hacia atrás el asiento mientras yo devoraba primero con la vista y luego con los labios tus recién descubiertos pechos. Volvía a oírte gemir mientras pasaba mi pezón entre los dientes y la lengua, y esta vez fuiste tú la que tiraste de mi pelo para empotrarme contra el asiento. '¿Dónde están?', dijiste desesperada con la voz agitada, y yo señalé hacia la guantera. Rápidamente sacaste uno y, tras unos segundos de continuar con la paja que dejaste a medias, me pusiste el preservativo y volviste a incorporarte para buscar la entrada.

Mis manos saboreaban tu trasero mientras mi boca lo hacía con tu cuello, y cuando noté que el calor de tu cueva se apoyaba un poco sobre mi glande me separé para mirarte a los ojos. Tu apoyaste tu cabeza sobre mi hombro y susurraste, 'gracias por el viaje, mi chófer' mientras te dejabas caer bruscamente metiéndotela entera de un golpe. Fue bastante fuerte el gemido que ambos soltamos de placer acumulado y un ligero dolor, aunque rápidamente impregnaste de mucho ritmo con el que yo te acompañaba agarrando tu trasero para darte inercia. Joder, lo estabas haciendo de una forma feroz y me estaba encantando, aunque no tardaron en comenzar a temblarte las piernas delatando tu primer orgasmo.

Era incapaz de oír la música con tus gemidos en mi oído, pero realmente esa es la banda sonora que espera recordar de esa noche. Con mis manos fui haciendo que mantuvieses tu ritmo y, cuando recuperaste las fuerzas, te alejaste un poco de mí mientras mirabas al techo para cabalgarme como una experta mientras movías tus caderas. El vaivén de tus pechos se volvió espectacular y por eso mis manos decidieron que era su turno, bastaba ya de tanto trasero. He de reconocer que es la parte de tu cuerpo que más me pierde pero no era la única que merecía mi atención. Tras volver a probar tus pezones con los dedos y los labios no fui capaz de aguantar mucho más y me oíste gemir con tu teta en la boca mientras me corría. Continuaste suavemente con el baile hasta ir parando poco a poco y, mirándonos de nuevo, nos dimos un largo beso hasta que terminó la canción.

Nos dio las suficientes fuerzas como para continuar el juego, aunque es cierto que ese día sólo disfrutamos dentro del coche. Me viene ahora a la memoria momentos como cuando preferimos salir y que te tomase sobre el capó, o con la rodilla apoyada en el asiento y la puerta abierta, pero sin duda me quedo con esa primera vez llena de tensión sexual acumulada. Esa canción con la que terminamos todavía nos sigue encendiendo cuando la escuchamos, pero por suerte no suelo ser de grandes éxitos comerciales. Espero que te haya gustado recordar esta noche tanto como yo, ya que espero que esto sea lo necesario para que...

Personalmente no considero éste uno de mis mejores relatos, aunqué sí disfruté mucho redactándolo porque se trata de una musa especial. Si os ha gustado, os recomiendo leer otros como 'Festejando la Victoria' o 'Inmortalizando tu figura', los cuáles, personalmente, he disfrutado más a la hora de escribirlo... un saludo, y gracias por leer.