¿Cobardía, sensates o precaución?
¿Qué es lo que nos hace voltear la mirada?
Si algo caracterizaba a Brenda es la impuntualidad. Como siempre, aquella noche también llegó después de lo pactado a la cita. Como ambas tenían compromisos de los que se desocuparían un poco tarde, había acordado con su hermana encontrarse en cierto sitio a cierta hora para de ahí las dos cruzar el parque que separaba a su colonia del resto de la ciudad. Habían fijado entre las diez con quince y las diez con treinta el lapso de espera, pero Brenda arribó al lugar casi a las once y, obviamente, su hermana ya no estaba. Y sin otra opción para elegir, se perdió entre la maleza.
Brenda odiaba caminar por entre aquellos árboles, le aterraba el pensar que detrás de cualquiera de ellos la podía estar acechando algún maleante, pero no le quedaba de otra cuando de llegar a su casa se trataba. No contando con un auto, y a pesar del peligro que ello pudiera representar, era imprescindible atravesar el pequeño bosque para alcanzar su hogar y así lo hizo. Mirando para todos lados conforme avanzaba, aceleró el paso lo más que pudo, y justo cuando comenzaba a olvidarse del temor, escuchó que una mujer gritaba pidiendo auxilio.
Con suma cautela, procurando no hacer ruido, se dirigió en dirección a los gritos y se encontró con que un sujeto le arrancaba la ropa a una chica haciendo uso de la fuerza. Su primera reacción fue sacar de su bolso el gas pimienta dispuesta a ayudar a la muchacha, pero fueron esos mismos segundos que empleó en obtener el utensilio de defensa personal los que la hicieron recapacitar, para bien o para mal. Los que le hicieron preguntarse si con una simple botellita de aerosol sería suficiente para dejar fuera de combate a aquel que de lejos se veía como un hombre fuerte y despiadado. Si no terminaría violada ella también por querer actuar de héroe y otras interrogantes que acabaron por convencerla de que se ocultara y no intentara nada, que esperara a que el sujeto se marchara satisfecho para reanudar el viaje.
Transcurrieron alrededor de diez minutos para que eso ocurriera, para que el agresor saliera huyendo dejando a la pobre chica tirada en el suelo, desnuda y ultrajada. Y entonces sí, ya sintiéndose fuera de peligro y con la intención tal vez tardía de ayudarla, fue que Brenda se acercó a la joven sólo para descubrir que era su hermana.