Club X (y 3)
Se procede a la lotería de las esclavas
Cuando terminó de tatuar a Robin, aquella mujer vestida de cuero se la llevó a Jim y sus amigos. Allí en torno a una mesa estaban los mismos del día de la piscina, pero además con ellos se encontraban sus respectivas esclavas. Todos estaban tomando unas copas conversando como si tal cosa. Al parecer, aparte de Nancy, otra de aquellas chicas iba a entrar en la lotería.
Robin siguió obedientemente a la mujer vestida de cuero a través del salón. Inconscientemente la joven ya se portaba como una sumisa, pues caminaba a una distancia prudente y con las manos en la espalda. La joven estaba muy cachonda al comprobar cómo la miraban los amos y esclavas con los que se cruzaba. Muchos la devoraban con los ojos y algunos preguntaron quién era su dueño por si había posibilidades de un intercambio de esclavas.
- Aquí la tienes Jim, observa la marca, mira qué bien le queda.
La mujer levantó la minifalda mostrando el redondo trasero de Robin, efectivamente una pequeña marca indicaba que a partir de ese momento era una esclava más del Club X.
- Esta marca da derecho a cualquier miembro del club para hacer lo que quiera contigo, donde sea y como sea, ¿lo has entendido cerda?, dijo dándole unas palmadas en la nalga.
Robin asintió bajando los ojos.
Así me gusta, óyeme, Jim, me he enterado que vas a presentar a tu otra esclava a la lotería, ¿es cierto?
Sí Carla, se lo llevo prometiendo desde hace tiempo.
Jim dijo esto acariciando la cabeza de Nancy.
El resto de los amigos de Jim miraron a Nancy sonriendo y entre todos le hicieron ruborizarse.
- ¿Sabes?, volvió a decir Carla, ésta es una oportunidad única, nunca hemos metido dos hermanitas a la vez en la lotería, ¿por qué no presentas a ésta también?.
Jim miró a Robin de arriba a abajo mientras le acariciaba uno de sus muslos y contemplaba la posibilidad, quizá no sería una mala idea. Robin bajó la cabeza temblando mientras esperaba la temida respuesta de Jim. Otra vez ese extraño placer de que los demás decidan qué va a ser de una le hizo mojarse más aún. La joven estaba acojonada, pero en el fondo de su ser deseaba que Jim dijera que sí.
No, Robin es mi esclava sólo temporalmente, no me parece justo someterla a esto.
Como quieras, dijo Carla, pero es una pena.
Por cierto ¿Falta mucho para la lotería?.
No, tiene que empezar en media hora, imagino que el quinto socio estará al llegar.
La mujer se marchó y Robin se sentó junto a Jim, al momento vino una camarera en top -less y le ofreció una bebida.
Aún se pasaron casi media hora bebiendo y charlando cuando de repente llegó el último socio con su esclava. Carla se lo presentó a Jim que le saludó educadamente. Se trataba de un viejo que iba acompañado de una chica que podría ser su nieta a la que presentó como su perrita.
¿Cuántos años tiene su esclava?, dijo la mujer un poco sorprendida, sepa que las normas del club exigen que las esclavas sean mayores de edad.
Oh, no se preocupe por eso, es mi sobrina, hoy mismo ha cumplido dieciocho y para celebrarlo la voy a presentar a la lotería, ¿verdad que sí cariño?. La muchacha dijo que sí con la cabeza.
Jim se encogió de hombros, si ese hombre decía que tenía dieciocho habría que creerle
- Vamos caballeros, vengan conmigo, se hace tarde, dijo Carla.
El grupo se levantó y la mujer los guió hasta la puerta que conducía al piso de abajo.
Ca-ma-ra-de-tor-tu-ra, leyó el viejo, ¿será ahí?.
Sí, dijo ella.
Estoy deseando empezar, ¿estás nerviosa cariño?
Nuevamente la jovencita dijo que sí con la cabeza.
Delante de la puerta esperaban las esclavas marcadas con los números 1 y 2, a las dos las habían descolgado y estaban con los brazos atados a la espalda junto a sus amos. También estaba el joven que iba a ser torturado el primero y cuya ama no era otra que la propia Carla. El chico era muy bello, con un pecho firme, bien depilado y de anchos pectorales, además tenía un culo redondo y respingón duro como una piedra. Aunque en ese momento tenía el pene en reposo, Robin ya se lo había visto en plenitud.
El esclavo tenía las manos y la cabeza atrapadas en un cepo de madera. Además en ese momento su ama se puso atarle una correa a la base del pene y de las pelotas. Nadie lo sabía pero la correa tenía unos pequeños pinchitos en su interior. Una vez atada a sus partes, la sádica mujer tiró de la correa y el esclavo abortó un grito de dolor soportando como pudo el tremendo castigo.
La mujer se levantó como si nada, sonriendo a las tres candidatas restantes que la miraban anonadadas por su crueldad.
- Vamos puercas, dejad de mirarme así y quitaos toda la ropa, a vosotras también hay que ataros.
Entonces les dio unas sogas a sus amos para que les ataran las manos a la espalda y ella les pintó un número en el muslo cerca de la ingle. A la esclava del amigo de Jim le correspondió el 3 a la jovencita del viejo el 4 y a Nancy el 5.
Ya estaban pues preparados para la lotería. En ese momento Nancy y Robin se miraron a los ojos y esta última creyó ver que su hermanita tenía miedo.
- Quizá se arrepienta, pensó para sí, lo que daría yo por estar en su lugar, podría, podría decirle a Jim que me cambiara por ella , y, de repente se le pasó por la cabeza que si había una esclava más en la lotería disminuirían las posibilidades de que le tocara a Nancy.
A Robin le salió casi sin pensar.
Jim.... perdón,.... quiero decir,.....mi amo.
¿Qué quieres Robin?
¿Qué, qué hago yo mientras tanto?
Pues esperar aquí arriba, no temas nadie te va a comer.
¿No puedo ir con vosotros?
No querida,.... a menos que quieras entrar en la lotería.
¿Pu...puedo?, dijo Robin sintiendo casi que le daba un orgasmo.
¿De verdad?, ¿te atreves?. Jim estaba sorprendido.
Sí, creo que sí.
No sé, creo que aún no estás preparada.
Vamos Jim, dijo la mujer vestida de cuero visiblemente excitada, si la esclava lo desea no veo por qué debemos negarnos, mientras le decía esto se acercó a Robin y se puso detrás de ella.
Robin la miró inquieta, pero entonces Carla le bajó el tirante del vestido y empezó a acariciarle un pecho. Esa mujer se movía como un felino y sabía acariciar como nadie se lo había hecho.
No te preocupes por ella Jim, yo misma me ocupare de administrarte el castigo, no vamos a permitir que la primera vez los verdugos te pongan sus manazas encima, ¿verdad querida?.
La joven le contestó que sí dejando que aquella cruel mujer la acariciara mientras la seguía desnudando.
A Jim se le empezó a poner dura mientras se lo imaginaba
- Está bien, está decidido, tú también entrarás en la lotería, Robin.
Mientras Carla le terminaba de bajar el vestido, Robin intentó sonreir a su hermana, y ofreció los brazos bien estirados a la espalda para que se los ataran. Fue la propia Carla quien ató los brazos de Robin con un triple nudo en codos, antebrazos y muñecas. Lo hizo tan fuerte que los omoplatos de la chica se deformaron y sus pechos se proyectaron hacia delante.
Viéndola completamente empitonada, Carla le atrapó de los dos pezones, le hincó sus uñas y retorciéndolos con los dedos le susurró al oído.
- Espero ardientemente que te toque a ti, cerdita, yo haré que no lo olvides mientras vivas.
Robin ahogó un grito mientras cerraba los ojos con placer.
Una vez atada Robin, la propia Carla le pintó en el muslo el número seis y comprobó si la sobrina del viejo había sido correctamente maniatada.
Según hacía eso, la mujer explicó al nuevo socio que era necesario atar bien a las esclavas pues algunas en el último momento perdían la calma, se arrepentían e intentaban huir, provocando escenas muy desagradables.
- Estas cerdas se creen muy valientes pero en cuanto ven a los verdugos preparando los instrumentos de tortura se mean encima de miedo y empiezan a llamar a su mamá a voz en grito.
Al oír esto algún amo se molestó y protestó que su esclava estaba bien entrenada y que lo soportaría todo.
Sin hacer mucho caso de eso, la mujer vestida de cuero siguió con lo suyo y formó una recua con las seis esclavas. Para ello les colocó unos collares de cuero con anillas unidos entre sí por una fina cadena. Delante de las seis iba el esclavo al que la mujer obligaba caminar tirando cruelmente de sus pelotas que ya estaban moradas. Como último aditamento Carla le sacó el tapón anal a Nancy y se lo metió a Robin en la boca. A esta última también le sacó el tapón y se lo metió en la boca a su esclavo. El resto fueron amordazadas con una ballgag de un color rojo intenso que hacía juego con el lápiz con el que cuidadosamente repasó los labios de todas. Lo único que no les quitaron fueron los zapatos de tacón alto que todas las esclavas debían llevar en el club.
Sonriendo con seguridad, Carla cogió la recua y la condujo entre las mesas del club contoneando su trasero, La mujer solía hacer eso para que todos pudieran ver bien a las esclavas que iban a ser rifadas e incluso tocarlas al pasar por su lado. Muchos amos sintieron envidia de aquéllos que se habían atrevido a presentar a sus esclavas a la lotería, pues sólo estos últimos tenían derecho a bajar a ver el espectáculo en directo. Por su parte, algunas esclavas se sentían afortunadas de haberse librado de una prueba semejante y sentían gran compasión por aquellas seis. No obstante otras esclavas suplicaron a sus dueños que las presentaran a la próxima lotería.
Robin estaba nerviosa pero muy excitada por lo que le estaba pasando. Jamás hubiera imaginado que una situación tan humillante como aquella le pudiera resultar tan excitante y placentera. Todas aquellas personas se la comían con los ojos y muchos la sobaron descaradamente incluso entre sus piernas. En su desnudez la joven se sentía atractiva y deseada. ¡Qué diferencia con unos días antes!
Finalmente tras pasearlas por toda la sala, subieron a las seis esclavas y al esclavo a una especie de tarima y la mujer vestida de cuero las mostró al público una por una. Carla describió a las chicas con apelativos humillantes mientras las sobaba, sopesaba sus tetas y abría bien sus agujeros íntimos para que todo el mundo los viera bien. Todos los allí reunidos sonreían lujuriosos ante las perversas ocurrencias de Carla al manosear a las esclavas y acompañaban sus gracias con obscenidades humillantes.
La cruel ama dejó para el final a Nancy y Robin a posta y confesó a todo el mundo que eran hermanas lo cual provocó una ovación general.
Tras hacer esto animó a los miembros del club a hacer apuestas sobre cuáles iban a resultar afortunadas y a presentar a su propias esclavas en futuras ocasiones. Además les dijo que como acontecimiento especial los amos y amas que quisieran podrían bajar en media hora a ver el espectáculo, eso sí, antes deberían dejar a sus esclavas en la "perrera" del club.
La gente aplaudió por la inusual invitación y siguió aplaudiendo cuando por fin se llevaron a las esclavas al piso inferior del Club X. Tras abrir la puerta de hierro y encender la luz, Carla mostró a las chicas unas empinadas escaleras y les ordenó bruscamente que bajaran con cuidado de no caerse. Las seis jóvenes subidas en sus incómodos tacones tuvieron que bajarlas con tiento y cuidado vigiladas por sus amos, pues si una se caía arrastraría a todas las demás. Robin no pudo evitar sentir un escalofrío cuando cerraron la pesada puerta con doble vuelta de llave y oyó cómo se corrían los cerrojos. El ruido de la sala superior desapareció y tras bajar más de veinte escalones se abrió una segunda puerta que daba a la cámara de tortura en sí. La joven tenía toda la piel de gallina aunque no sabría decir si era por miedo o frío.
De repente un hombre abrió la puerta y franqueó la entrada al grupo como dándoles la bienvenida. El tipo era uno de los dos verdugos que esperaba a sus víctimas. Estaba completamente desnudo menos por una capucha que le ocultaba completamente el rostro. Era un individuo musculoso y enorme, de anchas espaldas con un pene no muy largo pero sí muy grueso y con venas gordas y azuladas que serpenteaban a lo largo de su piel. La polla de ese tío daría de entera a la prostituta más veterana y las chicas torcieron el rostro al comprobar que le olía a rayos.
Vaya, vaya, pero ¿Qué tenemos aquí?, dijo al ver a las seis esclavas desnudas. Sus ojos se fijaron inmediatamente en una de ellas.
Ven aquí preciosa, dijo agarrando violentamente a la joven sobrina del viejo por un brazo. La muchacha se sacudió y pataleó cuando ese bestia la cogió en vilo de la cintura y se la mostró a su compañero que empezó a azotarla en el trasero con la mano abierta. Los dos verdugos se rieron y burlaron de la joven disfrutando de sus gritos y sus vanos intentos por escapar. Ya de paso aprovecharon para sobarla a placer y darle otro par de nalgadas.
Cada día las traen más jóvenes, ¿de dónde habéis sacado a esta?.
La chica consiguió por fin zafarse y corrió a refugiarse en brazos de su tío a lágrima viva.
Lo dicho, siempre hay alguna que se caga de miedo en el último momento, dijo Carla agarrándola del pelo y separándola de los brazos protectores de su tío.
Ven aquí....te he dicho que vengas aquí, y cállate, estúpida, deja de llorar, vamos. Como la jovencita no dejaba de llorar histérica Carla la convenció dándole dos tortas en la cara y por fin se cayó aunque sólo fuera porque dejaran de golpearla. Entonces se la entregó otra vez a los verdugos.
Apártense de las esclavas, por favor, dijo Carla, los verdugos se encargarán de ellas
Mientras Jim y los demás amos se sentaban en unas sillas, los verdugos fueron cogiendo a las chicas y las alinearon en una tarima ordenándolas por el número que llevaban en la ingle.
Por su parte, Carla cogió a su esclavo y lo mostró al resto de los amos tirando de la correa que aprisionaba sus genitales.
- Señores espectadores, el número empezará con el castigo de mi esclavo Tom, no ha sido posible hacer una lotería con él pues no se han presentado más candidatos. Espero que disfruten de su sufrimiento y su dolor, atadlo, por favor.
Los verdugos cogieron al pobre Tom y lo prepararon para el castigo. Para ello le crucificaron en una cruz de madera en cuyo medio había un largo falo curvo enhiesto. A Tom le ataron los brazos a la madera horizontal y luego procedieron a encularlo. El joven gritó de dolor cuando le sodomizaron con aquel enorme falo. Para terminar le colocaron un nudo corredizo al cuello y el otro extremo de la soga se lo ataron a los tobillos. Dado que el esclavo tenía las piernas dobladas hacia atrás la soga le apretaba el cuello, por eso intentó mantenerlas lo más dobladas posible con los talones pegados al trasero. Sin embargo, no pudo mantenerlas durante mucho tiempo y al de pocos segundos empezó a ahogarse a sí mismo poco a poco.
Al pobre Tom se le empezó a poner la cara roja por la falta de oxígeno, todo su cuerpo brillaba de transpiración y el joven temblaba y ponía los ojos en blanco en una lenta agonía. Repentinamente todos los presentes se quedaron maravillados pues su pene empezó a crecer y engrosarse hasta ponerse tieso como un cirio.
Madam Carla sonrió orgullosa del `precioso miembro de su esclavo, y levantando un poco sus pies permitió que Tom respirara con más libertad.
- Pobrecito, tu precioso pene, dijo ella acariciando la polla de Tom con sus largas uñas. Vamos traedlas.
Uno de los verdugos trajo entonces una bolsa de plástico transparente en la que revoloteaban dos avispas de tres o cuatro centímetros de largas y Carla sonrió con sadismo.
La mujer mostró a su víctima en qué iba a consistir su tortura y Tom empezó a agitarse como si quisiera liberarse de sus ataduras. Viendo que todo era inútil se puso a negar y pedir piedad tras su mordaza. Pero eso sólo provocó la risa de Carla que le aclaró que nada ni nadie podía librarle ya del suplicio que le esperaba, no obstante, antes de proceder, se le ocurrió algo perverso.
Subió a la tarima y cogió a Robin de un brazo.
- Vamos preciosa, te necesito para algo.
Carla llevó a Robin hasta la cruz donde estaba su esclavo y quitándole la mordaza le dijo.
- ¿Te gusta?
Robin miró a Tom, dijo que sí con la cabeza y se ruborizó.
- Muy bien, pues antes de empezar torturarle quiero que hagas el amor con él un rato, eso sí nada de correrse, si eyacula te pongo las avispas a ti en los pezones, ¿lo has entendido?
Nuevamente Robin dijo que sí y se quedó parada delante de Tom mirándole. Era un joven muy guapo y atractivo y ella estaba tan caliente. De modo que casi no se lo pensó, la esclava empezó a restregar su cálido cuerpo contra el de él besándole aquí y allá. Mientras lo hacía se tropezaba cada dos por tres con su pene enhiesto lo cual le pareció muy agradable. El pene de Tom parecía tener vida y a cada roce reaccionaba con un pequeño calambre de placer. Robin siguió lamiendo los pectorales del joven y de vez en cuando hacía como que se agachaba pero no terminaba de decidirse.
Carla le cogió entonces del pelo y le hizo arrodillarse.
- Vamos muchacha, no te cortes, ya ves que no me importa, agáchate para chupársela como Dios manda, lo estás deseando.
A Robin le quedó ese pene hermoso y brillante a pocos centímetros de su cara y aspiró su olor con todo placer. Si había una cosa que le gustaba a Robin era chupar pollas sobre todo si eran de chulazos como ese, totalmente desnudo y atado a la cruz. La joven se terminó de calentar y suavemente empezó a lamerle la polla. Así le recogió con la lengua una gota de líquido preseminal que se deslizaba lentamente y le acarició el prepucio desde la base hasta la punta varias veces antes de meterse el pene en su boca.
A todos los presentes se les puso más o menos como a Tom sin necesidad de que nadie les cortara la respiración. Al principio Robin sólo se metió la mitad y se puso a mamarla arriba y abajo lenta y cadenciosamente, sin embargo, tras un rato Carla se la hizo tragar entera.
Así, así, hasta la garganta, que te toque la campanilla puta, le dijo Carla manteniendo la cabeza de la joven contra el pene de su esclavo. Como desde hacía un rato le había vuelto a soltar los tobillos al hombre volvía a faltarle el aire así que su miembro estaba otra vez en plenitud, casi veinte centímetros de carne dura y palpitante. A pesar de todo Robin aguantó las arcadas y tuvo eso metido hasta dentro durante casi treinta segundos.
Basta, basta ya cerda, que no vas a dejar nada a las avispas.
Carla obligó a Robin a incorporarse otra vez tirando de su pelo pero aún no la devolvió a la fila con las otras esclavas.
Entonces los verdugos cogieron otra vez la bolsa de plástico con las avispas y tras atar su boca a la base del pene con una goma, soltaron el estrechamiento que impedía pasar a los insectos. Las avispas estaban un poco atontadas así que de momento no hicieron nada, pero entonces Carla agitó la bolsa para cabrearlas bien.
Los animales empezaron a revolotear enloquecidos y se posaron en el pene del joven.
Casi inmediatamente Tom empezó a gritar de dolor y a agitarse violentamente intentando soltarse de sus ataduras desesperadamente.
El resto de los amos que estaban viendo la escena cruzaron sus piernas incómodos intentando imaginar el sufrimiento de ese pobre muchacho que se debatía en un horroroso tormento.
Carla sonreía sádicamente y dejó que las avispas jugaran un rato con el pene de su esclavo, mientras tanto se acercó a Robin por detrás y se puso a masturbarla y acariciarle sus pechos.
- Estás muy mojada mi niña, se nota que te gusta lo que ves.
Efectivamente Robin estaba superexcitada.
La tortura de las avispas no duró mucho y tras un par de minutos los verdugos le retiraron la bolsa con los bichos dentro, de todos modos, eso fue suficiente para que Tom se echara a llorar.
Depende de cada persona, pero la picadura de avispa puede provocar una hinchazón muy dolorosa y de hecho, eso fue lo que le pasó a Tom.
- Bueno, bueno, precioso, no llores, luego te daré algo para las picaduras si te portas bien, pero antes Robin va a terminar lo que ha empezado, ¿verdad querida?. Esto se lo dijo señalando los labios con el dedo.
Nuevamente Carla obligó a Robin a agacharse y con la mano la animó a reanudar la felación.
La muchacha vio cómo el pene de Tom se hinchaba y enrojecía a ojos vista, además cuando se lo metió en la boca estaba caliente y palpitante.
Esa felación ya no fue agradable para el esclavo, sino todo lo contrario. Empujada por el ama, Robin no tuvo más remedio que emplearse a fondo y se la mamó con todas las ganas, mientras el joven esclavo se retorcía de dolor. De hecho, cuando por fin eyaculó, su dolorido pene se estremeció y el semen le abrasó por dentro como si fueran cuchillas de afeitar. Robin recibió los disparos de esperma en plena cara mientras oía a ese pobre hombre gritar de dolor y por fin desmayarse.
Inmediatamente los amos aplaudieron y Carla hizo una pequeña genuflexión saludando a la concurrencia.
Mientras los verdugos desataban a Tom y se ocupaban de él. Carla fue escaleras arriba para abrir la puerta al resto del público.
Poco a poco y para terror de las seis esclavas, la gente fue llenando la sala.
Los verdugos desataron al desfallecido Tom y se lo llevaron a una sala aparte donde le administraron algo para las picaduras. Diligentemente quitaron la cruz de enmedio y Carla metió seis bolitas numeradas dentro de una bolsa.
Entonces agitándola bien ofreció la bolsa a dos de los amos que estaban sentados para que sacaran una bola cada uno pero sin mirarla.
Una vez con las dos bolas en la mano Carla mostró la primera a Robin y le dijo que leyera el número en alto.
A Robin le dio un escalofrío,
- El 5, dijo alto y claro, ese era el número de su hermana Nancy.
A ésta le tembló todo el cuerpo y los esfínteres se le aflojaron de miedo.
Un verdugo la hizo adelantarse un paso y el público prorrumpió en aplausos.
- Esperen, esperen, señores, aún falta un número.
Entonces Carla mostró el otro número a Robin y ésta le miró a los ojos sin contestar.
- Vamos esclava, ¿es que no sabes leer?
El número era el 4, es decir, el de la jovencita del viejo.
- Di el número, estamos esperando.
Robin tragó saliva y casi le temblaron los labios al decirlo.
- El,... el 6. El 6 era el suyo.
La gente volvió a aplaudir, increiblemente les había tocado a las dos hermanitas, Jim estaba encantado del resultado.
Carla miró a Robin sonriendo y le siguió el juego pues sin decir nada echó la bolita a la bolsa con las demás. Hecho esto advirtió a los espectadores que sólo tardarían un cuarto de hora en prepararlo todo y les aseguró que verían un gran espectáculo pues ella misma haría el papel de verdugo. Carla se llevó a un aparte a las dos hermanas, mientras el resto de las esclavas respiraba aliviadas.
Eso sí, la joven sobrina del viejo no se libró de que se la follaran salvajemente. Los dos verdugos la atraparon y evitando sus pataleos y protestas la ataron a un potro y tras estirar bien sus miembros se la follaron delante de la divertida concurrencia. Como la polla les olía a demonios, la joven se negó una y otra vez a metérsela en la boca, pero la convencieron a base de latigazos y toques de picana.
Mientras seguían follando a la jovencita, las otras tres chicas fueron reclamadas por amos diferentes que exigieron que se arrodillaran para mamársela. De hecho, durante el tormento de las dos hermanas, las esclavas que se libraron amenizaron la fiesta de rodillas y con la boca ocupada casi de continuo.
Finalmente, tras un cuarto de hora aparecieron Carla, Nancy y Robin. La concurrencia aplaudió tras un murmullo de admiración. Carla también se había desnudado casi completamente, dejándose encima sólo unas largas botas de cuero que le llegaban hasta las rodillas. También llevaba un arnés de cuero negro formado por cintas unidas entre sí por anillas y un sostén con copas huecas por las que asomaban desafiantes sus gruesos pezones. A pesar de tener casi cuarenta, Carla tenía un cuerpazo bien entrenado y disciplinado que a ella le gustaba mostrar. De hecho Carla estaba bellísima con los ojos y los labios pintados y su melena rubia al viento.
Detrás de ella venían andando de rodillas sus dos perritas con los brazos atados a la espalda y amordazadas con ballgags rojos que brillaban por sus propias babas.
Carla las obligó a ponerse de pie tirando de los pelos y entonces los espectadores pudieron ver a las dos agraciadas en la lotería en su plenitud. Como Carla las había embadurnado de aceite, las dos brillaban intensamente. Además en su piel exponían escritas varias palabras que Carla había escrito con el lápiz de labios: puta, zorra, esclava, soy una cerda, y cosas similares.
- Queridos espectadores, como ven ya se ha celebrado la lotería y estas dos esclavas son las agraciadas. Sin embargo, antes de proceder a su castigo no estaría de más que las dos hermanitas nos muestren lo putas que son, así que van a follar un poco entre ellas.
La gente aplaudió y sin más preámbulos Carla obligó a Nancy a inclinar el torso sobre el potro en el que se habían follado a la chica joven, de manera que su trasero quedó en pompa. Entonces cogió a Robin y le quitó la mordaza obligándola a agacharse tras el culo de su hermana.
Lógicamente Robin entendió lo que se pretendía de ella y obedeció sumisamente. enterrando la cara entre sus nalgas y lamiendo el sexo y el ano de su hermana
El público aplaudió a rabiar ante la morbosa escena. Carla dirigía la cara de Robin obligándola a chupar el coño y el ano de Nancy que en poco rato empezó a correrse de gusto.
Tras un rato, Carla hizo levantarse a la esclava y le ató en la boca un largo y grueso consolador negro que se proyectaba hacia afuera, nuevamente Robin se agachó y se puso a follar a Nancy con eso metido en la boca y moviendo animosamente la cabeza atrás y adelante. Esta vez, Carla animó a la joven utilizando una fusta y marcándole el trasero cada vez que juzgaba que no follaba con suficiente rapidez. Tras provocarle otro orgasmo, Carla dirigió el consolador al ano de Nancy y Robin tuvo que sodomizarla, cosa que le costó bastante pues el falo era muy grueso.
Las dos hermanas estuvieron haciendo guarradas semejantes durante un buen rato, hasta que Carla decidió que cambiaran de lugar. Mientras le quitaban la mordaza a Nancy, Robin se subió a la tabla y separando bien las piernas ofreció sus tetas y su coño para que Nancy se las chupara insistentemente hasta que ella misma se corrió entre gritos de placer.
Tras esta tierna escena, Carla volvió a humillar a las dos jóvenes calificándolas de putas para abajo y dijo que merecían un severo castigo a lo cual el público respondió dándole la razón impaciente porque empezaran de una vez.
Finalmente comenzó éste. Las dos chicas fueron nuevamente amordazadas, les ataron los tobillos muy juntos y Carla les colocó unas cintas de cuero a la base de sus pechos. La mujer apretó tanto que los pechos de las jóvenes se pusieron morados y turgentes como si fueran a estallar. Dado que las cintas colgaban de unas cadenas, los dos verdugos tiraron a la vez de las mismas y entre gritos de protesta colgaron a las dos hermanas de sus propias tetas. Durante unos interminables minutos las dos hermanas sufrieron ese tormento atroz gritando y llorando, mientras los espectadores aguantaban el aliento.
Para colmo, Carla cogió una vara y les estampó un par de varazos en las nalgas a cada una con toda su fuerza. Robin y Nancy gritaron con todas sus ganas mientras sentían un fuerte dolor en los senos.
Tras unos minutos bajaron a las dos esclavas, pero sólo hasta que posaron los pies de puntas. Rápidamente los verdugos les colocaron unas plataformas con pinchos bastante afilados bajo los pies lo cual hizo que las esclavas lloraran y se quejaran amargamente sin poder posar cada pie más de unos segundos.
Entonces Carla fue a buscar el siguiente instrumento de tortura. Éste constaba de cuatro pinzas unidas entre sí por cadenillas. La bella y cruel mujer no se apresuró en absoluto, sino que primero se lo mostró a las esclavas y luego al público.
- Observen estas pinzas metálicas, terminan en dientes afilados que muerden la piel hincándose en ella. Sin embargo, tienen un protector de plástico por encima que suaviza el tormento. Permítanme que les muestre su funcionamiento sobre mis propios pechos.
Carla se cogió un pecho con la mano y ofreció una pinza al viejo para que se la pusiera apretando uno de sus pezones por la base. Cuando la pinza mordió su pecho Carla hizo un gesto de disgusto pero soportó el dolor estoicamente pues la mujer había sido cocinero antes que fraile, es decir que antes que ama había sido esclava. Después ofreció la otra pinza a Jim a quien en ese momento se la estaba mamando la joven sobrina del viejo.
Ya con las dos pinzas puestas, Carla ofreció sus pechos a los invitados para que tiraran de las cadenas y nuevamente soportó el dolor con estoicismo. Una vez hecha la demostración, Carla se quitó las pinzas mostrando sus pezones algo deformados. Entonces esbozando una sonrisa cruel y sádica se acercó con las pinzas a las esclavas que le esperaban temblando en un precario equilibrio y con lágrimas en los ojos.
Sádicamente Carla quitó los protectores de plástico y acarició con el frío metal de las pinzas la punta de los pechos de Nancy. Para terror de la chica sus pezones se erizaron involuntariamente y Carla le cerró las dos pinzas en las puntas de sus pechos arrancándole alaridos de dolor. Para cuando se volvió a Robin con las otras dos pinzas, los pezones de la joven estaban ya erizados y llenos de arrugas, de modo que sus gritos fueron aún más intensos al tenerlos más sensibles.
El público disfrutó intensamente al ver el gesto deformado de las dos hermanas que estaban soportando un tormento atroz en sus sensibles mamas y pies.
Por su parte la cruel Carla no mostraba ninguna piedad, era mucho peor que los verdugos, así que cogió a Robin de la cintura y tiró de ella hacia atrás provocando un dolorosísimo tirón en los pechos de las dos que les hizo gritar y llorar como dos condenadas.
Mientras las torturaba de esa manera, Carla se movía entre ellas como un felino acariciándose contra su piel desnuda con su propio cuerpo. De vez en cuando la lujuriosa ama se chupaba los dedos para masturbar a las esclavas o para masturbarse a sí misma.
Tras lo de las pinzas les puso una bola de plomo en el centro de las cadenillas e invitó a los dos verdugos a que se follaran a las dos hermanas por detrás. Los lectores podrán imaginar la escena, las dos muchachas apenas podían experimentar placer en aquello pues sus pechos ya completamente morados ardían como fuego a cada empujón. Los verdugos se las follaron animosamente de modo que de sus pezones empezaron a manar unas pequeñas gotas de sangre.
Mientras tanto, Carla se fue hasta el público y se ofreció ella misma a un amigo de Jim para que se la follara.
Las dos hermanas aún sufrieron tormento durante una hora más, pues se invitó a un par de amos a participar en él escogiendo el instrumento que quisieran, látigos, picanas, e incluso cigarros encendidos.
Cuando terminó la sesión de tortura, Nancy y Robin estaban completamente agotadas y ambas cayeron al suelo al soltarles las cintas de sus pechos.
Ni siquiera se vistieron para volver a casa. En el clubx les proporcionaron unas camisetas y Jim se las llevó de allí en el asiento de atrás de su coche. Nuevamente las dos hermanas pasaron la noche abrazadas una a la otra en la cama de Robin. Esa noche no les quedaron ganas de hacer el amor.
Pasaron los días y las vacaciones de Robin estaban acabando. Primero odió a Carla, a Jim y a su hermana. También se odió a sí misma al recordar el dolor y la humillación que sentía mientras la torturaban y violaban. Sin embargo al de dos días ya estaba otra vez muy caliente y volvió a acercarse a su hermana y su novio insinuándose a ellos inútilmente.
Esta vez Jim le aclaró que si quería volver al Club X tenía que aceptar convertirse en su esclava indefinidamente, cosa que Robin rechazó al momento.
Al día siguiente la hermana mayor tenía programado su vuelo sin embargo desapareció de la casa.
¿Dónde está tu hermana?, preguntó Jim.
No lo sé, esta mañana ha salido temprano.
Pues si no vuelve pronto perderá el avión.
Hola, ya estoy aquí. La joven venía vestida con una camiseta de tirantes y unos pantaloncitos cortos.
Ya era hora Robin, vamos a llegar tarde ¿has hecho las maletas?
No, pero ya no hace falta, he cambiado el precio del billete de avión por esto.
La joven alargó una caja a Jim y éste la abrió haciendo un gesto de extrañeza.
Dentro había dos pequeños anillos.
Quiero que me lleves ahora mismo al ClubX para ponérmelos
¿Cómo a tu hermana?
Sí, igual que a ella.
Y Nancy y Robin se abrazaron y ya no se separaron nunca más.