Club X (02)

Robin continúa su viaje a la sumisión

Al saber que Jim tenía una nueva esclava en su poder, sus amigos del Club X se dieron prisa y no tardaron más de media hora en llegar a su casa. Probablemente lo que más morbo les daba fue saber que la nueva esclava no era otra que la hermana de Nancy, y nunca habían tenido a dos hermanitas juntas para "jugar" con ellas.

De hecho, cuando llegaron impacientes a la casa de Jim, se llevaron la agradable sorpresa de que ya estaba todo preparado para el castigo. Las dos bellas hermanas les esperaban convenientemente maniatadas para recibir los latigazos. Ambas llevaban media hora suspendidas de sus brazos completamente estirados y atados a un travesaño horizontal. Las dos estaban completamente desnudas con las piernas abiertas hasta un límite doloroso y con una mordaza en la boca que acallaba sus protestas. Los sádicos amigos de Jim sonrieron pues así ningún rincón de su cuerpo quedaría a salvo del látigo.

Estar tanto rato en esa postura incómoda y humillante hizo que sus cuerpos brillaran de la transpiración y de las babas que les caían sin control de la boca. A juzgar por las marcas de su piel Nancy ya había recibido varios latigazos, pero la otra no pues Jim no quiso empezar con ella hasta que vinieran sus amigos.

Robin, la hermana mayor aún no terminaba de explicarse cómo había ocurrido todo tan rápido, sólo hacía unas horas que había llegado y casi sin querer ya se había convertido en la esclava de los mismos sádicos que violaban y atormentaban a su hermana desde hacía meses. Debía haber soñado alguna vez con algo parecido pues estaba superexcitada y su entrepierna era ya un bebedero de patos, probablemente en su subconsciente deseaba ardientemente pasar por una experiencia parecida, pero el caso es que no lo recordaba.

Sin embargo, tampoco tuvo mucho tiempo para decidir si era una sumisa o solamente una gilipollas, pues en cuanto Jim salió con las bebidas se fue hacia ella con un vibrador y sin más preámbulos se puso a masturbarla con él. Nancy tenía razón, ese Jim sí que sabía hacer gozar a una mujer. Aprovechando que estaba totalmente inmovilizada, disponible y con las piernas abiertas, el novio de Nancy hizo todo lo que quiso con ella. La acarició repetidamente con sus dos manos en las partes más sensibles de su piel, le pellizcó hasta hacerle daño, le hizo cosquillas haciéndola reir, luego la masturbó, le lamió todo el cuerpo y tras aplicarle el vibrador en pezones y clítoris finalmente la penetró por la vagina.

A pesar de sentirse usada como una muñeca de plástico, Robin dio gracias a su hermana y a todos los dioses pues mientras esperaban a sus amigos, tuvo tres dulces orgasmos en manos de Jim. El hombre no le dejó en paz en ningún momento y como buen amante le hizo visitar el cielo dos veces seguidas. Nadie había conseguido nada parecido con ella.

De hecho, su gozo era tal que se le olvidaron por un momento los latigazos y cuando llegaron los amigos de Jim ella ya no sintió temor ni asco de que la follaran unos desconocidos, y eso que eran tres individuos nada agraciados y con una pinta poco recomendable con tatuajes y alguna cicatriz que otra.

Al verla junto a su hermana, los recién llegados felicitaron a Jim por su buen gusto, según ellos Robin estaba tan buena como ella y Jim estuvo de acuerdo.

  • ¿Nunca la han azotado?

  • Creo que no, ésta va a ser su primera vez, además le tocaremos con la picana, sólo un poco por ser primeriza

  • Excelente, estoy impaciente por empezar.

Robin estaba cada vez más cachonda. No era sólo estar desnuda y completamente indefensa delante de esos tipo que la miraban como lobos feroces, sino la certeza de que podrían hacer con ella lo que quisieran y no podría hacer nada por evitarlo.

  • Adelante, es vuestra, dijo el anfitrión viendo que sus amigos no terminaban de decidirse, disfrutad de su cuerpo mientras yo azoto a Nancy.

Dicho y hecho, los tres se fueron hacia Robin quien cerró los ojos y sintió que los escalofríos recorrían su cuerpo cuando varias manos se pusieron a acariciarla y abusar de ella. Los hombres la sobaban y metían mano entre comentarios subidos de tono sobre la forma de sus pechos, la suavidad de su piel y lo caliente y húmedo que estaba su sexo.

Pronto los hombres fueron pasando de las caricias a otras cosas y Robin fue penetrada repetidas veces por aquellos tres. Como digo la joven se abandonó completamente cerrando los ojos y suspirando de placer a cada embestida mientras a su izquierda resonaban los latigazos y los lastimeros gritos de su hermana.

La orgía continuó aún durante varias horas hasta que empezó a atardecer y tras follarla los tres por turno varias veces, llegó el temido momento de aplicarle el castigo. Jim que ya había terminado de flagelar a Nancy cogió el single tail y tras rasgar el aire con él un par de veces empezó a fustigar a Robin primero por delante y luego por detrás.

Azotar por primera vez a una esclava es como desvirgarla, en pocos minutos de dolor la esclava aprende mucho más sobre su cuerpo que en el resto de su vida. Eso fue lo que le pasó a Robin. El látigo arañó cruelmente su piel y desde el primer latigazo la joven sintió que había cruzado una frontera y que había entrado en un mundo que ni siquiera sabía que existía.

Robin no se creía lo que le estaba pasando, el dolor era insoportable, profundamente inaguantable, y el tiempo parecía haberse ralentizado. La joven recordaría el resto de su vida las primeras sensaciones del látigo arañando su piel, los relámpagos recorriendo su cuerpo y haciéndole temblar de dolor y rabia. Al principio Robin intentó mantener la compostura y no gritar y de hecho lo consiguió los tres primeros azotes, pero al cuarto ya perdió el pudor y empezó a gritar y llorar como una loca. Cuando ya llevaba ocho latigazos ya no paró de pedir piedad ni de insultar a su torturador a voz en grito.

Por su parte, los amigos de Jim sonreían satisfechos mientras se masturbaban disfrutando del espectáculo, sólo las primerizas gritan de esa manera tan incontrolada.

En medio del tormento, Robin fue capaz de contar mentalmente los latigazos y la cuenta hasta veinticinco se le hizo larga,.... eterna, como una lenta bajada al infierno.

Cuando ya llevaban quince la muchacha tenía todo el torso marcado por delante y por detrás y ya no podía más.

  • ¡Dale en el coño, Jim!, le dijo uno de sus amigos entre risas y entonces éste cogió un látigo corto de cintas de cuero y poniéndose por detrás le dio varias veces por debajo de las piernas de modo que la punta de las tiras impactaba contra el monte de venus, el clítoris y los labios de la vagina. Esta vez los gritos y sollozos de Robin se hicieron más intensos y evidentes y la joven lloraba a moco tendido pidiendo piedad desesperada.

  • Veintitrés, contó Robin tras una interminable lluvia de azotes, ¡por fin!, sólo le quedaban dos, entonces Jim que era muy legal en eso de los castigos cambió de tercio y reservó para esos dos últimos golpes el bullwhip. Para ello se alejó de Robin más de tres metros y poniéndose delante de ella le lanzó un tremendo latigazo que se enrolló en su cintura tras un siniestro zumbido. Por un momento la chica pensó que una cuchilla la cortaba por la mitad y lanzó un alarido ensordecedor. El látigo volvió a zumbar y se le enroscó en las nalgas dejando una marca de la que en los días siguientes se acordaría cada vez que se sentase.

Cuando por fin terminó el castigo, los hombres se acercaron a las esclavas para ver las marcas del látigo de cerca.

Robin estaba jadeando en un baño de sudor, y los lagrimones y la baba le caían por la cara sin control, sin embargo, miró a Nancy y ésta creyó ver un gesto de orgullo. De hecho Robin se sentía orgullosa de sí misma pues había superado su primera prueba como esclava.

Jim le cogió de la cara y le hizo mirarle lo cual provocó que ella cambiara su actitud, se pusiera roja y bajara los ojos. Evidentemente había gritado mucho, como una niña pequeña, y su maestro no estaba contento con ella, no había sido una buena esclava.

  • La próxima vez aguantaré mejor mi amo, se dijo. ¿La próxima vez?, no no habría próxima vez, ¿acaso estoy loca?. Aquello había sido suficiente.

  • Bueno querida has aguantado y las marcas del látigo te sientan muy bien, pero aún no hemos acabado, ahora toca la picana, cinco toques a cada una, dos en las axilas, dos en los pechos y para terminar un toque en medio del coño.

Robin bajó la cabeza al recordar lo de la picana, francamente ya se le había olvidado.

Jim cogió el aparato y acercó las puntas a la axila derecha de Nancy. Antes de tocarla jugó un poco con ella y cuando se produjo el contacto la joven recibió un calambrazo que le hizo temblar durante unos segundos y emitir un tremendo quejido.

Estaba a punto de tocarla en un pecho cuando Jim se volvió otra vez a Robin.

  • ¿Sabes lo que pienso?, me parece que antes tenías razón, en el fondo la culpa ha sido tuya por tirar las toallas. Así que te debería dar los nueve toques que quedan a ti, los cinco tuyos y los cuatro de Nancy.

La joven le miró angustiada, la picana parecía un castigo muy desagradable y doloroso.

  • Bueno los dejaré en siete, dos toques en cada pecho, uno en cada axila y uno en el coño...... claro que... igual no estás de acuerdo. Quizá creas que tu hermana se tiene que llevar su parte y tú no tienes por qué pagar por su torpeza..

Robin le miró confundida, eso sí que era tortura psicológica.

  • Dime Robin ¿estás de acuerdo en que debes soportar el castigo de tu hermana?, le dijo colocándole la picana a pocos centímetros de sus pechos, si estás de acuerdo di que sí con la cabeza.

Robin miró a Nancy y para sorpresa de ésta dijo que sí.

  • Esto es lo que yo llamo una cerda vocacional, dijo Jim riendo, ya sabía yo que al final te gustaría y sin más preámbulos le tocó con la horquilla de la picana en la punta de uno de sus pechos.

Robin se sacudió y gritó con todas sus fuerzas pues parecía que se lo habían tocado con un cigarro encendido, Jim sonrió cruelmente y le tocó en una axila provocando una reacción similar.

La joven miró angustiada y jadeando a su verdugo.

  • Y ahora un poco de agua. El tipo cogió un poco de agua de la piscina y salpicó con ella el cuerpo de Robin que protestó por el contacto del agua fría en sus latigazos. Inmediatamente los toques de la picana fueron más intensos y dolorosos. Robin se agitó incontroladamente colgando de sus ataduras y protestó llorando histérica pues la picana le quemaba allí donde le tocaba.

Finalmente tras ocho toques sólo le faltaba el último, eso sí, el último tenía que ser en medio de su sexo. Jim era muy perverso para esas cosas y quiso que Robin recordara su primera sesión de sado toda su vida. Así para mayor humillación descolgó a Nancy de sus ataduras y le ordenó que abriera los labios vaginales de su hermana e incluso que la masturbara un poco para poner bien tieso su clítoris antes del fatídico contacto.

Al principio Nancy se resistió, al fin y al cabo era su hermana, sin embargo, como buena esclava, terminó obedeciendo e incluso lamió el sexo de su hermana para horror de ésta. Entonces tras excitarla con su lengua separó bien los labia para que el hinchado clítoris de Robin quedara bien a la vista. Jim acercó la picana y dijo:

  • A la de una, a la de dos y a la de tres.

La descarga fue tan intensa que Robin llegó a perder entre dolorosos espasmos el control de su uretra y se orinó en las manos de Nancy.

La joven se quedó llorando y temblando lastimeramente tras la descarga y su hermana la consoló dándole besos y caricias en la cara.

Una vez acabado el castigo, Nancy pidió permiso para desatar a su hermana y las dos se quedaron acurrucadas y abrazadas al pie de los postes. Ya con la mordaza fuera de su boca, Robin dio rienda suelta a sus lágrimas abrazada y consolada por Nancy.

Los hombres las dejaron un buen rato solas y desentendiéndose de ellas se tiraron a la piscina para hacer unos largos y luego se tumbaron a descansar en las toallas y tomar unas birras.

Esa tarde no hubo más torturas, pero las dos chicas tuvieron que satisfacer a sus amos de otras maneras. De este modo, tras un buen rato descansando, a uno de los amigos de Jim le volvieron a entrar ganas y exigió que las dos esclavas se la chuparan a la vez.

El tío ni siquiera se levantó sino que les dijo que fueran ellas hasta él y le hicieran una mamada tumbado. Resignada, Robin se levantó para obedecer, pero entonces Nancy le aclaró las reglas. En presencia de sus amos ellas tenían que moverse de rodillas y aunque no tuvieran las manos atadas debían mantener las muñecas cruzadas a la espalda o en la nuca como signo de sumisión.

Lógicamente Robin obedeció y de esa manera se pusieron a hacerle la felación y no pararon hasta que el hombre se corrió en su boca. Luego los otros sintieron envidia y también exigieron de las esclavas ese tipo de servicio. En fin, podemos imaginar cómo siguió la orgía. Robin no hizo nada que no hubiera hecho antes, pero en realidad todo aquello era nuevo en cierto modo .... bueno algo nuevo sí que hizo: la penetraron tres tíos a la vez cada uno por un agujero.

La fiesta no acabó hasta haber anochecido y Jim se despidió de sus amigos asegurándoles que se verían pronto en el Club X.

Aunque no eran las doce Jim advirtió a Robin que le perdonaba los minutos que le quedaban y que podía dar por terminada su pequeña experiencia como esclava.

  • Ha sido un placer, le dijo dándole un beso en la mano y, excusándose de que estaba cansado se fue a la cama sugiriendo a Nancy que sería bueno que ambas durmieran juntas esa noche.

Ya solas en la piscina, las dos jóvenes se bañaron para quitarse los restos de esperma y sudor que cubrían su cuerpo y se fueron a su cuarto pues también estaban cansadas.

Antes de meterse en la cama, Robin se miró todo su cuerpo en el espejo, rotando para verse la espalda y el trasero y admirando las marcas del látigo que tenía por doquier. Por fin lo había hecho y lo había soportado. Había sido una experiencia nueva, y como tal la joven estaba orgullosa de esas marcas, y en cierto modo feliz, pero se juró a sí misma que no volvería a hacerlo.

Cuando salió del baño le esperaba Nancy sentada en la cama aún desnuda.

  • Ven túmbate aquí y deja que te cure, le dijo palmeando las sábanas

  • ¿Que me cures?

  • Sí, ya verás.

No sin hacer gestos de disgusto Robin se tumbó boca abajo en la cama y de repente sintió cómo le "curaba" su hermana.

Lo mismo que un animal se lame sus heridas, las esclavas saben que la saliva es buena para las heridas de látigo, sobre todo si es la saliva de la esclava que ha sufrido junto a ti.

Nancy lamió el cuerpo de Robin dulce y delicadamente siguiendo cada herida con la punta de su lengua.

Lógicamente Robin se resistió....pero no mucho, y sólo al principio. En realidad tenía un calentón considerable y cuando su hermana le abrió las nalgas y le empezó a lamer el agujero del ano ni siquiera dijo que no, en su lugar cerró los ojos y se dejó hacer. Y luego cuando le dijo que se diera la vuelta, Robin lo hizo abriendo bien las piernas por si acaso a su hermana le daba por lamer bien su sexo. De hecho así ocurrió, Nancy le lamió las heridas del cuerpo, pero pronto las que tenía entre las piernas le llamaron tanto la atención que les dedicó un cuidado muy especial.

Vamos, que aquello fue un incesto de tomo y lomo, Robin tuvo un intenso orgasmo y luego empezó a besarse con Nancy pero con lengua, con mucha lengua. Y cuando por fin Nancy se tumbó sonriendo y abriendo bien las piernas Robin comprendió lo que tenía que hacer.

Esa noche las dos hermanas durmieron juntas y abrazadas la una a la otra felices y satisfechas.

A la mañana siguiente, cuando despertó, Robin sintió que le dolía todo el cuerpo. Nancy no estaba junto a ella y supuso que estaría abajo. Robin estaba feliz sin el menor sentimiento de culpabilidad así que se fue al baño, se puso a cantar mientras orinaba, se aseó y se vistió para desayunar. En la cocina se encontró sólo a Nancy pues Jim había salido temprano.

Aprovechando la circunstancia y sin pararse a pensar, Robin intentó besarla en la boca pero Nancy la rechazó.

Eso hizo que Robin se sintiera humillada y confundida, francamente, no entendía nada, su hermana empezó a comportarse como si la del día anterior hubiera sido una persona distinta en lugar de su hermanita.

Lo mismo ocurrió cuando llegó Jim. El tipo se portó con ella como con una cuñada sin más, con toda naturalidad pero como si lo de los latigazos y la orgía en la piscina hubieran sido un sueño. Pero no lo había sido, aún le quedaban las marcas para demostrarlo.

Los días siguientes pasaron así sin más ni más Nancy volvió a dormir con Jim y Robin les oyó incluso hacer el amor un par de veces, pero no hubo más sesiones sado y ninguno hizo intentos por volver a hacer el amor con ella.

El caso es que Robin no se podía quitar de la cabeza lo del primer día, estaba muy cachonda y un día aprovechando que Nancy había salido un rato, se sfue a la habitaicón de Jim medio en pelotas y se le insinuó descaradamente. La sorpresa de ella fue mayúscula cuando Jim la rechazó.

  • Perdona, Robin, no te molestes, le dijo, eres muy guapa y me gustas mucho, pero yo le soy fiel a tu hermana.

  • ¿Fiel?, dijo Robin indignada, el otro día me la metiste por todos mis agujeros, ¿qué fidelidad es esa?

  • No te confundas Robin, lo del otro día era como un juego, pero no podemos estar jugando todo el rato.

  • ¿Un juego?, menudo juego, no me tomes el pelo.

  • Pues sí, un juego, tú aceptaste jugar y jugamos, de hecho, si quieres volver a jugar no tienes más que decirlo, pero antes tengo que advertirte que esta vez será más largo y más doloroso.

  • Quieres decir que tengo que aceptar volver a ser vuestra esclava y que me deis con ese odioso látigo.

  • Eso es, pero además de los latigazos habrá otras cosas.

  • Ni lo sueñes, no volveré a hacerlo, dijo Robin tapándose con los brazos, ¿me has oído?, Nunca.

  • Está bien Robin, no te enfades, si no quieres no quieres y ya está.

Robin se separó de Jim doblemente indignada, no se lo contó a Nancy pero se pasó todo el resto del día sin dirigirle la palabra a Jim. Eso sí, el rechazo le dejó muy caliente así que volvió a hacer dedos gimiendo en alto para que Jim le oyera.

También se podía haber ido de la casa, pero el caso es que desde que estaba allí estaba todo el día cachonda perdida, siempre con ganas de masturbarse y caliente como una perra.

Esa noche se sorprendió a sí misma pues tuvo una pesadilla que le hizo despertarse a las cuatro de la mañana. Sudando entre sábanas revueltas Robin se dio cuenta de que casi se había quitado el camisón y de que se había estado masturbando mientras soñaba cómo le perforaban los pezones con agujas al rojo mientras estaba atada a un potro de tortura.

En plena vigilia Robin asoció ese sueño con la propuesta de Jim de entregarse nuevamente como esclava y la joven empezó a fantasear con eso. ¿Que le harían esta vez?, ¿podría soportarlo?, mientras pensaba en ello Robin se masturbó intensamente hasta llegar al orgasmo.

Los días pasaron y finalmente un día que no estaba Jim, Nancy le dijo a su hermana.

  • Mira Robin, esta tarde Jim me va a llevar al club X y estaremos allí toda la noche así que te quedarás sola. Por supuesto, esta es tu casa. Ya sabes dónde está todo, y si necesitas comprar cualquier cosa hazlo, hay dinero en ese cajón.

Robin puso gesto de sorpresa, casi se le había olvidado, el club X.

  • ¿Qué es eso del Club X?

  • Bueno es difícil decirlo, es una especie de club o sociedad donde los amos y amas llevan a sus esclavas para divertirse y eso. Claro que para entrar tienes que ser socio y llevar tu propia esclava...o esclavo, aunque la verdad es que casi todas son chicas.

  • ¿Cómo que para divertirse y eso?, ¿qué ocurre allí?.

  • Bueno, pues un poco como lo que ocurrió el otro día en la piscina.

  • ¿Nada más?

Aquí Nancy se quedó callada.

  • Dime Nancy ¿qué más ocurre allí?

  • De....de vez en cuando hacen una lotería.

  • ¿Una lotería?

  • Sí, con las esclavas, a la que le toca...

  • ¿Qué? ¿qué le pasa?

  • En realidad no lo sé a ciencia cierta, sólo sé que las chicas que entran en la lotería se las llevan a una sala especial del club que se encuentra en el piso de abajo.

  • Una sala, ¿y qué hay en esa sala?

  • Es..es como una cámara de tortura.

  • ¿Qué, pero no dices que no lo sabes?

  • Una vez Jim me llevó allí, para ponerme los anillos, ya lo sabes, viste las fotos.

  • Comprendo.......Nancy.

  • Dime.

  • Yo también quiero ir al Club X

  • Pero Robin, eso es muy fuerte para ti, no estás preparada....Jim no querrá, además no puedes venir, sólo dejan entrar a los amos con sus esclavas.

  • Llámale y pregúntaselo.

  • Pero

  • Por favor.

  • Está bien pero es inútil te digo que no querrá.

Nancy marcó el número.

  • ¿Jim?, hola cariño, oye una cosa....

sí..... ¿qué?.....¿cómo?

De pronto Nancy se quedó consternada y separó el teléfono del oído.

  • ¿Qué, qué pasa? ¿qué te ha dicho?

  • Jim me ha dicho que me prepare que hoy me va a meter en la lotería. Nancy estaba temblando visiblemente pero se puso otra vez al teléfono.

  • Sí, sí cariño....te he oido. ¿cómo?, ....no claro que no, haré todo lo que me ordenes, ya lo sabes. El caso es que,...... el problema es Robin.....

No, nada, que ella también quiere ir al Club X. .....sí se lo digo.

Nancy ofreció a su hermana el teléfono.

  • Dice que te pongas.

  • Hola Jim

  • Hola Robin, callate y escucha lo que te voy a decir.

  • Pero....

  • He dicho que te calles. Si quieres ir esta tarde al club X tendrá que ser como esclava.

  • Jim, ya te dije....

  • Que te calles. Le voy a dar unas instrucciones a Nancy, si las cumples al pie de la letra entenderé que aceptas convertirte en mi esclava, si no es así ni te molestes, no podrás entrar en el club X. Eso sí, ten en cuenta que si aceptas no podrás arrepentirte ni echarte atrás ¿de acuerdo?

  • Sí....sí

  • Ponme con Nancy.

Robin devolvió el teléfono a su hermana que se pasó varios minutos recibiendo las instrucciones de su novio.

Cuando terminó de dárselas, Nancy colgó el teléfono y mirando a su hermana de arriba a abajo le dijo.

  • Bien, desde ahora considérate la esclava de Jim, si quieres entrar en el Club X tendrás que hacer todo lo que yo te diga sin discutir. ¿Estas de acuerdo?

Robin pensó en su sueño y un mareo de placer casi le hizo orinarse. De repente sintió que entregarse sin pensar ni saber lo que le podía pasar era enormemente placentero.

  • Robin, di sí o no, hay mucho que hacer.

  • Sí..., sí.

  • Está bien, ven conmigo al baño.....Dúchate, depílate y hazte un enema con esto, procura dejar el agujero del culo bien limpio.

Robin obedeció en todo muy excitada y en la ducha se masturbó hasta correrse. Cuando salió del baño encontró sobre la cama su vestuario lo cual le hizo experimentar un escalofrío.

  • ¿Qué que es esto?, preguntó cogiendo con los dedos ese breve trozo de tela y mirando con asco el tapón anal.

Nancy apareció con un vestido similar y con un frasco de vaselina. Estaba rídicula y parecía una puta barata.

  • Agachate y abre bien las nalgas con las manos, tienes que llevar el tapón anal bien metido en el agujero del culo y sobre todo, que no se te caiga.

  • Pero....

  • Obedece.

Robin obedeció y Nancy le introdujo el tapón casi sin resistencia, pues Robin ya estaba relajada y muy cachonda. Entonces le puso el vestido si es que eso podía llamarse así, por supuesto sin ropa interior. Para los pies Nancy le eligió unos zapatos de tacón de aguja altísimos y muy incómodos.

Asi, con esas pintas salieron las dos hermanitas a la calle, sin bolso, sin llaves, sin dinero ni nada.

Robin se sentía completamente desnuda, dando traspiés todo el rato y haciendo lo indecible porque no se le cayera el tapón anal. Además estaba lo de la ropa. Aquello era un vestido de minifalda cortísima y tirantes de hilo con un escote enorme por delante y por detrás. Una cosa fea y hortera de color verde brillante confeccionada con una tela finísima. Encima le estaba pequeño, Los pechos le asomaban por el centro y los laterales y todo el rato tenía que andar subiéndose los tirantes que se deslizaban por los hombros y se caían sin parar amenazando con dejar una teta al aire.

Las dos muchachas se encaminaron a la carretera principal como si fueran dos putas de carretera en busca de clientes.

  • Nancy, ¿no me obligarás a ir andando así hasta la ciudad?

  • No, claro que no, haremos autostop.

  • ¿Autostop?, con estas pintas lo más probable es que nos secuestren y nos violen unos pervertidos.

  • No te preocupes por eso, somos dos esclavas y lo único que hay que hacer es obedecer. Sólo piensa en que tenemos que estar en el Club X dentro de dos horas.

  • Dime Nancy, ¿qué nos van a hacer en el Club X, estarán aquellos tipos del otro día?

  • Apuesta por ello.

Las dos jóvenes llegaron a la carretera y la verdad es que no pasaron ni cinco minutos antes de que les parara un camionero. Como era previsible, el tipo las tomó por dos putas y paró para pasar un buen rato con ellas. Le sorprendió que le dijeran que sólo querían ir a la ciudad, pero igualmente les dejó subir. Eso sí, el hombre se cobró el viaje pues al de un rato de recogerlas paró en una gasolinera y las chicas le "pagaron el peaje" en la cabina del camión.

Contento de que el trío le hubiera salido gratis las llevó efectivamente a la ciudad y ellas pudieron llegar a tiempo a su cita en el Club X. De hecho llegaron con muchísima antelación pues Jim se retrasó casi dos horas, de modo que las dos chicas tuvieron que esperar todo ese tiempo delante de la puerta del club. Ni siquiera pudieron ir a una cafetería ni nada por el estilo pues en cualquier momento podía aparecer su dueño. En su lugar tuvieron que permanecer en plena calle, en una zona en la que además abundaban las prostitutas y los clientes en busca de carne. En esas dos horas se les acercaron decenas y decenas de clientes que las tomaron por lo que no eran.

La larga espera no hizo sino aumentar la excitación de las dos chicas que ya estaban a mil. Robin tenía que hacer fuerza constantemente con el esfínter del ano pues pensaba que en cualquier momento se le iba a caer el tapón. Por su parte Nancy sólo podía pensar en la lotería. Jim le dijo que esa tarde había cinco chicas y que le tocaría a una de ellas, las posibilidades de que le tocara no eran grandes pero tampoco pequeñas.

Por fin, tras todo ese tiempo apareció Jim que ni siquiera se digno a mirarlas a la car y se fue derecho a la puerta del club. Las dos jóvenes se apresuraron tras él como dos perritas obedientes.

  • Hola Jim, le dijo el tío de la puerta, un gorila enorme, esclava nueva, ¿no?

  • Qué bonita es. ¿Está marcada?, le dijo levantándole la minifalda

  • No, ahora que lo dices, no.

  • Conoces las reglas, Jim, Hay que marcarla.

  • Está bien, encárgate.

  • Eh tú, llévate a esta esclava para dentro y encárgate de que le hagan el tatuaje.

Robin obedeció y se fue para adentro, al pasar al interior del club vio que era una especie de discoteca enorme y por doquier había grupos sentados tomando algo y conversando tranquilamente. A Robin no le costó mucho identificar a las esclavas con sus dueños y amas. Algunas de las chicas estaban desnudas mientras tíos completamente trajeados se las follaban o dejaban que ellas les hicieran un blowjob. Otras esclavas conversaban o bailaban como si tal cosa. En algún caso no estaba muy claro quién era quién.

También había un esclavo completamente desnudo que servía de silla a su ama y otro esclavo muy joven con un bellísimo cuerpo que colgaba junto a dos esclavas de sus brazos.

Al pasar junto a estos últimos Robin se excitó y no pudo dejar de advertir lo que ponía en una puerta de hierro: "Cámara de tortura".

  • Espera aquí, le dijo el tipo.

Robin se quedó mirando a los tres esclavos, estaban amordazados y colgaban desnudos de sus brazos. Las dos chicas llevaban unos números escritos en el muslo con rotulador, pero lo que más gustó a Robin fue el pene del esclavo, grande y tieso y muy bonito. Además olía a semen pues una gota líquida de líquido preseminal se deslizaba por el glande.

A Robin le hubiera encantado poder tocar ese miembro pero no se atrevió.

  • Ahí abajo está el verdadero club X.

Robin se volvió y vio a una mujer madura de pelo rubio y vestida de cuero que venía hacia ella.

  • ¿Eres tú la esclava que hay que tatuar?

  • Bueno en realidad el esclavo será torturado de todas formas, sólo se rifará a las chicas, dijo la mujer agarrando al joven de la polla y arañándosela provocándole un gemido de dolor.

La mujer se la llevó a un reservado donde tenía el instrumental para tatuar, dijo a Robin que se inclinara y mantuviera su minifalda en alto, y mientras le hacía el tatuaje , le preguntó.

  • ¿Tú también vas a entrar a la lotería, preciosa?

  • No, no lo sé, mi dueño no me ha dicho nada.

  • ¿Quién es tu dueño?

  • Jim

  • Ah sí, le he visto ahí fuera con su cerda, oye, ahora que lo pienso, tú te pareces a ella.

  • Soy su hermana,.... a ella sí la van a rifar.

  • Hmmmm, qué interesante, dos hermanitas, creo que deberíais entrar las dos en la lotería. Se lo sugeriré a Jim.

  • No, por favor no lo haga.

La mujer le empezó a acariciar el trasero.

  • Vaya, pobrecita, te da miedo que te torturen, ¿verdad?

Robin dijo que sí mientras notaba cómo su corazón se aceleraba.

  • No sé que hacer, pobrecita, .la mujer hizo como que le daba pena Robin, pero de repente esbozó una sonrisa sádica......pero,. no, pensándolo bien creo que de todas formas hablaré con Jim.

(Continuará)