Club X (01)

Robin, una chica insatisfecha, va a visitar a su hermana y a su novio.

Esta historia está inspirada en un cómic que seguramente no es desconocido para los amantes del sado, me refiero a Club X del misterioso Dolcett. Para los que desconozcan a este autor (o autora) diré que escribió varios cómics sadomasoquistas alla por los setenta. Un gran porcentaje de éstos se centran en la Gynophagia. En ellos, una o varias mujeres (Dolcettgirls) aceptan voluntariamente ser empaladas y luego ser asadas vivas para después servir como plato a una serie de caníbales. Evidentemente esto es algo irreal pues nadie en sus cabales se entregaría voluntariamente a una agonía tan espantosa, sin embargo, el caso es que Dolcett tiene muchísimos seguidores e imitadores y si buscáis por la red hay incluso páginas y grupos dedicados a sus comics. En esta misma página hay algunos relatos de Dolcettgirls como los que escribe Striker

El relato que sigue no va de Dolcettgirls ni nadie es empalado, asado ni comido por otros. Lo que ocurre es que la historia de ClubX me parece en sí muy erótica y e intentado adaptarla a un sado más suave. Ahí va, espero que os guste.

Robin Kelly, una joven del Medio Oeste, aprovechó las vacaciones de verano para ir a visitar a su hermana Nancy a la que no veía desde hacía seis meses. Días antes Robin había recibido una llamada telefónica de su hermana invitándola a ir a California y pasar un par de semanas con ella y su novio Jim. Ya en el avión Robin estaba un poco intrigada y excitada, pues realmente tenía el presentimiento de que aquellas vacaciones iban a ser algo especial.

Una semana antes, Robin se había sincerado con su hermana por medio de una larga carta en la que le contó que su vida sexual era muy aburrida. Al igual que su hermana Nancy, Robin era a sus veinte años una mujer muy atractiva. Tal es así que no solía tener ningún problema en llevarse al tío que se le antojara a la cama. De hecho, en los últimos meses había probado con unos cuantos y ninguno le duraba más de una o dos citas. El caso es que nada le satisfacía y eso que había probado con casi todo, por supuesto sexo oral, anal, dos tíos a la vez e incluso una vez se lo montó con una chica. Esa vez no estuvo tan mal pero tampoco le satisfizo plenamente.

Nada más leer la carta, Nancy se quedó tan preocupada por su hermana mayor que se apresuró a llamarla por teléfono, le dijo que ella era muy feliz con Jim y que le gustaría que pasara las vacaciones con ellos en el chalet de su novio, quizá allí podría encontrar una solución a su pequeño "problema".

Su avión estaba a punto de aterrizar y Robin seguía dando vueltas a eso. No entendía cómo podía ayudarle su hermana en ese asunto, pero tampoco se perdía nada con intentarlo. En todo caso sería agradable pasar unos días con Nancy y así conocería también a Jim con el que ella parecía estar tan contenta.

La chica se llevó una gran alegría cuando vio a Nancy en el aeropuerto y las dos hermanas se abrazaron y besaron muy contentas.

  • Mira Robin, este es Jim.

  • Encantada.

Desde el primer momento que le vio, le gustó mucho el novio de su hermana, pues era guapo, alto y muy agradable. Era mayor que las chicas, tenía más de veinticinco seguramente y una personalidad fuerte y segura.

La pareja le ayudó con sus bultos y se fueron al aparcamiento.

Pasado el primer momento, a Robin no le dejó de llamar la atención la nueva forma de vestir de su hermana Nancy. En ese momento llevaba una minifalda, muy, muy corta de cuadros grises y una camiseta ajustada de color rojo. No llevaba suje y las tetas se le transparentaban lo suficiente como para distinguir claramente las aureolas de los pezones. Aunque Nancy tenía casi dos años menos que ella, o sea dieciocho, tenía unas mamas redondas y tiesas como las suyas. A Robin también le llamó la atención que su hermanita parecía estar constantemente empitonada y además tenía algo raro en los pezones, ¿anillos quizá?.

Desde luego así vestida Nancy no pasaba desapercibida, pero eso no molestó a Robin, al contrario, de hecho sintió cierta envidia de ver cómo la miraban los hombres.

Los tres se montaron en el coche y las dos hermanas se pusieron en el asiento de atrás.

  • ¡Qué bonito!, me dejáis de taxista, dijo Jim, vale es broma, comprendo que tenéis que hablar entre vosotras, y puso la música para que ellas tuvieran más intimidad.

Las dos jóvenes le respondieron con una sonrisa y empezaron a hablar de esto y aquello.

El viaje duró tres cuartos de hora, pues Jim tenía la casa en las afueras y así las dos tuvieron tiempo de contarse muchas cosas.

En un momento dado, Robin miró las largas piernas de su hermana, nunca le habían parecido tan bonitas, y por fin lo soltó.

  • ¿Sabes?, le dijo en susurros, me llama mucho la atención cómo vistes, antes no enseñabas tanto.

  • A Jim le gusta.

  • ¿De verdad?, ¿se ha dado cuenta de cómo te miran otros tíos?

  • Por supuesto.

  • ¿Y no le importa?

  • No, creo que no.

  • ¿Y a ti, te gusta?

Nancy no respondió y se limitó a sonreir.

Al llegar al chalet decidieron relajarse en la piscina y tomar algo allí, pero antes llevaron las cosas de Robin a la habitación de invitados y las dos hermanas se quedaron a solas un rato. Jim por su parte se fue a ponerse el bañador a su habitación.

Nancy sacó un bikini de un cajón y de un solo golpe se sacó la camiseta quedándose sólo con la minifalda delante de su hermana. Efectivamente, Nancy llevaba sendos anillos en los pezones.

  • ¿Qué, te gusta cómo me quedan? Dijo Nancy al comprobar que su hermana no apartaba los ojos de los anillos.

  • Son muy bonitos pero, ¿no te duelen?.

  • Cuando me los colocaron sí, pues no me pusieron anestesia, pero ahora me gustan mucho, tengo los pechos muy sensibles y al mínimo roce se me ponen los pezones así de duros, toca, toca.

  • No deja, me da no se qué.

  • Vamos no seas tonta, toca, acariciamelos, ya verás cómo se ponen.

Robin se los acarició un momento y los dos granitos de su hermana crecieron entre sus dedos aumentando de tamaño: Nancy los tenía duros como piedras, primero le tocó uno y luego los dos a la vez. Repentinamente la chica se olvidó que aquella era su hermanita y siguió tocándoselos y pellizcándolos, jugando un rato con ellos. Entonces le cogió de los anillos y se los retorció en direcciones divergentes.

  • Aaaah.

Al oir el sensual gemido de Nancy, Robin se dio cuenta de lo que estaba haciendo y soltó los pezones de inmediato.

  • Perdona yo.

  • No importa Robin, me encanta que me hagan eso.

Como si no hubiera pasado nada Nancy siguió desnudándose para ponerse el bikini y entonces Robin que estaba un poco avergonzada, reparó en un pequeño tatuaje que su hermana tenía en la nalga izquierda.

  • ClubX, ¿qué es eso?

  • Oh, nada, es sólo una marca de propiedad.

  • ¿De propiedad?

  • Si.. bueno..... ya te contaré, dijo Nancy poniéndose el sujetador del bikini e intentando cambiar de tema, creo que por hoy ya has tenido bastante.

Robin no entendía bien de qué iba su hermana

  • Ponte el bañador y baja a la piscina allí tomaremos algo, ah, tienes toallas en la balda de arriba del armario.

Nancy se fue para su habitación pero antes se volvió a asomar.

  • Bueno pensándolo mejor, Jim y yo igual tardamos un poco, me has puesto cachonda ¿sabes?

Robin estaba realmente sorprendida del desparpajo de su hermana pequeña, allí en casa de mamá no solía estar tan salida. Ese Jim tenía que ser un tipo interesante.

De todos modos, lo que más le sorprendió a Robin fue comprobar que ella también estaba cachonda por haberle tocado las tetas a su hermana.

De este modo, la joven decidió darse una ducha, así le daría un poco de tiempo a Nancy y además igual se animaba y se hacía una paja. De hecho lo hizo, Robin no solía hacerlo pero esa vez se excitó de verdad. Tenía cojones que fuera su propia hermana la que le hubiera puesto toda burra.

Por fin, tras casi veinte minutos bajo el agua, Robin salió del baño y tras secarse se puso el bikini. Recordó que Nancy le había dicho que la toalla de la piscina estaba la balda de arriba del armario. Como no llegaba a cogerla se puso de puntillas intentando agarrarla con la punta de los dedos. Por fin lo logró pero con tan mala suerte que cayeron al suelo todas las toallas apiladas bajo ella.

  • Mierda, exclamó.

Sin embargo cuando miró al suelo para ver el estropicio se dio cuenta se que entre las toallas había un sobre del que se había caído una fotografía. Al verla Robin se quedó de una pieza pues en ella aparecía su hermana Nancy. Estaba completamente desnuda con los brazos atados sobre su cabeza y un tipo que no era Jim le estaba colocando en la boca un ballgag.

  • ¿Qué, qué coño es esto?, se preguntó Robin temblándole la foto entre los dedos.

Dentro del sobre había muchas más fotos, y naturalmente Robin se puso a mirarlas. Todas iban de lo mismo y parecían formar parte de la misma escena de modo que las pasó una a una, el hombre que la había amordazado cogía un látigo y se ponía a darle de latigazos. El gesto de Nancy era muy evidente para Robin, su hermanita estaba llorando y gritando mientras la azotaban, las fotos seguían y seguían y entonces más adelante aparecía Jim con un extraño bastón en forma de tenedor y le tocaba con él a Nancy en el pecho haciendo que ésta volviera a gritar. Por último Jim le quitaba la mordaza y ambos se besaban.

  • Joder, pensó para sí Robin con sudores frios, a mi hermana y a su novio les va el sado y les gusta hacerlo con otras personas, nunca me lo hubiera imaginado.

La joven estaba paralizada por la impresión. De pronto vio entre las toallas otro sobre medio oculto y lógicamente lo abrió y miró dentro. Nuevamente era Nancy maniatada comiéndole el coño a otra joven también desnuda y atada y con un tío encapuchado dándole fustazos. En otra serie de fotos un desconocido enculaba a Nancy que para variar estaba desnuda, atada y amordazada mientras la otra mujer le hacía una felación a Jim, en una pared había un cartel del ClubX. Por fin en una última serie de fotos, Robin pudo ver en directo la operación en que le pusieron los anillos a su hermanita. Esa era la más fuerte. En la foto Nancy estaba atada y amordazada a una especie de potro de tortura y un hombre con un capuchón le perforaba la mitad del pezón con una aguja al rojo mientras se lo estiraba con unas pinzas. La cara de Nancy, totalmente desencajada y soltando alaridos, indicaba perfectamente que la operación se la habían hecho sin anestesia.. Jim también salía con una cámara de video y allí había dos o tres hombres más aparte del que sacaba las fotos.

Robin sentía cómo le palpitaba el corazón dentro del pecho, no le cabía ninguna duda de que la operación de anillarle los pezones debió ser una dolorosa sesión de tortura que su pequeña Nancy había sufrido. Sin embargo , la joven se sorprendió a sí misma, pues en lugar de molestarse se volvió a poner cachonda, no sentía pena por el gesto de sufrimiento de su hermana,....... sino una gran envidia.

De pronto sintió que a ella también le gustaría que le atasen y le diesen unos latigazos. Por supuesto que ya había visto esas cosas y en su momento le llamaron la atención pero siempre se avergonzó de que algo tan sucio le excitara tanto. Ahora al verlas tan de cerca, sintió que ella también las podía hacer realidad.

Robin estaba tan absorta en estos pensamientos que ni siquiera se dio cuenta de que alguien había abierto la puerta de su habitacion.

  • ¿No crees que eso es algo muy personal como para que estés curioseando?

La voz de Jim le sobresaltó y al verse cogida, Robin hizo un gesto rápido avergonzada pues en ese momento se dio cuenta de que tenía su mano metida en las braguitas del bikini.

  • Perdóname, las toallas se cayeron y... intentó justificarse mientras se secaba disimuladamente la mano.

  • Devuélvemelas, por favor.

Robin le devolvió las fotos muerta de vergüenza, Jim le hablaba con dureza y ella no se atrevía a mirarle a los ojos.

Por un momento ella pensó que le iba a pegar.

  • Perdóname otra vez, esto son cosas vuestras, no tenía derecho.

  • No, si la culpa no es tuya. ¡Eh Nancy ven aquí!

Nancy apareció por la puerta sonriente, pero al ver el estropicio en el suelo se le cambió la cara.

  • ¿Has puesto tú las fotos ahí?

  • Sí,...esto, las quité del medio cuando supe que Robin iba a venir y luego se me olvidó que las había escondido ahí.

  • Está bien.

  • Ha sido culpa mía, se me han caído a mí.

  • Es igual Robin, ya te he dicho que el error es de Nancy, bueno cariño, ya sabes lo que eso significa. Esta vez lo dejaremos en cincuenta latigazos y unos toques con la picana. Y tú Robin, imagino que no querrás ver cómo castigo de tu hermana así que voy a llamar a un taxi, te pagaré un hotel.

Jim salió de la habitación y Robin miró a su hermana con un gesto entre reproche y culpabilidad.

  • Nancy, ¿qué es esto?, ¿qué pasa?

La joven se encogió de hombros.

  • Supongo que ya lo habrás deducido al ver las fotos, ...él tiene derecho, soy su esclava.

  • ¿Qué?

  • Que soy su esclava, el manda y yo obedezco, además me puede hacer todo lo que quiera,-...... él y sus amigos del ClubX.

  • Pero no lo entiendo, ¿acaso te obligan?

  • No al contrario, lo hago porque quiero, me gusta, me gusta mucho ser su esclava, él sí que sabe cómo hacerme gozar.

  • Pero ha dicho que te va a dar cincuenta latigazos, ¿acaso no te duelen?, he visto las fotos de cómo te ponían las anillas y parece que sufrías de verdad.

  • Claro que me duele y me humilla estar desnuda y atada en manos de esos cerdos pervertidos, a veces es como estar en el infierno, diez, doce, quince horas seguidas de violaciones y torturas, sólo deseas que acaben de una vez y te dejen en paz, pero luego cuando pasa todo se te olvida y al día siguiente quieres otra vez tu ración de latigazos. Es como una droga. De todos modos también te acostumbras a soportarlo.

Ahora a Robin le daba aún más envidia su hermana.

  • El caso es que desde que soy esclava tengo orgasmos todos los días y casi a todas horas. Además me gusta que me usen.

Jim entró de repente con una caja en la que llevaba varios juegos de esposas, ballgags, unos látigos y una picana eléctrica.

  • Te voy a pedir un pequeño favor Robin. Me gustaría que fueras discreta y no contaras a nadie lo que has visto.

Robin no respondió al momento, por dentro estaba excitada y nerviosa y el corazón le seguía palpitando a todo trapo, también estaba un poco acojonada pero al final se atrevió a decirlo.

  • Perdona Jim, ¿puedo hacerte una pregunta?

  • Dime.

  • Sí.... los latigazos se los das a otra persona, ¿perdonarás a Nancy?.

  • ¿A otra persona, a quién?

  • A.....a mí.

Nancy y Kim la miraron extrañados.

  • Dime, ¿la perdonaras?.

  • No, ella debe recibir su castigo, se lo merece.

Robin puso gesto de contrariedad.

  • Sin embargo,.... dijo Jim

  • ¿Qué?

  • Bueno, pensándolo mejor, si tú aceptas recibir veinticinco latigazos, me contentaré con darle los otros veinticinco a Nancy.

Robin se quedó pensativa con el corazón acelerado a punto de una taquicardia. No se terminaba de decidir

  • Es que.......

  • Por supuesto también te tocaré con la picana.

  • .....es que no sé si podré soportarlo, me da un poco de miedo.

  • Está bien, no tienes ninguna obligación ya te he dicho que no has tenido la culpa, le daré los cincuenta azotes a Nancy,..... puedes quedarte a verlo si quieres. Ven cariño, desnúdate y prepárate.

Y diciendo esto, Jim cogió a Nancy del brazo con cierta rudeza.

  • Espera, espera un poco. Cuando me azotes ¿yo también estaré desnuda?

  • Completamente.

  • Y... y ¿atada?.

  • Por supuesto, y te amordazaré con esto para que no molestes a los vecinos con tus gritos.

Jim le enseñó una ballgag negra.

Robin estaba cada vez más cachonda sólo de imaginárselo. Ahora o nunca se dijo a sí misma.

  • Bien..., está, está bien, veinticinco latigazos, creo que podré soportarlo.

  • Espera, espera un poco no vayas tan rápido. Si aceptas tendrás que aceptar ser mi esclava toda la tarde hasta las doce de esta noche, si no, no hay trato.

  • ¿Tu esclava?, y eso que significa.

  • Que tendrás que hacer todo lo que yo quiera.

  • Como ¿qué?

  • Pues hombre, teniendo en cuenta que estás tan buena como tu hermana y que me da mucho morbo, lo más probable es que me entren ganas de follarte.

Robin miró a Nancy.

  • ¿No te importa?

  • Sólo soy una esclava, Robin.

  • .....Está bien, acepto.

  • Muy bien, voy a llamar otra vez al taxi para anularlo. Mientras tanto, vosotras dos vais a ir a la piscina y lleváis los látigos y todo lo demás. Cuando vaya yo quiero que estéis las dos en pelotas, con las esposas y la mordaza puesta y en postura de sumisión, ya te explicará Nancy qué es eso,..... ¿qué se dice?

  • Sí mi amo, dijo Nancy.

  • Sí mi amo, replicó Robin aguantándose las ganas de orinar.

Una vez solas las dos jóvenes se abrazaron.

  • Muchas gracias Robin, dijo Nancy cogiendo las cosas.

  • Tengo que confesarte que estoy acojonada, ¿duelen mucho los latigazos?

Nancy se limitó a decir que si con la cabeza.

  • Venga no lo pienses más, desnúdate y sígueme.

Minutos después Jim volvió a la piscina y vio que las dos hermanitas le habían obedecido al pie de la letra, pues le esperaban totalmente desnudas, amordazadas y medio esposadas una junto a la otra.

Nancy condujo a su hermana hasta una barra horizontal a la que su novio solía atar para flagelarla. Rápida y diligentemente se metió la bola de goma entre los dientes y se la ató a la nuca, luego se puso las esposas en una muñeca dejando la otra suelta y poniéndose de puntillas y con las piernas abiertas colocó las manos en la nuca.

Robin se quedó de piedra al ver la sumisión y disposición de su hermana que evidentemente ya era una esclava entrenada. La verdad es que le daba un corte inmenso estar allí desnuda al aire libre, las vallas que daban a la calle no eran muy altas y cualquiera que se asomara o entrara en la casa podría verlas. No obstante no lo pensó más, imitó a su hermana y se puso a su lado con los pies en puntas y las manos tras la nuca.

Jim tardó mucho en venir, a Robin esa espera le pareció un siglo, estaba nerviosa y los pies le temblaban, de pronto unas gotas de líquido empezaron a deslizarse por la cara interior de sus muslos haciéndole cosquillas, sin embargo mantuvo la postura mientras una agradable brisa cálida acariciaba su piel desnuda.

A Jim le pareció muy agradable ver que sus dos esclavas le habían obedecido al pie de la letra. Mientras gestionaba lo del taxi pensó que había sido una suerte que la otra hermanita se le entregara también como esclava, y deseó con todas sus fuerzas que fuera algo definitivo. Jim valoró sus opciones ¿ser blando o duro con Robin?. Si de primeras la sometía a una dura prueba puede que se asustara y se arrepintiera, pero su olfato le decía que tenía delante a una verdadera sumisa en potencia, así que tras pensarlo bien decidió aplicarle un duro castigo.

La verdad es que Robin no tenía nada que envidiar a su hermana, se dijo Jim, las dos eran bastante guapas y tenían cuerpos bellos y bien formados. Además el hecho de que se parecieran físicamente le daba más morbo al tema.

Robin se inquietó al ver acercarse hacia ella a su verdugo, pero éste ni le miró a la cara, sino que procedió con ella rápida y diligentemente. El lugar destinado para flagelarlas era una barra metálica horizontal que descansaba a su vez sobre tres pies derechos verticales situados entre sí a intervalos de metro y medio. Las barras estaban bien diseñadas con anillas cada pocos centímetros.

Jim la arrastró con cierta brusquedad bajo la barra y obligándola a subir los brazos pasó la anilla de las esposas por encima de la barra y le cerró las esposas en la otra muñeca. Robin se quedó completamente estirada colgando de sus brazos y se vio obligada a poner sus pies de puntas.

Si Jim hubiera querido conformarse con una flagelación normal la hubiera dejado así, pero había decidido someterla a un castigo más cruel para el que era mejor inmovilizarla completamente, de este modo cogió un par más de juegos de esposas y le ató también de los tobillos. Para ello le hizo separar las piernas hasta un límite doloroso y le esposó cada tobillo a una barra. Robin quedó literalmente suspendida colgando de sus brazos con todo su peso.

Una vez atada, Jim pareció desentenderse de ella y se ocupó de Nancy que solícitamente había dejado dos juegos de esposas a su lado y le esperaba bajo la barra con los brazos en alto. Tras atar a las dos hermanas de la misma manera, Jim se desnudó completamente y acercándose a Robin se puso a acariciarla con las dos manos. Robin parecía tener una piel de terciopelo y Jim quiso comprobarlo antes de azotarla. De este modo las manos de Jim recorrieron todo su cuerpo comprobando la firmeza de sus carnes.

  • Estás temblando como un pajarito, dijo Jim, no tengas miedo preciosa, mira a tu hermana lo valiente que es.

Robin le miró, le gustó mucho el contacto de sus manos sobre su piel.

Jim le acariciaba ahora los pechos comprobando que el corazón de la chica latía a gran velocidad.

  • Vamos, vamos, te va a dar una taquicardia, sólo son unos latigazos, mujer.

A Robin le caían ya babas de la boca sin ningún control y no podía reprimir los temblores que se habían apoderado de su cuerpo.

Curiosamente fue el propio Jim quien consiguió calmarla acariciando su sexo con los dedos.

  • Esto está mojado y muy caliente preciosa, nunca le había visto así a Nancy, menuda hermana más puta tienes.

A Robin esas palabras le molestaron y humillaron y por tanto protestó aunque no se le entendió nada por la mordaza. Además Jim siguió masturbándola mientras se ponía a pellizcar y lamer sus pezones. Consiguientemente Robin dejó de protestar y entornando los ojos empezó a suspirar mientras notaba cómo le llegaba el orgasmo. Jim siguió insistiendo con sus expertos dedos, mientras los pezones de la chica crecían dentro de su boca., sin embargo, cuando ya estaba a puntito de caramelo dejó de masturbarla y la dejó a medias.

Frustrada y humillada , Robin miró a su hermana y muy avergonzada apartó los ojos para que ella no la viera.

  • Observa preciosa, le dijo Jim cogiendo un látigo. Esto es un single tail y con él te voy a dejar la piel roja y en relieve.

Jim se rió mientras acariciaba la piel de Robin con el cuero. Ahora voy a darle cinco latigazos a Nancy para que veas el efecto que produce sobre la piel.

Jim se colocó delante de Nancy y sin previo aviso le dio en los muslos con toda su fuerza. La chica gritó sonoramente y cimbreó todo el cuerpo.

A Robin se le pusieorn todos los pelos de punta al oír el estallido del latigazo y el alarido de su hermana. Angustiada miró a Jim y vio su cruel sonrisa de sádico. Este le guiñó un ojo y con toda la fuerza le dio otro latigazo en el vientre a Nancy. Y casi seguido otro en las tetas.

Robin respiraba agitadamente viendo el castigo que estaba sufriendo su hermana. La joven tenía miedo, mucho miedo de no poder soportarlo y en ese momento se arrepentía profundamente de haberse entregado a Jim, pero ya no había marcha atrás. Otro latigazo más le dio en el vientre y otro más en la cadera. Para entonces Nancy lloraba suplicando que parara.

  • Observa Robin, mira el efecto sobre su piel.

Como por acto de magia en la blanca piel de Nancy salieron cinco lineas rojas que fueron engrosando y poniéndose en relieve.

Jim se acercó a su novia y dándole un beso en la mejilla le dijo.

  • Vamos pequeña, esto es sólo el principio, aún te faltan veinte.

Ella le dijo que sí con la cabeza y Jim fue a dejar el látigo cogiendo otro.

  • Esto es un bullwhip, Robin, dijo Jim enrollándolo ante sus ojos. Cuando golpea se enrosca en el cuerpo y la punta te da un fuerte "picotazo" que te hace ver las estrellas. Luego se tira de él y es como una cuchilla de afeitar. Normalmente nunca lo utilizo la primera vez que azoto a una esclava, pero contigo voy a hacer una excepción, observa.

Jim chasqueó el látigo un par de veces haciendo que las dos jóvenes oyeran su siniestro zumbido al cortar el aire.

Esta vez la propia Nancy tembló de miedo.

  • Y ahora mira.

Jim lanzó un latigazo a Nancy, el latigo zumbó, se enroscó en su cuerpo a la altura de la cintura y ella dio un sonoro grito cuando la punta del látigo le dio en la ingle. Jim tiró del látigo y tras otr intenso zumbido le volvió a golpear más arriba. Ahora Nancy gritaba como una loca cimbreándose y debatiéndose por efecto de los crueles latigazos.

El cuerpo de Robin brillaba de pura transpiración y la joven miraba aterrorizada cómo sufría su hermana gritando y llorando como una loca. El bullwhip dejaba unas delgadas marcas helicoidales que debían arder como fuego.

Tras cinco latigazos más Jim dejó por fin a su novia exhausta de recibir tantos azotes y llorando a todo pulmón..

  • ¿Qué te parece Robin? Le dijo agarrándola del cuello con el látigo.

La joven le pidió piedad a través de la mordaza pero Jim hizo como que no le entendía. Entonces dejó el látigo y cogiendo un móvil marcó un número.

  • Hola ¿eres tú?

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  • Sí, mira tengo esclava nueva y voy a darle los primeros latigazos, ¿os apetece venir a verlo?.

Robin miró a su hermana alarmada.

  • ¿Cómo dices?.... No, no, es la hermana mayor de Nancy.

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  • Sí está tan buena como ella, os gustará follarla.

..............

  • ¿Cuánto crees que tardaréis?, ¿media hora?, perfecto entonces os espero.

Jim colgó y sonriendo vio cómo Robin le miraba angustiada y le intentaba decir algo desesperadamente.

El hombre pasó de ella y se fue para la casa a por unas bebidas.

  • No pequeña, no te voy a soltar, ni lo sueñes, hasta las doce eres mía, le dijo desde lejos.

(continuará)