Club SW, sauna
Continúan mis historias en el club, el sauna es uno de los mejores lugares para disfrutar
Club SW, sauna
Hemos ido varias veces a nuestro Club SW; y digo nuestro, solo porque nos encanta todo lo que hay; los servicios, las áreas y salones y todas las experiencias que vivimos; unas de las más recurrentes, son las vividas en la sauna; hace algunos años realizaron algunas remodelaciones en el club, un jacuzzi más grande y lo ubicaron en el primer piso, agrandaron la pista de baile, colocando un escenario para los espectáculos de media noche, reubicaron el turco dejando dos salas más grandes; hicieron el cuarto oscuro y el sauna lo agrandaron a tres salas, la exterior es la más grande, la del medio es pequeña pero tiene una vista al salón de fantasías inmejorable y la sala del fondo, la más oscura tiene unos espacios muy adecuados para dar o recibir masajes; allí he vivido de las mejores experiencias eróticas.
En cierta ocasión, decidimos ir un jueves en la noche, no es común ya que preferimos ir los sábados, por aquello de no tener que madrugar al siguiente día y poder relajarnos y disfrutar hasta bien avanzada la madrugada; como dije fuimos un jueves porque algunos de los asiduos al club nos lo sugirieron, nos dijeron que esos días el club se llenaba más; y en efecto, ese día estaba con cupo completo; los jueves bajaban el costo de la entrada y aumentaba el número de hombres solos que buscaban tener alguna oportunidad con parejas que deseaban tener tríos; algunas parejas que solo querían interactuar con otra pareja, se sentían molestos por tanto hombre solo; sin embargo a Alberto y a mí, nos gustaba la idea de tener varios caballeros disponibles, como ya lo hemos comentado nos encantan los tríos HMH.
Después de pasar un rato en el jacuzzi, entramos al sauna; Alberto me dijo que iría por aceite para darme un masaje, yo me quité la toalla y la extendí en las amplia silla de madera, me acosté boca abajo, como siempre, estaba solamente con un pequeño tanga cuya tira se perdía entre mis nalgas; sabía que Alberto se demoraría, porque le encantaba dejarme sola para que otros hombres me observaran y me abordaran; no acababa de acostarme sobre la toalla, cuando un hombre que estaba sentado en la misma sala, se me acercó y se sentó junto a mis pies; me saludó y tocándome levemente el pie me preguntó: ¿Puedo?; yo también lo saludé y volteando a verlo asentí como señal que podía; el hombre inició un recorrido por los dos pies, acariciando las plantas y luego los dedos, me dijo que le encantaba dar masajes, que si quería él podía darme un rico masaje relajante; yo le contesté que mi esposo también hacia deliciosos masajes y que estaba trayendo el aceite; me preguntó si a mi esposo no le molestaría encontrarlo allí, le dije que no y cerré los ojos para disfrutar de sus toqueteos, que ya llegaban hasta las rodillas.
Mi esposo llegó con el aceite, yo mirándolo a los ojos, para ver su expresión, le expliqué que el señor quería darme un masaje, mi esposo sonrió y le ofreció el aceite al hombre y se sentó a mi cabecera para observar como me daba el masaje; el hombre se presentó a mi esposo como Roberto, mi esposo se presentó y luego me presentó a mí; Roberto tomó un poco de aceite en la mano y me lo esparció por todas las piernas, desde los tobillos hasta la cadera, acercándose a mis nalgas pero sin tocarlas; le dijo en voz alta a mi esposo que yo tenía un cuerpo muy hermoso mientras recorría sus manos por todos mis muslos, apretaba lo justo, bajaba a mis pantorrillas y luego llegaba hasta los tobillos para ejercer presión y moverlos hacia todos los lados; luego levantaba mi pierna hasta doblarla por la rodilla hacía presión con mi pie sobre las nalgas, tomó las piernas de las rodillas y me las abrió un poco, me sentí más expuesta y sabía que estaría viendo la tira de mi pequeño tanga metida entre mis nalgas y mi vulva mojada apenas cubierta por un mínimo triángulo de tela.
Después de mucho tiempo acariciando mis piernas, estirando mis músculos, apretando y aflojado cada tendón, tomó más aceite frotándose las manos lo aplicó sobre mi espalda, sentí un leve escalofrío pero me gustó la sensación de sus grandes manos sobre mi piel, abrí los ojos para ver a mi esposo y estaba observando sin quitar la mirada de mi cuerpo, sus ojos brillaban por la emoción y por el placer de ver como un hombre estaba tocando a su esposa, su pene se notaba muy erecto bajo la toalla, me vio mirándolo y sonrió complacido; Roberto continuó desplazando sus manos por toda la espalda produciéndome mucho placer, sentía sus dedos metiéndose entre mis músculos, acariciando mi cuello rosando mis orejas, lo que me enciende, bajando hasta la curva de la cintura exactamente antes de iniciar mis nalgas, no me movía para que siguiera más abajo, estaba excitándome cada vez más, me acariciaba con presión toda la columna, desde el cuelo hasta bien abajo, llegando a meter un poco los dedos bajo la tira del tanga; luego subía por los laterales pero no llegaba a tocarme los senos, allí subía la mano y me acariciaba las axilas; era un rico tormento.
Mi esposo estaba tan ansioso como yo, se puso en pie y se untó las manos de aceite y haciéndose a un lado de Roberto le dijo: Así le encanta; y procedió a masajear mi cuello por todo el contorno, moviendo mi cabeza de lado a lado, arriba y abajo, aflojando todas mis articulaciones y dándome mucho placer, luego me acarició los omoplatos, presionando sus dedos tras ellos para disminuir la tensión y los nudos de esa parte, mi esposo es un experto en ello, mientras tanto, Roberto volvió a mis pies, se untó más aceite y me tocaba los dedos, los estiraba y los doblaba, estaba transportada al paraíso con esas cuatro manos tocándome; luego, con una mano tomó mi pie mientras con los nudillos de la otra me hacía presión por toda la planta, me sentía super relajada, parecía que volaba, no sentía más que placer; mi esposo bajó sus manos por toda la espalda y llegó hasta las nalgas y allí se detuvo a recorrerlas todas, las apretaba y las abría, yo sabía que lo hacía para excitarme más, pero también para demostrarle a Roberto como me debería tocar, estuvo apretando y acariciando mis nalgas por un buen rato, sentí que éramos en centro de atención de aquella sala del sauna, habían varios hombres de pie y un par de parejas, observando en delicioso masaje que me daban.
Mi esposo volvió arriba a tocarme la cabeza y seguir dándome caricias y más placer, recorría sus dedos por entre mi cabello, acariciaba mis orejas, metía un dedo en los oídos; Roberto se sintió más audaz y sus manos subieron por mis muslos hasta tocar suavemente mis nalgas, se quedó un instante para ver nuestra reacción, yo me quedé absolutamente quieta, expectante para ver como seguía, mi esposo siguió masajeándome la cabeza como si no pasara nada, invitándole con su silencio a que continuara, entonces Roberto continuó apretándome, me tomaba de las nalgas con las dos manos, subía hasta la cintura y luego bajaba hasta llegar a los muslos, lo hacia muy fuerte como para hacerse sentir más, yo estaba muy caliente, no solo por el calor del sauna, sino por la sensación de sentir a mi esposo y a otro hombre tocarme toda, quería más, estaba dispuesta dejarme llevar hasta donde Roberto quisiera y hasta donde mi esposo dejara, que delicia…
Yo sabía que mi esposo, estaba muy excitado también, lo sentía en su forma de tocarme y en su respiración agitada; volteé a mirarlo y justo en ese momento, vi que le hizo un gesto a un hombre que estaba parado a nuestro lado, inclinando la cabeza hacia mí, era una invitación para que me tocara; yo lo miré asustada, no sé lo que pretendía, traté de mover mi cabeza para que Alberto viera mi angustia y desaprobación, pero él me ignoró o no me vio; el hombre invitado, se acercó, llevó su mano hasta mi espalda, me tocó con cierta prevención, yo lo miré abriendo mucho los ojos, el sujeto me sonrió y empezó a tocar toda mi espalda, volteé a mirar a Alberto, pero él solo se sentó para seguir disfrutando como esos dos hombres me tocaban.
El segundo hombre era mucho más lanzado, llevó sus manos directamente hacia el lateral de mis senos y empezó a tocarlos, trataba de levantarlos para llegar hasta el pezón, sentí que me presionaba mucho, sus dedos apretaban mi piel, me estaba lastimando un poco, me levanté un poco hacía un lado y le dije: Suave…; el tipo se disculpó y continuo tocándome más suave, me rozaba los pezones, trataba de levantarme con sus caricias; estaba en este tipo de contienda con aquel hombre cuando Roberto tomó mi tanga para bajarlo, yo me asusté mucho y traté de impedirlo, pero Alberto se apresuró a ayudarlo a dejarme totalmente desnuda, me los quitó y los guardo en su cintura bajo la toalla.
Me sentí mucho más vulnerable, estaba acostada boca abajo, totalmente desnuda, dejándome tocar por dos hombres, de los cuales lo único que sabia es que uno de ellos se llamaba Roberto; el otro siguió tocándome la espalda y por el lado los senos, mis pezones empezaron a ponerse muy duros por tantos roces; Roberto me embadurnó de aceite las nalgas y empezó a meter sus dedos entre ellas, rozaba mi ano y llegaba hasta la vulva, solo llevaba sus dedos arriba y abajo, me estaba proporcionando mucho placer, sentía vibrar mis nalgas con esos dedos tan cerca de mi ano, quería que me acariciara más fuerte, pero simultáneamente estaba aterrada, trataba de mirar a mi esposo para pedirle ayuda, él solo miraba extasiado como era acariciada, como las parejas que nos veía se tocaban y se besaban, algunos de los hombres que nos rodeaban, se habían quitado las toallas y se masturbaban viendo como esos hombres me excitaban con sus manos en mi piel, como me iban llevando a un estado de no retorno, cada vez estaba más caliente, más húmeda, los dedos de Roberto llegaban hasta mi clítoris y rozaban los labios que permanecía muy mojados.
Alberto se dio cuenta que yo estaba a punto y me dijo en voz alta para que todos escucharan, que me volteara, me levanté un poco y noté que todos los presentes en el sauna se quedaron quietos, expectantes, viendo mis senos y mi vulva aparecer dispuesta a recibir más caricias, yo estaba super excitada, viendo tantos ojos en mí, me acosté boca arriba, dejé mis brazos a los costados y miré profundamente a Roberto y al otro hombre que me estaban dando tanto placer, les decía con mis ojos que podían continuar; escuché algunos murmullos, alguien dijo algo así como, qué rica está…me encendían esos comentarios y miradas, Roberto se sintió con ventaja y se me acercó primero, tomó mis senos con sus manos y yo cerré los ojos para entregarme a lo que venía.
Sentí que el otro hombre me empezó a tocar los muslos y las piernas, luego casi inmediatamente llegó hasta mi pubis, acarició toda la vulva, separó los labios mayores y con uno de sus dedos me acarició el clítoris; que delicia, sabía que todos los que estaban allí me miraban, sentí como Roberto apretó mis pezones, luego tomaba cada seno en una mano y los apretaba, los soltaba y volvía a apretarlos, sentía que mis senos estaban más grandes y los pezones tan duros, mi vagina fue expuesta y unos dedos penetraron rápidamente, penetró tan adentro que sentí que el orgasmo ya llegaba.
Alberto se paró y me besó en la boca, sentí su boca antes de tocarme, sus labios chuparon los míos su lengua me invadió por completo, se separó solo un poco para preguntarme: ¿Te gusta?; Siiiiiiiiiii, le dije entre suspiros; en ese instante sentí una lengua en mi vagina, la sentí golpear suavemente mis labios menores, acariciaba todo mi conducto, rozaba el clítoris, recorría toda el área, yo abrí las piernas para permitirle llegar hasta muy adentro, él me tomó de los muslos y los colocó en sus hombros, yo levanté la cadera y me ofrecí completamente y apreté a mi esposo mientras sentía que explotaba, era un orgasmo maravilloso, mis flujos desbordaron la boca del hombre que me comía; Roberto quiso hacerse partícipe de esta gloria y empezó a besarme los senos, apretaba los pezones con sus labios, mi orgasmo seguía llenando el sauna de gemidos y suspiros, una mujer que no se en qué parte estaba también gritó, seguí temblando, apretando fuertemente del cuello a Alberto, Roberto apretó más mis senos con su boca, y aquel hombre desconocido metió profundamente su lengua en mi vagina mientras que uno de sus dedos apretaba mi rosado ano para penetrarme…..Qué placer que delicia, jamás me había sentido tan feliz de sentirme gozada por tantos.