Club de Viciosas y Curiosas [06].

Fantasmas.

Capítulo 06.

Fantasmas.

Erika y Siara se encontraban en el salón de clases, sin prestar demasiada atención a lo que decía el profesor. Hablaban entre ellas entre susurros intercambiando ideas que las ayudaran a proseguir con la investigación sobre el caso de Dalma. Estaban en un callejón sin salida. La única alternativa que se les ocurría era que Xamira siguiera compartiendo “momentos íntimos” con Alexis, y así poder sacarle más información.

―No podemos pedirle a Xamira que vuelva a hacer una cosa así ―dijo Siara, en voz baja. Erika estaba sentada a su derecha, haciendo garabatos en su cuadernillo―. Solo vamos a recurrir a eso si agotamos todas las opciones.

―¿Y si contratamos a alguien para que le saque la información a golpes?

―¡No seas tarada, Erika!

El profesor José María Carrasco, que les enseñaba estadística, las fulminó con la mirada. Era sabido que a él no le gustaba que los alumnos hablaran en clases. Siara y Erika se enderezaron y fingieron prestar atención durante unos minutos. Sin embargo el tema comenzó a interesarle a Siara, el profesor Carrasco no estaba hablando sobre algún aburrido tema relacionado a la estadística. Estaba contando la historia de un tipo que había estafado a distintas Obras Sociales Prepagas haciéndose pasar por socio de las mismas con documentación falsa. De esa forma conseguía dinero que, supuestamente, era para cubrir tratamientos médicos. ¿De qué forma lo atraparon? Se preguntaron todos en la clase.

―La policía sospechó que el sujeto debía tener un médico amigo que se encargara de firmar algunos documentos y recetas.

―Entonces fue fácil ―dijo una alumna―. Solo tenían que atrapar a ese médico.

―Sí, pero no sabían quién era ni dónde trabajaba. Lo que los llevó a pensar que ese médico en realidad no existía, y se trataba de otra falsificación de documentos. Sin embargo, la persona que hacía estas estafas sabía mucho sobre los métodos que utilizan las obras sociales para pagar la cobertura por tratamientos médicos.

―¿Así que era alguien que trabajaba dentro de una de las obras sociales? ―Preguntó Nicolás, un alumno delgado y bajito de grandes orejas.

―Todo parecía apuntar a eso ―dijo José María Carrasco, caminando lentamente de un lado a otro, frente a sus alumnos―. Quizás incluso podría ser un médico retirado que ahora trabajaba en una obra social. Esa era la teoría más fuerte. ¿Pero cuál era su nombre real? ¿Cómo se hace para atrapar a un fantasma? ―Todos los alumnos se miraron entre sí y se encogieron de hombros. Siara y Erika estaban con todos los sentidos puestos en el profesor―. La clave es no buscar el fantasma, sino sus huellas. ¿Por dónde se mueve? ¿Dónde podría estar ahora mismo? ¿En qué lugar realiza sus operaciones? ¿A quién recurre cuando necesita ayuda? Cualquier información que responda esas preguntas puede llevar a la resolución del misterio, sin necesidad de saber quién es esa persona. Y eso fue lo que hizo la policía. Dejaron de buscar el fantasma y se centraron en sus huellas. Rastrearon todas las Obras Sociales que sospecharan de casos de estafa similares. Analizaron cada pista, aunque los nombres fueran distintos. Así llegaron a la conclusión de que alguien estaba falsificando muchos documentos, incluso títulos médicos.

―Solo tenían que encontrar al falsificador ―dijo Siara.

―Así es. Esa era la clave. El estafador no podía trabajar sin alguien que se encargara de la documentación… a menos que fuera él mismo. De todas formas, la policía ahora tenía la certeza de que alguien trabajaba en esas falsificaciones y que quizás no estuvieran buscando a un solo fantasma, sino que fueran muchos. Gente que se aprovechaba de algún error en el sistema, compraba documentos falsos, y luego los usaba para hacerse pasar por socio de estas Prepagas. ¿Y se imaginan cómo atraparon a este falsificador?

―¿Averiguaron dónde vivía? ―Preguntó una alumna.

―No ―respondió Carrasco.

―Averiguaron su nombre ―dijo Nicolás.

―Tampoco.

―Solicitaron sus servicios ―respondió Siara―. Alguien de la policía trabajó de incógnito y solicitó documentación falsa. Seguramente fue siguiendo rumores de la gente hasta que dio con la persona indicada.

―Así es ―Carrasco sonrió y se acomodó los anteojos. Instintivamente Siara hizo lo mismo―. Cuando este oficial de la policía se reunió con el falsificador, ya le tenían preparada una trampa. Lo detuvieron ese mismo día. Así confirmaron lo que sospechaban: no había un solo fantasma. Eran muchos, más de diez. ¿Cómo hicieron para averiguar los nombres de estas personas?

―¿El falsificador llevaba un registro? ―Preguntó Claudia, una alumna tímida, que normalmente no hablaba, pero el tema la tenía fascinada.

―No lo creo. Un buen criminal no debería llevar registro de sus actividades delictivas ―dijo Natacha, una chica delgada de ojos grises y cabello negro que participaba poco en las clases, pero cuando lo hacía solía hacer comentarios certeros. El profesor Carrasco asintió con la cabeza.

―Lo contrataron en la policía ―respondió Erika―. Eso lo vi en una película con Leo DiCaprio, sobre un falsificador. A la policía le interesa mucho lo que estos tipos pueden hacer, por eso a veces los contratan.

―Exactamente ―Carrasco volvió a sonreír―. Le ofrecieron un trabajo legal muy bien pagado… a cambio de los nombres de los fantasmas. El falsificador aceptó… y sí, algunos dirán que tenía poca integridad. Al fin y al cabo delató a sus propios clientes; pero…

―Es un superviviente ―dijo Siara―. Hizo lo necesario para seguir con una vida cómoda.

―Eso parece. Además a la policía le vino muy bien contar con un experto en la materia. Se dice que ese mismo falsificador ayudó a resolver más de doscientos casos similares, a pequeña y gran escala. Por eso es importante pensar fuera de los esquemas. A veces un acercamiento directo a los problemas no te sirve de nada. Hay que buscar una alternativa más inteligente. Encarar el asunto desde otra perspectiva. Pero bueno, no me quiero extender mucho con este tema. La clase debió haber terminado hace cinco minutos. Se pueden retirar.

Como si hubiera sonado un disparo, todos los alumnos se pusieron de pie al instante, agarraron sus cosas y salieron de allí a toda velocidad. Excepto Siara y Erika. Ella se quedaron sentadas en su lugar, pensando en lo que había dicho el profesor. Cuando él también se marchó y ellas quedaron solas en el aula, Erika dijo:

―Me cae bien el profe Carrasco. Es uno de los pocos que no se pasa toda la clase mirándome las tetas.

―Eso es cierto ―dijo Siara―. Nunca lo sorprendí mirándome de forma inapropiada. Cosa que no puedo decir de la mayoría de los profesores.

―¿Te quedaste pensando en lo que dijo de los fantasmas?

―Sí… fue muy interesante. Y creo que ya sé cómo podemos avanzar con nuestra investigación.

―¿Ah sí? Contame. ¿Qué se te ocurrió?

―Tenemos que hablar con mi mamá. Ella nos puede ayudar en este asunto.

―¿Tu mamá? ¿Pero cómo?

―Te lo voy a contar cuando hablemos con ella. Vamos, que a esta hora ella suele estar en casa.


Cuando Erika vio a la madre de Siara se quedó fascinada por su elegancia, a pesar de haberla visto muchas veces antes. Pero ese era el efecto que Verónica LeClerc solía causar en la gente. Llevaba puesto un ajustado vestido negro que realzaba lo pequeña de su cintura y lo voluminoso de sus pechos. Evidentemente Siara había heredado el busto de su madre. Verónica tenía el pelo tan negro como el de su hija, pero lo llevaba en un corte carré asimétrico. Erika siempre pensó que Siara debía cortarse el pelo así, le quedaría perfecto. Opinaba que el corte que tenía ahora era demasiado… simétrico, sin gracia. Demasiado estructurado. En cambio Verónica parecía sentirse cómoda al mostrarle al mundo que ella no era una mujer común y corriente. Sus aros de diamantes clamaban eso a gritos. Y sí, eran diamantes reales.

Verónica estaba de pie frente a su escritorio, mirando diseños de vestidos, parecía no ser capaz de decidirse por uno.

―Hola, mamá ―saludó Siara―. Necesitamos tu ayuda con algo.

―¿Cuánto necesitás? ―Preguntó Verónica, sin levantar la cabeza.

―No necesito plata ―Siara parecía ofendida por la pregunta de su madre―. Solo necesito que me hagas un pequeño favor.

Esta vez Verónica levantó la cabeza y miró a su hija a los ojos.

―¿De qué se trata?

―Bueno, estaba pensando… vos sos diseñadora de moda, y hacés muchas sesiones de fotos. ¿Podrías llamar a una casa de fotografía en particular y preguntarle por los estudios que usan? A vos te responderían enseguida, en la ciudad te conocen todos.

―¿Y por qué haría eso? Ya tengo un buen lugar para sacar fotos…

―Lo sé, pero no es necesario que uses este. Solo necesito las direcciones de los estudios que trabajan con esa casa de fotografía.

―¿Para qué lo necesitás?

―Es un… proyecto escolar. Solo necesito eso. Nada más.

―Mmm… ¿Sabías que las madres tenemos un sexto sentido para saber cuando nuestras hijas no están siendo del todo sinceras? Pero bueno, te conozco bien y confío en tu criterio. Si necesitás esa información, debe ser por una buena razón. Lo voy a hacer… pero con una condición.

―La que quieras ―dijo Siara.

―No digas eso, porque no depende solamente de vos. Erika también tiene que estar de acuerdo.

―¿Yo? ―Preguntó Erika, confundida.

―Sí. Las dos. Tengo unos nuevos diseños que me gustaría probar… y creo que ustedes serían las modelos perfectas.

―Ay, mamá… te dije mil veces que no me gusta modelar.

―No les estoy pidiendo que suban a una pasarela. Solo que se prueben los conjuntos y que hagamos unas fotos. Son diseños sin terminar, necesito verlos en personas reales, para saber qué cambios tengo que hacerle. Además Erika siempre aporta buenas ideas.

―Gracias ―dijo Erika, con una gran sonrisa―. A mí me va a encantar ayudarte. Me encanta el diseño. ―Erika pensó que algún día le gustaría ser como Verónica LeClerc, no lo dijo en voz alta para no quedar como una cholula.

―Está bien, si no tenemos que subir a una pasarela, acepto ―dijo Siara―. ¿Podrías llamar ahora al estudio fotográfico?

―¿Ahora? ¿Es tan urgente?

―No es algo muy urgente, pero cuanto antes tengamos esa información, mejor.

―Está bien, dame un minuto. Estoy llena de trabajo pero también estoy desesperada por conseguir a las modelos para estos conjuntos.

―¿Ninguna de tus modelos está disponible? ―Preguntó Siara.

―Sí lo están… pero ya sabés cómo son, la mayoría son muy delgadas, de bustos casi planos. Estos diseños son para mujeres más voluptuosas ―dijo, agarrando sus tetas―. ¿Me explico? Ustedes dos serían las modelos perfectas. Es una pena que les avergüence tanto subir a una pasarela. Bueno, denme diez minutos y les paso la información que me pidieron.

―Ah, una cosita más ―dijo Siara, antes de marcharse―. Preguntá por salones grandes y pequeños. Porque si saben quien sos van a intentar ofrecerte lo mejor de lo mejor… y yo necesito la información de todos.

―Muy bien. Les diré que busco algún espacio modesto para armar algún set más íntimo.

―Em… una cosita más ―dijo Erika.

―¿Otra?

―Sí, perdón… pero creo que es importante. ¿Podrías decirles que vas a mandar a tu hija a mirar los salones?

―Ah sí, qué boluda ―dijo Siara―. Me había olvidado de ese detalle. Sí, mamá, la idea es poder visitar esos estudios sin que nos echen a la calle.

―Está bien, además tiene lógica que mande a alguien a mirarlos. No contrataría un salón sin tener buenas reseñas.


Verónica demoró más de diez minutos, pero aún así consiguió la información que su hija le pedía.

―Acá tenés ―le dijo, alcanzándole un papelito―. Las direcciones de ocho salones que suelen trabajar. Tres son grandes, dos medianos y tres chicos. ¿Te sirve?

―Sí, mamá. Muchas gracias. Te debo una.

―Cuando quieras que te devolvamos el favor, avisanos ―dijo Erika―. Además yo también puedo aprovechar a Siara para probar algunos diseños en los que estuve trabajando.

―¡Ay, no! ―Se quejó Siara.

―Me encantaría verlos ―sonrió Verónica.

―Pero, mamá. Sabés que los diseños de Erika están inspirados en el anime japonés, y a vos ni siquiera te gusta eso.

―Lo sé; pero no puedo negar que hay diseños muy curiosos que pueden servirme de inspiración. Así que traelos, con mucho gusto los vamos a probar.

―Claro, porque total la modelo no vas a ser vos ―dijo Siara, poniendo los ojos en blanco. Bueno, ya fue, hablaremos de esto en otro momento. Ahora tenemos trabajo que hacer, Erika, vamos.

―Hasta luego, Verónica, y muchas gracias por tu ayuda. Nos salvaste.


Luego de revisar las notas que les pasó Verónica, Erika y Siara llegaron a la conclusión de que todos los salones estaban en la misma zona de la ciudad, eso les facilitaba mucho la búsqueda. El problema era que no sabían por dónde empezar.

―¿Tenemos que visitarlos uno por uno? ―Preguntó Erika.

―No es necesario. Creo que podemos descartar los tres salones grandes. Los videos que vimos no parecen estar filmados en un salón grande.

―Sí, además… ¿quién contrataría un salón grande para filmar una película porno? A menos que participen, no sé… veinte personas y que haya muchos decorados.

―Claro, esto era más bien modesto. Así que lo mejor sería empezar con los estudios chicos… y ya podemos descartar uno, porque es la misma dirección del estudio fotográfico de Alexis. Él dijo que ese video no se filmó allí y no creo que estuviera mintiendo.

―A mí me da la misma impresión. Omitió información, pero no creo que haya mentido en lo que dijo. Bueno, vamos a alguno de los otros dos. ¿Cuál queda más cerca?

Siara se presentó en los dos salones pequeños, comentó que su madre, la famosa diseñadora de moda, quería realizar una sesión de fotos más “íntima” de lo habitual. En los salones estuvieron encantados de ayudarla apenas escucharon su nombre. Les permitieron mirar las instalaciones, pero a Siara y a Erika le bastaron apenas unos minutos para darse cuenta que el video no había sido grabado en esos lugares. Ni las paredes ni el piso encajaban con lo que habían visto. Dijeron que no eran lo que buscaban y se marcharon dejando empleados desilusionados por haber perdido esa gran oportunidad.

―Tendremos que visitar alguno de los salones medianos ―dijo Siara.

Así lo hicieron. Fueron al que tenían más cerca y la decepción fue instantánea. El lugar no se parecía ni un poco a lo que habían visto y tenía demasiadas ventanas por donde entraba mucha luz natural, algo favorable para una sesión fotográfica, pero una complicación si se busca grabar material pornográfico.

―Tiene que ser este salón ―dijo Erika, señalando el segundo salón mediano de la lista―. Porque sino solo quedan los grandes.

Las atendió un hombre joven que se presentó como Walter, les indicó dónde estaba el salón y las dejó solas para que lo contemplaran.

―¿Te fijaste? ―Preguntó Siara―. Walter es medio parecido a Alexis…

―Yo no lo vi parecido. Alexis es morocho… Walter es rubio, y de ojos celestes.

―No me refiero a eso. Sino a que se parecen en contextura física. Los dos tienen cuerpos bien trabajados…

―Como si fueran deportistas…

―O actores porno. Ya sabemos que Alexis formó parte de la grabación. ¿Y si Walter también participó en el video?

―Es una posibilidad ―dijo Erika―. Pero no creo que este sea el salón. Es demasiado grande y no se parece en nada a lo que vimos… y mirá, esa ventana da a la calle. A menos que pongan cortinas bien grandes, no creo que esto se use para grabar porno.

―Tenés razón.

―¿Tendremos que visitar los salones grandes?

―No lo sé… es que… no tiene sentido usar un salón tan grande para eso. Estoy confundida.

―Yo también.

―¿Y chicas? ―Preguntó Walter, con una simpática sonrisa―. ¿Es lo que buscan? Nos encantaría trabajar con Verónica LeClerc, así que espero que el salón les resulte agradable.

―Es… muy lindo ―dijo Siara―, pero… demasiado grande. Mi ma… es decir, Verónica está buscando algo más pequeño. Más íntimo. Pero ya vimos los otros salones pequeños con los que ustedes trabajan y tampoco nos convencieron del todo. Perdón, pero Verónica es muy perfeccionista, cuando a ella se le mete una idea en la cabeza, no se la sacan más. Es muy testaruda.

―¿A quién me hará acordar? ―Preguntó Erika, poniendo los ojos en blanco. Su amiga la fulminó con la mirada.

―Ah, ya veo. ―Walter analizó la situación durante unos segundos, luego dijo―. Puedo mostrarles un salón más pequeño que está en la parte de atrás. Por lo general siempre está alquilado, por eso no le pasamos la dirección a nadie ―todos los sentidos de Erika y Siara se pusieron en alerta―. Pero creo que podemos hacer una excepción por Verónica LeClerc. ¿Les interesa?

―Eh… sí, claro ―dijo Siara, intentando sonar calmada―. Si está acá mismo no perdemos nada en darle una mirada.

―Muy bien, acompáñenme.

Walter las llevó hasta la parte de atrás del salón donde llegaron a un pequeño pasillo que comunicaba con dos puertas.

―Estos son los baños ―dijo Walter, señalando la puerta de la derecha―. Y este es el estudio.

Cuando abrió la puerta de la izquierda las dos amigas supieron que habían dado en el clavo. El estudio era idéntico a lo que habían visto en los videos, incluso allí estaban los mismos artículos: sillones, lámparas, decorado, alfombras. Todo era exactamente igual.

―El decorado pertenece a la gente que contrató el salón, pero obviamente se puede retirar. Bueno, las dejo solas un rato, para que lo miren tranquilas.

Apenas Walter se retiró, Siara y Erika intercambiaron sonrisas de alegría.

―¡Lo encontramos! ―Exclamó Erika―. Es este…

―Shhh… no grites, boluda.

―Perdón, es que… me emociono con estas cosas.

―El lugar es perfecto para grabar porno. Es pequeño y está bien escondido.

―Sí, y la única ventana es ese ventiluz… ¡Ay! ¡Mirá! ―Exclamó Erika, señalando el ventiluz.

―¿Qué? Yo no veo nada.

―¡Había una persona!

―¿Qué?

―Sí, había una persona espiando por ahí.

―¿Era Walter?

―No, no… era una chica muy pálida y de pelo negro.

―No me vengas otra vez con tus historias de fantasmas. Sabés que no me gustan.

―No era un fantasma… o al menos eso creo. Te juro que estaba ahí, espiándonos. ¿Será que sabe algo de todo el asunto de los videos porno?

―Ni idea, pero podemos averiguarlo si nos apuramos. Vamos afuera.

Regresaron por el pasillo y en el salón más grande se encontraron con Walter.

―¿Y? ¿Qué les pareció? ―Preguntó el rubio con una sonrisa de triunfo, había escuchado las exclamaciones de júbilo de las chicas.

―Em… el lugar es un poquito oscuro ―dijo Siara―. No estoy del todo convencida; pero es lo mejor que vimos hoy. Cualquier cosa te llamo, ¿si? Ahora tenemos que irnos, surgió una emergencia.

Sin decir más, las dos chicas se retiraron. Walter se quedó de pie, solo, en el medio del salón, sin comprender qué había ocurrido.

Las chicas caminaron rápido, se metieron por un pasillo lateral y llegaron a la parte atrás del salón pequeño. Allí encontraron a una chica subida a una pila de cajas viejas, espiando por el ventiluz.

―¿Viste? Te dije que había alguien.

Las palabras de Erika alertaron a la chica, ésta se dio vuelta muy rápido y casi se cae al suelo. Logró sujetarse del saliente del ventiluz. Al verle la cara pudieron notar que la chica tenía claros rasgos orientales.

―¡Ay mirá! ―Exclamó Erika―. ¡Es una Yamato Nadeshiko!

―¿Una qué? ―Preguntó Siara al instante.

―Una Yamato Nadeshiko ―repitió Erika―. Es decir, una mujer que representa la belleza y pureza femenina… al menos desde la perspectiva japonesa. ¿Sos japonesa? ―Le preguntó a la chica, con mucho entusiasmo.

―¿Quién son ustedes? ―Quiso saber la chica asiática, mientras bajaba de las cajas―. ¿Trabajan acá?

―No, para nada. Solo vinimos a averiguar algo ―dijo Siara―. ¿Y vos por qué estás espiando?

―Em… también… para averiguar algo. Ahora, a menos que ustedes dos sean policías, déjenme pasar. Ya averigüé lo que necesitaba saber.

―Y por casualidad… ―dijo Erika―. Lo que querías saber ¿no estará relacionado con unos videitos bastante subiditos de tono?

―¿Cómo sabés? ―Preguntó la chica asiática, abriendo mucho los ojos.

―Porque al parecer estamos buscando información sobre el mismo asunto ―dijo Siara.

―Eso parece ―el recelo de la chica asiática disminuyó mucho y bajó la guardia―. Si estamos acá por lo mismo, entonces tenemos que hablar. Me llamo Oriana Takahashi. ¿Y ustedes?

―¡Lo sabía! ¡Sos japonesa! Mi nombre es Erika Arias. Ella es Siara LeClerc. Encantadas de conocerte.

―¿LeClerc? ¿Tenés alguna relación con Verónica LeClerc?

―Es su mamá ―respondió Erika―. Seguramente la conocés.

―Sí… entonces ustedes van al mismo instituto que yo.

―¿Ah si? Nunca te vimos ―dijo Erika―. Y creeme que yo me acordaría muy bien si te hubiéramos visto.

―Quizás se deba a que yo curso en el turno tarde. ¿Ustedes van a la mañana?

―Sí… ¡hey! ―Volvió a exclamar Erika―. ¡Tendrías que estar en el instituto, rata!

―Hoy no fui a clases. Necesitaba ver este lugar. Este asunto de los videos no me deja dormir en paz.

―¿Y cómo llegaste hasta acá? ―Preguntó Erika.

―Esperen… chicas… ―dijo Siara―. Busquemos un lugar más cómodo para charlar sobre este tema. No me parece apropiado conversar acá.

―Tenés razón ―dijo Erika―. Conozco un café-manga por acá cerca. Podemos ir ahí. Es re lindo.

Cuando llegaron al café-manga Oriana comenzó a contarles su versión de los hechos… aunque lo hizo omitiendo los detalles más íntimos y vergonzosos.


Xamira se encontraba haciendo ejercicio en el gimnasio de su casa cuando el celular le informó que le había llegado un nuevo mensaje. Por lo general ella no interrumpe su rutina para atender el teléfono, pero esta vez lo hizo porque estaba esperando a que Alexis le confirmara cuándo volverían a reunirse. “Necesito las fotos restantes”, se repetía a sí misma.

Al ver el celular corroboró que no era Alexis, sino Dalma. El mensaje consistía en una sola foto, nada más, sin texto, sin emojis, nada. Solo la imágen. En ella Xamira pudo ver a Dalma sentada en el piso frente a un espejo. Estaba desnuda casi por completo. Se veían sus tetas, pero lo que más captaba la atención era la vagina perfectamente depilada de Dalma. Ella mostraba una sonrisa tímida y sus mejillas estaban coloradas, como si en el momento de sacar la foto estuviera pensando: “No tendría que hacer esto”.

“Pero… ¿por qué me mandó esto?”, se preguntó Xamira.

Escribió un mensaje de texto y lo envió:

―Hey, amiga ¿qué onda con esa foto?

―¡¡Holis!! Nada, solo me dieron ganas de mandártela. ¿Te molesta?

―Em… no, solo fue… inesperado.

―Pensé que podría ayudarte con tu investigación.

―Ah, bueno… sí, puede ser…

―Hablando de eso. ¿Consiguieron alguna nueva pista?

―De eso quería hablarte ―le escribió Xamira―. ¿Cuándo podemos vernos?

―Si querés podés venir ahora a mi casa. Con este asunto de que no estoy yendo al instituto, tengo mucho tiempo libre y me aburro un montón.

―Bueno, me doy un baño y voy para allá. Nos vemos.

―Dale, amiga. Te espero.


Antes de hablar de cualquier tema importante, Xamira esperó a estar sola con su amiga. El cuarto de Dalma lucía tan pulcro e impecable como siempre. Cuando estuvo segura de que nadie las interrumpiría, dijo:

―Tu mamá me mostró las fotos que se sacaron en el estudio.

―¿Qué? ¿De verdad? ―Preguntó Dalma, parecía desconcertada.

―¿Te molesta que me las haya mostrado?

―No, para nada. Yo quería mostrártelas, pero pensé que a mi mamá no le iba a gustar la idea… porque ella sale en mucha de esas fotos. Si saliera solamente yo, no tendría problemas en mostrártelas, pero no expondría a otra persona.

―A pesar de que pensás que no hay nada impuro en el cuerpo femenino.

―Sí, es lo que pienso, pero también respeto la decisión de los demás. Por ejemplo, tengo las fotos que nos sacamos la última vez, vos aparecés desnuda en muchas de ellas y me parece algo precioso. Para mí fue uno de los momentos más lindos que me tocó vivir. Sin embargo, no publicaría ninguna de esas fotos en internet, y mucho menos las tuyas.

―Me alegra saberlo.

―Y hablando de eso ¿querés que sigamos con la sesión de fotos? ―Dalma mostró una gran sonrisa. Parecía realmente entusiasmada―. O tal vez te sea suficiente con las que tenés ahora.

Xamira evaluó la situación. No necesitaba más fotos de Dalma desnuda, mucho menos si ella se las seguía mandando sin previo aviso. Sin embargo, si seguía poniéndose a la defensiva frente a su amiga, no le sacaría información. Incluso se arriesgaba a que Dalma se enojara con ella. Respiró hondo, cerró los ojos por unos segundos e intentó cambiar su mentalidad. Por más que Dalma se estuviera comportando de un modo extraño, seguía siendo su mejor amiga. La quería. Quería ayudarla y que todo estuviera bien.

―Está bien, vamos a sacar más fotos. ―Intentó mostrar su mejor sonrisa.

Ya sabían lo que tenían que hacer. Esta vez Xamira no opuso tanta resistencia. Se quitó la ropa al mismo tiempo que Dalma lo hacía y descubrió que no le molestaba hacerlo, siempre y cuando no fuera la única mujer desnuda de la sala.

―Ya me siento un poco mejor al hacer esto. Me resulta más fácil saber que vos también te estás quitando la ropa ―le comentó a Dalma.

―¿Viste? Es que las mujeres tenemos una conexión especial, en particular si somos cercanas.

―¿Por eso te sacaste esas fotos con tu mamá?

―Así es. Quería generar ese vínculo entre nosotras, porque además de ser mi mamá, Emilia es mi amiga. Después de esa sesión de fotos generamos un vínculo de confianza muy fuerte, que va a durar toda la vida. Siento que puedo contarle cualquier cosa.

Eso era lo que Xamira andaba buscando, que su amiga fuera completamente sincera con ella.

Xamira agarró la cámara de fotos, se sentó en la cama y esperó a ver qué hacía Dalma. Su amiga mostró otra de sus características sonrisas tímidas y se le acercó. Le acarició el cabello y puso su cara muy cerca de la de ella. El corazón de Xamira se aceleró porque de pronto parecía que su amiga intentaba besarla.

―Espero que no hayas malinterpretado el sentido de esas fotos ―dijo Dalma―. Sé que si las viera alguien que no nos conoce lo suficiente se escandalizaría.

―Y… vi una foto en la que tenés el clítoris de tu mamá en la boca… eso no es fácil de asimilar.

―Lo sé, pero quiero que entiendas que en esa acción no había nada… obsceno. A mí me encantaría que algún día pudieras lograr esa clase de conexión con tu mamá. Se nota que te quiere mucho.

Con solo pensar en sacarse fotos desnuda con su propia madre, a Xamira se le revolvió el estómago. Definitivamente no sería capaz de hacer lo que hicieron Dalma y Emilia.

―Lo voy a pensar ―dijo Xamira, solo para quitarse la carga de encima.

―¿Sabés una cosa, amiga? A pesar de todo lo malo que está pasando en mi vida, casi que agradezco que haya ocurrido todo, porque eso me permitió acercarme mucho más vos. Hace mucho que tengo ganas de contarte todo esto que siento acerca de mí, de vos… y de las mujeres en general.

―¿Adónde querés llegar? ―Preguntó Xamira, con un nudo en la garganta―. Por la forma en que lo decís, me da la impresión de que quisieras confesar que sos lesbiana.

Dalma soltó una risita nerviosa.

―No, amiga. Nada de eso ―volvió a reírse―. Quizás no usé las palabras apropiadas. No se me da muy bien esto de hablar con la gente. No me refiero a que me gusten las mujeres en ese sentido. Quiero decir que veo a la mujer como algo puro, y pienso que puede existir una conexión muy profunda entre dos mujeres… si se abren a esos sentimientos de pureza.

―Mmm… ahora todo tiene un tinte más… religioso.

―Quizás. Puede ser una buena forma de verlo. Sé que no te va a resultar fácil, la sociedad nos llenó la cabeza con montón de cosas absurdas. Los hombres pueden andar con el torso desnudo, pero si una mujer lo hace, es obsceno. Eso es una ridiculez.

―Bueno, viéndolo de esa manera… tenés razón.

―Repito: no hay nada obsceno en el cuerpo femenino. Por eso disfruté tanto sacándome esas fotos con vos… y con mi mamá.

Xamira se preguntó si algún día sería capaz de alcanzar la paz mental de Dalma respecto a estos asuntos. Quizás solo fuera cuestión de tiempo.

―Yo también disfruté mucho con las fotos. Aunque no te voy a negar que se me hizo un poquito raro.

―Sí, lo sé… la primera vez es la que más cuesta. Es difícil sacarse los prejuicios que la sociedad nos viene metiendo en la cabeza desde hace años. ¿Querés que hagamos una pequeña prueba? Como la vez pasada, cuando ni siquiera te animabas a… acariciarme ahí abajo.

―¿En qué consiste esa prueba? ―Xamira tragó saliva. Su pecho empezó a palpitar aún más fuerte y pudo sentir cómo el rubor aumentaba en sus mejillas. Dalma estaba demasiado cerca.

―Es lo mismo que hice con mi mamá, durante la sesión de fotos, para que se relajara.

La mano de Dalma acarició la cara interna del muslo de Xamira y fue subiendo lentamente hasta llegar a la concha. Una vez allí, Dalma comenzó a acariciarla suavemente. Todo el cuerpo de Xamira se estremeció al sentir dedos tan suaves en una zona tan íntima de su cuerpo. Sin embargo, no la detuvo. Quería saber qué tan lejos había llegado Dalma con su madre en esa bendita sesión de fotos.

Las caricias de Dalma se mantuvieron por unos segundos, centrándose más que nada en la zona de los labios, como si estuviera evitando tocar el clítoris. Xamira comenzó a tranquilizarse hasta que sintió uno de los dedos de su amiga penetrando en su concha.

―No te asustes. Acordate que no hago esto con intenciones impuras.

Otra vez ese discurso sobre la pureza. Xamira tuvo que hacer un gran esfuerzo para mentalizarse y permitir que su amiga siguiera con su experimento.

Dos de los dedos de Dalma entraron en la concha de Xamira, el pulgar se posó sobre su clítoris y comenzó a masajearlo lentamente.

―¿Ya estás más tranquila? ―Preguntó Dalma.

―Em… un poco ―era mentira, en realidad Xamira estaba más nerviosa que antes.

―Ahora el siguiente paso.

Dalma bajó la cabeza y se encontró con uno de los pechos de Xamira, sin pedir permiso, sacó la lengua y comenzó a lamer el pezón. Luego lo apretó con sus labios y succionó. Xamira se quedó boquiabierta, sin poder creer lo que estaba haciendo su amiga. Sin embargo, toda la situación le resultaba extrañamente relajante. El movimiento de los dedos de Dalma contra su concha estaba haciendo maravillas, ya podía sentir la humedad acumulándose en su sexo. ¿De verdad Dalma había tocado de esa forma a su propia madre? ¿Y Emilia lo había permitido?

―Ahora voy a hacer otra cosita ―dijo Dalma, después de unos segundos―. A mi mamá le resultó raro al principio, pero después entendió que yo lo hacía solo para que se relajara un poco.

Dalma bajó rápidamente y antes de que Xamira se diera cuenta, ya tenía la cabeza de su amiga entre sus piernas. No alcanzó a decir: “Esperá, ¿qué estás haciendo?” que ya estaba sintiendo la lengua de Dalma explorándole la vagina. Xamira se sobresaltó y se aferró a las sábanas en una mezcla de temor y placer… porque no pudo evitar que su concha se mojara toda al sentir el contacto con esa lengua. No importaba lo que ella pensara acerca de las mujeres o el sexo lésbico, su cuerpo estaba respondiendo de forma animal, como lo había hecho frente a Alexis. En lugar de apartarla, apretó la cabeza de Dalma, para que se pegara más. Pudo sentir cómo los labios de su amiga le apretaban el clítoris y se lo succionaban tal y como había hecho con el pezón.

Dalma parecía muy cómoda haciendo eso, tanto que empezó a frotar su concha con una mano.

“Ay, amiga ―pensó Xamira―. ¿De verdad hiciste esto con tu mamá? ¿De verdad pensás que no hay nada obsceno en esto?”

Le estaba costando mucho trabajo entender la filosofía de Dalma, pero aún así no era capaz de apartarla ni de pedirle que se detuviera. La chupada de concha era simplemente magnífica.

Alguien golpeó la puerta. Todos los músculos de Xamira se pusieron tensos al ver cómo la puerta se abría lentamente.

―Permiso… ―dijo Emilia, y al ver lo que las dos chicas estaban haciendo se quedó petrificada. Ni siquiera respiró durante unos segundos. A Xamira le pasó lo mismo―. Este em… ―comenzó a balbucear cuando recobró un poco la compostura―. Dalma, tengo una buena noticia para vos. Alguien vino a visitarte.

―¿Quién?

―Tomás.

―¿Qué quiere? Él mismo me dijo que ya no quería ser más mi novio.

―Al parecer se arrepintió. Lo vi muy afectado. Dice que quiere pedirte perdón.

―¿De verdad? ―La cara de Dalma se iluminó―. Entonces decile que enseguida voy a verlo. Que me espere unos minutos.

―Está bien. No tarden mucho.

Emilia se retiró, cerrando la puerta detrás de ella. Xamira quería hacer un pozo y enterrarse, para no salir de allí nunca más. ¿Cómo le explicaría la situación a la madre de su amiga?

―¿Escuchaste, Xamira? ―Dijo Dalma, mientras se vestía rápidamente―. Vino a pedir perdón. ¿No es un amor? ―Xamira no supo qué responder. Aún estaba conmocionada por haber sido sorprendida por Emilia―. Bueno, amiga… voy bajando. Te espero.

Dalma salió del cuarto a toda velocidad. Xamira se quedó sentada en la cama, completamente desnuda, intentando descifrar por qué había permitido que las cosas llegaran tan lejos.

Se cambió lentamente y cuando estuvo lista, salió de la habitación.

Encontró a Dalma abrazada de su novio, Tomás, un chico delgado, de cabello castaño y ondulado, demasiado pálido y con claras señales de acné. Sin duda distaba mucho del adonis que era Alexis.

―…por eso entendí que la chica de los videos no podías ser vos. Te pido perdón ―estaba diciendo Tomás.

―Si sabías que no era yo ¿por qué no viniste a verme antes?

―Porque mi mamá no me dejaba. Ella escuchó los rumores sobre vos y me tenía prohibido venir a verte. Pero hoy me escapé y vine igual. No me importa lo que ella piense. Yo quiero estar con vos. Te amo. Perdón por haberte dejado sola todos estos días.

―Oh… ¿y vos qué pensás, Xamira? ¿Lo perdono?

―Em… bueno… Tomi es un buen chico, y vos sos una buena chica. Creo que los dos se merecen una segunda oportunidad.

Tomás mostró una sonrisa de oreja a oreja, como si estuviera sorprendido de que Xamira apoyara la relación.

―Está bien ―dijo Dalma―. Te perdono, por todo―. Yo también te amo ―se dieron un suave beso en los labios―. Me alegra saber que confías en mí. De verdad, me hace muy bien.

―Voy a estar con vos siempre que me necesites ―dijo Tomás.

―Y yo te prometo que nunca te voy a defraudar ―dijo Dalma.

“No estoy tan segura de eso”, pensó Xamira.