Club de Viciosas y Curiosas [01].
Veritas Sectatores.
Capítulo 01.
Veritas Sectatores.
*Todos los personajes de este relato son mayores de 18 años.*
Erika se encontró con Siara, su inseparable amiga, en la puerta del Centro de Estudiantes. Estaban terminando el segundo semestre en un prestigioso instituto terciario que se jactaba de poder preparar a cualquier alumno para ingresar a las mejores universidades del país… siempre y cuando puedan costear las altas cuotas mensuales.
Las dos amigas estaban confundidas, en todo este tiempo nunca las habían citado en el Centro de Estudiantes, y no creían haber hecho nada para llamar la atención.
Entraron y fueron recibidas por una alumna de tercer año, a la que conocían muy bien. Se trataba de Sofía Levitz, la presidente del Centro de Estudiantes. Sofía les dedicó una mirada severa con sus llamativos ojos azules y se acomodó los anteojos de ancha montura negra. Su largo cabello lacio, de un rubio intenso, pulcramente peinado, le daba aún más aspecto de mujer fría y dura como el acero. Y se rumoreaba que era lo que aparentaba ser.
Erika y Siara escucharon a más de un alumno decir: “Intenten no molestar a Sofía Levitz, si quieren salir vivas del instituto”.
―¿Por qué estamos acá? ―Preguntó Siara, impaciente, mientras tomaban asiento frente al escritorio que ocupaba la presidente.
―No tengan miedo ―se apresuró a decir Sofía, pero su cara se mantuvo tan seria e impasible como siempre―. No es nada malo. Simplemente quería preguntarles sobre el Club que fundaron. ¿Cómo es que se llama?
―Veritas Sectatores ―respondió Erika, sonrojándose. Aún no le convencía ese nombre, a pesar de que ella misma lo había sugerido.
―Ajá… ―Sofía revisó una planilla y luego las miró por encima de la montura de sus anteojos―. Acá dice que es un club dedicado a “investigar misterios”. ¿Cierto?
―Algo así ―respondió Siara, mostrando menos inhibiciones que su amiga―. Misterios, curiosidades, secretos, lo que sea. También buscamos intercambiar opiniones sobre historias de detectives; sean de la vida real o de la ficción.
―Ya veo… pero, si no me equivoco, nadie se postuló al club. Las únicas integrantes son ustedes dos.
―Es cierto que no se postularon tantos interesados como habíamos previsto ―respondió Erika, aún más sonrojada. No quería decir que en realidad no se postuló ni una sola persona en todas las semanas que pasaron desde que inscribieron el club en el instituto―. Los que vinieron no lograron convencernos. Tampoco podemos aceptar a cualquiera.
―Entiendo ―dijo Sofía, con tono profesional―. En este instituto nos encanta que los alumnos puedan crear sus propios clubes sociales… incluso existen clubes creados hace décadas, que aún se mantienen activos. Sin embargo hay ciertas reglas a tener en cuenta. Por ejemplo: un club nunca puede tener menos de cuatro miembros. Además un club debe mostrar cierta actividad, y hace varias semanas que ustedes no suben nada nuevo en su portal web, ni proponen actividades. Ustedes no cumplen con estos requisitos mínimos. A mí no me molesta que sigan con sus actividades; pero ya saben que al tener un club inscrito, también tienen derecho a usar las instalaciones del instituto para organizar reuniones; pueden colocar avisos en los tablones de los pasillos o en la web del instituto; incluso sugerir actividades que involucren otros alumnos, aunque éstos no pertenezcan al club. Si no cumplen con los requisitos mínimos, pierden todas las ventajas que les proporciona el instituto. ¿Entendido?
―Sí ―dijo Siara, algo irritada por la forma tan severa en la que le hablaba Sofía―. No menos de cuatro integrantes y organizar más actividades. Me queda claro.
―Bien, me alegra oírlo. Les doy un par de semanas más. Intenten conseguir al menos un tercer miembro para el club, y organicen alguna actividad. Con eso ya me van a demostrar que tienen interés en seguir adelante con este proyecto. Luego puede que se sume más gente. Pero recuerden que debe haber al menos cuatro personas en el club.
―Entendido ―dijo Érica, ella intentaba llevarse bien con Sofía. A pesar de la poca actividad del club, no quería perderlo. Aún le hacía ilusión que ese proyecto funcionara―. Nos vamos a poner en campaña para conseguir al menos un miembro más… y vamos a postear una nueva actividad en nuestro portal web. Después buscaremos a alguien más, para cumplir el cupo mínimo.
―Perfecto, gracias por entender. Espero que les vaya bien, parece un proyecto… interesante.
A Siara le pareció que había algo de condescendiente en el tono de voz de Sofía, pero se aguantó las ganas de mandarla a la mierda. Apretó los puños, se puso de pie y salió de la oficina. Érika la siguió con paso ligero, luego de despedirse amablemente de la presidente del Centro de Estudiantes.
―¿Qué vamos a hacer? ―Preguntó Érika, mientras recorrían los pasillos del instituto―. Anunciamos la creación del club hace varias semanas… y no se presentó nadie. Ni una sola persona.
―Eso es porque tal vez no les quedó claro lo interesante que puede ser resolver misterios. Y creo que ya sé por qué.
―¿Por qué?
―Lo estuve pensando bastante en estos últimos días ―Siara realizó un gesto mecánico que era casi una seña de identidad, con el índice empujó el puente de sus anteojos, hasta que éste quedó presionado entre sus cejas―. Nunca le explicamos a la gente qué tipo de misterios podríamos intentar resolver. Simplemente dijimos “misterios” en cuestiones generales.
―Ah, sí… es posible. Quizás si ponemos algún ejemplo, alguien se quiera sumar.
―Más que un ejemplo, me gustaría proponer un caso en particular. Algo que pueda despertar el interés en algún estudiante. ―Érica sonrió al escuchar las palabras de su amiga―. ¿Qué pasa? ―Preguntó Siara.
―Nada… es que me alegra saber que tenés tantas ganas como yo de que este club siga adelante.
―No me gusta dejar los proyectos a la mitad. Me comprometí a hacer esto con vos… y lo vamos a hacer.
―Bien. Esta noche deberíamos publicar algo, lo que sea. Al menos para mostrar que el club sigue activo.
―Sí, eso nos va a servir por ahora. Mientras tanto tenemos que buscar algún caso interesante.
―¿Qué te parece averiguar si es cierto el asunto de las becas falsas?
―¿Estás loca, Erika? Si eso llega a ser cierto, entonces nos estaríamos metiendo contra algunos de los directivos del instituto. No echarían a la calle antes de que podamos preguntar quién se encarga de asignar las becas. Además estaríamos hablando de un crimen… hasta tendría que intervenir la policía.
―Sí, tenés razón… pero es un rumor bastante potente. Dicen que inventan alumnos que, supuestamente, están becados… ese dinero termina en el bolsillo de alguien, y el alumno en cuestión no tiene ninguna beca… o que ni siquiera existe.
―Y tal vez sea cierto; pero eso ya es un caso policial muy serio. No quiero que terminemos en todos los diarios. Nosotras estamos para investigar misterios cotidianos. Como quién se robó la bolsa de bizcochitos que me compré esta mañana.
―Esa fui yo. Misterio resuelto. Quedaron un par de bizcochitos. ¿Querés uno?
―Metetelos en el…
―¡Epa!
―En donde no te da el sol. Me debés una bolsa de bizcochitos. A menos que consigas una tercera persona para el club… si hacés eso, te los regalo.
―Ya le pregunté a un montón de gente, Siara. Me miran como si estuviera loca. Te juro que hasta me da vergüenza preguntarles. Lo ven como un chiste… como un juego de nenas estúpidas. Nadie tiene la misma pasión que nosotras por el misterio.
―Alguien debe haber, solo que quizás ese alguien todavía no se enteró de la existencia del club… o no recibió la motivación suficiente.
Esa misma noche escribieron un nuevo mensaje para el portal web que les asignó el instituto.
<
Se buscan miembros para el club Veritas Sectatores. ¿Creés que tu pareja te engaña con alguien? ¿Escuchaste algún rumor extraño y te gustaría saber si es cierto? ¿Creés que algún profesor es un vampiro?>
―¿No te parece que lo del profesor vampiro es un poquito exagerado? ―Le preguntó Siara a su amiga, mientras hablaban por videollamada.
―Es para ponerle un poquito de humor. Ya intentamos captar la atención de la gente con mensajes serios. Creo que es hora de probar algo diferente.
―Puede ser…
―Ya contribuí con mi parte, al resto del mensaje escribilo vos.
―Ok...
<¿Te robaron la comida y sospechás de tu mejor amiga? ¿Creés que un alumno hace trampa en los exámenes? ¿Creés que un profesor te odia? ¿Pensás que alguien del Centro Estudiantil es un robot sin alma? En Veritas Sectatores te ayudamos a averiguar todo eso, y mucho más.
―Me parece un poquito obvia esa referencia a Sofía Levitz ―dijo Erika―. ¿No se irá a enojar?
―Si se enoja, me importa muy poco. ―Aseguró Siara―. Además… los robots sin alma no se enojan. Solo están programados para obedecer reglas… y no creo que estemos violando ninguna.
Pasó un día y no recibieron ni una sola propuesta de alguien que estuviera interesado. Ninguna de las dos amigas dijo nada al respecto, pero llevaban varios días sintiéndose tristes porque nadie quería participar en su proyecto.
Cuando, semanas atrás, decidieron inscribir el club, lo hicieron con mucha ilusión. Hasta idearon un sistema de entrevistas que les serviría para seleccionar a los mejores candidatos… y les dolió en lo más profundo de su ser que todo ese trabajo hubiera resultado inútil. Ahora estaban tan desesperadas que serían capaces de aceptar a cualquier persona que quisiera unirse.
Siara sostenía la idea de proponer un caso concreto que fuera lo suficientemente interesante como para atraer algunas personas; sin embargo todo lo que se les ocurría terminaba siendo descartado casi al instante.
Durante tres días consecutivos esperaron en la denominada “Sala de Reuniones del Club”. El instituto está compuesto por cuatro pisos, uno para cada año de cursado, y el cuarto piso está destinado a los clubes sociales. A cada club se le asignaba una sala. A
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le designaron la sala más pequeña disponible. Apenas contaban con una mesa rectangular y seis sillas, cuatro de las cuales siempre estaban libres y nada más.
A pesar de que la sala de reuniones del club era diminuta, Siara y Erika se negaban a perder ese espacio en el que podían pasar tantas horas como les diera la gana. No solo era cómodo para estudiar, sino también para tomar mates mientras charlaban sobre sus aficiones, gustos e intereses… o simplemente para alejarse un poco del mundo.
―Me parece que vamos a tener que pasar a una táctica más directa ―dijo Erika, mientras hacía rebotar una pelotita contra las paredes de la sala.
―¿Qué sugerís? ―Siara estaba concentrada en una revista de Sudoku, un juego al que era prácticamente adicta.
―Podríamos hablar con la gente. Preguntarles directamente si quieren entrar al club.
―Mmm…
―Podría funcionar ―dijo Erika, atrapando la pelotita y volviéndola a lanzar. Rebotó contra el piso, pegó en una pared y volvió a su mano―. Solamente necesitamos convencer a una persona. No creo que sea tan difícil.
―Necesitamos dos personas… aunque una sería un buen punto de partid… ―¡PAF! Algo rebotó contra la hoja de Sudoku―. ¿Podés parar con esa pelotita de mierda? Es la tercera vez que me la tirás en la cara.
―Al menos esta vez no te pegó…
―Por poco… casi me tirás los anteojos. Un día de estos me vas a romper la nariz. Me la vas a dejar toda chueca… con lo linda que la tengo ―Erika puso los ojos en blanco, mil veces había escuchado a su mejor amiga hacer alardes de la nariz recta y perfecta que tenía, algo que le armonizaba muy bien con sus bellas y duras facciones. Siara se puso de pie y guardó la revista en su bolso―. Juntá tus cosas. Vamos a ver si tenemos suerte con alguien.
Las dos amigas recorrieron los pasillos del instituto intentando convencer a la gente de unirse al club
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, pero apenas si consiguieron despertar un poco de curiosidad en un par de pibes que les miraban demasiado los pechos. A pesar de que ninguna de las dos usaba escotes, por debajo de la tela de su ropa holgada podía notarse que ambas tenían una delantera prominente. Abandonaron la tarea, indignadas, sin darle muchas explicaciones a estos dos babosos.
―Pelotudos de mierda ―dijo Siara, entre dientes, mientras se alejaba de los dos chicos.
―Hey, mirá quién está ahí ―Erika señaló a una chica muy hermosa, de largo cabello castaño que formaba perfectos bucles al caer sobre sus hombros desnudos. A esa chica no le importaba tanto mostrarle a todos que estaba bien dotada de pecho, sus grandes tetas rebotaban dentro del amplio escote con cada paso que daba.
―Alexia ―respondió Siara―. ¿Qué pasa con ella?
―Bueno, Alexia es una chica bastante popular. Tiene un montón de amigas… y amigos. Quizás si logramos convencerla de unirse al club, más gente la siga.
―Mmm… es buena idea.
Interceptaron a Alexia a mitad de un pasillo.
―Hola ―la saludó Erika, con una gran sonrisa. Alexia las miró como si las recién llegadas fueran perros callejeros llenos de pulgas que algún conserje inepto dejó entrar―. Te comento… estamos buscando gente para participar en nuestro Club. Se trata de un Club pensado para la gente que ama los misterios, las investigaciones, las novelas de detectives, y muchas cosas más relacionadas con ese tema.
―Además de conversar sobre temas que nos gusten ―añadió Siara―, nos proponemos investigar misterios que podamos encontrar por el camino… quizás dentro del mismo instituto.
―¿Ustedes son las que pusieron ese mensaje sobre profesores vampiros y robots?
―Sí ―respondió Erika, soltando una risita―. Fuimos nosotras. ¿Te interesa unirte al club?
―Ni loca me meto en ese club de mierda. ―Sentenció Alexia―. No soy una rarita, ni una nerd, otaku, o como mierda les digan. A diferencia de ustedes, yo sí tengo vida social. No necesito formar parte de ningún club.
―¡Hey! ¿Qué mierda te pasa?
―Calmate, Siara ―dijo Erika―. No le des bola…
―Hacele caso a tu amiga, flaca. Sé que vinieron a buscarme porque nadie quiere entrar en su club de mierda. Ustedes no tienen nada para ofrecerme. Yo no les voy a hacer publicidad gratis.
―Lo que te voy a ofrecer es una trompada en toda la cara. Conchuda… te voy a bajar todos los dientes. ―Siara se gritaba mientras su amiga la alejaba arrastrándola de un brazo. Alexia se reía con aire de superioridad―. Puta de mierda... ¡ya vas a ver!
―Ya… tranquila, amiga… tranquila. Estamos intentando que no nos quiten el club, y vas a hacer que nos expulsen.
―A esa cajetuda le voy a expulsar las tetas a patadas.
Erika consiguió arrastrar a Siara hasta el interior de un baño de mujeres. Una vez allí dentro, la abrazó con fuerza. Los ojos de Siara estaban llenos de lágrimas.
―No te pongas así, amiga ―dijo Erika―, que si vos empezás a llorar… yo voy a llorar peor que vos. Ya lo sabés.
―Es que… me da bronca. ¿Quién mierda se cree que es, para hablarnos de esa manera?
―Es una pelotuda, no le des bola. ―Acarició la espalda de su amiga, dando suaves golpecitos―. Ya… ya… no te pongas mal. ―Erika estaba haciendo un gran esfuerzo para no llorar―. Sé por qué estás así… te da pena que nadie quiera unirse a nuestro club. Creeme, yo me siento igual. Pero todavía tenemos varios días. Vamos a hacer todo lo posible para conseguir dos personas más… y siempre podemos contar con esos dos jeropas que nos miraban las tetas…
―Antes de llamar a esos pelotudos le regalo el club a la conchuda de Alexia ―las dos amigas se rieron.
Siara se lavó la cara y cuando estuvieron lo suficientemente calmadas, salieron del baño.
Al otro día volvieron a quedarse dentro de la sala del Club. Alguna vez tuvieron la intención de decorarla, con posters de Sherlock Holmes, el gran amor de Siara, e imágenes de Detective Conan, el anime favorito de Erika. Sin embargo esas ideas se fueron diluyendo por culpa de la apatía que les causó que nadie quisiera unirse a ellas.
Erika jugaba con su pelotita de goma, haciéndola rebotar suavemente contra la mesa, mientras Siara leía por enésima vez la novela “El Sabueso de los Baskerville”, su favorita de la saga del famoso detective londinense. Cuando escucharon un golpeteo en la puerta, las dos se sobresaltaron. Se miraron la una a la otra, confundidas. Lo que menos esperaban era que alguien fuera a visitarlas.
―Tal vez sea Sofía ―dijo Siara―. Querrá preguntarnos si ya conseguimos algún miembro nuevo para el club.
Erika se puso de pie y abrió la puerta. Se quedó helada al ver a una chica que no conocía de nada. Era alta, le sacaba casi una cabeza, y tenía puesto un holgado conjunto de gimnasia rojo, con detalles en blanco. La chica tenía el pelo castaño oscuro atado con una cola de caballo alta, su tez era olivacea; Erika pensó que quizás pasara mucho tiempo tomando sol, o tal vez ese era su color natural. No llevaba ni una pizca de maquillaje y su mirada era tranquila. Erika pensó que esos ojos transmitían mucha paz.
―Hola ―saludó la recién llegada―. ¿Este es el Club Veritas Sec… em… Secta… emm.”
―No somos una secta, quedate tranquila ―dijo Erika, con creciente entusiasmo―. El club se llama Veritas Sectatores. ¿Te interesa unirte? ―Sonrió tanto como sus mejillas se lo permitieron.
―En realidad, no ―la sonrisa se borró del rostro de Erika―. Pero necesito hablar con ustedes.
―Dejala pasar, Erika ―dijo la otra integrante del club, poniéndose de pie―. ¿Qué tal? Mi nombre es Siara LeClerc. Sé que es un nombre raro, no necesito que me lo recuerden.
La recién llegada miró a las dos chicas y se preguntó cómo podían ser amigas siendo tan diferentes.
―Mi nombre es tan raro como el tuyo ―dijo la chica―. Me llamo Xamira, con equis.
―A la mierda ―dijo Erika―. Eso sí que no lo había escuchado nunca. Yo soy Erika Arias. Siento que tengo un nombre poco creativo. Tendré que hablar con mis padres al respecto. Se podrían haber esforzado un poquito más. Bueno, al menos soy Erika con ka, peor sería llamarme Florencia o Valentina. Esos sí que son nombres comunes.
Xamira se rió. Esa chica le parecía muy simpática, y no solo por las cosas que decía. Su cara ya causaba gracia, era bonita pero estaba muy desalineada. Su abundante cabello castaño estaba muy despeinado y con las puntas teñidas de fucsia chillón. La ropa era extraña: tenía puesto un buzo de un color violeta chillón, que era cuatro tallas más grande de lo necesario. Le quedaba tan grande que al bajar los brazos las mangas le tapaban las manos. Del cuello, entreverados en la maraña de pelo, había unos enormes auriculares color rosa pastel. Debajo tenía puesto un pantalón cargo negro, demasiado grande, y zapatillas de tela… ¡también violetas! ¿Quién le había enseñado a esta chica a vestirse? ¿Un payaso?
Por el contrario, la que se hacía llamar Siara, tenía el cabello negro azabache, y un prolijo corte carré. Vestía un sobrio sweater con cuello de tortuga color rojo oscuro; una pollera cuadriculada, estilo escocesa; pantymedias negras y mocasines del mismo color. Lo más destacable eran sus anteojos, de ancha montura negra, que le brindaban un aire intelectual; sin embargo a Xamira le parecieron horribles, demasiado grandes y aparatosos. Especialmente para una chica con una cara que parecía finamente tallada en mármol. Era como ponerle una nariz de payaso a la Venus de Milo.
―¿De qué querías hablarnos, Xamira? ―Preguntó Siara, cuando las tres estuvieron sentadas alrededor de la mesa.
―Leí en la web del instituto que ustedes se dedican a realizar investigaciones. No sé si serán buenas en esto, pero no sé a quién recurrir. Seguramente ya les habrán llegado rumores sobre una chica llamada Dalma Leone.
Erika y Siara intercambiaron miradas y se encogieron de hombros.
―No sabemos quién es ―dijo Erika―. Creo que con eso ya empezamos mal nuestra investigación. ¿Deberíamos conocerla?
―Tal vez… porque desde hace unos días que en el instituto solo se habla de ella. ―Aseguró Xamira―. Aunque no todos estaán al tanto de lo que pasó.
―¿Y qué pasó? ―Quiso saber Siara.
―Em… hace unos días se filtró un video… un video de índole… sexual ―Xamira se sonrojó y bajó la cabeza―. Las malas lenguas dicen que la chica del video es Dalma; pero yo sé que eso es imposible.
―¿Por qué? ―Preguntó Erika, intrigada―. ¿Conocés a Dalma Leone?
―Sí, es mi mejor amiga. Nos conocemos desde hace años. Incluso mi familia es muy amiga de la suya. Vamos al mismo curso. Sé perfectamente que Dalma sería incapaz de hacer una cosa así…
―No me malinterpretes, Xamira ―dijo Siara―; pero que una chica tenga sexo y se grabe un video hoy en día no es tan raro.
―Es que… por la naturaleza del video… es imposible que sea ella. No conocen a Dalma… ella proviene de una familia muy cristiana. Es una chica muy dulce, obediente… sólo le importa progresar en sus estudios para ir a una buena universidad. Siempre le hace caso a sus padres. Nunca se mete en problemas. Tiene novio… y ni siquiera tiene sexo con él. Lo sé muy bien, todos en su familia lo saben. Dalma tiene la fuerte creencia de que una mujer debe “reservarse” para su noche de bodas. En fin, hay mil cosas que demuestran que la chica del video no puede ser ella…
―Si no es ella, ¿entonces cuál es el problema? ―Preguntó Erika.
―El problema es que la chica del video se parece un poco a Dalma… aunque en ningún momento se le ve bien la cara. Y bueno… ya saben cómo son esta clase de rumores. Algunas personas quieren creer que es ella… quizás por morbo, o solo por molestar a Dalma. Se la pasan diciendo: “¿Vieron el video de Dalma Leone?” Como si fuera una verdad absoluta… y no tienen ninguna prueba. Solo que existe un pequeño parecido entre las dos chicas, nada más. Algunos incluso llevan las cosas más lejos y le mandan mensajes a Dalma, insultándola… tratándola de puta. Ella está muy mal, estos días ni siquiera vino al instituto. Intenté convencerla de que viniera, pero fue inútil. Está muy deprimida.
―Me parece horrible que acosen a una persona de esa manera… solo porque tuvo sexo ―dijo Erika―. Aunque realmente sea ella la del video, no me parece que merezca semejante maltrato.
―Opino lo mismo ―dijo Xamira―; pero tendrían que ver el video…
―No nos gusta ver ese tipo de material ―se apresuró a decir Siara, sus mejillas se notaron claramente enrojecidas, contrastando con su piel pálida.
―Me imagino. A mí tampoco me gusta; pero… les puede servir para demostrar que esta chica no es Dalma. Si hicieran eso por ella, yo estaría eternamente agradecida.
―No sé… ―dijo Erika―. No creo que sea el tipo de investigación que estamos buscando.
―Tal vez no ―intervino Siara―; pero estamos buscando nuevos miembros para el club. Podemos hacer un trato, Xamira. Si vos accedés a formar parte de este Club, nosotras te ayudamos a investigar el asunto del video.
―Em… ¿y qué tendría que hacer para formar parte del club?
―Lo primero sería inscribirte como miembro oficial, en el Centro de Estudiantes. ―Explicó Siara―. La simpática Sofía Levitz se encarga de las inscripciones.
―Ah, sí… la conozco. Miren, chicas… les voy a ser sincera: no creo que esto de pertenecer a un club de investigación vaya conmigo. A mí me gustan las actividades deportivas. Sin embargo… estoy dispuesta a hacer lo necesario para ayudar a mi amiga. Si quieren, hoy mismo me inscribo como miembro oficial.
Erika y Siara mostraron una sonrisa de oreja a oreja.
―Pero ―dijo Erika―, antes de anotarte tenés que comprometerte a participar en el club, al menos por el tiempo que dure esta investigación. Y si lo resolvemos rápido, nos gustaría que estés al menos un mes, así nos das tiempo a buscar más integrantes. Si no juntamos al menos cuatro personas en total, pueden cerrarnos el club. Es decir, cuando seamos al menos cinco personas en total, vos sos libre de irte.
―Ya veo. Está bien, me comprometo a quedarme al menos un mes… si ustedes se comprometen a hacer todo lo necesario para ayudarme.
―Trato hecho ―dijo Siara, estrechándole la mano.
La inscripción de Xamira como miembro oficial del club fue todo un éxito. Sirvió para aplacar el humor de Sofía Levitz. La presidente del Centro de Estudiantes les prometió que tendrían unos días más para sumar una cuarta persona al club.
―¡Genial! ―Exclamó Erika, cuando salieron de la oficina―. Bienvenida, Xamira. Ya sos miembro oficial del Club. Espero que podamos llevarnos muy bien.
―Yo también lo espero ―dijo Xamira, algo nerviosa. No conocía estas dos chicas y parecían demasiado entusiasmadas con la investigación. Comenzó a preguntarse si había hecho lo correcto al inscribirse.
―Tenemos que buscar una zona neutral para nuestra primera reunión ―dijo Siara.
―¿No podemos usar el salón del Club? ―Preguntó Xamira.
―Podemos… pero deberíamos acondicionarlo.
―¿Por qué? ¿Qué tiene de malo?
―¿El salón? Nada. Lo malo es el tipo de material que tenemos que analizar.
―Ah… entiendo.
―No lo había pensado ―dijo Erika―. Pero el salón tiene una ventana grande que da al pasillo. No sería buena idea analizar ese video si todo el que pasa nos puede ver.
Siara dio media vuelta y caminó de regreso hacia la oficina del Centro de Estudiantes. Golpeó suavemente y cuando le permitieron pasar, entró.
―Hola de nuevo ―saludó a Sofía―. Necesitamos cortinas… que sean gruesas y lo suficientemente grandes como para tapar toda la ventana del salón del Club.
―¿Qué? ¿Por qué? No sé si eso está permitido. Esas ventanas están para que los alumnos no hagan… cosas raras dentro de los salones.
―¿De verdad pensás que podemos ser la clase de chicas que haría “cosas raras” dentro del salón?
―No dije eso… ¿para qué quieren las cortinas?
―Para oscurecer el salón ―respondió Siara, con naturalidad―. Una de las actividades más importantes de nuestro Club consiste en mirar material audiovisual. Series, películas, documentales. Para eso necesitamos crear un ambiente adecuado. Las sillas son super cómodas, me encantan. Y nosotras pensamos instalar un televisor bien grande. Por el tele no hay drama, en mi casa sobra uno que nadie usa. El problema es la claridad que entra del pasillo.
―Ah… ya veo. Tiene sentido. Bueno, les puedo conseguir las cortinas; pero que el salón no esté todo el tiempo cerrado. Solamente cierren las cortinas cuando quieran ver alguna película.
―Entendido ―dijo Siara.
―Bueno, mañana van a tener las cortinas colocadas.
―Muchas gracias ―dijeron las tres miembros del club, casi al unísono.
Tal y como Sofía prometió, al día siguiente las cortinas ya estaban colocadas en la gran ventana del salón del Club. La familia LeClerc estuvo de acuerdo con donar el televisor para el club de su hija. Los padres de Siara pagaron la instalación y el traslado de la pantalla. Cuando todo estuvo listo, cerraron las cortinas y dieron inicio a su primera reunión oficial.
―Bien ―dijo Siara―, antes de hacer cualquier cosa, necesitamos información. Pero solo vamos a aceptar datos que se puedan comprobar. No nos sirve que vos opines que la chica del video no es Dalma.
―Pero… en serio, Dalma sería incapaz de hacer una cosa así.
―Eso lo entendemos ―intervino Erika, que parecía un poco más seria de lo habitual, a pesar de que seguía vistiendo con colores extravagantes. Hoy era el turno de un verde chillón capaz de avergonzar al Increíble Hulk―. Sin embargo, para hacer una buena investigación sólo podemos confiar en los hechos. No te pongas mal. Si realmente no es Dalma la chica del video, vamos a encontrar la forma de demostrarlo.
―Entiendo.
―Muy bien ―dijo Siara―. ¿Qué sabemos con exactitud? ―Se quedó mirando a Xamira.
―No mucho. Ayer les conté prácticamente todo lo que sé. Hay un video dando vueltas por el instituto, fue subido a algunas páginas de internet, por lo que tengo entendido; pero sería inútil intentar borrarlo de ahí, porque mucha gente ya tiene el video y se lo pasan unos a otros.
―¿Vos cómo te enteraste del video?
―Me lo pasó una chica que cursa conmigo, se llama Carolina. Y a su vez ella lo consiguió de otra amiga, que lo recibió de otra… y así. Me parece que es un poquito imposible averiguar de dónde partió el video.
―Si alguien de verdad intenta perjudicar a Dalma ―dijo Siara―, entonces es posible que lo haya enviado a varias personas a la vez… o que directamente lo haya subido a internet.
―Podríamos buscar en las páginas porno a ver qué video tiene la fecha de subida más antigua. ―Sugirió Erika―. Puede que esa sea la fuente. Y que conste que esto lo digo para demostrar lo comprometida que estoy con el asunto, porque a mí eso de andar mirando páginas porno no me va.
―A mí tampoco ―aseguró Xamira.
―Yo menos ―dijo Siara―. Sin embargo, con esta investigación tendremos que hacer el esfuerzo. Al fin y al cabo, por eso pedimos las cortinas. Por más que no nos guste, tendremos que mirar el video. ¿Estamos de acuerdo en eso?
―Sí ―dijo Erika―. Me da mucha vergüenza, especialmente porque a Xamira no la conozco; pero…
―Si te sirve de algo ―dijo Xamira―, a mí me va a dar tanta vergüenza como a vos. Nos vamos a sentir igual.
―Todas nos vamos a sentir así ―agregó Siara―. Solamente quiero que Xamira tenga en claro que nosotras tenemos que considerar la posibilidad de que la chica del video es Dalma, y si no lo es, lo demostramos.
―Está bien, entiendo.
―¿Trajiste el video?
―Sí, lo tengo guardado en un pen-drive. No me gusta tener estas cosas en el celular.
―Mejor así, yo traje la notebook ―dijo Siara, sacando su computadora portátil del bolso―. La podemos conectar al televisor y ahí vemos…
―Y yo traje auriculares para todas ―Erika empezó a sacar una maraña de cables de su mochila―. Cuando los pueda desenredar, les doy uno. Tengo una ficha que permite conectar varios auriculares a una misma salida de audio. Si el video tiene… ruidos extraños… al menos no se va a enterar todo el mundo.
―O podríamos mirarlo en silencio ―sugirió Xamira―. Me resulta muy incómodo escuchar a la gente teniendo sexo.
―Sí que es incómodo ―aseguró Siara―; pero el audio es tan importante como el video. Quizás alguien dice algo importante, como un nombre.
―Está bien, no lo había pensado. Usaremos los auriculares de Erika… si es que conseguimos rescatar alguno de ese ovillo de cables.
Erika estaba muy concentrada, con la lengua asomando por la comisura de sus labios. Luchaba contra el cablerío, como si fuera su más viejo enemigo.
―No se preocupen ―dijo―, ya estoy acostumbrada a estos ovillos. Todo es cuestión de tener paciencia.
Minutos más tarde las tres chicas ya estaban instaladas frente a la gran pantalla del televisor. Las cortinas habían sido cerradas y Erika lucía sus enormes auriculares color rosa pastel. Siara y Xamira tenían modelos igual de llamativos y aparatosos, modelos que aún servían pero que Erika había decidido reemplazar por uno que encontró más novedoso.
―Les advierto que el video empieza fuerte ―dijo Xamira―. Así que prepárense mentalmente. Es muy explícito. Yo solamente vi un poco del comienzo, no pude seguir mirando… pero ahora estoy dispuesta a verlo completo.
―Bien. ¿Están listas? ―Preguntó Siara.
Las otras dos chicas asintieron con la cabeza, Siara pulsó una tecla y el video comenzó a reproducirse.
Xamira tenía razón: era explícito y arrancaba fuerte. Lo primero que vieron en pantalla fue un primer plano del culo de una chica, ella estaba en cuatro y completamente desnuda. No se le veía la cara, pero sí se le veía a la perfección toda la concha y el agujero del culo. Su vagina estaba llena de flujos sexuales. Casi de inmediato apareció en pantalla una larga y gruesa verga erecta, que se enterró en la concha. La chica del video soltó un profundo gemido que hizo vibrar a las investigadoras. Las tres se quedaron rígidas, con los ojos muy abiertos fijos en la pantalla. Más allá de los sonidos que les llegaban a través de los auriculares, la sala estaba en completo silencio.
Estas imágenes tan claras y realistas fueron muy impactantes para Erika, esto no se parecía en nada a los mangas Hentai que acostumbraba leer. Sí, eran historias que incluían sexo explícito; pero eran dibujos, una representación al estilo japonés de cómo se ve el sexo. Erika no le había contado a nadie, ni siquiera a Siara, su mejor amiga, sobre las largas noches que pasaba masturbándose mientras leía manga hentai. De por sí pajearse leyendo hentai le causaba mucha vergüenza, y era algo que hacía sola, en secreto, sin comentarlo con nadie… y eran puros dibujos, la mayoría en blanco y negro. Esto estaba a todo color y la concha de esa chica era tan real como la suya. ¿Y si su vagina la traicionaba y comenzaba a humedecerse?
Mientras este tipo bombeaba dentro de esa pequeña y húmeda concha, un segundo hombre apareció en pantalla. Éste se puso de pie en el lado opuesto a la cámara, donde la chica tenía su cabeza. Ella, sin esperar invitación, agarró esta segunda verga y empezó a chuparla. Apenas se pudieron ver sus labios, el resto de su cara quedaba oculto por su largo cabello color miel y el mismo ángulo que había adoptado la cámara. La filmación se centraba más que nada en la concha de la chica y a pesar de que las tres miembros del club intentaron identificar la cara, no pudieron hacerlo.
Lo que sí les quedó claro fue que esa chica estaba disfrutando a pleno de dos grandes vergas. Su cabeza se movía tan rápido como la cadera del tipo que la estaba cogiendo. Sus gemidos ahora sonaban ahogados.
Toda esta situación le trajo incómodos recuerdos a Siara. Apenas unos meses atrás ella misma se vio envuelta en una investigación similar. Siara no acostumbra ver porno en internet, pero una noche su cuerpo comenzó a pedirle a gritos algo de acción, intentó contenerse; pero le resultó imposible. Hizo un pacto con su líbido: buscaría algo de porno para satisfacerla y luego su líbido la dejaría en paz. La casualidad quiso que Siara terminara dando con un video de una chica que hacía cosplay. Aunque Siara sospechó que esto no era pura casualidad. Quizás el buscador de internet la traicionó, porque muchas veces ella buscó imágenes de chicas haciendo cosplay, pretendía ayudar a Erika con ideas para sus diseños. La misma Siara se vio obligada a modelar para su amiga, más de una vez, vistiendo alguno de esos conjuntos… que por suerte eran bastante discretos.
El que no era discreto era el trajecito de gata que estaba usando la chica de aquel video porno que encontró… y lo más impactante fue que esta chica se parecía mucho a Erika. Sí, estaba super maquillada y usaba una peluca color azul eléctrico; pero aún así, esos grandes ojos y esa delicada boca le recordaron muchísimo a su amiga.
Por culpa de ese video Siara se quedó toda la noche despierta… encontró más porno de esa gatita y uno era más explícito que el otro. Iban desde escenas masturbándose o el uso de dildos, a sexo con vergas reales que terminaban lanzando grandes cantidades de semen en su delicada carita. Incluso vio un video en el que a la gatita le practicaban sexo anal del duro, y ella disfrutaba con la lengua afuera y los ojos en blanco.
Luego de largas horas buscando material en internet, pudo dar con la cuenta de Twitter de la gata, allí pudo ver imágenes de la chica sin maquillaje y con su pelo rubio natural. No era Erika y sin la peluca no se parecía tanto a su amiga. Eso la tranquilizó mucho, no tenía una amiga que se dedicara a filmar porno en secreto. Además descubrir que no era Erika la hizo sentir menos culpable por todo lo que se masturbó mirando esos videos. Parte de la culpa quedó, ya que Siara no acostumbra ponerse a jugar con su concha de esa manera, lo cree impropio de una mujer culta e inteligente. Pero aquella noche no pudo evitar dejarse llevar por sus instintos más primitivos y no tuvo problemas en penetrar su concha con un pepino, mientras miraba cómo le rompían el orto a la gatita que, hasta ese momento, ella aún sospechaba que podía ser Erika. Hasta llegó a decirse a sí misma: “Si esta es Erika, le tengo que preguntar si disfrutó mucho del sexo anal”. Ese era un tema que siempre le despertó curiosidad, no por hacerlo; pero sí por descubrir si las mujeres realmente lo disfrutaban, o lo hacían por puro teatro.
Siara acostumbra a analizar cada uno de sus actos, para intentar entender por qué hizo las cosas de determinada manera. Sin embargo esa vez prefirió dejar pasar el tema. Llegó a la conclusión de que sus instintos sexuales la traicionaron, llevándola a hacer cosas que no tenían ni la más mínima lógica.
Ahora se estaba metiendo en una investigación similar, pero esta vez su amiga Erika sería una compañera, no la persona a investigar. Aún así se sentía incómoda mirando porno tan explícito junto a otras dos mujeres.
Intentó apartar estos pensamientos de su mente y volvió a concentrarse en la pantalla.
A la chica del video seguían llenándole la concha de verga y ella meneaba su cola, como una gata en celo. Después de un rato el tipo que le estaba dando por la concha se apartó. La chica se masturbó durante unos segundos y separó los labios de su vagina usando dos dedos. Cuando hizo esto, apareció en pantalla una tercera verga, que tomó el lugar de la primera. Se clavó en la concha tan adentro como pudo y empezó a darle con ganas.
Los gemidos alcanzaron un nivel insoportable y las tres espectadoras se sintieron sumamente incómodas. Mantuvieron las miradas fijas en la pantalla para no hacer contacto visual entre ellas. El video duró varios minutos en los que se pudo ver cómo los tres tipos se turnaban para coger a esa rubia. Ella los recibía en la concha y siempre tenía una verga metida en la boca. Hubo varios puntos en el video en el que sus labios aparecieron en pantalla, pero nada más de su rostro llegó a verse.
Para Xamira era muy duro tener que ver una vez más este video. La primera vez no lo había visto completo y ahora era consciente de la gran cantidad de tiempo que esos tres tipos disfrutaron de la concha y la boca de esa chica anónima que tanto se parecía a su mejor amiga, Dalma. ¿Y si fuera ella? Pensó, pero inmediatamente apartó esta idea de su cabeza. No, no podía ser ella. Era ridículo. Dalma participaba en cientos de eventos de caridad junto con su madre, defendía fervientemente los valores cristianos inculcados por su familia, y ni siquiera usaba escotes o ropa demasiado ajustada. Una chica como ella sería incapaz de dejarse coger por tres tipos a la vez.
Para Xamira el porno era simplemente asqueroso. La habían educado para mantenerse lejos de esa clase de material, no solo por ser obsceno, sino porque distorsiona mucho la realidad.
Eso lo comprobó una tarde que nunca podrá olvidar. Se sentó frente a la computadora de su casa, en su familia nunca fueron muy dados a la tecnología, prefieren las actividades al aire libre; la compu está ahí por si sus padres quieren leer las noticias o comprar una nueva bicicleta fija. A veces Xamira la usaba para chequear la web del instituto.
En esta ocasión quiso chequear la tabla de posiciones del torneo de voley femenino, tenía amigas del instituto que participaban en la competencia y le gustaba estar al tanto de todas las novedades. Recordó que pocos días atrás había visitado esa web, por lo que la buscó en el historial de navegación… y se llevó una gran sorpresa: alguien estuvo mirando un video porno.
Guiada por la curiosidad, Xamira lo reprodujo y quedó impactada. En el video se veía a una rubia muy hermosa, con unas nalgas monumentales, se notaba que hacía ejercicio. La mujer se puso en cuatro y casi al instante recibió una gruesa verga. Esta imagen sacudió todo el interior de Xamira, no estaba acostumbrada a ver conchas de otras mujeres y mucho menos en actitud sexual, tampoco era habitual ver enormes vergas erectas; pero lo que más la desconcertó fue el agujero que eligió esa verga para entrar. Se clavó directamente en el culo de la rubia.
Se quedó boquiabierta mirando cómo a esa chica le taladraban el orto. No podía creer que una verga así de gruesa pudiera entrar con tanta facilidad en un agujero tan pequeño.
Cuando su cerebro se recuperó del asombro, cerró el video. No quería ser sorprendida por alguien. Se le hizo un nudo en la boca del estómago al llegar a una conclusión: su padre había usado la computadora para mirar porno.
Eso le dio asco. No quería, ni por asomo, imaginar a su papá mirando porno. Para colmo la mujer del video, rubia y atlética, se parecía un poco a la madre de Xamira. “¿Estará pensando metérsela por el culo a mamá?”, se preguntó Xamira, llena de indignación. Su madre jamás aceptaría tal cosa. Durante una breve charla sobre sexo, su madre le explicó que una mujer jamás debería rebajarse a ser penetrada por el culo, al fin y al cabo las mujeres tienen vagina.
No es que Xamira y su madre conversaran mucho sobre sexo, de hecho no lo hacían casi nunca; pero las pocas charlas que tuvieron al respecto marcaron profundamente a Xamira. Ella también era partidaria de que el sexo anal era denigrante, poco femenino.
Desde ese día Xamira comenzó a revisar el historial de búsqueda de la computadora de su casa y de vez en cuando se encontró con que su padre estuvo mirando otro video de sexo anal. Nunca se animó a hablar con él sobre ese tema, al menos para decirle: “Boludo, si mirás porno, al menos borrá el historial, porque tu mujer y tu hija también usan la computadora”. No, lo soportó en silencio y se limitó a borrar el historial cada vez que se topó con material pornográfico.
Y ahora estaba junto a dos desconocidas mirando un video sexualmente explícito que le parecía tan irreal como el porno que miraba su padre. ¿Cómo una mujer en su sano juicio se ofrecería para tener sexo con tres tipos a la vez?
Sin embargo la chica del video lo estaba haciendo. Uno por uno la penetraron por la concha, y ella los recibió sin chistar. Lo único que podía hacer Xamira era esperar a que ese video finalizara.
Uno de los tipos (ya no sabían si se trataba del primero, el segundo o el tercero), acabó dentro de la concha de la joven rubia. Al sacar su verga pudieron ver cómo esa pequeña concha parecía estallar, dejando escapar grandes cantidades de espeso semen blanco. Luego este río de semen se transformó en apenas un hilo, y ese hilo se convirtió en pequeñas gotitas. Allí fue cuando el video terminó.
El silencio seguía siendo el dueño de la sala. Ninguna de las chicas se movió, ni siquiera se sacaron los auriculares. Tuvieron que pasar varios segundos hasta que Siara decidió quitárselos. Las otras hicieron lo mismo.
―Eso fue mucho más explícito de lo que imaginé ―dijo Erika, con las mejillas coloradas. Un detalle que, sumado a sus grandes ojos y a su piel pálida, la hacía ver como una muñeca de porcelana.
―Les advertí de que era explícito ―Xamira no quería hacer contacto visual con ninguna de las otras dos chicas.
―Sí, pero me imaginé que sería algo visto desde más lejos… o de costado ―mientras hablaba Erika retorcía un mechón de su enmarañado pelo de puntas fucsia―. No creí que veríamos todo en un primerísimo primer plano. De por sí no estoy acostumbrada a ver estas cosas… y ver algo así fue como un baldazo de agua fría.
―Más bien diría que fue un baldazo de agua caliente ―dijo Siara, y al instante se arrepintió de su ocurrencia―. En fin… ¿notaron lo mismo que yo? ―Ninguna respondió―. El video… pensé que sería algo más “amateur”, por decirlo de alguna manera. Algo grabado con un celular, medio desenfocado y con mucho movimiento. A ver, no me malinterpreten. No me paso el día mirando porno; pero… algún video como este vi en mi vida, tampoco vivo en un termo. Y generalmente estos videos suelen estar muy mal grabados. Pero este… se veía perfecto. La cámara no temblaba y tenía una resolución buenísima.
―Demasiado buena ―dijo Erika―. A la chica se le veían todos los poros de la concha. ―Se arrepintió de haber usado ese término tan soez, pero como nadie dijo nada, prosiguió―. Se notaba cada mínimo detalle. Siento que ya le conozco la concha de memoria… ni siquiera a la mía la vi con tanto detalle. Coincido Siara: esto no parece un video amateur. Es como si fuera una película porno profesional. Y no, no me la paso mirando películas porno… pero al igual que Siara, no vivo en un termo. Se nota que esto lo grabó alguien que sabía muy bien lo que hacía.
―Tienen mucha razón ―dijo Xamira―. Se nota que son buenas en lo que hacen, a la primera ya se dieron cuenta de eso. A mí ni siquiera se me ocurrió pensarlo.
―Es cuestión de prestar un poco de atención a los detalles ―dijo Siara.
―Hablando de detalles ―dijo Erika―. ¿Notaron los numeritos en la esquina inferior derecha? Decía 5/7.
―La primera vez no los vi ―respondió Xamira―; pero esta vez los noté. Quizás sea la fecha en la que grabaron el video… de ser así, tuvieron que grabarlo el año pasado. Todavía falta para que lleguemos a Julio.
―Quizás no sea una fecha ―dijo Siara―. Puede que sea el número de video. El quinto, de un total de siete.
―¿Te parece? ―Preguntó Xamira, asombrada―. Espero que no haya otros seis videos como éste… eso sería…
―Es solo una posibilidad muy remota. Lo digo para que lo tengamos en cuenta, nada más. Lo más probable es que se trate de una fecha.
―Entiendo ―dijo Xamira―. No hay que descartar ninguna posibilidad.
Dentro de ella se prendió una pequeña chispa de entusiasmo. ¿Será que estaba disfrutando de este trabajo detectivesco?
―¿Qué tanto se parece la chica del video a tu amiga Dalma? ―Preguntó Siara.
―Mmm…
―A ver ―intervino Erika―. Imagino que no habrás visto desnuda a tu amiga…
―No, claro que no.
―Sin embargo algo en la contextura física te puede indicar si se parece a ella o no.
―Les confieso algo: la primera vez que vi el video, lo saqué después de unos pocos minutos… me quedé impactada porque la chica se parece mucho a Dalma. Pero… le estuve dando vueltas a eso… a mí me dijeron que era Dalma. Entonces mi cabeza pensó inmediatamente en ella al verla.
―Ajá ―dijo Siara―. Puede que hayas visto el video condicionada a pensar que se trataba de ella.
―Así es.
―Pero de todas maneras ―continuó Erika―, sí notaste un gran parecido. Tanto que te hizo interrumpir el video.
―Es que… Dalma me juró que no era ella, y por un instante pensé que mi amiga me había mentido. Pero no se le ve la cara. Debe haber miles de chicas con una contextura física y un color de pelo igual al de Dalma. Y ustedes lo dijeron: parece un video porno profesional. Eso me deja más tranquila. Quizás alguna persona muy mal intencionada se encontró con ese video y empezó a decir que era Dalma.
―Por eso es buena idea rastrear la fuente del video ―dijo Siara―. ¿Quién sabe? Por ahí descubrimos que es solo una escena de una película porno, y asunto resuelto.
―No tan resuelto ―advirtió Xamira―. Después de eso deberíamos explicarle a todo el mundo que la chica del video no es Dalma, así dejan de acosarla con mensajes.
―Sí, eso es muy cierto ―dijo Erika―. Pero no nos adelantemos. Ya vimos el video y, por desgracia, lo tendremos que ver más de una vez. Esta no va a ser una investigación fácil. Estoy contenta de que el club ya esté en funcionamiento, pero me hubiera gustado que el primer caso no incluyera tanto… porno. Si de por sí me pongo incómoda viendo sola este tipo de cosas…
―Eso es bueno ―dijo Xamira―. A mí me pasa lo mismo, si me encuentro de casualidad con alguna imagen o video medio subido de tono, me pongo incómoda. ¿A vos te pasa lo mismo, Siara?
―Sí, y creo que ya sé adónde querés llegar. Si las tres nos sentimos igual de inhibidas al ver esto, entonces las tres estamos haciendo el mismo esfuerzo en la investigación. No deberíamos sentirnos tan avergonzadas. Al fin y al cabo lo hacemos por una buena causa. Intentemos sobrellevar el asunto lo mejor posible. A ninguna le gusta mirar porno; pero no nos queda otra alternativa. ¿Estamos comprometidas con este caso? ―Las otras dos respondieron que sí, al unísono―. Yo también. Colaboremos la una con la otra para que esto sea lo más fácil posible. Y si sienten vergüenza al ver algo en particular, al menos saben que las otras dos se sienten igual.
―Perfecto. Ahora, una de mis partes favoritas en toda investigación ―dijo Erika, llena de emoción.
―¿Planificar nuestra estrategia? ―Preguntó Siara.
―No… iba a decir: ¡Improvisemos! ―Levantó los brazos con alegría. Sus grandes tetas rebotaron dentro de la blusa.
―La improvisación solo trae desorganización. Ya te lo expliqué mil veces.
―Pero improvisar nos lleva por caminos insospechados… y creo que es mejor ir resolviendo problemas a medida que se presentan.
―¿Vos qué opinás, Xamira? ―Preguntó Siara―. Sos la nueva integrante del club. ¿Qué método preferís usar? ¿Planificamos una ruta de investigación o improvisamos y vamos resolviendo problemas a medida que se presenten?
―¡Ay, me van a querer matar! Porque las dos formas me gustan. Me agrada tener un plan, eso me da seguridad; pero también me gusta eso de ir resolviendo problemas cuando se presentan, e improvisar un poquito.
―Y yo que creía que una tercera persona nos ayudaría a poner fin a esta eterna discusión ―dijo Siara.
―No tengas miedo, Xamira ―dijo Erika―. No intentes quedar bien con las dos. Al fin y al cabo vos representás la tercera parte del club. Vos también podés proponer ideas.
―Mmm… entonces le propongo una cosa: usemos dos vías de investigación. Una más ordenada y planificada, que puede liderar Siara. La otra más improvisada, liderada por Erika. Las tres tenemos que intentar avanzar por cada una de esas rutas. Primero probaremos lo que diga Siara, y luego vamos a probar lo que diga Erika. ¿Les parece bien?
―No ―respondieron las dos amigas al unísono.
―Qué lástima, porque ya lo decidí así ―dijo Xamira, sonriendo―. Les advierto que puedo ser muy testaruda cuando se me mete una idea en la cabeza.
Las dos amigas intercambiaron miradas y empezaron a reírse.
―Me alegra que hayamos conseguido a una persona con iniciativa propia ―dijo Siara―. Por un momento pensé que eras de esas chicas calladitas que siempre hacen lo que le dicen los demás.
―Puedo ser calladita ―aseguró Xamira―; pero me gusta tomar mis propias decisiones.
―Perfecto ―dijo Erika―. Entonces vamos a probar los dos métodos. Como seguramente Siara necesita tiempo para planificar su “
modus operandi
”, lo más lógico sería comenzar con la improvisación.
―Tiene sentido.
―Está bien ―Siara puso los ojos en blanco―. ¿Qué tenemos que hacer, oh, reina del caos?
Erika sonrió y dio palmaditas de puro gusto.
―Lo primero va a ser hablar con Dalma. Me parece lo más adecuado. Preguntemos a la persona que realmente está más afectada con todo este asunto.
―Me gusta la idea ―dijo Xamira―. Desde que se filtró el video, la visité una sola vez. Dalma no quiere hablar con nadie; pero me dijo que si yo quería conversar con ella, podía hacerlo. En ese momento no me animé a hacerle muchas preguntas.
―¿Tendrá algún problema de que la visiten dos desconocidas? ―Preguntó Siara.
―No lo sé… probablemente no, si es que le cuento con qué intenciones la visitan ustedes. Pero eso no lo vamos a saber hasta que hablemos con ella, así que… vamos para allá.
―Me gusta cómo piensa esta chica ―dijo Erika.
Partieron hacia la casa de Dalma dispuestas a resolver el primer caso del club.