Club Caribe

No todos los clubs son iguales, y el Club Caribe es uno de ellos.

CLUB CARIBE

Aquella noche buscaba algo diferente, y en busca de aquello me encontré sentado en aquel local, observando todo lo que acontecía a mi alrededor.  Jamás hubiera pensado que algo así pudiera llamarme tanto la atención, que algo así pudiera excitarme hasta ese punto. Desde el sillón en el que me encontraba sentado estratégicamente, podía contemplar el escenario en toda su dimensión, y desde ese lugar la panorámica era excelente.

Un presentador iba dando paso a las diferentes chicas que al son de una música pegadiza y poderosa bailaban para el deleite de sus fans. Al terminar, el mismo presentador salía con una urna y extraía un número de su interior, comunicándoselo a los presentes. Solo algunos de ellos habían jugado esa noche a un juego especial, por el que a lo largo de la noche cuando cantaran sus números, estos tendrían la oportunidad de pasar dos horas con las chicas que les tocara. No había opción de escoger, de intercambiar con el de al lado, la suerte estaba echada y solo quedaba disfrutar.

Lo que más me llamo la atención era que antes de desaparecer con ellas, cada uno de ellos se subía al escenario al tiempo que se remangaban las mangas de sus camisas, para sentarse en una banqueta situada tras cada actuación en el centro del escenario. Una vez sentados en ella, llamaban a la chica que acababa de actuar conminándola a tumbarse sobre sus piernas para comenzar a darlas una sonora y contundente azotaina sobre sus nalgas. Algunas comenzaban a gemir a los pocos azotes, otras aguantaban estoicas sin quejarse mordiéndose los labios, y todas al final acompañaban a cada uno al piso de arriba para disfrutar de otros placeres, al tiempo que se frotaban el culo con ganas tras haber recibido parte de su premio.

Con los ojos bien y la boca bien abierta contemple el paso de al menos diez chicas, a cuál de ellas más bella, escultural y sexy. Sus cuerpos depuraban deseo con cada movimiento, y todas ellas abandonaban el escenario tras su paso por el regazo de algún varón con una medio sonrisa en los labios, lo que delataba que no se arrepentían de nada de lo que les había pasado. ¿Estaban persuadidas de aquello?. ¿Deseaban aquello?. ¿Les gustaba aquello?. La respuesta sin duda era si.

Dos noches después de mi descubrimiento retorne a aquel cabaret, comprando uno de aquellos boletos, para lo que tuve que ir a primera hora, pues ya me había informado que solo había disponibles quince cada noche, y se vendían casi al momento de ponerlos a la venta. El precio, por cierto era bastante elevado, pero aun así caí en la trampa de querer jugar, y ver cuál era mi premio, saber que se sentía al dar una azotaina a una de esas chicas, y comprobar al mismo tiempo que es lo que hacían después cuando subíamos al piso de arriba.

El espectáculo comenzó y fueron saliendo las chicas, algunas ya las había visto la noche anterior, otras eran nuevas para mi, por lo que imagine que ya habían salido la noche en que descubrí aquel local la noche anterior. Salió la decimosegunda, y mi número fue cantado al final de su número. Trague saliva, alce la mano con el boleto premiado y tras entregárselo a un camarero y comprobar que así era, camine con paso firme hasta el escenario.

La chica que me toco en suerte era rubia de nombre Elisabeth, vestía una minifalda de cuero rojo, con medias de rejilla y una blusa blanca ajustada, lo que hacía destacar bajo ella unos pechos grandes y voluminosos. Probablemente serian operados pensé, pero la verdad es que tan solo imaginármelos ya hacía que mi estado de excitación fuera bastante considerable. Cuando llegue encima del escenario la banqueta ya estaba preparada como era habitual tras la conclusión de cada actuación. El baile de Elisabeth había arrancado los aplausos de todo el aforo, incluyendo potentes silbidos. Me senté sobre la banqueta y ella sumisa y decidida se tendió sobre mis rodillas no sin antes levantarse la minifalda y dejarme ver ya posicionada sobre mí, un culo que sería puntuado sin duda con una puntuación máxima. Tuve  que contenerme para que las babas no se me cayeran sobre aquel culo redondo y explosivo.

Le gente se impacientaba y llevado por el jubilo de ellos, y tras acariciar con suavidad la piel de aquel trasero la di mi primer azote. Sonó débil, como si no quisiera lastimarla, luego llego el segundo, un poco más fuerte, lo mismo que el tercero. Ella me animo a que incrementara un poco tanto el ritmo como la potencia de los mismos. Lo hizo sin que nadie pudiera percibirlo, dándome permiso para que aquello fuera algo más creíble, algo más severo, algo más duro. Pasados ya la veintena de azotes, aquel trasero comenzaba a tornarse completamente rojo, y los primeros gemidos de dolor comenzaron a salir de la garganta de Elisabeth.

Ella movía su trasero al son de mi mano derecha, con la izquierda sujetándola las caderas para que no perdiera la posición. Aquella azotaina me estaba gustando, me estaba volviendo loco, me excitaba en grado sumo, y fue por ello por lo que tuvieron que avisarme de que el tiempo de aquel castigo tocaba a su fin. Cuando me detuve tenía la respiración entrecortada, estaba agitado y mi corazón latía a mil. Ella se levanto frotándose el culo con una sonrisa en los labios, me miro y me dijo. “¡No lo has hecho nada mal, eh!. Al principio me dabas flojito, pero estos últimos son dignos de mención. Vamos, que ahora nos toca la segunda parte a solas corazón”.

Todo aquello que lo dijo con una sonrisa en los labios, y estirando su mano derecha para que se la cogiera y así guiarme hasta el piso de arriba. Todo aquello era nuevo para mí, pero me estaba gustando, estaba disfrutando, ¿me gustaría tanto o más lo que aun me quedaba por descubrir de aquella noche?

Salimos del escenario y avanzamos hasta unas escaleras en forma de caracol por las que subimos al piso de arriba. Caminamos por un pasillo largo hasta casi una de las últimas habitaciones, entramos en ella cerrando la puerta tras nosotros y espere instrucciones. ¿Qué iba a pasar allí ahora? ¿Haríamos el amor, o mejor dicho, practicaríamos sexo? ¿Algo diferente?

-Se nota que eres nuevo, y presiento que no sabes ni siquiera por lo que has pagado, mas lejos de lo que se ve en el escenario, ¿me equivoco?. – me dijo ella.

-No se equivoca señorita, quede prendado del espectáculo pero desconozco lo que aquí sucede después cada noche con sus clientes. ¿Puedo llamarlo así? – conteste.

-Puedes llamarlo así, pero tutéame, por favor. Me llamo Elisabeth, pero si quieres puedes llamarme Ely.

Al mismo tiempo que me decía esto se dio la vuelta dándome la espalda para abrir un armario negro, forrado de terciopelo rojo y en cuyo interior pude ver iluminado por varios focos, un arsenal completo de instrumentos de castigo. Paletas de cuero, cinturones de diferentes grosores, reglas de madera, varas, correas, utensilios para amordazar a las personas, incluso hasta un juego de zapatillas de estar por casa.

-¿Sabes para quien se supone que es todo esto? – me dijo dándose la vuelta, haciéndose a un lado y mostrándomelo todo con un gesto de su mano.

-No, ¿para ti, quizás? – conteste pensando en lo de aquello de la segunda parte.

-No, cariño. Todo esto es para ti. Se supone que es ahora a mí a quien le toca disfrutar de tu trasero. Y se supone que vos has pagado para ello. Luego al final es cuando viene esa segunda parte por la que has pagado. – respondió ella riéndose ante mi ingenuidad.

-¿Entonces? – pregunte.

-Bueno, no eres al primero que le pasa, de forma que podemos pasar de esta parte si quieres, pero solo como algo excepcional, si repites en otra ocasión ya no será así, ¿entendido? Y supongo que de lo otro, si querrás, serias el primero que lo hace, ¿no? – afirmo al tiempo que se comenzaba a desabrochar la blusa blanca.

-No, quiero probar. – conteste sin darme cuenta ni siquiera del porque lo hice.

-¿Estas seguro? – me dijo deteniéndose en el ultimo botón de su blusa la cual se desabrocho para dejarme ver unos pechos grandes, firmes, con unos pezones sugerentes y unas aureolas sonrosadas que invitaban a ser devoradas.

-Sí. Ya que he llegado hasta aquí, quiero probar, aunque no se siquiera si me va a gustar.

-Bien. Como es la primera vez no seré muy severa contigo, y utilizare algo que sin duda ya habrás probado alguna vez, aunque haya sido de niño. Pues creo que a los de tu edad seguro que de pequeño les han castigado alguna vez con una de estas.

Ely se había dado media vuelta hacia el armario para asir en sus manos una de las zapatillas de estar por casa que allí esperaban para ser utilizadas una vez más, y ciertamente  tan parecidas a alguna que otra de mis recuerdos de niñez. Se giro hacia mi enseñándola e invitándome a hacerme a un lado para ella poder sentarse en la cama que había justo tras de mí.

-¿Cómo te llamas jovencito? – me pregunto pues hasta ese momento no me había ni siquiera presentado.

-Andrés. – conteste.

-Bien entonces Andrés, bájate los pantalones, y todo lo demás. Y ya sabes donde quiero ese culito. – replico ella en esta ocasión apuntado con el dedo índice de su mano izquierda su regazo.

Yo obedecí sin protestar, haciendo todo lo que se me había ordenado. Mis ojos iban desde el dedo índice de su mano izquierda que apuntaba hacia su regazo, hasta su mano derecha que sujetaba la zapatilla de estar por casa por el tacón de la misma. Luego la miraba a los ojos, y sus labios medio abiertos, medio sonrientes me insuflaron un aire de confianza para dejarme guiar por ella sin temor alguno.

Ubicado ya sobre su regazo, posicionado tal y como ella quería, sentí su mano acariciándome el trasero. Suave, a veces con las yemas de los dedos, otras con las uñas. Al cabo de unos segundos sentí el primer azote dado con su mano. Supe que era así por el picor del mismo, por el sonido, hacia mucho que no me pegaban pero lo supe. Su mano izquierda me asío con fuerza por la cadera, como yo antes hice con ella sobre el escenario, y mientras, su mano derecha se encargaba de mis nalgas. Primero la derecha, luego la izquierda, y así sucesivamente. A veces repetía un par de veces sobre la misma, mas arriba, mas abajo, luego volvía a cambiar, y mientras sentía que mi culo se iba calentando por momentos, también sentía que mi excitación volvía a subir de revoluciones por minutos.

Al cabo de un rato, gire la vista hacia la izquierda, y me di cuenta que el armario estaba cerrado, pudiendo ver una composición total de aquella escena. En el espejo del mismo me vi tumbado sobre el regazo de Ely, la vi con su blusa desabrochada, como sus pechos se movían al compas de su mano, que subía y bajaba para golpear una y otra vez mis desprotegidas nalgas. Mi pene estaba duro, y supe que sin duda ella debía de estar notándolo, por mucho cuero que llevara aquella minifalda que vestía.

-Te está gustando, ¿eh Andrés?. – me dijo en el himpas de tiempo que transcurrió desde que recibí el ultimo azote con su mano, hasta que estuvo nuevamente preparada ya con la zapatilla cogida, que había estado descansando a su lado sobre la cama hasta ese momento.

-Sí. – conteste con la voz entrecortada y agitada.

No me dijo nada más. Con la vista clavada en el espejo, vi como su mano derecha subía hasta el punto más alto con la zapatilla fuertemente cogida, y bajaba de golpe para dejarme la marca de la suela bien marcada sobre mi nalga derecha. Un quejido ahogado, al tiempo que repetía el mismo movimiento para esta vez impactar sobre mi nalga izquierda. Me cogí con fuerza a su tobillo con mi mano izquierda, pues la derecha la lleve sin querer hacia mis posaderas para protegérmelas. Me di cuenta que llevaba zapatos de tacón de aguja de color negros, ¿Por qué no me había fijado en ellos hasta ese momento? Luego sentí como su mano izquierda sujetaba la mía impidiéndome sofocar el ardor que mis nalgas comenzaban a sentir tras aquellos dos zapatillazos, sin duda muy bien dados. Me la llevo retorciéndomela hasta mi espalda al tiempo que me sugería.

-Oh no, jovencito. Nada de protegerse, o frotarse el culo. Ya tendrás tiempo luego si quieres para hacerlo.

Sus pechos bailaban de un lado a otro, sus pezones erizados como los de un erizo de mar, sus aureolas sonrosadas deseando ser engullidas, o acaso era yo el que deseaba eso, estrujarlos, saborearlos, chuparlos, lamerlos, y mientras una y otra vez su mano derecha ascendía y descendía para zurrarme como era debido en el culo. Babeaba, o acaso eran lágrimas derramadas que ya llegaban hasta las comisuras de mis labios. Me ardía el culo, quería que parara, y al mismo tiempo no. Quería seguir contemplando aquellos movimientos, sexys, contundentes, deseando cada vez más poder poseerla después. ¿Era aquello lo más parecido a una diosa del amor?

No podría decir el numero de zapatillazos que me lleve, pero sin duda alguna no fueron menos de cincuenta. Cuando se me permitió levantarme quede a unos pasos frente a ella acariciándome con ganas el trasero. Consolándomelo con unas ganas inusitadas. Lo tenía bien caliente, y cuando me lo mire en el espejo del armario que estaba tras de mí, lo vi tan rojo que jamás hubiera imaginado que pudiera haber alcanzado aquella tonalidad por muchos zapatillazos que me hubieran dado.

-Ven, acércate campeón. Te has portado, ¿eh? – me dijo Ely invitándome a que me acercara a ella con un gesto de su dedo índice.

Yo obedecí preguntándome si habría acabado aquella tortura, o no. ¿Tortura?. Quede a tan solo un paso de ella que sin levantarse de la cama me miro a los ojos desde abajo, tomando entre sus manos mi pene que estaba erecto, y más duro que nunca. No había reparado en mi erección hasta ese mismo momento, y como si tal cosa, ella bajo la mirada, lo observo y con una delicadeza sublime abrió su boca para comenzar a lamerlo primeramente con la lengua, y seguidamente engullirlo poco a poco hasta su totalidad. Tuve que concentrarme como nunca antes para no correrme allí mismo, y en menos de cinco segundos. Jamás antes ninguna mujer me había chupado la polla de esa manera, o quizás nunca hubiera estado tan excitado como en esta ocasión, y era por eso que todo era llevado a la millonésima potencia del placer.

Sentía su lengua jugando con mi pene dentro de su boca, notaba como su mano no dejaba de meneármela. Su mirada intercalada entre mi vientre y mis ojos, diciéndome claramente que antes era suyo, y ahora aun mas. Que ella mandaba, que ella era la jefa, e iba a hacer conmigo lo que quisiera. Me mordí los labios viendo como los suyos chupaban con fuerza mi capullo, como su lengua jugaba con mi glande.

Tras varios minutos de una prolongada y satisfactoria mamada, Ely se levanto girándome para lanzarme con un empujón sobre el colchón de la cama. Note como se descalzaba, me hipnotizo la manera en que se quitaba la falda, sus manos bajando la cremallera de la parte trasera de las misma, el movimiento acompasado de su cadera para dejarla caer hasta el suelo. Me deleite viendo su pubis totalmente depilado, al tiempo que se subía a la cama y avanzaba sobre ella de pie hasta situarse perpendicular a mi miembro. Me moje los labios al ver la forma de su vagina, como jugaba con ella con los dedos de su mano derecha, mientras se chupaba los de la izquierda como si tuviera nuevamente mi pene dentro de ella. Luego bajo lentamente hasta situarse justo ahí, encima de mi, cogiéndolo con ternura, con firmeza, guiándolo hasta la entrada de su sexo, con la mirada clavada en mi, sonriéndome, sintiendo todo mi fuego. Note como me abría paso entre sus piernas, como iba introduciéndome dentro de ella. Ahora también era ella la que se relamía los labios. Comenzó a bajar, a subir, con un ritmo cadencioso, lento. Luego fue cogiendo ritmo, moviendo su cabeza de atrás hacia adelante, su melena rubia volando en círculos sobre su cabeza. El ritmo aumentaba por momentos, mis manos afirmadas sobre sus caderas, sintiendo como iba a correrse de un momento a otro. Sus gemidos, altos, claros, estridentes me indicaron que ella estaba tan excitada como yo, comencé a apretar mi miembro hacia arriba, vi como su mirada se perdía en el infinito, estaba disfrutando como yo. La agarre con fuerza, daba igual si dejaba de cabalgar sobre mi, yo subía y bajaba desde abajo penetrándola con todas mis fuerzas. Amase sus pechos, los lamí, los mordí, los hice míos, deseando repetir aquello mil y una veces, deseando que no acabara. Pero no aguantaba más, no aguantaba mas ella tampoco, y al cabo de un rato nos dejamos ir, corriéndonos al mismo tiempo, sintiendo nuestros fujos entrechocar en el interior de su sexo. Hasta que ella se detuvo sobre mi, dejando que mis manos acariciaran aquellos pechos tan deseados, tan idolatrados desde el mismo momento que los vi.

-¡Dios, ¡ créetelo o no Andrés, pero hacía tiempo que no había disfrutado tanto como hoy lo he hecho. – me dijo Ely resoplando sin haber aun salido de ella, como queriendo conservarme ahí dentro, sintiéndome aun.

-Lo mismo digo Ely, aunque permíteme que no te crea diosa del amor.

Conteste sin dejar de jugar con mis manos, la izquierda sobre sus pechos, la derecha en su trasero, queriendo aprovechar cada segundo, porque sabía que aquello tocaba a su fin.

Pasados unos minutos de silencio, nos vestimos y me acompaño nuevamente hasta el local, donde ahora todo el mundo bailaba y bebía. De allí sujetos de la mano hasta la puerta, y allí una despedida con un beso en la mejilla. Luego se dio media vuelta y me dijo acompañado de un gesto de su mano, “hasta la próxima cariño”. Fue ahí cuando me di cuenta que ni siquiera la había besado en los labios, fue ahí cuando me di cuenta que si quería volver a tenerla tendría que comprar otro boleto, y con suerte que me tocara. Una probabilidad de quince a uno. Fue ahí cuando supe que para mi si había sido el mejor polvo de mi vida, pero para ella solo había sido uno más. La puerta del local se cerró y yo me perdí con una sonrisa y un recuerdo inolvidable por las calles de vuelta a casa.