Cliente feliz
Descubre cómo un cliente acaba convirtiéndose en mi amante 10.
Trabajar en turismo me está dando muchas alegrías, y muchas calenturas… sobre todo calenturas. Raro es el día que no tenga un servicio con algún comensal que me ponga la polla dura. Y en alguna ocasión, tengo premio!!! como es el caso que os voy a contar.
Servicio de mediodía, tranquilo, sin gran cantidad de trabajo, y aparece un chico, de unos 37 años, con barba (esta moda de ser hipster me pone muy cachondo), ojos expresivos, boca carnosa y dientes blancos, con su camiseta de pico enseñando pelo del pecho (buf, me vuelve muy loco) y pantalones de montaña ajustados, marcando entrepierna. Hoy será un servicio con vistas a tío bueno. Entra con la mujer y su bebé. Su cara me suena, es posible que haya estado antes por el restaurante
El servicio transcurre con normalidad, disfrutando de mis vistas, atendiéndoles con deleite, y para qué vamos a negarlo, echando miraditas y coqueteando un poco. No hay nada que hacer, pero tampoco hay nada que perder.
Cuando se van, ella sale con el cochecito y el bebé, y él baja al baño. Al subir, se acerca a la mesa y deja la propina. Nos despedimos, con normalidad y marcha. Esta tarde toca paja en su honor! Así que procuro hacer una foto mental de su cuerpo, e imaginar cómo es sin ropa (espera que no vaya a tener que bajar al baño antes para saciar mi vicio).
Voy a recoger la mesa y me encuentro que junto con la propina está la cuenta y en ella hay algo escrito:
“Yo también me he fijado en ti, me gustaría conocerte mejor: 6XXXXXX”
No me cabe la polla en el pantalón de la alegría y la excitación que me produce su nota. Tardo cero segundos en coger mi teléfono y enviarle un mensaje. Después de unos minutos interminables, su respuesta. Hemos de quedar, es la conclusión final, pero tiene que consultar con la mujer cuándo puede (tienen una relación abierta y tiene permiso para mantener relaciones con hombres, con una condición, siempre usar condón, así que genial!!).
Finalmente encontramos el momento de vernos. Hacemos un café, que se alarga a cerveza y picoteo de tarde. Estamos muy agusto, explicándonos de nuestra vida, del mundo, de la sociedad. Qué placer poder hablar de todo con alguien que además te está mirando fíjamente a los ojos y te está haciendo sentir bien. Es fundirte, derretirte, no querer regresar al exterior de ese momento. Pero la hora y las obligaciones nos hacen tener que explotar esta burbuja y salir. Despedida, dos besos, mirada fija, sin decirnos nada, y una atracción irresistible nos hace juntarnos de nuevo, sellar nuestros labios, abrir la boca y entrelazar nuestras lenguas en un beso de húmeda sensualidad. Soy tan fan de los morreos y de las lenguas que enseguida mi polla crece, y no debo de ser el único, porque nuestras pollas se encuentran. Nos separamos, nos miramos a los ojos y sabemos que hoy no podemos hacer más. Quedamos en seguir el contacto para vernos de nuevo.
A los pocos días volvemos a quedar, pero esta vez sabemos que no podemos fallar. No hemos perdido el contacto y cada vez nuestras conversaciones “online” son más profundas, más sentimentales, y ambos sentimos algo más que una atracción física por el otro. Esta vez hemos de follar, esta vez, follamos.
Tardamos poco rato en subir a mi casa con la excusa de tomarnos algo más íntimamente, pero nada más cruzar el umbral de la puerta nos lanzamos a comernos la boca sedientos de nuestros labios y lenguas, entrelazando cabezas, labios, combinados con algún mordisco que hace subir la temperatura del ambiente, mientras nuestras manos recorren nuestros cuerpos, descubriendo espalda, torso, pectorales, hombros, bajando a lumbares, sin olvidarnos de las nalgas. Podemos sentir claramente nuestras pollas duras rozándose desde el interior de nuestra ropa, una ropa que cada vez se hace más molesta, que nos priva del roce de nuestras pieles ardientes y deseosas de sensaciones.
Estoy cachondísimo, estamos cachondísimos, y me muero de ganas de verlo sin ropa, disfrutar de su cuerpo desnudo y de su ansia de sexo. Le quito la camiseta, jodeeeer, qué pecho, marcado sin estar musculado, con un color de piel moreno por el sol, y ese pelo que me entusiasma. Unos bíceps trabajados por la vida, unas manos delicadas que acarician hasta el alma. Consigo llegar a sus pantalones, desabrocho el cinturón y los botones, y los hago deslizar hasta sus tobillos; piernas peludas con músculo, y un bulto que me queda a la altura de los ojos, unos calzoncillos que a duras penas consiguen aguantar la tensión que hay en su interior. Me acerco suavemente, me llega ese olor a vida, a deseo, a sexo… beso su polla a través de la ropa interior y escucho el suspiro de su dueño. Más caliente no podemos estar. Le deslizo suavemente su slip apretado, cuesta por la presión que está haciendo su polla contra la tela, pero decido ayudarme con los dientes, apartando la goma y dejando espacio para bajarlos sin arrastar su duro miembro. Sale, y la polla me golpea la cara, exploto de vicio, la huelo, la veo por primera vez, me acaricia la cara a medida que voy deslizándome hacia abajo. No es una gran polla, pero es perfecta, me parece extraordinaria (el calentón es de órdago!). Una vez me deshago de toda su ropa, me pongo frente a tu polla, lo miro a los ojos, que los tiene abiertos mirándome con dulzura, y sin quitarle la mirada saco la lengua y la apoyo contra su prepucio caliente; cierra los ojos, levanta la cabeza hacia arriba y es la señal que necesito para abrir la boca y metérmela de golpe dentro. Saboreo su carne caliente, su piel suave, su sabor acre de estar cerrada, es gloria, es un lujo poderla disfrutar. La chupo con suavidad, quiero estar así por horas, por días, por meses… escucho su gemido, su respiración cortada, su placer supurando por todas partes. Me agarra de la cabeza para acompañar mis movimientos, seguimos, estoy tan caliente que quiero tener su leche en mi boca, así que decido que no quiero parar hasta que me lefe la boca. Sigo con suavidad pero persistente, sin manos, sólo labios y lengua. Aumento la velocidad, haciéndole saber que de esta boca no sale sin haberla llenado de leche. Incrementamos ritmo, aumentan sus gemidos, su intensidad, con las manos acompaña mis movimientos afirmando que ambos queremos lo mismo. Se pone más dura, se agita, crece su polla en mi boca y al fin descarga, 6 trallazos de semen bien caliente que llegan directos a mi garganta; qué vicio, qué gran sabor, qué regalo que me acaba de hacer. Trago sin pensármelo dos veces, me encargo de que su polla quede bien limpia y lista para descansar. Me pongo en pie, nos miramos a los ojos, nos fundimos en un beso de lengua y sabor a semen, nos separamos, nos volvemos a mirar y me siento el hombre más afortunado del mundo, y al parecer él también por su cara de satisfacción, su dulzura y su “al fin te encontré” que surge de sus labios. Me fundo, me derrito, me abrazo a él y nos vamos al sofá a continuar con nuestro encuentro; él sin ropa, y sin semen, yo hinchazo de satisfacción, lleno de ilusión y de semen. La tarde promete ser el principio de un gran inicio. Su barba frondosa promete ser nido de secretos, de vicio, de besos y de corridas.