Clavo que saca a otro clavo
Me acosté con un chico que apenas conocía en el asiento de un carro. Todo sucedió por olvidar a mi ex novio.
Esto pasó en el 2019 en Monterrey, Nuevo León. Me llamo Victoria. En ese entonces yo tenía 19 años. Estaba pasando por uno de los momentos más difíciles de mi corta vida: terminar con mi novio. El susodicho de nombre Alberto, me había terminado por una chica más joven que yo.
A todos les parecía extraño que yo siendo tan bonita, inteligente, estudiada y de buena familia, me terminara cambiando por una tipa fea, burra y sin cuerpo. En parte ella no tenía la culpa de lo zorro que era Alberto, siempre llamando la atención con su discurso barato. Bueno, la historia de mi aventura sexual, comienza con una fiesta. Yo estaba todavía muy triste y dolida por la traición de Alberto. Para distraerme, asistí a un grupo de apoyo a un político.
Lo primero que vi cuando entré a la sala, fue a un hombre alto, rubio, musculoso, y con una voz que me erizó la piel. Sin yo esperarlo, él me dió la bienvenida y acercó con el resto del grupo de jóvenes. Se llamaba Roberto. Él era el representante de aquel grupo. Tenía 24 en ese entonces, no mucho mayor que yo. Toda la junta, se me quedaba viendo muy extraño. Yo sentía las miradas acosadoras. A pesar de él ser un tipo serio, siempre se acercaba a mí. Todas las chicas estaban enamoradas de él. Dos chicas me odiaban por ser el centro de atención de Roberto. Un día, me invitó a una reunión de jóvenes. Yo pensando que era una reunión sana, acepte. Me puse una blusa de tirantes de rayas, un pantalón ajustado y alacié mi largo cabello cobrizo. Jamás en mi vida me había portado mal, hasta ese día.
Llegué a las 9:00 pm a la dichosa fiesta. Era en una quinta super metida y oscura. Había llegado muy temprano. Roberto inmediatamente se acercó a platicar conmigo.
En ese entonces yo era super seria, solo era aventada en momentos importantes. Todos los hombres y chicas, bebían como Kosakos en la fiesta, yo era la única sin tomar. Como Roberto veía que no tomaba, me invitó a la tienda por unos jugos. Voy a aclarar que siempre fue muy correcto conmigo, yo fui la que me le aventé. Ya en su camioneta, empezamos a platicar. Me hacía preguntas de la escuela y yo a él del trabajo, era ingeniero. Ya después de comprar las cosas, nos dirigíamos de nuevo a la fiesta. Yo sentí que, en el trayecto de regreso, el manejaba muy despacio. Roberto había puesto su cerveza en el porta vasos del vehículo. Yo por una patada que dí, le tiré la cerveza y paró para prender la luz y ver el desastre. Yo estaba super apenada, el solo se reía. En eso, yo me le quedo viendo, por un momento recordé a mi ex novio, que nada tenía que hacer al lado de este adonis. Fue cundo le solté la pregunta - ¿Roberto, puedo besarte?- él se sorprendió. No me contestó inmediatamente. Yo ya estaba roja como un tomate. él me contestó que sí. Me acerqué a él, solo rocé sus labios cuando él, bruscamente, acerca sus manos y me toma por las caderas, poniéndome en sus piernas. Mis nalgas topaban con el volante del carro. Nos miramos por unos segundos y comenzamos a besarnos como locos. No sé si fue el día o los dos estábamos muy prendidos. Él a mí me veía como una tierna chica, jamás se imaginó que llegaríamos a donde llegaríamos.
Roberto comenzó a tocar mis nalgas sin pedir permiso y yo lo acercaba cada vez más a mí. Podía sentir su sabor a alcohol y a su perfume caro. Le empecé a desabotonar su camisa blanca impecable, ya manchada por mi labial Cherry. Sentí su pecho en todo su esplendor. Yo ya toda lastimada por lo incómoda que estaba, le dije que me iba a sentar, a lo que él respondió -Vámonos a la parte de atrás-. Yo accedí. Un aparte de mí no quería, jamás había estado con otra persona que no fuera mi ex novio. El sexo con él era lo mismo siempre. Jamás había visto otro pene en mi vida, pero el de él se me hacía pequeño. Y estando atrás, me quitó el pantalón. Yo traía unos pantis rosas y bra rosa. Yo sola me quité la blusa. Me recostó sobre el sillón de la camioneta y me empezó a besar. Para esto él ya se había bajado los pantalones. Cuando yo me acuesto y el se posa sobre mí, sentía su grande paquete sobre mi entrada húmeda. Roberto me quitó el bra y me empezó a succionar mis pezones rosas, eso me había gritar de dolor y de gusto. Yo solo posaba mis manos sobre su rubio cabello y lo jalaba hacia mí. En un momento a otro, Roberto metió sus largos y gruesos dedos en mi interior, yo estaba mojadísima. él me dijo ¿Estás seguras de esto? Yo le respondí -Métemela que ya no aguanto, por favor-. Él cumplió mis deseos. Yo ya no recordaba en qué momento había bajado mi calzón y me había embestido de un golpe. Estábamos moviéndonos al ritmo de él. Yo me movía muchísimo. Me sentía llena. Tenía un pene enorme que me hacía gritar. Yo le pedía más. Sintiéndome poderosa, lo empujo con mis rodillas y lo siento.
Me subí arriba de él y lo comencé a cabalgar como diosa. El gritaba y me mordía la boca, tomaba mi trasero y lo apretaba. Me decía que era hermosa y le encantaba que mi pelo rozara sus rodillas. Yo escuchando sus halagos, hacía mi cabeza para atrás y rozaba mi pelo con sus piernas. Él ponía sus manos en mi cintura y me movía con fuerza, yo solo me dejaba llevar por el momento. Ya no supe de mí, me sentía drogada, extasiada y o había consumido más que unos halls y un jugo de mango. Cuando termino dentro de mí, me abrazó y recostó. Me ayudó a cambiarme y yo me peinaba un poco para que los demás no sospecharan. Regresamos a la fiesta y nadie había notado algo. Roberto había mentido y dijo a los demás que tuvo que ir a su casa por unas llaves y yo lo acompañé. Una hora más tarde, yo platicando con unas chicas sin gracia de la fiesta para no aburrirme, ¿Roberto se me acerca y me dice -Vamos a la tienda? - Yo sonriente, le dije que sí.
Desde ese día los encuentros aumentaron. Sabíamos que nuestra relación era exclusiva del área sexual.
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