Claudio y Aleksandr. La insurrección 04

Aleksandr castiga duro a Claudio, para que lo reconozca de una vez como su Amo. Final de la serie. Gay.

“Espero que hayas aprendido la lección”

le dijo Aleksandr a Claudio, que estaba medio desmayado sobre la mesa “A partir de ahora me tratarás de usted. Yo seré tu Amo y me obedecerás en todo lo que te ordene”

Pero a pesar de la terrible violación del que acababa de ser víctima, el joven patricio no iba a dar su brazo a torcer tan fácilmente “Que…. Te… Jodan….” Susurró casi sin fuerzas y sin aliento “Te mataré… Aleksandr…. Lo… Juro….”

Al oír esas palabras, el hombre de pelo castaño se sintió lleno de ira y rencor. Ni con el culo destrozado Claudio quería comerse su orgullo ¡¡Menudo gilipollas!! Pero él haría que el niño cambiara de opinión. Conseguiría que estuviera lamiéndole los pies antes de que amaneciera.

“Tú lo has querido”

le respondió Alek, y salió a paso rápido en dirección a la habitación del crío, de donde cogió la misma vara con la que Claudio había amenazado con sodomizarle. Le haría probar su propia medicina, y lo haría de manera tan humillante y drástica, que Claudio solo tendría dos opciones. Morir entre terribles dolores con su orgullo intacto, o seguir viviendo convertido en la puta de Aleksandr.

El germano volvió sobre sus pasos, pero en vez de entrar en la cocina, se dirigió al comedor. Allí observó detenidamente aquel objeto. Era un largo y grueso consolador de madera, aunque no tenía la típica forma de rabo. En uno de los lados, que era el más estrecho, pero aun así era más grande que su propia polla, tenía engastado un cilindro de metal lleno de pinchos. El pedazo de madera se iba ensanchando hacia el otro extremo, hasta llegar a tener el doble de anchura que la zona metálica. Aleksandr alzó la mirada y observó en el techo, para ver dónde había alguna viga que pudiera usar para sus propósitos. Cuando la encontró, se situó debajo de la misma y empezó a golpear las baldosas del suelo con la empuñadura de su espada. En seguida se rompieron por un lado. Quitó los trozos más grandes, y hizo un agujero en la tierra que había debajo con la punta de su espada.

Una vez tuvo todo preparado, entró en la cocina, donde Claudio todavía se encontraba medio inconsciente, gimoteando por el dolor. Alek golpeó fuerte la mesa con el extremo metálico de la maza, y el potente sonido hizo que el menor abriese los ojos de golpe. Al encontrarse con aquel objeto ante su cara se quedó pálido. No le hizo falta hacer preguntas para saber qué sucedería a continuación.

“Veamos cuanto tardas en suplicarme que, como tu Amo, tenga piedad de ti”

le dijo Aleksandr. Claudio no respondió nada, pero empezó a sentir un enorme pánico. ¡¡Ese bruto no podía atravesarle con aquello!! ¡¡Iba a matarlo!!

Sin perder más tiempo, el germano soltó las ataduras del joven patricio, y se lo llevó a rastras, cogido por el brazo, hacia el comedor, con la maza y la cuerda en la otra mano. A su alrededor, los que habían sido esclavos en aquella casa empezaban a poner orden, sacando fuera al patio los cadáveres de los guardias asesinados, y limpiando el estropicio dentro.

Al joven rubio no le quedaban fuerzas para debatirse, así que caminó como pudo siguiendo al bárbaro salvaje por la casa, hasta el comedor. Sentía el culo ardiéndole, los intestinos hinchados y doloridos, y un fuerte dolor en su ego herido. Pero su alma todavía no estaba vencida. Aún le quedaba un mínimo de dignidad, y no pensaba rendirse ante ese animal, aunque le fuera la vida en ello. La lástima para él era que Aleksandr no tenía pensado matarle, sino provocarle tantísimo dolor manteniéndolo vivo, que no le quedaría más remedio que rendirse por completo ante él.

“Este juego te va a encantar, zorra”

empezó a decirle el germano cuando llegaron a su destino “Tú ibas a sodomizarme con ese palo ¿No es verdad? Pues ahora comprobarás en tus propias carnes lo que querías hacerme sentir a mí”

Tal cual le dijo eso, tiró un extremo de la cuerda hacia el techo, pasándola por encima de la viga, y sujetando bien uno de los lados, ató las muñecas del menor juntas. Luego Alek metió de un fuerte golpe la vara dentro del agujero que antes había hecho en el suelo, y el palo quedó completamente en vertical, con el extremo metálico apuntando al techo.

“No funcionará… antes muerto que convertirme… en tu esclavo

” le dijo Claudio con su afónica voz, mientras observaba de reojo los movimientos del contrario.

Pero Aleksandr se rio de aquel comentario “¡Jajajaja! ¡Ya veremos si eres capaz de soportar más de un minuto este palo metido hasta el fondo de tu precioso culo de puta!” fue la respuesta que le dio.

Acto seguido, el germano se quitó el cinturón y se lo puso al que había sido su Amo en la cintura. De aquella manera tendría un punto de sujeción adicional con el que conseguiría llevar a cabo aquella tortura con la mayor precisión posible. El chiquillo de pelo rubio permanecía mudo y con el cuerpo tembloroso. Sus preciosos orbes color miel estaban perdidos en algún punto de la habitación.

“Ya está”

dictaminó el mayor “Podemos empezar” añadió luego, y utilizando ambas manos, tiró de la cuerda que había atado a las muñecas del niño.

La cuerda se tensó, pasando por la viga del techo, y Claudio notó como le obligaba a alzar sus manos por encima de su cabeza.

“Un poco más”

dijo Aleksandr a continuación, y volvió a tirar con fuerza de la cuerda, esta vez levantando al crío del suelo y dejándolo alzado “Perfecto” susurró al ver que el culo del chico quedaba situado justo encima del extremo metálico del consolador de madera.

Aquella situación duro apenas unos segundos, instantes durante los cuales el joven patricio tensó todos los músculos de su cuerpo y cerró los ojos, previniendo el fuerte dolor que le vendría encima. Pero nada podía prepararle para lo que sucedería a continuación.

Aleksandr mantuvo la cuerda tensa con una sola mano. El menor tenía un cuerpo muy pequeño y no pesaba demasiado, y el hombretón estaba muy acostumbrado a realizar duras tareas domésticas, además de ser un luchador consumado. Así que tener que soportar el liviano peso de Claudio con un solo brazo no le resultaba problemático. Con la mano que le quedaba libre agarró el cinturón y se ayudó con él para terminar de situar el cuerpecito del menor en el lugar correcto.

“¡¡AHORA!!”

gritó Aleksandr, al tiempo que soltaba de golpe la cuerda y guiaba con la mano en el cinto el cuerpo que caía a peso.

“¡¡NOOOOOOOOOOO!! ¡¡WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH!!”

gritó el menor, al sentir como aquel enorme cilindro metálico, frio y lleno de púas se le quedaba clavado justo en la entrada de su hasta hace poco virginal culo. La bola metálica era tan gorda que no había podido metérsela en la primera embestida, y se había quedado trabada, encajada de mala manera entre las nalgas del menor, dilatándole su estrecho esfínter.

Aleksandr dejó el cuerpo del crío colgando de la cuerda y caminó hasta situarse a la espalda del muchacho. Puso sus dos manos grandes, manos de hombre fornido, en los muslos de Claudio y empezó a acariciarle allí. Luego subió por sus costados

“Si quieres que termine con esta tortura ya sabes lo que quiero oír”

le dijo con tono amenazante con la boca pegada a su oído “Suplícale a tu Amo que te perdone la vida, y quizás me lo piense”

”¡¡NOOOOOO!! ¡¡WAAAAAAAAAAAAAH!! ¡¡QUITAMELOOOOOOO!! ¡¡ME DUELEEEEEEE!! ¡¡¡MALDITO BASTARDOOOOOOOOOOOOOOO!!!”

el pobre Claudio sentía un dolor tan intenso en su ano que pensaba que se moriría allí mismo.

El hombretón germánico disfrutaba sádicamente de los gritos y movimientos del chico, que en un vano intento de intentar sacarse aquel puntiagudo y gruesísimo objeto de la entrada de su culo, meneaba las piernas alzadas en el aire, casi como bailando.

“No lo dices bien, escoria. Si quieres que te lo quite tendrás que decir “Por favor, Amo Aleksandr, quíteme ese palo del culo”

el mayor utilizaba un tono burlesco con su enemigo, mientras se hinchaba de orgullo al ver a Claudio sufriendo tanto.

“¡¡NO LO HAREEEEEEEEEEEEEEEEEEE!! ¡¡¡JAMAAAAAAAAAAS!!!”

gritó de manera tozuda Claudio.

Eso fue más de lo que la escasa paciencia del germano podía soportar. Así que cogió a Claudio por las piernas, sujetándoselas bien abiertas, lo alzó un par de palmos, separándole momentáneamente del terrible instrumento de tortura sexual, y apenas el chico rubio había dado un suspiro por creer que había conseguido vencer aquella batalla de egos, que Aleksandr atacó de nuevo contra él, pero esta vez no se conformó con dejarle caer a peso sobre el cilindro metálico puntiagudo, sino que además él mismo tiró del cuerpo del patricio hacia abajo, obligándole con sus poderosos músculos a clavarse ese palo entero del todo dentro.

“¡¡¡WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH!!!”

gritó de manera terrible el menor, al sentirse empalado por aquel gigantesco cilindro de metal lleno de púas.

El esclavo de pelo castaño había atinado con tanta puntería, que el agujero posterior de Claudio golpeó con todo el peso de su propio cuerpo contra el extremo de la vara donde estaba el cilindro de hierro con púas. En condiciones normales habría resultado imposible que semejante artilugio le cupiera dentro, habría rebotado contra su estrecho culo provocándole un fuerte dolor y un hematoma, pero nada más. Pero Claudio había sido brutalmente violado por Aleksandr hacía escasos minutos. Su estrecho culo recién desvirgado estaba lubricado con la propia sangre del menor, Y se había dilatado lo suficiente como para que al sentir la presión de esa esfera de hierro terminara cediendo, dejando pasar al monstruoso garrote, ahora sí desgarrándole por completo sus paredes intestinales y provocándole un abundante sangrado en su recto.

“¡¡¡WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH!!! ¡¡¡¡NOOOOOOOOOO!!!!   ¡¡AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHGGGGGGGGGGG!!”

Claudio pensaba que iba a morir de verdad. Ahora sí que le había llegado la hora. El reguero de sangre que le corría por entre las piernas era impresionante.

Pero Aleksandr, como si le hubiese leído el pensamiento le dijo “No permitiré que mueras. Te empalaré con este maldito trasto hasta que me supliques por tu vida. Serás mi puta. ¡O te juro por todos los Dioses del Olimpo que te atravesaré entero con ese palo y haré que te salga por la puta boca!”

En cuanto el germano hubo proferido la última amenaza, tiró con todas sus ganas de la cuerda con la que sujetaba unidas las manos de Claudio y alzó su cuerpo de un solo tirón. El grueso cilindro metálico se salió del esfínter del menor con un chapoteo sangriento. Al patricio empezó a temblarle sin control todo el cuerpo. Gruesas lágrimas de dolor caían por sus níveas mejillas de púber. Sentía que le había sacado de sitio los hombros de la fuerte sacudida que acababa de darle. Pero nada superaba el intensísimo daño punzante y palpitante que le llegaba de su trasero. Su orgullo herido se tambaleaba.

“¡Sigo sin oírte suplicar, escoria!”

le gritó Aleksandr al menor.

Pero Claudio estaba como ido. Para su desgracia no se había llegado a desmayar, pero no podía más con su alma. Aquella terrible tortura era demasiado para él. No podía soportarla más. Aun así, un pequeño resquicio de orgullo permanecía intacto en su interior, y le impedía abrir la boca y llamar Amo a ese malnacido.

“¡¡Tú te lo has buscado!!”

bramó el semental de ojos color azabache, y volvió a dejar caer a peso el cuerpo maltrecho del que había sido su joven Amito.

“¡¡¡WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH!!!”

Claudio soltó de repente un aullido aterrador, al mismo tiempo que abría los ojos de par en par y notaba como su culo se partía en dos, con ese pedazo enorme de hierro puntiagudo abriéndose paso por sus entrañas. Y por fin se obró el milagro. Claudio se tragó el último pedazo de orgullo que le quedaba intacto, y susurró con la voz rota por la agonía

“Basta…. Haré lo que tú me ordenes… pero no me hagas más daño… por favor…”

Aleksandr sonrió con sadismo. Por fin había conseguido arrebatarle su orgullo a ese bastardo prepotente. Pero todavía no lo liberaría. Claudio tendría que demostrarle que hablaba en serio. Así que el hombretón germano se situó de nuevo delante del patricio y le dijo:

“¡Háblame de usted!”

y PLASSS le soltó un guantazo con la manaza abierta que le giró la cara.

El menor lamió la sangre que empezó a manar de su boca “Señor… por favor” suplicó en un susurro.

Aleksandr se divertía de lo lindo viendo como el chico no se atrevía ya ni a alzar su rostro para mirarle a la cara. Pero quería más.

“A partir de este momento pasas a ser mi esclavo. Dejas de tener nombre y pasado. Te usaré como a mí me plazca, y tú me lo agradecerás como la perra bastarda que eres. ¡¿Lo has entendido, basura?!”

Claudio empezó a llorar de nuevo. Le ardía el culo, donde todavía tenía insertado ese estúpido palo que él mismo había comprado para torturar a su esclavo, y con el que Aleksandr finalmente le había terminado torturando a él. Estaba derrotado y hundido en la miseria. Sólo deseaba que todo aquello terminara pronto, y haría lo que fuera por conseguirlo.

“Si, Amo, lo he entendido. Soy un perro. Basura. Gracias…”

consiguió balbucear.

“Vas a tener que convencerme, puta, porque no me creo ni una sola palabra”

fue la respuesta del mayor.

Acto seguido el hombretón de pelo castaño ató la cuerda con la que sujetaba unidas las manos del chico rubio, para que se quedara empalado en aquella vara con extremo metálico, sin moverse, y dejándose así él mismo las manos libres para actuar.  Entonces le quitó a Claudio el cinturón que le había puesto en la cadera y se lo cerró en torno al cuello, sujetando uno de los extremos con su mano. Usó la otra mano para dejar salir a la luz su monstruoso rabo.

“Chúpame la polla”

le ordenó Alek con tono imperativo, y mucho odio en su voz, al tiempo que empezaba a tirar del cinturón que le había puesto a Claudio en el cuello, obligándole a bajar la cabeza si no quería morir ahogado.

El joven patricio abrió sus labios, y a pesar del tremendísimo asco que le daba tener que meterse el rabo de otro hombre entre los labios, no lo pensó y lo hizo. Su boquita de niño era tan pequeña que apenas le cabía dentro poco más que el glande, que era grueso como una manzana. Pero Aleksandr no estaba satisfecho con aquello. Quería que Claudio se comportase como una verdadera puta. Así que tiró del cinturón y ahogó más al menor, dejándole sin aire.

“Quiero notar tu campanilla en la punta de mi polla ¡Abre más los labios! ¡Y usa la lengua para darme placer!”

le dijo el mayor, exigiéndole que le hiciera una gran mamada, más digna de una prostituta de lujo que de un patricio de catorce años de edad, que en su vida se había planteado que llegaría a tener la polla de uno de sus esclavos metidas hasta el puto esófago.

Claudio intentó complacer a Aleksandr abriendo todavía más los labios, pero sentía las comisuras de los mismos a punto de rajarse, era imposible que los abriese más. Él mismo empujó su cabeza hacia delante para procurar insertarse unos pocos centímetros más de aquel grueso pollón que le llenaba la boca, pero era del todo imposible. No cabía ni una pizca más de aquella dura y gruesa carne entre sus labios. Era físicamente imposible que el glande llegara a tocar fondo.

Aleksandr se cansó pronto de ver los vanos intentos del menor por intentar cumplir con sus órdenes, aunque le complació mucho que el crío por lo menos lo pretendiera con todas sus fuerzas. Entonces le dijo, con voz muy alta:

“¡Yo te enseñaré como debes chuparle la polla a tu Amo!”

Y tal cual hubo dicho esto, el mayor empezó a bombear salvajemente, follándose sin piedad la estrecha y pequeña boquita de Claudio. El menor sentía que se moría. Con cada golpe de cadera que Aleksandr daba contra su cara, por la brutalidad del golpe su cuerpo se veía impulsado hacia atrás y hacia abajo, y su ano se desgarraba un poco más, cediendo ante el avance lento pero inexorable de la terrible estaca que tenía empalada en el ano, y que se ensanchaba a cada centímetro que se adentraba en su trasero. Además de eso, los hombros le habían quedado en una postura muy forzada, y le dolían con el balanceo. Su cuello estaba siendo estrangulado por el cinto. Y ahora además tenía que soportar la violenta follada que Aleksandr le daba a su boca. Los enormes y peludos huevos del germano rebotaban contra la parte baja de su barbilla. Le ardían los labios de la feroz fricción contra la piel del contrario. El menor había creído de verdad que era absurdo pensar que el enorme pollón de Alek llegara a meterse más adentro de su boca, pero sí que lo hizo. Vaya si lo hizo. Tras unos larguísimos minutos de crueles embestidas, el glande del tamaño de una manzana golpeaba sistemáticamente el fondo de la garganta de Claudio, más allá de su campanilla. Desde fuera se le veía el inicio del cuello completamente deformado, como cuando una serpiente se traga entera una presa más grande que ella. Ahora el chico tenía en su tráquea un pollón más grueso que su pierna, frotándose de manera constante. El placer que estaba recibiendo Aleksandr en ese momento, sintiendo la tráquea del menor presionándole la polla de aquella manera era indescriptible. Casi tan bueno como había sido romperle el culo. Por ese motivo el mayor no aguantó demasiado tiempo, y terminó llenándole la garganta, el estómago, y la boca con una espesa y cálida corrida que parecía no terminar nunca. Litros de amarga lechada llenaban al joven rubio por dentro, en tanta cantidad que cuando Alek al fin decidió desincrustar su poderosa polla del cuello del chico, éste terminó vomitando al suelo una buena cantidad de la corrida de su Amo.

En ese momento Claudio se desmayó. Había llegado al límite de su resistencia, física y mental.

A la mañana siguiente Claudio despertó de golpe de un sueño que luego no recordaría, pero que sabía que había sido una pesadilla. Aunque el verdadero mal sueño estaba por caerle encima. El menor se dio cuenta que estaba tumbado en el duro suelo, de lado. Sin manta ni nada que le cubriese su cuerpo, completamente desnudo. Le dolía a rabiar el culo, además del resto de su cuerpo, que estaba lleno de moratones y cardenales. La comisura de la boca le daba pinchazos. Estaba exhausto. Alguien había limpiado sus heridas. No era que Aleksandr se preocupase por él, lo justo para no desear que pillara una infección antes de poder disfrutar de su nueva puta esclava mucho más tiempo. Evidentemente Claudio había quedado manchado de sangre, sudor, lágrimas, excrementos y esperma, y Alek no pensaba acercarse a él hasta que estuviera limpio, y digno para su nuevo Amo.

A penas Claudio acababa de abrir sus ojos, cuando notó un fuerte tirón en el cuello. Mientras había permanecido desmayado alguien le había puesto un pesado collar de hierro, unido a una cadena, que sostenía su Amo entre las manos. Al ver a Aleksandr tumbado en la que hasta ese día había sido su cama, completamente desnudo, con esa tremenda erección en su polla de caballo, Claudio supo en seguida qué debía hacer. Se sentó de rodillas en el suelo, y acercó su rostro al rabo del mayor.

“Amo, permítame darle placer con mi sucia boca”

le suplicó Claudio a Aleksandr, y el mayor pudo comprobar, con mucho placer, que ya no quedaba nada de su orgullo de niño rico patricio. Así que le respondió, sonriendo y muy complacido:

“Hazlo, puta. Pero acércate más, que quiero ver cómo te ha quedado el culo”

Aleksandr pensaba violar a Claudio por su boca y por su culo cada mañana, cada mediodía, cada tarde, cada noche y cada momento en que consiguiera mantener su polla hinchada y dura. Le llenaría el cuerpo de tanto esperma que terminaría alimentándose solo con eso. Convertiría a Claudio en un ser sin alma ni personalidad, un mero juguete sexual con el que divertirse, y del que deshacerse cuando le viniera en gana.

Tenéis mis relatos censurado, la serie de Ricky el perro callejero, y otras series y relatos BDSM, no consentido, gay, herero, en mi Blog:

http://relatosdeladoncellaaudaz.blogspot.com.es/

La Doncella Audaz