Claudia,El despertar de la zorra que llevo dentro.
Relato con categorías de consentido, dominación, transexualidad y Amor filial. En aquella felación se cortó en trozos la poca confianza que me quedaba por el sexo masculino, más bien dicho desapareció la poca rebeldía que pudiera quedarme como persona, entendí que todos me usarían sin más, era un h
Desperté de un profundo sueño a causa de las continuas voces que escuchaba a mi alrededor, no recordaba donde estaba, me invadía la sensación que algo había cambiado. Sentí mis labios dormidos, presión en mi pecho y ardor en mis intimidades, intenté incorporarme, pero no pude.
Todavía no había reparado en el hombre que estaba sentado en la butaca, me miraba con una sonrisa en los labios. Era mi Papá!, qué hacía allá?
- Preciosa no te levantes, todavía estás dormida –Dijo mi papá-
Giré la cabeza al escuchar otra voz al otro lado de la cama.
- Mejor que dejes que se incorpore. –dijo esta voz a mi padre-.
Era mi abusador!, el responsable de todas mis vejaciones, el respeto impregnado de pánico hacia este hombre y la incertidumbre por las sugerencias contrapuestas me dejaron vacilante.
- No te asustes... – continuó diciendo- hoy no hay nada que temer.
Hablaba con seguridad, ayudaba su estropeado, pero hombruno aspecto, alto, corpulento, más bien obeso, su redonda papada le cubría su arrugado cuello, su mirada cansada de ojos caídos desprendía seguridad y respeto.
- Venga amor, obedece a tu profesor. – dijo mi padre al escuchar su sugerencia-
Mi padre era unos quince años más joven que mi abusador, siempre había tenido mucho respecto a la gente con estudios, era el director de mi instituto y a la vez un prestigioso psiquiatra, pero, aun así, no conseguía comprender esta rotunda obediencia.
Una vez estuve de pie, vi mi cuerpo recubierto de vendas.
En estos momentos llegó otro señor, era el médico amigo de mi señor, llevaba una bata blanca con camisa verde y corbata marrón a juego con sus pantalones. Este comentó:
- Buenos días, Clàudia, cierra los ojos que vamos a quitarte las vendas y te mostraremos a estos señores.
Yo obedecí, con los ojos cerrados, noté que la venda se desprendía de mi cuerpo, supe que el doctor acababa cuando noté el aire contra mi piel, en este momento, un silencio se instauro durante unos segundos.
Doctor, buen trabajo! Las semanas de espera han merecido la pena, al final será verdad que la perrita será digna de mi uso!
Venga, ya puedes abrir los ojos – dijo mi señor- En este instante vi a mi papá mirándome tímidamente por el rabillo del ojo.
Lo conocía bien y supe que estaba ruborizado, supuse que era por mi desnudez lo cual hizo que yo también me ruborizara. Este me acercó un espejo que había al final de esta habitación.
Al verme, descubrí que mi cuerpo había cambiado, mis ojos parecían más grandes, como si ya estuvieran maquillados con unas enormes pestañas, con los labios más carnosos y quedando un poco entreabiertos, de cintura más delgada que se ajustaba armónicamente con mis caderas.
Mis pechos eran grandes, tenía buen ojo para las medidas y deduje que rondaban los 100 cm, sin embargo, se percibían naturales, tal como todos los expertos dicen que se define un buen pecho: ligeramente cóncavo por el polo superior, firmemente redondo en el polo inferior y los pezones erectos apuntando hacia el frente.
Todo esto acompañado de mi larga cabellera y unas contorneadas piernas que al moverse dibujaban un sensual e innato movimiento de mi trasero.
No tardé mucho más a darme cuenta de por qué quemaban mis intimidades, estas también estaban operadas! Recordé las palabras que había sentido decir al doctor hacia mi señor: "Moldeare una vagina a las medidas de tu pene, de este modo marcarás por siempre a la putilla".
- Estás contenta zorra? - dijo mi Señor-
Asustada contesté que sí, era la verdad, estaba muy contenta, no podía evitarlo.
- Pues no tendrías que estarlo, no te he convertido en un zorron porque tú estés contenta, sino porque lo esté yo. - Por qué supongo que no creerás que ya eres digna de la mía use y disfrute verdad?
No señor, supongo que no lo creo señor. Contesté tal como creía que tenía que hacerlo.
- Bien, pero a qué esperas, eres tan limitada que ya no puedes recordar el que tenías que hacer en mi presencia?
Contesté con otro perdón mientras ya me arrodillaba ante él, era incapaz de desobedecer. En parte era verdad que me había adiestrado, pero quería creer que lo hacía únicamente por miedo.
Observé como su descomunal virilidad crecía bajo sus pantalones, esto una vez más me descolocó porque me sentí bien al provocarle tal reacción. Sin embargo, no podía creer que me hiciera esto ante mi propio padre y menos aunque este lo permitiera, creía que en cualquier momento este se enfrentaría al hombre que usaba a su hija, pensé que quizás esto sería el detonante porque mi papá reaccionara.
Pero no, no fue así, segundos después escuché la conversación más perturbadora que una hija puede sentir de su propio padre con el hombre que creía ser mi AMO.
Señor, soy consciente que ahora mi hija es suya, me pagó bien porque así sea. Pero como entenderá no querría ver este espectáculo, sé que siempre ha sido una niña malcriada, pero es mi hija. - Dijo mi papá hacia mi Amo con lágrimas en los ojos-
Perdone señor Morrus, tendría que haberle avisado que no pretendía usarla en su presencia, solo le recordaba sus obligaciones. A sabiendas de la estima que un padre puede tener hacia su hija, les dejo unos minutos y así puede despedirse de ella.
Esto me dejó perpleja, fue tal la impresión al escuchar estas palabras que me desmayé en el suelo. El siguiente que recuerdo era la voz de mi padre.
- Claudia, levanta, te desmayaste, te he dejado ropa para que te vistas!
Todavía estaba en la cama del hospital, miré la ropa y vi que era mía, mi padre me lo había llevado de casa, era ropa decente, esto me tranquilizó, estaba harta de vestir como una puta. Este se quedó sentado sin mirar y repitió:
- Venga cariño, vístete! tenemos que hablar.
Cogí la ropa, para vestirme y así hablar con él, me puse las braguitas blancas sin costuras y encima la falda a media rodilla, sin embargo, el sujetador que me llevó ya no era a mi medida, por lo cual tuve que ponerme la camiseta de tirantes sin ellos, dejando ver un prominente escote y mis pezones marcándose en ella.
Finalmente me calcé las deportivas y me dirigí a mi papá:
- Papa, sácame de aquí, el profesor es un monstruo, me ha ....
No dejó que acabara:
Claudia, no quiero saber nada más! TÚ no quisiste estudiar, preferías flirtear con los niños de la clase como una barriobajera, yo ya no puedo mantenerte y él se ha ofrecido a cargar con tus gastos. Te crees que yo podría pagar estas operaciones?
Pero es que... respondí enfurruñada.
Te he dicho que no rechistes , ahora ya te han hecho una mujer y tienes que comportarte como tal.
Me acarició la cabeza delicadamente mientras miraba tímidamente mi escote, volvía a estar ruborizado y con la respiración entrecortada, yo lo miraba sin entender que le pasaba. En este momento volvió mi profesor.
Señor Morros, le gusta lo que ve verdad? Mi padre respondió con un gesto afirmativo que me congeló el alma.
Bien, no se sienta mal, lo hemos modelado justamente porque levante las pollas de cualquier macho, venga va, no se resista y úsela, le doy mi permiso!
NO, pero... Cómo puede, es mi hija!
Recuerde señor Morros, no es su hija, es mi perra, y sabe muy bien que lo desea. Mírela bien, y dase cuenta que ya no es su hija sino una hembra de nivel que nunca jamás tendrá otra oportunidad de usar.
Yo estaba paralizada sintiendo esta impactante conversación mientras mi padre todavía continuaba acariciándome, miré dulcemente a mi papa con la esperanza que me protegiera de este mal nacido profesor. Este me respondió apartando la mirada mientras lentamente presionaba mi cabeza en dirección a su entrepierna.
- Noooo, por favor. Noooo No me hagas hacer esto, papá.
– Supliqué cerca del llanto.
- A tú que te ha permitido hablar? ¡Te ordeno que satisfagas a tu padre! ¿Qué es el que no entiendes? ¿Quieres que te lo haga entender como otras veces mocosa estúpida? ¿Eh? Quieres que te violen cinco drogadictos y utilicen como W.C. otra vez?
– Mi Amo gritaba ofuscado, situando las manos por la hebilla del cinturón como signo de amenaza.
No pude remediarlo y estallé en llanto, incluso sabiendo que podrá ser castigada, sin pensar quise escapar apartando mi cabeza de la mano de mi papá, pero mi amo se acercó y estiró mis cabellos acercando mi rostro bruscamente a pocos centímetros de la ya abultada entrepierna de mi papá.
- Venga cómete su polla perra! – Ordenó Mi Amo.
Incapaz de contravenir y con los ojos cerrados por las lágrimas empecé con las dos manos nerviosas a desabrochar sus pantalones. Estos se deslizaron hasta sus tobillos donde vi su hinchado miembro a escasos centímetros de mis labios, los labios de su propia hija.
Bajé lentamente la ropa interior de mi papá, el elástico de sus calzoncillos fue descendiendo dejando ver su endurecido pene hasta que este se escapó golpeando contra mi mejilla. Vi una abundante mata de bello y sus peludos testículos, mi Amo que todavía me cogía del pelo, retiro mi cabeza unos centímetros atrás, donde pude ver el levantado pene de mi papá, nunca lo había visto, era muy grande de los más grandes después del de mi Amo.
- Señor, esto no, no está bien, déjala, no creo que... Dijo mi papá a mi señor, segundos antes de que me ordenara abrir la boca y presionara suavemente mi cabeza contra su virilidad. Sin más mis labios tropezaron contra su rosado glande, mientras se abrían e irremediablemente empezaban a tragar el caliente y rígido trozo de carne de mi papá.
Este suspiro con un gemido de placer.
Y ya sin más remedio, mis labios se abrieron sobre la suave y arrugada piel, mi lengua envolvió el rosado y achaparrado glande de mi papá, mi boca fue deslizándose a lo largo y ancho de su herramienta mientras notaba el olor de su hombría.
En aquella felación se cortó en trozos la poca confianza que me quedaba por el sexo masculino, más bien dicho desapareció la poca rebeldía que pudiera quedarme como persona, entendí que todos me usarían sin más, era un hecho, mi Amo tenía razón, solo era una perra que había nacido para ser usada, no podría hacer nada más que contentar a mi Amo y todos los machos que él me ordenara, mi papá era la prueba que esto siempre seria así.
Así pues, dejé de pensar en mí y acepté mi realidad, miré a mi papá en los ojos sin apartar su miembro de mis labios, esto le provocó un profundo suspiro que denotaba excitación y a la vez cierta exculpación por el que me hacía.
Empecé a mirarlo, mientras me introduje suavemente todo su miembro hasta que sus testículos presionaron contra mi barbilla para volver a retroceder suavemente en su humedecido glande, su falo se endureció todavía más notando como sus venas se hinchaban, pareciera que iban a reventar.
En pocos segundos, mi papá no pudo más y rápidamente empezaron las descargas de su semen inundando toda mi boca. No daba abastecimiento para tanto esperma, pero recordé que mi Amo no quería que dejara escapar ninguna gota por las comisuras de mis labios, así que trabajé concienzudamente porque no se escurriera este líquido espeso y caliente por ningún lado que no fuera dentro de mi garganta.
No dejé de succionar y limpiar su glande hasta que percibí que mi papá ya no tenía nada más que darme.
- Claudia, ya está... puedes apartarte- murmuro mi padre con la voz avergonzada y agotado de tanta excitación.
No obstante yo mantuve su polla en mi boca hasta que no escuché al Amo, era a él al cual tenía que obedecer en todo momento.
- Bien perra, muy bien, a
unque al principio has rechistado, al final te has comportado
más o menos como es debido, puedes retirarte. Dijo mi amo positivamente hacia mi persona.
No pude evitar que estas palabras me enorgullecieran. Era humillante, sí, pero mi cerebro solo respondió así, sin más. En este preciso instando sacaron el miembro de mi garganta y me quedé quieta mirando hacia el suelo tal como me había enseñado.
Mi padre rápidamente se puso los pantalones y se fue de la habitación con un simple adiós hacia mi persona.
Escuché mi Amo como le decía que le acompañara hacia la puerta mientras me cerraba con llave dentro de la habitación.
Yo me quedé allí quieta en el suelo, arrodillada, y es cuando me di cuenta que las braguitas blancas de algodón estaban completamente mojadas, en algún momento mientras tenía en la boca el pene de mi propio padre me había corrido, me sentía sucia, como el que irremediablemente era, una perra!
Mi amo tenía razón! Era ridiculo luchar contra el que yo era, Estaba deslumbrada por su felicitación y contenta por haber entendido el sentido de mi propia existencia, en este momento pensé ilusionada, que quizás al menos la próxima vez si me seguía portando bien, ya me habría ganado el ser digna de su uso y disfrute.