Claudia, mi primera ama - 3

Claudia va mas allá, prueba a travestir a su esclavo y a ir de compras por un centro comercial alejado de su ciudad. Esta es la primera parte de un día largo e intenso que solo irá a más a cada momento.

Mientras rebuscaba en las bolsas me miré en el gran espejo de cuerpo entero que había en la habitación. Yo no era tan alto como ella, y creo que nunca lo sería. Su metro ochenta era inalcanzable para mí, me había quedado en el metro y setenta y cuatro y ya había dado el estirón, con lo cual crecer mas a lo alto era un sueño irreal. Mi físico tampoco era nada del otro mundo, ya que era bastante delgado. Digamos que no tenía una constitución fuerte, era delgado, pálido, sin ningún pelo en el cuerpo, sólo en el pubis y en la cabeza, con mi pelo negro destacando con el blanco de mi piel. No es que me quemara, pero mi piel se negaba a coger color después del verano.

De lo que sí sentía orgullo era de mis manos, finas y largas y sobre todo, de mi polla. Tenía sus buenos 20 centímetros en erección, y suponía que ahí se quedaría. Tampoco quería más, ya que según busqué en internet y lo que me decían mis amigos era un pollón. De hecho tenía un amigo que tenía veinticinco centímetros y decía que era tan gruesa como mi brazo. Decía que a su novia le dolía y que tenía que tener siempre mucho cuidado porque literalmente, parecía que la empalaba, mientras gritaba como una condenada, muchas veces mi amigo confundía sus gritos de corrida con los de dolor y decía que al darle mas fuerte, ella le dolía de verdad y tenían que parar, bajándole el calentón al momento. Le cabía hasta la mitad o algo más, pero el ancho era el principal obstaculo.

  • No quieres tener una polla como la mía, mataría por una como la tuya - . Sus palabras aún resonaban en mi cabeza. Me encantaba escuchar sus charlas sobre sexo, ya que era lo más cercano que tendría a aprender de primera mano. Y ahora, esa polla que veía reflejada y que estaba en reposo aunque dando unos primeros coletazos de erección, era de Claudia.

  • Vamos, ponte bien derecho mirando al espejo y cierra los ojos - Me ordenó. Hice lo que me decía. No sabía que esperarme, hasta que noté el tacto en mi cintura de algo de tela. Notaba que me había puesto algo de ropa, que me envolvía los muslos y el culo, pero no era un pantalón. Noté que una cremallera se cerraba en mi cadera derecha. Sin poder evitarlo, toqué la prenda que me llegaba por encima de las rodillas.

  • Eh! Pero si es una falda!

  • Exacto, te voy a vestir de chica y no se hable más. - Me tapó con firmeza la boca ahogando mis quejas. - Puedes abrir los ojos. - Esto último me lo había susurrado, pegando su mejilla izquierda contra mi mejilla derecha. Me ví, con la falda puesta, de cuadros negros, blancos y rojos, plisada, como de uniforme de colegiala, que me envolvía llegándome hasta a cinco centímetros de las rodillas. Su mano dejó de taparme la boca y con ambas manos bajó por mi pecho, quedándose su mano izquierda en mi pecho y la derecha que seguía bajando hasta llegar al borde de la falda.

La subió lentamente, colándose bajo ella, hasta llegar a mis huevos.

  • Cierra los ojos. - Los cerré y me dejé hacer. La falda era cómoda y caliente, así como sus manos. La mano bajo la falda empezó a masajearme los huevos con gentileza, de una forma suave. Notaba cada caricia en mi escroto. Recorría con su mano desde mi perineo hasta la base de mi pene, pero no lo tocaba. Con la otra mano me pellizcaba ligeramente un pezón. Empezó a besarme el cuello mientras me susurraba.

  • Quiero que esta tarde nos vayamos de compras a dos sitios. Uno va a ser un centro comecial. - Abrí los ojos de la sorpresa. No podía ser que me obligase a ir así con falda de colegiala por un centro comercial, en público! - Ssshhh... - Cierra los ojos de nuevo. - Lo hice. Las yemas de sus dedos me acariciaban la polla, rozándola, desde la base hasta la punta, iban y venían... - No te preocupes, no va a ser el centro comercial de siempre. Vamos a ir a uno al que nunca fuimos, a media hora en metro y allí, en uno de los baños o en algún probador de ropa, te cambiarás para mí. Para el resto del mundo seremos dos chicas más del montón, haremos lo que yo quiera durante toda la tarde y no nos reconocerán.

  • Luego, compraremos lo que tengo pensado y volveremos al anochecer. - Me soltó la polla y me agarró los huevos con algo de firmeza. - Papá y Mamá han llamado mientras dormías. Dijeron que llegarán hoy, pero de madrugada, sobre las dos. Les dije que esperariamos despiertos. Creo que tendremos bastante tiempo entre que llegamos del outlet, cenamos y que lleguen ellos. - Me acarició el pecho pasando por los pezones mientras me lamía el lóbulo de mi oreja izquierda. - Lo vamos a pasar muy bien hasta que lleguen, ya lo verás. Relájate y hazme caso en todo. Ahora toma, ponte esto.

Me soltó y me giré. Me tendía una camisa blanca que me puse y abroché todos los botones. Realmente me quedaba muy bien, menos por la falda que me hacía sentir ridículo y perturbado de una forma extraña. Claudia sonrió, seguro que pensaba que había calculado perfectamente mi talla. Soy delgado y pálido, lo que contribuye a que tenga una figura algo femenina. Debo decir que realmente daba el pego, sin ningún pelo en las piernas ni en pecho ni brazos ni espalda, con la camisa blanca y la falda plisada. Claudia debió estar encantada porque se giró y me pasó algo más.

  • Ponte esto, venga! - La veía ilusionada de verdad, sus pechos firmes, su cuerpo pálido y perfecto hacían que me hipnotizase. Tenía una buena erección que se notaba en la falda, con mi pollón apuntando hacia adelante y desafiando a la tela. Lo que me había pasado eran unas gafas de sol bastante grandes y una boina estilo chica francesa. Me lo puse todo.

  • ES PERFECTO! - Claudia daba saltitos de alegría mientras aplaudía. Las tetas le botaban unos centímetros, tal era su firmeza. Mi erección no podía ocultarse y Claudia se fijó en el gran bulto que se marcaba bajo la falda, casi como una tienda de campaña. Me miró al bulto y luego con ojos socarrones clavó su mirada en la mía, oculta por las gafas de sol. - En serio? Te has empalmado como un burro por vestirte de chica?! Joder, esto es mucho mejor de lo que esperaba...

  • Eh, y mis gafas, que haré con ellas?

  • Vamos, ves bastante bien de lejos, para ir por donde vamos a ir no te harán falta. Y cállate.

Se volvió, sin perderme de vista, gateando por encima de la cama hasta llegar al cabezal, un precioso cabezal carmesí acolchado. Se apoyó en el, con las piernas abiertas. Su coño rosadito estaba casi cerrado, pero se adivinaba algo de brillo del flujo.

-Ven, gatea hasta mi coño y empieza a lamérmelo. Usa mucha saliva. - Hice lo que me pedía. Gateé por la cama con toda la ropa de chica puesta, con la boina francesa y las gafas de sol. Mi polla estaba empalmadísima, esperando ser exprimida, pero sabía que si estiraba una mano hacia ella, Claudia me pararía. Me acerqué hasta que toqué con mi nariz su coñito. Olía suave y tierno. Me puse a lamerlo lentamente, sin manos, separando sus labios mayores con mi lengua, sintiendo cómo el flujo lo humedecía todo junto a mi saliva. - Busca la entrada de mi coño... - Claudia tenía los ojos cerrados. Con una mano, se masajeaba lentamente el clítoris, mientras que la otra buscaba algo en su mesita de noche, que le quedaba a mano. - ... y lámela con la lengua. - Eso hice. Su agujero, que estaba algo abierto, empezó a dilatar más y más. Notaba que llegaba a un punto en el que se dilataba y contraía, quizá anhelando que lo taladrase una buena polla. Pero algo me decía que esa no era la intención de mi ama. Jamás me había dicho que me la follara. Yo estaba deseándolo con todas mis fuerzas, tanto que líquido preseminal mojaba mi capullo.

Al fin encontró lo que quería. Con una mano, dejó su clitoris y me indicó que parase y me apartase. Con la otra, ví que había cogido una bola, del tamaño de una pelota de tenis o quizá algo más grande, aunque no era una bola totalmente, era como una pelota de rugbi, achatada por los extremos. Era roja metalizada, y tenía como una cuerdecita de plástico amarrada a ella en el extremo inferior.

Claudia se tumbó en cama más, abriendo las piernas como para una inspección genecológica. Se puso un extremo de lo que entendí que era algo entremedias de un consolador y una bola china grande en el agujero dilatado de su coñito. Me miró y mordiéndose el labio inferior se la fue insertando con algo de trabajo hasta que entró lo más ancho. Luego fue fácil, el coño entero envolvió la bola sin piedad y solo se vería asomar la cuerdecita de goma con una arandelita para meter un dedo y tirar.

Cerró las piernas con un suspiro de alivio y placer. Con la misma mano, hurgó de nuevo en su mesilla de noche y sacó un mandito con tres botones. Le dió al del medio. No se vió que cambiase nada. Yo estaba a cuatro patas empalmadísimo esperando algo... De repente Claudia cambió de postura, gateó hacia mí y me susurró al oido:

  • A que no se oye nada la vibración? - Era el mando para controlar la vibración! Encendido, apagado, aumentar o disminuir! - Está en la primera velocidad, pero esta preciosidad no se oye ni en la cuarta. En la quinta si se está en silencio se puede oír, pero vale la pena sin duda. - Lamió mi lóbulo, me dió un beso rápido y con una agilidad felina, apagó el mando y se puso de pie.

  • Desvistete, que así no puede salir a la calle aquí. Yo te llevo la ropa en una bolsa. Ponte algo cómodo y sin ropa interior, quiero poder tocarte donde yo quiera y cuando yo quiera sin molestias. - Me puse de pie, quitándome la falda y la camisa, así como la boina y las gafas de sol. Tenía una erección de caballo. - Venga, quitate también el collar. - Ya me había olvidado de que tenía el collar puesto, en la calle había visto góticos con cosas parecidas, pero si me veían así los vecinos y conocidos dirían, que coño le ha pasado a este chaval. Me lo quité y se lo di. Desnudo y empalmado, me dirigía hacia la puerta.

  • Espera. - Me giré, Claudia estaba genial, ruborizada con restos de mi lamida y con la cuerdecita entre sus piernas. Solo yo sabría lo que llevaba mientras ibamos por la calle y de compras. - Has sido muy bueno, has hecho todo lo que dije y estás empalmado como un burro, sin embargo no has pedido que te hiciese nada. Así es como te quiero, mi esclavo. - Se acercó a mí. Tocó mis huevos y empezó a pajearme lentamente - Ahora no tenemos tiempo, pero te prometo que tendrás un premio. Y como primer premio adicional, te dejaré elegir el color de mi ropa interior. A ver, que va a ser, rojo o negro? - Me miró mientras me pajeaba con delicadeza.

  • Blanco. - Le devolví la mirado seguro de sí mismo. Nos miramos. Aquella no era una mirada de esclavo y ama, fue una mirada de iguales. - El conjunto blanco que tienes.

  • Como sab...

  • Lo sé desde la primera vez que lo ví secando al sol en tu ventana junto con el resto de tu colada. Desde entonces te soñé con ese conjunto muchas noches. - Su mirada dudó, ahora era yo el que manejaba la situación.

  • Te pajeabas pensando en mí con ese conjunto? - Recobró la fuerza en su mirada y paró de pajearme para apretarme mi polla hinchada.

  • Sí. - Fui sincero. Ese conjunto era brutal. Un coulotte blanco, de un tejido fino que debía transparentar todo. Parecía un tejido muy suave. La parte de arriba era un sujetador, pero no tenía tirantes, se enganchaba atrás, como un bikini sin tiras y sin aros. Claudia se aprovechaba de que sus tetas eran firmes y apenas se caían. También se tenía que transparentar, ya que era el mismo tejido que el de abajo, solo que con encajes en los bordes, como la parte de abajo. - No hace mucho que lo vi por primera vez, hará dos meses. - Me apretó un poco más la polla y luego me la fue soltando. Nos miramos unos segundos más.

  • Está bien, te dije que lo haría y lo haré. Ahora ve a vestirte, tenemos mucho día por delante. Me giré y me fui a mi habitación. Como ella dijo, me puse un pantalón con tiro bajo, estilo chándal, con deportivas y una camiseta básica. Sin ropa interior y con una erección de caballo que se notaba facilmente en el tejido del pantalón. Sin el collar y vestido, me sentí más yo y menos un esclavo. Lo grave era que una parte de mí deseaba volver a ponerse ese collar y que Claudia me paseara como un perro, que me dijese que le lamiese el coño después de mear, que me pusiese un tacón por el culo hasta hacerme correrme...

  • Estoy listo. - Salí de mi habitación. Ella salió de la suya vestida con una falda a cuadros, con una camisa azul abotonada hasta el cuello y un bonito fular alrededor del cuello. Iba con un toque de maquillaje, sobre todo destacaban los labios pintados de negro y sus uñas del mismo color. Llevaba una diadema negra de cuero que le sujetaba el pelo y unas gafas de sol estilo aviador. Sin decir palabra, se levantó la falda y me enseñó el conjunto blanco que le dije de ponerse. Se transparentaba su coñito depilado. Se la volvió a bajar.

  • Yo también estoy lista, nos vamos? - Abrió la puerta de casa con su bolsa en la mano y nos dirigimos hacia la estación de metro más cercana, que estaba a unos buenos veinte minutos de nuestra casa. Fuimos caminando en silencio. Llevaba unos botines negros muy bonitos. No sabía que decir. Antes habríamos hablado de tonterías o banalidades, o nos meteríamos el uno con el otro, pero nuestra relación había cambiado drásticamente. Joder, estaba guapísima y muy cachonda.

  • Estás guapísima... - Me aventuré a decir. Pronto me cortó.

  • Cállate. Hablaremos en el metro. - El resto del trayecto lo hicimos en silencio. Tickamso nuestros abonos y nos subimos al metro. Lo recorrimos hasta dar con el último vagón, que resultó que iba vacío del todo. Allí me habló. - Mira, esto se hace raro. En casa con nuestros padres podremos ser nosotros mismos y hablarnos como siempre, ya que no será tan raro al estar ellos. Y cuando estemos solos... en fin, ya sabes. - Se quitó las gafas de sol y me miró a los ojos. Sus ojos azules me atravesaban. - Pero la calle es territorio neutral. No me puedes hablar como una ama, pero tampoco me hablas como normalmente lo harías. - Tenía razón, nunca le hubiera dicho estás guapísima antes. Bajó la voz. - Cuando te mande vestirte de chica para mí, haremos como que no puedes hablar pero sí escuchar. Así todo será mas facil en caso de tener que interactuar con algún desconocido. Pero mientras... no se, supongo que somos hermanos. Háblame de tus rollos, yo de los míos y fingiremos ser unos hermanos normales, comprendes? Por si pasa algún vecino mientras andamos o alguien conocido y nos vea. - Se volvió a meter las gafas.

  • De acuerdo, tienes razón. - Ella asintió y nos quedamos mirando nuestros móviles. El trayecto duraría media hora. Llevaríamos diez minutos cuando varios pasarejos del vagón que teníamos enfrente se bajaron, quedando vacío también. No subió nadie. Pasó el revisor, nos comprobó que habíamos pagado y se fue. El metro volvió a arrancar y a coger la velocidad de antes. Entonces Claudia dejó su móvil y se lo guardó en el bolso. Miró vigilando que no venía nadie y me encaró.

  • Oye, no me lo puedo quitar de la cabeza. Dime la verdad. - se volvió a quitar las gafas y me miró. - Tu... te habías masturbado antes pensando en mí?. - La pregunta me cogió por sorpresa. No se porqué me puse rojo. Era cierto. Decidí no ocultarle nada. Iba a tomar yo la iniciativa.

  • Sí, lo hice muchas veces. - Ella me miraba sin perder detalle. Me lancé. - Hice más que masturbarme. Aprovechando que no estábais ninguno en casa, iba a la colada y a tu habitación y buscaba alguna braga o tanga tuyo usados... - Bajé mas la voz y me acerqué a ella. - Los esnifaba, para oler tu olor profundamente, mientras me untaba de aceite la polla y me hacía una paja increíble. - Ella puso cara de asombro. - El otro día era cierto que iba borracho y que no me acordaba de nada, pero si lo hice era porque el deseo estaba ahí.

  • Eres... eres...

  • Y sabes qué? - Interrumpí. Quizá sería una de las últimas ocasiones que tendría en estas dos semanas o más en replicarle así. - Creo que tu también te fijaste en mí de algún modo. Si no, ninguna hermanastra normal y mentalmente sana se aprovecharía de esas fotos y esa historia para usar a su hermanastro de esclavo sexual. - Me callé. Lo había soltado al fin. Ella tardó un minuto en reaccionar, pero su reacción me flipó. Me puso la mano dentro del pantalón, me sacó la polla que ya estaba algo empalmada y empezó a meneármela.

  • Sabes qué, eres un puto cerdo y un pervertido, pero algo de razón tienes. Te ví un día, saliendo de la ducha, tenías un empalme de muerte, nunca había visto un pollón así. Te empecé a ver distinto. Luego espiaba de vez en cuando tu habitación cuando no cerrabas de todo la puerta. Un día entré en casa y no me oiste, tenías los cascos. No nos esperabas a ninguno, pero mi plan se había jodido y volví prontísimo a casa. Por una rendija de tu puerta ví cómo te la cascabas mirando una porno. - Su mano no paraba de menéarmela. Con la otra mano, cogió el mandito que llevaba en un bolsido de la camisa y le dió mas velocidad a la bola que sabía que llevaba en su coño. - Me toqué, flipando por lo que estabas haciendo tanto tu como lo que estaba haciendo yo. Llevaba tiempo sin comerme un rosco porque no encontraba un tío interesante... mis dedos me penetraban, un poco más fuerte y podrías oir mi chapoteo. Lo hice con mucho cuidado para que no me oyeras, me temblaban las piernas, apenas me sostenían... me corrí mordiéndome el labio, sin quitarte ojo. Encharqué de corrida mis bragas y mis piernas justo cuando tu te ponías de pie y te corrias sobre un papel de tu escritorio. Soltaste cuatro o cinco chorretones como yo nunca había visto que ningún tío se corriese.

  • Corrí como pude hacia la puerta e hice que entraba en casa gritando si había alguien y me oiste. Cerraste la puerta justo cuando me oiste entrar en casa y yo fui al baño a limpiarme y a tirar las bragas abajo de todo de la colada. - Su ritmo seguía aumentando y observé que movía las caderas. Subió otra velocidad de vibración, ya se escuchaba gemir. Yo quería correrme cuanto antes, pero ella sabía como pajearme alargandolo lo más posible. - Pensé en ti de forma distinta desde aquel día. Puede que cada día me pasase más contigo y fuese algo más borde. Noté que me cogías algo de manía, pero era mi modo de tratarte ignorando lo cachonda que me ponías. - Subió otra velocidad, ahora su meneo ya era rápido. Un orgasmo estaba a punto. - Supe que tenía que hacer algo cuando un día me ... hice.. un dedo... pensando... - Se entrecortaba, iba a correrse. Puso a máxima velocidad el chisme. Mi paja aceleró, pronto me correría yo también.

  • Que pensabas...? - Yo también estaba suspirando.

  • Pensando en como me correría si me atravesases el coño con tu pollón!!! - Susurró furiosa. Se apartó la braga con una mano, se agarró fuerte el coño y se corrió como una bestia. Temblaba mientras su mano me apretaba fuerte la polla. Los temblores fueron diminuyendo mientras su cuerpo se arqueaba con los últimos latigazos de su orgasmo. - Joder... este chisme es una maravilla. - Dijo, mostrandome el mando y apagando la vibración. Me apretó la polla con la mano y la soltó. Mi polla quedó erecta, cabeceando, esperando el orgasmo que parecía que no iba a llegar.

  • Me vas a dejar así?! - No podía creérmelo, quería correrme cuanto antes!

  • Sí. - Se puso las gafas y me sonrió con picardía, socarrona. - Creo que se te olvida quien manda aquí. Te correrás cuando yo lo diga y donde yo lo diga. No acabarte la paja es un castigo por haberme hablado de ese modo y por ser un puto cerdo pervertido que olía mis bragas sin mi permiso. - Me puso la mano con la que se había agarrado el coño en la nariz. - Te gustaba mi olor, verdad? - La olí, olía delicioso. Su flujo tenía un olor suave. - Pues prueba su sabor. Venga, lámeme la corrida de la mano. - La miré. Estaba decidida. Lamí su mano. Su sabor era aún mejor. Era como su olor, suave, pero también algo saladito. Nada desagradable. Le lamí la mano como pude. Ella me la restregaba, la chupé dedo a dedo. Al acabar cogió un kleenex y se la limpió, así como su coñito. Se volvió a colocar la braga en el sitio.- Y ya veremos si dejo que te corras durante la tarde. Si te sigues portando así a lo mejor te quedas son correrte hasta la noche. Con la mano recién limpia, me agarró los huevos y me subió el pantalón, que apenas podía tapar mi erección de caballo. - Y no se te ocurra tocarte.

Se puso los cascos y se dedicó a escuchar música el resto del trayecto. Mi polla palpitaba buscando atenciones, estaba molesto de que me empalmase e hiciese guarradas en mis narices mientras no me dejaba correrme ni siquiera haciéndome una paja. Decidí centrarme en el móvil hasta que llegamos a la parada.

El centro comercial era pequeño y bastante desconocido. Era como un outlet, había muchas tiendas pero ninguna muy grande como en los centros comerciales más grandes.

  • Vamos. - Buscó un panel de información con un mapa del lugar. A mí no me dejó mirar lo que andaba buscando. Luego, al terminar, me cogió de la mano y me llevó por pasillos cada vez más alejados del bullicio de los pasillos principales del centro. Seguimos hasta que dimos con unos baños. Estaban tan alejados que nadie iba allí, a no ser que cuadrase y te dieses cuenta de que estaban en esa esquina.

  • Cuando te diga por wassap, entras sin que te vean. - Entró ella primero. Entendí que era para asegurarse de que estaba vacío. No hizo falta wassap. Su voz al otro lado de la puerta me dijo que entrase. Entré. Era un baño normal de tías, aunque sólo había tres inodoros, pero eran lugares espaciosos. Claudia se había quitado las gafas de sol. Me introdujo en uno de ellos, entró ella también y cerró la puerta con el pestillo. Me sentó en el váter y me puso una bolsa en el regazo. - Anda, cámbiate.

Dentro estaba el conjunto que me hizo probar en casa.

  • En serio vas a hacerme vestirme de chica delante de gente desconocida? Joder Claudia... - dije con hastío. Me pegó una bofetada. No fue fuerte, pero sí sonó y me dejó tan sorprendido que no respondí nada.

  • Te juro que si me vuelves a hablar así te pego otra y más fuerte. Creo que has estado equivocando tu papel durante el día de hoy. A mí no me vengas con mierdas, soy tu ama. Creo que no te ha quedado clara nuestra relación cuando no andamos por la calle y estamos solos. Mi miraba fijamente, desafiante. Mi mente funcionaba a mil por hora. Sería parte del juego ama esclavo? Lo diría en serio? Cómo tendría que reaccionar? Mi polla en cambio no pensaba tanto, estaba erecta como un mástil. Decidí que seguramente era parte del juego.

  • Disculpe mi ama. No debí hablarla así al estar solos. Me cambiaré, no me pegue más. - Ella me sonrió lascivamente. Sacó su mando y en mis narices le dió un par de velocidades.

  • Así me gusta. Vamos, no tenemos todo el día. - Me quité mi camiseta y mi pantalón. Mi polla saltó como un resorte. Eso pareció complacer a mi ama, ya que ensanchó su sonrisa y se relamió. - Mmmm parece que esto de no correrte te viene bien, incluso parece que está mas gorda. - Era cierto, esta erección era ya urgente, pedía a gritos una corrida. Me puse la camiseta botón a botón, luego me puse la falda. Sin ropa interior. Me puse unas medias blancas hasta arriba de la rodilla y unos zapatos. Luego, unas gafas de sol y una boina a la francesa. Listo. Me sentía a la vez humillado, ridículo y excitado. Nunca me había sentido así.

  • Estas perfecta, Maika. Me referiré a ti como Maika, mi hermana tímida que enmudece ante los desconocidos. Venga, levántate. - Me hizo sitio y me levanté. Ella levantó la tapa del váter y bajándose el coulotte blanco se sentó. - Lo peor de este pequeño es que llevarlo en mi coño me hace tener ganas de hacer pis más de lo normal. - La escena era increible, mi hermana meando mientras le vibraba la bola vaginal mientras yo estaba de pie enfrente mirándola vestido de chica con una erección increíble que levantaba la falda. - Maika, levántate la falda. - Hablábamos a susurros para oir la puerta de fuera en caso de que alguien entrase. Me subí la falda, dejando a mi polla libre en todo su esplendor. Claudia se relamió y mientras meaba me la empezó a chupar. Su lengua recorría todo mi tronco, sus labios apretaban lo justo para volverme loco con la mamada. Tenía tantas ganas de correrme que casi sentía desmayarme en el sitio.

La chupaba como una piruleta. Cuando llegaba al final, se esforzaba por metérsela lo más profundo posible en su garganta. Incluso le dió una arcada. Al llegar de nuevo al glande, se recreaba besándolo y chupándolo. Lo lamía lentamente y me miraba de una forma tan morbosa y guarra que no se cómo no me corrí allí mismo. De repente paró.

  • Lo siento, ya terminé de mear. - Sin más, se limpió con un papel, pero superficialmente. Tiró de la cadena, cerró la tapa, se levantó, me sentó a mí con cara de gilipollas y levantó una pierna apoyándola en el respaldo del váter y en mi hombro. - Vamos, acaba de limpiarme. - No salía de mi asombro. - Vamos coño, o quieres otra hostia? - Levantó la mano haciendo el amago.

  • No... no me pegue, ama. - Una parte de mí estaba furioso, furioso del todo por no dejar que me corriese. El esclavo que había en mí sucumbió a su ama y poniéndome de rodillas empecé a lamerle el coño, centrándome en el clítoris, ya que más abajo estaba el cordelito de goma de la bola, pero le lamí igualmente todo de arriba a abajo.

  • Esa es mi Maika... joder que bien lo haces... siento que si sigues, voy a correrme como una loca, y como me estás lamiendo el clítoris, soltaré un chorro de flujo y te mancharé toda. En otras circunstancias me encantaría, pero - me apartó la cara de su coño y redujo la velocidad con el mandito hasta apagarlo - no quiero echar a perder el conjunto tan precioso que llevas puesto. Así que vamos, tenemos cosas que hacer. - Salió ella primero y luego yo. Cualquiera que entrase ahora vería a dos amigas lavándose las manos. Pero había un problema. Mi erección era insoportable y no se podia esconder.

Claudia estuvo mirándolo y estirando algo la cinturilla de la falda, me puso la polla hacia arriba con el capullo atrapado en la cinturilla. Así no se notaba casi nada, aunque cualquiera que me rozase de frente lo notaría al momento. - Esto es un problemilla, porque si vas andando y se te sale, parecerás una tienda de campaña... igual lo de ir sin ropa interior era excesivo... en fin, aguantate así. Te traje un bolso - Me lo dió, era un bolso negro y dorado. - Póntelo en travesera por delante y sujétalo con las dos manos, como si fueses una chica tímida. Anda intentando que no se salga. Si no das la nota y te portas bien, solucionaremos pronto lo de tu erección...